DISCLAIMER: Todo lo reconocible pertenece a J.K. Rowling, el resto es mío.

AVISO: Este fic es mi regalo de cumpleaños para SlyPrincess07.

¡Hola! Estáis leyendo bien, traigo una nueva historia. Sí, estoy poniéndole los cuernos al dramione, pero es por una buena causa ;)

Pareja principal: Harry Potter x Pansy Parkinson.

Parejas secundarias: Draco Malfoy x Hermione Granger, Ginny Weasley x Blaise Zabini.

Rated: M por futuro lemon.

Número de capítulos: 5.

Nat, espero que estés bien y que te guste este shortfic, está hecho con todo mi amor y cariño. ¡Muchas felicidades!


Lord knows you can't trust your head
When you're standing on the edge
I'm breaking down
Lord knows you can't trust your head
When you're hanging by a thread
I was breaking down

Footprints ― Sia


I. DON'T RUN AWAY… AGAIN

·

Mansión de los Parkinson, 27 de enero de 1999

Las cenas en casa de los Parkinson nunca habían sido muy agradables, pero después de la guerra, la situación se había vuelto insostenible. El señor Parkinson se había salvado de ir a Azkaban de milagro, pero les había costado casi toda su fortuna. Ahora, después de despedir a casi todos los elfos y vender la mitad de sus posesiones más preciadas, Perseus Parkinson se había vuelto más huraño que nunca. No es que él o su esposa hubieran sido nunca muy amables, pero ahora, cada vez que se dirigían a Pansy, parecía que lo hicieran para juzgarla.

―Creo que es hora de que asumas tus responsabilidades para con la familia, Pansy.

La chica miró a su padre.

―Todavía es joven, Perseus. ¿No podemos esperar un poco más? ―sugirió Dorea.

El señor Parkinson miró a su mujer con dureza.

―¿A qué quieres esperar? ¿A que lo que queda de nuestra fortuna se acabe? ¿A que los Malfoy encuentren a una candidata mejor? No es que ellos sean superiores a nosotros ―añadió―, pero al menos ese maldito héroe de Harry Potter ―Perseus pronunció el nombre con asco― intercedió por ellos en los juicios.

Su esposa suspiró.

―¿Crees que aceptarán el compromiso? Saben cuán desesperados estamos.

Pansy, en su sitio a la izquierda de su padre, cerró los ojos con fuerza. Desde que había terminado la guerra, se sentía una prisionera de sus propios pensamientos. La ahogaba estar en aquella casa, con unos padres que no la apreciaban.

Sabía que, al final, terminaría explotando.

Pero todavía no estaba preparada.

―Si me disculpáis… ―intervino, levantándose de golpe. El ruido de la silla arrastrando por el suelo sobresaltó a su madre, que la miró como si recordara de repente que estaba allí―. Os dejo solos para que organicéis mejor mi futuro. No sea que recordéis que yo también tengo opinión propia ―espetó antes de marcharse a su habitación.

·

Hospital General de Chicago, 3 de marzo de 2012

Harry se subió el cuello de la gabardina, intentando protegerse del viento helado que lo azotaba sin piedad. Exhaló, observando cómo su respiración se congelaba en contacto con las gélidas temperaturas de Chicago. Hacía demasiado frío para marzo; maldito cambio climático.

Estaba plantado en la acera contraria al Hospital General, vigilando a la gente que entraba y salía, a las ambulancias que pasaban por delante a toda velocidad, digiriéndose a la entrada de Urgencias.

Se sacó la fotografía doblada del bolsillo, incapaz de creer todavía que ella estuviera precisamente allí. Finalmente, se decidió a cruzar la calle y entrar en el hospital. Era un lugar amplio, con dos salas repletas de filas de sillas a ambos lados y una larga mesa de recepción enfrente. Harry se aproximó al hombre que había al otro lado y aguardó pacientemente a que separara los ojos del ordenador y lo mirara, expectante.

―Buenos días. Estoy buscando a… ―Miró el nombre escrito en el reverso de la fotografía― Elizabeth Salander. ―Reprimió una sonrisa ante los guiños a la literatura muggle.

El hombre, que según la placa de su bata respondía al nombre de P. Stewart, lo miró de forma inquisitiva.

―¿Para qué busca a la doctora Salander?

Harry sonrió con inocencia.

―Somos amigos de la escuela. He venido de visita a la ciudad y he pensado en pasar a verla.

Stewart frunció los labios.

―La doctora Salander tiene guardia en media hora. Normalmente va a tomarse un café a la cafetería antes de empezar.

Harry asintió.

―Muchas gracias.

Harry siguió los carteles que llevaban a la cafetería; pasó por la derecha de recepción y se adentró en el hospital, hasta que llegó a una puerta doble abierta de par en par que llevaba a una cafetería enorme, con una barra a la izquierda y el resto de espacio ocupado por mesas y sillas. Recorrió el lugar con la mirada hasta que se encontró con un pelo oscuro recogido en una coleta. Habían pasado más de diez años, pero seguía recogiéndose el pelo de la misma forma que lo hacía en Hogwarts.

Se aproximó a ella con paso lento, pero seguro. Se plantó a su lado y se quitó la gabardina mientras estudiaba sus rasgos. Si sus facciones ya eran bastante afiladas durante sus años de estudiante, ahora se notaba el paso del tiempo: tenía los pómulos más marcados y ojeras más hundidas.

Y cuando apartó la mirada de la ventana para posar sus ojos en él, Harry vio que los tenía del mismo tono verde de siempre. Eso tampoco había cambiado.

El color abandonó su cara cuando lo reconoció. Harry también había cambiado: ahora llevaba barba permanente de tres días y el pelo un poco más largo, con alguna cana que parecía querer asomarse, y también estaba más delgado. Estrés por el trabajo, suponía él. Ser Auror no era fácil.

Al ver que ella no se movía, lo tomó como una invitación para ocupar la silla vacía de enfrente. Se quedaron mirándose largamente, verde contra verde. Harry fue el primero en romper el silencio.

―Elizabeth Salander ―paladeó―. No te creía amante de la lectura.

Pansy apoyó un brazo en el respaldo de la silla y entornó los ojos.

―No me conocías, no puedes creer saber nada sobre mí ―dijo con tranquilidad―. ¿Cómo me has encontrado, Potter?

Buena pregunta. Todo empezó tres meses atrás, cuando Dorea Parkinson acudió al Ministerio, suplicando que alguien fuera a buscar a su hija. La última vez que se vio en público a Pansy Parkinson fue en su fiesta de compromiso con Draco Malfoy. Después de eso, la chica que intentó venderlo al Señor Tenebroso despareció, como si nunca hubiera existido.

Harry era Auror, no detective, pero Kingsley le había encargado que buscara a la señorita Parkinson. Harry había removido cielo y tierra en Inglaterra para encontrarla, pero cuando no descubrió nada, decidió que si no la había encontrado, era porque no estaba allí. Y recurrió a caminos más… oscuros. Al final, dos semanas antes, después de una conversación con un tipo que falsificaba documentos de identificación, llegó a sus manos una copia de un pasaporte estadounidense a nombre de Elizabeth Salander con la foto de Pansy Parkinson.

Y allí estaba, al otro lado del mundo, con una mujer desaparecida frente a él.

―Tu padre se está muriendo.

Si la noticia le afectó, Pansy no lo dejó entrever. Ni siquiera parpadeó.

―Su hija murió hace doce años.

―Tu madre pidió, lloró y suplicó para que te buscáramos. No queda nada bonito dejar morir a tu padre sin arreglar las cosas con él ―intentó razonar Harry.

Pansy entrecerró los ojos.

―No hables sobre algo que no entiendes.

Harry sintió que la estaba perdiendo; se inclinó hacia delante, con las manos entrelazadas sobre la mesa, y la miró con atención.

―Mira, no sé qué problema tendrás con tus padres, y honestamente, no me interesa. Me ordenaron que te buscara y te contara lo que pasa, no que te obligara a volver. Mi trabajo ha terminado, el siguiente paso es decisión tuya. Si no quieres ser encontrada, diré que no te he encontrado.

Harry esperó a que la joven le pidiera que guardara silencio sobre su encuentro, pero Pansy se quedó inmóvil, mirándolo, evaluándolo. No dijo palabra al respecto. Cuando finalmente habló, cambió de tema completamente.

―¿Qué ha pasado mientras yo estaba fuera?

Harry soltó un ruidito irónico. Otra buena pregunta.

―Todo. Supongo que no te importará mucho cómo va la política del país. ¿Qué quieres saber?

Pansy se encogió de hombros.

―¿Qué ha pasado con la gente? ¿Al final te casaste con la Weasley?

―Sí… y no. ―Era un tema difícil de explicar, pero Harry había hecho las paces consigo mismo y con Ginny mucho tiempo atrás―. Nos casamos hace nueve años, tuvimos un hijo que acaba de cumplir los seis y nos divorciamos hace cuatro ―relató―. Éramos demasiado diferentes ―añadió ante la ceja inquisitiva de la mujer.

―A mí siempre me pareció que erais demasiado similares. Valientes, decididos, sacrificados. Bueno, quizás ella era demasiado decidida para ti.

Harry ladeó la cabeza. ¿Cómo podía alguien a quien no conocía interpretar tan bien sus caracteres?

―Tienes razón. Y tu amigo Zabini también es muy decidido. Tanto que llevan tres años juntos.

Pansy enarcó las cejas. Sin duda aquello la había sorprendido.

―Bueno, Blaise siempre tuvo una obsesión extraña con tu ex mujer, así que en el fondo tampoco es tan raro ―señaló con un encogimiento de hombros.

Cuando Ginny le confesó que ya no sentía lo mismo por él que antes, Harry se había enfadado mucho. Estaba dolido porque el amor de su vida ya no lo quisiera y prefiriera tirar por la borda tantos años juntos a volver a intentarlo. Habían discutido, se habían dicho cosas horribles y habían dejado de hablarse. Solo cuando había acudido a él llorando y despotricando porque había discutido con su nuevo novio, Harry había entendido que Ginny necesitaba a alguien que encendiera su alma en llamas, y su fuego se había apagado hacía tiempo.

―¿Y Draco? ―preguntó Pansy, esta vez con cierta contención.

Harry sonrió.

―Parece que le gustó la idea de Blaise, porque él y Hermione se casaron hace siete años.

Fue todo un alivio que Hermione y Ron cortaran; Harry los había visto enamorarse, y también había visto que Hermione no sería feliz con su amigo, por mucho que él la amara. Había fantaseado con la idea de que todos fueran familia, pero el amor funciona de forma extraña. Ron se entrenó para ser Auror junto con Harry y Hermione entró a trabajar como funcionaria en el Ministerio. Y allí se encontró con Draco Malfoy. Se enamoraron, lucharon contra viento y marea para estar juntos y al final se casaron. Ahora tenían dos hijos preciosos. Lyra tenía la misma edad que su James, y Scorpius era dos años menor.

―Y yo que pensaba que nunca se nos perdonaría… ―musitó Pansy, más para ella misma que para Harry.

Harry y ella se quedaron en silencio de nuevo. Él quería preguntar por qué había huido, pero sabía que no obtendría respuesta.

―Mi trabajo aquí ha terminado ―anunció, levantándose―. Si quieres volver a casa, hay gente que te ha echado de menos.

Pansy sonrió con tristeza y negó con la cabeza imperceptiblemente.

―Adiós, Potter.

·


Bueno, ¿qué os ha parecido el primer capítulo?

Para este fic, vamos a hacer como que el hospital que hay en Chicago (uno de los que hay) se llaman como en mi fic y que en 12 años se puede estudiar la carrera de Medicina y entrar a trabajar, ¿vale?

La próxima actualización será mañana :)

¿Reviews?

MrsDarfoy