Reto multifandom del tarot del foro HEFDLP


Glimmer Leven-Bell, 17 años

Distrito 1

Puesto 12º

Nueve de copas: "Tener las ideas claras. Indulgencia. Ir a por lo que uno desea. Belleza y opulencia."


—¿Acaso la Zorra en Llamas no tiene vértigo? —dice Clove, que mordisquea una tira de cecina en el lado opuesto de la hoguera.

Miro hacia arriba mientras termino mi manzana. Está insípida y tiene esa textura de las variedades que no me gustan, terrosa y quebradiza. Ya podían habernos puesto en la cornucopia algo de más calidad, en lugar de mandarnos esto.

—Debe estar como a treinta metros. Cuando se duerma se romperá el cuellito, es sólo cuestión de tiempo —digo en un intento de hacer reír a Cato. Ocupado en su arma él ni siquiera mira—. Lo único que espero es que no se caiga encima de mí. Sería una muerte tan cutre.

El Enamorado se ríe y Marina a mi lado también. Cato afila su espada. Lleva desde ayer quejándose porque no son de primera, que seguramente han sido usadas durante años y años y ni mantenimiento les han dado. El chirrido metálico suena unas dos veces por minuto y me está poniendo los nervios de punta. Ojalá lo dejara. Lleva un rato dándome dentera, pero visto como acabó Max, lo último que se me ocurriría hacer es quejarme.

—Tenemos que quemar ese árbol con la del Doce en él —sentencia Marvel, golpeándose la palma de la mano con el puño—. ¿Para qué mierda esperar más? Hagámoslo ahora mismo.

—¡Mejor lo tiramos abajo! —dice Marina—. Tenemos un hacha y podemos turnarnos para ir talando.

Estaría bien poder pasar la noche en la cornucopia en lugar de aquí tirados a la intemperie. Todo por vigilar a esa Chica en Llamas.

—Pensé que acordamos en hacer algo mañana —dice el Enamorado—. Si empezamos un fuego ahorse podría descontrolar. Estamos rodeados de matorrales secos, tendríamos que cortarlos primero. Estamos muy cansados y no hay luz. Podría acabar mal.

Se nota un montón cuando los profesionales reclutan a cosechados. La diferencia en valentía suele saltar a la vista.

—¿Tienes miedo de morir? —lo molesto.

—¿Quieres arriesgarte a que la alianza profesional al completo muera calcinada por un descuido tonto? Imagina los titulares —dice él—. Imagina pasar a la historia por eso.

Aprieto la mandíbula y miro a Cato, que ha dejado de lado su espada y ahora permanece atento a la conversación, al igual que Clove.

—¡Dile algo! —digo señalando al Enamorado.

Necesita que lo pongan en su lugar.

—¿Por? —Cato se encoge de hombros—. Él tiene razón. ¿Crees que vamos a poder talar un árbol estando cansados? Tal vez tú no lo estés tanto, eres la única que no tiene ojeras —normal, siempre me cuidé mucho la piel. Me mira de hito en hito y cuando le guiño el ojo, él sonríe—. Tú harás la primera guardia.

Me esfuerzo por mantener la sonrisa.

—Claro. No estoy tan cansada como ustedes. Gloss siempre se sorprendía por mi aguante en el centro de entrenamiento —me invento—. Siempre me tenía que echar de ahí cuando iban a cerrar. Además, así me aseguro que la del Doce no se me cae encima.

Clove está mutilando a algún animal que se ha debido encontrar por ahí, un lagarto o algo así. Qué innecesario. Los del Distrito 2 siempre mandan a los juegos lo más inestable que tienen.

Después de que el himno de Panem suene, todos se van a dormir.

Diez minutos después ya me he aburrido. Mi boca se abre en un bostezo que no consigo aguantar. La hoguera pierde intensidad hasta quedar en unas tenues llamas que serpentean por entre las ascuas al rojo y ya se empieza a sentir un poco el frío. Voy a resfriarme. Como si lo viera.

Me pregunto si alguien de mi familia está mirando. Papá dijo que rechazaba mi voluntariado y que no los iba a ver. Me aseguré de decir delante de los Agentes de la Paz que los Juegos del Hambre son de visionado obligatorio, así no podrá escaquearse. Le demostraré que lo puedo hacer bien y que se equivoca. Ese ocho en mis sesiones privadas no impresionó a muchos, pero no significa nada. La cuota de mis apuestas sigue siendo de las mejores. La gente cree en mí. Gloss cree en mí. Cuando vi a todos aplaudiéndome, justo al terminar mi entrevista y ponerme en pie, supe que debía ser yo quien volviera.

Yo y nadie más.

Y mis uñas. Mis uñas siguen en perfecto estado desde que entré hace cinco días ya. Las miro con orgullo. Ni siquiera al tratar de escalar ese árbol se estropearon. Es un buen presagio. Si mis uñas son así de duras, ¿cómo lo seré yo?

Bostezo otra vez. Mis párpados quieren cerrarse pero no los dejo. En cuanto matemos a la del Doce lo primero que haré será volver a la cornucopia y echarme champú en seco.

La pierna de Marina me golpea con suavidad. La miro y bostezo otra vez. Qué envidia me da. No tengo por qué dormirme si cierro un rato los ojos y me dejo caer en el tronco del árbol. Todo va a estar bien. Leí una vez un buen truco para no dormirse es hacer cálculos matemáticos en tu mente. Así que comienzo con la tabla del dos. Luego la del tres. Luego la del cuatro. Luego...


No sé si es el zumbido lo que hace que me despierte, el dolor o los gritos. Me pongo de pie de un salto y veo con la escasa luz del amanecer, que el pequeño claro donde estábamos está infestado de abejas o avispas o algún bicho así. Sacudo los brazos y los pies, intentando quitármelas de encima.

—¿¡Qué es esto!? —grita Marina.

Quiero contestarle que no lo sé, pero estoy demasiado ocupada gritando.

Cato se está alejando. También Clove, Marvel y el del Doce.

—¡Marvel! —chillo.

—¡Al lago, vamos al lago! —contesta.

Cada picotazo duele como una puñalada. Trato de seguir a mi compañero de distrito pero el camino por el que se han ido ha comenzado a ondularse y serpentear. Veo a Marina pasar tambaleándose junto a mí. Me da vueltas la cabeza y lo único que consigo hacer es quitarme el arco y agitarlo en el aire. Agitarlo sin parar y rezar porque eso las espante.

Marina está ahora tirada en el suelo, su cara hinchada, cubierta de bultos del tamaño de una ciruela que supuran un líquido violeta al reventar. Yo también los tengo. Mis manos están llenas de ellos y mis uñas crecen y crecen hasta hacerse descomunales.

Cuando caigo al suelo se me figura que lo hago muy lentamente. Sigo intentando espantar a los bichos. Llamo a Marvel y Cato. Pido auxilio hasta que me quedo sin voz. Nadie viene.

Y ahí comprendo que voy a pasar a la historia como la profesional que mató a su alianza entera por dormirse mientras montaba guardia.


Esta carta me inspiró a escribir sobre una chica que entrenó para los juegos a pesar de tener a su familia en contra. Una chica de gran belleza que acabó cosida a picotazos y que soñaba con lujos. No pudo ser. Pero ya todos sabíamos como iba a acabar.