¡Hola, hermosas criaturas!

Siento hacerlos esperar por las actualizaciones de mis historias, pero siendo sincera, cuando la inspiración le da por vacacionar debemos darle su espacio. Quizás y vuelva con bríos renovados cómo espero y sea el caso.

Este capítulo será de introducción de otro donde habrá más desarrollo y cercanía de los personajes principales.

Deseo dedicárselo a todos mis lectores y fanáticos del Shikatema de hueso colorado. Gracias por la espera, por las frases de apoyo, por sus críticas constructivas, por motivarme y por aumentar la tasa de seguidores de esta pareja tan singular y sin igual.

Me despido deseando que el capítulo sea de su agrado. Les envío toda la vibra positiva posible y agradeciéndoles de antemano sus comentarios y el tiempo en molestarse a leerlo.

¡Que la luz de todo lo divino guíe sus caminos!


Capítulo 5

El gran día

Vol. 1

—¿lista? —pregunté por milésima vez.

—¡Ya casi!

—Tienes siglos diciendo lo mismo.

—¡No me sofoques, Sabaku no!

—La tradición dicta que la novia debe llegar con unos minutos de atraso, pero mierda que te lo tomas a pecho. Estamos cerca de la hora y tu más fresca que una lechuga. Reza porque no haya tráfico o llegaremos con el paso del cometa Halley.

—¡Oye! No es mi culpa que mis padres me dieran un par de canicas por senos. El escote del vestido es palabra de honor y me da miedo que en media ceremonia se me escape un pezón.—alegó la futura señora Hyuga detrás de la mampara.—¿Por qué tuvo la vida que darte unas tetas respetables y a mi no?—refunfuñó.

—¡Deja el drama y sal!—chillé.

Fujimori murmura una que otra maldición. El repiqueteo de sus tacones me avisan que por fin saldrá. Mi boca se desencaja ante la imágen de mi mejor amiga. Su rostro perfectamente maquillado, cubierto de polvos traslúcidos, sus delgados labios pintados en melocotón y su típico dúo de chongos desplazados por uno solo tan engominado que ni una hebra de cabello logra escapar.—¿Cómo luzco?—inquiere con tono aniñado.

La miro de pies a cabeza antes de dar mi veredicto. —¡Gira!—le pido con la voz entrecortada. Ella acata mi solicitud. Da vueltas y esto hace que los pliegos de seda y tul ondulen con sutileza. Los cristales que dividen el corsé con la falda destellan al chocar con la luz. Sus uñas esmaltadas al estilo Francés y la sortija de compromiso es la única joyería sobre sus manos. Detengo mi escrutinio sobre el corpiño. Efectivamente le falta volumen, más no le resta elegancia.

Al notar lo feliz que luce la morena, me permito atraer a mi memoria una lluvia de recuerdos. Mi increíble pedida de mano. Fue de ensueño. Con fondo de violonchelos incluido y un sexi hombre mercedor de una portada en Men's & Health inclinado delante de mí, declamando versos de Neruda y sosteniendo un fino estuche que resguardaba el diamante más delicado que se haya visto jamás.—¿Te quieres casar conmigo?—todavía retumban esas palabras en mis oídos. Me sentí la más dichosa del mundo, y sin dudarlo un instante, acepté su propuesta. Esa noche hicimos el amor bajo la luna de una forma decadente, distinta a las demás. En otras palabras—: significativa.

Cada día que transcurría mi ilusión se hacía más apabullante casi palpable. Sonrío con melancolía al rememorar la primera vez que vi mi vestido. Estaba en el escaparate de una tienda especializada en novias. Fue amor a primera vista. Juraría que gritaba, ¡Temari!, desde cualquier ángulo. No escatimé un centavo para hacerme de él.—Al fin y al cabo la tarjeta de crédito cubriría su costo—ahora pago la mensualidad de un traje que nunca llegué a ponerme.—¡Tuve que modificar el escote por razones obvias!—interfirió Tenten, ayudándome a salir de mis cavilaciones.

—¡Al menos sirvió de algo!

—¿Que sirvió de algo?

—¿Eh? No. Nada. Nada. —¡Te ves hermosa!—musito con sinceridad y desviando mis pensamientos.

—¿En serio?—inquirió viéndose por todos lados. —No me estás mintiendo, ¿verdad?

Me levanté hasta quedar tras ella. Extendí mis brazos rodeando su espalda para abrazarla. Uniendo nuestras miradas en el espejo. —¡No tontita! Te aseguro que en cuanto Neji te vea caerá aún más rendido por ti. ¡Peligras enviudar antes de tiempo!

―Cuando te lo propones eres muy cursi, Tema. ¡Ven! ¡Dame un abrazo!

—¿y dañar tu apariencia? ¡Ni pensarlo!

—¡Ya se te salió el vinagre!—nos carcajeamos con los ojos inundados de lágrimas.―¿Tema?

—¡Hum!

—A todo esto...se puede saber, ¿qué carajos le hiciste al vestido de dama de honor que elegí?

—¿Te refieres a esto?—oteé a la parte inferior de mi cuerpo— ¡Una bobada!

—Lo cortaste.

—Hasta la rodilla. Además tu siempre dices que mis piernas son bonitas. Míralas por última vez como mujer soltera.

—Lo pedí largo.

—Sí y en azul zafiro.

—Combina con tus ojos.

—Puede ser, pero exageraste con el largo. Sabes que mi altura no me favorece y pretendes que me cubra hasta los zapatos. Si cumplía tu capricho iba a parecer la hermana perdida de Pitufina o un personaje de Avatar.

—¡No lo había pensado! Eres tan enana que te avientas un gas y levantas el polvo.

—¡Pudrete!

Nuevamente nos destornillamos a reír.—¡Para ya! o se te correrá el rímel. —dije logrando recuperar un poco de juicio. —Hora de irnos.—anuncié.

—Sí. Dame un segundo para tomar el ramo y podremos marcharnos.

—¡Aguarda!—le pido posicionándola nuevamente frente al espejo.—Si bien tienes un cuello espectacular, destacaría más si de él colgara esto...—acoto, colocándole un intrincado collar.

―¡Santo cielo, Tema! No debiste.

—No te afanes que es imitación.

—Aún así amiga. Con el vestido fue suficiente.

—Es mejor que lo luzcas en tu día a que sirva de abrigo para las polillas en mi armario.

—Ibas a usarlo para tu boda.

—Pero no sucedió.

—¿Qué hiciste el resto del ajuar?

—Lo tengo en venta por ebay

La morena llevó sus delgados dedos para acariciar las cuentas —¡Es precioso!—balbuceó abrazándome sin importarle nada. Devolví el gesto y susurré en su oído. ―No tienes idea de lo mucho que te quiero. Ni lo inmensamente feliz que soy porque unas tu vida con el hombre que amas. Has sido más que una amiga. Una hermana y siempre, siempre, siempre, contarás con mi apoyo incondicional.

Nos fundimos en otro abrazo. Sin cruzar palabra empalagosa alguna. Las frases cliché sobraban. Nos dijimos todo en ese acto tan sencillo. Solamente. Ella y yo. Por siempre.

—¡Una cosa más Ten!

—Dime.

—Pídele a Neji que te lo saqué antes de llevarte a la cama. Es muy lindo para ser estropeado por fluidos difíciles de despegar.

—¡Eres imposible!

Y con ello, esperé a que pasara hacia el pasadizo para ayudarle con la cola.

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—¿No te parece buen mozo?

—¿Quién? ¿Hyuga?

—No. Shikamaru

—¡eh! ¿Dónde está? —pregunté rebotando mis ojos por todos los ahí presentes.

—¡Te atrapé, perra! —musitó Tenten simulando su risa.

—¡Maldita!—murmuré dándole un pequeño pellizco en su antebrazo.

—¡Auch! y te atreves a negar que te gusta.

—¡Cierra la boca!

—¿Me parece o estás sonrojada?

—¡Con un demonio! Te callas o azotaré tu culo.

—¡No blasfemes! Estamos dentro de la iglesia.

—Si no te gusta mi manera de hablar pues entonces no me provoques.

—Obviamente me refería a Neji kun. Al Nara no he llegado a verlo.

Me acerqué disimuladamente a la puerta sin lograr ver aquella cabellera atada como piña que últimamente bailotea por mi cabeza. —Sí. A tu chico el smoking le sienta bien.— acoto un tanto desilusionada. De pronto, unas notas musicales hacen acústica por todo el templo y los presentes se ponen de pie para observar la marcha nupcial.

—Bien. ¡Es hora! Cómo tu dama de honor iré primero, —anuncio mientras Maito Guy, el melodramático padrastro de Tenten, hace de las suyas estallando en una bomba de mocos previo a llevar a su bebita hacia el altar.

—¡Estoy aterrada!— afirma la castaña.

—Todavía estamos a tiempo de salir disparadas de acá. Podemos irnos a la playa a disfrutar del sol, la arena, los tequilas y follarnos unos guaperrimos surfistas. —bromeo.

—No sería capaz de hacerle eso a mi ojos bellos. ¡Lo amo!

—Eso se te nota a leguas. ¡Andando!—susurro haciendo amago de caminar rumbo al pasadizo.

—¡Espera!

Noto que sus manos tiemblan bajo el bouquet. —¿Y si él se arrepiente en el último minuto?

—¡No seas boba! Ese hombre te adora. Tuviste el mismo ataque de histeria el día de tu despedida de soltera.—Que si acababas revolcándote con uno de los stripers, bla bla bla, ¿y qué hiciste?—embriagarte junto conmigo y el resto de chicas y vomitarle el hombro al bailarín cuando intentó levantarte en una pirueta. Sin omitir el episodio de pánico que te dio a la hora de abrir los regalos durante el té de cocina.

— Cómo no estarlo si había una comitiva femenina del clan Hyuga. Suegra y abuela incluidas. Fue bochornoso abrir los regalos que eran de todo menos pelapatatas, cubertería y un juego de ollas.

—Te recuerdo que fue la abuela de tu futuro marido quién te obsequió la ropa interior comestible. Además, créeme querida, les darás mayor provecho a los aceites calientes y baby dolls que una vajilla de porcelana más falsa que el peluquín del sacerdote.—repliqué señalando el sitio donde se encuentra el interpelado con mi barbilla. Y así fue como conseguí convencer a la nerviosa novia que caminara hacia el altar.

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La ceremonia fue emotiva. Ahora estamos en el salón donde se celebra el agasajo. Los recién casados no paran de mirarse el uno al otro sin creer todavía que oficialmente son marido y mujer. Sus pupilas destilan deseo y las ansias de salir corriendo a follar como conejos.— ¡Con todas las de la ley y bendición divina!

En cambio yo, hace rato arrojé mis tacos en una esquina dispuesta a bailar con cuanto atorrante me pida una pieza con él y sacarle buen brillo al piso. —Adoro bailar con Kankuro. Nos entendemos bien. Pero el infame no consiguió tiquetes de avión para llegar a puntual a la boda.

Tengo la agenda dancística apretada. Salto de un hombre a otro. Mi peinado va perdiendo su forma por el sudor. De movimiento en movimiento. De son en son. Un merengue con Rock Lee. Salsa con un tal Kiba y una sensualona bachata con Naruto. Es el único con quién me atrevo a bailar tan pegada. Lo conozco desde que es un crío. Su novia es una niña muy linda y no parece importarle que lo rapte unos minutos. Espero y este tarugo sepa valorarla.

—Los señores Hyuga los invita cordialmente a degustar de una formidable cena. Por favor tengan la amabilidad de dirigirse hacia el área del bufete. —anuncia el maestro de ceremonias. De inmediato las parejas se dispersan de la pista de baile para dirigirse al ala este y el dj cambia los ritmos tropicales por notas clásicas de Chopin.

Tanto meneo hace que mi barriga ruja. Me formo en la fila de comensales, tomo plato y utensilios. Opto por comer verduras a la mantequilla y camarones en salsa Bechamel. De postre, hay una gran gama, pero me inclino por un sabroso Mil hojas. ― miro mi plato. Es soso y vacío. Así que retrocedo para añadir una cucharada de puré de patata a la comilona. —¿Tanto bailar quemó tu energía y ahora pretendes recuperarla con una ingesta calórica?—susurran en mi oído. Elevo mi rostro para ver el rostro del dueño de esa monótona voz. Era él. El sujeto a quién me he empeñado evadir en semanas.—¡No eres tú quién engorda!—acoto.

Lo miro retadoramente. Sin embargo, mis intenciones se desvanecen cuando percibo el afrodisíaco olor de su colonia. Simuladamente lo escaneó. —Por entero.—Viste un traje en negro estricto, una falda de su camisa se escapa de la pretina y cuelga una desarreglada corbata verde trébol.— Luce sensualmente desgarbado sin olvidar el valor agregado que implica una barba incipiente, el cabello cayendo a sus hombros como miles de oscuras agujas, los tatuajes que descansan en sus nudillos y parte de su cuello aunados a los pendientes que cuelgan en sus orejas.

Me abofeteo mentalmente. Sólo espero y el niñato no se haya percatado de mi conmoción o lo tendré pegado a mí como goma de mascar.

—Me pregunto, ¿Siempre seremos así?—interrumpe.

—¿De qué hablas?

—Justo así, bebé. ¡Un dime que te diré! Si lo será. Deberé prepararme psicológicamente para el montón de discusiones venideras. Nuestro matrimonio será una completa Montaña Rusa. Un sube y baja de emociones del cuál muero por montarme y no apearme jamás.

Pongo mis ojos en blanco. —Me da la impresión que de pequeño tu madre te dejó caer de un segundo piso y desde entonces se te zafó un tornillo.

El alto moreno soltó una ronca y discreta carcajada. Por primera vez lo veo reír abiertamente. Sus labios expandidos de comisura a comisura. Profundizando los hoyuelos de sus mejillas. Su boca un tanto abierta dejaba entre ver una dentadura inmaculada. Su aliento choca contra mi cara, huele a la inconfundible menta fresca del dentífrico.—Me quedo pasmada. El niñato es dueño de ese tipo de sonrisas que te invita a reír con él. ¡Y lo hago! emulo su gesto a pesar del sinsentido.

Reacciono antes de que los siguientes en la cola me griten por obstruir el paso. El moreno se mueve a mi lado. —¿Qué? ¿Al bebito llorón mami sólo le permite comer papillas? —ironizo viendo que en su plato solamente hay una buena cantidad de puré y una copa de gelatina.

Su entrecejo se arruga al no comprender a lo que me refiero aunque su ignorancia se esfuma rápidamente al comprender el mensaje.—Si soy sincero estoy que me como un toro entero, pero no puedo hacerlo, al menos no por el momento. El especialista me indicó comer alimentos blandos. Sólo estoy siguiendo sus instrucciones al pie de la letra.

—¿Estás enfermo?

—No. En realidad me añadí un poco más de arte corpóreo.

—¿Un nuevo tattoo? ¿Qué es?

—¡Nada de eso, muñeca! ¿Quieres verlo?—lisonjea. —Levanto mis hombros en respuesta para disimular mi creciente curiosidad.—¡Acércate!—solicita y dudo en hacerlo al sentir su proximidad. — El moreno acerca su rostro más el mío y juro que si hace lo que creo que hará le plantaré una bofetada sin importarme quedar en ridículo y arruinar la fiesta de mi amiga. Mi corazón galopa desenfrenado. Ladea su cara y abre la boca despacio. ¡Va besarme!, ¿Qué haré? Mi mirada se focaliza en sus finos labios, la punta de su lengua se asoma. ¡Pervertido!, ¿Acaso pretende lenguetearme? Mi saliva se hace espesa y una efervescencia se acentúa en mi cuerpo.—¿Eh?—exclamo incrédula y avergonzada de mí misma cuando entiendo que el tatuador lo único que desea es mostrar su nueva adquisición.—¡Un piercing!. Una jodida pieza de acero quirúrgico que atraviesa su lengua. A buena hora vengo entender lo de "añadir arte corpóreo" —¿Y bien? ¿Qué te parece?—solicita.

—No está mal aunque considero que estás mayorcito para esas cosas.—replico caminando a mi mesa y él tras de mí, pero rápidamente acorta la distancia hasta quedar a mi diestra.

—Nunca es tarde para una modificación, mujer. ¿Esta es tu mesa? —indaga.―La mía es por allá.—dice señalando el sitio. —¡Te veo luego! —se despide besando mi mejilla.

Me petrifico ante el acto. Lo veo perderse entre la afluencia. Su andar es pausado. Cómo si la vida esperase por él. Permanezco con la mirada enfocada en su amplia espalda. Sigo sin recuperar el habla ni la movilidad. Me efervece su actitud tan confianzuda. Rabio de ira e impotencia por permitir que la desfachatez de un Don nadie, provoque en mi interior un revolú de emociones.

Un casto beso en el moflete. Un saludo fraternal. Irrespetuoso entre desconocidos, pero que el caradura tatuador lo hace parecer tan íntimo, posesivo, y por qué no, con matices de exquisita coquetería.

Vuelvo en sí y siento mi rostro arder.

De enojo.

De asombro.

Puede que ambas.

Giro mis talones en busca de mi sitio asignado. Mi corazón palpita como hace meses no lo hacía. Una pequeña semilla de ilusión se planta en ese órgano vital y una vocecilla que insistentemente susurra, ¡hazlo! me invita a arriesgar el todo por la nada puesto que desconozco las verdaderas intenciones del atosigante coletudo.