Bueno, aquí estoy comenzando una nueva historia sin terminar las otras (ajajaja, un clásico), pero a quienes me conozcan desde antes, saben que siempre me he caracterizado por ser responsable al momento de publicar y de continuar actualizando una historia (en ocasiones me atraso, ¡pero pronto vuelvo a la carga!). Sin embargo, este año será algo difícil, no solo por tener otra historia en curso, sino que también por encontrarme en mi último año de universidad, así que si una semana no actualizo como debo, no desesperen por favor, es probable que me encuentre muriendo por la tesis, por lo que pido paciencia.

Esta historia tiene mucho de mí, a nivel personal, y ha sido escrita con mucho cariño. Por lo que espero, como siempre, sea de su agrado y puedan disfrutarla tanto como yo disfruto escribiéndola.

(Muy) larga y dramática (como todo lo que escribo, por favor, no me pregunten cuantos cap escribiré ajaja), los primeros capítulos serán de introducción. El primero será narrado por Hinata, el segundo por Naruto, y así continuarán alternándose sus voces.

Realmente espero que les guste. Y ya no molestaré más, ¡que aún debo actualizar dos historias más!


Hinata acaba de entrar en preparatoria; a Naruto le faltan dos años para terminarla.

Ella es joven, tímida y ansía convertirse pronto en una adulta; él es distante, está herido y no termina de encontrar su lugar.

Solo son un par de adolescentes más en el mundo, pero sus caminos chocan. Naruto necesita empezar una nueva vida en casa de sus padrinos, del otro lado del mundo; Hinata solo quiere ser de ayuda para el joven ahijado de sus padres, que desde ahora comenzará a vivir a su lado.

El único problema es que ella se enamora… y él no cree ser tan fuerte como para ignorar aquello eternamente.


I

Incertidumbre

.

Las campanillas de viento suenan en cuanto abro la puerta de mi propia casa.

En cuanto las oigo, no consigo reprimir el sobresalto que me provocan. De inmediato recuerdo que mamá las ha colgado hace solo unos días -para darle, en sus palabras, un poco más de vida a la entrada-, y me siento ridícula e infantil.

No debería asustarme por unas campanillas, se supone que ya no soy una niña pequeña.

- ¡Mamá, papá! -llamo como de costumbre. Entro y dejo caer mis zapatos en el recibidor-. ¡Ya llegué!

No oigo ninguna respuesta, aunque sé que ambos deberían estar en casa en este momento.

Dos pares de zapatos extra en la entrada llaman mi atención: negros y elegantes. La duda de a quién el pertenecerán se esfuma tan pronto como llega. Es tarde y solo cuento con quince minutos para cambiar mi atuendo. Debo encontrarme con Sakura-chan pronto, antes de ir al cine con el resto de nuestros amigos.

Es nuestro último día de verano, ¡queremos divertirnos juntas!

No espero una respuesta. Subo las escaleras hacia mi cuarto, esperando tener suficiente tiempo. En mi mano llevo una bolsa del centro comercial, en dónde viene el nuevo vestido verde que he comprado junto a mi primo Neji, tan solo una hora atrás. Era el último que quedaba, y he tenido tanta suerte que incluso venía con rebaja.

¡Tan hermoso! Aunque el tiempo todavía siga algo frío, estoy ansiosa por usarlo.

Saco el vestido, lo extiendo sobre mi cama y con cuidado remuevo las etiquetas. Desabrocho mi falda y la dejo deslizarse hasta el suelo. Mi mirada choca con el espejo de mi cuarto, mientras me deshago de mi blusa. Por solo un instante veo mi reflejo dibujarse en el espejo de mi habitación. Y más al fondo, doblado cuidadosamente sobre mi escritorio, puedo ver mi nuevo uniforme escolar.

El que, a partir de mañana, por fin utilizaré.

Mi nombre es Hyuga, Hyuga Hinata. Tengo catorce años y mañana por fin comienzo la preparatoria.

¡No hay tiempo, no hay tiempo!

Cepillo mi cabello, acomodo mi atuendo y aplico solo un poco de maquillaje sobre mi rostro, todo al mismo tiempo. Mi estómago es una bola de nervios en este momento y no estoy segura de si el vestido me queda realmente bien o si sólo hago el ridículo al usarlo.

Ciertamente me gustaría tener más certeza de cómo me veo.

Termino de guardar el dinero justo para mi entrada y palomitas de maíz, salgo a toda prisa de mi cuarto y bajo las escaleras. En el camino comienzo a escribirle un mensaje a Sakura-chan, solo para avisarle que estoy en camino. Pero entonces sucede algo que para nada espero.

Mamá me intercepta, justo a los pies de la escalera.

- Hinata -me llama, con aquella voz amable que sólo ella sabe cómo utilizar. Su cabello oscuro cae hasta su espalda, de igual manera que el mío, pero como siempre solo en ella consigue aquel efecto brillante y sedoso. Sus ojos claros, últimamente cansado, se fijan justo en mí.

- Mamá… -me detengo. No sé porque me detengo. Creo que es por la mirada en su rostro, la mirada de "debemos hablar" que suele usar con frecuencia. De pronto, y sin necesidad de comprobarlo, sé que mis planes serán cancelados-. Pe… pero Sakura-chan me espera…

- Hoy necesito que te quedes en casa, por favor.

Sin gritos, sin presión, sin chantaje.

Sólo una mirada y una petición llena de disculpa por tener que cancelar mis planes tan de pronto, en el último día del verano.

Esta es mi madre.

- ¿Qué sucede?

Mi mirada se dirige directamente al par extra de zapatos en la entrada que antes he decidido ignorar, pero que ahora se convierten en una sutil y silenciosa amenaza. La bola de nervios en mi estómago crece, pero esta vez es por otro motivo.

Como si leyera mi mente mi madre observa directamente hacia el salón, en donde mi padre se encuentra hablando con dos personas a quienes nunca he visto y en quienes no había reparado hasta el momento. Mamá me mira nuevamente, me hace un gesto con la cabeza y me invita a seguirla en silencio. Apenas tengo tiempo para escribirle una disculpa apresurada a mi mejor amiga.

Con mi teléfono celular vibrando furioso en respuesta, mi cuerpo se mueve de manera automática tras ella.

No puedo evitar preguntarme qué cosa estará sucediendo. Solo sé que, en pocos segundos, estoy frente a ambos desconocidos, quienes visten de manera muy elegante para tratarse de personas corrientes. Mi primera impresión, justo antes de recordarme que debo dejar de ver tantas películas, es que son espías o miembros de alguna yakuza.

Mi nombre es Hinata… y pese a tener catorce años me sigo comportando como una niña…

- Hinata -mi padre nota mi presencia y se coloca de pie, al igual que los desconocidos-. Lamento que esto sea tan repentino. Déjame presentarte a Hayashi-san e Izumi-san, son agentes de Servicio infantil.

Y con esas palabras la bola de nervios que podía sentir se convierte en miedo puro. La alerta en mi mente se dispara, y me veo obligada a enredar las palmas de mis manos en mi vestido para que nadie note que he comenzado a sudar.

Servicio infantil no es algo bueno. Sasuke-san, uno de mis mejores amigos, fue forzado a dejar su casa por culpa de Servicio infantil.

- No sucede nada malo, Hinata -mamá, como siempre, es capaz de ver a través de mí. Apoya sus manos en mi hombro, consiguiendo que mi miedo se disipe solo un poco, lo suficiente para ordenarme volver a respirar-. Estas personas solo quieren hacerte unas preguntas.

- ¿A… acaso estoy en problemas?

Es la primera cosa que digo y mi voz suena débil y aguda. Sea como sea, le consigo arrancar una sonrisa a los misteriosos agentes.

- Nada malo, lo prometo -el primero avanza a mí. Se quita sus lentes y me arroja una sonrisa que consigue calmarme un poco. Actúa de forma amable, inclinándose un poco para estar a mi altura-. Buenas tardes, pequeña, ¿tu nombre es Hyuga Hinata-san? -yo asiento sin esperar-. ¿Cuántos años tienes?

Miro a mi madre, quien me asiente para que responda. Las dudas no tardan en llegar a mi cabeza.

¿De qué se trata todo esto?

- Tengo catorce años -mi voz sale más clara que antes, pero aún es baja. Tengo que hablar más alto, ¿cierto?

- ¿Entrarás a preparatoria este año? -yo asiento nuevamente. La mujer tras él da un paso adelante y, tal y como su compañero hizo segundos atrás, me sonríe.

- ¿Tienes amigas? -su pregunta me desconcierta, pero no tardo en asentir-. ¿Y amigos? ¿Cómo te llevas con los chicos?

Dudo. ¿De qué va todo esto? ¿Por qué me preguntan ese tipo de cosas?

Miro a mis padres, esperando una explicación, pero ellos no parecen muy dispuestos a aclarar mis dudas por el momento, por lo que me veo en la necesidad de responder la pregunta.

- Supongo que bien… -titubeo, porque en verdad no sé qué decir-. Soy algo tímida con los chicos al conocerlos… pero eso no ha evitado que haga amigos rápidamente.

- Irás a la preparatoria pública más cercana, ¿cierto? -siento mi cabeza moviéndose para asentir nuevamente-. ¿Y cómo están tus estudios? ¿Tienes hábitos saludables?

- Hago mis tareas al llegar a casa. Y siempre estudio los fines de semana.

- Hinata cuenta con excelentes calificaciones -aquello lo dice mi padre, tratando de disimular el orgullo que le produce. Por un segundo, me permito sentirlo en su lugar.

- No lo dudo, parece una chica increíblemente inteligente -asegura el investigador. Y yo sonrío sin poder evitarlo. Creo que alguien se ha convertido en mi persona favorita dentro de la habitación.

- Hinata-chan -la mujer me habla de manera amable-. ¿No fumas cigarrillos ni bebes alcohol, cierto?

- No… -la pregunta me descoloca un segundo, y tengo que volver a recordar quienes son esas personas antes de continuar respondiendo.

- ¿Y si un muchacho te pidiera algo, o te ofreciera algo como alcohol, drogas o cigarrillos…? ¿Los aceptarías?

No puedo evitar mirar a mis padres.

¿A dónde se supone que debe llevar todo aquello?

- Cla… Claro que no. Es dañino -quiero ser sincera, pero no consigo expresarme de la manera correcta. Aun así, a pesar de mi miserable respuesta, consigo hacer que los cuatro adultos de la sala sonrían.

Me hacen más preguntas y yo respondo de la misma forma. Se ven interesados en lo que me gusta, en mis estudios y en mis amigos, quieren que les cuente todo lo que me gusta hacer, mis asignaturas favoritas y los talleres en los que quiero entrar, aunque en ningún momento me dan a entender que sucede. Al terminar solo sonríen, como si mis respuestas hubieran sido las correctas todo el tiempo. Miran a mis padres y ellos les miran devuelta, ansiosos.

- Bueno, señores Hyuga… -comenta uno finalmente, tras recibir la aprobación de su compañero-, creo que no tendremos problemas.

Los siguientes minutos transcurren rápidos. Sonrisas, palabras amistosas y promesas de apoyo. Mamá y papá lucen conformes y aliviados.

Solo cuando los agentes de Servicio infantil se retiran me permito volver a respirar confiada.

Y, por alguna razón, enfadada.

¿Cómo es que he terminado cambiando una tarde en el cine con mis amigos por este interrogatorio?

- Mamá, papá, yo… -me detengo antes de quejarme. Respiro profundo y me recuerdo que una adulta intentaría comprender lo que sucede en vez de ponerse a gritar. Así que lo hago, intento entenderlo-. ¿Me… me dirán que ha sido eso?

- Lo siento hija, fue algo imprevisto. Pero solo faltaba que te entrevistaran a ti… -papá se me acerca, colocando sus manos sobre mis hombros e inclinándose sobre mí para estar a mi altura.

- ¿Entrevistarme para qué?

Ambos se miran, consiguiendo que comience a perder los nervios.

¡Es tan frustrante cuando los adultos no saben cómo decirte algo!

- Por favor, ¿pueden decirme que…?

- Hija… -esta vez la mirada de papá es seria, tanto que me hace guardar silencio de inmediato-. ¿Recuerdas a los Namikaze? De quienes siempre hablo.

- ¿Esa familia en Estados Unidos, tus amigos de la universidad? -mi padre asiente-. Claro.

- ¿Recuerdas que te conté acerca de su hijo mayor, Naruto?

- Tu ahijado -recuerdo.

Un muchacho de cabello rubio y ojos azules llega a mi mente en un instante. Le recuerdo, porque es muy apreciado por papá y porque, de vez en cuando, suele ser nombrado en algunas conversaciones tales como "¿Cielo, recuerdas al hijo de Minato?, pues ha ganado un concurso de dibujo en su escuela". Aunque, si soy sincera, a quien más recuerdo de todos es a Kushina-san, su madre, por su cabello rojo.

Una mujer hermosa, amable y muy preocupada por su hijo, con una sonrisa sincera y siempre dispuesta a hacerle un favor al resto. De alguna forma igual que mi propia madre.

De hecho, una foto de la familia Namikaze se encuentra en la repisa de esta habitación. Y en cuanto lo pienso, mi vista gira hacia aquel lugar casi al instante, esperando ver cuadro que los retrata… solo para encontrar el espacio vacío.

No, no está. ¿Por qué la fotografía ya no está?

- Si, justamente él -las palabras de papá consiguen devolver mi atención a él.

- ¿Qué tiene que ver todo esto con él? -y es que en verdad ninguna idea me pasa por la cabeza.

- Pues… -mamá apoya una mano sobre el hombro de papá, como si tratara de darle a entender que todo estaría bien-. Naruto… vendrá a vivir con nosotros una temporada.

- Oh. ¿De verdad? -me sorprendo. No sé porqué. ¿Acaso vendrá de vacaciones? Es una buena época para ello, los cerezos están por florecer.

- Sí.

- ¿Y cuánto tiempo será?

- Pues… -ambos vuelven a dudar. Se miran, y con sus ojos mantienen una conversación secreta, una conversación a la que no estoy invitada-. No lo sabemos, todo dependerá de lo que suceda -vuelve a responder mamá, sonriendo para calmarme-. Pero por el momento estará aquí hasta terminar la preparatoria. Es decir, los siguientes dos años.

No puedo evitar hacer una mueca con eso. ¿Dos años? ¡Pero eso es mucho tiempo!

Vuelvo a observarlos. Hay… hay algo raro en todo esto.

Algo raro en la manera en la que mamá dice aquellas palabras, algo que me hace dudar del motivo por el cual aquel chico debe venir a vivir con nosotros.

- ¿Acaso le ha… sucedido algo malo? -la pregunta escapa sola, pero en cuanto resuena en la habitación sé que ha sido la indicada.

- Sí, así es -responde papá, tras unos cuantos segundos. Me mira directo a los ojos, inundado de pronto por una profunda tristeza-. Kushina y Minato sufrieron un grave accidente hace un par de semanas y… lamentablemente fallecieron.

Me toma algunos segundos volver a respirar, volver a decir algo. Pero en cuanto abro mi boca para hablar, no consigo emitir ninguna palabra.

Porque no sé que decir.

La noticia me golpea, no he esperado lo que ha dicho. ¿Los Namikaze han tenido un accidente? ¿Y fallecieron?

Pienso, por un segundo, que fui quién escuchó mal. Pero entonces, como si las piezas calzaran a la perfección, comienzo a recordar los extraños silencios de mamá y papá durante la cena, coincidentes tras una llamada misteriosa en medio de la noche, de la cual nunca obtuve una explicación. De pronto, las ojeras de papá y la tristeza en el rostro de mamá, sutiles pero presentes durante las últimas semanas, toman sentido para mí.

Soy la peor hija del mundo por no haber notado que algo andaba terriblemente mal. Los mejores amigos de mis padres han muerto, y el único sobreviviente…

- Significa que él… -es lo primero que digo, cuando consigo volver a la realidad a la que de pronto me veo arrastrada-, aquel chico es…

- Si -mamá confirma lo que pienso-, Naruto es huérfano ahora.

- Y, es decir… ¿por… por qué nosotros…?

- ¿Por qué vendrá aquí? -pregunta papá. Yo asiento.

¿Por qué debe venir aquí, tan lejos de su hogar?

- Sucede que Minato y Kushina nos habían nombrado como tutores legales de Naruto en caso de que algo les pasara… -la voz de mamá es cálida, como siempre, sin embargo, no consigue esconder la emoción que debe estar sintiendo. Su voz suena afectada, incluso si ella intenta respirar profundo-, pero, además de eso, tu padre y yo creemos que es necesario que él venga aquí, ya que no existe otra familia en América que pueda cuidarlo.

- Naruto tiene otro padrino -papá se suma a la conversación. Su voz es tranquila y, al mismo tiempo, suena terriblemente cansada-, pero es un escritor famoso y constantemente está viajando. No puede darle los cuidados que necesita en este momento. Y estuvo de acuerdo con nosotros en que Naruto viniera aquí.

Mamá vuelve a buscar mi mirada. Yo no la esquivo.

- Hinata, ¿lo entiendes, no? Naruto está solo -repite. Sus palabras me forman un desagradable nudo en el estómago-, y, con tu padre, deseamos cuidar de él. Hanabi ya está al tanto, pero también necesitamos tu ayuda en esto. Es algo importante, hija.

Al igual que con los agentes de Servicio infantil, me descubro asintiendo otra vez, mientras observo el alivio formarse en el rostro de mamá. Quizás por primera vez desde el accidente de los Namikaze.

Pienso, entonces, en aquel chico. Un completo desconocido del que, sin embargo, he oído durante toda mi vida. Y pienso en su madre: en su cabello pelirrojo y su mirada amable, tan parecida a mi propia madre.

¿Qué haría yo si mi madre muriera?

- ¿Qué… qué debo hacer? -pregunto. Quiero deshacerme de aquel último pensamiento que he tenido.

- Bueno, Naruto llegará la siguiente semana. Aún hay papeles que preparar -explica mi padre. Mamá asiente-. Él vivirá aquí, con nosotros.

- E irá a la escuela contigo, Hinata -mamá me mira, con sus ojos inundados de preocupación.

Sin quererlo, viene a mi mente el día en que mi hermana menor cayó de un árbol y se rompió el brazo. Pienso en como, durante todo el viaje al hospital, mamá no pronunció palabra alguna más que para calmar a mi hermana, que lloraba del dolor. Recuerdo su mirada en ese momento; recuerdo el miedo y la angustia que sus ojos reflejaban; la forma en que sostenía mi mano, como si esperara hallar en mí la fuerza y el valor que tanto parecía necesitar.

Pienso en eso, porque en este instante puedo ver la misma mirada en sus ojos. Y sin palabras, sé que me necesita.

- Seguramente será difícil. Naruto ha de estar pasando una depresión muy fuerte, y será así durante mucho tiempo. Por eso, él necesitará una hermana que lo cuide -entonces me sonríe, quizás queriendo aliviar la preocupación que parece causarle esa idea-. Podrás hacerlo, ¿cierto, Hinata? ¿Podrás cuidarlo como a un hermano?

Y, de pronto, su preocupación se convierte en mi preocupación.

Yo lo sé. Soy incapaz de ignorar esto y la prueba de eso es que algo comienza a gestarse en mi interior: miedo.

Miedo de que esto no funcione.

Miedo de no saber cómo ayudar a aquel chico, de no poder ser como mi madre.

Y miedo de fallarle a ella y a papá.

En un segundo mi pecho se inunda de eso, de angustia y preocupación por el futuro. Todo entremezclado en un remolino que ahora, en este momento clave, me hace flaquear y dudar de mi misma. Y lo detesto, este horrible sentimiento que he sentido en otras ocasiones, porque cada vez que aparece derrumba toda la confianza que llevo dentro.

Yo realmente odio la incertidumbre de no saber que me prepara mi futuro.

CONTINUARÁ…