Antes de que pase algo más y tarde otros miles de años en actualizar, sigamos con el fic que aún queda mucha historia por contar.

Gracias a mis lectores que no abandonan este fic ni en las buenas ni en las malas.

¡Todo por un mundo lleno de ponis!


Son pocas las ocasiones en la vida que ese delicado equilibrio que uno forja, llamado existencia, es quebrantado por una desilusión amorosa. El sanar la mente, el recoger los fragmentos de tu corazón destrozado es una labor ardua, difícil, pero no imposible con la ayuda adecuada.

Y no es que el caso que Noru estuviera interesada en esas tonterías que vienen en los libros de auto ayuda o de auto superación. No, no era así. Ella iba a salir de ese oscuro agujero por sus medios, a su modo. Después de todo, ¿Qué más podría pasar? Su reino estaba en un periodo estable, podía darse el lujo de tomar unas pequeñas vacaciones con su hijo Norge, y de paso pedir el consejo de un viejo amigo.

Por tal motivo se encontraba en su habitación preparando la maleta con algunas cosas que podría necesitar. En la cama de ese dormitorio, ese potrillo saltaba entre aleteos, en un intento por volar más alto.

-¡Mamá! ¿A dónde vamos de vacaciones?-

-Ya te dije cariño, a visitar a un amigo lobo-

-Y... ¿Y es un lobo de verdad? ¿Un lobo grandototote? Así grande, grande, ¡grandote!-

El potrillo tal vez puso mucha fuerza en ese último salto, porque su madre apenas alcanzo a ver como se dirigía al suelo. La yegua saltó para atraparlo, cayendo de cara al suelo y con las patas estiradas, para que ese travieso pegaso lentamente aterrizara en sus cascos mientras aleteaba. Noru levanto la cara y solo sonrió suspirando aliviada.

-Si Norge, un lobo muy grande-

El potrillo le abrazo del cuello antes de saltar al suelo, se dirigiría a su habitación para guardar lo más importante, sus juguetes. Noru se levantó haciendo tronar su lomo, su hijo de verdad tenía energía de sobra. Aun no preguntaba por su padre, pero estaba lista para cuando llegara el momento y explicarle del modo más sencillo que ellos ya no estaban juntos. Comunicarle a Anky supondría iba a ser una tarea más fácil, una carta bastaría. Trataría de explicarle la situación sin entrar en detalles escabrosos.

Mientras escribía dicha carta comenzó a meditar sobre su pasado, no pudo evitar ir al sótano a desenterrar álbumes de fotos. Pasaba hoja tras hoja observando a su yo joven (y cortando las cabezas de Den de las fotos).

Se quedó contemplando una foto de ella, Ponyville de fondo, seguro fue en el tiempo cuando vivió con Twilight Sparkle, antes de conocer al idiota de Den.

-¡Bien! si ese desgraciado hijo de vikingo decidió cambiarme por un modelo más joven, ¡tal vez yo decida cambiarme por un modelo joven! –

Quizás al decirlo en voz alta tuvo menos sentido del que quiso decir, aun así tomo una decisión, más ahora que su vida había cambiado. Que nadie olvidara quien era "La bruja de hielo".

Con paso firme camino a la parte más recóndita del castillo, donde solo ella tenía acceso. Se dirigió directamente a la última puerta de madera, la cual tenía tallada unos extraños símbolos que solo ella (y tal vez Aisurando) podían leer. Cuando entró, varias velas se encendieron por si solas, la poni avanzo al centro de la habitación donde reposaba, sobre un pedestal, su viejo libro de hechizos. Al llegar acaricio la tapa con su casco, con un aire nostálgico por su parte.

-Hola hermoso, no te leía desde hace tantos años-

Una sonrisa siniestra se formó en su rostro mientras abría el antiguo libro, las hojas pasaron por si solas hasta el hechizo que ella buscaba.

-Que irónica es la vida - hablaba para sí, mientras pasaba el casco leyendo las olvidadas palabras de esos hechizos – Siempre creí que este hechizo era una pérdida de tiempo y el único que solía usarlo era Isen –

Haciendo brillar su cuerno preparó una zona en el suelo, con varios cuarzos, velas y varios ingredientes traídos de tierras lejanas. Al juntarlos todos a su alrededor, comenzó a recitar palabras en su viejo idioma. A la par, sus ojos y cuerno, comenzaron a brillar.

Hva var og vil være, igjen vil være!-

En la parte superior del castillo los guardias que patrullaban sintieron como se sacudió por un momento el suelo, varias criadas salieron asustadas por el "temblor". El capitán de la guardia, Shadow Dash, entro en acción pensando alguien los atacaba, hasta que informaron que desde el sótano brotaba humo. ¿Alguna explosión?

Los sementales de la guardia corrieron a la parte baja del castillo, aún no sabían dónde estaba su reina y esperaban que ella no corriera ningún peligro. Poco antes de llegar a la parte más profunda se toparon con una yegua que caminaba entre el humo y tosía a cada paso. Los guardias bajaron sus lanzas y apuntaron.

-¡Identifíquese!- gritarían al unísono, las lanzas a escasos centímetros de la silueta femenina que con una pezuña intentaba apartar esa humareda.

-¡Cof! ¡Cof! ¿Qué les pasa? Soy yo, guardias inútiles… ¡Cof! ¡Cof! -

-¿Majestad?-

El humo se dispersó un poco y lograron ver mejor a la figura delante de ellos. Los guardias dejaron caer sus lanzas mientras sus ojos se abrían a su máxima capacidad, el mismísimo capitán, tragó duro. Se limitó a guardar su arma.

-¿Es usted majestad?-

-¡Claro que soy yo bola de idiotas! ¿Pues quien más esperaban encontrar? ¿A Celestia?…-

Noru observó su reflejo en uno de los escudos, se quedó callada. Avanzó lentamente pues ella tampoco creía lo que veía.

-¿Funcionó? ¡De verdad funcionó!-

En efecto, ante la guardia se encontraba la reina, pero no de la forma en que la habían conocido. De pelaje azul brillante, su crin rubia más larga, careciendo del blanco mechón adquirido por los años, su figura estilizada, preciosa, parecía esculpida por los mismos dioses, en su rostro ni la más mínima imperfección que reflejase su edad. Había retomado su figura de 20 años, la edad que poseía cuando lideró las tropas por su reino.

-Caballeros, que preparen mi carruaje. Saldré a cenar con mi hijo –

Avanzo con tanta gracia y soltura que los guardias más jóvenes tuvieron que esconder sus reacciones físicas por ver a esa bella hembra.

-Señor. No logro entender que paso- Pregunto un cadete al capitán Dash.

-Pues es una yegua despechada y una bruja. – Respondería con total calma el capitán, antes de indicar a los soldados que retomasen su postura – Supondré que era esto o envenenar a todos los sementales del reino –

El pequeño Norge tomó el nuevo aspecto de su madre con más naturalidad, a su corta edad las cosas eran simples. -Te ves bonita mamá- Fue el único comentario que hizo respecto al hecho, siguió jugando y cuando supo irían a cenar se emocionó mucho.

Noru había dado el primer paso para dejar todo atrás, ser una nueva poni. Una reina que puede mantener control sobre los pesares de su corazón, no había sido fácil luego de todas las equivocaciones de su vida.

….

La reina mando con su magia una carta, estaba destinada para cierto viejo amigo que no había visto o hablado en mucho tiempo. Pero ahora más que nunca necesitaba un buen consejo y alejarse del reino por un rato.

En su escritorio, apareció esa carta mágica con una respuesta, para su sorpresa el lobo no estaba donde creyó. Nunca hubiera imaginado el estuviera gobernando, ese salvaje. Su plan no cambiaba, lo único que tenía que hacer era tomar un camino diferente. Partiría de inmediato, el destino: Dragonia.

Noru realmente no había salido de la Zona Helada desde que volvió para reclamar su reino, así que ya iban muchos años. ¿Cuánto había cambiado el mundo exterior? Lo averiguaría con menos asombro que su hijo Norge, quien en toda su vida solo conocía la nieve y al ver por primera vez un árbol (que no fuera un pino), desde la ventana del tren, se pegó al vidrio cual insecto, no quería perder detalle. El potrillo pensaba, en su tierna inocencia, que el mundo estaba cubierto de nieve.

Llegaron el final de su viaje, al menos de modo terrestre. La reina y su pequeño bajaron del vagón, y mientras los encargados le ayudaban a bajar las maletas, el potrillo veía todo con creciente curiosidad.

-Mamá ¿ya llegamos?-

-No cariño aún tenemos que seguir viajando- le miró de reojo para vigilarlo – No te alejes mucho, no quiero te de un golpe de calor-

Pero como buen niño pequeño ¿Qué es lo primero que hacen? Hacer todo lo contrario de lo que le dicen. Comenzó a seguir su instinto de aventura mientras su madre coordinaba se subieran sus maletas al dirigible que estaba por salir. Giró la vista y apenas si vio el destello de la cola de Norge mientras desaparecía entre la multitud, la reina no se lo pensó ni dos segundos para ir tras él.

Norge caminaba dando aleteos que apenas si le elevaban un par de centímetros antes de volver a caer al suelo, notó varios otros potrillos , que iban de paso con sus padres, se empezaban a juntar en un solo punto. Una llamarada atravesaría el cielo, pero lejos de asustarlo solo captaría su curiosidad con mayor intensidad. Norge se uniría al tumulto de ponis en breve.

Por su parte, la angustiada reina gritaba el nombre de su hijo, gritos que eran acallados por el ruido de los moradores y ponis de paso; asombrados por las flamas que la unicornio aún no percibía. Seguía el camino que creía su hijo tomó, intentando abrirse paso entre esa multitud creciente, sin entender porque se juntaron tal cantidad en un "muelle" de dirigibles.

-¡Démosle un gran y cálido aplauso a nuestra hermosa voluntaria!- esa voz rompería su concentración. Masculina, proveniente de un unicornio tras ella. Cuando la reina se giró, se topó con una gran sonrisa.

-¿Qué?-

Noru no se percató en ningún momento que se abría paso directo a un show "callejero". Quiso explicarse e irse cuando todos comenzaron hacer sonar sus cascos a modo de aplauso.

-Jejeje disculpe aquí hay un error, yo no – intentó explicarse la reina, antes de que le tapasen la boca con una pezuña.

-¡Oh! Los errores no existen, mi bella dama. Es el destino–un rápido guiño por parte del unicornio antes de hacer una reverencia ante ella, apartando su pezuña de los labios de esta. El color se le subió a la monarca, pero era coraje puro.

Estaba a punto de soltarle una de sus legendarias bofetadas, pero fue demasiado lenta, el juglar descaradamente le atrapó el casco, dedicándole un beso en el mismo. Demasiado formal para tan andrajoso aspecto. Sus ropas eran unos harapos que olían a quemado, viejos, de color rojo y ceniza. Su pelaje blanco maltratado por varias cicatrices visibles, zonas carecientes de pelaje incluso podían apreciarse en sus patas, incluso en su rostro, adornado por esa crin rebelde y desaliñada tan roja como el color de sus ojos y el fuego mismo que invocaba.

-¡Pero disculpe mis modales! Suelen llamarme de varias maneras, pero debo admitir que el apodo de "bailarín de fuego" es mi favorito – otro guiño antes de jalarle de su pezuña y atraparla en sus patas como si bailaran un tango. Noru ya estaba haciendo brillar su cuerno para matarle por tanta osadía cuando escuchó la voz de su potrillo.

-¡Hola mami!- ese efusivo pequeño estaba sentado justo al resto de pequeños apenas pocos metros más allá, viendo el show de ese "vago" como le apodo la reina.

-¡Norge! Jovencito estás en problemas…-

El potrillo bajo las orejas, pero la yegua no pudo ni empezar su regaño pues fue distraída por ese unicornio que le giró el rostro tomándola del mentón para que le observase.

-No me haga recordarle que es mi asistente, y que defraudar a los pequeños no está en mis planes, señorita – ese molesto semental tenía una sonrisa de oreja a oreja, tranquila, cálida. La yegua no se pudo negar, tendría que seguirle el juego y matarle después. Le indicarían que lanzase ciertas esferas desde su morral hacia él. Era la oportunidad perfecta para su venganza, y lo demostraba la sonrisa maliciosa de la monarca.

Esa esfera fue un proyectil directo a la cara del juglar, pero antes de llegar a golpearle este la pateo hacia arriba, sin perder su sonrisa, exclamando un "¡buen tiro!" antes de chasquear la lengua. La esfera se encendió con fuego en el aire, la atrapó con su nariz y preservó el equilibrio, apenas con una pata trasera firme en el suelo, esperando el siguiente lanzamiento. –¡Vamos preciosa! Cuando gustes jaja-

Ese unicornio estaba jugando con fuego, literalmente. Con rabia, Noru se dedicaría a lanzarle cada proyectil con la intención de hacerle mucho daño como minimo, pero ninguna tuvo éxito. Cada una fue detenida por la gran experticia del juglar, admirando a los presentes. Un ademán de una pezuña, su misma cola, iba alternando la posición, demostrando su gran equilibrio y posteriormente que podía hacer malabares sin mayores problemas. 6 esferas de fuego encendidas bailando en sus pezuñas, una sobre su nariz, otra sobre una pata posterior que mantenía en alto. Lo más notable del momento era descubrir lo mucho que él disfrutaba del momento.

Los aplausos no se hicieron esperar, en especial cuando comenzase a lanzarlas cada vez más alto. Rapidos proyectiles de fuego brotando de sus labios, haciendo que explotasen las esferas, dejando la de su nariz para el final, una que cubrió con una llamarada luego de suspirar profundamente y lanzarla hacia el cielo. Esta, a diferencia de las demás, no explotó en chispas brillantes, se convirtió en una nube de chispas, cada una convirtiéndose en una luciérnaga que acompañaría a su público. Ese era el gran final del acto de esa tarde, por lo que haría una reverencia ante los aplausos de su público.

Noru, por otra parte, estaba molesta por la pérdida de tiempo. Ignoró al juglar, a los bits que le entregaron y fue por su pequeño Norge, sin saber que tenía una luciérnaga en la punta de su cuerno. Esa criaturita fue motivo de una risilla de su hijo, que tendría una en su nariz poco después.

-Mami, tienes una parada ahí- rio el potrillo feliz por el espectáculo. Noru paso su casco por su cuerno y atrapo al pequeño insecto, examinándolo. No era una luciérnaga normal, era una hecha de fuego, curiosamente no quemaba su casco, pero emanaba calor propio.

-Espero haberle divertido, señorita–

Se le acercó ese sucio semental; Noru al verle alejo a la luciérnaga de su casco. Este la atrapo y se colocó a un lado de la pony, pero sin despegar la vista del insecto en su pezuña.

-El fuego es un arte peligroso, pero dominado puede hacer cosas tan hermosas, ¿no lo cree así? – el unicornio hizo brillar su cuerno y chasqueó la lengua para modificar la figura en su pezuña, convirtiendo la luciérnaga en una flama, que adquiriría poco después la forma de una rosa, una que comenzó a cristalizarse cuando él la sopló. La colocaría en la crin de la yegua –Permítame dejarle un humilde obsequio, en todos mis años jamás vi ojos tan hermosos y profundos -

Se alejó rápidamente luego de eso, no sin antes hacer una última reverencia –Y no se moleste en disculparse. Comprendo perfectamente el significado de su mirada, y la repulsión que mi aspecto puede provocarle, mi reina – el semental levanto su alforja y se fue con una sonrisa desapareciendo entre los demás ponis. Noru se quitó la rosa de la crin y la observo un momento. Luego reaccionó, girando la vista hacia el juglar que se había ido entre la gente.

-¡Wow! ¡Mamá esa flor es muy bonita! –

-Supongo que lo es – Seria, Noru guardó la flor en su alforja antes de indicarle a su hijo debían partir, ya habían perdido mucho tiempo con ese "vago".

Luego de un poco de atraso, el dirigible despego con la monarca y su pequeño. Era el modo más rápido para cruzar el mar y llegar a Dragonia. Noru le permitió a su hijo abandonar el camarote real con la condición de que no hablara con extraños. La monarca necesitaba un momento a solas de reflexión, quería meditar sobre lo que paso con Den ¿En qué momento todo fue en picada? ¿Acaso fue su culpa? Menos mal Norge estaba fuera explorando, porque ella se soltó a las lágrimas.

El pequeño príncipe caminaba por la cubierta cuando vio un rostro conocido, su madre le dijo no extraños, pero ese unicornio juglar no lo era. Se acercó con una sonrisa.

-Señor, ¡hola! ¿Puede hacer más trucos de fuego?-

El semental se sobresaltó un poco, estaba perdido con la vista en el horizonte, sonrió al ver al pequeño, agachandose a su altura.

-Joven príncipe, ¿no cree es peligroso estar solo en un dirigible?-

-Mamá me dio permiso de explorar, pero no debo hablar con extraños- se apresuró a responder la pequeña criatura.

-¡Oh! ¿Y yo no soy un extraño?-

Norge negó repetidamente con su cabeza –Usted es divertido, tal vez pueda hacer algún truco para que mi mamá y vuelva a sonreír –

Al unicornio le pareció que esa era una declaración extraña, se sentó frente al potrillo para escucharlo, no quería destruirle su ilusión, así que debía responder con cuidado.

-Papá se fue de casa y no volvió, me pone triste pero estoy bien, tengo a mamá y al señor Dash y a Nana que me cuida cuando mamá tiene que salir, pero … mi mamá no tiene quien la cuide y ya no sonríe – Miraría después de una breve pausa al unicornio adulto – ¿Podría hacer un truco para que mamá sonría?-

Vaya que era un tema delicado, el unicornio no quería darle una negativa al pequeño, pero era muy consciente de que la reina le quería lejos de ella. Aún así, no tardó en sonreírle antes de elaborar una idea – ¿sabes? Esto podría funcionar...

Fue lo primero que pudo pensar, lo único que podía hacer para no decepcionar al potrillo ¿Qué podría darle a una joven madre? Está de más decir que él no tenía idea que Norge era su segundo hijo.

El príncipe regreso al camarote con su madre, traía un ramo de flores y una carta. Noru tomaba una taza de té y leía un libro, ya no leía historias de amor, leía ahora libros históricos o de magia.

-Pero que bella sorpresa de mi caballerito –

-Ten mamá, para que sonrías –

Fue una extraña declaración para Noru, pero se cumplió el cometido del potrillo, ella sonrió, solo porque creía su hijo le trajo esas flores. Le lleno de besos antes de dejarle ir a jugar, se sentó para leer la carta, se imaginaba algo lleno con crayones, no una pulcra carta a tinta:

"Su majestad, estas palabras van dedicadas del corazón de su hijo, pero escritas por su humilde servidor. Es un buen chico el que tiene junto a usted, un joven que se volverá un gran semental con los años y quizás un rey digno para la Zona Helada. Le pido platique con él, pues me planteo su preocupación, la perdida de su sonrisa, y espero me permita invitarle a ver las estrellas esta noche, cuando su pequeño descanse. Estaré en la proa del dirigible.

Dusty Hoof."

La carta se quedó en las pezuñas de la monarca mientras veía la firma al final. Asi que ese era el nombre del poni todo roñoso que vieron hace unas horas. ¿Les seguía o fue una casualidad? Como eco en su memoria recordó cuando él le dijo fue el destino. ¿Pero deseaba ella realmente ver las estrellas?

No se sentía lista quizás para hablar con un semental, ni siquiera se había planteado la posibilidad de hacerlo. El salvaje no contaba porque era un lobo, pero ahí estaba ese completo extraño que le ofrecía un momento para escucharla.

La cuestión era ¿Aceptaría?


Bueno gente por ahora llegamos al final, tarde mucho menos jajaja quiero retomar el fic como es debido.

Espero su review con los comentarios y nos estamos leyendo a la siguiente

Este capitulo tuve el apoyo de un amigo cercano, que me ha ayudado y sobre todo prestado a sus OC "Dust Hoof, Espio Blueflare y Shadow Dash" . Gracias por el apoyo