Apoyo

Era un demonio, también podía tomar su forma humana. A Hiro le gustaba tener su forma humana para estirarse, comer correctamente e incluso bañarse las partes que a Miguel no alcanzaba, pero más le gustaba estar así, como un perro echado todo el día en la alfombra.

No le importaba que fuera un perro del inframundo, no le importaba ser un cuidador de las puertas del infierno, no le importaba nada.

Cuándo tenía esta forma, un perro de pelaje negro y ojos intensos él podía acostarse sobre la alfombra, fingir ser un perro normal y esperar a jugar con Miguel.

Tenía sus ventajas ser un perro guardían, podía echarse y descansar todo el día en el departamento del músico. Miguel lo cuidaba, lo alimentaba, lo bañaba y en los mejores de los casos jugaba con él y lo sacaba a pasear.

También poseía sus desventajas estar en esta forma, las pulgas lo mataban, sus piernas se le entumían y algunas veces le costaba tanto aprender a caminar en cuatro patas. No podía hablar todo el tiempo con Miguel y tampoco podía seguir el ritmo de las conversaciones, sus gestos se limitaban a aullidos, gruñidos y el zozobrar de sus orejas.

Y tampoco, podía ayudarlo como ahora.

Hiro se paró del lugar de dónde estaba acostado, los sollozos del otro lado de la habitación lo alarmaron lo suficiente. Por segundos, pensó en intrusos que venían a atacar a Miguel. Se dirigió a la habitación, abriéndola dificilmente con una de sus patas (Otra cosa que odiaba de esta forma), Hiro gruñó al no encontrar un alegre Miguel.

Miguel se hallaba ahí, en medio de la habitación y encima de su cama, escondiendo su rostro en el espacio de sus piernas pegadas al pecho. Miguel sollozó, y entre jadeos tristes era que se rompía en llanto.

El Hellhound caminó hasta la orilla de la cama, posó las primeras patas delanteras en la linde y se apoyó en ellas para dar un brinco a la cama. Acercándose al Rivera para darle de lenguatazos y hacerle saber que ya lo había encontrado en esa forma.

—Hiro ...—Miguel se alarmó de sentir los lenguatazos del Hellhoun encima.

Trató de alejarse, pero el peso de Hiro sobre él le impedía hacer algún movimiento. Miguel notó el cuerpo de Hiro demasiado cerca de suyo, sus mullidas patas y esos ojos que estaban sobre él. Al fin fue consciente de su alrededor, Hiro estaba encima de la cama sin dejar su labor de lamerle para hacerlo sentir mejor.

Miguel retrocedió hasta toparse con la cama, pero Hiro igual lo siguió.

—Bajate —le ordenó, aunque no era una orden tan sincera.

Aún así, Hiro no se movió del lugar, estuvo quieto, esperando que Miguel se apoyará en él cómo cuándo solía darle este tipo de problemas.

—Demonios ...—susurró el Rivera, sonriendo tristemente.

El guardián le da una lamida sobre la mejilla triste, queriendo eliminarle cualquier rastro de lágrimas. Le gusta más cuándo Miguel está sonriendo y no se está torturándose así.

—A veces extraño mucho a mi familia...

Lo sé.

—Y me siento un poco...

Solo, lo sé.

—Solo...

Pero yo estoy aquí Miguel.

Y así fue, por minutos la compañía de Hiro estaba presente hasta que sintió los nerviosos dedos que se encierran alrededor de su pelaje y Miguel entonces lo atrajo con fuerza. Hiro se dejó ahí, sintiendo a Miguel abrazarlo con fuerza y enterrar su rostro en él.

—Quiero estar así.

Está bien, sé que eres un llorón. Así que no le diré a nadie.

A Hiro le gustaba estar en esta forma, excepto cuándo veía a Miguel así.

A veces, sólo a veces a Hiro le gustaría tomar una forma más humana para poder abrazar a Miguel y ayudarlo a lidiar con esta tristeza.

Porqué era un perro guardían y no podía ver a su amo así.

Notas finales.

¡Gracias por leer hasta aquí! Es muy sencillo, pero fue lo que se me ocurrió con emociones. Espero poder explotar mejor esta idea uwu)/ Mi segundo aporte de la week y decidí jugar con la emoción de la tristeza y la frustración.