Disclaimer; sin fines de lucro.

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Aún podía saborear la amarga descarga de sus labios partidos en medio de aquel inmundo callejón, bajo el vaho de los tejados poblados de ratas y el hielo sempiterno de las alcantarillas, en los gritos ahogados de medianoche y su terca resolución. Misma resolución que lo empujó a abrir las puertas de su departamento a una completa desconocida, o al menos así solía considerarla, pues tras esos gestos sarcásticos de lunes a domingo, cuando charlaban bajo algún farol de camino a casa por la ruta predestinada uno que otro secreto salía a la luz, nada de mucha importancia, nada que pudiese ser usado en contra del otro. En si, un acuerdo tácito de confianza, de que en ningún caso llegaría a ser más que meros conocidos los cuales, por razones sencillamente egoístas, transitaban por una vía conocida y que cualquier día podrían dejar de verse.

Y nada cambiaría.

Decía llamarse Layla aunque su verdadero nombre era Lupa, de dieciséis o diecisiete años y oriunda de ningún lugar, una huérfana con sueños demasiado grandes para el misero contexto de su vida, una chica obstinada y ciega frente a su propia insignificancia. No era sorpresa entonces que sus sueños de libertad la llevasen a deambular por el centro de Royal Woods a buscarse la vida vendiendo su cuerpo por una tarifa mínima ni que uno de los proxenetas locales intentase proponerle una oferta que ambos sabían ella rechazaría al principio, solo para terminar con un ojo morado y quizás un diente flojo o una dosis de meta consumida a la fuerza, cualquier cosa que hiciera falta para que dijera que sí. Para ella podía ser un asunto de independencia, pero para ese sujeto, era demostrale a Lupa que su poca dignidad valía aún menos que el cuarto que rentaba con su identificación falsa o las pocas alhajas de fantasía que la adornaban.

Lincoln pudo haberla dejado a su suerte, no era su problema y no tenía porqué serlo, apenas era una desconocida cuyo infortunio le era indiferente.

A pesar de ello intervino, fue hasta un desconocido que nada le había hecho y tomó su vida en un abrir y cerrar de ojos, el tiempo empleado en preparar el café de la mañana tuvo más consideración de su parte que la vida de una persona que por despreciable que fuese, seguía siendo un humano.

En una certera descarga centelleante en ambos extremos del callejón, en un abrir y cerrar de ojos, su mundo, su realidad completa se había derrumbado y con ella, su sentido de la moralidad.

"Maté a un hombre esta noche"

Esperaba sentir nauseas por confesar su crimen y tener la claridad y la entereza como para marcar a la policía y entregarse, pero nada de eso ocurrió, no sentía ni remordimiento ni alegría, tan solo una pizca de curiosidad por el destino del cadáver, ¿tendrían suficiente tiempo las ratas para devorarlo?, quizás uno que otro vagabundo podría robar sus zapatos y terminaría por enmascarar el homicidio como un robo que se salió de control. No sería tan extraño en esas calles y de seguro pasaría desapercibido. Nadie salvo ellos dos lo sabría, nadie lo cuestionaría ni lo relacionaría con ese crimen, era un proxeneta, algunos incluso dirían que le hizo un favor a la sociedad, aunque claro, ninguna de las personas que consideraría la muerte de ese sujeto como algo positivo tendrían que cargar con la mancha que ahora le pertenecía a él. Con algo de resentimiento fijó su vista en el rostro cansado de Lupa, era una muchacha linda, cabello rubio platinado al punto en que parecía marfil pulido cuando no estaba desaseado, una nariz pequeña y unos hermosos ojos azules sobre sus pecas, era extraño, le recordaba a su "querida" hermana Lucy, aunque de seguro la novelista encontraría la forma de nombrar uno o más defectos en ella, tenía cierto talento para encontrar el ángulo lúgubre de cada situación.

Su resentimiento, si es que algo quedaba de eso, se evaporó al pensar en el destino que le esperaba a la chica de no haber estado él en el lugar correcto y en el momento adecuado, un par de horas más o un par de horas menos y la habría perdido por siempre.

Se sintió aliviado y nauseabundo a la vez, la muerte de ese sujeto pesaba cada vez menos sobre sus hombros, al final, lo que lo perseguía era su falta de remordimiento.

¿Tan bajo había caído?

"Mate a un hombre, y ahora tengo a una prostituta adolescente durmiendo sobre la misma cama que compartí con mi ex mujer"

Cerró los ojos y se frotó el rostro con las palmas de sus manos, ciertamente era patético al grado que la risa de la ausente Ronnie Ann surgió de la nada para atormentarlo, casi podía sentirla deslizando sus manos sobre sus cansados hombros, susurrando en su oído que ya lo sabía todo, que no existía necesidad alguna de esconderse. Que ese acto de chico bueno no engañaba a nadie, mucho menos a ella que lo conocía a la perfección con toda su rabia contenida y su frustración amalgamada en gestos de fingida gentileza, con todas sus falencias que de seguro lo acompañarían directo a la tumba.

Lincoln necesitaba pensar, quizás una ducha fría y café cargado para reanimar sus neuronas, dejó la cama e hizo tronar su espalda, por suerte era domingo por la mañana, nadie lo molestaría.

La joven despertó al sentir que Lincoln abandonaba la cama, supuso que era normal que se sintiera sobrepasado por todo lo sucedido y buscase alejarse. Desde el momento en que conoció al señor Loud este le dio la impresión de ser la clase de hombre decente que lograba que muchachas como ella confundieran buenos modales con afecto, quizás de allí su fijación, en realidad no podía culparlo pues desde el inicio, desde el primer día en que la encontró fumando a la salida de su departamento había estado jugando con él; contoneándose de esa forma que sabía volvía locos a los hombres, vistiendo de forma tal que pudiese notar que nadie cuidaba de ella porque ningún padre decente dejaría a su hija vestirse de ese modo, Ofreciendo descuento tras descuento con tal de verlo quebrarse, de corromper su buen juicio, arrastrarlo tras un basurero y demostrarle que era como cualquier otro hombre que jugaba a ser bueno y decente para ocultar a la sociedad que en el fondo, era un depravado, que con el estímulo adecuado no tendría problemas en meterse entre sus piernas, correrse antes que ella y arrojarle un manojo de billetes para no volver a dirigirle la palabra.

Era un plan estúpido y desesperado que de seguro terminaría en desastre, que iba en contra del sentido común y que ella, en un arranque de torpe obsesión planeaba ejecutar de principio a fin.

En lugar de eso Lincoln había probado ser la persona que ella no quería que fuera, un torpe de buen corazón que la complacía de vez en cuando y todo ello sin siquiera pedirle algo a cambio.

La ironía no pasaba desapercibida para Lupa, el tipo la alimentaba más que su clientela de por si escasa a la que en realidad estafaba todo el tiempo, velaba por ella e incluso se aseguraba de que volviese a casa en una pieza, supuso que de ser una persona más optimista lo hubiese interpretado como bondad o, siendo completamente realista, hubiese asumido que tarde o temprano pediría algo, que no la mantendría solo porque sí mientras se partía el lomo en un empleo que ambos sabían él no disfrutaba.

Odiaba que Lincoln pudiese ser tan decente como para no cumplir sus expectativas, odiaba que la única vez que lo viese actuar como un monstruo fuese para salvarla.

Quizás sí estaba confundiendo buenos modales con afecto, ¿pero le importaba?, pues no, no le importaba y si al final quería coger con ella y arrojarla a la calle lo dejaría gustosa, se sentiría decepcionada de si misma pero lo aceptaría.

¿A quién trataba de engañar?, Lupa sacudió la cabeza y discretamente hundió su nariz en la almohada de Lincoln, era un gesto estúpido que esperaba no notase.

Le gustaba, y mucho, tanto como para saber que las cosas cambiarían entre los dos, que quizás habían cambiado desde muchísimo antes sin que se diesen cuenta, de todos modos algo era seguro, él no la arrojaría a la calle así sin más, no Lincoln Loud.

Se puso de pie usando el cobertor para esconder su desnudez, ahora que lo pensaba mejor se dijo a si misma que debió de haber aceptado antes la oferta de Lincoln de usar una de sus camisas dado que su vestido y sus leggins estaban completamente arruinados.

Caminó hasta quedar justo detrás de él, acababa de encender las luces del baño, "Gracias", le dijo, "Si quieres me iré ahora"

Ambos sabían que eso no era cierto, Lupa no tenía que vestir y Lincoln no tenía el corazón como para arrojarla de vuelta a ese cuarto rentado en el que vivía.

"De verdad aprecio lo que hiciste, y… haré cualquier cosa, lo que sea con tal de pagarte"

Lincoln suspiró cansado, siempre era lo mismo con ella, siempre.

¿Acaso era tan difícil decir gracias?, la voz en su cabeza que se encargaba de recriminarlo cada vez que juzgaba con demasiada rudeza a una persona se encargó de recordarle que quizás sí era difícil para ella mostrarse agradecida y que no debía presionarla.

Pero a decir verdad estaba cansado, necesitaba distraerse siquiera un momento.

"Tengo que ducharme, cuando termine podremos charlar, ¿puedes esperarme hasta entonces?"

Lupa asintió y se separó de él, sin mediar más palabras entre los dos lo dejó ducharse en paz, el repicar del agua y el vapor dio paso a un suave murmulló, sonrió al escucharlo tararear.

Lincoln no era como cualquier hombre, su estúpido plan de verlo corrompido había fracaso y no podía estar más feliz.

Volviendo a la cama dejó el cobertor y buscó en su closet, se vistió con una de sus camisas la cual fácilmente le llegaba a los muslos, recogió su ropa arruinada y la arrojó en una canasta de camino a la lavandería, fue hasta su cocina y buscó en la alacena, no tenía mucha experiencia cocinando, apenas poseía una estufa eléctrica y un hervidor pero supuso que podría hacer algo decente para él, al menos algo de café para ayudarlo a despabilar y enfrentar el resto del día.

En algún punto tendría que regresar a su habitación, en algún punto se quedaría sola, Lincoln no la aguantaría por siempre…

Se quedó quieta y en silencio, se dio cuenta de que estaba entreteniendo otra fantasía que no duraría, su optimismo, como de costumbre, comenzaba a menguar.

Sacudiendo la cabeza fue hasta el refrigerador para ver que tenía, de nada le serviría sentirse débil y patética, ya lidiaría con el futuro en cuanto estuviese fuera del departamento de Lincoln.

"Esto es… ¿chucrut y mantequilla de mani?"

Observó la mezcla de ingredientes con desagrado, el olor era… era… no tenía palabras para describirlo, en su corta vida había olfateado cosas pútridas pero nada como eso, el que una persona pudiese engullir ese sándwich era más de lo que su mente podía procesar.

Tuvo que alejarse para respirar, al fin le había encontrado un defecto a Lincoln.

"De todas las cosas… gracias al cielo solo hay uno"

"Mis hermanas creen que es un gusto adquirido", murmuró Lincoln pasando a su lado y abriendo el refrigerador, "Pero en realidad me gusta, no sé por qué, solo me gusta"

"Es la cosa más desagradable que he visto", rió Lupa

Lincoln fingió sentirse herido, le dio una mordida a su emparedado, lo saboreó y suspiró contento, "Y yo que pensaba compartir esta exquisitez", bromeó.

Lupa se metió un dedo a la boca y fingió tener arcadas, Lincoln devoró el resto de su emparedado, se chupó los dedos y fue por el café. La chica se le adelanto y lo empujó a una silla, Lincoln la vio ir de un lado al otro preparando el desayuno y al final, casi lo consigue, si, los huevos estaban algo crudos y las tostadas algo quemadas pero el café, ese estaba perfecto.

Al finalizar se quedaron en silencio.

Lupa se mordió el labio inferior, "En serio no tienes que hacer tanto por mi"

Lincoln masajeó sus sienes, apoyando los codos sobre la mesa la vio directo a los ojos.

"¿En serio quieres volver a ese lugar?"

"Tengo que buscar mis cosas", respondió tercamente.

"Bien", contestó Lincoln, "Iremos por tus cosas en cuanto tu ropa este seca"

Lupa sacudió los hombros y se cruzó de brazos.

"Luego vendrás de regreso conmigo"

Sus labios casi se tuercen en una sonrisa, casi.

"Si quieres, claro"

Y a eso se reducía todo, tenia la opción de quedarse, la opción de comenzar de cero junto con alguien que parecía apreciarla de verdad. Toda su vida hasta ese instante se había tratado de un juego de supervivencia, aprender en quien confiar y a quien creerle, quien te traicionaría, quien exigiría algo de su parte, que tanto estaba dispuesta a sacrificar y cuanta de su dignidad quedaría intacta al finalizar.

"No tienes que responder ahora", le aseguró Lincoln, "Sabes que no te forzaré a nada, es solo que… es complicado, ¿lo entiendes verdad?"

Claro que lo entendía.

"Esta bien, no me iré", prometió, "Me quedaré contigo, si tanto insistes..."

Luego, lo agarró de la camisa, se abrazó a su cuello y lo besó profundamente.

"Y luego discutiremos tu recompensa, ¡mi héroe!", exclamó antes de caminar sonriendo de oreja a oreja a la lavandería, usando ese contoneo que siempre le daba buenos resultados.

Claro que le gustaba Lincoln, lo adoraba, pero no por eso le haría las cosas más sencillas porque si las hacía más sencillas no se divertiría tanto.

A final de cuentas era un buen hombre, había hecho algo monstruoso para defenderla, algo que de seguro le pesaría por muchos años. Pero ella estaría allí, a su lado, para arrastrarlo desde las sombras cada vez que el recuerdo de esa noche amenazase con reclamarlo, lo haría del mismo modo en que Lincoln la había salvado porque en el fondo, muy en el fondo estaba segura de que los dos sentían lo mismo.

Su nueva vida acababa de comenzar.