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DISCLAIMER: Los personajes conocidos son de Rowling, los que no son conocidos y la trama son míos.

AVISO: slash (relaciones homosexuales) y temas para adultos (violación, sexo, violencia, lenguaje cuestionable, auto mutilación, asesinato, depresión. La mayoría tratados en capítulos anteriores, así que ya deben de saber). Si no puedes manejarlo, presiona atrás porque no me gusta recibir comentarios destructivos. Gracias.

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Título: Propiedad Privada

Autora: GaBo0

Parejas: HarryDraco, Snape, Blaise

Rating: M

Summary: Slash. Han pasado tres años desde que Harry salio de Hogwarts y ahora ha atrapado a la mano derecha de Voldemort... ¿qué pasa cuando esta le hace una propuesta que no podrá rechazar?

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Propiedad Privada

By GaBo0

CAPITULO 21: Entendimiento tácito

No había sido una experiencia muy bonita. Posiblemente, y de haberse encontrado en otro momento de su vida, Harry hubiera decidido lanzar todo al tacho y olvidarse completamente de lo que se suponía debía hacer dentro del Ministerio. Lidiar con jefes irritantes y colegas incompetentes no era una de las características que venía en el folleto donde encontró ese puesto de trabajo.

Aún así, podía decir que ya había terminado la jornada. Había estado una buena parte del día discutiendo con sus superiores, pero había logrado convencerlos de que él podía realizar la entrevista a Draco Malfoy. Aún mejor, le habían dado toda una semana de plazo. Eso significaba que durante toda esa semana tendría la oportunidad de arrastrar a Draco al Ministerio. Podría convencerlo… en algún momento. O convencer a Snape, que era lo mismo. Como sea, ahora se sentía más aliviado porque, a pesar de que habría otros aurores observando y oyendo la conversación, tendría tiempo de planear las respuestas o una buena coartada para el Slytherin.

No estaba seguro de por qué se preocupaba tanto. Malfoy era un experto negando su relación con Voldemort, al igual que su padre, y no se daría al descubierto tan fácilmente. Sobre todo en esta entrevista donde Harry, la persona que lo último que quería era verlo en Azkaban, estaría haciendo las preguntas.

Salió calmado del Ministerio y se desvió hacia el Londres muggle. Presentía que no sería muy buena idea regresar a la mansión en esos momentos. Podía imaginarse la escena: Draco poniéndose todo histérico nuevamente y Snape mirándole con el odio más profundo que pudiera expresar una persona. Definitivamente no tenía ganas de enfrentar todo eso en esos momentos. Prefería dar una vuelta alrededor de los muggles, donde nadie sabía de sus milagros y pecados, y caminar despreocupadamente buscando un lugar para almorzar.

La calle era ancha. El cielo no tenía muy buen aspecto. Nubes grises cubrían espesamente la ciudad, y el resplandor del sol apenas llegaba para decirles a los habitantes que era de día. Siempre le habían gustado los edificios de piedra. Esos edificios que guardaban una belleza que muy pocos podían apreciar. Era una belleza tradicional, una belleza compartida. Si alguno de ellos no hubiera estado presente, todo el conjunto se vendría abajo. La armónica sinfonía que conformaban no llegaría a completarse.

Apoderándose de esa belleza siguió avanzando, dejando por primera vez en un buen tiempo de pensar en todo el rollo de Draco que se entretejía en su cabeza. Por primera vez en mucho tiempo se sintió relajado, como si nada dependiera de él y él no dependiera de nada.

Dobló la esquina hacia una avenida más transitada, donde una niña intentaba cruzar la calle con su perro y una pareja joven cuchicheaba animadamente mientras caminaban. Él siguió vagando, a veces sin siquiera mirar por dónde iba. El sonido de su estómago le llamó la atención. No se había percatado de la hora ni de lo hambriento que estaba. Era de esperarse, si en el desayuno lo único que había ingresado a su cuerpo era alcohol.

Vio un café unos edificios más adelante y apuró el paso. Un pequeño toldo sobresalía de la fachada. Sus colores rojo y amarillo llamaban la atención a los paseantes, aunque no se molestó en leer el nombre escrito en ellos antes de entrar.

Una camarera detrás de una bandeja le sonrió amablemente. Devolvió el saludo y avanzó hacia una mesa desocupada al lado de la ventana. Desde ahí, podía seguir contemplando la belleza de la avenida mientras comía algo para engañar al estómago. No llevaba mucho dinero consigo, así que decidió ojear el menú y ordenar un bocadillo que calmara los ruidos en su estómago.

Echó un vistazo a su reloj y se percató de que eran algo más de las 3 de la tarde. La noche anterior no había dormido mucho, y por la actividad en la casa suponía que ninguno había tenido una noche decente de sueño. Zabini había estado perdido por las habitaciones de la mansión desde que abandonó el cuarto de Draco para conversar con Snape. Luego lo había visto en la habitación abandonada y luego tendido sobre la nieve con un charco de su propia sangre enmarcando su cuerpo inerte. Vaya que había sido una visita corta, mucho más corta de lo que esperaba.

Luego estaba Draco, quien tampoco tenía muy buena cara en el desayuno cuando discutió con Snape. Eso explicaba por qué cuando fue con Thomas a investigar en la mansión el rubio tenía la apariencia de haber salido de la cama. Por otro lado, Snape parecía ser el que más energía tenía, posiblemente porque era el único que había podido dormir decentemente la noche anterior. O tal vez era porque Snape, de por sí, no dormía decentemente nunca.

Resopló estirando su cuello hacia ambos lados, tratando de desanudar los músculos contraídos de su espalda. Giró su mirada hacia el local. Las luces no eran muy fuertes y lo bañaban completamente con un tenue reflejo dorado. La madera oscura de las sillas y mesas se embellecía con este sencillo efecto de iluminación, mientras los rostros de los clientes se veían más elegantes con sus pálidas facciones y cálidas sonrisas. La mayor parte de las mesas estaba ocupada de parejas o grupos tomando algo y comiendo un bocadillo. Al otro lado del café, un grupo algo ruidoso de chicas tenía grandes cuadernos distribuidos sobre las mesas y copiaban de unos a otros mientras bromeaban entre ellas con sus tazas de café humeante frente a sus lugares.

Era un lugar acogedor, definitivamente.

Leyó el menú rápidamente y eligió lo más simple. Pediría una taza de café y un emparedado de la casa. Casi siempre lo 'de la casa' era lo mejor, y era algo que podía pagar con los pocos recursos con los que contaba. Le hizo gracia darse cuenta que, mientras en el mundo mágico podía vivir sin trabajar toda su vida, en aquellos momentos tenía que chequear su billetera antes de decidir lo que comería.

La mesera se acercó (la misma que le había sonreído amablemente al entrar), y le tomó su pedido. Se alejó con otra sonrisa amable (que esta vez parecía más una sonrisa de ligue que no pudo responder) y Harry vio cómo pasó su pedido por una ventanilla que de seguro llegaba a las cocinas.

Se relajó en su asiento y tomó un largo suspiro cansado. Estiró las piernas y cruzó los brazos sobre su pecho dejando a su mente vagar un momento por los acontecimientos más recientes.

No era que Draco dejara de preocuparle, pero la imagen de Zabini tendido en el suelo aún daba vueltas por su cabeza. Era cierto que casi sonrió cuando se enteró, y que lo odiaba con todas sus fuerzas al punto de sentir algo de pena al no haber sido él mismo quien lo asesinara. Aún así, cada vez que rememoraba el momento en que levantó la manta blanca del cuerpo, un escalofrío lastimero le recorría la espina.

La expresión agonizante de su rostro no parecía querer salir de su mente. Era casi imperceptible, pero tenía la mueca que hacen los niños cuando no quieren ver al monstruo que están convencidos saltará al abrir las puertas de su armario. Las mismas arruguitas en la frente, los mismos ojos encogidos, el mismo rictus grave de los labios. Y la palidez de su piel¡dios, la palidez de su piel. Era casi tan blanca como la nieve que cubría la plaza, y parecía ser tan dura como aquellas rocas lisas que hallas en las playas de aguas cristalinas. No parecía estar muerto y, sin embargo, no tenía el aspecto de ninguna clase de ser vivo. De alguna forma, el cadáver del muchacho había pasado, en la mente de Harry, a convertirse en un ser sobrenatural que no era recibido en ninguno de los dos mundos.

Vio sus largos dedos de pianista cerrarse sobre la manta que lo cubría y sus ojos abrirse por un segundo. Vio las irises castañas mirarlo con una triste alegría que le encogió el alma. Sintió las yemas frías de sus dedos muertos rozarle la mejilla. Pudo sentir su respiración en su rostro mientras sus propios ojos no podían separarse de la curva que su nariz delineaba sobre el fondo. Sintió la sangre seca en su rostro, adherirse a su piel bajo la sonrisa burlona de Zabini, que lo miraba malévolamente mientras se acostaba nuevamente en la nieve y él trataba de quitarse la sangre seca.

La mesera llegó con el café y lo hizo saltar del asombro. Ella, asustada, se tambaleó y el café cayó sobre la mesa. Harry, sumamente avergonzado, se puso de pie. Ella, malinterpretando el gesto, comenzó a disculparse convulsivamente bajo las, ahora, atentas miradas de los demás clientes.

- No es necesario… - exclamaba Harry intentando que la chica se calmara. Al ver que no lo lograba, la tomó de los hombros, le miró a los ojos, y le dijo lo más serio que pudo -. Yo estoy bien. Solo tráigame otro café. Alguien más puede limpiar esto.

La muchacha sonrió avergonzada y se escurrió de su lado. Harry se sentó en la silla frente a la que antes había ocupado y apoyó su mentón en la mano. Un pequeño charco café se extendía sobre la mesa, pero por suerte no había manchado la alfombra que cubría esa parte del local. Otro muchacho se acercó y limpió la mesa en un segundo, dejándolo libre para meditar nuevamente.

Se rió solo de sus anteriores alucinaciones. Se desembarazó de la sensación tétrica que invadía su cerebro cuando recordaba cómo se habían sentido los fríos dedos muertos de Blaise sobre su rostro. Prefirió pensar en otras cosas. Hogwarts

Tal vez Hogwarts lo animara. Siempre lo hacía. Después de todo, solo ahí había vivido en relativa calma. Por supuesto que no podía llamar calma a los constantes problemas que tenía estando en la escuela y que definitivamente no le correspondía hacerse cargo de por ser aún un estudiante de magia. Claro que con la ayuda de Dumbledore, sus travesuras eran perdonadas con el alto precio de tener que lidiar con Voldemort mientras este estaba vivo.

Inclusive luego de su muerte parecía querer volverlo loco. Inclusive cuando estaba sintiéndose más unido con la realidad tenía que arrebatarle aquel lazo que lo hacía sentir un chico normal. La muerte de la familia Weasley sería algo que nunca le perdonaría. Los mortífagos que lo llevaron a cabo sabían a quienes atacaban y que él sería el primero en ser perjudicado. Fue una venganza.

Miró a una señora de edad pasar por la calle mientras lo miraba con curiosidad. Le pareció extraño, pero no pudo hacer otra cosa que seguirla también con la mirada clavada en ella. Tal vez a ella le parecía raro. Eso no le importaba mucho puesto que a él ella le parecía rara por quedarse mirando a un muchacho que solo esperaba su pedido en un café.

No llevaba mucho tiempo esperando, notó. Hacía tiempo que no leía un libro. Pensó que tal vez sería un buen momento para retomar la lectura que dejó abandonada casi dos meses atrás. Recordó haber visto El Retrato de Dorian Gray en el velador de Malfoy una vez que entró a su cuarto, pero no estaba muy seguro de que el rubio quisiera prestarle alguno de sus libros.

No tenía la menor idea de cómo estaría en esos momentos el rubio. Le gustaría saberlo, pero le aterraba encontrarlo nuevamente en medio de un ataque de histeria. Sabía que todos esos cambios extraños de humor en el rubio, esas veces en las que se descontrolaba y no parecía ser él, se daban gracias a nada menos que él mismo. No por nada el contrato le había sido entregado y, aunque no lo pareciera, lo había leído más detenidamente en sus momentos libres (esto es, usando el baño y esperando que Damon salga del baño). Según ese papel, no tenía mucho tiempo antes de que el vínculo entre Draco y él se disolviera. Probablemente menos de dos meses. Según eso, también, los desbarajustes en la personalidad de Draco eran ocasionados por culpa de este nuevo vínculo.

Después de 20 años unido a su padre, era de esperarse que unirse con otra persona mágicamente tendría alguna clase de repercusiones. Era por esto que a veces la mente y las emociones de Draco no sabían cómo actuar frente a determinadas situaciones. El choque entre las personalidades de su antiguo dueño y el nuevo era tan fuerte que desequilibraba la personalidad y las emociones de Draco.

Se preguntó si el rubio sentiría algo extraño cada vez que cerraba los ojos para dormir. ¿Este vínculo tendría alguna clase de repercusión sobre sus sueños? Probablemente no era el mejor momento para averiguarlo.

Tomó su emparedado cuando lo vio en la mesilla (pues hacía un rato que la misma mesera había venido a dejarlo y esta vez no le dirigió más que una sonrisa tímida que tampoco fue contestada). Lo saboreó sin sentir el sabor. Se acomodó el cabello y bebió un sorbo de su café. Lo consumió todo mecánicamente, sin pensar en nada y pensando en todo en general. Recordó que tenía que buscar aquel collar que Anna había dejado en su cuarto.

Se limpió con la servilleta y pidió la cuenta. La avergonzada camarera la trajo rápidamente. Puso el dinero dentro de la bandejilla y se puso de pie, dejando el vuelto como propina. En ese momento se dio cuenta que, de las personas que estaban en el café cuando llegó, solo quedaban las muchachas de los libros y los cafés frente a sus asientos.

Harry caminó hacia la salida. La camarera se apresuró a tomar un pedido y chocaron cuando él iba a abrir la puerta. El rubor creció nuevamente en las mejillas de la chica, pero Harry le sonrió (como aquella sonrisa que no fue la tímida ni la de ligue, sino la primera sonrisa amable que la chica le había regalado al entrar al café). La muchacha le sonrió y dijo que esperaba verlo de vuelta. Harry asintió y salió a la calle. Chequeó su reloj: 4:37

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Snape estaba seguro de que querrían enterrar a Blaise en alguna de esas fosas comunes que abundaban en Azkaban, y no pensaba permitirlo. Acababa de terminar una solicitud al departamento correspondiente del Ministerio (que averiguaría una vez estuviera ahí) para tomar el cuerpo de Blaise y enterrarlo en el panteón de su familia. No estaba muy seguro de si eso era lo que Blaise hubiera querido que se hiciese con sus restos, pero era definitivamente mucho mejor que yacer entre compañeros anónimos.

La verdad era que no deseaba pensar en ninguno de sus alumnos. Sabía que la solicitud no tenía ningún sentido, pues podía presentarse en la morgue y reclamar el cadáver con el poder que le daba el haber sido tutor del muchacho. Los empleados del Ministerio no hacían mucho escándalo una vez que el cadáver era despachado a los cementerios comunes. A menos de que odiaran especialmente al muerto, no les caían mal unos cuantos galeones y un muerto menos que enterrar.

Aún así, no quería pasarse todo el día pensando en los gritos que había oído en el segundo piso ni en los ahogados sonidos que la garganta de Blaise emitía mientras su sangre anulaba toda la razón que podía quedar en su cerebro nublado. Un sudor frío le recorrió cuando recordó las manchas de sangre que se secaron en sus dedos cuando trató de limpiar esa sangre del rostro del muchacho.

No lloraría por él. No tenía porqué hacerlo. Ya había visto muchas muertes como para conmoverse por un muchacho con el que no tenía ningún parentesco mas que el de haber sido su jefe de casa; un muchacho que hacía años había hecho entrar a su ahijado en su peor (y única) crisis amorosa. No, ya estaba muy viejo para conmoverse con esas muertes jóvenes.

Tal vez lo único que le producía cierta melancolía era la pérdida del misterio que representaba el chico. Su misteriosa fuerza de atracción había muerto junto con su cuerpo y ya no era más que un cascarón frágil e inservible. La extraña belleza que emanaba de su rostro había palidecido ante la llegada de la muerte. Y eso era lamentable.

Jamás aceptaría sus propios pensamientos, a pesar de estar del todo conciente que él también se sentía atraído hacia ese halo de misterio que le había rodeado durante toda su vida. Draco le había hablado un par de veces de él, pero Snape estaba seguro que ni el mismo Malfoy conocía todas las cosas de Zabini que afirmaba saber. En ese sentido, estaba seguro también de que Zabini conocía mucho más de Draco que este del primero.

Sabía que el primero era un muchacho muy observador. Notaba cosas que, a simple vista, nadie hubiera podido notar. No era de extrañar que usaran esta habilidad para esconder todo rastro de sus relaciones furtivas en Hogwarts. Draco le había hablado emocionado de la capacidad de Blaise de hacer muchas cosas antes de que rompieran.

Ahora, recordándolo, le parecía que Draco tampoco las había olvidado.

Se levantó del sillón y caminó hacia otro salón. No había almorzado, mas no tenía hambre. Había oído a Minny llevarle el almuerzo a Draco y salir despavorida cuando este le lanzó un grito que retumbó en las paredes.

Sentiría algo de pena por su ahijado si no se sintiera tan indignado como se sentía. El chico se había atrevido a acusarlo de saber lo que le pasaría a Blaise y no haber hecho nada. ¡De haberlo sabido, le habría encerrado en una habitación para que no abandonara la mansión! En esos momentos no podía darse el lujo de perder un compañero tan potencialmente perfecto como Blaise. Aún así, su ahijado le había culpado de su muerte y se había encolerizado con él. Y Snape no pensaba arreglar las cosas. No movería un dedo. Draco podía seguir encaprichado el tiempo que quisiera, y cada uno tendría que lidiar con sus sentimientos por su lado.

Oyó nuevamente el sonido de algo cayendo en el segundo piso y suspiró apesadumbrado. Esa costumbre de tirar cosas cuando hacía un berrinche no se le había podido quitar a Draco, ni siquiera con Lucius alrededor. Era raro que hiciera un berrinche, es cierto, pero cuando se encaprichaba con algo (lo que podía pasar, sobre todo cuando Lucius le negaba algo solo por estar de mal humor) Draco iba por la mansión tirando jarrones y abriendo intempestivamente las puertas, espantando a los elfos y gritándole a su padre que era injusto y vil.

Qué cómico

Imaginar al rey del hielo, al muchacho que no revela sus sentimientos frente a nadie, a la persona más fría del planeta haciendo esa clase de berrinches trajo una sonrisa amarga a sus labios. Rozó con las yemas de los dedos los bordes del escritorio de esta nueva habitación y se dejó caer en el gran sillón de orejas amplias. Daban las cuatro en el reloj de la esquina. Miró por la ventana, el día estaba tan triste que hubieran podido ser las seis. Apoyó sus codos en la mesa y frunció el ceño.

Tenía que recibir la respuesta de Bellatrix

Tenía que conseguir la ubicación de Lucius

Tenía que averiguar el motivo del asesinato de Blaise

Tenía que descubrir cómo los había traicionado

Tenía que arreglar las cosas con Draco

Tenía que pelear con Potter para botar un poco de estrés

Y, sobre todo, tenía que averiguar dónde se encontraba el pequeño crío endemoniado, pues desde hacía un tiempo que no lo veía.

A este paso, no tendría tiempo de ocuparse de su propia vida.

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Harry llegó a la mansión casi rozando las cinco. Se estiró un poco, limpiando las motas de polvo inexistentes en su ropa. Abandonó el salón en el que estaba y se dirigió hacia algún lugar que considerara seguro en esos momentos.

No oía ningún ruido en la mansión. De no haber conocido a Snape, habría pensado que no estaba en ella. Realmente, podía no estar en la mansión. Después de todo, no estaba obligado a permanecer ahí. Sin embargo, sabía que no dejaría a Draco solo y que no tendría el valor suficiente para llevárselo. Además, Draco no estaba en condiciones de intentar dejar la mansión por ahora.

Eso lo sabía. No estaba seguro de cómo, pero sabía que Draco no estaba en condiciones de nada en esos momentos.

Oyó pasos lentos en la habitación contigua y se pegó a la pared. Si sus oídos no le fallaban, ese andar lento le pertenecía a alguien que estaba ponderando una idea importante en esos momentos. Los oía ir de izquierda a derecha, caminando sobre la misma línea imaginaria que se habían auto trazado. Arrimó más su rostro contra la pared y sintió un suspiro de la otra persona. Un sonido de frustración que fue seguido inmediatamente de una risa apagada. No pudo menos que sorprenderse.

Sintió algo de confusión. Tal vez todos en esa mansión se estaban volviendo locos. Jamás lo había pensado de esa forma, pero oír a la persona de la habitación contigua hacer esos sonidos extraños (pues se notaba que era una sola persona), lo llevó a la conclusión de que los habitantes de ese lugar estaban perdiendo la cordura.

Vio hacia delante y se percató de que para llegar a la habitación del extraño tendría que caminar un par de pasillos antes de poder dar la vuelta. Con pasos apresurados avanzó entre las sombras del lugar y giró hacia la izquierda cuando pudo. Una gran pared se extendía a su lado izquierdo.

Distinguió una sombra que se movía. Apareció un segundo en su campo de vista antes de volver a desaparecer. Avanzó hacia esa habitación, acercándose con cuidado de no ser expulsado de ella aún. Distinguió las túnicas negras de Snape ondeando sobre el piso y el mismo andar cadencioso y pensativo que había oído detrás de la pared.

El mayor se detuvo cuando lo vio parado en el umbral del salón. Había esperado que no apareciera por un buen rato, pero no tuvo la suerte que esperaba. Se cruzó de brazos, una de sus manos cubriendo su mentón de forma semi-intelectual, y posó sus ojos escrutadoramente sobre los del muchacho.

- Ehm – comenzó Harry sin saber qué decir. No había esperado tener una conversación con el profesor. Realmente, no sabía qué fuerza lo había impulsado a encontrar al extraño del otro lado de la pared.

El rostro del otro se ladeó ligeramente burlándose de él con una ceja arqueada y una mueca de los labios. Ignorando su presencia, se dio la vuelta y se acercó a la chimenea. En un segundo, el fuego calentaba la habitación

- Esta mansión no es tan grande como parece – comentó despreocupadamente

Harry no entendió muy bien lo que quería decirle, pero no se lo preguntó. Avanzó hasta una de las sillas de salón que había cerca del fuego y tomó asiento. El profesor se quedó de pie, cerca de él, mirándolo cuestionante.

- El Ministerio no molestará a Draco por ahora

Severus no cambió su expresión. Siguió observándolo, como si quisiera sacarle una verdad que él consideraba verdadera.

- Tengo la investigación casi en mis manos

Harry vio al profesor asentir levemente. Pudo respirar aliviado para sus adentros cuando no se vio convertido en un sapo apenas dirigirle la palabra. El otro no tenía la apariencia de alguien que iba a matarlo en cualquier momento. Al menos, no por ahora. Cruzó los brazos sobre su pecho y fijó sus ojos en el fuego.

- El casi es el problema

Volvieron a quedar en silencio por unos segundos.

- Fuiste tú quien trató de limpiar su rostro

Ninguno de los dos se movió de su posición. Severus continuaba observándolo con ojos impasibles mientras que Harry no dejaba de mirar las llamas que danzaban en la chimenea. Ambos sabían a lo que se refería. Tal vez, si Harry hubiera visto el rostro del profesor habría notado una ráfaga de pena cruzar por él.

- Sí

Arriba se oyó el sonido de algo pesado caer contra el suelo. Harry alzó la vista hacia el techo con el ceño fruncido mientras Snape, ahora, dirigía sus ojos hacia las llamas. Se acercó a la chimenea y apoyó la frente en ella. Se le vio cansado.

- ¿Es Draco? – preguntó el menor, volviéndose ahora preocupado al mayor.

Cuando el otro asintió, el Gryffindor se puso de pie inmediatamente con intenciones de ir al segundo piso. Lo habría logrado de no ser por la mano firme del profesor en su pecho, lanzándolo de nuevo al sillón donde había estaba sentado con una expresión fría y amenazadora.

- Déjalo lidiar con esta muerte. No puedes meterte en todos sus asuntos.

Harry iba a contestar, inclusive abrió la boca para lanzar un comentario mordaz, pero no fue capaz de hacerlo. Esta vez, y solo esta vez, había notado lo cansado y viejo que se le veía al profesor. Notó que, tal vez, él no era la única preocupación en su vida.

Se acomodó en el sillón y cruzó los brazos nuevamente.

- ¿Por qué lo mataron, Snape?

- Pensé que lo sabrías – fue la respuesta que obtuvo.

Ambos se miraron por un momento, dándose por vencidos cuando notaron que ninguno de los dos sabía la respuesta.

- Era un traidor – añadió Severus, alzando la mano para separar los mechones negros que caían fuera de la coleta -. De alguna forma, los había traicionado. Eso gritaron los mortífagos. ¿Acaso eso no ayudaría en un juicio póstumo?

Harry se sorprendió de la buena fe que creía oír en las palabras de su profesor. Ese asombro le llevó a no hacer más preguntas sobre el tema, pues se daba cuenta de que no era algo agradable de discutir o conversar. Pudo ver cómo los ojos del profesor se contrajeron por un segundo, y cómo había reunido mucha calma para hablarle en ese tono tan calmado con todo el odio que acumulaba en su cuerpo.

- Mañana iré al Ministerio – exclamó girándose a ver el rostro del muchacho -. Voy a reclamar el cadáver.

Casi rió por cómo lo que pensaba se había cumplido. Asintió como si le diera permiso cuando no necesitaba darle permiso. Ni siquiera necesitaba enterarse de que iba a salir de la mansión al día siguiente, pero Harry sabía que no lo había hecho con esa intención. Era una forma de decirle que debía tener más cuidado. Que, especialmente porque él no estaba en la mansión, debía cuidar todos y cada uno de sus movimientos.

- Tengo una semana para entrevistar a Draco en el Ministerio – exclamó ahora, con una sensación extraña de tener que defenderse y atacarle por su cuenta -. Tengo que practicar la coartada con él

- No la necesitan. Pueden decir toda la verdad. Draco no tuvo implicación alguna con la muerte de Blaise

Harry tuvo que fruncirle el ceño ante esa declaración absurda e inocente. Se cruzó de brazos sintiéndose insultado. El profesor volteó a verlo y le hizo bastante gracia verlo enfurruñado en el sillón. Luego, adoptó una postura más seria que disolvió el ambiente de entendimiento tácito que habían creado.

- Cuando pase todo esto…

- Lo sé

Severus asintió en dirección de Harry y abandonó el salón. El moreno tiró la cabeza hacia atrás con un suspiro cansado. Ahora, aliviado de no tener que lidiar más con la presión que el profesor ejercía sobre él, pudo dedicarse a pensar en lo que podría estar haciendo Draco. Le pareció que lo más correcto sería quedarse lejos de su alcance (sobre todo si pensaba tirarle cosas como hacía unos días).

Luego se acordó de alguien más a quien hacía tiempo no veía. Damon debía de andar por ahí. Luego de que abandonara intempestivamente el comedor durante el desayuno no había vuelto a saber nada de él. Se puso de pie con algo de pereza. Sobó sus ojos cuando se dio cuenta que podría dormir en esos momentos. Se encaminó hacia la salida contraria a la que Snape había tomado y fue a buscar a Damon.

Tal vez podrían hacerle una visita a Draco.

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Chapter Summary: (20 de Marzo) Donde Harry toma un café, Snape lista todo lo que tiene que hacer, y ambos llegan a una tregua durante el tiempo que dure el luto.

GaB

Modificado el Jueves 02 de Marzo, 2006

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