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Luego de casi un año de esfuerzo, esta historia llega a su fin. Con este capítulo doy cierre a las aventuras y desgracias de Gohan y Videl. Quiero dar mis más sinceros agradecimientos a Diego9412, Macba, Srblack28, Saremi-San, Yuki Nekoi, Guest, Tucker Weasley y a todos aquellos que se tomaron el tiempo y las molestias de dejar sus comentarios a lo largo de los episodios. Quiero que sepan que fueron sus opiniones las que me inspiraron para llegar hasta aquí, por eso no duden en dejar sus últimas impresiones; me encantaría poder saber que piensan del final de esta historia.

Por último, si bien con este capítulo cierro el argumento principal, había pensado que quizás estaría bien escribir una serie corta de spins off, contando un poco de las aventuras de Videl y Gohan antes de conocerse. Si les parece interesante, y creen que podría funcionar, por favor háganmelo saber.

Sin más los dejo con la lectura.

Hasta siempre.

Revontulett.

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Capítulo 10: Un futuro diferente

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El pueblo se llamaba Villanueva, tal vez porque ya nadie recordaba cuál había sido su verdadero nombre antes de que los androides lo arrasaran. La ubicación en sí no tenía nada de extraordinaria. Era un pequeño asentamiento rural a pocos kilómetros de Estrella Naranja, uno entre los varios que florecían en torno a la ciudad. Mucha gente de los alrededores había decidido asentarse ahí en los últimos años, y a Gohan no le sorprendía. Villanueva estaba medio oculta entre los bosques que crecían en los campos orientales, mucho menos visible que las grandes ciudades que, poco a poco, comenzaban a reconstruirse.

Muchos aún temían vivir en las ciudades.

Gohan los entendía. El recuerdo de lo que Número 17 y 18 solían hacer con las grandes poblaciones aún era demasiado reciente. Demasiado terrible.

Los signos de la reconstrucción, sin embargo, eran tan evidentes allí como en las propias ciudades. Las casas habían sido levantadas con el concreto de los escombros y la madera del bosque. Las calles fueron despejadas, los enormes cráteres que las abrían tapados y emparejados. Los muertos enterrados. Las parcelas que rodeaban el asentamiento estaban llenas a rebosar de trigo, girasoles, maíz y otros cultivos, todo cosechado en prolijos rectángulos pardos y dorados.

Saltaba a la vista que los nuevos habitantes habían estado trabajando duro para restaurar el pueblo, para cultivar los campos y despejar los caminos. En la incipiente economía post-androides el agro empezaba a abastecer nuevamente a las ciudades, a ritmo lento y sacrificado, por supuesto, pero el progreso era visible.

Gohan avanzó a lo largo de la avenida principal, una ancha cinta de cemento resquebrajado que atravesaba el pueblo de punta a punta. En los últimos años había visto muchos lugares como aquel, con sus casas reconstruidas, sus campos sembrados y su gente trabajando día y noche por un futuro; un futuro que luego de siglos de oscuridad volvía a ser posible. Luego de los horrores que había presenciado a lo largo de su vida, para Gohan resultaba reconfortante ver como en todo el mundo la humanidad se ponía de pie nuevamente. La sola idea de que ese recuperado estatus de normalidad, de esperanza, se viera interrumpido era algo que le provocaba un profundo desosiego, una sensación de premonición, de cosa ya vivida. De amenaza.

Y eso era exactamente lo que estaba ocurriendo allí.

Algo inexplicable, algo terrible, había hecho trizas la normalidad en Villanueva.

El pueblo se encontraba total y absolutamente vacío.

Gohan siguió descendiendo por la avenida, mirando con desconfianza hacia los lados. Ya de por sí, imaginarse que toda una población pudiera esfumarse de la noche a la mañana resultaba escalofriante. Pero allí había algo más, un detalle que lo hacía todo mucho más perturbador. La gente en Villanueva había desaparecido…pero sus ropas no. Adonde quiera que mirara, ya fuera en las calles o en el interior de los edificios, podía ver camisas, pantalones, vestidos y zapatos esparcidos por el suelo; todos colocados como si las personas que las vestían se hubieran desintegrado de repente en el aire.

Gohan no podía ni siquiera tratar de imaginarse lo que había sucedido. Pero lo peor de todo (si uno podía plantearse algo peor luego de ver aquello) era que no se trataba de un incidente aislado. Si Gohan estaba en Villanueva era porque venía siguiendo una pista. Un rastro.

Días atrás le habían llegado rumores de que algo muy extraño estaba sucediendo en las afueras de Estrella Naranja. Como consecuencia del tímido comercio que comenzaba a adquirir forma entre la urbe y la periferia, la gente de la ciudad mantenía cierto contacto con poblaciones rurales como Villanueva. Las instalaciones necesarias para mantener comunicaciones a distancia apenas comenzaban a reconstruirse, de modo que el comercio con el campo era uno de los pocos modos que la gente de la ciudad tenía de saber lo que ocurría más allá de sus límites. Gohan, por su parte, tenía la costumbre de salir en búsqueda de sobrevivientes aislados, gente que aún vivía ocultándose, sin animarse a creer que los androides ya no existían. Su último viaje había sido unas tres semanas atrás, y no había notado nada extraño en las zonas cercanas a Estrella Naranja. Tal vez en parte por eso, no había dado mucha importancia a los rumores al principio. Actualmente tenía cosas mucho más importantes de las que ocuparse. Sin embargo, a media que las historias se volvían cada vez más y más sombrías, había terminado por preocuparse lo suficiente como para salir a echar un vistazo por sí mismo. Así que había investigado, y lo que había encontrado superaba incluso lo más oscuro y descabellado de los rumores.

En su camino hasta Villanueva había pasado por otros dos pequeños pueblos cercanos. Se alzaban muy cerca uno del otro, unos cuantos kilómetros al este de Estrella Naranja. Los dos se encontraban en el mismo inexplicable estado. Ni una sola alma en lugares que hasta hacía solo un par de horas parecían haber estado llenos de vida. Nada salvo por un montón de ropas amontonadas en las calles. Gohan había investigado a fondo, en busca de cualquier cosa que le pudiera ayudar a entender lo que estaba sucediendo. No encontró nada. Ambos pueblos estaban desiertos en todo sentido. No veía a una persona con vida desde que abandonó la ciudad.

Un rápido vistazo al mapa que llevaba consigo lo había conducido directamente a Villanueva. Se encontraba relativamente cerca del segundo pueblo que había inspeccionado, y era a su vez el más próximo a Estrella Naranja viniendo desde el este. Si había gente en los alrededores que pudiera estar al tanto de lo que había ocurrido en los otros dos poblados, entonces debía encontrarse allí.

Gohan se detuvo un instante en la calle, mirando fijamente hacia abajo. Se agachó, recogiendo algo entre sus dedos. Era un diminuto vestido de color rosa. Un peluche desgarrado yacía a pocos centímetros. Apretó con fuerza la tela, sintiendo que una rabia sorda lo llenaba por dentro.

Se había equivocado.

No había respuestas en Villanueva. Solo el mismo espeluznante cuadro de soledad y abandono. A Gohan le resultaba sumamente difícil darle una explicación a aquel extraño fenómeno, pero estaba seguro de dos cosas. En primer lugar, se trataba de algo lo suficientemente terrible y veloz como para arrasar con un pueblo y su gente en apenas un par de horas. En segundo lugar, todo parecía indicar que estaba avanzando de este a oeste. Lo que fuera que estuviera provocando aquello había atacado los dos anteriores pueblos antes de pasar a Villanueva. Estaba seguro de que este último rastro era el más reciente de los tres. Entonces, teniendo en cuenta la dirección en la que se movía, el próximo centro de población en su camino era…

"Estrella Naranja…"

Gohan dejó el vestido delicadamente en el suelo. Se puso de pie, mirando de reojo los sacos, camisas y chaquetas desparramados en las cercanías. Se observó la mano. Una sustancia oleosa e incolora, pegajosa, le cubría los dedos. Gohan ensombreció el gesto, volviendo a centrar su atención en el vestido. La prenda no solo estaba parcialmente cubierta por esa asquerosa sustancia, sino que también tenía un pequeño agujero a la altura de la espalda. A simple vista parecía algo provocado a presión por un objeto punzante. Si había algo que le había resultado imposible pasar por alto, era que absolutamente todas las ropas correspondientes a la parte superior del cuerpo presentaban ese mismo orificio. Todas. En los tres pueblos. Era una de las primeras cosas que había descubierto, y un detalle que se mantenía invariable. Algunas prendas también tenían leves manchas de sangre, otras estaban parcialmente cubiertas por aquella materia viscosa que no era capaz de identificar. Parecía algún tipo de mucosa, pero Gohan no había visto nada similar en toda su vida. La idea de que una persona pudiera desaparecer por completo, dejando solamente ese manchón oleoso como todo rastro, le resultaba perturbadora.

Fuera como fuera, más allá de ese macabro detalle, todas las ropas tenían el mismo y diminuto hoyo en el pecho o en la espalda. Eso solo podía significar una cosa.

"Algo ha atacado a estas personas" pensó Gohan, clavando la vista en un muro cercano "Y es obvio que intentaron defenderse…"

La pared del edificio frente a él estaba cubierta de al menos diez agujeros del tamaño de una canica. Sobre la acera, al pie del edificio, había una gruesa chaqueta de cuero marrón. Una escopeta de dos caños se asomaba por debajo de una de las mangas. Gohan pasó suavemente la mano por los hoyos en la pared. Los anillos negros de pólvora que los rodeaban se le hacían bastante recientes. Se inclinó un poco, apoyando los dedos en el caño del rifle. El metal aún estaba tibio.

"Esta arma fue disparada hace muy poco… ¿Media hora quizás?"

Se puso de pie. Sus ojos negros escrutaron cautelosamente los alrededores, atento al más mínimo sonido que pudiera perturbar el silencio de tumba que reinaba en Villanueva. Estaba todo tan tranquilo, tan artificialmente tranquilo, que hasta una simple carraspera habría sonado como un escopetazo. El cielo frío y encapotado de la mañana no contribuía en absoluto. Todo cuanto veía, desde las calles hasta el último de los edificios, parecía cubierto por un mortecino filtro de color gris. Gohan dirigió un último vistazo al vestido y echó a caminar.

"Voy a encontrarte" se dijo para sus adentros "A ti, maldita basura capaz de hacerle esto a una niña, voy a encontrarte…seas lo que diablos seas"

Gohan sabía que estaba cerca. Más cerca que nunca. En los dos anteriores pueblos había llegado demasiado tarde. Los rastros que había descubierto tenían mínimo uno o dos días de antigüedad. Pero aquí…

"Estás aquí, ahora. Y no voy a dejar que te escapes"

Siguió caminando, más silencioso que nunca, pegándose a las paredes, reduciendo al mínimo su ki. Cerró los ojos, intentando percibir algo, lo que fuera. Nada. Era como si todo el pueblo estuviera hecho de aire. Gohan sabía que eso también significaba algo. Absolutamente todos los seres vivos poseen una energía vital que define su esencia, un ki. Los animales y los seres humanos sin entrenar no son capaces de ocultar su propia esencia, por más débil que esta sea. Por ello, si uno se encuentra lo suficientemente cerca, puede percibir la presencia de una persona o un animal en las cercanías. Gohan estaba seguro de que el responsable de las desapariciones estaba allí en esos momentos. Si ese era el caso, el hecho de no poder detectar su presencia hablaba por sí solo.

"Seas lo que seas…sabes como manipular el ki"

¿A qué se estaba enfrentando exactamente?

La respuesta lo aguardaba del otro lado de un gran edificio de hormigón.

Gohan escuchó el grito antes de terminar de doblar la esquina. Un escalofriante alarido lleno del más absoluto terror.

Un hombre alto y flaco, de frondoso bigote castaño, apareció de improviso tras el muro de un bar, del otro lado de la calle. Vestía con una simple camisa a cuadros y un par de vaqueros, seguramente uno de los tantos granjeros que hasta hace poco habitaban el pueblo de Villanueva. El hombre corría entre tambaleos, casi arrastrándose. De pronto tropezó y cayó de rodillas. Sujetándose de la pared del bar, con los ojos tan abiertos que parecían a punto de salírsele de las cuencas, el granjero levantó la cabeza. Lo vio.

— ¡Ayuda!—gimió, alzando una mano manchada de sangre hacia él— ¡Auxilio! ¡Ayud…!

El hombre se calló repentinamente, y Gohan, que estaba a punto de echar a correr hacia él, se quedó petrificado en el sitio. Pese a todos los horrores que había presenciado, su mente no pudo procesar de inmediato lo que estaba teniendo lugar ante él. Simplemente no pudo hacerlo.

Una especie de…serpiente saltó desde detrás de la pared del bar, mordiendo al hombre por la espalda. El sujeto se quedó paralizado, con la cabeza echada hacia atrás y los ojos muy abiertos. Gohan comprendió de pronto que aquello no era una serpiente. Tenía el color y la forma de un espécimen particularmente grade, verde intenso con motas negras, del grosor de un brazo…pero ninguna serpiente poseía un enorme aguijón pardo en lugar de cabeza. Era ese aguijón lo que se había hundido como un puñal en la espalda del hombre. Pero Gohan ni siquiera pudo terminar de asombrarse. Lo que ocurrió después fue demasiado terrible, demasiado grotesco como para prestar atención a cualquier otra cosa.

Del otro lado de la calle, el hombre soltó un débil gorgoteo cuando la piel de su rostro comenzó a derretirse.

Gohan retrocedió, boquiabierto. No solo era la piel. La carne, los músculos, los huesos, todo el cuerpo comenzó a desmenuzarse y a consumirse como si fuera absorbido hacia dentro por una inexplicable fuerza. En cuestión de segundos, el hombre desapareció. La camisa a cuadros, los vaqueros y las botas fue lo único que quedó de él. Incluso a la distancia, Gohan pudo ver con claridad el charco de sustancia transparente y pegajosa que se formaba en torno a las prendas. Entendió horrorizado que los últimos restos físicos de aquel hombre yacían allí, entre sus ropas, reducidos a un charco aceitoso en el suelo.

Recién ante esa súbita comprensión, atando cabos, entendió la verdadera magnitud de lo que estaba sucediendo en las afueras de Estrella Naranja. La gente no estaba simplemente desapareciendo. Algo estaba literalmente consumiéndola…y Gohan estaba cara a cara con el responsable de semejante abominación. Aquí y ahora.

— ¡Sal!—exclamó— ¡De nada sirve ocultar tu ki! ¡Sé que estás ahí!

Lo que hasta hacía unos instantes había tomado por una serpiente se retiró tras el muro, arrastrándose por el suelo como si en verdad fuera un ofidio. Entonces, el ser más extraño que Gohan viera en su vida salió a la calle.

Era alto, increíblemente alto, dos metros o más. Su delgado cuerpo, de brazos y piernas larguísimos, estaba recubierto de placas quitinosas de un intenso verde moteado. Dos enormes alas de insecto le nacían desde la espalda, negras y brillantes como la obsidiana. Gohan notó con asco que la criatura tenía cinco dedos en las manos, pero solo tres en los pies, largos y delgados. De cualquier manera, el rasgo más extraño y vistoso era su cabeza. Dos cuernos fundidos directamente con la frente y las cejas, le emergían grandes y rectos hacia arriba, con las puntas orientadas en direcciones contrarias. Un óvalo quitinoso de color negro se incrustaba justo en su frente, por encima de dos fieros ojos de reptil. El espacio destinado a la boca parecía recubierto en su totalidad por un bozal rojizo, surcado por múltiples líneas horizontales. La cola del ser se agitó con fuerza contra el suelo. Tenía un enorme aguijón en la punta.

"No es una serpiente…" se dijo Gohan "Es una cola"

La criatura ladeó un poco la cabeza, fijando sus ojos de pupilas verticales en él. Gohan se puso tenso. No podía sentir en absoluto su presencia, pero algo le decía que debía ir con mucho, mucho cuidado. El ser se quedó mirándolo durante un rato, con los largos brazos colgándole a los lados. Era un espectáculo repulsivo. Finalmente, la cola volvió a golpear el suelo y la criatura se cruzó de brazos en un gesto extrañamente humano.

—Tú debes ser Son Gohan—dijo con una voz profunda, rasposa—Al fin he dado con uno de ustedes.

Al hablar, el bozal rojizo del monstruo se abría y se cerraba como si fueran dos piezas superpuestas. Tenía boca, después de todo. Y podía hablar.

— ¿Cómo sabes mi nombre? ¿Qué…quién eres tú?

El ser avanzó un paso, pisoteando la camisa a cuadros del hombre al que acababa de asesinar.

— ¿Quién soy? Yo no tengo nombre. Pero supongo que puedes llamarme…Cell.

—Muy bien…Cell—Gohan separó un poco las piernas y apretó el puño, atento hasta el más mínimo movimiento de aquella cosa—¿Nos conocemos de algún lado?

—La verdad es que no. Al menos personalmente.

La ambigua respuesta no le decía nada. Gohan optó por no insistir. Bajó la vista hacia la camisa aplastada por aquel repulsivo pie de tres dedos, sintiendo la furia reverberar en su interior. Extendió el brazo, abarcando en un semicírculo el mar de ropas.

— ¿Qué diablos le has hecho a esta gente?

—Absorber su energía, por supuesto—la criatura contestó al instante.

— ¿Su energía?

—Claro. Me he visto obligado a hacerlo.

Gohan lo miró en silencio durante unos segundos.

—Te he seguido el rastro durante más de dos días… He visto lo que hiciste en los otros pueblos… Acabo de ver con mis propios ojos la aberración que le has hecho a este hombre… ¿Y te atreves a decir que "te has visto obligado" a hacer algo semejante?

Cell torció el horripilante pico que tenía por boca en algo que podría haber sido una sonrisa.

—Sí. Exactamente eso he querido decir.

— ¡Explícate! ¡Hazlo antes de que te haga pedazos!

Gohan dejó escapar una pequeña porción de su ki, levantando el polvo del suelo en un vendaval. El monstruo ladeó la cabeza con interés. El intento de sonrisa se acentuó aún más en su rostro.

—Dime algo, Son Gohan… ¿Has pensado alguna vez en la idea de perfección?

— ¿Qué?

—No me refiero a la simple ausencia de defectos al hacer algo, sino a la perfección como concepto, como idea…como meta a alcanzar.

— ¿De que demonios estás hablando?

—Yo sí lo he pensado—siguió Cell, ignorándolo por completo—La perfección es destruir los límites que te restringen, la perfección es alcanzar todo aquello que te complementa. Que te completa. Sí…—los ojos de la criatura se estrecharon—Solo serás perfecto cuando estés completo. Ni antes ni después.

Gohan no dijo nada. Apretaba tanto el puño que todo el brazo le temblaba. La deforme sonrisa en el rostro de Cell se amplió.

—Yo supe desde el principio que solo estaría completo cuando encontrara a Número 17 y 18.

— ¿Los androides? —Gohan alzó ambas cejas. No se esperaba aquello.

—Sí, los androides. Los dos. Pero me resultó imposible. Ellos han desaparecido sin dejar rastro. He de admitir que jamás imaginé que alguien como tú pudiera acabar con ellos.

—No entiendo a dónde quieres llegar con todo esto—Gohan estaba perdiendo la paciencia—17 y 18 jamás sirvieron para nada que no fuera destruir. ¿Para qué ibas a necesitarlos?

—Ya te lo he dicho—Cell abrió ambos brazos—Para alcanzar mi meta final…para cumplir mi destino y convertirme en un ser perfecto. Pero tú…tú me has privado de esa posibilidad, me la has quitado. Y no voy a perdonártelo, Son Gohan.

El ser abrió amenazadoramente sus alas de insecto, colocando la larga cola en tensión. Gohan no retrocedió. Ni siquiera se movió. Sus ojos de pedernal, serios y duros, no se apartaron del monstruo. Cell lo conocía. Sabía quién era. Y por algún motivo había necesitado a los androides.

— ¿Quién eres tú? —volvió a preguntar— ¿De dónde has salido?

— ¿Yo? —Cell comenzó a avanzar lentamente hacia él—Yo soy la creación definitiva del doctor Maki Gero. Número 17 y 18 solo existían para que yo pudiera convertirme en el ser supremo, pero ya no están. Tú los has matado. ¿Lo entiendes ahora? ¡Por eso me he visto obligado a conformarme con las sobras!

Cell pateó bruscamente una chaqueta tirada en la calle, y Gohan al fin comenzó a entenderlo. El doctor Maki Gero había creado a los androides, pero si lo que Cell decía era cierto, ellos no habían sido más que los medios para un fin. Parecía inconcebible, pero las piezas se movían, encajando lentamente unas con otras. De pronto recordó las palabras de la criatura.

"Absorber su energía, por supuesto"

—Tú debías fusionarte con los androides—susurró, comprendiéndolo de repente—No…tú debías absorberlos. Debías absorber su energía infinita para así poder completar tu desarrollo.

—Así es—sonrió Cell—Ese era mi destino. Y el suyo. Al haberlos matado has complicado mucho las cosas…pero no todo está perdido aún. Es innegable que mi desarrollo se hubiera completado mucho más rápidamente de haberlos absorbido, como estaba previsto, pero la energía vital de los humanos hará el trabajo. Tal vez lleve más tiempo… ¡pero nada puede impedirme convertirme en un ser perfecto!

—No seas iluso. ¿Acaso te crees que voy a quedarme de brazos cruzados mientras tú haces lo que quieres?

—En absoluto. De hecho, cuento con que intentes meterte en mi camino. Lo hará todo mucho más divertido antes de que te absorba. Sí…alguien de tu poder será el alimento perfecto.

—Así que eso pretendes—Gohan seguía tranquilo. El hecho de que Cell estuviera cada vez más y más cerca no parecía preocuparlo—Pero tú mismo lo has dicho: fui yo quien acabó con los androides. No tengo pensado permitir que alguien más vuelva a amenazar el mundo. Jamás.

Cell soltó una gutural carcajada, deteniéndose a menos de un metro de distancia. Era tan alto que tenía que alzar mucho la cabeza para mirarlo.

— ¿Acaso piensas que este miserable pueblucho es el primero por el que he pasado? Oh, tal vez creas que es el tercero, teniendo en cuenta lo cerca que estamos de Estrella Naranja, donde sin lugar a duda vives. Pero te equivocas—la criatura alzó la mano, cerrándola en un enorme puño—Me he tomado el trabajo de visitar muchos pueblos y ciudades. He absorbido mucha energía. Muchísima. Que hayas podido con 17 y 18 no significa nada para mí… Y voy a demostrártelo.

Si Gohan no se hubiera apartado en el último segundo, el repugnante aguijón pardo se hubiera hundido como una daga en su pecho. Trastabilló, asombrado por lo veloz que había sido el ataque. Cuando logró enderezarse, Cell ya estaba encima de él. El monstruo se le arrojó como una enorme araña verdosa, golpeando con puños, rodillas y pies. Gohan eludió o bloqueó cada uno de los golpes, atento a lo que estos intentaban enmascarar en realidad. La larga cola se agitaba en el aire, saliendo disparada hacia él tras cada puñetazo y patada. La criatura era endemoniadamente rápida. Aun así, Gohan consiguió anticipar un aguijonazo desde arriba, apartando el rostro en el momento justo. El aguijón se clavó con fuerza en el asfalto, levantando el cemento en una lluvia de esquirlas. Entonces, en un único movimiento, Gohan pisó la cola, aplastándola contra el pavimento. Su mano surcó el aire en un potente golpe de espada, cortándola limpiamente en dos.

Cell gruñó, echándose hacia atrás. El trozo superior de su cola, aquel provisto del mortal aguijón, quedó atrapado bajo el pie de Gohan, sacudiéndose como si estuviera vivo. El joven pateó el resto del apéndice hacia un lado, encarando a su rival. Para su sorpresa, Cell estaba extrañamente tranquilo. Su cola cercenada supuraba un desagradable flujo verdoso, pero aquello no parecía incomodarlo. Gohan no tardó en entender por qué. Sin dejar de mirarlo fijamente, Cell alzó lo que le quedaba de cola, enseñándosela. Entonces, del modo más brusco y asqueroso que uno pudiera imaginarse, el apéndice se regeneró. El aguijón brotó repentinamente del muñón en un estallido verdoso, seguido al instante del resto de la cola. En un abrir y cerrar de ojos todo el apéndice se había regenerado.

Gohan retrocedió un paso, confuso.

"Eso fue como cuando el señor Piccolo…"

Ni siquiera tuvo tiempo de terminar de formular el pensamiento. Cell alzó bruscamente el brazo, con la mano abierta hacia el cielo gris. Un pequeño disco de energía adquirió forma sobre su palma, ensanchándose de golpe hacia los lados. Boquiabierto, Gohan observó como la técnica creada por Krillin salía disparada hacia su rostro.

"No puede ser…"

Tuvo que dar un torpe paso hacia atrás para quitarse del camino. Aun así, el disco de ki llegó a rasparle la mejilla, abriéndole un profundo corte en la piel. La sangre se le metió en el ojo. Gohan sacudió la cabeza, y entonces sintió el golpe. Sus ojos se abrieron de par en par cuando el puño de Cell chocó contra su estómago.

— ¡Te tengo!

La cola del monstruo saltó hacia el lado izquierdo de su abdomen, donde la falta de su brazo lo hacía más vulnerable. Pero Gohan no era ningún primerizo. Echó la cadera hacia atrás, eludiendo por apenas milímetros el aguijón. Luego, contraatacó. Su puño derecho salió disparado con todas sus fuerzas hacia el pecho de Cell. La criatura, no obstante, logró cruzar ambos brazos delante del cuerpo, conteniendo el golpe. Retrocedió, arrastrando sus pies de tres dedos por el pavimento. Cuando se detuvo, sus largas manos verdes ya estaban juntas a la altura de la cadera. Un destello de energía azulada bañó los muros de los edificios.

— ¡Kamehameha!

Gohan se quedó inmóvil de la sorpresa. Ni siquiera intentó hacerse a un lado. Con los ojos desorbitados, contempló como la onda masiva de ki rompía sobre él como una ola. El ataque barrió la calle. Una espesa nube de humo gris llenó los laterales de los edificios.

Cell bajó las manos, escrutando con ojos entrecerrados la bruma. Su gesto se alteró un poco, solo un poco, cuando un súbito estallido de energía mandó a volar el humo y el polvo en todas direcciones. De pie en el centro de la calle, rodeado de una potente aura dorada, Gohan lo observaba con ojos como brasas. Estaba ileso. Sus cabellos brillaban como el sol.

—Ya veo—reflexionó Cell—Eres capaz de transformarte, igual que Goku y Vegeta. Mmmm…por supuesto, claro que puedes. De otro modo jamás habrías logrado derrotar a 17 y a 18. Pero eso no hará ninguna diferencia.

Gohan se mantuvo en silencio unos instantes. Sus ojos claros recorrieron de pies a cabeza a aquel monstruo que se hacía llamar Cell. Cuando habló, su voz retumbó fría y amenazante en las calles vacías del pueblo.

—Puedes regenerarte del mismo modo que el señor Piccolo. Me atacaste con el Kienzan, una técnica creada por Krillin. Y luego…—la expresión de Gohan se ensombreció—El Kamehameha. La técnica que me enseñó mi padre. ¿Cómo? ¿Cómo es posible?

Cell volvió a sonreír de ese modo escalofriante.

—Supongo que sabes que el doctor Gero, el más grande científico de la Patrulla Roja, fue el responsable de la creación de 17 y 18. Aparte del objetivo primordial de contribuir a mi desarrollo, ellos tenían una única meta: asesinar a Son Goku. De hecho, todas las creaciones del doctor tenían ese objetivo. Pero yo…yo soy diferente. Gero sabía que Goku y sus amigos eran los luchadores más fuertes que el mundo había visto jamás. Por eso tomó una decisión…—Cell se señaló a sí mismo con el pulgar—Utilizando el ADN de los seres más poderosos del mundo crearía al ser más poderoso del universo.

— ¿ADN?

—Exacto. Durante años el doctor Gero recolectó muestras de tejido de Goku, Vegeta, Piccolo, Krillin, Ten Sin Han, Yamcha… Incluso de ti, Son Gohan. Esas muestras formaron parte del complejo proceso biológico que dio lugar a mi nacimiento—se llevó el dedo índice y mayor a la frente—Todos ustedes forman parte de mí.

El asco que Gohan había sentido desde que vio a aquella criatura se hizo aún más grande. ¿Esa cosa, ese asesino, contenía una parte de su padre? ¿De sus amigos? Sacudió la cabeza. Se negaba a creerlo.

— ¡Eso es imposible!

—Yo no estaría tan seguro.

Un brillo amarillento brotó entre los dedos de Cell, y entonces extendió el brazo. Un perfecto rayo de energía, rodeado de cientos de anillos concéntricos, emergió de su mano. Luego de todo lo que había visto, Gohan estaba preparado para hacer frente a lo que fuera. Sin embargo, ver la técnica de su mentor en manos de semejante monstruo lo descolocó. Se las arregló para dar un gran salto hacia arriba, escapando del ataque, pero Cell fue aún más rápido. La criatura se elevó extendiendo sus alas como un gigantesco insecto.

Si alguien hubiera estado ahí en ese momento, apenas habría llegado a vislumbrar lo que sucedió. Una mancha dorada y otra verde se entrecruzaron en el aire una y otra vez, haciendo temblar la tierra a cada impacto. Los cruces se hicieron cada vez más veloces y brutales, dibujando una verdadera red de energía en el firmamento. Entonces, algo ocurrió. La mancha verdosa salió despedida hacia el suelo con la potencia de un cañonazo. Cell se estrelló de cara contra el pavimento; su cuerpo levantó una lluvia de escombros a medida que se enterraba en el asfalto, abriendo una ancha y profunda zanja.

—No puede ser…—la criatura se arrodilló en medio del cráter, observando atónito hacia arriba—Esto no es posible… ¡No puede ser!

Gohan descendió envuelto en un chispeante torrente de energía dorada. Ya no era el mismo. Sus rasgos habían cambiado. Su cabello se veía mucho más firme y erizado que antes, con un largo mechón cayéndole entre las cejas. Su musculatura se notaba abultada incluso bajo la chaqueta de jean que vestía. Chasqueantes descargas eléctricas emergían de su aura, tan potentes que el mismo suelo se abría al ser alcanzado por la corriente. Cell se incorporó a medias, sujetándose el estómago con sus largos y afilados dedos. Regueros de sangre manaban de los múltiples cortes que cubrían su cuerpo.

—Tu energía…no puede ser… ¿Qué es esto? ¡¿Qué es esa transformación?!

Gohan lo contempló con una expresión que podría haber congelado el mismísimo infierno. Sus ojos eran más verdes e intensos que nunca.

— ¿Acaso te creíste que derrotar a los androides fue algo exento de sacrificios? ¿Qué no tuve que hacer el más grande de los esfuerzos para lograrlo? No…—Gohan lo señaló con un dedo impregnado de descargas eléctricas—Para vencer a 17 y a 18 tuve que ir más allá de mis límites. Tuve que superar lo insuperable, ¿y sabes por qué?

Cell no respondió. Abrió los brazos en una amenazadora pose de batalla, mirándolo con ojos contraídos de rabia.

— ¡Porque no podía dejar que aniquilaran a la humanidad! —exclamó Gohan, adoptando la postura defensiva que él mismo había diseñado, de perfil, con el brazo cruzado delante del cuerpo— ¡Porque no podía dejar que me quitaran aquello que más amo! ¡Y tampoco lo permitiré ahora!

— ¡Cállate!

Cell se arrojó sobre él hecho una tromba. No lo hizo a ciegas, impulsado por la ira; todo lo contrario. Dio una serie de veloces pasos en zigzag, fintando en todo momento, de modo que Gohan no pudiera anticipar por donde lo abordaría. Finalmente ejecutó un rapidísimo quiebre de cintura, saltando por su lado izquierdo con una media pirueta. Pero Gohan no estaba para juegos. Dio un suave y preciso paso al costado, ni uno más, eludiendo en ese único movimiento el puño de Cell, la patada que arrojó luego y el cuchillazo de su aguijón. Concluyó el paso inclinándose levemente, dejando que la cola pasara por encima de su cabeza, y entonces contraatacó.

Cell torció su monstruosa boca en un alarido cuando el codo de Gohan lo alcanzó. El efecto fue devastador e inmediato. Gohan lo golpeó con todo el peso del cuerpo, del suelo, desviando el ki de su aura hacia el punto de impacto.

Cell retrocedió, sujetándose el vientre con ambas manos. Tenía los ojos tan abiertos que parecían a punto de estallarle. Boqueaba. Las piernas le fallaron de repente, cayó de rodillas. Intentó levantarse, clavando las garras en el cemento, pero al instante volvió a desplomarse. Aquel repugnante flujo verdoso salió expulsado de su boca cuando se dobló para vomitar. Gohan lo observó con indiferencia, extendiendo la palma de la mano hacia él. Cell alzó sus ojos inyectados en sangre.

—Esto no debió suceder… Yo…yo debía convertirme en un ser perfecto… El más poderoso en toda la creación… Incluso sin 17 y 18, ese era mi destino… Iba a lograrlo… ¡Iba a lograrlo!

—Sí, podrías haberlo logrado—coincidió Gohan—Pero a costa de la vida de cientos, no, de miles de personas. Y yo no volveré a permitir que algo así suceda. Jamás.

— ¡Esp…!

Gohan no lo dejó terminar. Una arrolladora oleada de energía surgió de su mano, arrasando con el pavimento. Sabía que Cell tenía la capacidad de regenerarse de Piccolo, así que no dejó nada al azar. Imprimió una gigantesca presión a su ataque, la suficiente para pulverizar un cuerpo, para desmenuzarlo, para dejarlo reducido a menos que polvo. Y así fue. Cuando la bruma se disipó, lo único que quedó en la calle fue una enorme y humeante zanja, como si un gusano colosal se hubiera arrastrado por el concreto. No había ni rastro de Cell. No quedaba nada que pudiera siquiera evidenciar que alguna vez existió. ¿Unas leves motas de polvo en el aire quizá? Ya no importaba.

Gohan dejó que su aura se retirara poco a poco. Dejó que los rubios cabellos volvieran a la normalidad. Luego miró. Miró de derecha a izquierda, de izquierda a derecha, recorriendo cada centímetro de las calles de Villanueva. Las ropas lo rodeaban. Algunas incluso, las telas más livianas, caían desde el cielo, arrastradas por la brisa. El fragor de la batalla, con sus explosiones y estallidos, las había levantado en el aire. Una prenda cayó frente a él, a escasos centímetros de su pie. Era un pequeño vestido de color rosa. Gohan cerró los ojos. Bajó la cabeza.

Minutos después, horas quizás, alzó la mirada. El cielo comenzaba a despejarse. Los rayos del sol se filtraban tímidamente entre las nubes, dejando ver grandes parches de un azul celeste. En el horizonte, a lo lejos, más allá de los bajos edificios del pueblo, podía adivinarse el contorno de los rascacielos de Estrella Naranja. Gohan sonrió. Dio media vuelta.

Era hora de volver a casa.

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Estrella Naranja había sido una esplendorosa ciudad en el pasado, un asentamiento de torres y muros blancos rodeados por el verde de las plazas y los parques. Cualquiera que caminara sus calles en esos momentos, habría pensado que su versión actual distaba mucho de su antigua gloria. En casi todas las manzanas podía verse un edificio derrumbado sobre sus cimientos. Todas las calles estaban agrietadas o cubiertas de cráteres. Algunas secciones, en especial las más cercanas al centro, aún eran enormes terrenos baldíos, yermos y pelados.

Aunque la hubieran limpiado hacía años, la sangre todavía podía sentirse sobre las calles y los muros.

Pero a pesar de todo, la ciudad se había volcado de lleno en el arduo camino de la recuperación. Era el signo de los tiempos actuales. Y Gohan no podía estar mas agradecido de que así fuera. Los edificios eran levantados nuevamente, piedra por piedra. En cada esquina podía observarse a los trabajadores colaborando entre sí, con las inmensas grúas industriales de fondo, colocando las vigas en los rascacielos más altos. Las calles eran empedradas, alisadas y vueltas a pavimentar; los baldíos sostenían los cimientos de nuevas casas y edificios.

Los muertos eran honrados.

Para Gohan resultaba reconfortante ver a la humanidad unida como nunca lo había estado antes. Tal vez fuera algo circunstancial, quizás el dolor que los androides habían provocado aún era demasiado reciente; tal vez, en poco tiempo, cuando las heridas cicatrizaran por completo, el odio, la intolerancia y el egoísmo volverían a ser moneda común. Pero mientras tanto… Todavía podía soñarse con el futuro de una humanidad unida.

Cada vez que atravesaba el centro de la ciudad, Gohan se animaba a pensar que semejante sueño era posible.

Se detuvo ante el gigantesco edificio derrumbado, contemplando sus paredes cubiertas de enredaderas. La mitad inferior del rascacielos, aún unida al suelo, había sido reconstruido casi en su totalidad. Las grúas lo rodeaban como una decena de pequeños insectos, dando los últimos retoques a paredes, ventanales y al nuevo cielo raso que lo cerraba.

La mitad superior, en cambio, yacía derrumbada en medio de la calle, con las viejas hiedras y enredaderas cubriendo el hormigón y el acero. Era el único edificio que el Consejo de la ciudad no tenía planeado reconstruir. Hubiera sido algo difícil de entender para cualquier forastero, hasta ridículo incluso, tratándose de una mole tan grande atravesada justo en el centro de la ciudad, sobre una de sus principales avenidas. Sin embargo, la razón de por qué esto era así saltaba al instante a la vista.

Prácticamente cada centímetro de los muros derrumbados estaba cubierto de nombres. Nombres escritos con lápices, fibrones y bolígrafos; nombres pintados con aerosol o pintura, nombres grabados directamente en el hormigón.

Gohan se acercó al edificio, contemplando aquel triste pero bello listado. Flores de mil colores adornaban el suelo, con cientos de velas encendidas como luciérnagas entre los pétalos. Decenas de personas, arrodilladas ante los muros, oraban en silencio.

Conocía la historia. Poco después de que el mundo se animara a aceptar que los androides habían muerto, antes de que las reconstrucciones a gran escala iniciaran, la gente que decidió volver a Estrella Naranja plasmó los primeros nombres. Nombres de seres amados que encontraron la muerte a manos de los androides.

Para cuando el Consejo se formó y la restauración de la ciudad inició de verdad, ya eran miles los nombres que cubrían el viejo edificio. La decisión de dejar aquel monumento a los caídos tal y como estaba fue unánime. Gohan estaba de acuerdo. Él mismo había escrito el nombre de aquellos que ya no estaban a su lado, de aquellos que, a pesar de todo siempre lo acompañarían.

Gohan se inclinó ante el monumento, presentando sus respetos.

"Pueden descansar en paz…amigos"

A medida que uno se alejaba del centro de Estrella Naranja, las construcciones se hacían más bajas. El blanco y el gris daban paso al verde, los rascacielos, negocios y oficinas a las viviendas familiares. El Barrio Sur era una enorme zona residencial cuajada de parques y bosquecillos. Las casas bajas, de muros blancos y techos de teja roja, llenaban cada manzana. Allí la destrucción, aunque evidente aún, no era más que una vieja cicatriz.

Gohan se detuvo ante una pequeña casa de dos plantas. Una cerca blanca la separaba de la acera. Cruzó sin llamar, adentrándose al jardín frontal. Un angosto camino de grava discurría sobre el césped, flanqueado a ambos lados por prolijos canteros donde crecían tomates, papas, calabazas, cebollas y otras verduras. Sonrió al ver lo maduros que estaban los cultivos. Prácticamente todas las casas del barrio tenían pequeñas huertas como esa. Luego de incontables años de terror y hambruna, y debido a la relativa escasez que aún existía, la gente estaba verdaderamente orgullosa de poder plantar sus propios alimentos.

Al final del sendero se alzaba la puerta principal de la casa, pero Gohan no entró. Rodeó uno de los muros laterales, ingresando al jardín trasero. Allí también había un huerto. Zapallos, batatas, lechugas, ajo, acelga, remolachas, todo crecía que daba gusto a la vista. Sin embargo, había algo que llamaba aún más la atención. Un gran armazón de hierro, integrado por tres muros y un techo de barras metálicas, se alzaba al fondo del jardín. El armazón estaba cubierto en su totalidad por unas enredaderas tan gruesas que hasta parecía que un arbusto en forma de casa había emergido del suelo. Allí, entre las ramas y las hojas de la enredadera, las flores crecían.

Como siempre, Gohan sintió un dulce dolor en el pecho al verlas. Cada una de aquellas flores significaba algo, cada una estaba allí por un motivo. Claveles rojos por Mark, más conocido como Mr. Satán, y Miguel, su esposa. Jazmines anaranjados por Goku, su padre, y Chichi, su madre. Violetas por Trunks, su amigo y discípulo. Lirios de agua, de pétalos tan azules como el cielo, por Bulma. Y rosas, decenas de rosas. Blancas, rojas, rosadas, amarillas, lilas, crema. Krillin, Piccollo, Yamcha, Vegeta, Ten Sin Han, Chaozu.

Gohan bajó lentamente la mirada. Ella estaba arrodillada al pie del armazón. Sostenía una pequeña regadera entre sus manos, con la cual alimentaba unos gladiolos recién crecidos. Los pétalos eran de un profundo color amarillo. Erasa y Sharpner.

—Videl.

Ella volteó. Pese al exquisito gesto de sorpresa, la sonrisa ya asomaba en sus labios antes de que sus ojos se posaran en él.

—Gohan…

Videl se puso de pie con cierto esfuerzo. Se acercó sin dejar de mirarlo, sin dejar de sonreír.

—Han sido dos días—le dijo, tomándolo de la mano— ¿Qué tal te ha ido esta vez? ¿Encontraste a alguien?

Gohan le sostuvo la mirada, acariciando suavemente sus dedos. Por supuesto, ella no tenía modo de saber lo que en realidad había estado persiguiendo durante esos dos días. Su pregunta se refería a otra cosa.

De vez en cuando, una vez al mes al menos, Gohan salía a recorrer las zonas aledañas a la ciudad. Pese a que ya habían pasado más de tres años desde la muerte de los androides, todavía seguía habiendo gente que vivía escondida, gente que no estaba al tanto de la reconstrucción que estaba teniendo lugar en las grandes ciudades.

Gohan había encontrado a muchos en esas condiciones. Les había hablado. Había intentando convencerlos de que el horror había llegado a su fin, que podían acompañarlo a Estrella Naranja si así lo querían. A veces lo lograba.

Por supuesto, Videl había ido con él en los primeros viajes. Juntos habían encontrado a varias de aquellas personas. Lo había ayudado a convencerlas de que la locura de los androides había acabado. Pero las cosas eran diferentes ahora. Videl ya no lo acompañaba. Para entenderlo, solo bastaba con verla.

Videl se había dejado crecer un poco el cabello en el último año. Los mechones largos y lacios le caían hasta el nacimiento de la nuca, rozándole apenas los hombros. Ya no usaba las ajustadas chaquetas de piel de antaño. En ese instante vestía una holgada camiseta blanca…la cual no lograba ocultar del todo el voluminoso vientre. Gohan se acercó un poco más a ella, acariciándole con suavidad el abdomen. Ya iban casi siete meses. Podía sentir la vida moviéndose en el interior de Videl, podía sentirla dando pequeñas patadas contra la palma de su mano. Ella lo observó con dulzura. Gohan sabía que esperaba una respuesta a su pregunta. Se lo pensó un rato, concluyendo que el mundo había sido un lugar demasiado oscuro durante demasiado tiempo. No había por qué sembrar nuevas sombras.

—No—dijo, sin apartar la mirada, sin dejar de acariciarle el vientre—No he encontrado a nadie esta vez.

Acto seguido la abrazó.

No dijo nada más, simplemente la abrazó. Lo necesitaba. Necesitaba hacerlo. Porque el mundo había sido un lugar de tinieblas durante mucho, demasiado, tiempo. Porque verla lo llenaba de una alegría y unos deseos de vivir que jamás había conocido antes. Porque después de tanta soledad, de tanta muerte, tristeza, desesperación y miseria, que ambos fueran capaces de concebir vida, algo tan simple, tan maravilloso, era el más preciado de los milagros. Y Videl lo notó. Tan compenetrados estaban que notó aquello que rebullía en su interior. Apoyó el mentón sobre su hombro, entrecruzando las manos en sus espaldas.

— ¿Gohan? ¿Te encuentras bien?

Él no contestó de inmediato. Lo pensó. Lo pensó durante unos cuantos segundos. Pensó en lo que había ocurrido en Villanueva. Pensó en la terrible ambición de aquella criatura llamada Cell, en lo que había estado dispuesto a hacer con tal de alcanzarla. Pensó en los peligros y amenazas que el mundo aún podría depararles en el futuro. Y supo que había esperanza. Que no importaba lo que sucediera de ahí en más, él tenía un motivo, el más grande y poderoso de los motivos, para seguir luchando.

—Hay algo que necesito decirte, Videl.

— ¿Qué cosa?

Gohan alzó la mano, acariciándole los cabellos.

—No importa lo que pueda pasar. Yo estaré contigo. Yo te protegeré, a ti y al niño con el que la vida nos ha dado esta segunda oportunidad. Lo haré. Siempre.

Videl le sonrió como solo ella podía hacerlo. Hundió el rostro en su pecho, estrechándolo entre sus delgados brazos. Gohan cerró los ojos. Dicen que hay momentos en los que uno desearía poder detener el tiempo, fundirlo en la eternidad y perderse en él para siempre. Ese fue uno de esos momentos.

Sería Videl quien finalmente lo interrumpiera, y lo hizo del modo más hermoso que uno podría haberse imaginado.

—Pan…

Gohan se separó un poco de ella, mirándola con curiosidad.

— ¿Pan?

—Sí, Pan… Ese será su nombre.

—Pan… Es un nombre de niña.

—Así es.

— ¿Y cómo puedes estar segura de que será una niña?

—Oh, lo sé, simplemente lo sé—ella le acarició la mejilla—Lo he soñado.

—Vaya, así que un sueño—sonrió él— ¿Y cómo fue?

—Recuerdo una habitación…una habitación blanca. Tan blanca y luminosa que no podían verse las paredes. Pan estaba ahí, sentada en el suelo, jugando—lo miró, divertida—Y tú también estabas.

— ¿Sí? ¿Y cómo me veía?

—Fatal. Usabas un moño, y lentes.

Gohan soltó una risilla.

—No es mi estilo. Definitivamente era un sueño.

—Tal vez…—susurró ella—Pero la sensación que experimenté cuando vi a esa niñita, cuando corrió hacia ti y tú la alzaste entre tus brazos…fue algo sumamente poderoso. Sentí que la amaba, tanto que las emociones me desbordaron. Jamás había sentido nada así en un sueño.

Gohan la miró con un cariño infinito.

—Suena maravilloso, Videl.

Fue maravilloso. Y… ¿sabes qué?

—Dime.

—Cuando la levantaste en brazos yo me acerqué. Tú me miraste. Me sonreíste. Y luego dijiste algo.

— ¿Qué cosa?

—Dijiste…—Videl le rodeó el cuello con los brazos—Pan…

— ¡O sea que el nombre fue mi idea!

—Es una forma de verlo—dijo ella, volviendo a apoyar el rostro contra su pecho—Pan… Es un bonito nombre, ¿verdad?

—Sí…—sonrió Gohan, apoyando la mano en su vientre, sintiendo nuevamente la vida en su interior—Lo es…

Arriba, el cielo se había despejado por completo. Ni una sola de las nubes de la mañana perturbaba el firmamento. El sol brillaba sobre sus cabezas, bañando el jardín y las flores con su luz. Gohan cerró los ojos, aferrándose a Videl.

El futuro no estaba escrito.

Su victoria sobre los androides, algo que tantas y tantas veces había creído imposible, se lo había demostrado.

Había vislumbrado la luz al final del túnel, la había alcanzado, vivía en ella. A partir de ahora, el futuro sería lo que él luchara por alcanzar.

Paz.

Vida.

Amor.

Para él.

Para Videl.

Para Pan.

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Fin

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