Disclaimer: Panem no me pertenece, tampoco la idea de los Juegos del Hambre. La asombrosa Cherise es propiedad de HikariCaelum y Arah y Rowan son, respectivamente, personajes de Coraline T y míos.

Regalo de cumpleaños para HikariCaelum. ¡Nos leemos abajo!


Una amistad sincera

5 años


―Parece que tendremos nuevos vecinos.

Mamá suelta un sonido ininteligible y retira una rebanada de pepino que alguien, tal vez una de sus nuevas asesoras de imagen, le ha colocado sobre los ojos junto con un potingue asqueroso que hace que parezca como si la piel se le estuviera pudriendo.

Jess suelta uno de sus berreos mientras juguetea con una nueva muñeca de porcelana sobre la mullida alfombra. Papá se ha quejado de que las muñecas de porcelana no son seguras para los bebés, pero mamá simplemente se ha reído y ha dicho que Jess tiene derecho a tener cosas bonitas.

―¿En serio, querido? ―apenas si separa los labios para pronunciar esa frase.

Me encojo de hombros mientras devuelvo la atención hacia mi libro.

―Eso parece.

―¡Es fantástico! ―suena algo gracioso cuando lo dice intentando no abrir la boca―. Tal vez puedas hacer nuevos amigos― agrega con un tono un poco más alto.

Lanzo una mirada insegura hacia el auto de un brillante púrpura, tan distinto al negro que acostumbra papá, y observo como una niña, posiblemente de mi edad, baja de un salto y da una especie de voltereta para volver a caer sobre sus pies, y luego gira, como la bailarina del alhajero de mamá.

La palabra alhajero me hace fruncir el ceño. Cuando estaba aprendiendo a leer, especialmente con los sosos libretos de algunas de las obras que mamá no llegaba a interpretar, me había dado algunos problemas. Ahora, me esforzaba para usarla tan a menudo como podría, en un intento de que su dificultad perdiera todo su poder sobre mí.

La niña se ríe de algo que alguien, tal vez su padre, acaba de decirle. No recuerdo ni una sola ocasión en la que mi padre me haya dicho algo que me pareciera gracioso. Observo su figura grácil, envuelta en una vaporosa tela de color… me esfuerzo por encontrar la palabra que lo describe con exactitud… salmón, tal vez…

―¿Rowan?

Cierro el libro de golpe y me levanto de mi lugar junto a la ventana.

―No lo creo, madre― digo forzando una sonrisa―. Si me disculpas, iré a merendar.

Es claro que madre quiere decirme algo, pero cierra la boca y, justo cuando está a punto de sonreírme, recuerda que la chica que le ha embadurnado la cara con porquería le ha dicho que eso podría marcarle arrugas. Junta sus labios en una sola línea.

―Llévate a Jessie, por favor. Intentaré dormir un poco mientras esto hace efecto.

Mi hermana protesta cuando la tomo en brazos y me tambaleo un poco por su peso. Mamá ha estado alardeando sobre cómo ha engordado en los últimos dos meses y ahora, noto que es cierto. Mi hermana es una bebé gorda y gritona. En cuanto llego al pasillo, la avox que se está encargando de su alimentación estira los brazos. Ni siquiera me molesto en darle las gracias cuando se la entrego.

Más tarde, mientras veo como cargan y descargan el camión para la nueva familia, vuelvo a ver a la niña, trae los brazos embadurnados de algo que parece pintura de colores.

Frunzo el ceño y niego con la cabeza. Definitivamente nunca seremos amigos.

6 años

Se llama Sage, pero ha escrito en un papel que es un nombre que le trae recuerdos muy dolorosos. Me pide que la ayude a elegir uno nuevo. Así que lo hago.

Me enfoco en su suave y hermoso rostro, con forma de óvalo. De repente, parece la viva representación de Evaki, la diosa de los sueños, la principal figura del último libro que he leído, a escondidas, porque a padre no le gusta que lea nada que no sea histórico o, al menos, realista.

Definitivamente "De la Tierra a los Sueños" no entraría en esa categoría, así que oculto los libros bajo mi cama. Sage los ha encontrado esta mañana. Mamá la ha asignado como mi avox personal. Ha sido un regalo tardío de cumpleaños. Aunque, si soy sincero, sigue siendo algo extraño que regalen personas.

Papá dice que no son personas. Que han perdido ese derecho en el momento en que se convirtieron en criminales.

Miro el rostro de Evaki y me pregunto, por millonésima vez, que puede haber hecho que haya sido realmente tan malo. Ella me pilla mirándola y me sonríe. A mi pesar, me sonrojo.

No puede ser mucho mayor que yo… unos seis o siete años más, quizás. Lo que me hace pensar que el error no fue realmente suyo sino de su familia pero…

―¿Qué te parece "Evaki"?

Ella se sujeta la barbilla y lo piensa por unos segundos. Toma una pluma y escribe, con letra desprolija, en el papel ¿Ebaqui?

Me río un poco.

―No. Así― le digo mientras tomo la pluma de sus manos. Sus dedos se sienten cálidos contra los míos― E-V-A-K-I ― Leo cada letra en voz alta mientras lo escribo.

Ella contempla la hoja.

"¿Cuándo aprendiste a escribir?"

No sé por qué viene al caso, pero le respondo:

―El año pasado. Papá contrató un tutor para mí.

"Eres un niño muy listo, Rowan"

Lo sé. Me lo dicen mucho. Me he acostumbrado a responder a ello con un encogimiento de hombros o una mueca de desdén. Con ella, en su lugar, mis mejillas vuelven a calentarse.

―Gracias ― mascullo y ella sonríe―. Entonces ¿te gusta?

Ella asiente.

"Me encanta".

―A mí también― le digo mirando hacia otro sitio―. Te queda bien.


7 años


Ev y yo nos volvemos inseparables.

La primera pelea real que tengo con mi padre es cuando considera la posibilidad de dársela a otro político que ha venido a casa de mamá y que se ha prendado de ella.

No lo culpo, Ev es preciosa. Pero es mía.

Me siento culpable en cuanto el pensamiento posesivo hace eco en mi cabeza, pero cuadro los hombros e intento parecer más alto.

―No puedes dársela, padre― digo aparentando una seguridad que estoy lejos de sentir.

―No seas egoísta, Rowan. El senador Wiggs seguro que la tratará bien.

―Ese no es el punto. No es tú decisión, Evaki es mía ―espero, de verdad, que Ev no esté escuchando, porque lo que estoy a punto de decir no es precisamente agradable―. Su título de propiedad está a mi nombre y no puedes disponer de ella de esa manera.

Padre aprieta los dientes.

―Rowan…

―Así que tendrás que enc0ntrar otra forma de ganarte al senador Wiggs― mamá, sentada en un rincón con una partitura, suelta una suave risita―. Ahora, si me disculpan, no voy a cenar.

Cuando salgo, siento que mi estómago cae hasta mis pies cuando la veo parada al otro lado de la puerta. Ha cambiado en el último año, aunque de una manera distinta a mí.

Alza el rostro y me dirige una sonrisa forzada.

Oh no.

―¿Ev? ―me gustaría que mi voz no sonara como la de un niño pequeño―. Podemos… ¿podemos hablar? ― me esfuerzo para que suene como una pregunta y no como una orden.

Ella enarca una ceja, pero asiente y me sigue hacia mi habitación.

Una vez en mi cuarto, en cuanto ella cierra la puerta, soy incapaz de contenerme. Me arrojo hacia ella y la rodeo con mis brazos mientras las lágrimas que no me he permitido derramar frente a padre, por miedo a parecer débil, me mojan el rostro.

―Sabes que no lo decía en serio ¿verdad? Papá respeta cosas como esa, era la forma más lógica de que no te llevara lejos. Tú no quieres irte ¿verdad? Es decir, la vez pasada dijiste que el senador Wiggs parece un sapo viejo y todo eso y… y… ― las lágrimas me hacen un nudo en la garganta y me impiden seguir hablando. Lloro con más fuerza cuando ella, mucho más fuerte de lo que parece, me toma en brazos y me mete en mi cama. Me aferro a ella para que no se marche, así que Ev suelta algo parecido a un suspiro y me empuja con suavidad para que le haga sitio. Se mete conmigo en la cama, en su acostumbrado silencio, dejándome llorar, frotando de vez en cuando mi cabeza, intentando tranquilizarme.

―Lo siento, lo siento. No te enfades conmigo, Ev. Eres mi mejor amiga.

"Eres la única que tengo", agrego para mis adentros. No lo digo en voz alta, pero sé que ella lo sabe de todas maneras.

Ella pone su mano, suave y pesada, sobre mi mejilla, se inclina hacia adelante y deja un beso fugaz en mi frente para luego apoyar la suya sobre ese punto.

―¿Estás enojada? ―pregunto al cabo de unos minutos.

Ella niega con la cabeza.

―¿Estás triste?

Ella no hace nada, lo cual interpreto con un sí.

―Nadie te va a llevar lejos― le prometo―. Estarás conmigo siempre. Siempre serás la mujer más importante en mi vida ―me sonrojo ―. Aunque no se lo digas a mamá.

Ella suelta una risa y menea la cabeza.

Frunzo el ceño.

―Sí que lo serás.

Veo, en sus ojos, que no me cree. Pero estoy tan cansado y me siento tan aliviado que, antes de poder levantarme para alcanzarle una hoja de papel para que me explique sus motivos para no creerme, me quedo dormido.

Arah Ranghild entra a mi vida exactamente tres semanas después de eso.

La veo un día, caminando con una mujer que, supongo, es su madre. Ev la señala cuando vamos en uno de los autos de papá y escribe

"¿Chica nueva en la ciudad? ¡Podrían ser amigos!"

Ha estado esforzándose últimamente en encontrar amigos para mí. Su primera sugerencia ha sido la chica rara que vive al final de la calle. Cherise Rainbow. Pero le he dicho que no hay forma de que ella y yo tengamos algo en común.

Evaki se ha reído y me ha dicho que, a veces, los mejores amigos no necesitan tener realmente nada en común, solo un verdadero interés en estar ahí, para el otro.

―Confía en mí, Cherise y yo jamás seremos amigos.

Tengo, más o menos, la misma reacción cuando Arah Ranghild se presenta en mi casa.

Una parte de mi, se encuentra algo impresionado, no por el elaborado peinado que trae ni por el vestido y los zapatos de color rosa, a todas luces nuevas, sino por el hecho de que, cuando le habla a Ev por señas, lo hace como si fuera lo más natural del mundo y porque, cuando intento ser grosero con ella para que se marche, me dedica una mirada obstinada y me suelta que ella no se encuentra más a gusto que yo.

Me sorprende la manera en que sus pecas destacan más y no menos cuando la piel de su rostro se pone roja.

Ella parece completamente aliviada cuando el reloj da las cinco, pero su madre no llega a esa hora como lo prometió.

―Tal vez se olvidó de ti― sugiero.

Ella me dedica una mirada furiosa, pero parece coincidir. Su madre aparece veinte minutos más tarde, Arah se levanta de un salto y no se despide. La veo por la ventana, refugiado contra la pesada tela de las cortinas. Hay todo un contraste en sus rostros, madre e hija, la mujer parece contrariada, la niña, aliviada.

―¿Ev?

Evaki se materializa como una sombra.

―Dile a su madre que Arah puede volver cuando quiera. Pero no le digas que ha sido idea mía. Y deja esa suficiencia, no te queda bien.

Le digo rodando los ojos.

Arah aparece en casa dos veces por semana durante meses. Me gusta tenerla cerca, pero me esfuerzo en que ella no lo note, porque si es pesada cuando cree que me cae mal, no la imagino si supiera que, cuando llega el jueves por la noche, después de que ella se marcha, los días parecen ir en cámara lenta hasta que vuelve a ser martes.

Un día, llevo demasiado lejos mi idea de ser grosero para que no se entere de nada y entonces ella sale corriendo, hacia la calle.

Estoy a punto de ir tras ella cuando Evaki entra en la habitación, con su rostro más amenazante y las manos en las caderas, prueba irrefutable de que se ha enfadado.

Me quito la cara de preocupación y en su lugar hago una mueca de hastío.

―Menos mal que se ha ido ella solita. Empezaba a aburrirme de ella. No le hagas caso, el jueves estará aquí como siempre.

Pero no lo está.

Pasa una semana completa y luego otra. Cuando llega el miércoles de la tercera semana, me pongo ropa limpia y le digo a Evaki mi plan y luego frunzo el ceño cuando veo su sonrisilla satisfecha.

―Es una cuestión de principios, le advierto. El punto es no dejar que Arah se salga con la suya.

Ella no parece creerme.

―Llegarán a las cuatro― le digo―. Y no era necesario que hornearas galletas, sabes que solo lo dije para fastidiarla.

Ev se encoge de hombros y continúa disponiendo las galletas en una fuente con forma de muñeco de nieve.

―Es demasiado temprano para la navidad, Ev. Apenas estamos a mediados de octubre.

Ella, como viene haciendo últimamente, me ignora. No tengo tiempo para discutir con ella porque en ese momento escucho la campanilla, anunciando que alguien está fuera. Reviso, sin necesidad, mi reloj, solo para confirmar lo que ya sé: que apenas son las tres y treinta.

Evaki me dedica una de sus sonrisas y yo la veo sin entender hasta que Arah entra, sujetando un libro contra su pecho.

―¿No que venían a las 4?

―Cherise a veces llega media hora temprano o media hora tarde.

Fantástico. Absolutamente fantástico.

―¿Y?

―Y estás loco si crees que te voy a confiar a ti a mi única amiga de verdad.

Ev continúa acomodando las galletas en el enorme plato. Francamente, no entiendo como pretende que Arah y Cherise se coman tantas.

―Ahora, si vamos a hacer esto― dice ella mientras se sienta en el sillón, tan remilgada como siempre―, tú vas a prometerme que te comportarás…

―¿Bien?

―Eso le diría a cualquier otra persona. En tu caso, mientras menos seas como tú, mejor.

―¿Te han dicho que tienes una personalidad adorable?

―Estoy hablando en serio, Greyfox. Cherise es importante para mí. Y anoche lo pensé y…

―Y te diste cuenta de que no hay forma de que Emma te permita juntarte con ella, a solas. Así que básicamente me necesitas.

―No si vas a ser imposible. Mírate, ni siquiera ha llegado y ya la tienes en su contra.

―No la tengo en su contra. Tú me pones de mal humor.

―Sí, claro, échame la culpa a mí. Ambos sabemos que puedes ser encantador hasta que abres la boca.

―Entonces no le dirigiré la palabra y listo.

―¿Entonces porque no puedo simplemente salir con Cherise y creer que no dirás nada?

En respuesta, me siento sobre el sofá y tomo mi propio libro.

Cherise, tal y como lo había predicho Arah, llega cinco minutos más tarde, pero, cuando lo hace, yo estoy demasiado molesto como para que me importe. Trae un vestido de volantes de colores y un montón de flores entrelazadas en el pelo, una, inclusive, tiene una pequeña mariposa de plástico. Tiene las puntas de los dedos manchadas de diferentes colores.

Arah luce algo ansiosa cuando no me molesto en saludar a la chica cuando me la presenta. Cherise, por otra parte, no parece impresionada. Saca un cuaderno de hojas blancas de su mochila y un pedazo de algo negro, carboncillo, tal vez y, sin pedir permiso, se quita los zapatos y se tumba boca abajo en la alfombra, dibujando alguna cosa que no me importa.

Decido que, por ahora, lo mejor es fingir que las ignoro mientras mido a Cherise. La he visto en algunas fiestas infantiles en las que hemos coincidido y sé que está loca de remate, dudo que sea peligrosa, pero, de todas formas, no la conozco y cualquier precaución podría ser poca.

Al cabo de un rato, ella estira la mano y empieza a buscar, a tientas, el plato con galletas, fallando por varios centímetros.

Arah, sumida en su propia lectura, no parece darse cuenta.

Cuento mentalmente los segundos. Cuando voy por el segundo número noventa, decido que me he aburrido, me siento y empujo el plato hasta que una de las galletas toca sus dedos.

―Gracias― murmura mientras suelta el carboncillo y empieza a pasar el dedo de su mano libre por el dibujo.

No le respondo, pero, cuando alzo la mirada, me encuentro con los ojos verdes de Arah mirándome fijamente.

Antes de que le espete alguna grosería, Cherise empieza a hablar.

―Tienes líneas muy fuertes en tu rostro.

Parpadeo.

―Y un mentón muy obstinado. Mi mamá dice que, cuando crezcas, vas a ser un chico guapo.

A Arah se le cae el libro.

―Por supuesto. Tengo buenos genes y un estilo de vida muy saludable.

―Lo sé. Todos los días empiezas jugando.

―No son juegos, es una rutina de ejercicios.

―Pues se ve divertido― replica mientras la veo volver a pasar el dedo sobre la hoja, suavizando la línea.

―Desde mi ático puedo verte jugar.

―No es un…

―Cuando saltas en la cama elástica ¿imaginas que estás en una nube?

―Yo… ¿qué?

―Porque cuando yo me imagino saltando ahí, así es como la veo.

―¿Esa es tu forma extraña de decir que quieres jugar con mi cama elástica?

Ella no me responde, empieza a tararear algo en voz baja. Veo a Arah, sin entender, y parece ligeramente abochornada.

―¿Cherise?

La chica no responde.

Arah se aclara la garganta.

―Esto ¿Cherise?

Ella levanta la mirada y, cuando se encuentra con la de Arah, le dedica una sonrisa tan sincera que, de repente, todo mi enojo se esfuma.

―Puedo dejarte jugar con ella― le digo.

―¿Con qué?

―Con mi cama elástica. Supongo que si puede ser divertido.

―Ella se pone de pie de un salto y se limpia los dedos, ahora manchados también de negro, en su vestido, al parecer sin que le importe la mancha gris que han dejado en la tela.

―Pues vamos ―dice con una curiosa resolución.

Volteo a ver, más por instinto que por ninguna otra cosa, a Arah. Ella desvía rápidamente la mirada.

Gracias por nada.

―Será mejor que tú vayas delante, yo solo sé cómo llegar desde afuera.

Eso, resulta obvio. Estoy a punto de decírselo cuando Arah me lanza una mirada de advertencia. Me siento tentado a molestarla, pero me muerdo la lengua y les hago una seña para que me sigan.

Cherise es, como no, la primera en subir. Empieza a saltar y luego incluso a bailar, sin siquiera darnos tiempo a Arah y a mí para quitarnos los zapatos y subir.

Se ríe, con un sonido agudo y vibrante y, mientras más alto salta, más flores se caen de su cabello, llenando la superficie lisa de pétalos de colores.

―Creo que ni siquiera ha notado que no estamos ahí ―susurra Arah.

Cherise tiene los ojos cerrados y los brazos estirados por encima de su cabeza, agitándolos como si se dispusiera a alzar el vuelo de un momento a otro.

―Supongo que es parte de su encanto.

Arah me mira, con cierta sorpresa reluciendo en su rostro.

―Gracias por hacer esto por ella.

―¿Qué? ¿Prestarle la cama?

―Ayudarla a cumplir un sueño. Era importante para ella.

Ruedo los ojos.

―Lo sabrías si la conocieras como yo.

Me encojo de hombros.

―Ya habrá tiempo para eso― replico y, antes de que tenga tiempo de preguntarme, subo a la cama y empiezo a saltar también.


9 años


Me llego a acostumbrar a verlas a ambas en mi casa.

Madre se pone pletórica una noche cuando le pido permiso para que ambas se queden a dormir. Inclusive decide ponerse a planificar juegos o algo así. Como si pretendiera que yo me pusiera con ambas a trenzarnos el cabello el uno al otro.

La dejo que organice, según ella, las meriendas con Evaki y que sugiera actividades que podemos hacer juntos. Inclusive, llega a decir que podemos ir a verla en su nueva ópera. Trato de negarme tan delicadamente como puedo y, con todo y que hace un mohín, logro salirme con la mía.

Lo que no se imagina es que, cuando por fin tenemos nuestra pijamada, pasamos toda la noche planificando nuestros primeros juegos.


Hola, Nerea guapa!

Este año hemos decidido hacer algo distinto para ti y por eso Cora y yo decidimos hacer un seguimiento del fic que me dio ella para mi cumpleaños con la versión bebé de Cherise, Arah y Rowan. Este es apenas el primer capítulo, en el próximo veremos un poco la relación entre Arah y Cherise.

Creo que se vuelve algo recurrente el que yo, para tu cumpleaños, te diga lo feliz y agradecida que estoy por tenerte en mi vida. Sé que la nuestra es de esas amistades que duran toda la vida y que este es solo otro de los tantos cumpleaños que vamos a celebrar juntas a la distancia (hay que encontrar el modo de que al menos logremos estar en el mismo huso horario, eh?) Recuerda siempre lo mucho que te quiero y ten un año maravilloso. Un abrazo fuerte, E.

Nerea! Feliz cumple! Ya te dije cuánto me alegro de haber tenido la oportunidad de conocerte pero no está de más repetirlo más en un día tan especial :) Espero que igual que con Marce, este sea el primer regalo de muchos! Porque de sobra los mereces. Así que felicidades! Cora