Digimon no me pertenece, es propiedad de Toei.

Fic para el Reto "Semana de la Diversidad Sexual II" del Foro Proyecto 1-8. Combinación 16 (poliamor 2x1), Takeru x Hikari x Ken, demisexualidad.


Difícil de entender

Nadie lo entendía.

Takeru se había molestado. Se había sentido traicionado y lo cierto era que Hikari podía entender el motivo. Ni siquiera a ella le había quedado demasiado claro cómo era que habían llegado a aquella situación. No era como si pretendiera engañarlo, pero los sentimientos habían ido surgiendo poco a poco y, luego, había llegado su propia realización. Ese momento en que ella había parpadeado y, de pronto, se había dado cuenta de que quería algo más. A alguien más.

—No lo entiendo— había sentenciado Takeru—. ¿Quieres que terminemos?

No, no quería.

—Podríamos… podríamos intentarlo— había sugerido ella con voz suave.

—No me gustan los chicos— se sintió obligado a decir él.

A su pesar, Hikari sonrió.

—No era precisamente eso lo que estaba sugiriendo— dijo ella.

—Entonces ¿qué quieres hacer?

—Si quieres que terminemos— le dijo —, puedo comprenderlo. Me dolerá muchísimo, porque no quiero perderte, pero…

—Pero tampoco puedes pensar en perderlo a él— dijo Takeru con amargura.

Hikari bajó el rostro, con las mejillas calientes.

—¿Puedo, al menos, saber cómo fue que sucedió?

—Ni siquiera yo misma lo sé— admitió ella, con el rostro bajo aún—. Supongo que de una forma parecida a como sucedió con nosotros. Un día éramos amigos y luego me di cuenta de que mis sentimientos… cambiaban.

Takeru había sido testigo, a su pesar, de la evolución de los sentimientos de Hikari. Había visto el entendimiento y la comprensión brillar en los ojos de ambos, en los castaños de Hikari, con esa ternura y suavidad que la caracterizaba; y en los azules de Ken, en donde, bajo el miedo atroz, surgía, poco a poco, la idea, como un virus que se reproducía a sí mismo, de que tal vez había encontrado a la única persona en aquel mundo enorme que era capaz de comprender exactamente por lo que él estaba pasando. La única otra persona que había sido seducida por la oscuridad, que intentaba devorar todo aquello que era bueno y luminoso.

—¿Cuál es tu plan? —su voz sonaba extraña. Cascada, como si se estuviera reponiendo de una gripe.

Ella pareció hundirse un poco más, avergonzada por lo que fuera que se dispusiera a proponerle.

—¿Una relación abierta? —dijo, dudando un poco.

Takeru parpadeó.

—Oh.

—Sí, "oh"— repitió ella—. Sé que estoy siendo egoísta. Pero te amo.

—No lo suficiente— dijo él con tristeza.

—Con todo mi corazón— le prometió ella—. Pero es como si… Como si en las últimas semanas cualquier capacidad que tuviera de amar, se hubiese expandido— dijo llevándose las manos al pecho.

Hikari no era particularmente proclive a caer en la teatralidad y evitaba, siempre que podía, no causarles problemas a sus seres queridos.

Había sufrido en silencio, con el corazón partido por la mitad, durante semanas, antes de atreverse a decirle a Takeru lo que la había estado atormentando. Y ahora, mientras veía el sufrimiento reflejado en su rostro, se sentía bien y mal a la vez.

Bien porque, al fin, había confesado su secreto.

Mal porque le había hecho daño a la persona a la que más quería en el mundo. O bueno, al menos una de ellas.

El problema estaba en la conexión espiritual que había desarrollado con Ken. En el beso robado que habían compartido ellos dos un par de noches atrás y que se sentía como un hacha colgando sobre su cabeza. Sabía, en ese momento, que había traicionado a Takeru. No había sido su intención, pero había sucedido de todas maneras. Había preferido que lo escuchara de ella. Y ahora… ahora necesitaba explicárselo. Necesitaba que él pudiera entender.

—¿Crees que puedan existir las almas gemelas? —le preguntó.

Él dio un respingo, tal vez tomado por sorpresa, demasiado perdido en sus pensamientos.

—Siempre he creído que tú eras la mía— le dijo él, sin intentar hacerle daño.

Ella compuso una sonrisa.

—Yo también creo que tú eres la mía— susurró—. Y ahora… ahora creo que podría tener dos.

Takeru hizo una mueca y ella estiró las manos y tomó las suyas.

—Podemos intentarlo, por el tiempo que tú decidas— le dijo.

—No quiero perderte— susurró él.

—No me perderás— le prometió—. Estaré a tu lado por tanto tiempo como quieras.

—No estoy seguro de poder hacerlo— admitió él y Hikari asintió, comprendiéndolo.

—Es complicado y no pretendo que nadie lo entienda— y ese punto era totalmente cierto. Antes de hablarlo con Takeru, había ido a pedirle consejo a Sora, después de todo, ella también había sentido, en algún momento, su corazón dividido entre dos personas: su hermano y el hermano de Takeru. Pero Sora no había sido capaz de ayudarla. A pesar de que a veces parecía tener algunos reparos, no se arrepentía en lo absoluto de haber tomado una decisión.

—Tres personas en una relación— le dijo ella—, son demasiadas. Nunca podrás amar plenamente a ninguno de ellos a menos que tomes una decisión.

Pero Hikari sentía que había diferencias importantes entre ella y Sora. Empezando por el hecho de que Sora siempre había visto a Taichi— aunque ella no quisiera admitirlo—, como la persona con la cual pasaría el resto de su vida. Yamato había llegado durante la adolescencia de Sora y había despertado un sentimiento más orientado hacia su ser sexual. Pero es que, después de todo, Sora y Yamato no eran demasiado amigos, de ahí que no resultara extraño el convertirse en algo más.

Ella, por su parte, había conocido a ambos chicos— Takeru y Ken— desde que eran niños, pero habían sido solo amigos, amigos de verdad. Los tres. Hasta que las cosas habían cambiado. Al menos para ella.

Y, además, estaba el hecho de que Yamato y Taichi eran, cada cual a su manera, demasiado dominantes. No había forma de que aquello llegara a funcionar y, en consecuencia, Sora había tenido que decidir.

Hikari estaba segura de que, con ella, las cosas podían ser distintas. Takeru y Ken tenían personalidades fuertes, pero no del mismo modo que su hermano y su cuñado. Necesitaba creer, en su corazón, que las cosas podían funcionar. Que no tendría que elegir una parte de sí misma, un solo amor.

El agarre de Takeru alrededor de sus manos se volvió un poco más firme.

—¿Qué dices? —preguntó ella con voz temblorosa.

Por toda respuesta, él se inclinó y la besó.

Ella dejó el aire salir de golpe, mareada por el alivio. Había una sola cosa de la que ella podía estar segura: Takeru haría todo con tal de que ella fuera feliz. Y ahora que sabía que podía contar con él, que no tiraría de la cuerda que sería capaz de desgarrar su corazón por la mitad, se prometió a sí misma que, con todo y lo difícil de la situación, se encargaría de que él también fuera feliz.