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El Amor de un Ángel Inmortal

Por Ladygon

Los personajes no me pertenecen, son del mundo Supernatural. No espero ofender a nadie, solo escribo por diversión y son fantasías mías.

Mi versión sobre el amor en la eternidad por este ángel tan lindo.

Capítulo 1: No correspondido.

Lo amaba desde que tuvo el primer contacto con él, desde que tocó su alma y lo sacó de la perdición, pero no lo supo al instante, ni momentos después. Podía intuirlo, eso sí, porque no era consciente de sus actos sobreprotectores y kamikazes dispuesto a hacer por el humano. Cuando un pensamiento lo asaltaba, pensaba que era por causa de su sentido del deber, después de todo, se consideraba su guardián y como tal, debía ayudarlo. Sin embargo, no se daba cuenta que exageraba, que ningún ángel en misión especial hizo tanto por un humano. Así que por estas razones, pasó un buen tiempo para darse cuenta, que estaba perdidamente enamorado de Dean Winchester.

Y cuando lo supo, cuando se dio finalmente cuenta de esta realidad, sintió un peso y una alegría tan grande, que lo llenó de la confusión más extrema. Se sentía perdido y asustado. Un miedo muy extraño, letal, comparado solo con la idea de perder a su humano.

Perder a su humano.

¿Cómo lo perdería? El humano no moriría, ni desaparecería de este mundo solo porque él lo amaba. No, la forma no parecía tan drástica, sino más bien destructiva y eso lo hacía peor ¿Peor a la muerte? Eso no podía ser cierto, lo único peor a la muerte era la perdición y eso tampoco sucedería si él lo amaba. Entonces, no entendía nada su miedo a perderlo, porque no tenía idea, qué realmente significaba eso. Sin embargo, tenía la sensación de que lo perdería, solo no sabía el cómo sucedería. No moriría, no desaparecería, ni tampoco caería en la perdición, ¿entonces qué?, ¿algo peor?, ¿y qué es peor que eso?

Le llevó otro buen tiempo descubrirlo: su rechazo.

Así, la única forma de perderlo, porque él lo amaba, era que Dean lo rechazara por esto ¿Pero su rechazo era peor que la muerte?, por supuesto que no, ¿entonces, por qué tan terrible? Seguía sin entender.

El rechazo implica desprecio.

Otro dolor apareció y raramente no era por él, sino por Dean. Si Dean lo rechazaba y lo despreciaba, él sufriría. Si con solo pensarlo, sentía que su esencia se desmembraba, no podía imaginarse cuando pasara en la realidad. Aun así, ese dolor no se comparaba con el que sentiría al ver a Dean lastimado de alguna forma, por sus sentimientos. Ahora que Castiel tenía sentimientos humanos, sin ser humano, e ir en contra de su propia naturaleza, estaba preocupado por su protegido, ¿cómo se sentirá Dean cuando lo sepa?, ¿mal, bien?, ¿traicionado?, ¿decepcionado?... Sí, decepcionado era una posibilidad muy factible.

Resumiendo, pensó que perdería a Dean, porque este se decepcionaría cuando supiera que estaba enamorado de él. Dean lo rechazaría, lo despreciaría y quizás no querría verlo más… o peor aún, sentiría lástima por él y lo dejaría a su lado como amigo, lo cual sería una condena a tortura constante… o aún peor, lo odiaría.

Cualquiera de las tres opciones era terrible con consecuencias de dolor inimaginable, pero prefería eso, a que él muriera, desapareciera o cayera en la perdición. Definitivamente, estas últimas tres cosas eran peor, porque implicaban el término de la vida de Dean.

Debía detener el Apocalipsis, no solo por la humanidad, por la creación de su Padre o por él mismo, sino por Dean, porque si su vida terminaba, jamás podría ser feliz.

"Quiero que Dean sea feliz", y era por esta razón, que siempre lo ayudaba, ya que esta es la razón de su existencia angelical: la felicidad de Dean.

Por eso al verlo con Lisa, sintió que no merecía estropearle su felicidad, al contrario, debía aumentarla trayendo a Sam de regreso de la perdición y detener a Rafael con sus ideas renovadas del Apocalipsis.

—… Lo estoy haciendo por ti. —Era la completa verdad.

—¿Por mí? Sí, debe ser una broma —le dijo Dean, apretando el puente de su nariz con una sonrisa incrédula en su rostro.

No le creyó y todo se fue en picada sin control.

Sucedió que nada de lo que planeó, resultó bien. Es más, sucedió lo peor de lo peor: Dean lo odiaba, incluso, intentó matarlo.

Entonces, sentenció que debía morir por todos sus pecados cometidos en el Cielo y en la Tierra cuando fue Dios.

Tampoco resultó.

Todo lo que hacía no funcionaba y nada salía bien. Nada. Solo quería ayudar, ¿por qué era tan difícil?

Dean jamás sería feliz.

—Te amo Dean —confesó un día el ángel.

—Yo también te quiero Cas —respondió Dean—. Eres mi mejor amigo.

—No, Dean, yo realmente te amo —dijo con sus ojos azules brillantes a punto de las lágrimas, que nunca cayeron.

Dean quedó con la boca abierta y boqueó un par de veces. Castiel hizo todo su esfuerzo sobrenatural para no desaparecer.

—Cas, yo… no sé qué decir… —decía un Dean sumamente, contrariado.

Castiel sonrió con dulzura.

—Solo dime que no me odias, ni que me tienes lástima —solicitó el ángel.

Dean lo miró sorprendido.

—Yo nunca haría eso, nunca lo he hecho, ni cuando estábamos mal.

Era cierto.

El rechazo de su amor, dolió, pero extrañamente, pudo vivir con él. Tampoco perdió a Dean como lo creía. Este siguió siendo igual con él, como siempre fue.

Y Dean lo consideraba más que su mejor amigo, como un hermano, como familia. Sin embargo, si Dean debía elegir, entre un hermano o el otro, por supuesto, elegiría a Sam.

Sam estaba sobre todas las cosas en la vida de Dean y eso estaba bien. Así siempre fue y siempre debe ser. Castiel lo comprendía. La preferencia, era una de las cosas más entendidas por él, después de todo, dentro de los ángeles, existían los preferidos por Dios y los hermanos preferidos entre sí, eso no era extraño para él, sino normal. Era el ejemplo que tenía con Dios, Lucifer y con Miguel e incluso, con él mismo. No podía decir lo contrario.

También comprendía los celos, después de todo, Lucifer inventó ese concepto, junto con otros más, por esta razón, sabía lo destructivos que eran. Ese sentimiento no debía estar dentro de él y no lo dejó geminar, porque también amaba a Sam como un hermano.

Su amor.

Seguir a su lado era difícil, trataba de apaciguar sus deseos egoístas, pero ahí estaban y lo hacían sufrir. Su mirada se hizo más triste de lo normal y su rostro más serio, con más ojeras. Pocas veces sonreía y cuando lo hacía, no tenía el sentimiento, solo la forma. Sin embargo, estas diferencias pasaban desapercibido a causa de su personalidad retraída y podían explicarse, a causa de todas las consecuencias de las acciones ocurridas en la lucha contra el mal.

Así y todo, siempre al pie del cañón, ahí estaba. Ayudando, defendiendo, protegiendo y obsesionado por ello, también equivocándose, creando problemas y metiendo la pata hasta el fondo. Cuando esto sucedía, era el turno de los hermanos Winchester de salvarlo y arreglar el problema: una simbiosis en todas sus formas.

Sin embargo, salvar al mundo tenía sus consecuencias. Como tal, nadie los quería después de la muerte: ni los ángeles en el Cielo, ni los demonios en el Infierno, ni siquiera las parcas, estas últimas querían lanzarlos al Vacío. Castiel estaba bien con eso, porque era inmortal, pero los hermanos no podían morir, sabiendo la condenación de sus almas hacía la nada misma. Problema el ser mortales.

Así que, había dos formas de solucionar esto. Primero, convertirles en seres inmortales, lo cual los sacarían de la categoría de humanos. Segunda, la reencarnación, repetir una y otra vez, la experiencia de la vida humana en la Tierra hasta el fin de los tiempos. Ninguna de las dos alternativa sonaba mal, pero la primera no aseguraba una inmortalidad segura, después de todo, Castiel era inmortal e igual podía morir ¿Y dónde irían después de eso?, más importante aún, ¿dónde iría Castiel si se moría?

Quedaba la segunda opción. La reencarnación estaba bien para ellos; "más de lo mismo", sonaba perfecto para los Winchester. Castiel, entonces, se puso a buscar esta solución para las almas de sus protegidos. Ni siquiera pensó en sus propios sentimientos, pero así era él, cuando veía una luz al final del túnel, se lanzaba de cabeza sin medir consecuencias.

Viajando por todo el mundo, fue hasta los rincones de las religiones paganas para saber sobre la reencarnación. No sacó nada en concreto en la primera visita, ni en las siguientes, ni en las siguientes de las siguientes. Aun así, no se dio por vencido. Era Castiel, él no se daba por vencido tan fácil, ni tan difícil, es más, siempre lograba lo que se proponía, aunque las consecuencias siempre eran fatídicas.

Durante años buscó y buscó, mientras tanto seguía con los hermanos y su amor por el mayor de los Winchester, aumentaba con cada año que pasaba. No volvió a tocar el tema con Dean, estaba claro que Dean no lo iba a corresponder de ese modo. A Dean no le gustaban los hombres, eso era obvio y lo comprobaba de vez en cuando, y aunque él no clasificaba en esa categoría por ser un ángel, su recipiente sí, lo era. No había posibilidad para su cuerpo de hombre, quizás si lo cambiaba por una mujer tendría suerte, pero eso era peligroso para cualquier otro recipiente. Cambiarlo solo por egoísmo y sacrificar a algunos humanos por el camino, no podía ser. No era correcto, no era bueno y de seguro Dean no lo aprobaría, lo odiaría y no quería sentir eso otra vez, demasiado horrible.

Por esta razón, descartó su única posibilidad de tener a Dean. Y si podía salvar las almas de Sam y Dean, podía vivir con ello.

Eso es lo que creía él, o quería creerlo.

Así pasaron los años.

Dean estaba muriendo a los setenta años, producto de una falla hepática muy remendada por Castiel. Castiel quería seguir remendando el problema, pero el cazador no lo dejó.

—Está bien Cas, ya es suficiente. No es necesario —dijo Dean.

—Pero Dean, si te mueres tu alma se perderá. Te queda algún tiempo mortal todavía.

—Mi tiempo terminó, ¿No es cierto Sammy? —pidió ayuda a su hermano.

Sam estaba sentado en la cama donde yacía el desahuciado, con su rostro envejecido al igual que su hermano.

—Tiene razón Cas, ya es tiempo, cuando a mí me toque será igual. Hemos vivido demasiado para ser cazadores y todo gracias a ti.

—No logro dilucidar si están agradecidos o no.

—No, Cas sí, estamos agradecido. De no ser por ti estaríamos muertos hace mucho. Nos has salvado de todas las formas posibles y por eso te lo agradecemos.

—Entonces, no me den las gracias ahora, todavía no sé cómo salvar tu alma, Dean, porque lo haré, aunque me tenga que comer tu alma para resguardarla del Vacío.

—Sé que quieres comerme, pero no tienes que exagerar tanto.

El viejo Sam sonríe malicioso.

—Quiero salvarte y haré lo que sea necesario para hacerlo —dijo Castiel con decisión.

—Basta... ese siempre fue el problema. por eso estamos ahora en esta posición. Cas, entiende, no es necesario. Yo ya he cumplido con todo lo que pude hacer, al igual que Sam. No tienes que preocuparte por mí. Puede ser la nada o el Vacío, cualquier cosa, al menos no estaré solo, Sam irá después y lo estaré esperando, ¿Cómo sabes si no está tan vacío como dicen?

—Se llama Vacío por una razón: no hay nada.

—Ya, ¿Sam, puedes dejarnos solos un momento?

Sam no necesitó que se lo dijera dos veces.

—Escucha Cas, lo único que me preocupa de todo esto, eres tú.

—¿Yo?, pero si yo soy inmortal no me pasará nada.

—Sé que no te pasará nada, pero te quedarás solo.

—Siempre he estado solo Dean, puedo arreglármelas.

—¡Dios, Cas, eres increíble! No, no me refiero a eso... escucha, yo lo único de lo que me arrepiento es sobre ti. Debí saberlo hace mucho.

—Dean no entiendo lo que quieres decirme.

—Lo sé... yo te amo Cas, no como amigo, ni como hermano, sino como algo más.

Castiel abrió grande los ojos.

—¿Qué dijiste?

—Te amo Cas.

—Pero... pero si tú no eres gay —dijo con sorpresa.

—No, no lo soy, pero aun así, te amo.

—¿Desde cuándo?

—No lo sé, desde hoy, desde ayer, desde siempre, no lo sé Cas, pero ahora que estoy en mi lecho de muerte, la única cosa que lamento, es no haberme dado cuenta antes.

Castiel puso cara triste, aunque lo que sentía era más inexpresable que solo eso.

—No pongas esa cara, por favor.

—Lo siento Dean, pero no puedo evitarlo. Sabes que te amo y siempre te amaré.

—Sabes que eso es un cliché, ¿no? —dijo riendo.

—No, no sé qué es eso, solo intento decir que, sentiré este amor por ti por los siglos de los siglos hasta el fin de los tiempos, y no es un cliché, ni una metáfora, es literal.

El rostro de Dean expresaba una infinita ternura. Sus ojos acuosos amenazaban con desbordarse de la emoción.

Se quedaron viendo por largos segundos que parecieron horas en completa paz.

—Encontraré una solución, debes confiar en mí.

—Cas...

Dean lo miró con tristeza y apretó su mano con la poca fuerza que tenía.

Castiel se pasó los momentos de agonía de su humano, rezando a su Padre Celestial por el alma de Dean y pidiendo cualquier milagro a cambio de su vida si era necesario. Viajó otra vez al oriente y también planteó la posibilidad de hacer un trato con sus hermanos ángeles: su vida por la entrada al Cielo a los hermanos Winchester.

—La respuesta es no, Castiel —dijo el ángel, votado en consejo para llevar la respuesta—. Tus crímenes en el Cielo son muchos y hacer eso equivaldría a un premio para ti. Esta es la resolución del Consejo de Ángeles.

El mensajero desapareció, dejando un trago amargo en su garganta. Pensó en recurrir a Crowley. El Rey del Infierno le tenía muchas ganas desde hace tiempo. Quizás, si le ofrecía convertirse en su perra, o sea en su esclavo, podría negociar con la reencarnación de Dean, pero el problema es que el Infierno estaba cerrado. Los hermanos Winchester lo habían logrado, y ahora no había demonios en la Tierra dando vueltas.

Castiel desesperado, ya no sabía qué hacer, salvo esperar el inminente fin, pero si algo había aprendido de los hermanos, y en especial de Dean, era nunca rendirse. Así que no lo haría.

—Cas, ven —la voz agónica de Dean lo llamaba.

Dejó su viaje por la India y se teletransportó hacia el búnker. Un viejo Dean agonizaba en su cama.

—Dean.

—No puede escucharte, Cas —le dijo Sam—, hace un rato está así.

Castiel tocó la frente de Dean con una mano, como si lo estuviera exorcizando. Vio al humano en el límite de la muerte.

—Dean, Dean, no te vayas todavía —suplicó Castiel al inconsciente.

—Cas tengo que irme, es mi hora —respondió el alma de Dean.

—No, no te dejaré ir. No es justo.

—Eso no es importante. Este momento iba a llegar algún día.

—Dean.

—Lo siento, Cas, perdóname por todo.

—No, no te perdono.

—Cas, no seas niño.

—No soy niño, soy…

—No discutiré contigo, lo siento. —Continuó caminando hacia la nada.

—Iré contigo. —Partió detrás de él.

—¿Adónde crees que vas?

—Voy contigo —dijo con simpleza Castiel.

—No, no vendrás.

—Tú harás lo que quieres y yo no te detendré. Ahora yo haré lo que quiera y tú no me detendrás.

Dean abrió grande los ojos por la sorpresa, en verdad no sabía qué decir sobre eso, pues el ángel estaba en todo su derecho.

—No es lo mismo, Cas. No es tu hora de morir.

—Puedo elegir cuando lo será, soy un ángel sabes. Además, en teoría no moriré, solo cambiaré de plano existencial. Esperaremos juntos a Sam. Recuerda que él también está condenado a ir hacia la Nada.

—Dios, Cas, eres un cabezota sin remedio.

—Por supuesto, aprendí del mejor.

Los dos sonrieron con complicidad. Dean tomó la mano de su compañero y siguió el camino hacia adelante donde lo esperaba una Parca: una hermosa mujer. Ella guio a los hombres hacia una puerta negra, la cual se abrió sola y mostró solo oscuridad sin fin.

Fin capítulo 1