Disclaimer: Este fic participa en el concurso "Mi pareja especial" celebrado por los Amortentia Awards.

Pareja: Draco Malfoy y Hermione Granger.

Palabras asignadas: Verano, fuego, verde, rosa y libro.

Recomendación musical: "Holocene", de Bon Iver.

NA: Había escrito cerca de cinco mil palabras para participar en este concurso cuando decidí descartar mi idea original y empezar otra. No puedo evitarlo, soy una inconformista. Espero algún día terminar ese one shot y subirlo en otra ocasión.

Por cierto, estaré actualizando "Y volar" y "Trato hecho" muy pronto. Muchas gracias por la paciencia :) Espero que os guste esta pequeña historia, que está dedicada a Bianca (CygnusDorado en Fanfiction) por tan bellas portadas y por siempre sacarme una sonrisa. ILY babe.


I


Hacía tiempo que Draco no tenía una de esas noches en las que se levantaba sobresaltado y bañado en sudor, pero lo sucedido la noche anterior había hecho que su sueño volviera a ser tan vívido y desagradable como en los primeros años después de la guerra. Se había incorporado en la cama debido a la intensidad de la pesadilla, despertándose en ese mismo instante con los latidos de su corazón taladrándole el pecho desde dentro. Trató de recuperar el aliento tomando una gran bocanada de aire, pero no fue hasta que se levantó y se lavó la cara que empezó a asimilar lo que había pasado. Sus ojos estaban fijos en el agua, que seguía corriendo a medida que recordaba el terror que había inundado su cuerpo al escuchar aquellos toques en su puerta la noche anterior. Hacía seis años que no recibía ninguna visita, seis años desde que había decidido aislarse por completo de la sociedad. Sus padres estaban en Azkaban, sus amigos nunca se habían preocupado por encontrarle y los hechizos que había puesto en la zona evitaban que muggles curiosos rondaran cerca de su casa, ¿quién iba a estar llamando a esas horas? Ahora sabía que se trataba de la última persona a la que hubiera esperado encontrar en el porche aquella noche de verano.

Volvió a la habitación y se vistió sin prisa, abrochándose los botones de la camisa casi con parsimonia. ¿De verdad tenía que salir ahí fuera? Lo sopesó seriamente durante unos segundos, luego sacudió la cabeza y abrió la puerta con decisión. Echó un vistazo al sofá, cuyos cojines estaban amontonados y hundidos en un lado con un pequeño bolso de cuentas sobre ellos. Se percató entonces de que en una de las esquinas del pequeño salón de su cabaña había un vestido de novia arrugado y con los bajos sucios. Parecía que lo habían tirado allí de cualquier manera, y aunque no lo había presenciado podía decir que lo habían hecho casi con rabia. La había escuchado llorar durante buena parte de la noche, cuando seguramente ella pensaba que dormía. No había logrado conciliar el sueño hasta altas horas de la madrugada, por eso no le extrañaba haberse despertado cuando la luz del sol ya entraba con fuerza por las ventanas. Suponía que podía ser cerca del mediodía. Recorrió la estancia con la mirada, pero la puerta abierta al final de la misma le indicó que la persona a la que buscaba estaba en el exterior. Caminando sigilosamente llegó hasta allí, y apoyando una mano en el marco de la puerta contuvo la respiración al verla.

Estaba de espaldas a él, dejando caer el peso de su cuerpo en la barandilla del porche. Vestía una camiseta blanca y unos pantalones vaqueros que le quedaban algo holgados. Contemplaba con detenimiento el idílico paisaje que se alzaba ante ella. Un pequeño lago entre montañas y una infinidad de árboles rodeándolo todo. Se veía verde mirara donde mirara, y el tranquilizador canto de los pájaros se escuchaba casi por doquier.

—Este lugar es muy bonito —dijo ella de repente. Draco se sobresaltó al escuchar su voz, el corazón dándole un vuelco en el pecho. Trató de pensar en qué momento se había dado cuenta de que estaba allí.

Sin saber muy bien qué decir, decidió romper el silencio diciendo lo primero que se le vino a la mente.

—Te dije que podías convertir el sofá en una cama.

Hermione se giró lentamente, viéndolo a los ojos por primera vez desde que había llegado. Draco pudo ver la humedad en sus mejillas a pesar de que era evidente que había tratado de limpiar sus lágrimas.

—Anoche no tenía ganas de hacer magia —respondió—. De hecho, no tenía ganas ni de existir.

El hombre se miró los zapatos, visiblemente incómodo. Recordar el momento en el que la había visto allí de pie vestida de novia hizo que se le revolviera el estómago. Habían pasado siete años desde que terminó la guerra y seis desde que quedó completamente libre de los cargos que se le imputaban gracias a desertar en el último momento. Al no quedarle nada en el mundo mágico tras la excarcelación de sus padres y después de lo traumático que había sido para él pertenecer al bando equivocado, había decido alejarse lo suficiente como para volver a encontrarse. Lo único que quería era poder volver a mirarse en el espejo sin ver a un monstruo en el reflejo, y para eso sintió la necesidad de retirarse. Seis años llevaba sin tener noticias de nadie, y aunque no le molestaba la soledad, lo peor durante todo ese tiempo definitivamente fue acostumbrarse a su ausencia. El sentido común le había dicho que ella seguramente ya habría rehecho su vida, pero eso no lo hacía más fácil. Encontrarla allí vestida de blanco, con el cabello alborotado y una expresión de dolor en el rostro fue sin duda un golpe bajo a sus sentimientos.

Draco volvió al presente al verla apretar un poco los labios. No sabía cuánto tiempo llevaban mirándose en silencio, pero se atrevía a decir que el suficiente como para que la sensación de incomodidad se extendiera entre ellos de manera inevitable. Tenía muchas preguntas para ella, pero sabía que tendría que hacerlas en los momentos adecuados. Empezaría por la más sencilla.

—¿Quieres un té?

—Te lo agradecería.

El hombre asintió y se dio media vuelta, dirigiéndose a la cocina. El concepto abierto del interior de la cabaña hacía que Hermione pudiera verlo perfectamente desde fuera. Draco ya había hecho que una tetera se llenara de agua y empezara a hervir con magia cuando ella entró y se sentó en la única y pequeña mesa que había. El rubio agitó su varita e hizo que un par de tazas volaran hacia la mesa, luego las cucharillas, y por último el azúcar y un plato de galletas. Una vez al mes bajaba al pueblo muggle más cercano para hacerse con provisiones, y aunque el sabor industrial de la mayoría de aquella comida no podía compararse con lo que él estaba acostumbrado, finalmente terminó aceptando que nada volvería a ser como antes. Ahora no tenía elfos domésticos que le cocinaran en cualquier momento.

Hermione observó a la tetera inclinarse sobre su taza y verter el líquido verde en ella. Luego echó una cucharada de azúcar y empezó a removerlo sin apartar la mirada de su contenido. En ese instante solo se escuchaban sus respiraciones y el sonido que hacía la cuchara en el fondo de la taza.

—Gracias por dejar que me quede —murmuró ella trascurridos unos segundos.

—Nadie sabe dónde vivo —dijo Draco con cautela—. ¿Cómo me encontraste?

La mujer esbozó una media sonrisa, pero desapareció tan pronto como dejó de remover su té. Se llevó la taza a los labios y dio un pequeño sorbo. Dejó que la calidez del líquido reconfortara su interior antes de responder.

—¿De verdad pensaste que el Ministerio iba a dejar de seguirte la pista tan rápido?

—No te entiendo.

Ella elevó un poco sus hombros a modo de respuesta.

—Te tuvieron vigilado durante un par de años, pero después de comprobar que lo único que querías era tener un retiro espiritual decidieron que ya no eras una amenaza para nadie. Personalmente me opuse a esta medida, pero todavía había demasiadas personas que no se fiaban de ti.

—¿Me estás diciendo que hay personas que saben exactamente donde estoy a pesar de que mi intención al venirme a vivir aquí era justamente la contraria?

Ella no respondió y Draco se hundió un poco en su silla. Su ceño se había fruncido levemente y sus pensamientos ahora se remontaban al momento en el que había pensado que era un hombre libre a la salida de su vista en el Ministerio. Al parecer había estado equivocado todo ese tiempo. Era un poco frustrante, pero finalmente se obligó a aceptarlo. No podía cambiar el rumbo de las cosas, ni siquiera el de sus propias acciones pasadas. Que lo hubieran estado vigilando solo era una consecuencia directa de sus errores, y hacía tiempo que había aprendido a perdonarse. Además, según ella ya no habría nadie espiándolos en ese momento. Se irguió en el asiento y cogió una galleta.

—Supongo que uno nunca es plenamente consciente de lo que sucede a su alrededor —dijo antes de darle un bocado. La masticó unos segundos y bebió un poco de té para bajarla—. Esa era mi intención al venir aquí. Empezar a ver las cosas como realmente son, y no a través de los ojos de mis padres —dejó la galleta mordida sobre la mesa y echó un rápido vistazo al vestido de novia al otro lado de la habitación antes de levantarse—. Puedes quedarte todo el tiempo que quieras, seguro que en este sitio logras encontrarte.


¿Me dejas un review? :D
Cristy.