Capítulo 13


Dichoso los ojos que te ven


—Su majestad, tiene una visita que dice haber acordado reunirse con usted a la hora del té.

—¿Ah sí? — preguntó la reina, levantando la vista de la carta que leía— Quizás lo olvide ¿De quién se trata?

—La encargada del templo de la luna, la señorita Diana.

"Definitivamente no acorde una reunión con ella"

—Galanta ¿Tengo algún compromiso en las próximas horas?

—No, su majestad— contestó de inmediato una de las doncellas.

—Bien… manda a preparar "el té"— indicó con cierta gracia, mientras se levanta de su escritorio.

—¿Su majestad desea que le informe a la sacerdotisa de alguna indicación?

—No, esta bien. Me vendría bien estirar un poco las piernas— contestó con una sonrisa.

Caminó, saliendo de la sala, adivinando donde la estaría esperando la otra chica. La encontró en uno de los pasillos próximos, admirando una pintura en la pared.

—Dichosos los ojos que te ven, Diana.

La forma de saludar hizo que la aludida la mirara de inmediato, abriendo la boca sin decir nada, solo sonrojándose.

La reina sonrió y esperó, finalmente la otra chica retomó su compostura.

—Dichosos los ojos que la ven, su majestad.

—No eres tan ajena a la tradición de estos días ¿No es así?

—No su majestad… lo entiendo bien— contestó la otra, acompañando a la reina que comenzaba a caminar por el pasillo con lentitud— es solo que… me sorprendió escucharlo de usted.

—¿Por qué? — preguntó con una pequeña risa, se sentía de buen humor ese día. El cálido sol que entraba por los ventanales le ayudaba.

—No creo ser merecedora de sus palabras luego de como me moví y comporte últimamente.

—Supiste redimirte ante mí… y con eso basta. Sigues siendo tan querida y preciada para mi como el primer día.

—…La reina es demasiado condescendiente.

—¿Y no te da gusto que así sea?

—Me preocupa… a veces.

—Si… se lo que piensas, ya tuvimos esta charla cuando discutimos el porque ocultar a mi hijo ¿No es así?

—Si…

—¿Es eso lo que viniste a discutir?

—No.

—Ya veo… ¿Qué es entonces?

—He terminado mi labor en los templos.

—Ah… ahora entiendo. No era una cita para el té, era sencillamente que vienes a reportarte.

—Si, así es… de hecho… hay algo más.

—¿Te quedas al té?

—¿Qué?

—Mande a preparar algo por tu venida. He estado trabajando todo el día y al parecer tú también ¿Ya comiste algo?

—No debería ser tan amable conmigo después de que…

—Entiendo, entonces te lo ordeno— la interrumpió aun con humor—¿Puede tu culpa dejarte en paz si es una orden, Diana?

Siguió caminando ya sin esperar una respuesta de la otra. Le dio gusto ver como la chica la seguía por los pasillos sin reprochar ya.

Terminaron en el jardín próximo, donde una pequeña mesa estaba rebosante de cosas para consumir y solo dos sillas esperando por ellas.

—Sírvete.

—Gracias.

—¿Y bien? ¿Qué es ese "algo más"?

—Se que no tengo derecho a pedirle nada, y se que aun debo cumplir con mi castigo por las cosas que hice, y lo acepto.

—Bien…

—Y lo hare… es solo que… podría… postergar mis labores y mandatos respecto a eso… un par de días.

—¿Quieres un par de días "libre"?

—Termine con los templos así que solo estoy esperando que se me asigne una nueva tarea, pero… esperaba que se me diera un par de días antes que eso pase… si es posible… me gustaría.

—¿Mmm? — cuestionó con curiosidad la mayor, viéndola con detenimiento— ¿Tienes planes?

—…no.

—No tienes planes, pero quieres un par de días… estos días, específicamente ¿No es así?

—Sí… lo que queda del día de hoy… y los dos próximos.

—Vaya casualidad… ¿No es en estos 3 días la festividad de los afortunados?

Diana se volvió a quedar callada e inmóvil en su lugar.

—No puedo concederte eso, Diana— contestó con tranquilidad la reina— como encargada del templo de la luna tienes responsabilidades.

—Tengo que cumplir con mi parte del evento esta noche, es verdad. Y no pienso dejarlo de lado— contestó de manera automática, como si supiera esa respuesta— pero los días siguientes no tengo compromisos.

—Hablas como si sí que tuvieras planes— contestó aun con gracia— te diré que haremos ¿Por qué no me dices que sucede y prometo interceder por ti favorablemente?

Tras unos segundos de silencio, la reina comenzó a ponerle más atención a su comida, esperando a que la otra se decidiera.

—Yo quiero…— comenzó a decir, pero nuevamente la incomodidad le evitaba hablar—quiero… pensé que seria "bueno" mostrarle a Leona el reino en estos días…

—Ah… ¿Es Leona tu afortunada?

—Yo no le llamaría así…

—Pero es lo que me pides ¿No? Quieres estos días para pasarlo con Leona.

La reina se apoyó en su mano, inspeccionando a la otra, que solo hacia por tratar de tener un rostro serio y sereno pesé al sonrojo.

—… ¿Tan evidente soy?

La reina rio ante lo incomoda y tensa que seguía estando la otra, aun luchando como si sintiera que estuviera perdiendo gracia solo por admitir que le interesaba alguien.

—No lo eres— le aseguró, tratando de darle animo— aunque me sorprende un poco todo esto, aun así, me da gusto que se lleven mejor. ¿Le explicaste tus planes?

—No, no la he visto en todo el día— contestó con calma— Ella parecía empecinada en ayudarme a limpiar los templos. Me ayudó en gran medida con el templo de tierra… no quería que hiciera lo mismo el día de hoy. Y a decir verdad… ahora estoy preocupada que malinterpretara esto como si la estuviera evitando.

—Interesante… ahora te preocupa inclusive.

—Ella fue… se merece algo mejor que solo limpiar polvo y raspar excremento… ¿No es de eso lo que la festividad va en estos días?

—Ciertamente— concedió la mayor, tomando un sorbo de su té— ¿Así que… Leona? Bueno, ella es linda… fuerte… y cálida ¿No crees?

—De verdad preferiría no hablar estos temas— contestó de inmediato sintiendo su orgullo amenazado de alguna forma.

—Asegúrate de saludarla adecuadamente ¿Sí? Ya sabes… — comentó con gracia—no le escupas algo en la cara o le claves tu sable en un costado.


Leona retomaba su camino al templo de la Luna.

Había leído la nota de Diana temprano cuando fue a buscarla.

"Aun tengo trabajo que hacer, esta vez necesito hacerlo sola, es importante para mí"

Corta pero concisa, la de la luna sabía que palabras decir para que la otra la dejara en paz, pero ya comenzaba a sentirse impaciente.

Afortunadamente para ella pudo vislumbrarla camino adelante. No hizo falta llamarla, Diana se dio vuelta como si hubiera sabido que allí estaba.

Tomó como buena señal que la rubia se quedara inmóvil en su lugar, como si la esperara, para adelantarse hasta alcanzarla.

—Vaya que si estas sucia— fue la animada forma de saludar de la del sol, recibiendo un asentimiento calmado de la otra, mientras ahora ambas caminaban.

—Bueno, es lo normal… tenía mucho por hacer.

—¿Terminaste con todo?

—Con los recados que tenia pendiente como castigo… por ahora sí.

—¡Genial!

—… aun debo hacer algo. Bañarme y encargarme de unos asuntos en el templo.

—Oh, eso esta bien. Es verdad, aun eres la máxima autoridad allí ¿No?

—Supongo que lo soy— contestó, ya adentrándose en el lugar.

El templo estaba muy concurrido, tenía los mismos preparativos que el resto del reino y se venia mucho mas animado que su habitual calma y armonía, aun así, los colores rosas claros y blancos se mezclaban con cierta armonía y viveza que daba gusto solo estar allí.

—Escúchame— comenzó, encarando finalmente a la otra— quiero que esperes por mí. Me bañare y preparare, luego me encargare de mis asuntos aquí y estaré libre… me gustaría juntarme contigo luego de eso… claro… si tú quieres.

—Claro, Diana— contestó de inmediato— hay muchas cosas por hacer aquí, así que podre distraerme mientras te espero.

—Bien… no vemos luego— dijo sin querer perder más tiempo, con la vista puesta en el camino hacia su habitación.

—Dichoso los ojos que te ven.

Las palabras hicieron que volviera hacia la del sol, inspeccionándola.

—¿Lo dije mal? — preguntó con inocencia, avergonzándose un poco al tratar de recordar si era la forma correcta— ¿O acaso era… afortunados los ojos que te ven? No…

—Lo dijiste bien.

—¿De verdad?

—Si… pero… ¿Cómo es posible que sepas eso?

—Bueno, todo el día estuve en la ciudad… con el evento y toda la gente, visite algunos sitios, y algunas personas me explicaron, inclusive pregunte directamente, porque mucho me saludaron de esa forma.

—Claro… obviamente…— comentó, analizando la situación y dándose cuenta de lo evidente— debo retirarme.

—Oh… si…

Diana apresuró sus pasos con la recriminación en su cabeza de la reina por no haber saludado como era debido.


Leona siguió haciendo lo que venia haciendo todo ese día. Mezclarse y entretenerse con las personas.

Aprendía mas de ellas en su compañía que cualquier otra cosa.

El templo de la luna tenia actividades por los pasillos y por el jardín, inclusive la habitual fuente en uno de los costados contaba de un stand con actividades.

Las personas disfrutaban de la comida, la música, exhibiciones y diversos juegos, la mayoría en pareja, otros en familia, casi no había nadie que se moviera en soledad.

Ella optaba por quedarse a hablar con los encargados del lugar, los cuales la ayudaban a participar de la actividad que ofrecían, o le regalaban parte de lo que tenían.

Desde que amaneció, algunas sacerdotisas del templo le advirtieron que eran días importantes para todo el reino, y que la tradición dictaba andar bien presentados y predispuestos.

Solo se perdonaba a los soldados y exhibicionistas de alguna diciplina con armas, el portarlas, y los trabajadores que por algún motivo debieran ensuciarse, no andar debidamente vestidos.

Solo tenia sus ropas habituales, y la de combate, nada muy elegante. Una de las doncellas la acompaño a comprar algunas prendas, nada extravagante tampoco, pero ahora no desentonada con los demás.

Terminó vistiendo una camiseta suelta sin mangas de color amarillo apagado, que ciño a su cintura con un grueso cinto color carmesí oscuro, el cual le daba muchas vueltas hasta debajo del pecho. Unas muñequeras de tela oscura, largas, que cubrían desde su muñeca hasta por debajo de su hombro. Tenía un pantalón largo y ajustado, a juego con las muñequeras, que era cubierto por un chal de seda atado a un costado de su cintura.

Nunca había sido buena para esas cosas y prefería a muerte sus prendas debajo de la armadura, las cual ya estaba acostumbrada a usar, pero confió en la doncella y en la encargada de la tienda para vestirla, de hecho, había visto a varias otros con prendas similares.

"Parece que haga lo que uno haga, nunca te dejaras de ver como una guerrera" Recordó que comento la encargada del lugar.

Aun así, al mirarse al espejo, pensó que la elección era muy acertada y había quedado hasta encantada con probar algo diferente.

Ahora simplemente pensaba que quizás no era nada, que no había hecho algo tan diferente a su habitual. Pese a que muchas personas sí que lo notaron, Diana ni reparó en eso.

—Dichoso los ojos que te ven, Leona.

La aludida miró a un costado y reconoció a la cocinera del lugar.

—Dichoso los ojos que te ven, Claonte— contestó con una sonrisa.

—Te ves bien— halago, mirándola de pie a cabeza, haciendo reír a la del sol— definitivamente esos colores son lo suyo.

—Supongo que siempre he preferido los mismo, sí.

—Y entonces… ¿Eres un desdichado o un afortunado?

—Ah… aun no entiendo eso del todo— admitió tratando de recordar toda la información que había escuchado ese día— pero si estas preguntando si estoy acompañada o no hoy, supongo que no… por ahora.

—¿Por ahora?

—Diana me dijo que tiene cosas por hacer, pero que quiere acompañarme más entrada la noche… aunque ya es de noche… no sé qué tan tarde, a decir verdad.

—La señorita tiene un deber como encargada del templo, me temo que quizás le tome un buen tiempo.

—¿Ah sí?

—Si, pero puedes visitarla, la he visto en los jardines del ala oeste, en el umbral.

—¿Debería ir? No quiero molestarla si tiene cosas que hacer.

—Oh, tu totalmente deberías ir.

—¿Qué?

—Parte de su labor es saludar a todo aquel que quiera verla e intercambiar palabras con ellos.

—¿Eh?

—Lo entenderás más si simplemente vas.

—Oh… esta bien… supongo que puedo caminar cerca de allí y ver.

—No te arrepentirás.


Leona caminó con tranquilidad, aun siendo atraída por algunos puestos en el lugar. Al llegar al jardín que se le había indicado pudo comprobar que allí también estaba lleno de gente, aunque sin tantas atracciones. La música era mas calmada, así como también el ambiente.

Se distrajo viendo las flores, y saludando a algunos aldeanos que había reconocido, hasta que su atención fue capturada por todo aquel que pasara cerca del sitio, pues dos chorros de agua caían desde el techo del templo, bañando las paredes, pero el agua en ciertos momentos brillaba como si fuera de la mismísima luz de la luna, y luego todo se calmaba.

Una mujer estaba entre medio de donde el agua caía, sin mojarse, a solo tres pasos de la pared. Vestía un vestido blanco, impecable en seda y otra tela que no pudo definir, largo, como sus mangas, que se cortaban en el codo y los hombros para dejar ver la blanca piel.

El corazón de Leona comenzó a latir con fuerza cuando reconoció a Diana como la mujer. Llevaba una diadema sencilla de plata en la cabeza, y sus cabellos caían con gracia en sus hombros y sobre la capa que trataba de cubrirla.

Al acercarse mas pudo ver que tenia el rostro maquillado, como una base en blanco, las mejillas con un rubor rosa y los labios pintados de forma curiosa, una base rosa pero el labio inferior con una línea en vertical roja brillante. El delineado negro, cuidado, solo hacían resaltar mas los ojos claros de la chica.

Diana hablaba con un grupo de parejas que se le había acercado, les sonreía y escuchaba antes de volver a hablar. Cuando ella pronunciaba palabra todos parecían callarse y escuchar con atención.

Las parejas, satisfechas, daban lugar para que otros se acercaran, y así lo hacían, con respeto y cuidando de no amontonarse alrededor, aunque daba la impresión que todos allí querían quedarse cerca de ella.

No estaba segura ahora de querer acercarse más. Desde donde estaba podía verla bien y solo quería quedarse así, contemplándola.

Para mala suerte de ese plan, Diana la notó, y con una sonrisa parecía invitarla a acercarse.

Leona lo hizo con calma, aunque sentía que podría estallar desde su interior, aun cuando ya estaba cerca y había dejado de caminar, no podía calmarse.

—Por favor, no te quedes sin decir nada— habló la rubia, haciéndole notar a la otra que ya habían pasado varios segundos desde que la tenia en frente y aun no hablaba.

—Ah, claro… perdón… no se que se supone que deba decir ahora— admitió con honestidad.

Lejos de molestar esto a Diana o a cualquier presente ahí, la chica asintió con gracia, dejando que el agua en las paredes volviera a brillar.

—Desde el comienzo de los tiempos, no solo los humanos, sino cualquier ser vivo pedía a la luna su intercesión. En las noches mas oscuras, donde sus atormentados corazones se perdían en tinieblas, buscaban su ayuda. Poetas, escritores, artistas y por otro lado seres de ciencia y política, todos, buscando que la luna iluminara su camino.

Las luces parecían bailar alegres a lo que Diana decía, las personas allí, al igual que Leona, la escuchaban encantadas.

—La luna siempre responde a su llamado, pero a veces el corazón esta tan oscurecido que necesita una ayuda, como encargada de este templo, y si me lo permites… yo te guiare.

Leona entendía que era parte del acto, de lo que Diana debía ser como encargada por el evento, pero aun así le daba tanto gusto, le hacía querer creer también.

—¿Hay algo que le quieras preguntar a la luna?

La castaña se tomó su tiempo, mirándola directamente a los ojos. Diana era inquebrantable, su temple inamovible. Daba la impresión de que no importa que sea lo que se le dijera, iba a tener la respuesta correcta.

—Me gustaría saber— comenzó con algo de duda, de repente un montón de preguntas se amontonaron en su cabeza, aturdiéndola de momento, pero supo elegir una acorde al momento— ¿Cree que la luna me rechazara?

Diana la miró con amabilidad, dándole una sonrisa que nunca había visto dirigida hacia ella, la hizo sentir calmada. Ni siquiera necesitaba la respuesta.


Leona desistió de seguir indagando por el templo. Se sentó en un banco en uno de los pasillos y se dedico a ver a Diana mientras esta hablaba con las demás personas que se le acercaban.

Su atención se movía de la chica a las personas, de las personas a las flores del campo, de las flores del campo al cielo nocturno, y del cielo de vuelta a Diana.

Verla llena de amabilidad y predispuesta a sonreír era algo nuevo para ella.

"Bueno, aunque si que sonríe… cuando se lanza dispuesta a decapitarte" recordó, sonriendo para ella misma.

Se resignó a pasar la noche así, esperándola, aunque ahora que la podía ver no le parecía tan malo.

Se sentó más derecha cuando creyó que Diana se despedía de una pareja, para comenzar a moverse por el lugar, caminando hacia donde ella estaba.

Las personas allí comenzaron a moverse también, como si nunca hubiera esta la sacerdotisa con el agua en la pared. Justo como si un espectáculo terminara.

—De verdad lamento haberte hecho esperar tanto— comenzó con una honesta disculpa al llegar al frente de la chica.

—No, no, está bien, yo entiendo, de verdad— contestó rápidamente, poniéndose de pie de inmediato.

Era raro, pero viéndola así, Diana parecía algo de otro mundo, algo que admirar y tenerle respeto. Sencillamente no podía seguir relajada y sentada cerca suyo.

—Aún estoy esperando que te rías y burles de mi— comentó con gracia la rubia, ya pareciendo un poco mas la Diana que tanto conocía— adelante.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Bueno, tu mas que nadie sabe como se odia a los Lunari ¿No es así? Escucharme decir cosas como "La luz de la luna guiara sus corazones". A que suena ridículo.

—No, para nada.

—Se supone que, como la máxima encargada del lugar, se me da privilegios como intercesora entre la luna y los seres de la tierra… así que se toman muy en serio mis consejos… pero solo digo lo que yo pienso.

—Tiene sentido si tenemos en cuenta que tu "eres" la elegida de la luna.

—Oh, vamos… ¿Qué puedo aconsejar yo sobre el am…? No importa— se interrumpió aun mirando a su alrededor— ya terminé con esto… estoy cansada.

—Trabajaste desde temprano y luego tuviste que hablar con toda esta gente… es entendible. De verdad entiendo si quieres descansar, podemos salir mañana, escuche que hay otras atracciones y…

—Estoy cansada pero aun quiero acompañarte… solo ¿Podrías esperarme unos minutos más?

—Si, claro… ¿Tienes algo más que hacer?

—Quiero regresar a mi habitación y cambiarme, por supuesto.

—¿Qué? ¿Por qué?

—¿Bromeas? no puedo andar así.

—¿… por qué no?

—Es incomodo y por demás llamativo… agh, siento que tengo un disfraz.

—Te ves hermosa—admitió con una honestidad que dejó sin palabras a la otra— como nunca antes.

—Gracias— contestó con incomodidad, distrayéndose con las flores del campo— pero será mejor que me cambie, de verdad… ¿Podrías esperarme? Prometo no demorar demasiado.

—Te esperare aquí.


Cuando Diana volvió, lo hizo con una túnica blanca suelta sin magas, ajustada en la cintura por un cinturón negro grueso y largo que caía a uno de sus costados. Llevaba por debajo de la túnica una camisera negra ceñida al cuerpo, también sin mangas, pero con cuello.

Como Diana lo lucia, la túnica inclusive podría pasar de vestido con detalles en plata, con el cuello en V que dejaría ver demasiado si no fuera por la camiseta debajo.

Ya no llevaba el cargado maquillaje, pero Leona pudo notar el rubor y el labial, ambos de un tono rosa claro que llevaba. Tampoco tenia la diadema ni nada que tocara su cabeza o cabellos, los llevaba suelto hacia atrás, como siempre.

—Aun luces muy hermosa— le confesó con una sonrisa cuando la otra se acercó.

—Para con eso— la reprendió, ya no sabiendo como afrontar las palabras.

—¿Te molesta que te lo diga? — preguntó con algo de burla.

—Se siente incómodo, ya no lo hagas.

—Está bien… solo lo pensare con fuerza.

—Agh… en fin… ¿Tienes algo que te gustaría hacer ahora?

—Creo… creo que en realidad si… siento un poco de hambre.

—Eso es grandioso de hecho. También me gustaría comer algo.

—Genial.

—Se que hay algunos puestos ahora aquí en el templo, pero siempre comemos aquí ¿Te gustaría acompañarme al pueblo para cenar allí?

—Si, claro.

—Aunque tendremos que caminar un tramo hasta llegar, ya sabes…

—Esta bien, hay varios puestos por el camino, podemos verlos juntas hasta llegar.

—Si, tienes razón… entonces vamos.


—Así que ¿"El día de los afortunados"?

—Haz de cuenta que es el día de los enamorados para el resto de Runaterra…

—Noto las similitudes… pero también muchas diferencias y tradiciones que solo escuché y vi aquí.

—Bueno, en algunos lugares se regalan chocolate… aquí se saluda diferente y hacen un festival de 3 días.

—Y se etiqueta a las personas en dos tipos.

—Ah… si…

Habían llegando finalmente a una taberna bien iluminada, aunque pequeña, adornada también con los colores del festival, pero al estar mas alejada que los caminos centrales, era considerablemente más tranquila que las otras que habían visto al paso.

Se sentaron adentro, donde los demás clientes hablaban entre ellos y se entretenían con los encargados del lugar. El ambiente, como todo, seguía muy animado pese a ser ya muy entrada la noche.

Pidieron lo que les recomendó del menú el que las atendió y ahora esperaban.

—¿Puedes decirme más sobre todo esto? — pidió la castaña viendo a las demás personas allí, sabiendo que ignoraba demasiado de todo— no creo que quieras que te regale algo que… no lo sé, diga que esté lista para tener un tercer hijo o algo así…

—Tienes razón— concordó con una sonrisa la otra, mirándola con cierto aprecio— bueno… ¿Por dónde empezar? ¿Sabias que mientras el festival dure hay dos tipos de precio?... a todo.

—¿Eh? No lo sabía.

—Si, inclusive muchos cierran sus negocios y quitan de la venta lo que sea que estén vendiendo, porque por tradición, y la gente aquí sigue horriblemente al pie de la letra la tradición, todo vale la mitad de precio para los desdichados.

—Oh, eso es algo que tampoco entiendo "desdichados y afortunados" ¿No es así?

—Si, de eso se trata. Para resumirlo todo, un afortunado es alguien que tiene otro afortunado. Es decir, una pareja o alguien que le corresponda. Un desdichado, por otro lado, es alguien que no tiene un afortunado. No necesariamente tiene que ser un amor no correspondido, alguien que sencillamente no esta interesado en nadie, también es un desdichado.

—Ah, ahora entiendo. Se divide entre solteros y "en pareja"

—Si, algo así. Se supone que en estos días se compadece a los desdichados, porque se cree que estar enamorado o… lo que sea, te hace afortunado. Así que se le baja al precio a la mitad a todas esas "pobres almas" que no puedan sentir esa fortuna— trató de explicar— algo como "Ya, amigo, lamento que no te quieran por feo, aquí tienes tu cerveza a mitad de precio para que te animes"

Leona rio un poco a la ocurrencia, asintiendo, pensando que tenia sentido que así sea.

—Así que el amor nos hace afortunados…

—Eso dicen— aclaró Diana— Todo el concepto de ser "afortunado" es un poco… relativo.

—¿Eso crees?

—Si. Si estas enamorado, pero la persona de la que estas no de ti, eso te hace un desdichado. Entiendo eso por parte… pero no es la única forma de sentirse mal ¿No es así? ¿Qué pasa si soy afortunada y la persona que quiero también me quiere… pero aun así no podemos estar juntas? ¿No me hace eso una desdichada también? No lo sé… definitivamente no me sentiría afortunada.

Diana dejo de mirar a las personas, para finalmente mirar a Leona, la cual aún le sostenía una sonrisa cálida.

—N-no estoy diciendo esto por nosotras, solo lo pensé… pensé que hay muchas formas que el amor puede hacerte sentir mal. Aparte ya te lo dije ¿Qué puedo saber yo de estas cosas?

—Yo me siento afortunada solo porque te fijaste en mí, Diana… así que, en realidad, si entiendo la idea… pero lamento que te haga infeliz lo mismo...

—Deja de decirlo como si dependiera de ti, esto no tiene nada que ver contigo.

—¿De verdad? Porque la ultima vez que me fije… tú eras la elegida de la luna y yo la del sol, y debería guiar una raza de guerreros destinada a enfrentarte hasta la muerte.

Diana no dijo nada a esto, solo sonrió con una mirada fría en sus ojos, sentándose mas apoyada en la silla y cruzándose de brazos.

—Cierto— comentó al cabo de unos segundos, mirando de nuevo a las demás personas— perdón ¿Y donde le vez lo afortunado a eso? — volvió a mirarla, preguntando con cierta frustración—... sí se puede saber.

—No lo sé… supongo que debo ser estúpida y sencillamente me pone feliz saber que siento algo y tu sientes lo mismo… y que solo por eso… no estoy sola… porque estás también estas ahí. En el mismo lugar donde yo estoy… estás conmigo.

—¡Agh, esto es tan estúpido!

Leona pudo ver como la otra se ponía de pie abruptamente, para salir a grandes pasos del lugar.

La acción la tomó de sorpresa, como a todo los demás.

Tuvo que disculparse con un gesto con los que estaban y se apresuró a seguir a la otra.

—Diana— la llamó cuando la encontró caminando por las calles— Diana, espera… no te vayas.

La siguió solo nos segundos más, porque la otra parecía querer hacer caso al pedido y dejo de caminar, permitiéndole que la alcanzara.

—Perdón, es mi culpa, te dije que no iba a decir más cosas como esas…— trató de empezar.

—¡Solo!... Dios, no quiero esto… no quiero nada de esto— comenzó a explicar, con frustración— esto fue una mala idea… no quiero…

—Esta bien… solo deja que regrese a pagar y podemos regresar al templo, descuida.

—¡No! Solo… agh ¿Puedes… esperar unos minutos? — trató de pedir, y viendo como Leona abría la boca decidió interrumpirla nuevamente— No, no digas nada… solo, quédate, ahí, callada, unos segundos, no hagas nada, por favor ¿Sí? — pidió, y vio que la otra titubeaba entre contestar o sencillamente no hacer nada— bien.

Se refregó la frente con insistencia, mientras luchaba consigo misma, respiró con profundidad varias veces y caminaba cortamente sin alejarse demasiado.

Finalmente suspiró pesadamente, tirando sus hombros hacia abajo, cansada, antes de enfrentar a Leona.

—Yo… soy mala para estas cosas ¿De acuerdo? Y eso es evidente, lo sabes tú, lo sé yo y cualquier persona que haya tenido la oportunidad de tratar conmigo unos minutos. Tu puedes decir cosas "eres linda" "me gustas" "me importas" con una facilidad que me molesta hasta la medula… porque yo no puedo… y no puedo porque toda mi vida ese tipo de cosas me han llevado a una bofetada o burlas o un camino sin fin de dolor y tormento y no quiero volver a vivirlo. Y cada vez que dices cosas como esas, siento que me das la oportunidad de mandarte a ese doloroso pozo que bien conozco… y no quiero, pero siento que lo hare de todas formas porque no sé cómo… no sé cómo hacer esto… perdóname.

Leona se quedó callada, pero solo porque sabia que la otra se lo había pedido. Era doloroso para ella ver a la otra chica así y no poder hacer algo para que entendiera como se sentía en realidad.

—¿Sabes porque se saludan con "Dichosos los ojos que te ven"? — preguntó Diana, recordando que charlaban sobre la tradición— porque se supone que tu presencia le da la misma dicha a cualquiera que te vea, como yo me siento cuando te puedo ver… por eso los enamorados entienden que donde tu estés, aunque ellos no estén allí, los demás que si estén contigo… sentirán esa dicha que reconocen. Y yo debí saludarte así hoy… sabia que debía decir eso que tu dijiste con tanta facilidad… y no pude.

Diana sentía que se ahogaba y comenzaba a dolerle la cabeza. Todo lo que le decía su cabeza estaba relacionado a lo cansada que estaba de todo, lo mucho que detestaba todo, lo mucho que deseara que algunas cosas sean diferentes pero sabia por hartazgo que las cosas siempre serian así.

—Dichosos los ojos que te ven, Leona.

Ya derrotada, dejó que el tiempo pasara, y solo cuando se calmó un poco y pudo ver a la otra, la notó aun quieta en su lugar, aunque con una expresión contrariada en su rostro.

—Dios, eras tan idiota que estas siguiendo a raya lo que te pedí de no hablar y hacer nada ¿Verdad? — dijo, pasándose la mano por las mejillas y el resto del rostro, para finalmente detenerse en su frente y refregársela nuevamente.

—Si… ya… ¿Ya puedo hablar? — preguntó con cuidado la del sol, sonriéndole de lado.

—Dios, si, ya… lo que quieras.

—Bien…— comentó, acercándose unos pasos hasta quedar al frente de ella— ¿Puedo besarte, Diana?

—¿Qué?

—De verdad quiero besarte… desde que te vi… y durante todo el día, pero tengo miedo que eso te llegue a asustar o provoque que huyas de mi… de nuevo… ¿Crees que puedo besarte? … ¿Y que al besarte no provocare que te alejes?

—… si debo serte honesta, no puedo prometerte nada… me siento… muy inestable en este momento… no se que hare si me besas…

—Entonces… creo que me arriesgare.

Terminó por acortar la distancia con lentitud y cautela, tomando una de las manos de Diana, para que esta la sintiera segura y calmada antes que cualquier otra cosa.

Acercó su rostro, pero solo para apoyar su frente sobre la marca de la luna, mirando de cerca los ojos claro de la otra.

Sonrió mientras pasaba su mano libre por su cintura, abrazándola.

—Yo también creo que son dichosos los ojos que te ven, Diana— le confesó en un susurro cálido— ¿Puedo besarte ahora?

Su frente y su nariz, al chocar con la de la otra, le hicieron sentir el asentimiento aparte de verlo ella misma.

Sonrió antes de apoyar con cuidado sus labios sobre la otra chica, viendo de reojo la reacción de esta.

Tomó como buena señal la inmovilidad de su compañera, y se despegó a los pocos segundos del tacto.

—¿Estas bien? — preguntó en otro susurro mientras notaba como el rubor tomaba mas tonos en el rostro en frente.

Diana volvió a asentir, pero esta vez Leona pudo ver la pequeña sonrisa que se le formaba al hacerlo, parecida a la amable que les dio a aquellas personas que le hablaron en el templo, pero mas genuina y honesta ahora.

—Bien…— comentó, sonriendo también ella, para cerrar ahora por completos sus ojos, y volverla a besar.

Con los segundos pudo sentir la respiración de la rubia sobre sus labios, haciéndole cosquillas, y como comenzaba a corresponderle.

Los dedos de Diana le acariciaban el rostro, temblorosos y titubeantes hasta encontrar su lugar en los cabellos castaños y quedarse enredados en ellos.

Cuando Leona se alejó, ya la palma de la mano de Diana se apoyaba en su mejilla, cálida y suave.

El rostro que la miraba estaba sereno y relajado. Aun le sonreían y los ojos claros la miraban con cariño y atención.

Leona creyó entenderlo entonces.

Lo afortunada que ambas en realidad eran.


Nota del autor:

¡Es mi cumpleaños!

Hoy, 29 de mayo, es el cumpleaños del ser que escribió este capítulo.

La verdad me emocione mucho escribiéndolo, por eso se hizo largo supongo. Le puse mucho cariño.

Yo sé que es todo sobre el amor de pareja mas que nada, porque es a lo que va, que es un fic romántico con la pareja de Diana y Leona después de todo. Yo no vengo a vender humos a nadie xD

Escuché esta frase "Dichoso los ojos que te ven" por primera vez en el WOW, una raza aliada, no jugable hasta el momento, de la Horda lo dice mucho… y la verdad calo bastante en mí, e hice "mis delirios místicos" con la frase y bueno, salió este concepto, pero siempre pensé en él como algo mucho más allá que el amor "romántico".

Creo que cuando queremos a alguien, ese solo querer nos llena de felicidad.

Cuando estamos con nuestros amigos, con nuestra familia, con nuestra pareja, con alguien que queremos y que sabemos que nos quiere es… tan bueno eso. Es tan lindo saber que nos quieren.

Creo que si tenemos alguien que nos quiere y nosotros tenemos a quienes querer… no sé, somos muy afortunados.

Me siento afortunada de haber tenido una mamá y un hermano que me querían y yo los quería, como aun me siento afortunada de tener un papá y una hermana que me quieren y quiero.

Me llene de amigos que amo, de profesores que admiro y aprecio, de compañeros que vale la pena quedarse a ayudar con su trabajo en horas extra.

Y tuve la dicha de escribir para ustedes.

Yo soy la afortunada, siempre lo he sido y lo se desde hace mucho, mucho tiempo.

Ojalá ustedes también lo sean… o en realidad se den cuenta que lo son.

Se de adversidades y se lo horrible que puede ser el mundo y los seres que habitan en él, creedme cuando les digo que he caminado en el infierno. Inclusive soy muy consciente de lo que pasa hoy en día y los tiempos de ahora me pegan igual que a muchos… y aun así… bueno, no existe un mejor escenario para incendiar.

Así que solo deseo un regalo para mi cumpleaños y ese es que ustedes hayan disfrutado este capítulo.

Mi deseo es que ustedes hayan disfrutado leer esto, que es mi regalo para ustedes.

Yo se que en el día de cumpleaños se supone que yo debo recibir los regalos, pero mi padre me dijo que me cocinara pizza así que realmente lo tengo todo.

Ojalá tengan un hermoso fin de semana.