Hello there! *Waves* One of my translations is almost over so here's the one Injoa chose for you. She's to blame if you don't like it :P
I'm kidding, I'm kidding! I really hope you enjoy it! Thanks to MrsK81 for allowing the translation for one more of her stories. You're amazing hun :D
¡Hola! *Saluda con la mano* Una de mis traducciones está casi terminada, así que aquí está la que Injoa eligió para ustedes. Ella tiene la culpa si no les gusta :P
¡Estoy bromeando, estoy bromeando! ¡Realmente espero que lo disfruten! Gracias a MrsK81 por permitir la traducción de una más de sus historias. Eres increíble cariño :D
Les recuerdo que nada es mío, los personajes pertenecen a Stephanie Meyer, y la historia a MrsK81, yo solo traduzco.
Gracias a mi compañera de armas y amiga Erica Castelo por corregir mis horrores.
Capítulo 1 – Una noche con el Cetro Real
EPOV
Privilegiado. Sí, al parecer, soy privilegiado. Suertudo y afortunado de haber nacido en esta familia. Suertudo y afortunado de vivir como lo he hecho. Suertudo, y muy afortunado de tener todo mi futuro planeado desde el instante en que fui concebido hace veintiséis años.
No era desagradecido, y no soy un bastardo egoísta que solo piensa en sí mismo por encima de todo lo demás, pero algunas veces, desearía tener la oportunidad de ser solo eso. Sabía que tenía suerte de tener una familia maravillosa que me amaba y quería lo mejor para mí, en cualquier forma que se presentara. Era solo desafortunado, que esos miembros de familia, que querían lo mejor para mí, no eran las personas a las que llamaba madre, padre, abuela, etc, etc… Esos miembros de familia que me amaban no eran los que se rehusaban a ver lo sofocante que era esta vida.
Me estaba precipitando a un futuro en el que no quería ser parte en absoluto. La mierda que me había rodeado por tanto tiempo como podía recordar, me estaba envolviendo con tanta fuerza que casi no podía respirar.
Crecer bajo el constante escrutinio había sido extraordinariamente difícil. Nunca tuve permitido comportarme como un muchacho normal, no tuve "amigos" con quién pudiera jugar fútbol o juegos de computadora. Envidié a esos chicos que dieron por sentado lo que era la mismísima esencia de la infancia.
La primera probada de libertad que experimenté vino gracias a mi inscripción en un internado. Casi olvidé quién era y durante los meses que estaba lejos de casa, no era tratado como un ser superior. Era solo Edward. Decir que fue un cambio agradable hubiera sido el eufemismo del siglo.
Estaba desesperado por permitirme tantas experiencias "normales" como pudiera. Probé con drogas de vez en cuando. Nada intenso, solo el porro de marihuana ocasional, o un toque de LSD o anfetaminas en una de las fiestas épicas de las noches de los viernes. Disfruté de la compañía de chica tras chica, sin importarme las repercusiones de mis acciones. Sabía que nada saldría a la luz, incluso cuando un estudiante trató de vender cualquiera de las incontables historias disponibles, porque Gran Perra (1) haría que la enterraran más rápido que una ardilla ocultando sus nueces.
Odiaba la rienda que siempre me restringía, y forcejeaban contra ella en cualquier oportunidad que tenía. Mi padre había tratado de sacarme de la escuela en más de una ocasión, pero de nuevo la Gran Perra intervino. Le advirtió que removerme de la escuela solo haría que surgieran más preguntas, de modo que se me permitió quedarme. Esa fue la única vez que me sentí agradecido hacia la mujer que podría competir con la Bruja Blanca de Narnia en la categoría de la actitud más fría.
Creo que mis padres asumieron que una vez que saliera de la escuela me calmaría de alguna forma. Pero eso nunca pasó. Después de que terminé mi orientación vocacional en Eton, pasé a la universidad. Ahí continué viviendo como quería y solo avivó mi deseo de una vida normal.
Mi comportamiento empeoró, y terminé en el hospital con una pierna rota y varias costillas fracturadas, después de una experiencia realmente terrible con una de las drogas ya mencionadas. Me había estado tropezando varias veces, estaba convencido que estaba siendo perseguido por conejos asesinos y me caí por un tramo de escaleras.
Aunque mi accidente no pudo ser mantenido en secreto, la razón detrás de ello por supuesto que lo fue. Se culpó a un poco de exceso de alcohol, y se encubrió cuanto fue posible. Dejé que decayera mi atención en la escuela y apenas si logré aprobar para recibir mi diploma. No me importó. ¿Para qué lo necesitaría de todos modos? La universidad solo era otra forma de dirigir mi propia vida. Un título de historia de las artes no haría gran diferencia en la vida que pronto tendría que acoger.
Sintiendo que me estaba convirtiendo en un rebelde, asesores superiores de nuestra familia sugirieron que pasara algo de tiempo con mi tía Esme y mi tío Carlisle. Yo estaba encantado, siempre había tenido una buena relación con mis primos Emmett y Alice y la idea de poder vivir con ellos por un tiempo parecía perfecto.
Esme y mi madre, Elizabeth, eran hermanas. Sin embargo, fue siempre a Esme a quién vi como una figura materna. Me cubrió de afecto a lo largo de mi vida y con toda honestidad, la amaba más que a la mujer que tenía que llamar madre.
Era lo mismo con Carlisle, mientras experimentaba con mujeres y sustancias ilícitas, él me había ofrecido consejo. Nunca diciéndome lo que debía o no debía hacer. Sabía que lo iba hacer de todos modos, de modo que simplemente me advirtió de los efectos secundarios de las drogas y me ayudó cuando decidí que era suficiente. También me dio la charla de sexo entre padre e hijo y me proporcionó, aunque resultó bastante embarazoso, con lo que pareció ser un interminable abastecimiento de condones.
A diferencia de mis padres, Esme y Carlisle estaban juntos por amor. Cada uno veneraba el suelo que el otro pisaba y era conmovedor de ver.
Por otro lado, mi madre y mi padre, habían sido 'alentados' a unirse por la Gran Perra, ¿y quién podía negarse a ella? De modo que, veintinueve años después, siguen casados. Son tan felices como pudiera esperarse considerando que ninguno de ellos quería casarse con el otro. Con los años, han desarrollado una relación que era respetuosa pero no amorosa. Ni una sola vez había visto que intercambiaran un gesto íntimo o mirada de afecto.
Sabía que eso era lo que me esperaba, y me asustaba más que nada en el mundo. El no ser capaz de elegir una chica con la que yo quisiera casarme. No que alguna vez hubiese habido alguien a quién mirara de esa forma, pero aun así, saber que esa opción estaría fuera de mis manos era como una buena patada en las bolas.
Pasé tres años con Esme y Carlisle y mis primos. Fueron los mejores tres años de mi vida. Carlisle era un doctor, manejaba su propio consultorio privado en su hogar en Hertfordshire y a menudo me invitaba a ayudar como voluntario. Siempre se refería a mí como un 'estudiante' y por algún milagro, ninguna persona me reconoció. Probablemente porque, la mayoría de los pacientes de Carlisle eran mujeres mayores que apenas si podían ver más allá de su nariz.
Durante mi tiempo con Esme y Carlisle, todavía tuve que hacer una aparición o dos en varios eventos familiares. Por lo general eran funciones de caridad. Cada una tan aburrida que entumecía mi mente, y si no hubiera sido por el constante suministro de alcohol, dudaba que hubiese conseguido sobrevivir a una sola.
Todavía necesitaba seguridad, era demasiado importante para siquiera arriesgarme a ser secuestrado, asesinado o cualquier otra cosa. (Aunque, ocasionalmente esas situaciones sonaban más atrayentes que regresar a casa.) Por lo que el jefe de mi equipo de seguridad, Peter, siempre estaba a mi lado. Había trabajado para la "familia" por años y sentía el más profundo respeto por él. Estaba en la etapa final de su profesión, de modo que parecía más apropiado para él trabajar con la persona que evitaba tantos compromisos públicos como fuera posible.
Aunque nunca lo hablamos, tenía la impresión de que él sabía lo mucho que resentía mi vida y ni una sola vez juzgó mi comportamiento o actitud. Por esa razón, él se había abierto un camino en el círculo muy unido de personas con las que me rodeaba.
También había reclutado a Emmett para actuar como mi número dos. Siempre que Peter estaba fuera de su horario de trabajo, Emmett se quedaba a cargo. Estaba contento con este arreglo, se sentía más como si socializara con mi mejor amigo y lo añadí como un miembro permanente de mi equipo cuando al fin tuve que despedirme de este capítulo de mi vida.
La confianza era un problema para mí. Además de mi familia adoptiva, solo podía contar con una mano el número de personas en las que tenía algo de confianza. Estaba mi hermano James, por supuesto. Luego estaba Peter, Sam—mi conductor cuando estaba en Londres—y Tanya.
Tanya era la única que no era parte de la familia a la que de verdad le tenía cariño. No de la forma "Quiero casarme contigo", sino simplemente como una amiga. Era alguien que me conocía de la cabeza a los pies. Había confiado en ella una y otra vez, y ni una sola vez traicionó esa confianza. Hablamos todos los días y cuando regresé a casa era una visitante constante en mi departamento.
Básicamente, Tanya era mi esposa profesional; organizaba mi seguridad, mi agenda y todo lo demás que necesitara. Hacía todo lo que podía por adaptarse a mi comportamiento difícil, pero no vacilaría en indicarme si cruzaba la línea en lo que se refiere a mi comportamiento.
Estaba de nuevo en una de las suites de invitados en la casa de mis abuelos, rodeado de personas a las que se les pagaba por lamer mis botas todo el día de cada día y poco a poco me estaba volviendo loco. Esta noche iba a asistir a un evento 'especial'.
La Gran Perra y el abuelo estaban celebrando sus sesenta años de matrimonio. Tuve que preguntarme cómo lo había hecho. Yo no hubiese durado ni sesenta segundos con ella. Probablemente sería la primera persona en mi familia en ser encarcelada por asesinato.
La fiesta iba a ser aquí. En una de sus casas y cualquiera que fuera alguien había sido invitado. Ellos no tienen "amigos" que vendrían a celebrar—para ser justos, la mayoría de sus amigos habían expirado hace años mientras la Gran-Perra parecía acercarse velozmente a la inmortalidad. Aquellos presentes esta noche eran solo conocidos, todos aquellos demasiado ansiosos por unirse a la lista de los lamebotas.
Será deprimente, la mayoría de los presentes que no estuvieran besando el trasero de la Gran-Perra, en vez de eso, estarían sentados como si tuvieran un atizador caliente metido en su trasero.
Le eché un vistazo a los trajes de tres piezas que habían sido elegidos de mi armario. Sí, lo escuchaste bien. Tenía veintiséis años y todavía necesitaba que eligieran mi ropa como un infante. Negro, aburrido e insulso. Eso casi resume mi vida.
"Toc, toc."
Levanté la vista para ver una cabeza de cabello rubio asomándose por la puerta.
"Wow, Eduardo, ¿quién se murió?" Mi hermano, James, me sonrió con suficiencia antes de entrar a mi habitación.
"Yo," dije con ironía. "¿En serio no le temes a esta maldita fiesta?" Le levanté una ceja en disgusto.
Se echó a reír, con tanta libertad que dolió un poco. "No, tengo un buen amigo allá abajo."
"¿Quién?
"Dom," vio mi expresión de frustración y falló en darse cuenta que no estaba de humor para juegos, "Pérignon—seguramente ustedes dos se han conocido anteriormente."
Sacudí mi cabeza y traté de no sonreír al escuchar su tonta broma. Dios, lo que hubiese dado por intercambiar lugares con mi hermano. Solo había dieciocho meses entre nosotros y supongo que habíamos sido el único amigo del otro al crecer.
Dieciocho meses. No era nada, ¿verdad? Aun así, su vida y la mía eran completamente diferentes. Él era más o menos libre de hacer lo que decidiera.
Sí, tenía que mantener cierta respetabilidad, pero su mapa de la vida tenía muchas rutas alternas que él podía elegir en cualquier momento.
Wow Edward, ¿así o más miserable?
"Será mejor que te pongas tu traje, Ed. Papá nos quiere en el salón de baile en diez minutos," James me advirtió y luego volvió a salir.
Me vestí robóticamente, echándome un vistazo rápido en el espejo y sonreí. Mi cabello tenía su acostumbrado estilo caótico y no hice nada por aplacarlo. Esta era un área de mi vida que controlaba por completo y sabía que volvía loca a la Gran-Perra. Puede que incluso lo haya alborotado un poco más antes de que dejara la habitación, no que lo hubiera hecho a propósito, por supuesto. No nos gustaría generar antagonismo con la vieja bruja y darle una embolia o algo así, ¿verdad?
James estaba esperando afuera, recargado contra la pared, su acostumbrada sonrisa de suficiencia pintada en su rostro. Ninguno de los dos era particularmente bien portado. A pesar de la educación que habíamos recibido, los dos habíamos pasado demasiado tiempo en compañía de Emmett Cullen y llegamos a acostumbrarnos a algunas de sus costumbres más "divertidas".
La única ventaja de estar en esta casa era la seguridad que ofrecía. Básicamente, era una fortaleza y una vez dentro, no necesitaba escolta, no tenía una sombra detrás de mí cada vez que me daba la vuelta. Emmett estaría en el salón principal, pretendiendo trabajar por supuesto. En realidad, solo estaría sacando provecho del champán gratis y las mujeres bonitas que estarían trabajando como meseras.
James y yo caminamos lentamente hacia el salón de baile, se estaba quejando de la erección incontrolable que estaba experimentando, y tuve que estar de acuerdo con él. No había tenido la compañía de una mujer desde que terminé la breve relación con la que me alentaban a elegir como mi esposa.
Desde que regresé a vivir a Londres, se me ha presentado (por octava vez he de admitir), a Katharine Charles-Tanner, o Kate, para aquellos que la conocían mejor. Era una mujer atractiva con largo cabello rubio, ojos azules y piernas que parecían no tener fin.
Kate, era la hija de Lord Alistair Charles-Tanner y su esposa Irina. Un par de trepadores aristócratas, a quienes nada más les hubiera gustado que ver a su querida hija como mi esposa. Habían gastado cientos de miles de libras embelleciendo a Kate, asegurándose de que asistiera a las mejores escuelas, universidad y eventos sociales. Invirtieron mucho en las organizaciones benéficas en las que la Gran Perra estaba involucrada y sus esfuerzos funcionaron. Se nos forzó a estar juntos con la esperanza de que finalmente madurara y actuara como debería hacerlo alguien de mi posición.
Permití que las cosas continuaran por seis meses o algo así y Kate parecía más que feliz con nuestro arreglo casual. Pero me cansé de la charada y terminé la relación, lo que provocó uno de las dos violentas discusiones entre mi padre y yo.
Al acercarnos al salón escuché que James murmuró sarcásticamente, "Papá se ve de buen humor."
Frente a las puertas del lugar, estaban mis padres. Mi padre se paseaba ansioso de un lado al otro, enojado, impaciente… Tan pronto nos vio se detuvo y sacudió su cabeza.
"Llegan tarde," ladró y luego hizo un gesto hacia el salón. "Todos están esperando, ahora, vamos."
Nos hicieron pasar a través de las enormes puertas hacia el abarrotado salón. Todos estaban de pie y tomaron nota de nuestra presencia al dirigirnos hacia la mesa. Era patético, toda mi familia y todo lo que representaba era viejo, anticuado y aburrido.
Me senté primero, en vez de esperar a que mis padres tomaran sus lugares, como debería haber hecho. Eso me ganó una mirada furiosa de mi querido padre pero lo ignoré y ondeé mi copa en el aire para la mesera que sabía se dirigiría a mi posición en seguida.
"Su alteza," escuché a una mujer susurrar pero no levanté la vista mientras llenaba mi copa.
En mi interior estaba haciendo una mueca. Odiaba que se dirigieran a mí de esa forma, pero no era simplemente Edward. Era el jodido príncipe Edward entre muchos otros títulos, todos los que me hacían sentir asco.
Mi padre era S.A.R. (2) Príncipe Edward, mi Gran Perra era nada menos que la reina Elizabeth y yo era el tercero en la línea del trono. Un día sería el rey de Inglaterra.
¡Ven, les dije que mi vida estaba jodida!
BPOV
"Vamos, Bells. Por favoooooooor, ven con nosotros. Va a ser muy divertido. Podemos hacer turismo y comprar durante el día e ir de fiesta por las noches. Solo un año, solo eso estamos planeando, y luego puedes volver a tu fantástico Forks," Jessica lloriqueó como nadie que hubiese conocido en mi vida.
Después que mis otras dos mejores amigas fallaran en convencerme de tomarme un año sabático y escaparme a Inglaterra, habían revelado su arma secreta—Jessica jodida Stanley.
Tenía cabello largo rizado, era tan pequeña como una muñeca, y tenía el poder absoluto de persuadir a cualquiera a hacer lo que sea que ella quisiera. Más que nada porque ese lloriqueo en su voz te volvía lo suficientemente loco como para acceder a lo que sea, solo para callarla.
Malditas amigas. Pero amo a mis tres chicas y la idea de pasar un año escapando de la realidad no parece tan malo; así que accedí a ir con ellas.
Me negué a tener algo que ver con la planeación. Quería disfrutar del viaje y obsesionarme con cada pequeño detalle solo me daría maldito estrés, así que metí la cabeza en la arena y dejé que Rose, Angela y Jessica arreglaran todo.
Ese fue mi primer error.
Había tomado "prestado" de mis ahorros para el vuelo, pero estaba demasiado emocionada con el prospecto de irme sin ninguna preocupación para siquiera considerar cómo íbamos a financiar este largo viaje de un año de turismo, compras y fiestas en la capital de Inglaterra.
¿La renta? Sí, mejor no hablemos de eso. ¿El precio de la comida? Sí, será mejor que tampoco lo menciones, y en cuanto al precio de la cerveza. Bueno, ahora de verdad entiendo la obsesión que algunos estudiantes tienen de coleccionar botellas vacías de cerveza. Las malditas cosas cuestas demasiado para tirarlas a la basura.
Así que, como sea, dejando las quejas a un lado. Hemos estado en el encantador Londres por dieciocho semanas y tres días. Dieciocho semanas y tres días desde que dejé mi hogar en el agujero de mierda constantemente nublado y lluvioso de Forks. Había dejado a mis divorciados madre y padre en el aeropuerto, enredados en otro argumento sobre mi crianza.
Mi padre, Charlie, el honorable jefe de policía del antes mencionado agujero de mierda, estaba totalmente decepcionado de mi decisión de abordar el gran pájaro en el cielo y dirigirme hacia nuevos pastos. Al parecer, yo no reconocía los tiempos económicamente difíciles que actualmente estábamos experimentando, y que tenía que empezar a planear para el futuro.
"Sabes que el dinero no crece en los árboles, Bells. Si no encuentras un trabajo ahora, ¿cómo conseguirás subsistir en el futuro?"
Sí, sí, sigue contándote esa pequeña historia papá. Ponla en una botella, paténtala y boom, la cura instantánea para la insomnio. No más problemas financieros—jamás. Joder, soy inteligente.
Entonces, ¿dónde estábamos? Oh sí, papá estaba cabreado. Mi madre por el contrario, estaba jodidamente exultante. Después de años de preocuparse constantemente que me fuera a convertir en un cuadrado como mi padre, de pronto me estaba imaginando con una guirnalda de margaritas en mi cabeza, conduciendo una vieja combi Volkswagen, decorada con colores psicodélicos y un asiento para dos, mientras esperaba que Woodstock (3) volviera otra vez.
Honestamente pensé que si hubiese pasado la última parte de mi infancia con ella, me estaría preparando para cambiar mi nombre por Moonbeam Lotalove (4), caminando por ahí con un porro en mi oreja y mis dedos fijos en la señal de la paz. Si no lo has adivinado todavía, mi madre era una hippie al límite.
Muy bien, así que dejamos a nuestros respectivos padres en el aeropuerto, llorando y diciéndonos que fuéramos cuidadosas, responsables, bla, bla, bla. Por supuesto, escuchamos responsablemente y luego, tan pronto como estuvimos fuera de su vista, empezamos a cantar Break Out de Swing out Sister.
Nos familiarizamos con las cervezas británicas en la terminal, y luego en vuelo de conexión en NuevaYork, luego en la terminal del aeropuerto Newark y luego en el último tramo hacia Heathrow.
Molestamos a una pareja mayor que estaba sentada detrás de nosotros y se estaban quejando constantemente de nosotros con la asistente de vuelo. Pero gracias a los bastante halagadores melones y sexies "abrazaderas" (5) de Rosalie, el hombre envejecido nos aseguró que divertirse era seno… uh, quiero decir bueno. Sí, era un viejo verde pervertido, pero, su mirada lasciva significó que pudiéramos gritar que se estaba viendo a Rose como un objeto sexual, y afortunadamente logramos evadir un encuentro prematuro con la ley después de aterrizar. Tan pronto como recuperamos nuestro equipaje salimos al encantador clima inglés.
"¿Lluvia? ¿Maldita lluvia de mierda? Dejamos Forks porque estábamos hartas de mojarnos, y ahora llegamos aquí y, ¿adivinen qué? Sí, Rose, nos estamos mojando," Jessica gruñó. "Mi puto cabello es dos veces más grande de cuando dejamos el avión."
Pero, queríamos acoger a Londres y toda su magnificencia. Así que mantuvimos la cabeza en alto y nos empapamos. ¿Nuestra primera experiencia con la magnificencia? Ser timadas por un taxista que nos llevó por el camino más largo posible a nuestro hostal, y luego nos cobró una obscena cantidad de dinero por el honor.
"Aquí estamos, encantos." Nos guiñó un ojo al detenerse afuera de una casa destartalada en una calle bastante dudosa.
Tomó el dinero y salió a toda velocidad para timar a su siguiente víctima incauta—bastardo.
"De ninguna jodida manera. Mira ese lugar, Rose, no podemos quedarnos aquí," le susurré y asintió, sin apartar los ojos de una extraña mancha marrón en medio de la puerta principal.
Sin querer entrar en la casa, nos quedamos en la calle. Nuestro equipaje de un vivo color rosa y con flores nos atrajo algo de atención indeseada. De modo que nos enfrentamos con la decisión de, quedarnos en la calle y confrontar a los escalofriantes hijos de puta que ahora estaban avanzando a nuestra posición, o atrevernos a entrar a la casa del infierno.
Basta decir, que elegimos la vida.
Para ser honestos, el hostal en el que nos estábamos quedando no era una fachada para el tráfico de personas o algún establecimiento masoquista, que vendiera a sus huéspedes para una ordinaria experiencia de tortura o desmembramiento.
No nos quedamos ahí por mucho tiempo, solo había sido una solución a corto plazo cuando llegamos y logramos encontrar un departamento para rentar después de unos días. Gracias a nuestros padres, teníamos suficiente dinero para cubrir la renta por seis meses.
O eso pensamos.
En Forks, dos mil dólares al mes te hubieran asegurado un buen lugar, pero no mucho en Londres. En lugar de un penthouse en Mayfair con vistas panorámicas de la maravillosa ciudad; estábamos refugiadas en un departamento de dos recámaras, otro puto agujero de mierda. Estaba ubicado en la calle menos parecida a Londres en la ciudad y era un buen viaje de treinta minutos en el metro para llegar a cualquier lugar que valiera la pena de ver.
La segunda vez que nos timaron en la ciudad, fue cuando tuvimos que pagar un depósito de otros dos mil dólares por rentar el lugar. Dos mil dólares por algo que ni siquiera se vendería por esa cantidad.
Las cortinas eran marrones, llenas de agujeros y olían a viejo y humedad. Las alfombras marrones estaban tan desgastadas que tenían agujeros en algunas partes—las partes que no lo estaban te hacían desear que lo estuvieran, y las paredes eran marrones y manchadas. Sí, a nuestro arrendador parecía gustarle el marrón. No los maravillosos marrones chocolate, sino en vez de eso, se había decidido por el menos atrayente, mojón de perro marrón.
Aunque al menos tenemos buenos vecinos, ¿cierto? Falso. Estábamos atrapadas entre otros dos departamentos. Encima de nosotros estaba una pareja casada que parecía odiarse el uno al otro; a juzgar por la parva de "jodido idiota", "perra del infierno", "maldito bastardo ignorante" y "gorda puta floja" que se filtraba a nuestro piso.
Flotando hacia arriba, cortesía de Jake y Seth en el departamento de abajo, estaba el constante aroma a hierba. Estos tipos fumaban, cocinaban, sembraban y vivían para todas las cosas relacionadas con la marihuana. Para darte un ejemplo; busca en Google a Toallita de South Park y listo. Eran chicos realmente buenos; pero dado que se habían fumado la mitad de sus neuronas, en realidad no eran los mejores conversadores.
Me habían traído aquí con la promesa que pasaríamos nuestros días haciendo turismo, visitando Tower Bridge, Westminster Abbey y por supuesto, La Meca para nosotros las chicas—Harrods. Sí, también estábamos equivocadas respecto a eso. A fin de cubrir la renta, comida, viaje y el alcohol, todas tendríamos que rompernos el trasero trabajando.
Angela se quedó cerca de casa y tomó un trabajo en McDonald's y siempre que teníamos poco dinero, podíamos sacar provecho de muchos almuerzos furtivos gratis. La bonita, delgada y escultural Rosalie consiguió un trabajo como "promotora". Básicamente, tenía que atraer a la gente a varias tiendas, clubs y exhibiciones. Fácil para ella; con un movimiento rápido de su hermoso cabello rubio o un parpadeo de esos ojos perfectamente maquillados, y cualquiera sería masilla en sus manos. Sin embargo, para nuestra diversión, nadie veía sus atributos, gracias al abastecimiento interminable de disfraces ridículos que tenía que usar. Hasta ahora, había sido Minnie Mouse, Barney, Bob el Constructor e incluso Pie Grande.
Para su consternación, y nuestra gran diversión, nos aseguramos que cada uno de los disfraces quedara capturado en una foto, algo con qué avergonzarla en futuras celebraciones de cumpleaños.
Jessica y yo trabajábamos juntas. Atendíamos mesas en un restaurante muy agradable en el corazón de Soho. Se llamaba Volturi's y lo manejaban la pareja más fabulosa que alguna vez hubiese conocido.
Aro y Marcus eran nacidos y criados en Italia. Se habían mudado aquí hace veinte años para iniciar una nueva vida. Abrieron Volturi's y primero, concentraron todos sus esfuerzos en hacerlo un éxito. Se convirtió rápidamente en uno de los restaurantes más cotizados en Londres, y usando las ganancias, habían iniciado una segunda aventura. Servicios de Catering Caius, se encargaba del catering de las funciones más sorprendentes, en los lugares más espectaculares.
Todos los empleados de confianza en Volturi's que tenían tiempo libre, se les daba primero la opción de cubrir las funciones, y nadie JAMÁS rechazaba esas. En el poco tiempo que había trabajado aquí, conocí a algunos de las personas más famosas del planeta; Sir Elton John, Posh Spice y Becks, (Noticia de última hora: Posh Spice de verdad se comió un brote de soya – ¡Doy testimonio de ello!), RPatz y KStew (definitivamente una pareja – los amigos no tienen sus manos en lugares donde estos dos las tenían), Justin Timberlake y Paris Hilton, (de acuerdo, ya sé que es mucho decir de esa última).
Esta noche, Jessica y yo vamos a hacer otro turno de horas extras, pero esta noche va a ser el más emocionante, estresante e increíble trabajo de todos. Para este trabajo, tuvimos que probar que nuestras visas de trabajo y pasaportes eran legales y estaban al corriente. Nos tuvieron que hacer investigación de antecedentes para probar que no éramos maniáticas homicidas, y luego tuvimos que someternos a dos horas de entrenamiento adicional. Nos dijeron cómo dirigirnos correctamente a esos VIP que estarían presentes, y tuvimos que ensayar haciendo reverencias una y otra vez.
A cada uno se nos designó una mesa para trabajar y nos tuvimos que aprender los nombres de los invitados en esa mesa en particular. ¿Por qué todo el esfuerzo?
¡Oh sí, olvidé mencionar que esta parte se haría en el puto Palacio de Buckingham!
Será mejor que vigiles tu boca sucia, Bella.
EPOV
"¿Cuánto tiempo tiene que pasar hasta que mi partida se pueda considerar aceptable?" Me incliné y le siseé a Tanya al oído.
Puso sus ojos en blanco. "Ni siquiera lo pienses, Edward. Créeme, tan pronto como terminen las formalidades, tus padres y abuelos se irán. Entonces, podrás divertirte, ¿verdad?" Echó un vistazo en dirección a James, que estaba coqueteando descaradamente con una chica en la mesa de a un lado. "¿No puedes ser más como tu hermano?"
"Voy a dejarle a él lo de socializar. Esta noche de verdad no estoy de humor, Tanya." Me tomé de un trago otra copa de champán, ignorando la mirada de reproche que mi padre me estaba dando.
"Damas y Caballeros. Por favor, de pie para recibir a la S.A.R. reina Elizabeth y S.A.R. príncipe Anthony." Todo el salón se puso rápidamente de pie y yo gemí antes de hacerlo. Mis abuelos caminaron por el lugar tan veloz y gallardamente posible para cualquier persona de ochenta años.
Por fin, después de que la ronda de aplausos aparentemente interminable terminó. La arpía Liz se dirigió a la sala y dio gracias a los invitados por años de apoyo, y declaró que era un honor tener tantos amigos para compartir esta noche especial con ellos.
Dejé de escuchar y recorrí la habitación perezosamente con la vista. Todas las personas se veían fascinadas con la presencia de la Gran Perra y era repugnante, pero una persona llamó mi atención. A medida que fluía el discurso, una de las camareras no estaba prestando atención. Parecía estar haciendo lo mismo que yo, mirando alrededor a la repugnante escena, al parecer poco impresionada por todo, y juro que en realidad sacudió la cabeza. Una expresión de incredulidad en su rostro absolutamente hermoso.
Cuando el discurso terminó, me volví a sentar en seguida, una vez más sin esperar que el aplauso disminuyera. Mis ojos deambularon de nuevo hacia la chica, ahora estaba recolectando bandejas de hors d'oveuvres (6) para servir a los invitados.
Había sido certero con mi primero pensamiento. Hermosa. Su cabello largo castaño estaba atado hacia atrás en una cola de caballo. Tenía una figura pequeña, su delgada cintura solo se acentuaba por el uniforme que traía puesto. Una blusa blanca y un chaleco negro entallado encima, con una falda negra hasta las rodillas y zapatos negros de piso. Definitivamente no lo más elegante, pero era insignificante, porque entre más la veía, menos podía apartar la mirada de ella. La observé con la esperanza de que fuera asignada a nuestra mesa. Pero, no fue así. Fruncí el ceño cuando caminó hacia otra sección del salón.
Cuando miré de nuevo a Tanya, sonreía satisfecha. "De todas las mujeres solteras en el salón, que sin duda estarán deseándote o a tu hermano, y tú, Edward, pareces estar fascinado con una camarera."
La ignoré y piqué de los aperitivos que nos estaban sirviendo. Siempre se podría confiar en mi padre para sacar un tema, sin importar dónde estuviéramos. Esta noche no fue la excepción.
"Entonces, Edward, ¿cuándo podemos esperar que te comprometas a tiempo completo con tus responsabilidades?" Me miró expectante. "No puedes ocultarte para siempre en tu departamento. Tienes un deber que mantener."
"Por favor, ¿podemos dejar pasar esta noche sin discutir eso?" Pasé las manos por mi cabello y tiré de él en frustración. "Se supone que está sea una celebración."
"Tal parece, que eventos como este son las únicas ocasiones en que te veo, Edward. Este asunto se tiene que tratar tarde o temprano." Desechó la conversación con un movimiento rápido de su mano y volvió su atención a alguien más en la mesa.
"Por favor, querido. Trata de considerar lo importante que es esto para tu familia." Ahora era el turno de mi madre para pelear las batallas de mi padre. "Tu ausencia solo pone más presión en los hombros de tu hermano."
"No, madre. Déjame fuera de esto, por favor. Sabes que no tengo problema con hacerme cargo de las responsabilidades de Edward." Me dio una sonrisa reconfortante y luego me guiñó un ojo. "Además, encuentro que es una forma excelente de asediar a mujeres incautas."
Me eché a reír y mi madre suspiró en descontento, pero su comentario mató la conversación y ella cambió de tema.
Dejé de escucharla e incapaz de resistirme, miré alrededor del salón moviéndome en mi silla intencionalmente para ver detrás de mí. La chica estaba sirviendo una de las mesas más lejanas, estaba sonriendo mientras servía, pero podía darme cuenta desde aquí, que su expresión era forzada.
Si cualquiera viera mi posición, sería bastante obvio que la miraba descaradamente. Pero no me molestaba en lo más mínimo, y continué observándola por varios minutos.
"Por amor de Dios," escuché que Tanya murmuró bajo su aliento, antes de excusarse de la mesa.
La vi acercarse a un hombre de apariencia muy extravagante, en un muy cuestionable traje de color berenjena. Tan pronto como la vio, esbozó una enorme sonrisa y la abrazó como una vieja amiga. Podía ver una sonrisa plantada en el rostro de ella al hablar y los ojos del hombre se movieron rápidamente en mi dirección. Asintió con entusiasmo y luego casi se alejó danzando.
"De nada." Tanya se rio al reincorporarse a nuestra mesa.
Esperé a que dijera más, pero no lo hizo. Me encogí de hombros sin darle importancia a su comentario y traté de encontrar otra vez a mi chica.
¿Mi chica? ¿Qué fue eso?
Pero no estaba en la mesa y no pude verla por ningún otra parte en el salón. Suspiré y me conformé con imaginarla en mi cabeza. Estuve perdido en mis pensamientos por un rato, cuando una bonita fragancia floral pasó por mi nariz.
"¿Champán, alteza?"
Levanté la vista; esta voz era diferente a los acostumbrados acentos forzados que escuchaba todos los días. Esta voz era cálida, dulce y americana. Era mi chica. Increíblemente, de cerca, era incluso más hermosa. De hecho, bella era una palabra más apropiada.
Sus labios eran llenos y rosados, pero el labio inferior tenía una pequeña cresta en el centro. Al subir la mirada lentamente a sus ojos, vi un rubor barrer sus mejillas, y entonces me encontré mirando a un par de grandes ojos castaños, tan cautivantes que no podía apartar la mirada.
El rubor en sus mejillas se intensificó y me di cuenta que estaba esperando mi respuesta. Mi descarada mirada lujuriosa fue notada por todos en la mesa y me sentí extremadamente tímido.
"Oh… sí… sí, gracias," tartamudeé y bajé mis ojos a la mesa.
Ella volvió a llenar mi copa responsablemente y luego se movió alrededor de la mesa. La misma sonrisa forzada fija en su rostro.
"¿Disculpa?" Tanya habló. "Simplemente adoro ese dije. Nunca había visto nada parecido."
Levanté la vista al instante para ver el cuello de la chica. Los botones superiores de su blusa estaban abiertos, revelando piel blanca y cremosa, y un collar bastante singular. Era un intrincado nudo de vidrio entrelazado que lanzaba destellos de luz en todas direcciones. Me fascinó casi tanto como sus ojos.
Vi que los dedos de la chica delinearon la cadena y el dije. "Gracias. Fue un regalo de mi madre allá en casa."
"¿Allá en casa?" Tanya insistió, "¿Eres originaria de América?" Estaba sonriendo como si la chica fuera una vieja amiga.
"Sí. Soy de Washington." Podía ver que estaba incómoda. Claramente dividida entre ser cortés, pero ansiosa por continuar con su trabajo.
"¿Qué te trajo a Londres?" Tanya continuó pero ella nunca tuvo la oportunidad de responder.
"Tanya. Deja que la joven trabaje," mi papá dijo con brusquedad. "No estamos aquí para conversar con el personal."
Le hizo un ademán a la chica para que continuara y Tanya la miró a forma de disculpa.
"En serio, no había ninguna necesidad de actuar de esa forma," murmuré, totalmente avergonzado con su arrebato. No quería que asumiera que yo era igual que mi padre.
"Basta, Edward," mi madre me advirtió. Su rostro tenso y sus labios fruncidos.
Tomé otro largo trago y luego le hice señas a la chica para que se volviera a acercar. "Probablemente deberías permanecer cerca. Tengo la intención de consumir una gran cantidad de eso." Entrecerré mis ojos en dirección a mi padre y luego le sonreí a la chica.
Me devolvió la sonrisa, pero se había ido la expresión forzada. Ahora estaba realmente sonriendo, todo su rostro se iluminó y si fuera posible, se veía aún más increíble.
Asintiendo con cortesía añadió, "Por supuesto, alteza."
Sacudí mi cabeza. "Edward. Por favor."
Un fuerte golpe sobre la mesa hizo que todos se sobresaltaran y provocó que se sacudieran las copas en la mesa.
"Edward no," mi padre dijo furioso y fulminó a la chica con la mirada. "Te dirigirás a él correctamente, ¿entendido?" Su puño seguía apretado encima de la mesa.
"Sí, alteza." La chica mordió su labio inferior, explicando la prominente cresta que había notado momentos antes.
Pensé que era mejor permitir que se calmara, así que le pedí que llenara de nuevo mi copa y luego la dejé continuar en silencio.
A medida que progresaba la noche, las otras mesas empezaron animarse. La nuestra, por el contrario, permaneció callada. La risa jovial en el lugar hizo poco para elevar nuestros espíritus y solo puso de relieve la tensión entre mi padre y yo.
Por algún pequeño milagro, tan pronto como la Gran Perra se fue, mis padres siguieron su ejemplo. Las luces se atenuaron, la música empezó a tocar y la verdadera fiesta empezó.
Busqué en seguida a la chica, pero parecía haber desaparecido otra vez. Esperé, revisando cada centímetro del salón, sin ningún resultado.
Maldición.
"Aro, querido. Por favor, ven a sentarte con nosotros." Tanya volvió a saludar al hombre con el traje berenjena, y palmeo una silla vacía junto a ella.
"Grazie, Tanya." Lanzó su cabello negro por encima de su hombro y se sentó como una verdadera diva.
"Este es un evento maravilloso, Aro," Tanya canturreó. "Pero me temo que Edward está un poco decepcionado. Parece que nos hace falta una jovencita bastante atractiva."
Aro se echó a reír. "Oh, por favor, no se preocupe, alteza. Volverá." Hizo una pausa, mirándome nervioso. "Isabella solo está tomando aire. Estaba extremadamente caliente."
Su énfasis en caliente fue ineludible y James se echó a reír. "Estoy de acuerdo."
Sin pensármelo dos veces me puse de pie, ignorando las sonrisas irónicas de los demás. Sabía exactamente dónde estaría tomando algo de aire. Hacia la parte trasera del salón, había una pequeña terraza fuera de la vista. Era la entrada que el personal usaba para entrar y salir del salón.
Tan pronto como salí la vi, recargada contra un pilar. El resplandor de un cigarrillo en su mano y sus ojos mirando al cielo.
"Hola."
Mi voz la asustó y dejó caer el cigarrillo al suelo. Cuando me reconoció, la vi tratar de recordar frenéticamente qué debería de hacer.
"Oh mierda… Um, quiero decir…" Intentó hacer una reverencia, pero en vez de eso dio un traspié y cayó hacia adelante.
Instintivamente, estiré mis brazos y agarré los suyos para estabilizarla.
"Gracias." Sonrió con timidez, antes de añadir, "Alteza."
"Edward, ¿recuerdas? Mi padre solo estaba siendo un tonto pomposo."
"Está bien, Edward." Miró hacia abajo al cigarrillo encendido en el suelo. "¿Te molesta?" Hizo un gesto hacia el paquete en su mano.
"No, por favor, adelante." Hice una pausa mientras abría el paquete. "En realidad, te importaría si…" Señalé el cigarrillo que estaba ahora en su mano.
Sus ojos se ampliaron por un segundo y luego me dio esa sonrisa de nuevo. Casi me dejó sin palabras. "Por supuesto que no. Por favor, tómalo."
Tomé uno y le sonreí. "Gracias."
"No hay problema. Supongo que eso no es lo que esperaba. El príncipe Edward gorreándole un cigarrillo a una camarera." Se echó a reír y me ofreció su encendedor.
Me reí y lo encendí. Ciertamente, no había fumado desde la universidad, y ahora solo estaba fumando uno en un intento de quedarme afuera y hablar con ella, sin verme como un patético tonto. "Desde luego que lo verían con malos ojos, si me atraparan en esta situación bastante comprometedora."
"En efecto." Dijo mezclando su voz con un falso acento británico y luego se rio de nuevo.
"Entonces, Isabella. ¿Cuánto tiempo tienes de estar en Inglaterra?" Apenas toqué el cigarrillo, dejando que se consumiera lentamente, prolongando el tiempo que podía estar aquí afuera con ella.
Frunció el ceño. "¿Cómo sabes mi nombre?"
"Tu patrono, Aro creo que es su nombre, mencionó que estabas aquí tomando algo de aire." Me encogí de hombros.
"Oh, cierto. Um, bueno, he estado aquí por casi cinco meses ya. Acabamos de recibir visas de doce meses, buen trabajo, en serio. Ustedes los londinenses ciertamente saben cómo timar a los incautos turistas."
Procedió a parlotear sobre el costo de vivir en la ciudad. La dejé hablar sin interrupción; estaba completamente fascinado con ella. Moví mis ojos de su rostro y los dejé recorrer su cuerpo. Era una cosita pequeña, su cabeza apenas me llegaba a los hombros y su figura era igual de pequeña.
Cuando se dio cuenta que prácticamente la estaba follando con los ojos, dejó de hablar y empezó a dar golpecitos con su pie con impaciencia. Volví a levantar la vista hacia su rostro y me miraba furiosamente.
"¿Ya terminaste? ¿O te gustaría que me diera la vuelta para que puedas mirar mi trasero?"
"Bueno sí, de hecho, eso sería muy amable de tu parte." Sonreí con suficiencia, pero ella no vio el lado divertido.
"Bueno, tal parece que incluso los bien educados miembros de la realeza pueden ser tarados sexistas. Eso debe ser algo que viene con tener una polla dentro de sus pantalones cortos." Tiró su cigarrillo al suelo y empezó a alejarse furiosa.
Me moví rápidamente para bloquear su camino. "Lo siento."
Suspiró. "Lo que diga, alteza. Tengo que regresar a trabajar."
"¿Vas a tener otro descanso?" Pregunté esperanzado.
"Es muy probable. ¿Por qué? ¿Quieres acompañarme a fumar otro cigarrillo en secreto?" Me miró.
"En realidad, sí, lo haría. ¿Vendrías a buscarme con antelación, Isabella?" Me hice a un lado permitiéndole volver a entrar.
"Lo pensaré." Se volvió rápidamente y sonrió. "Y es solo Bella."
BPOV
Jodida mierda. El puto príncipe Edward acababa de acompañarme a fumar un cigarrillo afuera del Palacio de Buckingham. Me había visto de arriba abajo y sabía que había visto mi trasero mientras me alejaba. Estaba totalmente confundida. Indiscutiblemente, el príncipe Edward era tan sexy que mojabas las bragas, pero era… bueno sí… era el puto príncipe.
Había estado perfectamente feliz al trabajar mi pequeña esquina del salón. Mi mesa no estaba llena de gente que demandara que me dirigiera a ellas como alteza. El honor de servir la mesa real había caído en Heidi. No estaba celosa en absoluto de que estuviera cara a cara con dos príncipes muy bien parecidos. No estaba celosa, no estaba celosa, no estaba celosa.
Aro me había tomado completamente por sorpresa cuando me pidió que cambiara mesas con Heidi. De hecho, si las miradas mataran, hubiera muerto diez veces. Como una de los miembros del personal más experimentada, Heidi se había ganado el derecho de atender a los invitados más importantes y estaba furiosa.
"¿No estás hablando en serio, Aro?" Escupió en mi dirección.
"Basta, Heidi," Aro le advirtió. "Mi compañía, mi decisión. Fue una petición específica de una muy querida amiga mía. Si no te gusta, entonces, sabes exactamente dónde está la puerta. No tengo inconveniente en hacer de este turno el último para ti."
Se marchó furiosa sin decir una palabra más y gemí, "¿Por qué, por todos los cielos, quieres que yo trabaje en esa mesa?"
"Bella, yo no quiero. Tu historial de tropezarte con tus propios pies habla por sí solo." Aro se rio entre dientes. "Desafortunadamente, alguien en la mesa sí lo quiere. De modo que por favor, trata de no avergonzarte, o a mí." Me guiñó un ojo y luego se alejó flotando elegantemente.
"Bueno, esto va a ser interesante." Tomé una respiración profunda y caminé hacia la mesa extremadamente nerviosa.
No era fan de la familia real. Todo el concepto me parecía muy anticuado y no estaba segura del sentido de todo. ¿Qué hacía exactamente la reina? Gran Bretaña tenía un primer ministro que parecía ser el responsable del funcionamiento diario del país.
Las únicas cosas que había visto que hacía la monarca de Inglaterra, era hacer unas cuantas apariciones aquí y allá, hablar como si alguien estuviera apretando su nariz con bastante fuerza y a juzgar por esta noche, dar una fiesta bastante deprimente.
De hecho, ¿qué hacían todos ellos? ¿La reina, su esposo, hijo y nietos? De acuerdo, solo era una visitante en el país, pero aun así, había hablado con bastante gente desde que llegué para tener la clara impresión que la mayoría de los locales veían a la familia real como nada más que una atracción turística. Y en serio, ¿por qué esos nombres? Todos compartían los mismos malditos nombres anticuados. Imaginen lo mejor que sonaría príncipe Levi o princesa Shiloh.
Le ofrecí bebidas a los invitados, empezando con el príncipe Edward (padre). Este hombre era la definición de "jodido cretino pomposo", fue desdeñoso y grosero. Sin embargo, bien entrado en sus cincuenta, era evidente lo guapo que era. De hecho, toda la familia estaba bien dotada genéticamente. La esposa del príncipe Edward, Elizabeth, era increíblemente hermosa y sus dos hijos habían heredado su belleza.
James, el más joven de los dos, se parecía a su padre. Sus rasgos eran más rígidos y su cabello estaba muy corto y cuidadosamente arreglado. Se veía relajado y jovial, en claro contraste con su hermano mayor.
El príncipe Edward (hijo) parecía irritado y fruncía el ceño mientras miraba al mantel blanco. Ya que estamos hablando de la apariencia de la familia, solo puedo encontrar una expresión para describir a Edward.
Está para comérselo.
Se parece a su padre y su madre. Tomó los mejores rasgos de ambos. Viéndose suave y cálido en un vistazo y luego masculino y fuerte en otro. Sus ojos eran del más inusual tono de verde que había visto. Me recordaban las botellas vacías de vino que eran una característica distintiva en el restaurante. Cristalinos, profundos e intensos y quería mirarlos toda la noche. La mata de cabello broncíneo en su cabeza estaba tan desordenada, que de verdad lucía como si él hubiese llegado directamente después de un maratón de sexo. Imaginé a alguna remilgada chica inglesa pasando sus manos por su cabello, antes de remplazar esa imagen con mis propias manos y casi gemí en voz alta ante la posibilidad.
Me di cuenta que lo estaba mirando descaradamente y me sonrojé, el rubor solo empeoró cuando me di cuenta que él me devolvía la mirada. Casi morí por la vergüenza, pero en vez de verse molesto por mis miradas lascivas, él me daba una mirada ardiente y envió escalofríos por mi espalda. No rompió nuestras miradas por un minuto o algo así, parecía tan ajeno a nuestra audiencia como lo había estado yo.
No tenía idea de cuánto tiempo había pasado ahí de pie como una completa imbécil, pero muy pronto, el príncipe Sexward bajó los ojos e inclinó su cabeza hacia su copa. Sin querer verme incluso más poco profesional de lo que ya había actuado, llené de nuevo su copa y me moví hacia otro invitado. Lo último que necesitaba era una queja de que había follado con la mirada al nieto de la reina. Aunque Aro y Markus eran jefes maravillosos cuando estabas alerta; jódela y te echarían más rápido que una palada de mierda.
Continué sirviendo, resistiendo el abrumador impulso de mirarlo de nuevo. Incluso bajo su intensa mirada, sus ojos parecían tristes, incluso perdidos y me afectó. De acuerdo, todo él me afectó y mis hormonas estaban muy despiertas y gritando por más.
Casi bailé de felicidad cuando me pidió que lo llamara Edward, pero por supuesto su cretino y pomposo padre me aguó la fiesta y Edward se cerró. Dejé la mesa y me mantuve cerca, solo por si acaso me llamaran otra vez. Pero, desafortunadamente, no fue así.
Los descansos eran difíciles de conseguir en eventos como estos; así que cuando Aro me dijo que tomara el mío, salí corriendo para fumarme un cigarro. Estaba pensando en mis cosas, mirando al cielo oscuro cuando me tomaron totalmente por sorpresa. No esperaba tener compañía en lo absoluto, y definitivamente no la del príncipe Edward. En un ridículo intento de permanecer profesional me moví para hacer una reverencia, pero la sorpresa no ayudó para nada mi ya deficiente coordinación, y casi me caí sobre mi trasero.
Un par de manos agarraron mis brazos para estabilizarme, y la descarga de electricidad que pasó por mí, dejó cada terminación nerviosa de mi cuerpo hormigueando de placer. Requirió de toda mi fuerza de voluntad el que no le saltara y rodeara su cintura con mis piernas, suplicándole que me tomara justo ahí.
¿Mencioné que el sexo había estado un poco escaso desde que llegamos?
Nos quedamos afuera unos diez minutos o algo así, hablando, fumando e interactuando como dos personas comunes y casi me caigo de nuevo cuando me preguntó si podía acompañarme en el siguiente descanso. ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Por qué me estaba hablando? ¿Por qué me estaba mirando?
Había repetido esas preguntas en mi mente una y otra vez durante el curso de la noche. Todavía sin acercarme a una respuesta, no pude resistirme a mirar en su dirección cada oportunidad que tenía. Como era más o menos habitual, tan pronto como la fiesta estaba en su apogeo, nadie servía una sola mesa. Todos los camareros atendían a todos, asegurándose de que a los invitados no les hiciera falta nada.
Aunque no lo estaba sirviendo, aunque no estaba hablando con él—podía sentir sus ojos en mí y frecuentemente encontraba su mirada, descaradamente añadiendo un guiño de vez en cuando. Nuestro intercambio pasó desapercibido y oré porque recibiera unos cinco minutos libres más temprano que tarde.
Cuando Aro regresó a la mesa para sentarse con la bonita mujer rubia que me había interrogado sobre mi collar, me hizo un gesto para que me acercara a servir más champán. Edward me sonrió y juro que mi estómago dio una voltereta como si estuviera en una montaña rusa.
Después de la partida de la realeza de mayor edad, algunos otros hombres se habían plantado en la mesa principal y estaban conversando animadamente con el hermano menor de Edward. Para mi disgusto, atraje la atención de uno de ellos.
"Otra bebida, por favor, linda dama." Un hombre de aspecto desaliñado me sopló un beso y se echó a reír. La barba descuidada y la ropa arrugada evidentemente eran parte de un look intencional ya que su voz me dijo enseguida, que este tipo era de clase alta como todos los demás en el salón.
"Por supuesto, señor," respondí educadamente y me di la vuelta.
"¡Espera!" Puso su mano en mi cadera, de forma bastante inapropiada y me detuvo. "¿Cuál es tu nombre?"
Aro estaba enfrascado en una conversación y no se dio cuenta del intercambio. No sabía cómo reaccionar de modo que le respondí con tanta frialdad como pude sin arriesgarme a una queja, "Isabella."
"Bueno, ese sin duda es un hermoso nombre, Isabella." Sonrió. "Te queda perfectamente." No quitó su mano, en vez de eso su agarre se hizo más firme. "Dime, Isabella, ¿trajiste tu cepillo de dientes esta noche?"
Le fruncí el ceño. "¿Disculpe?"
"Pregunté si trajiste tu cepillo de dientes," dijo arrastrando las palabras.
Perfecto, un borracho de clase alta—justo lo que necesitaba. "¿Por qué querría saber eso?" Forcé mi voz a que sonara dulce.
Se echó a reír. "Bueno, lo necesitarás mañana por la mañana cuando despertemos juntos después de una noche con una follada de infarto." Movió su mano y la colocó en mi trasero. "¿Qué dices? ¿Deberíamos irnos ahora?"
Olvidé todo sobre profesionalismo y me acuclillé junto a él. Pegando mis labios a su oído siseé, "Preferiría ser sodomizada con un puto cepillo de dientes." Me puse de pie y añadí, "señor."
Escuché unos cuantos resoplidos de risa al alejarme y no pude evitar sonreír.
Estaba decepcionada cuando Aro les dijo a varios camareros que se marcharan. La fiesta se había calmado considerablemente y no había necesidad que todos merodeáramos inútilmente. Jessica se iba a quedar hasta el final y luego se iba a ir por unos tragos con Mike, uno de solo dos miembros masculinos del personal aquí esta noche.
A regañadientes, le eché un último vistazo a Edward que estaba con su hermano y algunos otros hombres que no reconocí. Casi agité mi paquete de cigarrillos en el aire para llamar su atención, pero no lo hice.
Caminé rápidamente hacia afuera y revisé mi reloj. Si tenía suerte podría alcanzar el último tren a casa. El subterráneo cerraba a las once y ahora faltaban diez minutos. Odiaba caminar sola a casa, pero todavía estaba boicoteando a los taxis por lo que me dejaba con pocas alternativas.
"Ah mierda," maldije con fuerza al llegar a la estación. Las puertas estaban cerradas. "Maldita sea, jodida mierda."
Eran una buena caminata de cuarenta y cinco minutos a casa desde aquí, así que me preparé para la experiencia y partí. Apenas di tres pasos antes de escuchar un coche bajar la velocidad detrás de mí. Aumenté el paso y mantuve la vista hacia el frente. Iba a mi paso a mi lado y luego se detuvo. Me tensé y miré alrededor para ver si había alguien a quien pudiera pedirle ayuda.
"En verdad no creo que debas caminar sola a casa. No es seguro."
Sonreí incluso antes de verlo. Edward se asomaba por la ventanilla lateral del asiento trasero del pasajero, con una sonrisa firmemente plantada en su rostro jodidamente sexy.
"Creo que el coche está más en riesgo que yo," dije en broma y me acerqué al coche.
"¿Podemos llevarte?" Habló con una pronunciación perfecta, pero su voz era cálida y seductora.
"Eso no es necesario," comencé a protestar pero rápidamente me interrumpió.
"Esa es una cuestión de opinión. Y en mi opinión—sin duda alguna es necesario. Por favor, entra al coche." La puerta se abrió y vi a Edward moverse por el asiento.
Parecíamos haber escalado de un simple cigarrillo con el futuro rey de Inglaterra, a ir a dar un paseo con él.
"Está bien, si insistes." Subí y cerré la puerta. Le dije al conductor mi dirección. "Lo siento, no es el mejor vecindario. Tal vez quieras echarme mientras el coche sigue en movimiento antes de que alguien pueda robarte las llantas."
Edward se acercó un poco y mi respiración se atoró por los nervios. "Me decepcionó que te fuiste sin que tuviéramos nuestra segunda 'cita'." Me dio una encantadora y sexy sonrisa de lado y juro que mi ropa interior casi se arranca sola encantada.
"Lo siento," susurré, sin saber qué más decir.
"Ya lo creo. Sé que eres americana, ¿pero seguramente sabes lo importante que soy?" Su voz goteaba sarcasmo.
Me eché a reír con fuerza y me tomó completamente por sorpresa. "Lo siento mucho, alteza. ¿Le gustaría un cigarrillo?"
"Absolutamente. Pero tal vez sería mejor esperar hasta que salgamos del coche." Sonrió y yo asentí con entusiasmo.
No nos tomó mucho tiempo llegar a mi departamento. Me estaba encogiéndome de la vergüenza cuando dábamos vuelta en la decadente calle. Eché un vistazo hacia nuestro piso y gemí. La luz seguía encendida lo que significaba que alguien estaba en casa y despierto.
"¿Tal vez pueda aceptarte ahora ese cigarrillo?" Edward dio instrucciones al conductor que se quedara en el coche y bajó con cautela. "Mejor deja el motor encendido Sam. Como Bella señaló, no nos gustaría que alguien robara las llantas." Me guiñó un ojo y escuché a su conductor reírse entre dientes.
"Oye, estaba hablando en serio," le advertí.
Como todo un caballero, Edward me tendió su mano para ayudarme a salir del coche. Rápidamente limpié mis sudorosas palmas en mis pantalones y tomé su mano con cuidado.
"No podemos entrar…" Levanté la vista deliberadamente y él siguió mi mirada. "Mis compañeras están en casa."
"Entonces nos quedaremos aquí." Sonrió y se sentó en los escalones que subían hacia la puerta principal. Palmeó el suelo junto a él y esperó a que hiciera lo mismo. Seguí su ejemplo obedientemente y le di el paquete y un encendedor.
Nos quedamos en relativo silencio y no pude evitar notar que él solo le dio una o dos caladas al cigarrillo. En comparación yo estaba fumando sin parar como si mi vida dependiera de ello. La ansiedad y la incomodidad eran obvias y trataba desesperadamente de pensar en algo que decir.
¿Pero de qué demonios hablas con un príncipe?
Entonces, Eddie, ¿has visto alguna buena película recientemente? Es algo cabrón que ya no puedas fumar en bares y esa mierda, ¿eh?
Sí, probablemente era mejor que me quedara callada.
La desventaja de fumar como un tren, resultó ser el poco tiempo que me tomó el terminarlo. No podía encender otro; me estaba sintiendo un poco mareada y con náuseas por la rápida aspiración de nicotina.
"Probablemente debería entrar." Sonreí y me puse de pie.
Edward asintió. Las pequeñas arrugas en su frente y los labios en un mohín me hicieron creer que no estaba muy preparado para decir buenas noches. No sabía qué esperaba él pero si tenía visiones de mí mamándosela aquí afuera en la calle estaba muy equivocado.
Aunque, cuando lo pienso…
"Gracias, Bella." La voz de Edward interrumpió mis pensamientos. "Fue un placer conocerte."
"Igualmente." Le sonreí. "Su alteza."
Él puso los ojos en blanco y me deseó buenas noches, antes de caminar hacia el coche. Titubeó frente a la puerta y miró hacia atrás en mi dirección una última vez antes de entrar.
Después de que el coche se marchó, dejé escapar uno o dos, "maldición" y "mierda". Acababa de estar sentada platicando con el jodido príncipe Edward y todo lo que pude ofrecer fue;
Probablemente debería entrar.
¿Qué tipo de maldita idiota era? Respuesta—una enorme idiota de mierda.
Con un suspiro, subí fatigosamente las escaleras y abrí la puerta a nuestro departamento. Escuché la televisión a todo volumen, pero Rosalie y Angela estaba profundamente dormidas en el sofá. No estaba de humor para charlar y necesitaba dormir, así que me dirigí en silencio a mi habitación.
Como era un lugar con solo dos recámaras, cada una teníamos que compartir. A Rose y a Jessica les gustaba monopolizar el espejo por horas, acicalando y perfeccionando su cabello y rostro. En vez de tenerlas peleando constantemente por el asiento frente dicho espejo; yo compartía con Jessica y Angela con Rose.
Me quité mi uniforme de trabajo de verdad pasado de moda y agarré un suéter demasiado grande que pertenecía a una de las recientes conquistas de Jessica. Era enorme y caía de un hombro, pero cubría mi trasero y no me molesté en ponerme nada más en mi parte baja más que mi ropa interior.
Escuché unos leves golpes en la puerta y supuse que era Jessica. Tenía la costumbre de olvidar, o perder sus llaves y abrí rápidamente la puerta sin revisar para ver quién estaba detrás.
Un chillido estrangulado escapó de mis labios cuando vi quién era realmente. Príncipe Sexward estaba parado en mi entrada, con un paquete de Marlboro sin abrir en su mano. Sin embargo, él no me estaba mirando a la cara. Sus ojos estaban fijos en mis piernas expuestas.
"Ah mierda. Pensé que era Jessica. Lo siento." Dije con voz ahogada y los ojos de Edward subieron a mi rostro de inmediato.
"Yo… Yo… quería… Quiero decir… Pensé que debería devolverte los cigarrillos." Empujó el paquete hacia mí con nerviosismo.
"No debiste," murmuré y tiré del suéter hacia abajo tanto como pude. "Mierda, estoy avergonzada." Podía sentir mis mejillas ruborizándose cada vez más mientras hablaba.
Él pasó una mano por su cabello. "Definitivamente es un look interesante." La mirada de Edward se dejó caer otra vez y de hecho, se lamió los putos labios.
Mierda, casi me corro justo ahí. Estúpido, estúpido príncipe sexy.
"¿Te gustaría una bebida… o algo?"
¿Qué demonios estaba haciendo? No puedes simplemente invitar al príncipe a tu departamento de mala muerte y ofrecerle una taza de café barato o agua estancada del grifo— ¿o sí?
Los ojos de Edward se ampliaron y esa maldita sonrisa torcida de nuevo hizo una aparición. "Sí. Gracias."
Entró dando zancadas con seguridad y luego notó a mis amigas dormidas en el sofá. Pude ver que contuvo una carcajada cuando escuchó los fuertes ronquidos de Rose.
"Si no te importa… vamos a tener que um… hablar en mi habitación. Realmente no quieres que estas dos despierten mientras estás aquí." Le mostré mi habitación y luego lo dejé solo mientras preparaba el café.
En seguida entré en pánico. Oh, carajo, putas, mierda. ¿Ahora qué? Me tomé mucho más tiempo del necesario para preparar las bebidas y luego caminé nerviosa hacia mi habitación.
Cerré la puerta detrás de mí y rogué que Jessica recordara nuestra "regla". Todas éramos chicas solteras y desde el principio habíamos tomado la decisión que la compañía masculina estaba permitida si se presentaba la oportunidad. Sin embargo, en vez de dar a compañeras de cuarto incautas unas cuantas sorpresas indeseadas, si la puerta a nuestra habitación estaba completamente cerrada, entonces era de suponerse que la habitación estaba ocupada y se tenían que hacer arreglos alternativos para dormir.
Había una cama plegable en uno de los sofás y mantas más que suficientes, así que no era como si a una de nosotros le tocara bailar con la más fea y tuviera que hacerse un ovillo en el suelo. Jessica había invitado a Mike del trabajo en más de una ocasión, por lo que imaginé que difícilmente me diría algo. El único problema esta noche era, que yo estaba aquí, apenas vestida, entreteniendo al maldito príncipe.
¿Tal vez me habían dado sin darme cuenta algún tipo de droga y en este momento estaba experimentando una alucinación?
"Lamento el desastre." Le di su café y comencé a recoger algo de la ropa que estaba esparcida por la habitación. "No estaba esperando compañía."
Edward rechazó mi disculpa y se puso cómodo sobre la cama. "¿Qué hacías en los Estados Unidos, antes de venir aquí?"
"Um, acababa de graduarme de la universidad. Me titulé en literatura inglesa; siempre pensé que conseguiría un trabajo como maestra o algo así. Pero entonces decidimos venir aquí por un año así que podría decirse que eso se quedó pendiente."
Me senté en la orilla de la cama, pero solo era una cama individual y Edward era un hombre alto de modo que dónde sea que me sentara, él estaba a mi alcance para tocarlo y las ansias de hacer justo eso me estaban venciendo. Me sentía simultáneamente nerviosa y malditamente cachonda.
Caímos en una charla cómoda y el hombre era fascinante por decir lo menos. Me sorprendió enterarme que había estado pasando tanto tiempo como pudiera fuera de la atención pública, en un intento de recuperar el control de su vida, y protegerse de la presión que su padre había estado poniendo en él para convertirse en un rostro más público.
Conversamos durante más de una hora, nuestras tazas estaban vacías, pero no le ofrecí otra. Estaba fascinada, ¿y mencioné—cachonda?
Desafortunadamente, Edward se levantó de la cama. "Creo que debería irme ahora."
Asentí y fui a abrir la puerta cuando escuché voces afuera.
"Mierda."
"¿Algún problema?" Preguntó él, viéndose un poco ansioso al hablar.
"Sí, ¿podrías esperar un minuto? Puedo escuchar a mis compañeras de cuarto. No van a entrar mientras la puerta esté cerrada. Pero preferiría que no te vieran aquí. Estoy segura que puedes imaginar la reacción que vas a recibir." Sonreí nerviosa y me di la vuelta de manera que mi espalda estaba contra la pared.
"Por supuesto."
Él se acercó, lo bastante cerca que su pecho estaba pegado a mí presionando muy levemente. Su rostro estaba a solo centímetros del mío, podía ver la intensidad ardiendo en sus ojos y podía sentir su aliento, con un dejo con aroma a café, inundarme. Apenas tenía control de mí misma y reaccioné como una perra en celo.
Me puse de puntillas y lo besé. Sus labios eran suaves y cálidos y se amoldaron perfectamente a los míos. Había estado esperando que se apartara, así que estaba encantada cuando respondió con entusiasmo.
Sus manos se aferraron a mi cintura y enredé mis dedos en su cabello, sosteniendo su rostro tan cerca del mío como pude. Me volvió loca su sabor. Era único como nada con lo que hubiese topado jamás. Necesitaba sentir más de él, de modo que moví mis manos por su cuello y sus hombros. Bajé la chaqueta por sus brazos y cayó al suelo. Mis dedos entonces deshicieron el nudo de la corbata y tiraron de ella con un solo movimiento veloz. De inmediato, me puse a trabajar en los botones de su camisa, mis manos temblando de deseo, y a medida que la tela se separaba miré su cuerpo. Tonificado, perfectamente definido pero no musculoso en demasía, y suave como la seda. Pero desde su ombligo, podía ver el rastro de algunos vellos al sur hacia el premio gordo.
Una vez que me deshice de su camisa permití que mis manos deambularan perezosamente por su cuerpo. No necesitaba ver su espalda, para sentir el mismo físico esculpido. Las manos de Edward bajaron a mi trasero y luego hacia arriba dentro de mi suéter. Sus dedos dejaban rastros de piel ardiendo al pasarlas apenas rozando por mis senos.
Gimió suavemente contra mis labios y el sonido provocó una respuesta similar de mi parte. Moví torpemente mis dedos en su cinturón y el botón de sus pantalones, y tan pronto como los bajé pude ver su prominente Cetro Real escapándose de su bóxer.
Me mordí el labio al verlo. Cetro real, polla, pene. Llámalo como quieras, pero yo, Isabella Swan, de verdad estaba viendo al príncipe Edward en nada más que su ropa interior.
En serio—¡la mejor droga del mundo!
Mientras me lo comía con los ojos, mis manos fueron levantadas por encima de mi cabeza, y el suéter salió con un solo movimiento rápido. Él lo arrojó al suelo como si nada y luego me miró nervioso. Preguntándome en silencio si esto era lo que yo quería. Ni siquiera fue una pregunta en realidad, pero de haberlo sido, la respuesta era simple—joder sí, lo quiero.
Lo empujé hacia atrás y sobre la cama con rudeza, subiendo sobre él en nada más que mi ropa interior. Comencé a besar su cuello, su pecho y su abdomen. Completamente emocionada de pasar un poco de tiempo cara a cara con el Cetro Real. Bajé su bóxer y él maldijo bajo su aliento. Aún más excitada de lo que alguna vez pensé humanamente posible, lo miré a través de mis pestañas al mismo tiempo que movía rápidamente mi lengua por su cabeza.
Un gemido estrangulado y muy alto se escapó de sus labios. "Sssh," Me eché a reír y él maldijo otra vez cuando mi aliento sopló contra él.
Subí y bajé mi lengua un par de veces por su longitud antes de tomarlo por completo en mi boca. Las manos de Edward agarraron mi cabeza, y tuve otro breve momento de claridad.
El príncipe Edward tenía en ese momento su polla en mi boca. Malditamente increíble.
Por lo general no era una fan de dar mamadas, de hecho, mis muy sutiles amigas me habían dado el muy cariñoso apodo de, Cero-mamadas-Bella. Pero para mi sorpresa, esta noche en realidad lo estaba disfrutando mucho. Algo sobre el efecto que parecía estar teniendo en él me incitaba aún más y podía sentir que el agarre en mi cabeza se hacía más fuerte. Su respiración se volvió más errática y con voz ahogada suplicó débilmente que me moviera. Ignorándolo, lo tomé un poco más profundo y rocé suavemente mis dientes contra su piel mientras lo hacía.
No me inmuté cuando se corrió en mi boca. Solo tragué su caliente y salada liberación sin pensarlo dos veces. Lo miré y su cabeza estaba hacia atrás contra la almohada, sus ojos cerrados mientras trataba de recuperar el aliento.
Canté Dios Bendiga a América en mi cabeza, porque acababa de darle al príncipe Edward una mamada.
"Jesús, Bella," jadeó, sus ojos ahora abiertos y mirándome fijamente.
De repente me sentí un poco cohibida y vacilante subí a la cama para acostarme junto a él. Tuve que pegarme a él de cerca de otra forma me hubiese caído al suelo.
Antes de que pudiera sentirme más nerviosa Edward se rodó hacia mí, poniéndome debajo de él y besándome apasionadamente. La excitación regresó en un instante y de nuevo perdí todas las inhibiciones.
Empezó a rozar sus labios y su lengua en mi cuello, a través de mi clavícula y a bajarlos hacia mis senos. Gemí cuando su lengua pasó por mis pezones y luego bajó más y más. Con un dedo enganchado a cada lado de mi ropa interior, la bajó lentamente antes de acomodarse entre mis piernas.
Me tensé; la anticipación de lo que estaba a punto de hacer me llevó a la cima. Apenas tocando mi piel, sus labios rozaron muy ligeramente el muslo interno de una pierna, antes de pasar su nariz y su boca por mi centro y sobre la otra pierna.
Pasé saliva con nerviosismo, desesperada porque devolviera su atención a dónde más lo necesitaba. Cuando finalmente lo hizo, sentí que estaba a punto de encenderme en llamas. Su lengua danzó alrededor de la forma más alucinante y casi en seguida sentí que mi vientre se tensaba. Las oleadas de placer empezaron a acumularse y me tambaleaba en el borde, no muy preparada para que esto terminara todavía, esperé tanto como pude. Quería saborear cada último segundo, porque era simplemente divino. Cuando sentí que empujó un dedo dentro de mí, seguido al instante por otro, ya no pude esperar. Cubrí mi rostro con una almohada para amortiguar los gritos de placer que ya no podía contener.
Me retorcí mientras besaba su camino de regreso por mi cuerpo. Era demasiado para soportarlo, era como si cada nervio hubiera sido encendido, y pudiera sentir cada caricia a un nivel completamente nuevo. Él se veía bastante complacido consigo mismo y con buena razón.
Cuando me besó, pude saborearme en sus labios, pero en vez de sentirme incómoda, estaba aún más excitada. Envolví mis piernas en torno a él con firmeza y restregué mis caderas contra él.
"Um… ¿Necesitamos?" Me miró un poco incómodo al tener que preguntar, "Yo no… ya sabes. Estoy… Pero…"
"Yo tampoco y tomo anticonceptivos. Pero si prefieres…"
Sacudió su cabeza y dejó un suave beso en la punta de mi nariz. "Confío en ti," susurró y luego empujó dentro de mí.
Un ligero gruñido resonó en su pecho y se quedó quieto por un segundo. Con impaciencia mecí mis caderas, necesitando sentir más. Mi cama estaba rechinando con fuerza y la cabecera golpeaba contra la pared muy bruscamente, no había duda de lo que estaba pasando, pero había llegado al punto en que no me importaba.
Solo se necesitaron unas cuantas estocadas profundas de Edward, antes de que pudiera sentir las oleadas otra vez. Se acumulaban mucho más rápido que antes, enterré mis uñas en la piel de su espalda y lo acerqué a mí tanto como pude. Esas terminales nerviosas que ya estaban sensibles literalmente explotaron y experimenté el más poderoso orgasmo que he tenido en mi vida. Mi reacción pareció enviar a Edward a la cima y maldijo una última vez antes de quedarse quieto dentro de mí. Nuestros cuerpos estaban temblando y sudorosos, pero necesitábamos unos cuantos minutos para bajar del tremendo éxtasis que acabábamos de experimentar.
Era surrealista; acababa de tener el sexo más increíble de mi puta vida, con un hombre que era el más fascinante y devastadoramente guapo que había conocido. Eso en sí mismo había sido más que suficiente para dejarme un poco abrumada, pero añade a eso, que el hombre es en realidad el futuro rey y estaba más allá de la comprensión.
Me había quedado sin palabras. ¿Qué decía ahora?
Bien, pues gracias por la gran 'O', su alteza.
Sin confiar en que a mi cerebro se le ocurriría algo. Esperé a que Edward hablara primero, pero en vez de eso, me besó. Un beso mezclado con afecto y removió todo rastro de ansiedad en mí.
"No creo que hayamos sido discretos." Sonrió con suficiencia. "Diría que lo lamento, pero en verdad no lo lamento para nada."
Me eché a reír, sintiendo su cuerpo sacudirse como yo lo hice. "Yo tampoco. Pero van a esperar que les explique tan pronto como aparezca en la mañana."
Vi su expresión de pánico. "No te preocupes, no le contaré todos los detalles."
"Entonces, de hecho, ¿podrías decir que voy a ser tu pequeño y sucio secreto?" Se echó a reír, sus rasgos suavizándose mientras lo hacía.
"Sí, algo así."
Le mostré el baño y luego me quedé esperando junto a la puerta para asegurarme que nadie más estuviera cerca. Podía ver a Jess acurrucada en el sofá, pero Angela y Rose no estaba a la vista.
Tan pronto como Edward terminó, me aseé y luego regresé dando saltitos a mi recámara. Lo encontré sentado en la cama en su bóxer.
Viéndolo así, en mi puta cama, me puso como loca y quería empezar todo de nuevo, pero me resistí—al menos por ahora.
"¿Hiciste que esperara tu chofer?" Miré por la ventana, pero no podía ver el coche por ningún lado.
"Um, en realidad no. Le dije a Sam que lo llamaría cuando necesitara que me recogiera. Esperaba estar aquí por un rato." Me dio otra vez esa sonrisa torcida.
¿Debería sentirme ofendida por su presunción? Posiblemente, pero no lo estaba. En lo más mínimo.
"Bueno, eres más que bienvenido a quedarte aquí, si quieres. Puedo meterme a la cama de Jessica," le ofrecí.
Sacudió su cabeza. "Te preferiría justo aquí." Estiró su mano para tomar la mía y tiró de mí hacia la cama.
~x~
Desperté con un pesado brazo caliente envolviéndome. Mis piernas estaban enredadas en un nudo con las de Edward y su aliento caliente me hacía cosquillas en la parte de atrás de mi cuello.
Muy bien, Bella, no empieces a estresarte. Repetí una y otra vez en mi mente.
¿Por qué, por todos los cielos, me estresaría? ¿Qué razón había para estresarme? Oh sí, lo recuerdo, el puñetero príncipe Edward estaba en mi cama… conmigo… desnudo. Oh, y excitado—mm, ¡interesante!
Escuché el sonido amortiguado de algo vibrando procedente del suelo. Supuse que era el teléfono de Edward. Enfrentando un nuevo dilema, me pregunté qué hacer. ¿Despertarlo? ¿Contestar su teléfono? Bueno, en primer lugar, supongamos que lo contesto;
Buenos días, el teléfono de S.A.R. príncipe Edward, Isabella al habla, ¿en qué puedo ayudarle? Oh, lo siento mucho, su majestad, su nieto está dormido por el momento. Preferiría no despertarlo todavía—verá, pasamos la noche teniendo el sexo más jodidamente caliente de mi vida. ¿Puedo pedirle que le devuelva la llamada?
Por más divertido que sonaba eso, decidí que la opción más segura sería despertar a Edward.
Nueva pregunta, ¿cómo debería uno despertar a un miembro de la familia real? Dudaba seriamente que, "¡EY, TÚ, CABRÓN, SACA TU TRASERO DE LA CAMA!" fuera la forma de hacerlo, de modo que en vez de eso sacudí suavemente su hombro.
Sus ojos se abrieron lentamente y me sonrió adormilado. "Buenos días."
"Um hola. Tu teléfono está sonando, creo," murmuré y él se desenredó de mí y se rodó para tomarlo.
"¿Te importa si contesto?" Preguntó nervioso y sacudí mi cabeza. "Buenos días, Tanya. Me preguntaba si podrías cubrirme…" Sus hombros se relajaron, podía escuchar la voz de la mujer al otro extremo del teléfono riendo. "De acuerdo, lo haré." Se giró para verme y sonrió. "Tanya dice 'hola'."
"Oh… um hola para ella también." Solté una risita nerviosa, preguntándome quién demonios era Tanya.
"No, te prometo que regresaré en una hora… o dos. Sí, por favor, envía a Sam. Gracias, Tan, eres una estrella." Dejó su teléfono a un lado y suspiró. "Tengo que reunirme con mi familia más tarde para almorzar."
"Oh, está bien." Hice una pausa, notando que sus ojos tenían una vez más la misma expresión de tristeza. "¿No tienes deseos de ir?"
"En lo más mínimo. Aparte de que me gusta mucho estar aquí contigo, en realidad no me interesa tener otra discusión con mi padre."
"¿De nuevo la responsabilidad?" Adiviné. Anoche habíamos tocado el tema.
"Mm mm."
"Tengo que admitir. No te envidio," confesé. "No es mi intención ofenderte, pero no puedo pensar en una peor forma de vivir."
"Explícate." Presionó, sin verse molesto por mis palabras.
"Bueno, tal vez la parte de mi madre que era más un espíritu libre ha dejado su marca sobre mí, pero, me gusta lo impreciso de la vida. El hecho de que puedo elegir ir a la izquierda o la derecha sin consecuencias." Hice una ligera mueca. "Todo lo que tú haces tiene consecuencias. Incluso estar aquí conmigo."
Asintió. "Mi opinión exactamente."
Nos quedamos en silencio por un minuto o dos y me sentí molesta. De verdad había matado el momento.
"¿Bella?" Preguntó. "¿Puedo verte otra vez?"
Mierda—esa no la había visto venir.
"¿De verdad crees que es una buena idea?" Levanté mis cejas inquisitivamente.
"Lo es si lo quiero." Se encogió de hombros. "Me gustas. Eres inteligente, graciosa y hermosa. Realmente me gustaría verte otra vez."
Suspiré. "Joder, me la pasé sensacional, Edward. Pero nunca va a ser nada más que esto." Moví mi mano de un lado al otro entre nosotros, como para enfatizar mi punto.
"¿Por qué no?" Demandó. Lo más resuelto que lo he visto desde anoche.
"Bueno, tú eres el príncipe Edward, obviamente. Y un día vas a ser rey. Por más diversión que tengamos, de ninguna manera me gustaría involucrarme en eso. Quiero decir… mierda. Solo creo que sería mejor si nos despedimos ahora."
¿Qué putos demonios estaba mal conmigo? Acababa de reencontrarme con mi amiga olvidada hace mucho tiempo, la señora Orgasmo y estaba echando de mi departamento al hombre que nos volvió a poner en contacto.
"Entonces, ¿lo que estás tratando de decir es que no te gustaría convertirte en mi novia? ¿No te gustaría casarte conmigo algún día y convertirte en la princesa Isabella?" Me dijo bromeando.
"No solo es que, ni loca quiero eso. La buena gente de Inglaterra no me querría como su reina." Me eché a reír. La conversación parecía haber vuelto a la charla juguetona otra vez.
"Creo que serías una maravillosa reina. Sobre todo si maldices tanto como lo haces ahora."
De alguna forma nos había maniobrado, y ahora me sujetaba a la cama.
"Oye, si estás buscando a la reina perfecta, deberías llamar a mi jefe ahora." Solté una risita.
"De acuerdo, nueva pregunta. ¿Cuánto tiempo vas a estar en Inglaterra?" Dijo seductoramente entre su aliento, sus labios besando mi cuello, haciendo extremadamente difícil el concentrarme.
"Unos siete meses más," jadeé cuando deslizó dos dedos dentro de mí.
"¿Puedo tenerte hasta entonces?" Movió su boca de vuelta a la mía. "Podemos ser simplemente Bella y Edward, dos personas que pasan un increíble tiempo juntos. Luego, cuando te vayas, puedo continuar con mi búsqueda de la futura reina de Inglaterra."
¿Otros siete meses de esto? Mierda. Eso sonaba bien. Traté de formar un pensamiento coherente, pero sus dedos eran jodidamente buenos en distraerme.
"De acuerdo, creo que puedo aceptar eso. Pero tienes que prometerme algo."
"Lo que sea." Se río entre dientes.
"Bajo ninguna circunstancia puede enamorarse de mí, su alteza." Me burlé y él se echó a reír.
"Creo que debería estarte instruyendo a que hagas lo mismo."
"Um, ¿creí que tenías que irte?" Protesté patéticamente. Los dos sabíamos que no iba a ir a ningún lado por el momento. "Tu chofer debe estar esperando."
"Bella, tontita. ¿Y qué si mi chofer tiene que esperarme? No es como si vaya a decir algo si llego tarde. ¿No recuerdas quién soy?"
Solté una débil risa estrangulada y entonces, en seguida olvidé qué era tan gracioso.
Después de otro orgasmo que me dejó pegada al techo, le ayudé a Edward a escabullirse de mi departamento sin ser notado.
Estaba extasiada, absolutamente alucinada. Solo que sin las verdaderas drogas. Desesperada por hablar con alguien, pero Angela y Rose todavía estaban durmiendo y la pobre de Jessica seguía acurrucada en la sala. Me ocupé ordenando y limpiando, pensando constantemente en lo que acababa de pasar en mi recámara.
Un departamento inmaculadamente limpio después, había llegado a una conclusión. Parece que había encontrado mi hombre perfecto.
Sin compromiso.
Sin estrés.
Un sexo grandioso.
Otros siete meses de disfrutar del Cetro Real sin todo el lío que conllevaba ser la novia de Edward.
Sonaba prácticamente como el cielo para mí.
(1) En inglés abuela se dice Grandmother, por eso Edward se refiera a su abuela como Grandbitch "Gran Perra" en español.
(2) S.A.R – Su Alteza Real
(3) El Festival de música y arte de Woodstock (en inglés, Woodstock Music & Art Fair), conocido más comúnmente como Festival de Woodstock, fue un festival de rock y congregación hippie realizado los días 15, 16, 17 y hasta la madrugada del 18 de agosto de 1969.
(4) Dejé el nombre en inglés pero si quieren saber que significa: Moonbeam es "Rayo de Luna" y Lotalove viene de una canción de Led Zeppelin de los setenta "Whole Lotta Love" o "A Whole lot of love" lo que en español quiere decir "Muchísimo amor". Un nombre hippie sin lugar a dudas :P
(5) Abrazaderas – Otra forma de decir sujetador :P
(6) Hors-d'œuvre (en francés : hors-d'œuvre, literalmente "aparte de la obra [principal]") es un alimento servido antes de los platos principales de una comida; suelen ser por lo general más pequeños que los platos principales y con frecuencia se deben comer con la mano (con un uso mínimo de los cubiertos).
Pues esta es mi nueva traducción, este capítulo estuvo un poco largo por haber sido originalmente un oneshot, pero los demás son mucho más cortitos. Es un poco tarde para publicar, para mí, pero voy a estar algo ocupada estos días y apenas tuvo tiempo hasta ahorita para publicarlo, estaba ansiosa por iniciar esta nueva historia. Espero que les haya gustado y como siempre, espero ansiosa sus reviews para saber su opinión y por supuesto, saber si están deseando leer otro capítulo. Así que, usen el cuadrito de abajo.
Gracias por acompañarme en esta nueva aventura *besos soplados*
Nos leemos en el siguiente capítulo.