Death spiral

Lore-chan


DOS: ESPEJO


Yamato cerró el ojo izquierdo cuando el reflejo del flash de la cámara le llegó muy de cerca.

Hikari Yagami, una chica menuda, de baja estatura, cabello trigueño y ojos color avellana, estaba sentada a su lado y apuntaba la cámara fotográfica directo a la pista de patinaje y sacaba fotografías cada vez que ella lo creía necesario. Lo cual era bastante seguido según la apreciación del rubio que ya estaba comenzando a exasperarse.

—Perfecto – susurró la chica acercando más el lente, esperando.

—¡Salto! – exclamó Hiroaki Ishida y Yamato desvió la mirada a su novia y al moreno que realizaban un salto triple con una coordinación tanto o más cuidadosa que la tenía él con Mimi - ¡Muy bien, chicos! – aplaudió el hombre.

Otra fotografía con flash que terminó por hartar al rubio.

Se levantó molesto, caminando hasta la entrada de la pista y obviando las muletas. No le dolía caminar, le dolía hacer fuerzas con el pie que estuvo accidentado, había tratado de entrar a patinar, pero tras un par de minutos tuvo que sentarse otra vez.

Eso lo desesperaba, más aún, ver que en apenas dos meses y medio Taichi Yagami y Mimi habían logrado la sincronización necesaria para realizar saltos en conjunto, las vueltas y piruetas que en un principio no podían, eran cosa del pasado. Ahora rara vez cometían errores.

Y la hermana del moreno sacando fotos a diestra y siniestra, no ayudaba.

—Mimi, más altura… no podrás dar las tres vueltas si sigues así – Hiroaki bramó sacando medio cuerpo hacia la pista. Se le notaba ansioso, entusiasmado. Y a Yamato le dolió verlo así – Taichi el triple Axel es genial, quiero que, cuando Mimi logre la altura… comiencen a practicar uno doble. Pueden dejarlo como bonus extra por si caen en algún salto previo.

Otro flash y para el Ishida ya había sido suficiente por el día. Dio media vuelta y subió las escaleras para irse del lugar.

La Tachikawa, en brazos del moreno, lo vio desaparecer por la salida. Se distrajo provocando que tanto ella como Taichi cayeran seco sobre el hielo.

—¿Estás bien? – Mimi se levantó rápidamente y se inclinó a su compañero – discúlpame. En verdad lo siento.

El Yagami no parecía tener intenciones de levantarse. De hecho, estaba bastante cómodo mirando el techo del recinto.

—¿Taichi?

—Cambiemos la rutina – dijo de pronto y la miró – tu y yo podemos más que esto.

—¿Estás loco?, no podemos. Por algo tenemos un entrenador.

—Entrenemos a deshora. Créeme Mimi. podemos alcanzar el oro, pero no con esta rutina. Esta rutina es para bronce… quizás plata si lo hacemos perfecto.

Mimi le sonrió y le tendió la mano para que se levantara. Lo hizo sin problemas y antes de seguir patinando se posicionó a sus espaldas y acomodó sus manos en su pequeña cintura. Ella no entendió y giró un poco para mirarlo. Taichi la miraba con seriedad, pero sus ojos brillaban al mismo tiempo.

—Sé que podemos.

Y no hubo duda, el Yagami la hacía sentir segura, como si pudiera conquistar cualquier podio que se le pusiera enfrente.

—Tengo curiosidad por saber qué tienes preparado.

—¿Preparado? – preguntó a su oído y ella se rio por lo bajo – Tengo una idea, pero quiero que tú también me ayudes.

Se sonrieron con complicidad y la voz de Hiroaki los hizo volver a la realidad:

—¡Otra vez!

.

Yamato cerró la puerta de un portazo y comenzó a aventar al suelo todo lo que estuviese sobre el escritorio, sobre la cama, sobre la mesa de noche. Todo. Estaba furioso, estaba fuera de sus cabales. Cuando no encontró nada más de arrojar, su ira de fue contra la puerta, le dio golpes de puño hasta que los nudillos le sangraron y un hoyo en la madera se hizo presente.

Frustración… envidia… rabia…

Cayó de espaldas en la cama y se tapó la cara con el almohadón. No iba a dejar que nadie lo escuchara llorando.

Así mismo, esperando desahogarse de alguna forma se quedó dormido.

Despertó por el peso a su lado derecho. Giró pestañeando con lentitud y sus ojos se reflejaron en los miel de su novia que lo miraba preocupada. Mimi no dijo nada, solo estiró su mano para acariciarle el cabello, pero Yamato no la dejó. Retiró su mano para luego darle la espalda.

—¿Por qué…?

—Estaba durmiendo – respondió el rubio de golpe.

—¿Quieres seguir durmiendo? – la voz juguetona de la castaña le erizó la piel en el cuello y su mano delgada se metió debajo de su camiseta para tocar su estómago, queriendo bajar… y bajar…

—No – él la detuvo cuando sus dedos se introducían por su pantalón.

—Vamos… déjame quitarte ese mal humor – e insistió solo para que Yamato, enojado, volteara y en un rápido movimiento la dejara bajo él. Sostuvo sus muñecas con sus manos y su rostro estaba desencajado.

—Déjame tranquilo – dijo entre dientes. La soltó para levantarse de la cama. Buscó entre el desorden del piso alguna chaqueta qué ponerse. Necesitaba salir de ese departamento, necesitaba estar solo.

Mimi también se levantó, dolida con los ojos llorosos. Él nunca le había hablado así.

—¿Yamato? – le habló en voz baja, pero él no contestó. Se abrazó a sí misma, incómoda, y sus ojos viajaron por cada rincón del dormitorio hasta detenerse en la puerta y el agujero en ella - ¿rompiste la puerta? ¿Qué pasa contigo?

—Voy a salir… - salió dando zancadas.

—¡Espera!

Mimi se atravesó en su camino y lo obligó a mostrarle las manos. La sangre ya estaba seca pero aún así no tenía buen aspecto. Él se las quitó de un tirón. Estaba controlándose de no gritarle, de no descargar en ella todas las frustraciones que estaba teniendo desde el accidente. No quería decirle que de la última visita al kinesiólogo no había salido con buenas noticias.

Habían altas probabilidades de que él nunca más pudiera volver a patinar.

—¿Por qué estas así conmigo?

—Mimi, hablemos mañana.

—¡No! – exclamó cansada. Él estaba distante, su relación no era la misma – ¿Por qué me alejas? Ya no conversamos, no salimos, no tomas mi mano… no… no me tocas.

—Hoy no – la hizo a un lado, pero ella volvió al ataque y se puso en la puerta de salida con los brazos abiertos.

—¡Dime que pasa!

—Mimi… - le advirtió mirándola. Era su última oportunidad, era el último dejo de paciencia.

—¡No!... ¿Es porque aún no puede patinar del todo bien?, Tienes que ir paso a paso, en unos meses más todo volverá a ser como antes…

—¡Nada volverá a ser como antes! – explotó su ira - ¡Yo NO volveré a patinar! ¡Volveré a la universidad y terminaré mi carrera! ¡Tú puedes seguir… sigue con Yagami! ¡Has lo que quieras!... Has lo que sea… pero ¡DEJAME TRANQUILO!

La castaña se aguantó las lágrimas, gimoteó para que éstas no salieran y mirando el piso – no se sentía capaz de verlo a la cara, si lo hacía lloraría sin parar – comenzó a hablar despacio:

—Te quiero, te quise desde el día en que te vi por primera vez en la pista cuando te caíste por andar distraído y mirarme más de una vez, te quise porque cada vez que te caías, te levantabas y decías "Vamos otra vez", te quise porque a pesar de todas las dificultades siempre salías airoso… te quiero Yamato, porque soy feliz contigo y porque a pesar de que no me demuestras tus sentimientos, sé que en el fondo sí sientes cosas muy profundas por mí. Te quiero cuando me abrazas, cuando me besas, cuando estamos juntos y somos uno… como en el hielo… como…

—Ya no sé si te quiero, mi cabeza está en otro lado. No tengo tiempo ya para ti. Lo siento.

—Pero… - la angustia se apoderó de Mimi y dejó caer sus lágrimas. Aquello le rompía el corazón a Yamato, pero en verdad estaba confundido. Estaba a punto de perder lo que más llenaba su ser, algo que ni siquiera la castaña podía llenar.

—Dejemos esto hasta acá. Veamos qué sucede más adelante.

La hizo a un lado y salió del departamento. Mimi se tapó la boca ahogando sus sollozos, pero no lo logró. El pecho le dolía y le habían roto el corazón oficialmente.

.

Hikari se deslizó un poco más por el hielo bajo la supervisión de su hermano mayor. Taichi sabía que, si la dejaba sola por un momento, ésta era capaz de dar un salto. Era terca… era toda una Yagami.

—¿Te duele? – Ella negó sonriendo, sintiéndose libre mientras el frio le golpeaba la cara – Hikari si te duele, recuerda que debes ir a sentarte. Nada de esfuerzos extras.

—No me duele – su hermana le sacó la lengua y Taichi encontró su gesto de una ternura increíble. Ella siempre había sido igual.

La Yagami despedía luz, armonía, tranquilidad, fuerza cuando patinaban juntos y verla allí a su lado, le recordaba aquellos tiempos. Pero los recordaba con una punzada en el pecho, porque en una de esas oportunidades cayó por su culpa.

—No te martirices – la dulce voz de la castaña lo hizo despabilar. Su hermano era un libro abierto para ella – Ven – lo tomó de las manos y avanzaron de una esquina a otra.

—¿Por qué siento que quieres hacer algo que NO debes hacer?

Por respuesta recibió una risa traviesa.

—¿Un lanzamiento?

—Olvídalo – dijo él de inmediato con total seriedad.

—Un twist lift sin continuación. Me abrazas hasta que pueda bajar con el otro pie. Por faor, Tai… por favor – rogó con sus ojitos y las manos juntas.

—Hikari…

—No me ha dolido ni la rodilla, ni la pierna en toda esta hora que hemos estado aquí… por favor, solo una vez.

Suspiró resignado, no podía negarse a ella. No le quedaba otra que creerle cuando le decía que no había tenido molestias.

—Sólo una vez.

Ella saltó a sus brazos y lo besó en la mejilla en repetidas ocasiones mientras repetía que lo quería.

Mimi los vio desde los asientos superiores, medio escondida. Después de lo que había pasado en el departamento de Yamato, ir a su casa a estar sola, no era la mejor opción.

Además, ese día había quedado en ensayar una supuesta y aun inexistente nueva rutina con el moreno que en esos momentos elevaba a su hermana por sobre su cabeza, ella grácil como nunca la vio antes dios vuelta y media y cayó en los brazos de Taichi. Rieron y ella se contagió un poco. Solo un poco.

Le hubiera gustado tener un hermano. Uno que la abrazara luego de que le hicieran pedacitos el corazón.

Quizás lo mejor era irse en silencio, tal como había llegado y enviarle un mensaje a Taichi diciéndole que no se sentía bien. Al menos no estaba mintiendo.

—¡Mimi!

Hikari la vio cuando trataba de salir encogida con los patines colgando de su mano izquierda. La Tachikawa volteó y les sonrió por educación.

El moreno la miró con la sonrisa más linda y más amplia que Mimi nunca había visto antes y olvidó por un momento todo lo mal que se sentía.

—Mi hermano me dijo que iban a ensayar – comentó la más pequeña contenta y salió de la pista para ir en búsqueda de su cámara fotográfica – Voy a sacar las mejores fotos, se los prometo.

.

—Sé que a Hikari le gustan las fotos, pero creo que está exagerando – Mimi abrazó a Taichi por el cuello y él la tomó por la cintura la acercarla a su rostro. Muy cerca y allí estaba otra vez esa sensación que la hacía temblar.

El flash cuando los alcanzó ni les molestó, se estaban acostumbrando. La Yagami había insistido en una mini sesión de fotografías.

"Les apuesto a que serán primicias para las revistas de deporte cuando ganen el oro" dijo enfocándolos, pidiendo que se acercaran, que se abrazaran, que estuvieron tan cerca que aunque lo negaran a ambos no les molestaba del todo.

Taichi y Mimi se miraron fundiéndose en las pupilas contrarias. Tres centímetros, quizás dos… si se esforzaban un poco más podría ser uno y el beso sería inminente.

—¡Listo! – exclamó Hikari y ambos se separaron avergonzados - ¡Están preciosas! Las voy a tener listas esta semana. Regalo de rutinas secretas – dijo guiñándoles el ojo y los dos sobre la pista rieron sin poder evitarlo.

La rutina había sido increíble, a medida que iban avanzando iban saliendo movimientos y no era necesario que se los dijesen, eran como un espejo, se entendían a la perfección.

—Hiciste muy bien el salto… - dijo Taichi acercándose a la castaña que estaba apoyada en el borde.

Hikari guardó sus pertenencias en silencio, no quiso interrumpir y se fue. No tuvo que preguntar, en realidad, nunca tuvo que preguntarle nada a su hermano, ni cuando eran pareja de patinaje ni acerca de sus sentimientos. Él estaba enamorado de Mimi y le costaba ocultarlo. Sus poros expelían amor.

Se fue cojeando, eso era otra de las cosas que agradecía de Taichi, él era despistado para algunas cosas y Hikari podía decirle mentiras blancas para verlo feliz. La pierna le dolía de los mil demonios y la rodilla la sentía como si la hubiera azotado contra el hielo.

Se echó la mochila al hombro, y caminó en busca de un taxi para su casa. No alcanzó a avanzar ni dos cuadras cuando tuvo que detenerse debido a profundo dolor que sentía. Se sentó en un pedazo de hormigón cercano a una farmacia y esperó a que menguara. No debió haber patinado tanto, pero es difícil decirle que no a algo que amas.

—¿Te duele?

Hikari alzó la mirada y vio a Yamato a su lado, torciendo la boca con fastidio, con molestia, con rencor contra el mundo. Tal cual como ella estuvo los primeros meses después de saber que nunca más podría patinar profesionalmente.

—Un poco – dijo en voz baja incómoda.

Ambos nos hablaban mucho, pero sabían todo el uno del otro. Mimi se había encargado de contar la historia de Hikari al rubio y Taichi la de Yamato.

—¿Puedes caminar?

—Sí, puedo. Estoy un poco cansada, por eso me detuvo.

—Sí, claro. Lo que digas.

Se acercó y sin pedirle permiso la tomó de la cintura y Hikari no tuvo más remedio que pasar su brazo alrededor de su hombro para equilibrarse.

—¿Vives muy lejos?

—Veinte minutos caminando. En verdad no es necesario, puedo tomar un taxi.

—No te preocupes, creo que necesito esta caminata más que tú.

Hikari entendió de inmediato y comenzaron a avanzar. Ella con la mirada en el piso y Yamato erguido, orgulloso mirando desde arriba.

—Me duele cuando salto, cuando patino… cuando… - El Ishida se detuvo en la esquina de la calle esperando que diera luz verde - ¿cómo puedes…?

—Pueden haber pasado años, pero nunca se supera. Solo consigues distracciones.

—¿La fotografía?

—Sí – suspiró Hikari – Deberías buscar una tú también.

—Siempre quise tocar el bajo.

La castaña le sonrió con cariño.

—Sería una excelente distracción.

Yamato la miró y algo en el aura de la muchacha le produjo una sensación extraña en el estómago. Recordó a Mimi cuando la vio por primera vez y se parecían demasiado.

.

.


Nos leemos! ;)

Segunda rutina que están practicando Taichi y Mimi en "clandestino"?

Favor buscar:

Wenjing SUI / Cong HAN SP - 2017 World Championships en Youtube.

Ella preciosa con su traje oscuro... *O* rutina maravillosa.