Como ya saben los personajes son de la maravillosa Stephenie Meyer y la historia es propiedad de la increíble Eve Langlais.
Esto es una ADAPTACIÓN. ;)
CAPÍTULO 12:
Tenía los ojos arenosos y su cuerpo dolorido de una noche pasada en el suelo, y todo lo que Bella podía hacer era arrastrarse por las escaleras empinadas. Ella tenía miedo de salir.
Afuera Alistair tenía muchos lugares donde esconderse y acosarla. Salir significaba ver ese vil mensaje de nuevo, un mensaje que vería su tío cuando fuera a trabajar. Una amenaza visible que iba a requerir una explicación.
Si ella pudiera permanecer oculta y fingir que nada de esto estaba sucediendo. Pero hacer caso omiso de ello no haría que desapareciera. Pero podía esconderse. Esta vez no iba a huir a un lugar donde tuviera familia. Ella iría a algún lugar, algún lugar donde nadie supiera su nombre.
Esta vez voy realmente a empezar de nuevo. Como debería haberlo hecho en primer lugar.
Ella debería haberlo sabido mejor. En su estupidez por escapar rápidamente, puso a su familia en peligro. No volvería a suceder.
Ella se iría tan pronto como obtuviera su salario de la barbería. Una vez que ella cobrara, recogería la bolsa que había empacado y llamaría a un taxi para ir al aeropuerto. Ella se subiría al primer vuelo barato que pudiera encontrar. Y una vez que llegara allí, subiría a otro avión con un destino más lejano para confundir su pista.
Era una salida cobarde, pero el temor de ver a su familia perjudicada era más fuerte que su vergüenza.
Dado que la tienda de pescado estaría abierta, su tío era madrugador, tomó el conjunto interior de escaleras para bajar, lo que retraso la vista del maldito mensaje esperando en la puerta exterior. En la parte inferior de la escalera, se detuvo y respiró hondo varias veces. ¿Qué le diría a su tío? ¿Cómo explicar la vil nota a la izquierda de la puerta?
¿O podría escabullirse mientras él no estaba mirando?
Desde la seguridad de la sala de almacenamiento, se asomó por el marco de la puerta que conducía a la tienda. Su tío discutía con la radio cuando el locutor relató resultados deportivos y noticias. Cuando se agachó para limpiar el interior de la vitrina de cristal, ella se lanzo afuera.
-Buenos días, Bella, -dijo su tío, con la voz ahogada por la vitrina. -¿Qué le pasó a tu puerta?
Ella no respondió, sólo le dedico una débil sonrisa y no se detuvo. Su tío se merecía una respuesta, pero no estaba segura de que pudiera decirle sin estallar en lágrimas. Era un buen tipo, él insistiría en ayudar, y eso empeoraría las cosas, porque entonces él iba a verse involucrado en el drama que era su vida.
Mejor correr. Ella abrió el portal a la acera, solo hiperventilando un poco por el repentino temor que la llenaba.
¿Qué pasa si Alistair me espera? Con apenas un pie fuera, se quedó inmóvil mientras miraba alrededor.
La acera resulto estar libre de acosadores, solo peatones típicamente normales. Todo parecía tan normal, tan benigno. La mano enterrada en su bolso no aflojo su agarre sobre su lata de spray de pimienta. No iba a ser atrapada desprevenida.
Armándose de valor, miró a la puerta que significaba el final de su efímera, nueva vida. Solo que el repugnante mensaje no estaba allí.
Ella parpadeó y miró de nuevo. Todavía nada.
Pegajosa, pintura fresca se quedo en sus dedos mientras tocaba la superficie blanca prístina de la puerta, y ella pudo ver su propio reflejo en el brillante cristal limpio.
Una sombra se cernió sobre ella.
-Es posible que todavía necesite otra capa.
Ella dejó escapar un grito agudo, cuando Edward pareció salir de la nada. Cómo un hombre de su tamaño podía moverse sin ser visto, la dejaba perpleja.
-Alguien realmente debería ponerte una campana, -murmuró.
-Pero entonces sabrías que iba a venir.
-Lo que me gustaría saber es, ¿qué estás haciendo aquí?.
Quería asegurarme de que estabas bien. Después de tu abrupta salida anoche y el desagradable incidente del graffiti, estaba preocupado.
Si ella fuera un helado, podría haberse derretido. Así de hecho, sus rodillas estaban un poco débiles.
-Eso es dulce, pero como puedes ver, estoy bien, y supongo que te debo las gracias por conseguir mi puerta pintada.
Hizo un gesto con la mano.
-No es necesario. El mensaje me ofendió. Así que me encargue de ello.
-Bueno, tanto si quieres algún agradecimiento o como si no, gracias. Fue amable de tu parte. Ahora, si me disculpas, tengo que irme a trabajar.
-¿Día ocupado de compromisos? -Preguntó. Dejando el coche en la acera, el emparejo sus pasos con los de ella mientras tomaba la acera.
-No del todo.
-En ese caso, ¿por qué no nos detenemos para desayunar en la cafetería al otro lado de la calle?
-No puedo.
-¿El almuerzo?
Ella negó con la cabeza.
-La cena. -Dijo, no pidió.
Se detuvo y se volvió hacia él.
-Escucha, Edward. Eres un buen tipo y todo eso, y ayer por la noche fue muy divertido, y aún si me quedara, yo no…
-¿Qué quieres decir con si te quedaras?
Fue gracioso como consiguió ese extraño tono, un gruñido en su voz cuando él se enfado con ella.
-Después de lo que pasó, no puedo quedarme aquí. Me voy. Hoy. Probablemente en las próximas dos o tres horas. Tan pronto como pueda conseguir cobrar mi salario, me voy al aeropuerto.
-¿Para ir a dónde?
Ella se encogió de hombros.
-Yo no he descubierto esa parte todavía. Cuanto menos planifique, menos posibilidades tendrá mi ex de encontrarme.
Sus cejas se unieron.
-¿Estás escapando por culpa de él?
-Es lo más seguro que puedo hacer, no sólo para mí, sino para el resto de mi familia.
-Es una estupidez. -Dijo crudamente, y ella sintió el amargo aguijón del reproche.
-Para ti, tal vez. -Para ella, era el único plan que tenía sentido y mantendría a su familia fuera de peligro.
-No estás pensando con claridad. Correr no hará que este chico se vaya.
-Si yo no estoy aquí, el no tendrá ninguna razón para quedarse.
-O, si no te encuentra, entonces el va a ir detrás de tu familia y tratara de hacerles revelar tu ubicación.
-Él no lo haría.
-¿Qué? ¿Hacerles daño? ¿Amenazarlos? ¿Sabes eso con seguridad? ¿Estás realmente dispuesta a correr ese riesgo?
Ella apretó los labios cuando entendió su razonamiento. ¿Cómo se atrevía a hacer agujeros en el único plan que tenía?
Su voz se suavizó.
-No estoy tratando de asustarte, Bella. Tú, evidentemente, has sufrido bastante. Pero seamos honestos aquí. Este idiota está desesperado. Un chico desesperado hace cosas impredecibles.
-Entonces, ¿qué sugieres que haga? ¿Quedarme aquí y esperar a que no termine en un periódico con una breve reseña? "Cuerpo de peluquera se encuentra, víctima del psicópata de su ex novio."
Los ojos de Edward brillaron como esmeraldas, ya que captaron el sol de la mañana.
-No voy a dejar que te haga daño.
Una risa amarga construida de frustración abandonó sus labios.
-Y ¿cómo vas a detenerlo? No puedes quedarte pegado a mí, las 24 horas los 7 días de la semana.
-¿Quieres apostar?
Curioso, parecía totalmente en serio. Pero ella era una extraña para él. Una don nadie. Un CEO de su categoría tenía mejores cosas que hacer que cuidar de una peluquera.
-Estás siendo ridículo.
-No veo nada ridículo sobre el deseo de protegerte. De hecho, la mayoría diría que es caballeroso.
Ellos lo harían, a excepción de que no podía dejar de preguntarse sus motivos.
-¿Por qué te preocupas tanto, de todos modos? Apenas nos conocemos. Nos odiábamos antes de la cena de ayer. -Muchas cosas habían cambiado desde entonces, sin embargo. Ahora yo no le odiaba, pero ella no podía definir exactamente lo que sentía por él, o él por ella. Lujuria, sí. Curiosidad también. ¿Pero más que eso?
-¿Sabes lo que dicen sobre el odio?
Sí, lo sabía, pero seguramente no era tan arrogante como para pensar que lo amaba, y ella no era lo suficientemente ingenua como para creer por un momento que la amaba.
-Toda esta conversación es una locura. Y estoy perdiendo el tiempo. Tengo que empezar a moverme.
-Si insistes. Déjame llevarte.
-No está lejos.
-No, no lo está. Sin embargo, dado el posible peligro para tu persona, no debes ir sola. Así que ven conmigo, o caminamos. No importa. De cualquier manera te acompaño.
-Eres tan terco como una mula. -Ella amablemente se abstuvo de usar la palabra asno, pero más porque la hacía pensar en su culo apretado en lugar de un animal rebuznando.
-Prefiero un gatito tenaz.
¿Gatito? Edward tenía demasiada presencia para algo tan doméstico como un gato.
-Entonces, ¿qué va a ser, ratón? ¿Vamos caminando, o te llevo con estilo?
Al final, ella eligió la comodidad y de inmediato se arrepintió mientras plantaba su trasero en el asiento del pasajero decadentemente cálido. La cabina de su camioneta, aunque amplia, era todavía muy confinada e íntima. Su aroma, su colonia y la esencia en general, la rodearon, provocando los recuerdos de lo que había sucedido la noche anterior en el mismo vehículo.
Mirando fijamente sus manos en el volante, no podía dejar de recordar lo que esas manos le habían hecho a ella la noche anterior. Como él le había dado tal placer. El recuerdo la hizo sonrojar, y un escalofrío de deseo recorrió el punto palpitante entre sus muslos. Bella se horrorizó de como su mente podía ser fácilmente distraída, especialmente en un momento como este. Se obligó a apartar la mirada.
Sin embargo, esto no disminuyo su conciencia de él.
Lo bueno es que él no pareció darse cuenta. Sus ojos permanecieron fijos en la carretera, y mantuvo sus manos, -por desgracia -para sí mismo.
No estaba de humor para hablar, así que ella jugó con un hilo suelto de sus vaqueros, sin prestar mucha atención a la ruta hasta que se dio cuenta que habían conducido por un tiempo y aún no habían llegado.
Ella miró a través del parabrisas y frunció el ceño.
-¿Dónde estamos? Este no es el camino a la peluquería.
-No, no lo es.
-¿Estás dando un rodeo? ¿Estás tratando de despistar a Alistair por si nos está siguiendo? -Ella estiró el cuello para mirar hacia atrás, preguntándose si en uno de los coches de atrás estaba su ex novio. ¿Estaba incluso ahora planeando embestir contra ellos y convertirlos en animales atropellados? ¿Les conduciría fuera del puente? ¿Abriría fuego? O...
Ella cerró la puerta a su imaginación hiperactiva que paso a través de demasiados argumentos de películas como para manejar una mente paranoica.
-En realidad no vamos a la peluquería.
Sus palabras penetraron, y ella desvío toda su atención a Edward. Su mirada se encontró brevemente con la suya, golpeando de nuevo con su buena apariencia y la sonrisa de suficiencia que llevaba.
-¿Qué quieres decir con que no vamos allí? ¿Exactamente a dónde me llevas? -Esperemos que no a algún lugar desierto donde podía matarla y deshacerse de su cuerpo. Alistair en la escena proporcionando un sospechoso probable, quizá Edward vio una oportunidad para vengarse de su cabello. No sería la primera vez que su falta de criterio en los hombres la llevo a saltar de la sartén al fuego.
Ella se dio una bofetada mental.
No todos los hombres son psicópatas. De alguna manera dudaba de que el CEO de una compañía multimillonaria, fuera un asesino en serie que no ha salido del armario. Pero ella tuvo que preguntarse por sus planes cuando respondió,
-Vamos a mi casa.
¿Su casa? Lo que probablemente significaba un lugar con una cama y privacidad. Un lugar cómodo donde podrían continuar donde lo habían dejado la noche anterior. No era exactamente el plan más horrible, y sin embargo...
-No puedes estar pensando seriamente en la seducción en un momento como este. Sé que probablemente todavía tienes las bolas un poco azules teniendo en cuenta cómo terminó nuestra noche, pero realmente, ¿qué te hace pensar que estoy de humor para tener relaciones sexuales?
Se rió con tanta fuerza que el coche se desvío bruscamente y ella chilló mientras agarraba la manija de la puerta.
-¿Crees que te llevo allí para seducirte?
Su tono de incredulidad hizo que frunciera su ceño molesta.
-Bueno, ¿qué otra cosa se supone que voy a pensar? Te digo que tengo que ir a trabajar para agarrar mi sueldo para que pueda irme, y tú decides, sin preguntar, llevarme a tu apartamento de soltero. No le veo la gracia a esto.
-Por un lado, aunque probablemente tendremos sexo, y más de una vez, la razón por la que voy a llevarte es en primer lugar para tu seguridad. Mi edificio tiene una excelente seguridad, durante todo el día.
-¿Y cuál es la otra razón?
-¿No es tu protección razón suficiente?
Ella negó con la cabeza.
-Qué tal, ¿he decido no perderte vista?
Ella no pudo evitar preguntar.
-¿Por qué?
-Porque eres mía.
Posesivo. Y totalmente inesperado.
Ella parpadeó e intentó procesarlo. Falló.
-¿Perdón? ¿Acabas de decir que soy tuya?
-Sí.
Ella debería haberlo abofeteado por su temeridad, no querer fundirse y cubrirse con sus besos. Ella trató de sacudir el placer de sus posesivas palabras.
-Te das cuenta de que la esclavitud fue abolida. Tú no puedes ser dueño de la gente.
-¿Quién dijo algo acerca de ser un esclavo? Te puedo prometer, que con el tiempo serás mía, -ella noto el uso de cuándo, -tú no tendrás que hacer nada. Tengo más que suficiente personal para atender tus necesidades. Bueno, excepto para alguna necesidad lujuriosa. Eso tengo la intención de manejarlo yo mismo.
-¿Así que voy a ser tu esclava sexual? ¿Cómo es eso mejor?
-Ratón, tienes algunas ideas muy confusas cuando se trata de hombres. Cuando digo mía, quiero decir que serás mi esposa. Mi compañera.
-Mmm, eso suena a permanente. Por no hablar de un poco rápido. Quiero decir, ayer, ¿no me estabas diciendo que me querías como tu amante y que no estabas buscando una relación?
-He cambiado de opinión.
-Sólo las mujeres tienen ese derecho.
-Yo soy el jefe, algunos incluso me llaman el rey. -Él le guiño un ojo. -Yo puedo hacer lo que quiera.
-Narcisista.
-Estamos de vuelta al alfabeto de atributos, pero cuando se trata de la letra O yo habría dicho ordenado.
-¿Ordenado? ¿Cómo pulcro o limpio?
-Por supuesto que limpio. Serás feliz de saber que no soy un hombre que deja sus calcetines en el suelo.
-Debido a que tienes el personal para recogerlos.
-¿Qué hay de malo en eso? Es mi lado limpio el que me hace contratarlos para mantener mi hogar en forma impecable. Yo también tengo un cocinero así que siempre comeremos bien, un sastre y un terapeuta masajista, que, pensándolo bien, tu no podrás utilizar.
Ella preguntó estúpidamente.
-¿Por qué no?
-Debido a que es un hombre. No permitiré que otras manos, excepto las mías, te toquen.
Una vez más, su posesividad debería haberla horrorizado, pero maldita sea, su atractivo para controlar las situaciones le hizo levantar la cabeza. Ella trató de reírse de su afirmación celosa.
-Dios mío. Estoy atrapada en una camioneta con un loco. -Y uno rico.
A medida que reducía la velocidad, al pasar bajo un porche apoyado sobre columnas de mármol, Bella no pudo evitar quedarse con la boca abierta ante el imponente edificio. Piso sobre piso de cristal reflectante brillaba en la luz del sol.
Un valet salió y abrió la puerta de la camioneta de su lado, pero antes de que Bella pudiera agarrar la mano enguantada para bajar, Edward estaba allí, frunciendo el ceño al hombre con el uniforme rojo adornado con galones dorados.
-Yo la ayudo. Tú toma esto. -Tiró las llaves al empleado. -No estaciones lejos. Podría necesitarlo más tarde.
Metiendo el brazo de Bella en el hueco del suyo, la llevó a un conjunto de puertas acristaladas, que estaban tan limpias que brillaban como un espejo. Bella se sintió terriblemente fuera de lugar. Incluso el portero parecía más impresionante que ella. Ella realmente deseó haber usado algo un poco más presentable que un cómodo par de jeans desgastados con agujeros en un muslo y la rodilla, un oscuro y suave jersey que había pasado por el lavado demasiadas veces, y el pelo a toda prisa peinado en una cola de caballo. Añadir las zapatillas de deporte en los pies, y se veía más como alguien que debería entrar por la puerta de atrás que como un invitado de uno de los propietarios del edificio.
Arrastrar los pies no detuvo a Edward de impulsarla hacia adelante, su gran mano firmemente presionada contra la mitad de la espalda. Ella probablemente podría haber huido, pero tenía la sospecha de que él la perseguiría y se la llevaría adentro, estilo hombre de las cavernas. El hombre parecía comprometido y decidido a protegerla de Alistair.
Y la verdad, en este momento, desconcertada por lo extraño de todo, se lo permitiría.
¿Porque no? ¿Qué tenía que perder? Sus métodos no habían funcionado. La policía no había ayudado. La mudanza a través de medio país no había detenido a Alistair. ¿Por qué no dejar que Edward y su arrogancia intentaran disuadir a su ex?
Incluso si él no podía, al menos ella conseguiría un tiempo para relajarse en la comodidad, y tal vez disfrutar de un poco de placer seductor.
O ir de una mala situación a otra. Una cautiva en una jaula de oro y un captor muy-muy-sexy.