Capítulo 5

El aleteo de una lechuza en la ventana interrumpio al almuerzo de Tonks y Remus.

Tonks, sentada junto al cochecito de Teddy, estaba a punto de levantarse pero Remus se le adelantó y abrió la ventana, dejando entrar a la lechuza. Tomó la carta que traía, la dejó en la mesa y fue a la cocina a buscar un pequeño cuenco con agua para el ave.

Cuando regresó al comedor, Tonks ya había rasgado el sobre y leía la carta. En cuanto le vio, ella se levantó para envolverlo en un abrazo que él correspondió, pero no entendía el por qué.

—¿Qué sucede? —preguntó desconcertado. Tonks le soltó y le extendió la carta.

—Orden de Merlín, Primera clase —respondió con una gran sonrisa en su rostro. Remus tomó la carta y comenzó a leer.

«Estimado sr. Lupin

Es mi placer comunicarle que ha sido seleccionado para ser honorado con la Orden de Merlín, Primera clase por sus acciones como miembro de la Orden del Fénix y, especialmente, en pro de la seguridad del mundo en la Batalla de Hogwarts durante la Segunda Guerra mágica.

Su medalla correspondiente será entregada a usted el día 3 de junio durante una ceremonia llevada a cabo en el Gran Hall del Ministerio. Esperamos su presencia a partir de las siete pm del mencionado día.

Saludos cordiales de parte del Ministro de Magia

Kingsley Shacklebolt».

Remus se quedó atónito, con los ojos como órbitas al terminar de leer. Volvió a hacerlo una vez más, y otra, sólo para estar seguro. No cabía en sí de felicidad al comprender el significado de aquellas palabras.

Sería honrado con la Orden de Merlín y ¡nada más ni nada menos que con la Primera clase! Se sentía irreal, como alguna clase de extraño sueño.

Tonks volvió a abrazarlo y él la rodeó con sus brazos como un autómata.

—Te mereces esto, Remus. Y mucho más —le aseguró Tonks al oído en un susurro. Y la forma tan suave, pero solemne a la vez, hizo que a Remus se le formara un nudo en la garganta.

Ambos se separaron y se sentaron para terminar su almuerzo.

Debían apresurarse si querían llegar a tiempo para la cita con el pedíatra para uno de los chequeos mensuales de Teddy.

Tonks observó su aspecto en el espejo de cuerpo entero y cambió varias veces el color de su cabello, pero al final se decidió por un rojo oscuro. Ella sonrío cuando sintió los brazos de su esposo alrededor de su cadera y un beso tierno en su cuello.

—Eres preciosa.

—Y tú muy guapo —replicó ella.

Ambos observaron su reflejo. Tonks lucía un vestido corto morado y Remus se había puesto un nuevo traje gris que ella prácticamente le había obligado a comprar.

«Es tu día especial,» había dicho «¿cuándo fue la última vez que compraste algo bonito para tí?».

De modo que Remus buscó un traje que no fuera demasiado costoso, pero que a ella le gustara.

Era sábado 3 de junio.

Tonks llevaba el bolso y Remus tomó a Teddy entre sus brazos. Salieron del departamento y caminaron las pocas cuadras que les separaban hasta la cabina telefónica en desuso que funciona como entrada para los visitantes al Ministerio.

En el silencioso camino, Remus recordó la noche del primero de noviembre de 1981, cuando se acostó pensando en los amigos que había perdido tan sólo hacía un día.

Aquel día, cuando se enteró de la noticia, había sentido como algo se rompía dentro de él. Los unicos amigos que había tenido, aquellos que lo animaban a seguir adelante, estaban muertos—y uno de ellos, encerrado en Azkaban.

Luego, durante un poco más de doce años, había vagado solo por la vida, sintiendo que nunca podría realizar algo bueno; hasta que la Orden del Fénix volvió a reunirse y creyó que podría hacer una pequeña diferencia luchando por el bien... pero jamás había pensado siquiera en la posibilidad de recibir alguna clase de reconocimiento por ello.

Sin embargo allí estaba, dirigiendose a una mesa del Gran Hall del Ministerio, rodeado de personas a quienes apreciaba.

—Remus, cariño, ¿estás bien? —preguntó Tonks, posando una mano sobre la suya.

Cuatro días atrás hubo luna llena; Tonks le había comprado una poción multijugos y acompañado hacia un lugar aislado y seguro. Sin embargo, se había sentido cansado y los resquicios de su malhumor aún estaban presentes.

—Te ves más pálido de lo usual, Remus, ¿estás nervioso? —comentó Arthur en tono ligero y el aludido negó con la cabeza.

—Quizás un poco, pero estoy bien —declaró, esto último dirigido a su esposa.

Los platos se llenaron de comida y, antes de comenzar a cenar, el ministro hizo un pequeño brindis. Más tarde, minutos después de terminar de comer, una voz interrumpió cualquier charla que pudiera producirse y todos los presentes dirigieron la vista a quien había hablado. Era el actual Ministro de Magia, Kingsley Shacklebolt.

—Antes que nada, bienvenidos. A un mes de la Batalla de Hogwarts, donde tantas personas arriesgaron su vida por la seguridad del mundo mágico, hoy estamos reunidos para dar reconocimiento a una de esas personas: Remus Lupin.

Remus supo que era el momento.

—Por favor, sube conmigo —pidió él a Tonks y ella parecía a punto de negarse, pero al ver la mirada de su esposo asintió. Dejó a Teddy con Molly, entrelazó su mano con la de Remus y caminó con el hacia el escenario.

Al llegar, luego de que los dos hombres se estrecharan las manos, Remus se inclinó ligeramente para que el Ministro pudiera ponerle la medalla de lazo verde alrededor del cuello.

—Gracias —murmuró Remus y Kingsley hizo una inclinación con la cabeza y volvió unos pasos atrás, para permitirle el habla.

Remus miró a la pequeña multitud convocada. Había varios empleados del Ministerio—precisamente aquellos que tenían un puesto alto—, todos los integrantes de la Orden del Fénix, Harry con la familia Weasley; e incluso reporteros.

Aquel último grupo, con sus cámaras y sus libretas, era el que más nervioso le ponía, pero sentía las caricias suaves que Tonks le proporcionaba en su brazo y de alguna manera le tranquilizaba.

—Hace tan sólo un año atrás no habría creído que pudiera ganar alguna clase de reconocimiento por hacer lo que considero correcto: luchar por un mundo mejor, para mi esposa, para mi hijo y para todas las personas a quienes aprecio, sin embargo me siento muy honrado de recibir esto —señaló la medalla.

El público aplaudió. Remus sonrió y se retiró hacia su mesa, donde ya estaban sirviendo el postre: pastel lava de chocolate.

—Esto está delicioso —comentó él, aunque cualquier cosa que incluyera chocolate le gustara. Como si su esposa adivinara sus pensamientos, le señaló con un dedo acusador.

—¡No dijiste eso cuando yo lo hice!

Remus sonrió culpable. En una ocasión, Remus había ido al departamento de Tonks donde ella le esperaba con un pastel como aquel, pero... se le había quemado. En un intento de no hacerla sentir mal, él probó el pastel y mintió respecto al sabor; pero su cara debió delatarlo, porque Tonks le quitó el plato y probó un bocado que terminó escupiendo en el tacho de basura.

—Lo siento, cariño, pero sabes que me arriesgué a un terrible dolor de estómago por ti —se defendió, intentando agregarle un poco de humor. Ella, en un gesto increíblemente maduro, le sacó la lengua.

—Tonks, querida, creo que Teddy tiene el pañal lleno —informó Molly. Tonks se levantó con el bolso al hombro, al mismo tiempo que la señora Weasley se incorporaba.

Ambas se dirigieron juntas hacia el baño y Arthur se pusó a charlar con un hombre que se sentaba en la mesa contigua. Remus apoyó su rostro en su mano y se dedicó a escuchar la conversación, sin embargo algo lo distrajo; una mujer que se sentaba en el lugar que el correspondía a Molly.

—Permiso —dijo con acento americano.

Remus la observó. Era una mujer bajita, que debía tener la edad de Tonks, con una libreta y una pluma en las manos; usaba un vestido azul y su cabello oscuro estaba atado en un moño desarreglado. No parecía, en absoluto, una periodista.

—Espero no molestarlo, señor Lupin, pero me preguntaba si podía concederme una pequeña entrevista. No debe responder a las preguntas con las que no se sienta cómodo —le aseguró ella, antes de que él pudiera responder.

—Claro —accedió, pero se sentía en duda. Temía que aquella desconocida resultara ser otra copia de Rita Skeeter que se dedicara a crear notas falsas sólo para conseguir público, sin importarle las consecuencias.

—¿Para qué períodico trabaja? —preguntó Remus, aunque sabía cuál era el más conocido.

—La transformación moderna—respondió para su alegría. Había leído pocas veces aquel diario, pero sabía que era más confiable que El profeta, que actualmente intentaba retomar su posición como el diario más leído en Europa—, pero no debe temer. Nunca he basado mi trabajo en exageraciones, no como Rita Skeeter —dijo, esto último en un susurro.

Remus esbozó una sonrisa pequeña.

—Mi nombre es Rose Jones, por cierto.

—Un gusto.

—Igualmente. Comencemos, ¿qué pensó al recibir la carta que le comunicaba que sería honrado con la Orden de Merlín?

—Fue algo... no lo sé, extraño. No creí que podría sucederme.

—¿Por qué dice que no podía creerlo posible? —continuó preguntando, sin apartar la vista de la libreta al tiempo que escribía.

—No sé si lo sepa, señorita Jones, pero tengo una condición... soy hombre lobo.

—¿Le incómoda hablar de ello? —inquirió Rose, quitando la vista de la hoja y posando sus ojos en Remus.

—Quizás un poco —dijo un tanto cohibido.

—No debería, señor Lupin. Usted ha sido el primer hombre lobo en la historia que ha conseguido tal honor —comentó, sin duda en su voz.

—No sé que decir al respecto.

—¿Cree que el hecho de tener la Orden, hará una diferencia en su vida?

La mujer volvió a escribir.

—¿Cómo?

Remus sabía que era, sin duda, algo increíble tener la Orden, pero no veía cómo sería posible que aquello mejorara su vida de alguna manera. Tan sólo era un título.

—Una diferencia —volvió a repetir, como si no le hubiera escuchado—. ¿Cree que podría abrirle las puertas a más posibilidades? He oído que la vida de los hombres lobos es difícil.

—Bueno, lo es —Remus se removió en su asiento, incómodo—. No es fácil conseguir un empleo cuando la gente se rehusa a tener demasiado contacto contigo debido a... esta condición.

No solía hablar demasiado del tema, y hacerlo con alguien que estaba anotando todo lo que decía para publicarlo le ponía un poco nervioso.

—Entiendo. ¿Cómo cree que deberían romperse estos prejuicios? ¿Usted quisiera hacer algo al respecto?

—Me gustaría mucho hacerlo, pero no sabría cómo. Hasta hace poco yo tenía mis propios prejuicios sobre el hecho de ser hombre lobo.

—¿Tenía? ¿Los ha superado? ¿Cómo?

La mujer parecía genuninamente interesada, más allá de la entrevista por lo que Remus fue por una respuesta sencilla y cierta.

—Gracias a mi esposa.

—Nymphadora Tonks —aclaró ella, después de haberlo confirmado en sus notas y él sonrió.

—¿Están casados hace mucho? ¿Cómo se conocieron?

—Un año y... me temo que no puedo contarlo.

—Comprendo, algunas historias son demasiado buenas para contarlas y romper la magia, ¿no? —dijo con una sonrisa a la vez que cerraba la libreta y guardaba la pluma en un bolsillo—. Muchas gracias, señor Lupin. Podrá ver la entrevista en el diario, el de esta semana va por mi cuenta.

Remus asintió y la reportera se fue.

—¿Estás bien? ¿Aquella reportera te molestó?

Él negó, pero sonreía ante el tono de su esposa, siempre tan protectora.

—No, sólo hizo algunas preguntas para El Profeta —aclaró.

—De acuerdo. La cena terminará en un rato, aunque Kingsley dijo que nos disculparía si nos ibamos un poco más temprano. Teddy está cansado.

Él observó a su hijo y le dio la razón. El pequeño tenía los ojos cerrados y Tonks le acunaba, meciéndole para que durmiera.

—¿Quieres irte? —preguntó Remus, aunque él no sentía deseos de quedarse por mucho tiempo.

Sentía los ojos pesados y había bostezado varias veces a lo largo de la cena. Quería dormir un par de horas y luego disfrutar del único día que Tonks no trabajaba y se quedaba en casa.

—Sí, nada sería mejor que tirarme en la cama a dormir —le confesó Tonks con una sonrisa—. Antes de irnos, ve con Kingsley. Dijo que quería hablar contigo en su oficina.

Remus alzó una ceja y ella se limitó a encogerse de hombros. Él se levantó y, antes de dirigirse hacia le mesa donde se sentaba el ministro, dejó un beso en la coronilla de Tonks.

—¡Ah, el homenajeado! —exclamó Kingsley—. ¿Cómo estás Remus?

—Bien, pero Teddy está cansado, al igual que Tonks, así que hecho venía a despedirme y agradecerte.

—De acuerdo, entonces, acompañame a mi oficina, por favor —ordenó el ministro y Remus le siguió. Al llegar, Kingsley cerró la puerta detrás de sí y comenzó a buscar algo entre sus cajones, hasta que finalmente encontró una pequeña bolsa y se la tendió a Remus.

Él la aceptó y al abrirla, pudo ver que su contenido no era nada más ni nada menos que un montón de galeones. Levantó la mirada y observó al ministro, sin poder pronunciar palabra.

—¿Qué es esto?

—Siempre se le entrega una suma de dinero a quienes reciben la Orden —explicó Kingsley, ante la expresión pasmada del otro. El mago de cabello castaño comenzó a negar e intentó devolverle la bolsa, sin éxito.

—No puedo aceptarlo.

—Vamos, Remus, puedes hacer lo que quieras con ese dinero. Comprar algo que tu hijo, o quizás Tonks, necesiten. O donarlo, puedes hacer lo que desees —aconsejó y Remus tuvo que admitir que tenía razón.

—Muchas gracias.

—Es un placer honrar a un buen hombre como tú, Remus —le aseguró Kingsley, dándole una palmada amistosa en el hombro. Se despidieron y Remus salió hacia el Gran Hall, en busca de Tonks y su hijo.

Ahora finalmente podría hacer lo que había estado deseando desde hace mucho tiempo.


N/A: Rayos, pasaron como dos meses desde que actualicé. ¡Siento mucho la tardanza!

Como siempre, cualquier review se agradece c: