[Este capítulo contiene: fluff, angst, smut y recuerdos traumáticos, así como síntomas de estrés postraumático.]

- ¡Espero que sepas que esto es culpa tuya!

Draco acababa de detenerse justo delante de él, y Harry apartó la mirada del horizonte y se permitió observar la forma en la que el pelo rosa del chico se ondeaba con el viento, como si estuviera invitándolo a peinar los mechones con sus dedos. Le llevó un segundo de más darse cuenta de lo que Draco había dicho.

- ¡Venga ya! ¡Pero si fuiste tú quien nos distrajo con esa tontería de volar hasta las nubes y tumbarnos en la hierba!

Draco se mordió el labio, y una sonrisa aparentemente involuntaria se formó en su cara.

- ¡Ya, pero solo lo hice porque estás irresistiblemente adorable cuando dejas de preocuparte y te dejas llevar!

Harry abrió la boca para protestar, pero Draco ya estaba alejándose de él de nuevo. Resopló con resignación. No podía dejar que Draco hiciera eso que siempre hacía; meterse bajo la piel de Harry, distraerle, volverle loco. Tenía que concentrarse en encontrar la snitch que habían perdido la tarde anterior. Si no conseguían recuperarla antes del toque de queda, la Señora Hooch los tendría puliendo palos de escoba hasta junio.

Además, quería aterrizar cuanto antes para borrar la sonrisa prepotente de la cara de Draco. Con sus labios, preferiblemente.

*

El cielo estaba oscureciéndose cuando Harry y Draco entraron en los vestuarios del campo de Quidditch, ambos empapados y tiritando. La lluvia los había pillado desprevenidos, y Harry había estado a punto de conjurar un Impervius sobre ambos cuando Draco había divisado la snitch perdida. Les había llevado casi cinco minutos atraparla, y Harry estaba calado de agua hasta los calzoncillos. Al menos había ganado él.

Los vestuarios estaban desiertos. Harry ni siquiera le habría dedicado un pensamiento a aquel hecho si hubiera estado con Ron, o con cualquier otro amigo o compañero. Pero estaba con Draco. Y Draco era... bueno, Harry no sabía exactamente qué era Draco para él, pero desde luego no era simplemente su amigo.

Era... era el chico al que quería estampar contra las taquillas y besar hasta que se deshiciese en jadeos.

- Deberías quitarte eso, a no ser que te apetezca tener una pulmonía.

Draco se había sentado en uno de los bancos y se había quitado los zapatos y los calcetines. Estaba desabrochando la túnica verde de su uniforme de Quidditch, y Harry se lo quedó mirando mientras un botón tras otro dejaban ver la camiseta blanca que tapaba su pecho.

- Existen hechizos para secar la ropa – musitó pasado un momento. Su voz tembló ligeramente. ¿Cuánta ropa iba a quitarse Draco delante de él? Una parte de Harry no quería mirar, pero la otra estaba paralizada por el deseo de ver más.

- Ya, pero es más seguro utilizarlos cuando la ropa no está pegada a tu cuerpo. La piel está en parte formada por agua, y no es agradable evaporar esa sin querer – dijo el chico sin más. Después miró a Harry por encima de su hombro y sonrió –. ¿Tienes pensado quedarte mirando?

Su mano había bajado al botón de sus pantalones. Harry tragó saliva.

- Eh... no. No, claro que no. Debería darme una ducha, de todas formas. Sí, voy a...

Señaló con su pulgar a uno de los cubículos individuales, y dio un paso hacia atrás sin dejar de mirar a Draco, que acababa de ponerse de pie. El chico se bajó los pantalones con un solo movimiento ágil, y dio un paso fuera de ellos, dejándolos arrugados en el suelo.

- No creo que vaya a darte tiempo – dijo Draco –. Tenemos como media hora para llegar al castillo y darle la snitch a Hooch.

- Oh, vale. Eh... voy a secar mi ropa, entonces –. Harry dio un último paso hacia atrás y cerró la puerta de golpe justo cuando Draco llevaba sus manos a la banda de sus calzoncillos. Se deshizo de su ropa con manos temblorosas y usó una de las toallas del cubículo para secarse el pelo y la piel.

Ignoró el hecho de que su cuerpo había empezado a responder. No tenía tiempo para tocarse, y no quería arriesgarse a que Draco se diera cuenta de lo que estaba haciendo ahí dentro. La situación ya había sido bastante vergonzosa hasta ese momento, no necesitaba empeorarla. Pensó en las cosas más desagradables que se le pasaron por la cabeza, y salió del cubículo unos minutos después vestido con su ropa seca y con la situación controlada dentro de sus pantalones.

Draco ya estaba vestido, y se había arreglado el pelo. Estaba inclinado hacia uno de los espejos del vestuario, y parecía estar pintándose una línea negra justo sobre las pestañas.

Harry se acercó a Draco y se quedó de pie tras él, observando mientras se pintaba el otro ojo. La mirada de Draco se encontró con la suya, y una sonrisa creció despacio en sus labios finos. Harry, sorprendido, sonrió de vuelta. Realmente le gustaba que el chico se maquillase.

- Solo es un eye-liner conjurado, así que no es muy bueno – murmuró Draco –. Pero me apetecía ponerme algo.

- Pensaba que los magos de sangre pura solo conjurabais productos de calidad – se burló Harry. Draco le dio un pequeño empujón con la cadera, pero su expresión en el espejo era de diversión, así que Harry puso las manos en los costados del chico, apoyó la barbilla en la curva de su cuello y sonrió de nuevo –. Me gusta como te queda.

Draco desvaneció el tubito negro y se irguió, por lo que la barbilla de Harry quedó enganchada en su hombro. El chico soltó una risilla, obviamente burlándose de su diferencia de altura, y Harry metió las manos bajo su ropa y le hizo cosquillas en la barriga para hacerlo callar.

Draco soltó una carcajada e hizo un movimiento brusco. Un instante después, había logrado situarse tras Harry, y era Harry quien estaba atrapado entre sus brazos. Pero Draco no le devolvió las cosquillas. Apoyó ambas manos en su vientre y, sonriendo como un idiota, enterró la cara en su pelo negro.

Harry acarició las manos de Draco mientras observaba su reflejo en el espejo, sorprendido de pronto por lo cómodo que se sentía entre los brazos de Draco. Era absurdo. Ni siquiera había decidido todavía lo que sentía por él, pero su cuerpo parecía haber tomado una decisión, y se había relajado tanto que su equilibrio estaba flaqueando.

Draco le dio a Harry un beso en la coronilla, y después lo miró a los ojos a través del reflejo, sujetándolo con un poco más de fuerza entre sus brazos.

- Siempre haces eso.

- ¿El qué?

Una mano de Draco se encontró con la suya, que había subido en algún momento hacia su propio hombro.

- Masajear tus hombros, y luego rodarlos dos veces y estirar el cuello.

Harry frunció el ceño. ¿De verdad hacía eso? No era consciente de haberlo hecho nunca, aunque lo cierto era que tenía los músculos bastante doloridos en aquel momento.

- ¿Estás seguro? No recuerdo haberlo hecho antes.

Draco soltó un bufido suave y rozó el hombro de Harry con sus labios. En lugar de contestar, posó ambas manos en sus hombros y empezó a darle un masaje.

- ¿Qué...? Oh –. La queja de Harry fue interrumpida por un suspiro cuando Draco presionó con sus dedos justo ahí y sintió que su músculo cedía –. Esto se te da bien.

Draco se rio en su pelo.

- Lo sé, idiota. Y ahora relaja los hombros y déjame hacer mi magia.

Aquello debería haber sido incómodo; Harry y Draco mirándose en el espejo en silencio, mientras Draco le daba un masaje y Harry suspiraba y se retorcía entre sus brazos. Pero era relajante. Y también un poco excitante, a decir verdad. Cada vez que se movía, Harry rozaba todo el cuerpo del chico con su espalda, y era tremendamente consciente de lo cerca que estaba la boca de Draco de su nuca.

No había tenido tiempo de ducharse, pero si se daban prisa, tal vez podrían...

- Es normal que no estés bien después de todo lo que te ocurrió durante la guerra. Lo sabes, ¿no?

Las palabras de Draco lo pillaron desprevenido, y Harry se tensó un momento bajo sus manos.

- ¿Qué?

Draco apretó sus hombros con un poco más de fuerza, obligando a Harry a relajar los músculos de nuevo.

- Toda esta tensión en tu cuerpo... es un indicador más de toda la responsabilidad que todavía cargas sobre tus hombros, incluso aunque la guerra ha terminado –. Le dio otro beso en la curva de su cuello, y esa vez Harry tembló –. Todo el mundo espera que les firmes autógrafos, todos quieren hacerte entrevistas... es como si tu trabajo fuera recordar una y otra vez todo por lo que pasaste. ¿Y a cuántos juicios tuviste que ir en verano, además del mío? – Sus pulgares apretaron los músculos entre sus omóplatos, y Harry no pudo contener un sollozo. El sonido fue tan patético que tuvo que cerrar los ojos. No quería ver su expresión en el espejo –. No deberías tener que cargar toda esa responsabilidad sobre tus hombros.

- Pero yo estoy bien – dijo Harry –. La guerra ha terminado. Voldemort está muerto. Y yo... estoy bien.

Los brazos de Draco descendieron para abrazar la cintura de Harry, que sintió los labios del chico muy cerca de su oreja.

- Nadie podría pasar por todo lo que tú has pasado y simplemente estar bien, Harry.

De pronto, Harry se sintió diminuto. Expuesto, vulnerable.

- Pues yo lo estoy.

Y lo estaba, de verdad. Tenía que estarlo. Ya no había motivos para estar asustado, o para sentirse inquieto, o... frustrado, o inseguro.

- Harry –. La voz de Draco estaba llena de compasión. Eso no era normal. No era la forma en la que las cosas funcionaban entre ellos. No con el antiguo Malfoy, al menos –. Mírame a los ojos y dime que no hay nada dentro de ti pidiendo a gritos ayuda.

Los ojos de Harry se abrieron de golpe. Antes de que pudiera procesar el miedo que brillaba en el reflejo de su mirada, sus manos habían bajado hacia las de Draco y estaban empujando.

- Tócame.

No tenía ni idea de dónde había salido aquella súplica. Solo quería que aquella conversación terminase. No podía pensar con claridad; lo único que sabía era que no quería abrir su corazón. Godric, hasta un minuto antes ni siquiera había sabido que había algo que abrir ahí dentro. Pero lo había. Mierda, lo había. Y Harry no quería dejarlo salir.

Era más sencillo abrirle a Draco sus pantalones.

- Harry...

- Por favor. Tócame – repitió. Hizo más fuerza con sus brazos, y una de las manos de Draco cedió, por fin, y rozó su entrepierna. Se le escapó un jadeo quebrado.

El chico no apartó la mano, pero tampoco hizo nada con ella. Harry trató de moverse para conseguir un poco de fricción, pero Draco presionó su cuerpo contra el de él, envolviéndolo en un abrazo que no le dejaba espacio para moverse.

- No voy a tocarte mientras estás llorando, tonto.

- No estoy llorando –. No había terminado de decir eso cuando la primera lágrima bajó por su mejilla –. Mierda.

Se quitó las gafas, avergonzado, pero, antes de que pudiera frotarse los ojos, Draco estaba trazando su recorrido con un pulgar. Su mano ya no estaba en su entrepierna, pero tampoco importaba; Harry no había vuelto a ponerse duro.

- Lo siento – musitó. La vulnerabilidad en su voz solo hizo que quisiese pegar puñetazos a las paredes.

- ¿Por qué lo sientes?

Draco estaba dejando un rastro de besos por su hombro, su cuello, su oreja. Una punzada de dolor llenó el pecho de Harry.

- Pues porque no sé por qué estoy... – Le costaba decirlo. Su voz sonaba demasiado débil.

- ¿Llorando? – terminó Draco por él. Harry asintió –. Probablemente porque ni siquiera te habías permitido pensar en todo lo que cargas sobre tus hombros. Cuanto más te lo guardas, más duele cuando consigues que salga.

- Pero eso es lo que tengo que hacer – murmuró Harry –. Guardármelo. No tiene sentido hablar de ello.

- ¿Por qué no?

Más lágrimas brotaron de sus ojos, y Harry no pudo soportarlo más. Se frotó los ojos y las mejillas con fuerza para borrarlas.

- Nadie más lo hace. Eres la primera persona que me habla de... de esto.

- ¿De la guerra? – preguntó Draco. Estaba acariciando el estómago de Harry muy despacio, y, aunque no tenía ningún sentido, el gesto hizo que Harry se sintiera reconfortado.

- Sí. No – musitó, tratando de aclarar su mente –. Hagrid y yo hemos hablado de la guerra antes. Me refiero a este sentimiento en concreto. A este... peso dentro de mi cuerpo. P-pensaba que simplemente era algo normal. Algo que todo el mundo tenía, pero de lo que no estaba permitido hablar. No sé.

No podía soportarlo más. No podía seguir viéndose a sí mismo en el espejo. Trató de girarse, y Draco se separó de él inmediatamente, seguramente interpretando que Harry necesitaba espacio.

Lo único que necesitaba era que alguien lo sujetase entre sus brazos. Era patético, infantil, pero Harry se encontró tirando de las manos de Draco para que volvieran a rodear su cuerpo.

- No quiero que me sueltes. Solo no quiero seguir mirando al espejo.

- Está bien – murmuró Draco. Un instante después estaba de pie ante él, y la cara de Harry estaba enterrada en su cuello –. No todo el mundo tiene un peso dentro de su pecho, Harry. No es lo normal – dijo despacio, mientras pasaba sus dedos por el pelo de Harry de una forma que le arrancó un nuevo sollozo en contra de su voluntad –. Pero yo también lo tengo. No todo el tiempo, pero sí a menudo. Ha mejorado desde que terminó la guerra, pero no quiere irse del todo. No creo que lo haga nunca.

Harry no supo qué contestar a eso. Se había pasado muchos años creyendo que Draco era un chico cruel, infantil y malcriado. Y, aunque lo había visto llorar y desmoronarse durante la guerra; aunque había visto el terror reflejado en las profundidades de su mirada, y le había oído decir que quería descubrir quién era él en realidad, Harry se dio cuenta en ese instante de que seguía extrañándole pensar en Draco Malfoy como en una persona.

Pasado un momento, Draco empezó a acariciar su nuca y su espalda con una mano mientras sujetaba su cabeza con la otra. Harry se dejó abrazar en un intento inútil por esconder el estado en el que se encontraba, y soltó una carcajada quebrada al recordar que había entrado en aquel vestuario pensando en sexo. Fue un sonido tan lamentable que hizo que más lágrimas manasen de sus ojos. Mierda, ni siquiera sabía por qué estaba llorando.

- A este paso vas a tener que volver a secar tu ropa – murmuró unos minutos después, sintiendo que su respiración se ralentizaba y que las lágrimas dejaban de salir. Draco soltó un bufido y se separó de él para sonreírle.

- Ya te gustaría que volviera a desnudarme.

Antes de que Harry pudiera quejarse, Draco juntó sus labios. Fue un beso delicado, tierno, que hizo que Harry tuviera que abrazarse a Draco con un suspiro.

- No me importaría – exhaló, aturdido.

Draco sonrió contra sus labios.

- Pero tenemos que llevarle la snitch a Hooch, ¿recuerdas? – Acarició su pelo, y volvió a separarse para mirar a Harry a los ojos –. ¿Estás mejor?

- Sí, claro –. Harry retrocedió un paso y volvió a ponerse las gafas –. Lo siento.

- No pasa nada. Soy yo quien no debería haber sacado un tema tan delicado sin previo aviso.

Harry inhaló despacio y encuadró los hombros, y después le dedicó a Draco una sonrisa que esperó pareciera sincera.

- Da igual. Venga, vámonos de aquí.

*

- ¿Me lo parece a mí, o tu pelo tiene destellos rojos?

Harry se llevó una mano al pelo de forma automática. A veces se le olvidaba que Draco se lo había teñido.

- Eh... no, no eres tú. El otro día me retaron a que dejase que Draco me lo tiñera de rojo, pero aparentemente casi no se nota porque lo tengo muy oscuro.

- ¡Ah! Está bien, no te queda mal – dijo Hagrid. Volvió la vista hacia los jardines de Hogwarts, por los que estaban paseando –. ¿Entonces Draco te ha pedido perdón a ti también?

- ¿También? – repitió Harry –. ¿Ha hablado contigo?

- Claro, vino a la cabaña la primera semana de curso y se quedó a tomar el té. Estuvimos hablando un rato, y la verdad es que fue muy amable conmigo. Me pidió perdón por la forma en la que había hablado de mí a lo largo de los años; dijo que era lo que sus padres le habían enseñado a repetir, pero que estaba haciendo un esfuerzo activo por dejar atrás sus prejuicios y ser una mejor persona. ¡Creía que te lo había contado!

- Pues no – murmuró Harry. Su pecho se llenó de pronto de una extraña sensación de... traición. No tenía sentido. ¿Por qué se sentía así?

Tal vez porque Draco le había pedido perdón por sus actos del pasado a Hagrid, y también a Hermione. Porque había visto a Draco charlando con Luna unos días antes, como si ella nunca hubiera sido una prisionera en el sótano de su mansión.

Pero Draco no le había pedido perdón a él.

- ¿Va todo bien, Harry?

- Claro – dijo sin pensar. A su mente volvió la voz de Draco, suave contra su oreja, diciéndole que era normal que no estuviera bien. Frunció el ceño –. No, no mucho – se corrigió.

- Puedes contármelo, si quieres.

Algo, como una extraña punzada de dolor, llenó el pecho de Harry.

- Da igual – contestó. No se sentía preparado para decirle a Hagrid que se encontraba mal porque... porque quería que Draco también le pidiera perdón a él. Era simplemente estúpido. Se habían besado. Se habían tocado. Habían hablado del tatuaje de Draco. Godric, incluso lo trataba de Draco en su mente. Estaba claro que todas las hostilidades entre ellos habían quedado en el pasado.

Entonces, ¿por qué se sentía como si Draco estuviera ocultándole algo?

*

Harry entró en la sala común de octavo, murmurándole un saludo a Sir Cadogan e ignorando educadamente sus alabanzas.

Y se encontró cara a cara con Draco, que llevaba en la mano su toalla y su neceser de ducha.

- Hola – dijo el chico con una sonrisa –. ¿Husmeando por ahí de nuevo?

- ¿Duchándote de nuevo cuando todos se han ido a la cama? – contraatacó Harry, su tono solo medio desenfadado. Había hablado de muchas más cosas con Hagrid esa noche, pero seguía dándole vueltas a su conversación sobre Draco. En su camino de vuelta al castillo, había decidido confrontar al chico en cuanto lo viera, pero aquella sonrisa lo había pillado desprevenido y, antes de que pudiera añadir nada más, Draco estaba dejando sus cosas en un sofá y acercándose a él con un brillo travieso en los ojos.

- Tal vez –. Atrapó la cintura de Harry con ambas manos, y se inclinó sobre él con una sonrisa desvergonzada –. O tal vez solo estaba esperándote para tenerte solo para mí en medio de la sala común.

Harry sintió la sonrisa de Draco contra sus labios, y no pudo evitar separarlos para profundizar el beso. Draco suspiró, juntando más sus cuerpos, y Harry entrelazó sus dedos en el pelo del chico para mantener el equilibrio cuando su cabeza empezó a dar vueltas.

Cuando sus bocas volvieron a separarse con un sonido húmedo, Harry ya había olvidado por qué estaba enfadado con Draco. Mantuvo los ojos cerrados, centrándose solo en el tacto de su pelo, fino y sedoso, y en su olor característico, mezclado con la fragancia fresca de su gel y su champú. Draco exhaló, y el aire rozó los labios húmedos de Harry, lo que le hizo temblar.

Harry abrió los ojos para poder seguir con la mirada el movimiento de sus dedos mientras estos acariciaban los mechones relucientes de Draco.

- Tu pelo está más rosa de lo normal – murmuró, fascinado.

Los labios del chico se curvaron, su sonrisa tan serena que el aire dejó los pulmones de Harry. Draco parecía completamente relajado entre sus brazos, como si aquel fuera su lugar favorito en el mundo. Como si no tuviera miedo de que Harry supiera cómo se sentía.

- Eso espero – contestó, robándole a Harry otro beso que fue poco más que un roce de labios –. El color se va con el tiempo, y ya se me veían bastante las raíces, así que me lo acabo de volver a teñir.

Harry dejó caer sus manos, rodeando la cintura de Draco como él lo estaba haciendo, y lo miró a los ojos. Cuanto más conocía a Draco, más creía que no sabía nada de él. El cambio en su personalidad seguía intrigándolo y sacándolo un poco de quicio.

- ¿Por qué siempre te duchas tan tarde?

Draco no contestó directamente. Su mirada descendió, y la sonrisa se borró de su rostro. Harry, que ya había empezado a acostumbrarse a que sus palabras no afectasen al chico en absoluto, sintió la necesidad de explicarse.

- Me sorprende porque este curso no parece importarte nada de lo que la gente diga o piense de ti. Ni siquiera te inmutaste cuando mencioné la Marca de tu brazo, y... bueno, la Marca es el único motivo que se me ocurre para que te duches cuando no hay nadie. Por eso preguntaba.

- No, no es por la Marca. Es... es complicado –. Draco carraspeó con suavidad, su mirada evitando la de Harry –. Te lo puedo enseñar, si quieres.

- ¿Ahora? – La intriga lo estaba carcomiendo, pero Harry no dejó que se notase; no quería que Draco cambiase de opinión.

- Sí – Draco retrocedió un paso –. Ven, vamos al baño.

Caminaron en silencio, y, una vez dentro del baño, Harry se quedó de pie al lado de la puerta cerrada, no muy seguro de qué hacer. Draco avanzó un par de pasos, y se detuvo de espaldas a él con la cabeza gacha. Sus brazos se estaban moviendo; estaba desabrochando la camisa de su pijama.

- ¿Recuerdas el día que te llevaron a la Mansión Malfoy y me pidieron que te identificase? – murmuró, dejando caer la prenda de ropa al suelo –. ¿Recuerdas que Dobby tiró la lámpara y los cristales volaron por todas partes?

- Sí – exhaló él, tratando de memorizar la forma de la espalda de Draco. Era delgado, pero no tanto como Harry, y tenía... Godric, tenía dos hoyuelos en la parte baja de su espalda, justo encima de la curva de sus nalgas. Harry tuvo que contenerse para no acercarse a tocarlos.

Las manos de Draco bajaron a sus pantalones y tiraron de ellos.

- ¿Recuerdas que la Mansión fue el hogar de casi todos los mortífagos durante la guerra?

- Sí.

Ya había visto las piernas de Draco, pero nunca antes había tenido una visión tan directa de su culo tapado solo por sus calzoncillos. La curiosidad y la inquietud que estaban bullendo dentro de él se mezclaron por un momento con una corriente de excitación que bajó directamente a su entrepierna.

- Y... – Draco se dio la vuelta, despacio, y miró a Harry directamente a los ojos –. ¿Recuerdas lo que me hiciste en el baño de Myrtle en sexto?

La mirada de Harry descendió sin que pudiera evitarlo. El pecho de Draco era liso, y pálido, con una línea de pelo que descendía desde su ombligo y se perdía bajo sus calzoncillos. El tatuaje del dragón estaba flotando en la curva de su hombro.

Draco no tenía ni una sola cicatriz.

La mirada de Harry se dirigió a la Marca Tenebrosa. Verla debería haberle causado rechazo, pero lo único que sintió fue un vacío dentro de su pecho.

- Sí.

Draco asintió y, respirando profundamente, levantó su varita. Harry ni siquiera se había dado cuenta de que la tenía en la mano.

- Revelio.

La piel de Draco se onduló, tembló y cambió de color en algunas zonas. Harry observó sin entender, al principio, lo que estaba viendo, pero su corazón empezó a acelerar cuando una línea blanca, hundida y dentada se materializó en el pecho de Draco, atravesándolo de hombro a cadera y dividiendo su torso en dos. A su alrededor, muchas cicatrices más pequeñas pero igualmente profundas se sobrepusieron unas a otras, y una mancha roja, parecida a una quemadura, deformó de pronto la piel bajo su pezón izquierdo.

Cuando levantó la vista, Harry sintió que el horror helaba su sangre. Las mejillas de Draco, el puente de su nariz, su barbilla, su mandíbula, su frente... incluso su párpado, estaban atravesados por cortes blancos con los bordes rosados.

Harry no podía respirar. Él había hecho aquello. Tal vez no todas, pero muchas de las marcas que deformaban el cuerpo de Draco eran obra de su varita.

- Me ducho de noche porque así puedo bajar el hechizo y limpiar mejor mi piel – musitó Draco –. Las cicatrices mágicas no se pueden borrar, pero sí pueden esconderse. Aunque el hechizo puede drenar tu magia si lo mantienes demasiadas horas seguidas. Supongo que lo sabrás si alguna vez has intentando tapar la de tu frente.

Harry apenas podía oír sus palabras por encima del alboroto que se había desatado en su cabeza. Un recuerdo volvió de pronto a su mente, vago, pero escalofriante; la imagen de Vernon Dursley levantando un cinturón y golpeando su espalda con un sonido seco. Harry no recordaba qué había hecho para ganarse ese latigazo; tan solo que había apretado mucho la mandíbula para contener las lágrimas.

Recordó quedarse despierto hasta tarde muchas, demasiadas noches, temiendo no volver a despertarse si se quedaba dormido; temiendo haber cabreado a Vernon más de lo que estaba dispuesto a soportar. Recordó preguntarse si Vernon iría a la cárcel si lo mataba, o si los Dursley esconderían el cadáver de Harry entre el montón de juguetes sin estrenar de Dudley, donde nadie lo encontraría nunca, porque nadie lo echaría de menos.

Recordó el terror; un pavor escalofriante que no había sentido en muchos años, pero que todavía le resultaba tan familiar como cuando era un niño pequeño atrapado en su armario bajo las escaleras.

De pronto, la simple idea de exigirle a Draco que le pidiera perdón hizo que se le revolviera el estómago. ¿Cuántas madrugadas se habría pasado Draco despierto, creyendo que alguno de los mortífagos entraría en su habitación mientras dormía y nunca volvería a despertarse? ¿Cuántas noches en vela, temiendo por su vida? Y todo para que, al final, fuera Harry quien abriera su cuerpo de lado a lado en Hogwarts. En el que probablemente fuera su único lugar seguro.

Draco debió de notar el cambio en la expresión de Harry, porque dio un paso hacia él, preocupado, y empezó a decir algo mientras levantaba una mano para reconfortarlo.

- Lo siento – interrumpió Harry toda prisa –. Draco, lo... lo siento –. Las palabras no eran suficientes. Harry cerró los ojos, y se encogió de forma involuntaria cuando sintió los brazos de Draco rodeando su cuerpo con delicadeza –. Lo que hice es imperdonable. Y ahora... ahora tu cuerpo...

- Harry-

- No es posible que me hayas perdonado sin más. No está bien. Deberías odiarme. No deberías querer besarme, ni pasar tiempo conmigo, ni sonreír entre mis brazos como si fueras el chico más afortunado del mundo.

Una sonrisa se dibujó en el rostro del chico al oír el final de la última frase. Sus cicatrices se curvaron y doblaron, deformando ligeramente sus rasgos angulosos, y el corazón de Harry se retorció con ellas.

- A veces yo tampoco sé por qué te quiero –. El pulgar de Draco acarició su mejilla con ternura, y Harry se dio cuenta de que estaba limpiando sus lágrimas. Otra vez –. Pero lo hago. Y te perdono, porque ambos hicimos muchas tonterías ese año. Tú me espiaste en el tren, y yo te rompí la nariz. Tú me acosaste día y noche; yo envenené a tu mejor amigo y envié a una chica al hospital. Tú me abriste el pecho y la cara; yo fui cómplice de un asesinato.

La cabeza de Harry estaba dando vueltas. Estaban hablando de lo que había pasado en sexto, y Draco acababa de decir que le quería. Godric, Harry sentía que iba a caerse en cualquier momento.

- Esto no va a funcionar. Tú mismo acabas de decirlo; tenemos una historia demasiado complicada. ¿Cómo podemos...? ¿Cómo vamos a dejar atrás todo lo que ha ocurrido entre nosotros?

- ¿Qué otra opción tenemos? ¿Vivir siempre atrapados en el pasado? – murmuró Draco, dejando caer sus brazos pero manteniéndose muy cerca de él –. Mi padre va a pasarse el resto de su vida viviendo en el pasado. Y yo podría haber acabado como él; pudriéndome en una celda de Azkaban. Pero estoy aquí. Soy libre. Y ¿sabes qué? Me niego a desaprovechar esta oportunidad de rehacer mi vida, porque nunca creí que la tendría.

Harry creía estar perdiéndose en los ojos grises de Draco. ¿Cuándo había pasado de ser un chico infantil y presumido a ser tan... sabio?

- Aunque sea difícil, creo que es posible cambiar. Yo, al menos, puedo decir que lo estoy intentando. Entiendo que mucha gente no se lo crea, y que algunas personas no estén dispuestas a perdonarme por todo lo que he hecho en el pasado; están en su derecho de no hacerlo. Pero... yo tengo derecho a seguir adelante; a tratar de mejorar, y de ser mejor de lo que mis padres me hicieron ser. Y... – Su mano atrapó la de Harry, pero su mirada se desvió, como si le estuviera costando un gran esfuerzo hacer salir sus siguientes palabras –. Quiero que tú sigas adelante conmigo. Aunque lo entenderé si eso no es lo que tú quieres.

El corazón de Harry pegó un salto. Su mente estaba bloqueada, pero su mano se cerró en torno a la de Draco con fuerza para que no pudiera escaparse mientras Harry trataba de encontrar su propia voz.

- Sé que te arrepientes – dijo, casi sin querer –. Sé que casi todo lo que hiciste en sexto y séptimo estaba más allá de tu control. Te... te perdono, Draco –. Y lo hacía; realmente lo hacía. Llevaba semanas dudando de si querría salir con el chico después de todo lo que había ocurrido en el pasado, y llevaba toda la tarde preguntándose cuál sería su reacción si Draco se dignase a pedirle perdón. Y ahora, por primera vez, Harry lo tenía claro –. Soy yo quien no merece tu perdón, y no al revés. Soy yo quien no ha cambiado. Yo sigo siendo el mismo imbécil que te hizo esto.

Trazó la forma de la cicatriz más grande del pecho de Draco con los dedos, sin llegar a tocarla. No sabía si el chico estaría cómodo con eso. Ni siquiera lograba comprender por qué le había perdonado.

La mano de Draco cubrió la suya y la apoyó despacio en su piel desnuda. No en el corte alargado que lo atravesaba, sino en la quemadura bajo su pezón izquierdo, donde Harry pudo sentir los latidos de su corazón.

- No es demasiado tarde para cambiar, si eso es lo que quieres.

¿Lo que quería? Lo que Harry quería en aquel momento era curar todas y cada una de las cicatrices de Draco con sus manos. Quería que Draco volviera a darse la vuelta para poder ver los hoyuelos sobre sus nalgas, y quería volver a besarlo hasta olvidar todo lo que estaba sintiendo en aquel momento.

Harry apartó su mente de Draco por un momento, y repasó sus pensamientos más frecuentes desde que había terminado la guerra. Había deseado que sus fans lo dejasen en paz. Había querido que las pesadillas se fueran de una vez, y que Ron dejase de lanzarles a Ginny y a él miradas extrañas. Ah, y también se había pasado días frustrado porque McGonagall y Kingsley le habían obligado a volver a Hogwarts, en lugar de darle la oportunidad de elegir.

- Sí – murmuró, recordando el pelo de Draco ondeando al viento, su grito de júbilo mientras ascendía hacia las nubes. Recordando anhelar aquella libertad –. La verdad es que me gustaría seguir adelante. Y no solo con respecto a la guerra. También quiero... quiero superar... todo lo demás –. Las palabras no querían salir de su boca. Sintiéndose impotente, Harry levantó la vista para analizar la expresión de Draco. Se encontró simplemente con confusión y curiosidad, y eso le dio fuerzas para seguir hablando –. Mis... mis tíos solían decir algunas cosas que se quedaron grabadas en mi mente, aunque yo nunca quise creer nada de lo que decían. Por ejemplo, solían hacer comentarios bastante agresivos acerca de... bueno, de la gente homosexual. Y en el colegio muggle en el que estudiaba de pequeño, "gay" era lo peor que te podían llamar tus compañeros. Creo que por eso no pude aceptar que me gustabas hasta que me di cuenta de que a los demás les parecía lo más normal del mundo.

- Lo siento – murmuró Draco de pronto, y Harry sintió un cosquilleo dentro de su pecho –. No debería haberte tomado tanto el pelo a principios de curso. En mi defensa, he de decir que tienes tu encanto cuando estás frustrado y sonrosado. Pero debería haberme dado cuenta de que te estaba incomodando. Sobre todo, porque... bueno, mi padre era igual. Me tenía convencido de que ser homosexual era una de las mayores desgracias que podían ocurrir en una familia de sangre pura. Al menos hasta este verano.

La expresión de Draco se iluminó, y Harry sintió la necesidad repentina de acercarse un poco más a él.

- ¿Esto también tiene que ver con esos chicos muggles a los que conociste durante las vacaciones? – preguntó. La idea de Draco explorando su sexualidad con otros chicos hizo hervir su sangre.

- Sí –. Una sonrisa nostálgica se dibujó en sus labios –. Andre, David y Gabriel.

Harry tenía que seguir preguntando. Aunque sabía que los celos iban a hacerle pasar un mal rato, quería saberlo todo sobre Draco.

- ¿Cómo los conociste?

Draco bajó la mirada hacia la mano de Harry, que seguía apoyada en su pecho.

- No me importa contártelo, pero ¿no prefieres que me vista primero?

Un gruñido se formó en la garganta de Harry. Casi por instinto, su mano libre rodeó el cuerpo de Draco, acariciando la parte baja de su espalda hasta encontrar uno de sus hoyuelos.

- No, gracias – murmuró, su tono de voz descendiendo. Aunque sentía una punzada de dolor cada vez que se fijaba en las cicatrices que cubrían todo el cuerpo de Draco, lo cierto era que no quería dejar de verlas.

Los ojos de Draco descendieron hasta su boca. Harry se relamió los labios, y una corriente de placer bajó directamente a su entrepierna.

Estaba a punto de sugerir que tal vez podía quitarse él también la ropa cuando Draco empezó a hablar.

- La verdad es que los conocí por casualidad. Después del juicio, me pasé semanas sin salir de la mansión, ni siquiera a los jardines que la rodean. Fue... fue horrible, no te voy a mentir. No sabía qué hacer para sacarme de la cabeza la imagen de mis padres en Azkaban. No contestaba a las cartas de mis amigos. Creo que me pasé días sin comer –. Se estremeció de forma casi imperceptible, y Harry, instintivamente, lo abrazó con más fuerza. La sensación que Draco estaba describiendo le resultaba bastante familiar –. Un día, uno de los elfos entró en mi cuarto para decirme que no quedaba dinero en casa para comprar más comida. No sé si lo sabes, pero son ellos quienes suelen hacer los recados. Pero no pueden acceder a las cámaras de Gringotts; solo los magos y brujas pueden hacerlo.

- Lo que significa que tenías que salir de casa – terminó Harry por él.

- E ir al Callejón Diagon, sí. No me sentía capaz de moverme de la cama, y mucho menos de salir a un lugar público, pero los elfos empezaron a amontonarse en mi cuarto y a golpearse a sí mismos porque no estaban cumpliendo sus obligaciones, y al final acabé saliendo. Me esperaba recibir miradas de odio, la verdad. Incluso comentarios e insultos. Pero... – Se estremeció de nuevo –. Digamos que para cuando llegué a Gringotts, sentía que todo iba a explotar. Me encontraba tan mal que no podía pensar con claridad. No quería volver a casa, ni volver a cruzarme con nadie. Así que cambié todo el dinero que pude y salí por el Caldero Chorreante al Londres muggle.

Harry pasó los dedos por el pómulo de Draco mientras hablaba. Sus cicatrices se movían con sus expresiones faciales, deformando sus rasgos, y eso era fascinante y desgarrador a partes iguales.

Draco soltó un bufido suave y frotó la mejilla contra la palma de la mano de la Harry.

- No es que quiera moverme, pero ¿no te parece raro que estemos abrazados en el baño de la sala común mientras te abro mi corazón, te descubro mis secretos y todo eso?

Harry se lo pensó un momento, pero sintió una punzada de rechazo ante la idea de separarse de Draco. Extendió las manos por la espalda caliente del chico, apoyando la frente en su hombro con un suspiro.

- Nah – musitó –. Estoy cómodo.

Aunque bufó de nuevo, Draco acarició los mechones de su nuca y dejó que su otra mano se colase debajo de la camiseta de Harry para acariciar su espalda.

- Me parece bien – Se rio entre dientes –. ¿Quieres que siga hablando?

Harry asintió contra su cuello.

- Vale. Eh, bueno, como podrás imaginar, no tenía ni idea de a dónde ir, así que me pasé la tarde dando vueltas y me metí en el hotel más cercano que encontré para pasar la noche. Tenía pensado pasarme la noche en la habitación del hotel, pero cuando me asomé por la ventana y vi que estaban dando un concierto en el patio, tuve la brillante idea de bajar a bailar. Ahí fue donde los conocí. Andre se tropezó conmigo y me tiró su bebida por encima, y Gabriel y David se rieron de mi ropa.

Harry sonrió al imaginarse la cara de Draco en una situación así.

- Lo triste es que había transfigurado mi túnica para que pareciera ropa muggle. O lo había intentado, al menos. En realidad, ahora que lo pienso... no me extraña que se rieran de mí. Pero eso da igual. El caso es que me invitaron a un tequila a modo de disculpa, y, cuando quise darme cuenta, estaba bebiéndome mi tercera copa y bailando en la pista con Gabriel.

Los celos inundaron el pecho de Harry, y le costó un gran esfuerzo no interrumpir la historia de Draco para dejar claro... "¿Para dejar claro el qué, exactamente? Draco no es mío."

- Y Gab me besó. Así, sin más, en medio del patio lleno de muggles. Creo que me aparté de él, pero después estábamos besándonos otra vez, y las cosas empezaron a escalar. Fue entonces cuando me escapé a mi habitación para poder tirarme en la cama y tener una crisis de sexualidad. Debieron de pasar como tres horas hasta que conseguí convencerme a mí mismo de que nunca iba a volver a ver a esos chicos y pude quedarme dormido. Así que ya te imaginas cuál fue mi cara a la mañana siguiente, cuando bajé a desayunar al restaurante del hotel y me los encontré sentados justo al lado de la puerta.

Draco sacudió la cabeza, pasando las manos por la espalda de Harry de forma distraída.

- Me invitaron a sentarme con ellos, y como soy un idiota les dije que sí. Ahora no me arrepiento de ello, pero en aquel momento estaba golpeando mi cabeza contra la pared mentalmente.

- Suele pasar – murmuró Harry.

- Creo que te pasa más a ti que a mí – se burló Draco –. Mientras desayunaba me contaron que habían viajado a Londres con un grupo de turistas, y que en teoría tenían que marcharse a Dublín ese mismo día, pero que, en palabras de David, "iban a pasar". Preferían quedarse en Inglaterra el resto del verano, e ir por libre, haciendo lo que les diera la gana. Luego me preguntaron qué planes tenía yo, y... bueno, les dije que no tenía ningún sitio al que ir. Y esa es la historia de cómo me pasé el resto del verano con tres turistas muggles.

- Y... fue Gabriel quien te enseñó...

Los puños de Harry se cerraron de forma instintiva. Draco se dio cuenta, y tiró de sus brazos hasta que cayeron a sus lados y pudo rodear las manos de Harry con las suyas. Harry levantó la cabeza, y Draco, antes de contestar, empujó sus gafas con la punta de la nariz.

- Gab fue quien más cosas me enseñó, sí. No solo acerca de mi sexualidad, sino... en todos los aspectos. Recuerdo que me pasé como una semana evitando contestar a preguntas personales y fingiendo que sabía algo acerca del mundo muggle, pero al final tuve que darles una explicación, porque no eran capaces de entender que yo no supiera lo que eran los microondas –. Draco hizo una mueca de asco, y eso hizo que a Harry se le escapase una carcajada –. Así que me inventé que mis padres me habían mantenido apartado de la sociedad porque estaban metidos en asuntos ilegales. No mencioné la guerra ni el mundo mágico, claro, pero... sí les dije que había hecho cosas horribles en el pasado; que ese era el único camino que mis padres me habían enseñado, pero que acababan de encarcelarlos a los dos y yo estaba tratando de encontrarle sentido a mi vida.

- ¿Y no les importó? – preguntó Harry. Los primeros muggles que se le venían a la cabeza, que eran sus tíos y su primo, habrían llamado a la policía en cuanto hubieran oído algo así.

- No – dijo Draco –. A mí también me sorprendió; había dado por hecho que me dejarían de lado en cuanto descubrieran el más mínimo detalle sobre mi pasado. De hecho, ni siquiera se lo habría contado si no hubiera llevado encima un par de cervezas. Pero Gabriel, el muy idiota, solo se encogió de hombros y me dijo que no tenía sentido vivir en el pasado. Dijo algo así como que... que tenía que dejar el pasado atrás y empezar a vivir mi vida. Que si no me quedaba nada, eso significaba que no tenía nada que perder.

- Así que empezaste a probar cosas nuevas – murmuró Harry.

- Sí. Salazar, fue como quitarse unas esposas de las muñecas. De pronto podía teñirme el pelo, pintarme los labios, bailar y beber y hacer el tonto sin miedo a lo que nadie pudiese decir al respecto.

- Y... ¿volver a besar a otros chicos?

La sonrisa de Draco se relajó en una expresión de seriedad.

- Sí, eso también.

Harry cerró los ojos un momento.

- ¿Y más cosas aparte de besar?

- Harry –. Una mano subió por su costado, y él volvió a abrir los ojos con un ligero temblor –. Sí, pero solo estaba experimentando. Ya... ya sospechaba que era gay mucho antes de que ellos entrasen en mi vida. Solo necesitaba un poco de ayuda para aceptarlo.

Por algún motivo, la reacción inmediata de Harry al oír eso fue volver a poner su mano en el pecho del chico, justo encima del pezón, y tocarlo con suavidad hasta que se puso duro. Draco no dijo nada, y él cerró el espacio entre ellos e introdujo su lengua en la boca del chico sin ningún tipo de miramiento. Fue un beso húmedo, desesperado, que lo dejó sin respiración e hizo que su cabeza se pusiera a dar vueltas.

- Harry – repitió Draco contra sus labios, en un jadeo. Su mano estaba en el pecho de Harry, empujando con suavidad.

Él soltó un gruñido, pero se apartó del beso.

- Lo siento – murmuró, aunque se notó en su tono de voz que no lo sentía para nada –. Puedes seguir contándome lo de tus amigos.

- Y-ya no sé ni por dónde iba – respondió Draco, sus mejillas tiñéndose de un bonito color rosa –. Creo que acababa de terminar.

- Hmmm. Bien –. Harry se inclinó hacia el cuello del chico y pasó la lengua por la piel caliente de su garganta mientras rodeaba su cintura con ambos brazos –. ¿Entonces podemos acostarnos?

Draco se tensó entre sus brazos.

- ¿Quieres hacerlo? – preguntó, sorprendido.

Harry dejó que sus labios se detuvieran a un centímetro de la piel húmeda de su garganta, y susurró:

- ¿Por qué no iba a querer?

- Mi cuerpo – exhaló el chico –. Está lleno de cicatrices.

Eso hizo que Harry levantase la cabeza. Mierda, por un momento los celos le habían hecho olvidar el motivo inicial por el que habían entrado en el baño. Era un idiota. ¿Cómo iba a querer Draco acostarse con él después de lo que le había hecho?

- Lo siento – dijo al instante –. No... no debería haber propuesto eso, entiendo que no quieras que te toque después de-

- No, no lo digo por eso – interrumpió Draco –. Ya te he dicho que te perdono por todo lo que ocurrió durante la guerra. Es que... no sé. ¿No te dan asco?

Harry pestañeó.

- ¿Asco? – repitió –. ¿Es por eso por lo que no querías volver a hacerlo conmigo? ¿Tenías miedo de que me diera asco ver tu cuerpo?

Draco volvió a apartar la mirada, tragando saliva.

- No. Bueno, en parte sí, pero... no.

- ¿Entonces por qué? – preguntó Harry –. Ya lo hemos hecho una vez. ¿Por qué no otra? ¿Qué más da?

- Ya te lo he dicho.

- Me dijiste que querías hacer otras cosas conmigo, y ya las hemos hecho. Hemos volado, hemos hablado sobre lo que pasó en sexto y séptimo... y acabas de hablarme de tu verano. ¿Qué más quieres hacer?

Draco mantuvo la mirada apartada, y Harry se dejó caer contra la pared que tenía tras él, soltando un gruñido y deseando saber en qué estaba pensando Draco; así podría solucionarlo de una vez y pasar a la parte en la que volvían a tocarse. La simple idea de volver a tener la mano de Draco dentro de su ropa estaba haciendo que se sintiera más caliente de lo que era apropiado en el baño de la sala común.

Su mano se movió sin su permiso, y acarició el bulto en sus pantalones. A Harry se le escapó un suspiro, y volvió a dejarla caer rápidamente mientras observaba a Draco en busca de alguna pista sobre lo que estaba pasando por su mente.

La mirada de Draco pareció desviarse hacia el movimiento de su mano en contra de su voluntad. Después subió, y la mezcla de vulnerabilidad y deseo que Harry vio en sus ojos grises le hizo temblar y volver a llevar la palma de su mano hacia su creciente erección.

- Por favor, Draco.

Las palabras se escaparon sin su permiso, pero Harry no tuvo tiempo de estremecerse por lo patético que había sonado. En un instante, Draco había cerrado el espacio entre sus cuerpos y estaba tirando de la muñeca de Harry, reemplazando su mano con la de él.

A Harry le costó un inmenso esfuerzo no moverse hacia esa mano y contener el gemido que amenazó con salir de su garganta. No quería que Draco se echase atrás.

El chico dio otro paso, y sus cuerpos se presionaron al mismo tiempo que su boca encontraba la garganta de Harry.

- Mierda, Harry – murmuró. Harry pudo sentir sus labios moviéndose despacio sobre su piel, su respiración caliente despertando todos sus nervios y haciéndole temblar –. No sabes lo que me haces. No sabes lo irresistible que te vuelves cuando estás desesperado.

- Yo no estoy desespe... oh, Dios, Draco, vuelve a hacer eso.

Una risita rozó la piel de su garganta, y entonces Draco volvió a succionar justo detrás del lóbulo de su oreja. Harry cerró los ojos, y atrapó el pelo de Draco con sus manos para mantenerlo pegado a él mientras mecía su cadera hacia aquella mano. Un jadeo estaba escapando de sus labios con cada movimiento, y vale, tal vez Draco tuviera razón y sí que estuviera desesperado, pero a Harry no podría haberle importado menos. No cuando la lengua de Draco estaba haciendo aquello contra su piel.

Harry le dio a Draco un pequeño tirón en el pelo para llamar su atención.

- Bájame los pantalones.

Apenas reconoció su propia voz. Sonó rota, áspera, impaciente. La forma en la que Draco le afectaba debería haberle asustado, pero lo único que podía sentir era el placer que estaba acumulándose en su entrepierna, y un suave cosquilleo allá donde la otra mano de Draco estaba trazando la forma de sus costillas y su cintura por debajo de su camiseta.

Esa mano descendió hasta su cadera, y atrapó la banda de sus pantalones.

- ¿Estás seguro?

¿Cuántas veces podía sacarle de quicio Draco en una sola noche? Harry dejó caer una de sus manos y tiró de su pantalón por el otro lado.

-Lo estoy, Draco. Te prometo que lo estoy.

No tenía ni idea de dónde había salido esa respuesta. Él había estado a punto de hacer un comentario sarcástico, pero, al parecer, a su subconsciente le había parecido más importante que Draco se sintiera reconfortado.

Y pareció surtir efecto, porque, un momento después, los pantalones de Harry estaban en sus tobillos, junto con su ropa interior.

Draco lo acarició con movimientos expertos, y Harry no tardó más que unos minutos en acercarse al límite del orgasmo. La simple idea de que Draco estuviera tocándole, de que estuviera atormentando su cuello y su garganta con la boca, le hacía temblar, porque era Draco Malfoy, y su mano era tan elegante, y suave, y hábil.

Y era Draco.

- Draco –. Repitió en voz alta el único pensamiento que podía procesar –. Me encantas. Me encanta que me toques. Dios, eres increíble.

El siguiente movimiento de muñeca del chico fue más firme, y Harry no pudo soportarlo más. Tiró del pelo del chico hasta que aquellos labios dejaron su cuello y sus miradas se encontraron. Draco parecía embelesado, y las rodillas de Harry temblaron bajo su peso.

Harry acunó la mejilla de Draco con su mano, pasando el pulgar por la línea blanca que cortaba su pómulo.

- ¿Por qué estabas tan empeñado en esperar cuando es obvio que esto te encanta?

Draco se humedeció los labios, pero no contestó directamente. Sus movimientos de muñeca se ralentizaron, y Harry emitió un sonido de queja y movió la cadera en busca de fricción, levantando la barbilla de Draco para que sus miradas volvieran a encontrarse.

- Dímelo. Por favor, Draco.

- Porque estoy enamorado de ti –. Las palabras debieron de escaparse sin el permiso de Draco, porque sus ojos se abrieron y su respiración se detuvo un momento. Pasado el instante de conmoción, el chico tragó saliva, volvió a mover el puño y encuadró los hombros con decisión –. Estoy enamorado de ti, Harry. Si nos acostamos, quiero que signifique algo.

Harry abrió la boca para contestar, pero todo lo que salió de ella fue un gemido bajo y profundo. Su cabeza cayó hacia delante, como si el cuello de Draco fuera su punto de equilibrio, y sus ojos se mantuvieron firmemente cerrados mientras el orgasmo le hacía temblar, y jadear, y tambalearse.

Cuando sus músculos se relajaron, Draco dejó caer su mano. Se quedó completamente quieto mientras Harry recuperaba la respiración escondido en la curva de su cuello.

Harry abrió los ojos, todo el aire dejando de golpe sus pulmones. Acababa de correrse al oír a Draco decir que estaba enamorado de él.

Godric. Draco estaba enamorado de él.

Encontrando de pronto el control sobre su cuerpo, Harry desvaneció la mancha que su semen había dejado en su camiseta, se puso los pantalones a toda prisa y levantó la mirada para comprobar la expresión del Slytherin. Tenía que asegurarse de que aquello no había sido una más de sus estúpidas bromas para desconcertar a Harry. De que aquello era real.

Draco debió de interpretar su silencio como algo negativo, porque toda su expresión corporal se hundió mientras retrocedía un paso, mirando a todas partes menos a Harry.

- Eh... deberíamos volver a la sala com-

Un jadeo sorprendido interrumpió las palabras del chico cuando Harry apretó la palma de su mano contra el bulto bajo sus calzoncillos.

- Aún no hemos terminado aquí –. Decidido a demostrarle a Draco que estaba sintiendo de todo menos rechazo, pasó su otra mano por su pecho mientras rodeaba el perfil de su erección con firmeza.

Los ojos de Draco se mantuvieron cerrados durante su siguiente respiración.

- No tienes por qué... después de lo que acabo de decir, entiendo que no quieras-

- Pero quiero. Quiero tocarte –. En un impulso, Harry recorrió la cicatriz más grande del pecho de Draco con las yemas de sus dedos y rodeó su pezón como lo había hecho antes. Al chico se le escapó un jadeo, y Harry, satisfecho, lo empujó contra la pared.

- Vale – exhaló Draco, respirando con pesadez –. Hazlo.

Harry se tomó un momento para observar su rostro relajado, y recorrió con el pulgar una cicatriz especialmente larga que subía desde su garganta hasta su mentón, y que terminaba bajo su labio inferior. ¿La habría hecho él? Parecía demasiado grande para haber sido causada por los cristales rotos de una lámpara, aunque tal vez fuera obra del ataque de algún mortífago. Harry no estaba seguro de qué opción le gustaba menos.

- ¿Estás seguro? – murmuró, dejando caer la mano de su pecho para darle al chico un poco de espacio –. Porque puedes decirlo si no quieres que lo haga. Lo... lo entendería.

Draco entreabrió los ojos. Más allá de sus mejillas sonrosadas y de su respiración entrecortada, parecía estar en un estado de completa calma. Su mano atrapó la nuca de Harry y acercó sus cabezas hasta que sus narices se rozaron.

- Sí, idiota, lo estoy – dijo, su sonrisa palpable en su tono de voz –. Pero gracias por querer asegurarte.

Harry rozó sus labios con los de Draco, y después, sin apartar la mano de la entrepierna del chico, se separó de él para poder observar su cuerpo una vez más. Pasó la vista por la garganta y el pecho del chico, por su cara, por sus piernas, por su pelo rosa. Por sus brazos.

Su mirada se detuvo en la Marca Tenebrosa.

- ¿Dónde está tu dragón?

- En mi nuca – exhaló el chico.

Harry llevó sus dedos a los mechones del chico y, en cuanto sus yemas rozaron piel, sintió un cosquilleo de magia.

- Me gustaría verlo.

El dragón dorado apareció por la garganta de Draco y se movió hasta detenerse un par de centímetros por debajo de su pezón izquierdo, sobre la quemadura. Harry lo acarició de nuevo, y volvió a sentir ese hormigueo característico en las puntas de sus dedos.

- ¿Puedes controlar sus movimientos? – preguntó mientras rodeaba el pezón del chico y lo acariciaba con suavidad.

- A-ah. Sí.

- Eso explica muchas cosas –. Harry quería sentirse enfadado, pero estaba demasiado ocupado temblando por la manera en la que el dedo de Draco estaba trazando la forma de su cadera. Demasiado perdido en un mismo pensamiento que no quería dejarlo tranquilo –. Oye, ¿de verdad estás... enamorado de mí? Porque a principios de curso te lo pasabas genial burlándote de mí.

- Me pregunto en qué he fallado para que creas que ya no me divierte burlarme de ti –. Draco trató de sonreír con suficiencia, pero Harry palpó sus testículos por fuera de su ropa interior y se le escapó un gemido –. . Salazar. Lo estoy, y mucho. Sé que me metía contigo, pero es que eso es lo que siempre hemos hecho, y es algo que siempre me ha gustado de nosotros; yo te insulto, tú me la devuelves. Siempre has sabido mantenerme al límite. Pero... verte perder las casillas de esa forma cuando lo hacía este año era tan... ahh, Salazar, Harry.

Harry terminó de bajar los calzoncillos de Draco y volvió a mover el prepucio del chico con un movimiento firme de mano.

- ¿Te gusta?

- Sabes que sí – jadeó Draco. Sus manos se aferraron a la cadera de Harry con más fuerza, tratando de juntar sus cuerpos.

- Y... te gusto.

Draco se rio en medio de un jadeo.

- ¿Te han afectado al cerebro mis encantos? A-ah... Acabo de decirte que sí, idiota.

El dragón dorado se detuvo en la garganta de Draco, y Harry lo besó para tener una excusa para pensar antes de hablar. Pero entonces Draco gimió, arqueando su cuerpo hacia el de Harry, y toda su capacidad de razonar se volatilizó con una corriente de calor.

- No tiene sentido – jadeó Harry –. Que me quieras. No tiene sentido. Siempre nos hemos... siempre me has odiado.

- Sí –. Draco tiró del pelo de Harry hasta que levantó la cabeza, y le dio un beso largo y húmedo que hizo que su erección diera varios saltos mientras Harry la acariciaba. Pasado un momento, Draco separó sus bocas y pegó sus frentes –. Es verdad, te odiaba. Te odiaba por muchos motivos, y uno de ellos era todo lo que me hacías sentir –. Harry movió su prepucio hasta cubrir su glande, y luego lo llevó hacia la base con un movimiento firme de muñeca. El jadeo que Draco dejó escapar hizo que una corriente de placer bajase hacia su propia entrepierna –. Odiaba sentir que perdía el control cada vez que estaba cerca de... ahh, Merlín. Cer... cerca de ti. Odiaba saber que nunca iba a tenerte. Odiaba pasarme meses intentando superar mis sentimientos solo para verte sonriente y c-cubierto de sudor tras un partido de Quidditch y pasarme toda la semana siguiente teniendo sueños húmedos y despertándome acalorado y al límite del orgasmo.

La mirada de Harry se quedó atascada en los labios de Draco. Sus palabras no parecían reales... excepto por el hecho de que lo eran. Draco no habría dicho nada de aquello si no fuera cierto.

Aquellos labios estaban muy secos. Probablemente se debiera a lo mucho que Draco estaba jadeando; de cualquier manera, el pensamiento hizo que Harry humedeciera los suyos de forma automática. Después juntó su boca con la de Draco y trazó con la punta de la lengua la forma de su labio inferior, fino y suave, para humedecerlo también.

Fue recompensado con un sollozo ahogado, y con el cuerpo de Draco temblando entre sus brazos. Harry se acercó más a él para atraparlo contra la pared por si perdía el equilibrio. El nuevo ángulo hizo que le doliera la muñeca, por lo que soltó la erección de Draco y empezó a moverse contra él, levantando su camiseta para que el chico pudiera frotarse contra su estómago.

Draco se aferró a sus hombros, y se movió con una urgencia que le quitó la respiración a Harry. Solo habían pasado unos segundos cuando Harry notó que su barriga se mojaba con el semen caliente de Draco.

Tras desvanecer la mancha de su estómago, Harry se recostó sobre Draco. Se quedaron apoyados contra la pared, recuperando la respiración. Mientras Draco acariciaba la parte más baja de la espalda de Harry con movimientos perezosos, Harry apartó la cabeza de Draco con su frente para poder dejar un rastro de besos en su garganta.

- Creo que quiero salir contigo.

La mejilla de Draco se calentó contra la sien de Harry.

- ¿Crees? – preguntó Draco.

- Sí... no – murmuró él, retrocediendo un paso –. No es que no quiera, pero... mierda, esto está saliendo mal. Lo que quería decir es que yo tampoco quiero que esto sea algo casual. Yo también quiero... sí, eso. Salir contigo.

Harry se mordió el labio cuando Draco soltó una carcajada, aunque esta sonó cargada de nerviosismo.

- ¿Lo dices en serio? – El rubor de las mejillas de Draco se expandió, bañando su cuello y sus orejas –. Porque yo voy muy en serio. De pequeño solía fantasear con que me pedías salir, ¿sabes? Pero después siempre me recordaba a mí mismo de que nunca me querrías de verdad, y trataba de convencerme de que sería capaz de vivir con lo que estuvieras dispuesto a darme, aunque no fuera suficiente. Estaba engañándome a mí mismo, claro, como el idiota que era. Así que, si lo estás diciendo por decir... ahora es el momento de retirarlo.

- ¿Cuando eras pequeño? – fue lo único que pudo procesar Harry –. ¿Desde cuándo... desde cuándo te gusto?

Draco le dedicó una mirada confusa, pero contestó de todas formas.

- Tercero o cuarto, no estoy seguro.

Harry exhaló. Eso debería haberlo asustado, pero solo hizo que quisiera volver a besar a Draco.

Así que lo hizo. El chico lo recibió con los brazos abiertos, suspirando y relajando los hombros como si hubiera estado aguantando la respiración. Unos brazos fuertes lo envolvieron con firmeza, y Harry pasó sus dedos por la mandíbula de Draco y los llevó hacia atrás, hacia los mechones de pelo rosa que tanto le gustaba acariciar.

El beso nunca dejó de ser lento, relajado. Sus cuerpos estaban completamente encajados, y Draco estaba sujetándolo con fuerza y acariciando su espalda con ternura. Casi como... como si temiera que aquella fuese su última oportunidad de sentir a Harry entre sus brazos.

Como si estuviera a punto de perderle, y estuviera convenciéndose a sí mismo una última vez de que se conformaría con lo que Harry estuviera dispuesto a darle.

Harry separó sus bocas para mirar a Draco a los ojos. Había creído que el beso sería una respuesta más que suficiente, pero, a juzgar por su expresión de preocupación, Draco lo había interpretado de forma diferente.

Harry acarició la mejilla cicatrizada de Draco con cuidado, y el suave escalofrío que recorrió el cuerpo del chico llegó hasta el suyo e hizo que tuviera que morderse el labio.

- Sí – murmuró –. Lo digo completamente en serio. Quiero salir contigo.

Los párpados de Draco se cerraron con fuerza, y tardaron un momento en volver a abrirse.

- Todos van a tener algo que decir al respecto. ¿Podrás con ello?

- ¿En serio tienes que preguntármelo? ¿Desde cuándo me ha importado lo que los demás piensen de mí?

- Hace unas semanas, la idea de que los demás supieran que te gustan los chicos se te hacía insoportable – apuntó Draco.

- Ya, pero ya sabes por qué me pasó eso – contestó él –. Mira, Draco, no quiero que nadie vuelva a controlar mi vida nunca más. Estoy harto de que todos decidan por mí; de ser una marioneta –. Cerró los puños con fuerza, asaltado de la nada por un profundo sentimiento de impotencia –. Quiero salir contigo. Soy libre de salir contigo. Si alguien tiene algo que decir al respecto, pueden ir a llorar al Profeta o a Corazón de Bruja, porque yo no pienso escuchar ni una sola palabra de lo que me digan.

Los dedos de Draco ascendieron hasta su propio pecho y acariciaron el dragón dorado. Harry observó el movimiento, y se mordió el labio al comprender por qué Draco estaba tocando su tatuaje. Las palabras que acababan de salir de su boca... se parecían mucho a las que Draco le había dicho en el campo de Quidditch.

- El hecho de que me entiendas solo hace que te quiera más.

- Bien – repuso Harry –. Me gusta que me quieras.

La sonrisa maliciosa que se dibujó en la cara de Draco envolvió a Harry casi como un abrazo.

- Ya veremos si sigues pensando eso de aquí a unos días.

- Ponme a prueba si quieres. Estoy más que preparado – contraatacó él.

- Créeme, pienso hacerlo.

- Bien.

Harry iba a besar a Draco de nuevo, pero una mano en su pecho lo detuvo.

- Mañana puedes besarme todo lo que quieras. Ahora tenemos que irnos a dormir.

Antes de que pudiera protestar, Draco estaba volviendo a ponerse el pijama. Sin poder evitarlo, Harry observó mientras ocultaba las cicatrices de su cara con un movimiento practicado de varita. Su piel se alisó a la perfección, como si nunca hubiera sido corrompida, y eso, por algún motivo, hizo que el corazón de Harry se encogiera. Como si hubiera perdido algo.

Harry sujetó la mano de Draco con firmeza mientras cruzaban la sala común. Estaba desierta, pero no la soltó de todas formas; quería dejar claro que no iba a echarse atrás.

Cuando llegaron a las puertas de sus habitaciones, la mano de Draco ascendió por el brazo de Harry en una caricia íntima. Se detuvieron. Se miraron. Draco se inclinó hacia él, y Harry se inclinó para que sus labios se encontrasen a medio camino; pero Draco le dio un beso dulce en la mejilla.

- Buenas noches.

Harry sintió que un calor inesperado subía por su su cara. Antes de que pudiera contestar, Draco había desaparecido tras la puerta de su dormitorio.