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¿Flores?
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Para todos en la cuarentena, fuerza, sí podemos con esta situación. Cuídense a ustedes y a sus seres queridos, y les deseo salud a cada uno de ustedes.
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Iruka nunca se consideró como alguien que podía modificar la vida de los demás.
(Que tenía el poder de hacerlo. El valor. Que un niño huérfano sin ninguna habilidad especial podría a llegar a valer más que sus padres, más que una tumba sin cuerpo o que un soldado muerto)
Se convirtió en un shinobi, porque sus padres lo fueron antes que él. Y tal vez los padres de sus padres. Y posiblemente incluso antes en sus bisabuelos o tíos.
Aceptó el puesto de maestro de la academia porque sabía que era lo que se esperaba de su persona (de un jounin sin habilidades especiales, genérico en todo sentido, con un mínimo récord de muertes y pocas desfiguración que pudieran asustar a los niños. ¿Un poco de TDS por las misiones que salieron mal? Nada que citas semestrales con un Yamanaka que no solucionara, ¿Una cicatriz facial? Una venda puede facilmente ocultarla, si no, contar una historia de un kunai mal lanzado que terminó en risas y no en gritos desesperados mientras sentía su rostro dividirse en dos…
… Siempre ayudaba).
Se esperaba de él sonrisas, así que practicó frente a un espejo hasta que Iruka mismo se sintió contagiado de la felicidad en su rostro. Se esperaba de él cumplimiento, así que siempre mantuvo al día todas las actividades que le encomendaban.
A veces viendo a los niños entrar y salir de la Academia, por qué no tenía una familia aún (aunque sabía, oh, como sabia dentro de si mismo que jamás podría traer al mundo a un niño que sería destinado a matar. A un más del clan Umino que moría en manos de seres impresionantes, y morían como criaturas desechables), y reía para sus adentros negando porque sabía que no se casaba, porque su Hokage no le había ordenado a quien desposar.
Pero si dieran la orden lo haría.
Lo haría.
(¿Entonces por qué si la orden había sido mantener al trío separado no dejaba de pensar en actividades, exámenes o tareas que los obligasen a interactuar? ¿Por qué si ya su amistad había muerto quería revivirla? ¿Por qué, si nunca había sido su problema, quería ver al contenedor sonreír?
Porque se había dado cuenta que el monstruo no era el mismo niño que había estado viviendo once años en la aldea.
Los monstruos eran ellos.
Y ahora el.)
—¡Oh! ¡Sakura-chan! —llamó el maestro una vez terminado la clase a la chica quién guardaba en su puesto sus cosas—, tengo una duda que hacerte —agregó sonriendo de lado a lado mientras revisaba entre sus papeles.
La chica se acercó a él mientras todos los demás alumnos seguían corriendo apurados de salir del aula por ese día. La heredera Yamanaka tuvo intenciones de quedarse pero se despidió al final jalada por el resto del grupo de los Nara y Akimichi. Iruka abrió su cuaderno decidido a preguntarle a la chica sobre su experiencia en la clase de su otro sensei. Y la diferencia de nivel que había sentido, cuando por detrás de Sakura primero pasó el contenedor arrastrando levemente los pies. Solo deteniéndose ligeramente en la puerta para ver de reojo -eh intentando disimular, notó, pero el reflejo sobre la lata donde guardaba sus tizas permitió a Iruka contemplar todo-, al chico parpadear sobre ella, morder su labio como si quería decir algo, antes de patear la puerta fuertemente (lo cual sí sorprendió a las dos personas) y salir disparado sin mirar atrás.
Mientras sucedía todo, y sentado al fondo viendo a la ventana, quedaba Sasuke; retraído, inexpresivo, e Iruka confirmando disimuladamente entre los trabajos del día entregados. Habiendo trabajado solo.
De nuevo.
Ya había pasado más de un mes.
(¿A quién estaban ayudando separándolos? ¿Cuán a la puta aldea le había importado algo?)
—... Sí Sakura-chan, quiero evaluar contigo la idea de mañana tener un parcial del tema ya evaluado, desde tu punto de vista con el otro maese...
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—¿Vecino-kun todo bien? —preguntó suavemente Hina viendo cómo, aunque estaba con una galleta de canela en mano el rubio. Llevaba más de tres minutos callado sin comerla. A veces suspiraba viendo a la distancia para de nuevo parpadear sobre la galleta, como si contuviera las respuestas que necesitaba. Hina, extendiendo su mano por sobre la mesa y colocándola sobre el brazo del niño le miró—, has estado raro estos últimos días.
La AMBU dentro de Hina estaba analizando el peso que veía en el chico. El crujir de su cabello no sano y la suciedad en sus uñas no lavadas. Pensaba en todas las horas que estaba no durmiendo pero supo que su alimentación se mantenía estable por los postres que le había estado proveyendo, los cuales dosificaba cada vez más de nutrientes, vitaminas, complementos para enfermos y, y sólo una vez cuando lo vio necesario, de somníferos para que tuviera una noche sin sueño.
La civil en ella en cambio apretó los labios preocupadamente y le preguntó por que sus amigos no habían vuelto a comer con ellos.
Naruto por varios segundos no respondió nada. Dio un ligero mordisco por fin a la galleta (-tamina D, vitamina C, suplemento proteico, ligeras gotas de valeriana…) y vio a la mujer.
—Recordé que a Sakura-chan le encantan las flores de vinil. Esas de tallos largos que tienen bonitos botones al final. Y mañana es el día de traer un regalo a clases pero no sé si sería buena idea… —al final sus palabras siendo aplastadas por su brazo de nuevo, y su mirada apagándose a cada segundo que pasaba.
Hina apretó su brazo.
—¡Sé dónde puedes conseguirlas! —exclamó con alegría, el niño le miró de nuevo—, cerca del parque Oeste, por donde se encuentra el templo de las cosechas hay una floristería que siempre tiene de ese tipo, ¡es una gran ida vecino-kun!
—¿Sí? —preguntó sentándose por fin derecho el rubio, sonriendo por primera vez. Peor segundos después su mirada bajó de nuevo y ahora parecía entristecido por la idea que segundos antes le había emocionado—, ¿pero tú crees que la aceptaría? ¿de mi? —susurró esperezado.
El corazón de Hina se estrujó al instante.
(La mente de la AMBU insultó al Hokage por complicar más su trabajo.)
—Le encatarán, —prometió asintiendo.
El chico pareció pensar un poco su respuesta, pero después de asentir para si mismo, y tragarse en un mordisco el resto de la galleta que quedaba, se puso de pie y corrió hasta la puerta gritando que "¡muchas gracias Hina-san! ¡Iré ya mismo a buscarlas y aunque tenga que estar hasta la noche encontraré el mejor arregló para Sakura-chan, créelo!"
La puerta seguida de pasos apurados en el pasillo resonó.
Hina vio a Cuervo hacer señas que estaría al pendiente en el área del Oeste, sin acercarse mucho porque el claro era muy despejado como para mostrarse, y le dejó sola.
Hina sonrió por fin feliz de ayudar a su vecino más querido.
(La AMBU, en cambio—, comenzó a notar un patrón.)
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Naruto después de caminar hasta la entrada de la floristería, se ocultó entre los porrones enormes que delineaban el comienzo de la tienda, se quitó la chaqueta naranja y la volteó dejando sólo su parte de negro expuesta; subió el cierre por completo. Luego repitió el proceso con sus pantalones. Sacó una banda de su bolsillo la cual amarró alrededor de todo su cabello con experticia memoria. Aplicó un poco de maquillaje sobre su rostro, al final colocando un poco de tierra en sus mejillas, y volvió a elevarse sonriendo.
Dio arios pasos por la extensa tienda acariciando con las yemas de sus dedos algunas de los lirios en la entrada. Sólo había una pareja en la esquina discutiendo sobre el tipo de porrón a llevarse. Al fondo, y al lado de un gato siamés, estaba el dueño.
—¡Oh, Natsu! Qué agradable sorpresa, —murmuró con suavidad el señor mayor tras el mostrador principal de la tienda, sus largas arrugas impidiendo que abriera los ojos por completos pero reconociendo la combinación de ropa negra y bandana azul en el chico—, ¿vas a trabajar atrás otra vez hoy? —preguntó. El gato a su lado maulló enderezándose para ver mejor al chico.
Natsu asintió sonriente llegando en frente del mostrador antes de subir la puerta y pasar a la zona trasera donde habían dos puertas cerradas. Le dio una ligera caricia al gato antes de que el mismo se alejara saltando y despareciendo entre las filas de la tienda. Natsu se acercó a la entrada de tono más oscuro, escuchando como el dueño murmuraba de la amistosidad del gato para con el muchacho.
—¡Sí anciano! —respondió asintiendo.
El señor tosió negando.
—Modales chico modales, —repitió con la suavidad y empeño de quien lo decía al menos dos veces por semana—, no sé como siempre llegas a la hora de menos clientes, pero me caes de perla Natsu. Avísame si necesitas de algo.
Y con eso se dio media vuelta, donde entre sus manos, siguió con lentitud contando y creando pequeños montículos de monedas. Ya llevaba ocho montañitas contó.
Natsu asintió, y pasó por la puerta. Donde al otro lado se encontraba el hibernadero privado de la tienda.
Desde el otro lado del mismo, usando unas lentillas que hacían sus ojos verdes opaco y una ropa que consistía en sólo colores rojos y blancos (donde el blanco estaba lleno de tierra seca y algunos manchones de algo húmedo.
Teniendo en su bolsillo delantero unas tijeras, en el trasero izquierdo un trapo sucio, y en el otro bolsillo uno aún limpio), Sasuke bufó traspasando unas margaritas a un recipiente de mayor profundidad.
—Llegas tarde, Usuratonkachi.
Natsu soltó una carcajada apenada mientras tomaba a su lado la lista de los quehaceres que le tocaban en el día. El lugar era largo y con techo bajo. Los ventanales en el medio del techo dejaban traspasar un rayo de luz que alimentaba a las flores más jóvenes, mientras que el resto de los laterales del mismo eran opacos y proveían de sombra al resto de las plantas. El jardín era tan gran como para mantener más de trescientas plantas pequeñas a la vez.
Pero la paz que transmitía, la calma, era impresionante. Hasta el punto que parecía que las flores, frutos pequeños, plantas verdes cantaban suavemente una canción de paz.
—Gomen, gomen. Es que tardó más de lo que tenía previsto que Hina-san me preguntara sobre mi estado —respondió mientras leía la pequeña letra. Decidido, al final tomó una pinzas y unas tijeras mientras iba camino a las petunias, las cuales tenían un pedido considerable de un cumpleaños para el día siguiente.
Por varios minutos trabajaron los chicos en silencio, de vez en cuando haciendo comentarios sobre la idiotez del otro, la inutilidad de su existencia, dónde habían dejado las flores que necesitan, el porrón que estaban usando, el ¡Dobe te dije que no tomaras mis pañuelo sin permiso! ¡Pues deja tú de agarrar mis tijeras entonces!
La puerta del almacén se abrió de nuevo como media hora después, y ahora una chica rubia vestida de negro pasó teniendo en sus manos una gran maceta con un pequeño árbol en ella, al instante Natsu se puso a su lado y le ayudó a colocarla con las demás futuras siembras.
—Gracias, —se quitó el sudor de la frente suspirando. La rubia vio entonces al moreno y le sacó la lengua—, el siguiente pedido es tuyo, al parecer Asano-san pidió dos robles más para el clan Hyuga.
El chico bufó, más no se quejó.
—Y tú, ¿en serio? —vio la chica a Natsu con una sonrisa divertida en los labios—, ¿tuviste que golpear de verdad la puerta? —preguntó.
Natsu al instante se puso colorado mirando al suelo a sus pies y lo mismo empeoró cuando el moreno bufó un "imbécil" entre dientes.
Natsu gritó.
—¡No es mi culpa que Iruka-sensei te hubiera agarrado después de clases! —gritó molesto. La chica al instante puso una mano en el brazo de él aún riéndose entre inhalaciones, y Natsu pareció calmarse un poco, levemente inclinándose al contacto que mantenían pero sin dejar de poner mala cara—, mi plan era que yo te pidiera salir conmigo y tú pretendieras ignorarme así tenía excusas para salir toooodo el fin de semana en búsqueda de un regalo para ti Sa-Kiku. Pero lo tuvo que arruinar. —Hizo un puchero al final. Kiku negó, haciendo que su corto cabello amarillo se sacudiera de lado a lado antes de darle un ligero apretón al chico, acercarlo a ella, y abrazarlo con su otra mano.
Natsu al instante envolvió ambos de sus brazos alrededor de la chica, enterrando su nariz en el cuello de ella.
—Mejor, —susurró suavemente la chica, pero para el moreno, quien se había acerado y ahora estaba a su lado las palabras fueron claras—, así no me vi obligada a insultarte aunque fuera mentira.
—Kiku, —dijo en el mismo tono bajo apretándola un poco más. Y segundos después alejando su cuello para poder sonreírle al moreno quien le vio, y asintió.
Natsu asintió también, tal vez con la mirada un poco aguada. Pero de resto bien.
(Por favor Kami, déjame quedármelos. Déjame quedarme con Sakura-chan y Sasuke-baka. Déjame ser fuerte como para protegerlos y que ellos me cuiden a mi también. Ya me dejaste sin padres ni amigos, a ellos no.
s.)
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Sakura, una calle antes de llegar a su casa, se quitó la peluca y revolvió su cabello con la otra mano dejando caer el nudo al instante. La misma la guardó en su bolso, y no pudo evitar maravillarse cómo ese simple cambio hizo que el resto del camino a casa se sintiera olvidada. Donde antes era la posible Yamanaka, un posible shinobi, una posible persona importante, ahora era sólo Sakura.
No quiso pensar mucho en ello.
—¡Llegué! —dijo en cambio entrabdo a casa. Dejando los zapatos en la entrada pero subiendo con ella su mochila.
—Oh, Sakura, bienvenida a casa hija —le saludó su madre apareciendo desde la cocina al isnate, al pasar por su lado le besó la frente con cariño y le sonrió—, ¿cómo fue tu tarde hoy en el trabajo, se portaron bien tus compañeros? ¿Tuvieron muchos pedidos? —preguntó mientras le acompañaba por las escaleras a su habitación. Sin quejas Mebuki tomó e su hijas las ropas negras repletas de tierra y sudor de un buen trabajo ganado. Feliz de que estaba involucrándose más en quehaceres de una dama, ¡trabajar en una floristería! Tendría que agradecer a Ino-chan sobre la influencia en su hija.
¿Quién sabe? Tal vez terminaba por encantarle el arte de las flores y al terminar la Academia (pugh- el nombre le daba mal gusto hasta en su cabeza) podía solicitar horas extras en la tienda, ser una empleada estable, incluso optar por la escuela técnica en trato al público e historia de las flores.
(Todo iría bien.
Todo saldría perfecto).
—Masa se metió en una pelea con Natsu por "compartir involuntariamente" sus herramientas, de nuevo, te juro que voy a comenzar a ponerles nombre o algo así. Asano-san estuvo un poco más movido de lo usual porque vinieron muchas parejas jóvenes, de las que le gustan. Hum… Déjame pensar… ¡oh! Y dijo que puedo trabajar de nuevo el viernes si me parece, pero que necesitará de mi ayuda seriamente n dos semanas, porque comienza la época de matrimonios —contó mientras caminaba por su habitación guardando todo en su lugar, tomando de su closet un cambio de ropa para al final terminar saliendo con su madre al baño.
—Estoy orgullosa de ti hija, —fue lo único que dijo Mebuki viendo como su niña abría la puerta.
Sakura sólo sonrió.
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Sasuke no tuvo que hacer tanto, sólo se cambió en el cuarto de empleados sus ropas por la camisa y pantalones de su Clan. Guardó en su bolso el cambio al igual que las lentillas en su estuche. Al salir como siempre el señor Asano murmuró algo sobre que necesitaba una nueva fórmula para sus lentes (aunque nunca los usaba, porque siempre, y siempre desaparecían cuando los chicos terminaban su día laboral. Impresionante).
—Toma, buen trabajo.
Sasuke asintió aceptando el pequeño montículo de monedas antes de cerrar tras de sí la puerta del establecimiento. Asano-san comenzó su lento camino a donde vivía dos calles más abajo, y Sasuke hizo lo mismo, pero en el camino contrario al su propio departamento. Pensó en su propia planta, y en el pequeño recipiente con galletas que le había dado Sakura esa tarde.
Pnesó en comérselas leyendo al lado de la Palma.
Se sintió en paz.
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Naruto sólo hizo el cambio de Natsu en la parte trasera del local. Tomó en el último segundo un ramo de Camellias que le había pedido al Teme las preparara para él.
(Costándole admitir que aunque de verdad hiciera el mayor de sus esfuerzos, los arreglos del teme y de Sakura-chan siempre eran mejores que los de él. Los de Saku más bonitos mientras que los de Sasuke elegantes).
Corrió al complejo sin pena en el mundo, y frente a la puerta de Hina-san tocó extenbdiendo el brazo con el ramo cuando se abrió.
—¿Para mí? Son preciosas —susurró la mujer acercando su rostro a las flores y respirando su aroma, por un instante, pareciendo de verdad embelesada por las mismas.
—¡Sí! El viejo no tenía las flores para Sakura, pero me dijo que el viernes era posible que le llegaran así que estando ahí pensé en darte algo para ti Hina-san, —sonrió alegre, calmado, y contento porque se sentía amado.
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