Espero de todo corazón que les guste.

Lo siento, ya que he tenido un enorme bloqueo por meses y uno de los más difíciles semestres, por la situación país.

Muchas gracias por todos sus comentarios y favoritos.

Capítulo cinco: La pesadilla de volver al comienzo

Aquella tarde mientras hojeaba los libros que se suponía, Potter debía estudiar para aprobar sus exámenes como auror, no había dejado de reflexionar acerca de los pocos acontecimientos que había conseguido vivir tras su milagroso despertar de la muerte.

El joven había hecho un gran esfuerzo por permanecer despierto pero ahora se encontraba profundamente dormido sobre una gran cantidad de ensayos e inevitablemente, su mirada recorrió el cuerpo de su ex estudiante. Su expresión, completamente en blanco, analizó cada detalle por el que sus ojos se posaban.

Desde su largo cabello como un nido de pájaros, hasta la punta de su nariz y los lentes que ya estaba acostumbrado a ver y que en aquel momento resbalaban por dicha nariz y en peligro de romperse, si el muchacho apoyaba más la cara en la madera de la mesa.

El usual desastre de siempre.

Un pequeño sonido, como una especie de ronquido, finalmente lo sacó de sus cavilaciones. Potter se babeaba sobre los ensayos y por un momento, frívolamente pensó que la tinta se correría y perdería todo el trabajo que había hecho.

No que fuese de su incumbencia y nada que un simple Evanesco, no pudiera solucionar. El muchacho dio un pequeño respingo y pareció que fue suficiente para que finalmente comenzara a despertar, restregándose el rostro con una de sus manos y percatándose de que se babeaba.

- Maldición. – fue lo que murmuró, tratando de acomodarse las gafas y una vez que sus ojos estuvieron lo suficientemente abiertos, sonrojándose ante la atenta mirada de su profesor. - ¡Oh… profesor Snape! ¿Cuánto tiempo hace que está allí?

- Lo suficiente como para darme cuenta de la razón de su pobre desempeño en pociones. – Severus hizo un pequeño chasquido con la lengua, restándole importancia. – pero creo haber entendido que necesitaba de mi ayuda y sin embargo, aquí está, durmiendo durante las horas de trabajo.

- Lo lamento, últimamente no he podido dormir lo suficiente. Quisiera decir que se debe a todo el estudio, pero es algo diferente. Una extraña sensación que oprime mi pecho y entonces se me hace difícil el poder respirar con normalidad.

- ¿No ha pensado en pedir la opinión de un sanador al respecto?

Sus palabras llamaron poderosamente la atención del elegido, quien se reincorporó en el asiento y frunció el ceño por largos minutos.

- ¿Debería? No creo que sea algo importante. ¿O acaso usted sí lo cree?

Tenía conocimiento de causa, pero no podía basarse en la opinión de una niña de nueve años. ¿Y qué tal si exageraba y Potter no estaba realmente enfermo, sino que era una simple treta infantil para convencerlo de amarlo?

- Solo señalaba el sangrado nasal y su imposibilidad para respirar adecuadamente.

- Quizá se deba al exceso de trabajo. Aunque le agradezco por su preocupación. – Harry sonrió y ello le hizo sentir un poco tenso. – Y si debo ser franco al respecto, no esperaba que le importara tanto como para preocuparse.

- Ya le dije que solo señalaba los hechos, nada más. Ahora… - echó un pequeño vistazo a los ensayos, aunque la verdad solo quería evitar la atenta mirada de Potter sobre su persona. - ¿Cuáles son esas tan complicadas pociones que se supone, debe conocer como la palma de su mano? Le aconsejo que preste mucha atención y deje de dormirse durante las lecciones o no aprobará el examen con los méritos que tanto está buscando.

Harry no dijo nada y con una pequeña carcajada, asintió acomodándose mejor en la silla junto al viejo escritorio y juntando sus manos sobre la mesa como si estuviese a punto de recibir otra de las lecciones de pociones en el castillo. El hombre en la silla de ruedas frente a él, negó con la cabeza ante su actitud y se empujó un poco, hasta tomar los ensayos de la mesa. La mayoría de las pociones en la lista, solo las prepararían mortífagos o magos en malos pasos.

- Pues no aprenderá nada, si no las prepara primero. Aunque la mayoría tiene ingredientes que supongo están prohibidos, no aprenderá a diferenciarlas si no las prepara y/o entiende sus implicaciones.

- ¿Y cómo se supone que pueda prepararlas, si poseen ingredientes a los que no debo ni acercarme siquiera?

- Quizá podría utilizar sus influencias. Después de todo, usted es el gran Harry Potter y dudo que en su nombre se levanten falsas sospechas de intentar reproducir peligrosas y complicadas pociones, con fines de destrucción.

El joven no pudo evitarlo, echándose a reír tras sus palabras.

- No sé si continuar riéndome o sorprenderme de que sea usted quien ahora quiera romper las reglas y utilizar ingredientes prohibidos.

- La verdad no estaría rompiendo ninguna regla. Solo estaría utilizando sus influencias, para romper las reglas de forma controlada y aceptada por la sociedad que nos rige y en la que vivimos tan a gusto.

- ¡Vaya! Después de todo, sí que quiere ayudarme. Se lo agradezco nuevamente, profesor Snape.

- No se confunda. Casi nunca declino un pedido para enseñar. No tiene nada que ver con usted.

Harry se encogió de hombros y asintió, tomando una pluma y un pergamino en blanco, preguntándose cuál era la mejor manera de solicitar ingredientes peligrosos, con fines didácticos. No estaba seguro de que alguien fuese a creer lo que dijera la carta, pero creía no perder nada con solo intentarlo.

- Mientras esperamos una respuesta del ministerio de magia, creo que deberíamos comenzar con sus ejercicios de rehabilitación.

No estaba realmente seguro de a qué se refería el muchacho con eso. Si involucraba que pusiera sus manos en alguna parte de su cuerpo, entonces no creía ser capaz de soportarlo. No habría importado en otras circunstancias, pero el salvador del mundo mágico y sus confines, estaba enamorado de él y dudaba que el hecho de ser tocado, fuese a mejorar en algo la situación.

Trató de alejar aquellos pensamientos de su cabeza y permanecer tranquilo ante la circunstancia, mientras el joven Potter parecía contemplar la mejor forma de comenzar los ejercicios que la sanadora había escrito con mucho detalle en un pergamino.

- Creo que debería intentar levantarse y ver qué sucede. Por supuesto, realizaremos un poco de calentamiento primero. Ya sabe, para relajar los músculos tensos y facilitar los pasos cuando sea necesario.

Pensaba en la pequeña Lily y lo que diría, de ver a su padre arrodillarse frente al hombre que se suponía que amaba y mirándolo con ojos totalmente abnegados, como si jamás hubiese visto nada igual en toda su vida.