Nada de los personajes de Zootopia me pertenece pero ésta historia la escribí con el fin de entretener a los lectores. Gracias a quienes dejaron un comentario en "La última noche en el campamento"

Arkeiel
Clari28
KarinBeff
Rene18

Y también a todos los que han leído esa y otras historias mías. Tenía tiempo con ésta idea dando vueltas en mi cabeza así que espero lo disfruten.

Y ésta historia ¿Merece un Review?

Enjoy


El anuncio en la pizarra

Judy caminaba con los cafés de siempre en una mano mientras que en la otra llevaba una bolsita de papel llena de bollos de moras. Sonrió ampliamente cuando Nick le abrió el lado del copiloto en el Mustang y le recibió el cartón con los cafés. Se acomodó en su asiento y colocó su café con cuidado en el portavasos antes de encarar al zorro, que ya terminaba de ponerse el cinturón.

—Dime que ésta vez no olvidaste pedirlo cargado doble. —Inquirió con sarcasmo mientras reclamaba su vaso.

—No soy tan torpe como coneja, no creas que sí.

—De acuerdo, te daré el beneficio de la duda. —Y tras darle un sorbito pequeño para no quemarse la lengua, sonrió ampliamente sintiendo un escalofrío placentero recorrerle el cuerpo. —Nada como el sabor de un buen café por la mañana. ¿Qué pediste, Zanahorias?

—Mocca blanco. —Admitió apenada. —Caliente.

—Tienes que dejar de comer tanta azúcar, por eso no duermes y cuando duermes, tienes pesadillas. Te va a hacer daño.

—Oh, vamos. Ningún conejo de campo ha muerto por comer azúcar en exceso.

—Ya, pero tú oficialmente eres un conejo de ciudad. ¿Ya cuánto hace que vives en Zootopia?

—Casi dos años.

— ¿Lo ves, pequeña coneja tierna? —Se ganó un puñetazo en el hombro por aquel comentario, pero al ver la expresión enfurruñada de la coneja, admitió para sí mismo que había valido la pena. —Ya eres casi parte del pavimento. Y no lo digo por tu estatura.

—Conduce, antes de que me arrepienta de haber aceptado que me lleves al trabajo todos los días.

—Oh, vamos, torpe coneja. No lo niegues, la mejor parte del día es cuando compartimos el auto, a menos que estemos en una persecución y me dejes conducir. No tienes lugar para quejarte. Ahora te ahorras media hora en la parada al café matutino.

—Pero a costa de qué… ¿No es cruel de tu parte burlarte de tu pasajera? Si fueras conductor de Zuber, te daría pésimas calificaciones.

—Y esa es la razón por la que no soy chofer, soy oficial de policía. Ahora, señorita, hemos llegado a nuestro destino.

—Vamos a estacionar, Nick, sabes que no me gusta dejar que vayas solo.

—Ow, la damita no deja solo a su héroe. —Soltó con voz melosa y nasal.

— ¡Héroe! —Soltó tratando de abrir la puerta, pero Nick fue más rápido y puso los seguros, arrancándole una carcajada sonora a Judy.

Las mañanas de los oficiales estrella de Zootopia estaban cargadas de risas y reclamos, hasta ahora no había un solo día en el que no hubiera al menos un golpe por parte de cualquiera de los dos, seguido de las risas del agredido. Ninguno de los dos entendía cómo era posible que en la comisaría todos se llevaran a golpes, empujones, insultos y burlas, pero entre ellos mismos las cosas no eran muy distintas, habían aprendido a llevarse bien con el resto, pero había algo que los hacía sentirse en casa cada vez que estaban juntos.

Judy había agradecido enormemente que Bogo le hubiese asignado a Nick de compañero. A final de cuentas, Nick lo había solicitado así en cuanto había dejado la academia, y teniendo en cuenta su éxito en el caso de los aulladores, no había demasiadas razones para negarles aquel placer.

Saludaron a Garraza y Judy dejó la bolsa de bollos con un guiño en el ojo. Entre ella y Garraza había surgido una tradición: una semana por una semana. Garraza compraba donas, panecillos dulces o guzgueras en general para ella una semana, le presentaba sus favoritas y luego la dejaba elegir la que compraría el viernes, y el proceso se repetía a la inversa. Judy compraba bollos, donas y pancakes de sus tiendas favoritas y el viernes elegía Garraza. ¿Qué ganaban con aquello? Bueno, Garraza había bajado un par de kilos ante las cantidades titánicas menos de azúcar que recibía dado que la mayoría de las cosas que la coneja compraba tenían mucho de dietético. Lo dulce aparte. Y no es como si ella hubiese ganado kilos por los dulces, pero ahora tenía más energía que de costumbre para las persecuciones.

— ¡Moras! —Exclamó Garraza fascinado mientras Nick tomaba una radio del pedestal y miraba sobre su hombro. —Mis favoritas.

—Qué bueno que te guste la comida de "La Zanahoria"

—Irónico que un conejo coma ahí. —Soltó Nick con ironía.

—Ja-ja Wilde. No puedo contener la emoción.

—Jud, hay anuncios nuevos en la pizarra. —Dijo Garraza en un tono que denotaba complicidad. Nick ignoró aquello y le ofreció a su compañera el otro radio del pedestal, acto seguido, ella salió corriendo hacia la pizarra.

Nick sonrió negando con la cabeza y se quedó un momento más de la cuenta mirando el punto en el que Judy había desaparecido. Garraza sonrió malicioso antes de añadir.

—Se ve muy linda hoy, ¿no lo crees?

—Perdón.

—Sí, Judy. Generalmente está linda, pero hoy se ve radiante.

—Benji. —Dijo socarrón recargando el codo en la repisa y bajándose los lentes hasta la punta de la nariz. —Ella siempre está radiante.

—Pero hoy está más, ¿Le has dicho lo hermosa que es?

Nick cayó en cuenta del juego de Garraza y se aclaró la garganta un instante. Se ajustó el radio en el cinturón y miró a su amigo fingiendo demencia. — ¿Perdón? No entiendo tu charla.

—Oh, seguro. Perdona.

Nick sonrió forzado, sin embargo, aquella sonrisa de póker la tenía tan estudiada que sólo Judy se daría cuenta de que mentía. Las puertas de la comisaría se abrieron y por ellas entró un conejo alto de pelaje blanco, sus ojos azul intenso contrastaban contra su palidez, llevaba un pantalón de mezclilla, una camiseta blanca y una chaqueta negra sobre los hombros, sonrió al llegar hasta Garraza y con autosuficiencia y elocuencia, dijo. —Vengo a ver al jefe Bogo. Tengo una cita. —Le dedicó una mirada a Nick y sonrió ampliamente tendiéndole una pata. Y por un momento, no pudo esconder el entusiasmo de estar ahí. —Donovan White, ignore la ironía del apellido, mucho gusto. Nick, ¿Puedo llamarle Nick? —Añadió rápidamente cuando el zorro le estrechó la pata con una sonrisa confundida. —Oficial Wilde será. —Comentó soltándolo y sacando su celular en modo selife, se colocó frente a Nick en un parpadeo, tomándolo por sorpresa, pero eso no evitó que compusiera una expresión socarrona, al igual que Garraza, colándose en la foto. —Perdón por el entusiasmo, soy un fan. Sé que debería mostrar un aire profesional pero ¡Cielos! Eres una inspiración en mi piso del periódico. Y la señorita Hopps, son… —Suspiró profundo antes de murmurar con voz embelesada por ambos. —Dinamita.

Nick soltó una risa ligera y miró a Donovan White. —No te disculpes, es inspirador saber que hay gente que aprecia nuestra labor.

— ¿Labor? Ustedes no sólo hacen su trabajo, es su vocación. Perdón. —Añadió bajando un poco el rostro y retrocediendo medio paso. —Tomé mucho café esta mañana.

— ¿Qué tienen los conejos con el café?

—Esa es tu frase del mes, Nick. —Añadió Garraza divertido. Donovan sacó una libreta y tomó nota antes de volver a mirar al zorro.

—Perdón, de verdad es emocionante estar aquí.

—Donovan. ¿A qué periódico perteneces?

—Gacela informativa, señor.

—Nick. Sólo Nick. —Corrigió con una mueca de inconformidad. — ¿Qué es eso de señor? Ni a Bogo le digo señor.

—Y eso es una falta terrible, oficial Wilde. —Soltó Bogo a sus espaldas. Nick sonrió haciendo un saludo militar y miró por última vez a Donovan.

—Un placer. Espero tener la oportunidad de charlar con usted algún día.

—Me encantaría pedirle una entrevista. —Dijo recomponiéndose y presentando una imagen formal frente al jefe de policía. —Puedo dejar mis datos al recepcionista y que le entregue mi información, así no le quitaré más tiempo. Jefe. —Saludó con aires amables mientras caminaba hacia él y ambos se dirigían al despacho del jefe. —Quisiera charlar las especificaciones para la cobertura de las capacitaciones de la siguiente semana.

—Parece salido de una caricatura. —Añadió Nick con media sonrisa. —Te veo en un rato, Benji.

Nick se sentó a su escritorio y sonrió paseando la mirada por los recaditos que tenía Judy pegados por todos lados, recordatorios de incluir datos a sus reportes, las compras de la semana, los cumpleaños del mes. Sonrió cuando la vio llegar dando saltitos, saludando a sus compañeros. Ella era su propio salvavidas en el naufragio que la vida era.

—Nick, tienes que ver esto. —Soltó dejando una pila de papeles en el escritorio. Folletos, dos trípticos informativos, fotografías, un banner y una solicitud de inscripción a medio llenar.

— ¿Qué es?

—Campamento. El de éste año. Decidieron hacerlo de una semana en lugar de cuatro días, cada año hacen cosas nuevas, pero ésta vez estará de lujo. Traerán a dos instructores de la ciudad vecina, dicen que cuando ellos iniciaron sus capacitaciones el crimen en la ciudad era de un ciento diez por ciento, y ha bajado al treinta y cuatro. Ya quiero conocerlos.

— ¿Vas a ir?

—Sí, es la próxima semana, sólo es una semana, así que estará bien. Hay cupo limitado para no dejar la ciudad desprotegida, así que me he inscrito ya, pero me pidieron que volviera a llenar los formularios por las dudas.

—Habla más despacio, Zanahorias, ésta mañana hablar con conejos ha sido difícil.

— ¿Con conejos?

—No importa. —Murmuró antes de dar un sorbo largo a su café. — ¿Qué más?

—Las instalaciones son de un campamento de verano así que cuentan con los espacios. —Dijo sacando uno de los trípticos y mostrándole las fotografías a su compañero, él sonrió ampliamente, contagiado por el entusiasmo de la pequeña. —Y aquí es donde vamos a dormir, dice que hay literas de todos tamaños de acuerdo al animal, pero seguramente me mandarán con los elefantes, siempre me hacen sufrir. Regaderas, instalaciones de juego e incluso tienen un campo de Gotcha. ¡Será increíble! —Soltó mirando por fin a su compañero, sin darse cuenta de que hasta ese momento la había mirado con ternura y adoración.

—Apúntame, Zanahorias.

— ¿De verdad? —Soltó esperanzada.

—No me lo perdería por nada.