Este es mi primer fic de EMDT, y obvio tenia que ser acerca de MI mujer Irene AQuienNadieLastimeNiDañePorqueNoVeanLaBroncaQueLesCae 😂 desde ya comento que soy argentina así que disculpen cualquier error o inconsistencia respecto al lenguaje. Espero guste, esto es corto pero sirve a modo de "preludio".

Mimi.


Había sido un día largo. Y ella estaba exhausta; sólo quería entrar a su casa, agarrar cualquier cosa comestible que le pudiera quitar el hambre y ser ingerido rápidamente, para luego meterse en su cama. Esa cama cuyo lado derecho llevaba vacío bastante tiempo ya. Dejó su bolso en el sofá, se quitó los tacones ahí mismo y fue hasta la cocina. Agarró una manzana y mientras daba el primer mordisco, escuchaba al cielo crujir. Venía la tormenta. Qué linda va a estar la cama hoy, y encima es sábado.

Y otra vez, la cara que tanto añoraba volver a ver comenzó a fijarse delante de sus ojos. Su perfume se sentía, como si hubiera estado ella ahí hace poco. Como si nunca se hubiera ido. Irene extrañaba a su esposa. Y hoy, más que de costumbre, más de lo que se permitía sentir. No sabía muy bien por qué, pero quizás el clima horrible que hacía esa noche la ponía melancólica y llorona. Su esposa, sí, aún lo era. Y ojalá la pudiera llamar así toda su vida. No han hablado desde el día en que ella se fue de la casa, cuando Irene la llamó y Nuria le dijo que no entendía absolutamente nada, que sentía no conocerla y que necesitaba pensar. Sola. Lejos.

Eso fue hace casi dos años. Irene se pregunta por qué mierdas no la ha vuelto a llamar. Por qué ha sido tan cobarde. Nunca, Irene? En serio? Pero qué carajos, mujer… Y así dices amarla? La manzana se ha quedado flaca sin donde morder. Ella sigue parada junto a la isla en la cocina. Con la misma sensación de trance que tiene desde hace unos minutos, da un par de pasos y arroja la manzana a la basura.

Apaga las luces. Camina hacia su cuarto; enciende la luz de noche, se quita el vestido. Pero se queda parada frente al espejo mirándose el cuerpo. Lleva su mano derecha hacia su cabello y se quita el broche que lo sostiene; la melena le cae sobre la espalda. Se sigue mirando, se observa. Las estrías? Siguen igual. No hay ni una más. Se quita las bragas negras que usó hoy. Camina hacia el vestidor, abre la puerta y agarra ese camisón blanco que le encanta. Mañana no va a trabajar, quiere dormir tranquila.

Hace frío, huele la humedad del ambiente.

Por fin se mete a la cama. Esa sensación tan hermosa de las cobijas haciendo presión sobre su cuerpo, calentando su piel. Frota sus piernas una contra la otra, las sábanas están frías. Mira hacia su lado, y el vacío que ve le pesa como -ahora que lo piensa- nunca le había molestado antes. Y esta vez no tiene nada que ver con el sexo, en absoluto. No se relaciona con eso ni por asomo.

Irene extraña. Extraña lo que tuvo alguna vez, la contención y la automática empatía que su esposa tenía para con ella. La constante seguridad de que el universo podía estallar en ese segundo, pero no iba a estar sola, no le iba a importar, no le iba a molestar. Que estallara, pues, qué más da.

Hace años que eso se acabó para ella, y detesta la debilidad que le provoca el admitirlo aunque sea para ella misma, pero no puede aguantar más. Irene se siente sola… se siente sola.