— Mphf... — profirió Sherlock contra aquellos labios demandantes y experimentados que le robaban el aliento en suaves y tímidos gemidos. Las manos de John se había deslizado hasta su cintura, atrayéndolo más contra él, contra el calor de su cuerpo, tan intenso como el que nunca antes había sentido. Aquellos labios que antes sólo había podido describir como finos, ahora tenían en su listado de descripción la palabra gloriosos. Sherlock era inteligente en todo tipo de materia y ámbito, pero en el del contacto cuerpo con cuerpo, era un auténtico desastre. Movió sus labios con torpeza sobre los de John, mordiendo sin querer en ocasiones los labios ajenos. Sus manos habían dejado de estar en sus costados y habían emprendido su viaje hacia el pecho de John, en su camisa, en su cuello, en su rostro, no tenía idea de dónde es que debía posarlas, o es que era su propio cuerpo el que demandaba tocar todo a la vez porque se sentía tan bien.

Entre aquel morreo, Sherlock sintió una de las manos de John abandonar su cintura y aferrarla a su muñeca izquierda, guiando su mano de nuevo hacia la entrepierna de John en una silenciosa indicación de que usase esos largos y finos dedos para estimular su polla por sobre aquellos confines de ropa. Con algo de inseguridad, Sherlock comenzó a frotar aquel bulto con suavidad, gimiendo por la sensación que aquella acción le brindaba más a él que a John, que se limitaba solamente a gruñir quedamente contras sus labios. Sherlock parecía haber aprendido los movimientos de aquellos gloriosos labios y comenzó a imitarlos, consiguiendo que sus labios por fin se conectasen de manera apropiada para disfrutar plenamente de aquel beso que, si bien les estaba dejando sin aire, no querían finalizar. Pero aquello no duró mucho tiempo más así pues, con lo irresistible que había resultado ser Sherlock para John, no tardó en querer sentir más de aquel exquisito ser que temblaba como un indefenso gatito bajo la lluvia. Llevó su mano a la entrepierna de Sherlock, sintiendo de manera casi imperceptible cómo aquel hermoso chico estaba igual de duro que él, pero la respuesta de Sherlock fue sin dudas algo que no esperaba.

— Ungh — chilló Sherlock con suavidad, apartándose de inmediato de los labios de John, completamente sonrojado, con la respiración agitada y los labios rojos y brillantes. Miró a John con cierto reproche mientras mantenía sus piernas juntas y sus manos cruzadas cuidadosamente sobre su entrepierna. John frunció el ceño, sin comprender nada. Hacía un momento estaban comiéndose a besos, tocándose sin descaro alguno y al siguiente Sherlock le miraba como si fuese un violador. Sherlock, por más desarmado e indefenso que se sentía en aquel momento, logró notar cómo es que, tras ese ceño fruncido que John le mostraba, había una pizca de preocupación. No quería hacerle creer que le había hecho daño, que tenía algún tipo de problema psicológico o que aquello se trataba ya de un trauma, por lo que rápidamente aclaró: — No... No pienses mal, es sólo que yo... jamás... jamás había hecho nada de esto... — reveló, bajando la mirada, avergonzado por su notoria inexperiencia.

— Lo sé — afirmó John de manera casual, tomando un poco del agua que quedaba en su copa que tras ese trago quedó vacía. Sherlock alzó la mirada, entre confundido e incrédulo, respondiendo: ¿L-Lo sabes? —. John soltó una suave risa en lo que a Sherlock le pareció un intento por aligerar la tensión que parecía decidida a instalarse entre ellos. — Sí. Lo sé porque besas realmente mal, encanto — respondió sin tapujos, riéndose de nuevo. Se relamió los labios y Sherlock no supo si reír o avergonzarse por aquella crítica, pero al final optó con dedicarle una suave sonrisa a John.

— Pero lo cierto es que tus labios son tan exquisitos que me importa un carajo si te pasas toda la noche mordiéndome — admitió John, guiñándole de nuevo un ojo. Sherlock se sonrojó de manera encantadora ante aquellas palabras, escuchando de nuevo a John decir, esta vez con la misma aspereza con la que minutos antes le había hecho tiritar: — Quizá no sepas besar, pero sí que sabes exactamente dónde tocar — se recargó contra el respaldo del sillón y separó sus piernas sin preocupación alguna, mostrando a Sherlock que a pesar de aquella abrupta separación y burlas, John seguía notablemente duro. Sherlock sintió un cosquilleo en su vientre y cómo su pollita daba un respingo en los confines de su ropa. Ambos tenían evidencia notoria de que se encontraban en el mismo estado de excitación, y que, a menos que decidiesen por "accidente" echarse el agua encima en un intento por bajar la erección y parecer que acababan de mojar los pantalones, no tenían mayor opción que encargarse del problema.

En aquel momento, como si fuese le destino quien tenía deparado que les descubrieran y dejaran en vergüenza, el hombre que le había llamado a Sherlock el día anterior, se acercó a la mesa y con una suave e ignorante sonrisa, les preguntó: — ¿Les gustaría pedir algo para beber o para comer?, ¿algo en especial? —. Sherlock estaba completamente tenso, sabiendo que sus mejillas teñidas de carmín le delataban sin piedad. John, muy por el contrario, seguía sentado en la misma posición, mirando fijamente al hombre para después preguntarle:

— ¿Dónde están los baños, amigo? —. Sherlock abrió los ojos por completo, preguntándose si es que John al final se atrevería a hacer aquello en el baño de un restaurante en el que seguramente entraban y salían personas a cada momento del baño, ya fuese de hombres o de mujeres. El hombre, sin notar absolutamente nada raro en aquella simple pregunta, le respondió amablemente: — El servicio para hombres está al fondo y a la izquierda, en la puerta ocre.

John le dedicó al hombre la sonrisa más falsa que Sherlock había visto en su vida y enseguida respondió: — Muchas gracias. Mi chico no se siente muy bien y me parece que lo mejor será que lo acompañe al baño en caso de que deba vomitar o algo por el estilo. No quiero que por nada del mundo haga un desastre en tan cómodos sillones, mi estimado amigo, mucho menos en su mesa — mintió, con tal facilidad que hizo que Sherlock se sintiese ligeramente raro. El hombre mostró una enorme sorpresa ante aquello y de inmediato se apartó del camino.

— Vayan, vayan. Si este jovencito hace tal cosa, el cobro por dejar todo como nuevo será demasiado — los apuró el hombre, marchándose después mientras vociferaba algunas palabras que Sherlock logró identificar como Italiano a uno de sus ayudantes en la cocina.

— Bien. Tenemos algo de tiempo antes de que el sujeto realmente se alarme y quiera saber a fondo si es que te encuentras realmente mal — comentó John, poniéndose de pie y pasando su mano por sobre su prominente entrepierna, reajustando la posición de su polla dolorosamente presionada contra la bragueta de su pantalón. — Vamos — instó a Sherlock, apuntando con su cabeza en dirección al baño.

Sherlock lo miró con la boca ligeramente abierta, replanteándose de nuevo si es que aquello estaba realmente pasando o si es que era un sueño. John lo miraba fijamente, alzando una ceja mientras le esperaba. Sherlock notó que al parecer no tenía intención alguna de marcharse solo al baño. Por lo que, con el corazón latiendo desesperado dentro de su pecho, Sherlock se puso de pie, tiró de los bordes de su camisa para cubrirse un poco y unirse a John, quien muy para su sorpresa le tomó de la mano, entrelazando sus dedos con los suyos. Sintió un escalofrío que lo recorrió por completo y aquel pinchazo de adrenalina que según él creía que se asimilaría a la que un ladrón siente cuando está a punto de asaltar un banco. Era inexplicable, peligroso e increíblemente excitante. Se dejó arrastras por John hasta el baño, con aquella puerta de color ocre tan fea. Se adentraron al lugar con las respiraciones agitadas, como si hubiesen corrido una maratón. Y de la nada, tras cerrar la puerta, John exclamó de manera moderada:

— Caballeros, lamentamos la molestia pero hemos sido advertidos de una posible fuga de gas y es necesario evacuar el lugar lo antes posible —. Sherlock frunció el ceño, sin comprender nada, hasta que John, con una sonrisa entre ladina y burlona, le empujó contra uno de los lavamanos y comenzó a besarlo con desesperación. Sherlock mantuvo los ojos abiertos por un momento, presa aún del shock por no saber qué diablos pasaba. Pero tan pronto como John comenzó a acariciar de nuevo su cuerpo, sin reparos o dudas, comprendió que aquello no había sido más que un falso aviso para asegurarse de que estaban solos. Comprendido aquello, se permitió disfrutar de aquel beso que, para gusto suyo y sorpresa más que agradable para John, comenzó a responder adecuadamente. Aferró esta vez sus manos a las mejillas de John, mientras que las ajenas se paseaban por su espalda baja hasta sus nalgas, mismas que sintió ser apretujadas con fiereza para después ser levantado y sentado sobre el lavamanos, sin que los labios de John abandonasen los suyos.

— Sácame la polla — ordenó John entre besos desesperados que comenzó a repartir contra la mandíbula de Sherlock, por su cuello y parte de su clavícula al descubierto. Sherlock gimió de manera aguda ante aquella orden y reparto de besos hambrientos en su pálida piel nunca antes marcada o besada. Se sentía en la gloria, con aquel manojo de sensaciones agolpándose en su vientre bajo y en su pollita imposiblemente dura. Deslizó sus manos por el pecho de ajeno, ciñendo sus dedos al par de botones en el pantalón de John, quien se dio a la tarea de besar su pulcra piel mientras desabotonaba su camisa con tortuosa lentitud. Cuando logró deshacer tanto los botones como la bragueta de John, Sherlock no supo cómo proseguir, limitándose solamente a seguir gimiendo, con sus manos ahora aferradas a la chaqueta de John, quien tras dejar al descubierto una considerable parte de aquel hermoso lienzo en blanco que era el pecho de Sherlock, se dio a la tarea de lamer sus rosadas aureolas, rozando con su lengua los pequeños pezones. Sherlock arqueó la espalda contra el espejo sobre el lavamanos, aferrándose con una mano a éste. Empujó su pelvis contra el vientre de John, encontrándose con que aquel movimiento le brindó una exquisita fricción a su pollita, haciéndole estremecer por completo y expresar su placer con otro agudo gemido.

— Dios... Cada vez que haces eso me pones la polla más dura, Sherlock... Eres increíblemente delicioso y sensual. Sólo puedo pensar en metértela y correrme dentro de ese apretado agujerito que debes tener... — jadeó John, dándose a la tarea de usar sus manos para desabotonar el pantalón de Sherlock y poder ¡por fin!, descubrir otra exquisita parte de aquel hermoso ser. Durante aquella acción, continuó lamiendo y mordiendo con suavidad los ya erectos pezones de Sherlock, que parecía luchar por querer recuperar la respiración, con su espalda contra el espejo tras él y su cabeza echada hacia atrás, dejando a completa disposición de John ese hermoso y blanco cuello que se moría por marcar con sus dientes, pero sabía que con lo delicada que era aquella hermosa criatura que temblaba frente a él, aquello no sería buena idea por lo que, una vez que logró deshacer los botones y bragueta de Sherlock, tomó sus piernas y las asió a su cintura, tomando después con delicadeza a Sherlock por la cintura y acercándolo más a él, alineando sus pollas, una libre y otra, la suya, aún aprisionada entre su ropa. — Mírame, Sherlock... mírame — demandó, tomándolo por la nuca para que Sherlock apoyase su frente contra la suya y aquel contacto visual necesario en aquel momento por fin se hiciera. Sherlock se sentía mareado, como si acabase de tomar algo que no debía y aquello estuviese ocasionando reacciones raras en su cuerpo. Escuchaba la voz de John lejana, como si le arrullase. Abrió los ojos y los fijó en los de John, arqueando sus propias cejas, pareciendo ligeramente adormilado.

— John... — susurró en un jadeo, presionando torpemente sus labios contra los de John. — Tócame... tócame, por favor... — le imploró, pasando sus manos por sobre los hombros de John para aferrarse a él, ocultando su rostro contra la coyuntura del hombro y cuello de John quien, derritiéndose por la dulzura de su pronto a ser amante, no dudó un sólo segundo en hacer caso de aquel pedido. Hundió sus dedos en los bordes del pantalón de Sherlock a ciegas y tiró con algo de fuerza de ellos, gruñendo entre dientes por aquellos benditos y ajustados pantalones, hasta que logró bajarlos a la mitad de los muslos de Sherlock junto con su ropa interior. Besó el cuello de Sherlock a su alcance y susurró: — Mírame, Sherlock... quiero ver tu rostro mientras te toco, quiero recordar esas hermosas facciones delatando tu placer bajo el tacto de mis manos... Mírame, Sherlock... —. Pero Sherlock no lo hizo, se aferró con mayor firmeza a su cuello y ocultó más su rostro, diciendo casi con una voz infantil: — No... No quiero, es demasiado vergonzoso...

John, desconcertado y sin haber entendido del todo aquellas palabras, frunció el ceño, hasta que cayó en cuenta de cuál es que podría ser el posible problema o motivo de vergüenza para Sherlock. Ladeó un poco la cabeza, sin siquiera intentar apartar a Sherlock. Y entonces la vio. Sherlock tenía una pequeña y hermosa pollita pálida y rosada que se alzaba completamente erecta sobre una cama de vellos azabaches que contrastaban bellamente con la palidez de su piel. Aquel descubrimiento, lejos de incitar la burla en John, le llenó de una enorme ternura por Sherlock. Era perfecto, y así se lo quería hacer saber, por lo que, mientras filtraba su mano derecha entre sus cuerpos y empuñaba la dulce y pequeña pollita de Sherlock, susurró: — Eres hermoso, Sherlock... jodidamente hermoso y dulce... Y tu pollita... Dios. Es tan encantadora como todo tú —. Sherlock se tensó cuando sintió la mano de John comenzar a moverse. Un fuerte cosquilleo se hizo sentir en su vientre, al igual que un fuerte calor que se extendía por toda esa zona. Las palabras de John le hicieron gemir quedamente contra su cuello. Nunca antes en su vida había sentido la necesidad de tocarse, ni siquiera por la curiosidad que todo adolescente de su edad tenía, y fue por ello mismo que, mientras sentía cómo la mano de John acariciaba su corta longitud con rapidez y rozaba con su pulgar la pequeña hendidura en el glande, su capacidad de controlar tal estímulo fue tan poca que en menos de un minuto se encontraba gimiendo sonoramente y expulsando chorro tras chorro de su espeso esperma contra la camisa de John, que le sujetó con fuerza contra su pecho, reconfortándolo con suaves palabras que Sherlock jamás creyó escucharía ser dichas para él. Todo su cuerpo se agitaba con violencia mientras se aferraba con brazos y piernas al cuerpo de John, gimiendo y casi al borde de las lágrimas por tan potente sensación.

Para cuando fue capaz de recuperar la conciencia, se encontró con que John estaba acariciando su espalda con suavidad, sosteniéndole aún contra su pecho. Había un poco de humedad sobre la chaqueta de John en la parte de su hombro, revelando que en efecto no solo la sensación del casi llanto se había presentado. Tal había sido la magnitud de aquel primer orgasmo, que le había hecho perderse por completo. Con la timidez recuperada, susurró: — Lo siento... Lo siento mucho... Yo... se supone que... — intentó disculparse por lo que acababa de pasar, pero John lo silenció al instante, sin dejar de acariciar su espalda.

— Está bien, Sherlock... todo está bien... Sé que ha sido la primera vez que haces esto, pero quiero que sepas que ha sido lo más hermoso que he presenciado en toda mi vida... Ha sido hermoso y dulce, como tú... — susurró, girando un poco su rostro para después besar la mejilla cálida de Sherlock. — Déjame ayudarte a reacomodar tu ropa... — pidió, apartando una de sus manos en su espalda, moviéndose sólo un poco para poder hacer el intento de subir de nuevo la ropa de Sherlock, pero esté le detuvo.

— Espera... John, tú... tú no has... — aventuró tras sentir que la polla de John seguía aún inmensamente dura contra su cuerpo.

— No importa, me encargaré de ello en cuanto te dejé de nuevo en la mesa y pida algo para que comas y bebas — murmuró, haciendo de nuevo otro intento por subirle la ropa, pero esta vez Sherlock le interrumpió de nuevo al apartarse y mirarlo a los ojos para después decir: — Quiero que lo hagas... Por favor, de verdad quiero hacerlo... — le aseguró, pero no obtuvo mayor respuesta de John que una suave sonrisa y un dulce beso en sus labios para después decirle: — Estás loco si crees que voy a hacerte mío en el baño de un restaurante. Si vas a ser mi chico, voy a asegurarme de hacer de tu primera vez algo que quieras recordar por el resto de tu vida, Sherlock — prometió, acariciando sus mejillas. Sherlock lo miró fijamente pero con suavidad, tratando de asimilar aquellas palabras que John acaba de decirle. No sólo estaba esa negación a hacerle suyo, sino que John acaba de pedirle ser su chico de manera indirecta. Si aquello era lo que de verdad Sherlock pensaba, debía cerciorarse.

— Quieres… ¿quieres que sea tu chico? — preguntó sin apartar su mirada. John río quedamente y pasó su pulgar por sobre el labio inferior de Sherlock, respondiendo: — Por supuesto que sí. Si es lo que quieres, por supuesto… — alzó una ceja de manera interrogativa hacia Sherlock, que al haberse quedado mudo, sólo consiguió asentir a modo de respuesta.

— Estupendo… Estupendo, Sherlock… sé… sé que no me conoces en lo absoluto, pero una vez que salgamos de aquí hablaremos hasta que el lugar deba cerrar. Nos conoceremos y… Dios… Sherlock, te juro que seré el mejor novio que jamás hayas tenido. Lo prometo — susurró, tomando a Sherlock de las mejillas y besándolo con dulzura. Sherlock correspondió a aquel beso con algo de torpeza aún y el insistente pero ya más calmo cosquilleo en su vientre. Tenía un novio. Su primer novio…

Compartieron un par de tímidos besos más, hasta que Sherlock apartó sus labios de los de John para insistir de nuevo al pedirle: — John, quiero… quiero ayudar con… con tu… — titubeó, bajando la mirada para ver el bulto en la entrepierna de John, quien tras aquellas palabras respondió: — De acuerdo... Puedes ayudarme con algo que… que desde hace algo de tiempo he querido intentar… — miró a Sherlock a los ojos y preguntó: — ¿Confías en mí?

Sherlock guardó silencio un momento, sin negarse a sí mismo que sentía cierto miedo por lo que John tuviese en mente, pero no porque fuese malo, sino por terminar siendo incapaz de hacer algo que a John le interesaba. Al final, mordiendo sus labios, respondió: — Sí, John…

John le sonrió y lo besó de nuevo, con la misma delicadeza que antes. Se apartó un poco y se bajó sus propios pantalones y ropa interior, dejando libre por fin aquella polla enhiesta que se alzaba obscena contra su vientre cubierto por aquella camisa de cuadros que había recibido la anterior descarga de su dulce amante. Sherlock no supo cómo sentirse, pues se debatía entre mostrarse enormemente avergonzado por el daño a la ropa de su novio, o inmensamente sorprendido y sonrojado por lo más que notoriamente bien dotado que estaba John. Al final su sonrojo tomó completo control de él sin permiso alguno. Observó la polla de John por un par de segundos, hasta que John interrumpió su apreciación al decir:

— Te dejaría mirarla todo el día, cielo. Pero el tiempo corre y si de verdad quieres ayudarme con ella, hay que hacerlo cuanto antes o el dueño querrá saber qué pasa en el baño — le recordó, tomándose a sí mismo en mano para masturbarse un poco, aligerando ese dolor que comenzaba ya a sentir. Sherlock espabiló al instante, sonrojándose aún más, pero respondiendo: — Sí, claro. Yo… uhm… ¿qué debo hacer? — miró a John, esperando una indicación que de inmediato recibió.

— Recárgate contra el espejo un poco, sin hacer presión. Sólo quiero que lo hagas de forma que te sea posible alzar tus piernas y sostenerlas contra tu pecho. Así… — explicó mientras volvía a acercarse y tomaba las piernas de Sherlock para alzarlas y dejar al descubierto ese pequeño y apretado botón entre los glúteos de Sherlock, que ante aquella acción sintió que el calor en sus mejillas se expandía hasta sus orejas.

— Oh Dios… — jadeó John al tener aquel primer plano tan íntimo de Sherlock, pero no era el momento, no en aquel lugar. Se obligó a recobrar la compostura e indicar a Sherlock: — Abraza tus piernas contra tu pecho, justo… Dios, Sherlock… justo así… — susurró, relamiéndose los labios por la anticipación que ya le estaba volviendo loco. Sherlock hizo lo que le pedía, rodeando sus piernas por la parte trasera de sus muslos, sintiéndose obscenamente expuesto y más que desnudo como estaba. Su mirada seguía fija en John, quien podía notar que a leguas que respiraba ya con algo de dificultad. Se removió un poco, presionando su fláccida pollita contra su vientre.

— Perfecto… Perfecto, Sherlock… Dios… si tan sólo pudieses verte ahora mismo, Sherlock… — apreció John, llevando su mano a su boca para depositar algo de saliva en ella y llevarla después a su polla, misma que embadurnó con su saliva. Tomó con firmeza su polla y se acercó a Sherlock, que no paraba de mirarle, entre curioso y nervioso. Y entonces, Sherlock sintió cómo la polla de John era presionada entre sus piernas, exactamente por sobre sus testículos. No comprendía qué es lo que John hacía, hasta que sintió cómo gran parte de la longitud de aquella polla atravesaba apretada barrera de sus piernas. Dejó escapar un suave jadeo y alzó de nuevo la mirada, fijándola en John que había cerrado los ojos y tenía sus labios ligeramente separados, profiriendo un áspero gruñido al terminarse de empujar en aquellas suaves piernas que estimulaban su polla de manera divina.

— Oh Dios, Sherlock… eres increíble, cielo… Maravilloso… — halagó, comenzando a empujar en un lento vaivén sus caderas contra las piernas de Sherlock. Posó sus manos en la parte trasera de las rodillas de Sherlock y comenzó a embestir contra él, haciéndolo con movimientos cortos y profundos, permitiendo a Sherlock deleitarse con la vista de cómo la polla de John desaparecía y reaparecía entre sus piernas, rozando a la vez su pollita y manchándola con su pre-semen. Sherlock gemía quedamente de nuevo, ligeramente avergonzado por el sonido que sus pieles comenzaban a hacer cada que John se empujaba por completo. Observó cómo un hilo de pre-semen guindaba de la polla de John, regándose en su pollita y entre sus piernas. Las embestidas de John se estaban volviendo más bruscas y rápidas mientras jadeaba, agitado y completamente perdido en la exquisita sensación que aquello le brindaba, pensando en que si aquello se sentía gloriosamente bien, estar dentro de Sherlock debería ser cómo tocar el cielo. Pensó en su ahora dulce novio, tendido sobre su cama, con sus piernas separadas para él, jadeando su nombre e implorándole por tomarlo. No iba a soportar mucho más. Enterró sus dedos en la blanca y suave piel de Sherlock y comenzó a embestir de manera errática, gruñendo como un animal en celo. Hasta que por fin aquellas corrientes eléctricas le recorrieron desde la base de su espina dorsal, le hicieron apretar con fuerza la carne de Sherlock y terminar por correrse con un largo chorro de semen que salió disparado hasta la barbilla de Sherlock y por toda su camisa de seda morada. Sherlock dio un respingo por tal acción inesperada y notó como John seguía empujando tres veces más hasta vaciarse por completo sobre su camisa.

Ambos guardaron silencio después de aquello, con John tratando de regularizar su respiración, su corazón latiendo desbocado y su frente ligeramente perlada en sudor. Sherlock, por su parte, estaba terriblemente sonrojado, sin saber cómo reaccionar, hasta que John se apartó de contra su cuerpo, se subió la ropa interior y pantalones y volvió a rehacerlos.

— Dios, eso fue increíble. ¿No lo crees? — preguntó, alzando la mirada para enseguida abrir los ojos por completo al ver el desastre que se escurría por el cuello de Sherlock. — Oh por Dios, lo siento… Lo siento, Sherlock, no sabía… no se suponía que… Dame un segundo… — se adentró a uno de los cubículos y tomó algo de papel higiénico para después regresar y ver qué Sherlock seguía en la misma posición, mirándolo completamente sonrojado. — Oh tú… Dios. Sherlock, vas a ser mi maldita perdición — se acercó a él y le indicó que soltase sus piernas, posándose entre ellas para tomar el papel y limpiar la barbilla y cuello de Sherlock, junto con el resto de su descarga en su camisa. — De verdad que lo siento mucho, Sherlock. Nunca… nunca antes había eyaculado de tal forma… era sólo… ya sabes, como… como… — comenzó a titubear mientras seguía limpiando las manchas que de ninguna manera saldrían de aquella camisa, pero Sherlock le detuvo con un suave susurró.

— John, está bien… No pasa nada, me ha… me ha gustado… — admitió con una tímida sonrisa. John alzó la mirada y la fijó en él, confundido.

— ¿D-De verdad? ¿Te ha gustado lo que… lo que he hecho al final? — preguntó, parpadeando con insistencia.

— Me ha gustado todo, John… — respondió, bajando del lavamanos para reacomodarse la ropa, sin dejar que aquella pequeña sonrisa desapareciera de sus labios. — Pero… no sé cómo ocultaré esto… — murmuró con una mueca mientras veía las partes oscurecidas en su camisa.

— Toma mi chaqueta — dijo de inmediato John mientras se la quitaba. — Úsala y para nuestra segunda cita me la regresas — le indicó, extendiéndosela.

Sherlock la tomó con una expresión atónita, habiendo escuchando a John sugerir una segunda cita con él.

— ¿En serio? Tú… ¿quieres tener otra cita conmigo? — preguntó mientras se ponía la chaqueta y subía el cierre hasta casi llegar a su cuello, cubriendo todo rastro de lo pasado.

John le sonrió cálidamente. Se acercó a él y tras acariciar la mejilla de Sherlock, besó sus labios con lentitud, susurrando después: — Por supuesto que quiero una segunda cita contigo. Eres mi novio. Los novios tienen más de una cita.

Sherlock le devolvió la sonrisa con timidez y se lavó las manos mientas John se apartaba la camisa a cuadros y se dejaba sólo la que había estado usando debajo. Tomó a Sherlock de la mano y salieron del baño para regresar a su mesa, donde el mismo tipo les esperaba con cara de preocupación.

— ¿Te encuentras bien, muchacho? — le preguntó con seriedad. Sherlock miró en complicidad a John y después respondió: — Estoy más que perfecto. ¿Podríamos pedir algo para beber y comer? — preguntó, volviendo a tomar asiento, esta vez más cerca de John, quien le rodeó con su brazo y besó su mejilla.

El hombre frunció ligeramente el ceño pero al final les sonrío y asintió, marchándose para traerles la carta con el menú de aquella noche. Sherlock se acurrucó contra el cuerpo de John y ocultó su rostro contra el cuello de John, abrazándose a su cintura. John sonrió ante aquel gesto tan íntimo y besó los cabellos de Sherlock.

— Entonces… ¿qué piensas ahora de mí? — le preguntó en voz baja.

Sherlock ronroneó y frotó su nariz contra su cuello, murmurando:

— Pienso que eres el mejor novio del mundo, John… Mi novio.

John dejó escapar una suave risa y acarició el hombro de Sherlock, respondiéndole:

— Todo tuyo, Sherl. Todo tuyo.


Bueno... eso ha sido todo xD Espero que les haya gustado. Lo del smut no estaba planeando, pero al final no pudo quedar excluido xD
Gracias por leer :D