COCO y todos sus personajes son propiedad de Disney / Pixar. Solo los tomo prestados para divertimento personal y para sacarme las ideas de la cabeza ^ ^

Cuantas veces tendré que Rechazarte?
Ikhny Shy

Su vida de esqueleto solitario cambió abruptamente el día que la vió. Claro que, en un principio, Héctor creyó que el cambio sería por una "Vida después de la Muerte" junto a su amada Imelda. En su soñadora mente, él se imaginó abrazando a su esposa, compartiendo juntos una canción que saldría de sus corazones… como lo hacían en sus tiempos de vivos. Hétor se veía tocando melodiosas notas con su guitarra, mientras la poderosa y vibrante voz de su mujer hacía estremecer sus huesos. Sí, en cada una de sus fantasías, Héctor se veía junto a Imelda haciendo música…

Pero nada salió ni remotamente parecido a lo que él imaginó…

Estaban en el mercado, en un mar de esqueletos que iban y venían. Héctor se encontraba sentado en el borde de una fuente, tocando su guitarra, con el sombrero de paja a sus pies, esperando que alguien dejara caer en él algo para su almuerzo. La gente pasaba, los puesteros gritaban, el mar de colores vivos fluía por aquella calle principal y él se inspiraba con todo aquello que lo rodeaba. Sus dedos huesudos bailaban con las cuerdas, proporcionando una agitada melodía que acompañaba el movimiento constante de gente. Y entonces lo vió… el vestido púrpura, ágil con movimientos suaves, siguió con la mirada aquella seda delicada y sus ojos ascendieron a los hombros, a su peinado prolijamente amarrado entre trenzas. Ella estaba de perfil a él, pero pero podía reconocer su forma de andar y sus facciones (aunque esqueléticas). Sí, allí, en medio del mar de gente estaba Imelda… peleando con un frutero por la madurez de una palta (aguacate)… pero allí estaba y no importaba nada más…

El ritmo de sus dedos cambió, casi sin que él quisiera. Una melodía que no había tocado en décadas comenzó a emerger de su guitarra y él hipnotizado por la imagen de quien fuera su esposa en vida, se dejó llevar por su propia música. El canto empujó en su garganta para salir potente y melodioso…

-Ay, de mi llorona

Llorona de azul celeste… -

Imelda detuvo su agitada discusión petrificándose en el lugar. Giró robóticamente hacia el origen de aquel endemoniado sonido. El aire se sintió pesado dentro de ella (pese a que, en realidad, no podía retener aire) y de haber tenido sangre, ésta se le hubiera congelado. Cada sonido de aquella guitarra le dolía internamente como un aguijón filoso que se clavaba repetidamente en sus huesos y cuando oyó la voz del músico, no resistió más. Esa voz era nostalgia y melancolía condimentadas con una importante cantidad de traición. Sus ojos encontraron al cantante sentado en la fuente, quien la observaba insistentemente con ojos soñadores y una sonrisa embobada. Allí sentado, con la guitarra en su regazo, siendo un esqueleto, pero a la vez tan increíblemente reconocible, estaba…

-Héctor… - Murmuró ella entre dientes. La palabra salió embebida en resentimiento y rencor, acompañada de una mirada que gritaba desprecio. Aunque fuera solo un murmullo, la gente a su alrededor percibió la tensión y se apartaron temerosos…

Al tiempo que sus ojos se cruzaron, los labios de ella se movieron en esa mueca de desprecio y una cuerda se desprendió de la guitarra perdiendo la magia de su música. El mensaje había sido muy claro. Ella no lo había perdonado. Pero igual, Héctor no se iba a rendir por una mirada hostil. No después de haber esperado por tantos años poder verla nuevamente. Inspirado, ilusionado, levantó su sombrero del suelo y corrió hacia ella, abriéndose camino entre el resto de los muertos, disculpándose por algún ocasional desmembramiento.

Imelda lo vio acercarse y dudó, por un lado meditó dar media vuelta y marcharse, apuntando a un desaire, pero aquello podría parecer que estaba huyendo, Imelda Rivera no huía. Así que decidió quedarse allí, esperando a que se acercara, saboreando en su mente el desprecio que le arrojaría y pensando la forma más clara posible para decirle que no quiere que se le acerque nunca más en la muerte…

-Imelda! – Exclamó Héctor al encontrarse frete a ella. Una enorme sonrisa de alegría en su rostro huesudo.

-Héctor. – La palabra sonó fría y seca. El músico sabía muy bien lo que significaba aquello.

-Que bueno verte. – Las cuencas de los ojos de ella se arquearon en un gesto despectivo.

-Que bueno que te alegre mi muerte. –

-No, no es eso lo que quise decir. – La conocía lo suficientemente bien como para saber que lo hacía a propósito. Ella buscaba hacer notar el enorme abismo que había entre ellos. –Estás muy hermosa. – Ella dio un paso hacia delante y por un mínimo instante, Héctor se ilusionó.

-Te lo diré solo una vez Héctor. Aléjate de mí. No te quiero cerca. No quiero que me hables, no quiero que me mires, ni mucho menos que me cantes! – Eso último lo dijo mirando a su guitarra con expresión asqueada.

-Pero Imelda, yo creí que… -

-¿Qué? ¿Qué creíste? – Sin darse cuenta levantaba la voz, sus ojos ardían, parecía que saldría fuego de ellos. -¿Qué me arrojaría a tus brazos? ¿Qué llenaría tu estúpida cara de besos? –

-Me hubiera gustado al menos uno. – No había sido un comentario acertado para ese momento. Los ojos de Imelda se ensancharon y solo pudo dejar salir un profundo gruñido, antes de girar sobre sus talones y comenzar su camino fuera del mercado.

-No, Imelda! Espera, por favor… -

La siguió entre la multitud, pero ella caminaba realmente rápido. El sonido de sus tacos retumbaba entre la multitud, mientras los esqueletos se abrían paso atemorizados. La expresión de Imelda daba un susto de muerte. Pero a Héctor no le importaba, conocía el carácter de su esposa, no le asustaban sus demostraciones de ira.

-Imelda! Espera, tenemos que hablar. – Ella se detuvo abruptamente. Apretaba sus puños al costado de su cuerpo, al tiempo que presionaba sus párpados cerrados.

-Hace mucho tiempo que tendríamos que haber hablado, pero tú elegiste marcharte.- Él se detuvo a mitad de camino de decir algo para defenderte, explicarse, solo pudo pronunciar un muy sentido

-Lo siento. –

-Es tarde para eso. Nos abandonaste, nos dejaste para ir en busca de fama. Tomaste tu decisión. – Imelda dio media vuelta y lo observó fijamente. En sus ojos había mucho dolor, pero también una férrea determinación –Yo también tomé mi decisión. Olvidarte. –

La palabra le dolió más que cualquier otra que pudiera haber dicho. El olvido no era una tema superficial en la Tierra de los Muertos.

-No me voy a rendir, Imelda. – Le dijo seriamente –No he dejado de amarte ni un día. Te lo demostraré por el resto de la eternidad. –

-Por favor, no lo hagas. Ya me has lastimado lo suficiente. –

-No quiero lastimarte, solo quiero… - Ella alzó una mano haciéndolo callar.

-No quiero, Héctor. No quiero nada contigo. Respeta mi decisión. –

Un inmenso alebrije con forma felina descendió del cielo detrás de Imelda. Ella dio media vuelta y le acarició la nariz afectuosamente. Luego se subió a su lomo. El animal extendió sus inmensas alas y en un movimiento rápido despegó, alejándose rápidamente.

Héctor la vio marcharse con clara decepción. Las palabras duras de Imelda retumbaban en su cabeza como si le martillaran el cráneo. Pero por más testaruda que ella fuera, él también tenía su carácter caprichoso y aunque le llevara décadas, estaba decidido. Volvería a enamorar a su esposa, así le lleve toda la muerte.

CONTINUARÁ…

A/N: Primera historia de este fandom. En un principio, cuando me senté a escribirla, pretendía que fuera humorística, pero realmente la comedia no es lo mío… :P

Espero les haya gustado el comienzo de esta historia. Héctor tiene un largo camino por recorrer para volver a ganar el afecto de Imelda, no será nada fácil…

Recomendaciones? Sugerencias? Quejas? Todo bienvenido por Review o MP

Saludos a todos!

Ikhny Shy