Así es mi vida.

Chapter 1.

El sol estaba maravilloso, sentí como mi cuerpo absorbía toda la vitamina D posible. Suspiré, mientras me permitía tocar mi cuello con mis dedos, sintiendo y ahora más cálida piel ante mi tacto.

-¿Estás segura de no olvidar nada Bella?.- escuché la voz de Reneé ahora más cerca. Bufé.

Abrí los ojos, mientras volvía a colocar mi lentes de sol y me permitía enfocarla. Ahí estaba luciendo su característica sonrisa reconfortante y a la vez nerviosa. Era una mujer muy despistada, y todos estos años con ella, solo habían servido para que yo entendiera que había cosas que agradecía no haber heredado de mi madre. Sonreí.

-Tengo que ir por mi certificado de movilidad a la Facultad, madre.- dije sacando de mi bolsillo las llaves de mi auto. Me coloqué la pequeña mochila de cuero negra en la espalda y me permití observar el paisaje desértico que se extendía ante mí.

Adiós calor.

-Bien.- dijo mientras cerraba del todo la pequeña caja en la mesa. Nos encontrábamos en la terraza de la que a partir de ahora sería nuestra antigua casa. Nos mudábamos, por tercera vez en dos años.-Victoria y Tanya nos alcanzaran allá.- murmuró mi madre pensativa, observaba a nuestro alrededor, tratando de adivinar que más no pertenecía ya aquí. Suspiré.

Reneé me observó calmada evaluándome, trate de no darle importancia, y desvié mi mirada hacia la pequeña vista en la puerta. Phil estaba terminando de cargar algunas cosas en la pequeña camioneta de la mudanza. Sonreí. Se veía nervioso, teniendo que tener mayor control como siempre, pues mi madre olvidaba todo.

-Bella.- escuché su tono condescendiente. Rodé los ojos, me paralicé al momento al pensar que pudo haber notado mi gesto, pero luego recordé que tenía mis ojos cubiertos. Dejé escapar un suspiro de alivio mental.

-Basta.- dije exasperada.- No sigas con lo mismo, madre.- refunfuñé.- No importa más, iré por mis documentos y los alcanzaré en 50 minutos.- dije empezando a caminar a la puerta.

Aferré mis manos ante el cansancio de las mismas palabras de Renée ante la mudanza en los tirante de la pequeña mochila, no deseaba escucharlo. Con la llave de mi auto colgando en mis manos, me encaminé a la salida, dando paso a los señores de la mudanza que venían con cajas enormes de la cocina. Una vez ellos habían despejado la salida, me apresuré hacia mi coche.

-¡Bella!.- escuché que gritaba Phil a mi espalda. Me giré a encararlo.- No olvides que tu auto irá en el compartimento número 2, cariño.- dijo cauteloso. Desde que habían tenido que dar la noticia a la familia que teníamos que mudarnos de nuevo, él mantenía algo de cuidado conmigo, quizá por qué mi reacción no había sido la más apropiada.

-Claro.- asentí repitiendo el número en mi cabeza.- Los alcanzó en 50.- dije dandole la espalda agitando mi mano en despedida. Sonreí cuando divisé mi coche, me deje caer en el interior de los asientos de cuero y sonreí mientras me encaminaba a salir de la calzada rumbo a mi Universidad, o bueno, para el caso. Mi antigua Universidad. Bufé.

Soy Isabella Swan Dwyer-Thompson. Para abreviaturas, Bella.

Con 22 años a mi cuesta, una carrera a poco de finalizarse en Ingeniería en Diseño y Animación había vuelto a vivir con mi madre hace 3 años. Mis padres, Charlie Swan y Renée Dwyer habían disfrutado de un alocado y romántico amor de verano, que termino consolidándose a los dos años, que habían decidió escapar para casarse, mi madre aún no terminaba su facultad, pero mi padre ya era un respetable trabajo en una empresa de Tecnología.

A los tres meses de casados habían tenido la fantástica noticia del embarazo de Renée, ambos estaban emocionados, sin embargo para lo que ninguno estaba preparado era para el pequeño desliz de mi madre. Ella había decidido retomar su carrera cuando yo había cumplido los 4 años, analizando que sería más fácil el poder cuidarme y terminar sus estudios. Todo parecía marchar bien, hasta qué un día le había comunicado a mi padre que se iba, me tomó en sus brazos junto al título recién adquirido en Literatura y habíamos huido al refugio de mi madre en Arizona. Dónde conoció al Flamante y bronceado Phil Thompson.

Phil es Especialista en Análisis de Riesgos de inversión, tengo que admitir que es realmente bueno y letal en lo que hace, no me malentiendan, nunca tuve nada en su contra. sin embargo sentía que debía lealtad a mi padre. Sonreí.

Mamá y Phil habían congeniado a la primera, en su segunda cita ya se conocían hasta las cicatrices de la infancia, en la 6 cita ambos se confesaron. Mi madre no le había dicho a mi padrastro qué tenía una hija, y él al parecer había escondido una verdad similar a ella. Resulta que Phil había tenido una pequeña aventura con una colega de una de las empresas para la que había trabajo, trayendo como resultado a Tanya Thompson Denali, o como la conocían sus amigas "Tan-Tan". Rodé los ojos.

Digamos que ninguna de las dos había sido lo suficientemente madura hasta ahora como para limar asperezas de infancia. A pesar de que ella era dos años mayor que yo, siempre había sabido que le encantaba comportarse como una cría. Gemí.

Tanya amaba a mi madre, debo admitir, tenían cosas en común que yo nunca podría tener con Renée y ahora estaba bien, ya que mi madre se había rendido en creer que en el fondo yo también amaba las mismas cosas que ellas, pero siempre fallando estrepitosamente. Cuando había cumplido los 14 años, había rogado por ir a vivir con mi padre. Charlie seguía en la empresa de Tecnología, empezando una micro empresa en el mismo sector por su cuenta, nunca se había vuelto a casar a pesar de que había mantenido una bonita relación con Sue, la viuda de uno de los socios de su compañía. Ella es adorable.

Lo olvidaba, después de que mi madre y Phil confesaran sus secretos, habían decidido casarse, en secreto solo con Tanya, nuestra niñera y yo como testigos. Al año y medio del matrimonio había surgido una cosita adorable que me empeño en llamar "troll", pero para fines aristocráticos, era Victoria Thompson Dwyer, nuestra pequeña y adorable hermana de 16 años.

En fin, Victoria era la pequeña de todos, incluso por ella Tanya y yo habíamos logrado llegar a una especie de acuerdo, pero solo sucedía cuando la situación era crítica y nuestra pequeña nos necesitara, con una madre tan atolondrada como Renée, con mi hermanastra teníamos una ardua tarea. Sin embargo cuando había decidido poner tierra de por medio entre Tanya y yo, ante los incesantes intentos de esta por hacerme la vida miserable. Había perdido valiosos años de la vida de mi "troll" sin embargo en cada festividad, días de asueto, vacación cumpleaños y festival importante Charlie me había permitido y en ocasiones casi obligado a asistir por Victoria.

Mi pequeña hermana tenía en nosotros acceso a dos mundos, por el lado de Tanya, tenía una hermana para hablar de maquillaje, ropa, ultimas modas, cotilleos escolares, poder disfrutar de ventaja en la cadena social al ser hermana de la chica más popular del Instituto de ambas y disfrutar de una protección por profesores y comunidad estudiantil ante la minuciosa lupa de Tanya; por mi parte, disfrutaba de arte, musica, acceso a conciertos, literatura, los mejores equipos portátiles y móviles para presumir a sus compañeras y disfrutar de cosas tan necesarias como películas ilimitadas por una red segura y sin que nadie lo repita algo ilegal, entre otras cosas. Ella era libre de decidir que necesitaba de nosotros y ahí estaríamos.

Suspiré.

Había llegado a la Universidad, me concentré en encontrar un espacio vacío, cuando vi un coche salir de un casillero, me estacioné en solo dos maniobras, derrapando mi auto, cómo Jacob, el hijo del mejor amigo y socio de mi padre me había enseñado. Las pocas personas que habían en el estacionamiento me miraban, ante la osadía de mi conducción. Suspiré, mientras acomodaba mi cabello de que se quedará atrapado en mi pequeña mochila, bajé del coche y haciendo sonar la alarma me encaminé a Servicios Escolares.

La vida con Charlie había sido buena, incluso aunque mi madre había sentido mi cruel abandono de la peor manera, pero necesitaba irme, no podía seguir ante la incansable esperanza de Renée en convertirme en algo que no era. Amaba a mi madre, pero el tiempo que había pasado lejos, a mi parecer nos había ayudado mucho. Sin embargo todo había cambiado hace 4 años, cuando el fatídico día sucedió y me vi en la necesidad de volver con mi madre y su familia.

Charlie había salido de Seattle a una reunión de negocios en Olympia, se había ido en el helicóptero de la empresa, pero parecía ser que ese día el piloto no se encontraba en el mejor estado posible.

Contuve un jadeó ante el recuerdo.

Había estado en casa ese domingo por la mañana, concentrada en dibujar algunas escenas de mis dibujos animados favoritos en la sala, mientras Sue, la pareja de mi padre preparaba algo para ambas cuando el teléfono sonó. Solo atiné a correr a la cocina de la casa, al escuchar la bandeja del horno caer al suelo, provocando un sonido que me sobresaltó para encontrarme con la mirada acuosa y perdida de Sue, al teléfono, con la comida esparcida por el suelo, el teléfono en su oreja y su rostro cada vez más pálido.

Me estremecí.

Regresar con Renée no era lo que quería, sabría que tendría a mis hermanas, incluso a Tanya, sin embargo sentía que era una intrusa, ellos ya habían hecho su vida, yo era más como la prima favorita que llegaba por algún tiempo de visita. Mi madre ya no sabía nada de mí, yo tenía mi casa, a mi padre.

Sin embargo nada de eso importó ante la mirada determinada de mi madre y ve vi envuelta en un auto con algunas de mis cosas, personas de limpieza colocando protectores de polvo en los muebles de la que había sido mi casa y ver como Seattle quedaba atrás, para ser recibida por el abrasador sol de California.

-Buenos días, querida.- dijo una señora regordeta alzando la vista hacia mí cuando me adentré al recinto escolar.- ¿Te puedo ayudar en algo?

Sonreí amable.

-He venido por mi certificado de movilidad, mis documentos de registro y mi credencial de transferencia.- dije recargando mi cuerpo en el pequeño mostrador caoba que me separaba de la señora.

Su boca formó una leve "o" y se acomodo las gafas de montura, lo cuál me recordó que debía quitar mis propias gafas de sol. Haciendo eso y colgándolas del bolsillo de mi chaqueta de cuero le sonreí de nuevo.

-Permíteme un momento.- susurró mientras detenía su mentón en sus dedos, observando los papeles a su alrededor. Empezó a remover una pila de lado izquierdo y de pronto sonrió.- ¿Isabella Swan?.- pregunto mirándome sobre sus anteojos.

Asentí.

-Me permitías tu identificación, por favor.- sonrió amable. Asentí. Me quité la mochila y rebuscando en mi cartera le tendí mi credencial, ella agradeció y frunciendo los labios, miraba de mí a la pequeña pieza plástica, hasta que un murmullo salió de su boca. Fruncí el seño.- En mi certificado de registro apareces con el apellido Thompson, pero aquí no aparece, cariño.- dijo mientras se quitaba sus lentes y juntaba sus manos sobre la pila de papeles.

La miré sin entender, ella alzó una ceja en mi dirección y algo en mí se encendió.

Rebusqué en mi mochila y tome el arrugado papel doblado que me había dado Phil días antes.

-Thompson es el apellido de mi padrastro.- murmuré desdoblando el papel.- Este es mi certificado de adopción, se hizo legal hace dos años, para que pudiese gozar de los privilegios de su apellido.- comenté reprimiendo el fuerte deseo de girar los ojos.

La mujer me miró sorprendida y recalcando sus gruesos lentes en su nariz, miró el pequeño certificado, mi credencial y el papel de mi movilidad.

Sonrió.

Se puso de pie, se movió a la parte posterior a una vieja maquina copiadora y pude escuchar el rugir de la máquina trabajar, parecía que iba a explotar en cualquier momento. Gemí. Observe mi reloj y sentí una vibración en la parte trasera de mis jeans negros. Tomé mi teléfono esperando a la mujer.

Estamos en el barco, Bells.

Partiremos en cuanto vuelvas.

x. Phil.

Sonreí al observar la foto adjunta de mi madre en lo que parecía una especie de galera gigante moviendo los brazos mientras veía el coche de Tanya frente a ella.

Contuve la carcajada, seguramente mi ególatra hermanastra aún no podía guardar su auto en el cajón asignado.

Escuché unos suaves chillidos de zapatos alzando la vista.

-Listo.- dijo la secretaria.- Te he hecho una dispensa por identificación.- dijo a lo que la miré frunciendo el seño.- Es para la Facultad a la que irás, para evitar problemas con tu cambio de nombre, aunque te aconsejo actualizar tu credencial, querida.- Sonrió.

Asentí.

-Muchas Gracias.- dije amable.

Observé mis documentos, que estuviesen bien redactados, en mi nombre, mi grado y mi carrera, una vez comprobé todo estaba en orden, la que descubrí era la Sra. Cope me sonrió y mientras me recordaba firmar de recibido, me despidió con una sonrisa, deseándome buen viaje.

Me encaminé a toda prisa al estacionamiento, me subí a mi coche y aceleré lo más que pude para alcanzar el barco.

Sentía el rugido suave del motor de mi auto, el detalle más preciado que me había dado mi padre, tenía tecnología de punta y era un coche híbrido. Había sido diseñado para proveer velocidad, pero garantizar que si chocabas o te aplastaba un tren no terminarías como relleno de galleta metálica. Además que era un diseño creado por mí.

Charlie y Renée sabían de mi facilidad para el dibujo, la pintura y la escultura, me gustaba ensuciarme las manos y una noche, mi padre había estado observando bocetos de coches, a mi me habían llamado la atención los colores sobre su hombro, me acerqué y sentandome en su regazo me había pedido que lo ayudase, después me había ido a mi habitación, mi padre no estaba conforme con los bocetos, recordando lo que le había gustado, me había pasado esa noche buscando referencias de autos, hasta que pude dibujar la silueta y frente de mi adorado "Charlie"

Sonreí.

A los pocos minutos de atravesar el anillo que rodeaba la ciudad divisé la salida al muelle y al aeropuerto. Me adentré en la primer salida, al muelle, llegué y mostrando la credencial que me había dado Phil de la empresa el guardia había asentido saludándome, subía la aguja y me dejaba pasar, divisé el carguero rojo que tenías remolcadoras saliendo de su interior. Aceleré cambiando desde el volante a comando de protección, para proteger los amortiguadores de mi auto y aceleré. Sentí el cambio de terreno debajo de mí, el suave chillido de las llantas recién lavadas contra el suelo encerado y sonreí, tomé el control que me había dado y lo apunté al cajón 2, la puerta estaba a mitad de camino cuando giré sobre el espacio, de reversa y me dispuse a estacionar mi auto, cuando sentí el leve pitido del sensor me detuve. Apagué el motor y me estiré para tomar la valija en el asiento trasero. Saqué la cartera con documentos de mi auto de la guantera y me dispuse a bajar.

-Dios mío, Bella.- chilló mi madre. Coloqué de nuevo mis lentes sin contestarle ¿Qué le podía decir, que no supiese ya?. Suspiré, me coloqué la pequeña mochila de cuero en la espalda, dejando mi maleta más grande en el suelo, una vez así, la tomé y presionando el botón de "Steel Mode" del centro de mi auto escuché la alarma y como el aire de las llantas se perdía, los espejos se doblaban en protección y el coche disminuía su altura del suelo. Era la opción favorita de Charlie, "a prueba de robos" había dicho. Sonreí.

-Aquí tienes.- dije pasando a mi madre que me veía encabronada hacía Phil.- Gracias.- murmuré.

Sonrió conteniendo su risa mordiendo levemente su rostro ante el rostro de mi madre y tomó la credencial empresarial, el control del cajón y asintiéndome.

-¿Acaso no me escuchaste?.- dijo Renée detrás de mí, nos dirigíamos a la camioneta negra tipo SUV en medio de la galera. Suspire.

-Madre.- me giré.-Te he escuchado, ¿Que quieres que te diga?.- pregunté conteniendo mi temperamento.- Pareciera que te niegas a conocerme, o quizá sólo te niegas a aceptarme como soy.- bufé.- Sabes como conduzco, no maté a nadie, llegué a tiempo y ahora si superas tu indignación podremos irnos.- farfullé. Me miró dolida.

Trate de no darle importancia, Renée era así. Suspiré y seguí mi camino a la camioneta, abrí el maletero y aventé mi gran valija de viaje, cerré y me subí al asiento trasero. Victoria ya estaba ahí, con Tanya.

Ésta última me miró y rodó los ojos, volviendo la vista a su móvil. Victoria me abrazó por el costado, mientras me sonreí, besé el tope de su cabeza y la vi enfrascarse de nuevo en el libro que leía. No me molesté en tratar de husmear el título, seguro era bueno. Bufé mientras sacaba de mi bolsillo los auriculares inalámbricos y desde mi bolsillo picaba la pantalla de mi móvil. La música inundó mis oídos. Escuché a lo lejos el amortiguado sonido de dos puertas cerrarse, el rugir del motor de la camioneta y vi como todo se volvía un borrón. Dando una última mirada al cajón de mi coche.

Nos vemos pronto, Charlie.

-Buenos días Srs. Thompson.- escuché que decía el piloto hacía nosotros. Renée lo saludó con una sonrisa, Phil apretó su mano mientras sostenía su hombro masculinamente, Tanya pasó de largo aún perdida en su móvil.

Victoria iba a hacer lo mismo hasta que tiré de su chaqueta, me giró y luego al piloto, cerrando su libro, le sonrió y saludo amablemente.

-Buenos días, Bella.- dijo Irina detrás del capitán sonríendome. Había salido de la cabina con una charola. Sonreí.

-Buenos días a ambos.- saludé sonriendo. El capitán me devolvió la sonrisa y besé la mejilla de Irina.

Cada uno de nosotros había tomado sus respectivos asientos. Suspiré, me quité la mochila de los hombros, rebusqué un poco y sacando la bolsita de plástico ruidoso la dejé caer en el regazo de Victoria al pasar a sentarme al último asiento dentro del Jet.

Escuché un leve chillido mientras mi hermana se giraba en su asiento a mi dirección y me aventaba dramáticos besos. Sonreí. Mi madre bufó, pero cuando nuestras miradas se encontraron, me sonrió agradecida. Me concentré en mi música de nuevo, me acomode en el asiento y saqué una bolsa similar a la de Victoria para mí. La de mi peque hermana estaba llena de regaliz y pequeñas gomas azucaradas, la mía estaba repleta de cubitos de goma con chamoy. Amaba esos dulces, aunque dejaran mi boca hinchada, ardiendo y roja de colorante e irritación. Sonreí.

Sentí el movimiento y suspirando por solo Satán sabe qué vez, me permití recargar mi asiento, subí el volumen de mi música con suaves toques a mis auriculares y bajé la pequeña tela plástica de la ventanilla.

Adiós California.

Nos esperaba un largo viaje a Vancouver. En invierno.

Gemí.