Parejas secundarias: Ninguna
Rating: T
Género: Romance, drama, leve violencia.
Advertencia: Universo Alterno, un poco Ooc, One-shot muy largo.

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Ella lo esperó, pero al final decidió ir por él.
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- ¡Largate, no quiero ver tu presencia! - Exclamó Izraf, vizconde de la familia Vampire, a su pequeña hija, Gelda. La pequeña niña simplemente hizo una reverencia para salir corriendo de la oficina.

Gelda caminó por los pasillos de la mansión pensando en lo que acababa de pasar... Ella solo le había pedido jugar con él o su prima, quien estaba ocupada con sus estudios, o eso le había dicho. Nadie en este lugar le interesaba estar con ella.

Algo herida, Gelda se dirigió a la cocina donde tomó un pequeña canasta con bocadillos que había tomado sin permiso. Decidida de divertirse, la pequeña niña salió sin problema de la mansión y decidió aventurarse por el bosque.

Se detuvo por unos momentos al ver la cerca que delimitaba su jardín. - No debes ir más allá de la cerca, sino los demonios te comerán. - Le había dicho su niñera, pero a Gelda le entró la curiosidad y pensó que no habría problema pues nadie la buscaría si se perdía por unas horas.

Con canasta en mano, Gelda brincó la cerca y se adentró por el profundo bosque. Después de 45 minutos, la pequeña suspiró algo preocupada. - Es oficial, estoy perdida.

La niña se sintió triste. Su familia no la buscaría hasta que hayan pasado dos días, a ellos no les preocupaba su presencia. Gelda comenzó a pensar en qué hacer para regresar a casa mientras abría su canasta y sacaba un pan para tranquilizarse, cuando escuchó un ruido.

- ¡¿Quién está ahí?! - Exclamó algo asustada, pues pensó que esto se merecía ella por ser una mala niña. Gelda simplemente comenzó a comer su pan, después de todo moriría por su tonto sentido de "diversión ".

- ¡Te tengo! - De un arbusto, sale un niño con espada en mano. El chico era más pequeño que Gelda, su apariencia era muy tierna... Al menos eso pensaba la niña.

El niño de cabellos negros y ojos verdes la miraba con sorpresa por dos razones. Una, no pensaba encontrar a una persona por estas áreas. Dos, era la niña más linda que había visto en su vida. Él, Zeldris, no creía ver a una humana comer una pieza de pan con mucho ánimo.

Gelda algo confundida, sacó otra pieza de pan y se la aventó. Zeldris lo tomó para mirarlo con sorpresa. - Oye, sabes qué... ¿Dónde se fue?

Gelda había aprovechado su distracción para correr por su vida. La niña no sabía que hacer, por lo que pensó que huir sería buena idea. Corría como podía, pues las ramas no eran de gran ayuda hasta que tropezó y cayó contra el suelo.

- Oye, ¿estás bien? - Preguntó Zeldris con preocupación. Gelda al ver su rostro, se sintió como una tonta. Él llevaba su canasta y le tendía la mano con atención a ella.

- Pensé... Pensé que me lastimarías... - Dijo Gelda un poco temerosa al tomar su mano, fijó su mirada en la espada que se encuentraba en su funda. - Yo...

- Lo siento. Ver a alguien apuntándote con una espada no es muy grato... - Comentó Zeldris con vergüenza. Gelda al ver que el niño estaba apenado, ella sonrió y le dio un abrazo en forma de agradecimiento.

- Muchas gracias... - Gelda dijo suavemente para sorpresa de la chica, Zeldris se sonrojó mucho por el contacto y su agradable trato, que ya no pudo hablarle. - Soy Gelda, ¿tú eres?

- Zeldris... - Murmuró el niño avergonzado. Él sintió como Gelda le tomaba la mano.

- Sé que esto puede sonar algo atrevido, pero... ¿Te gustaría comer conmigo? - Dijo Gelda con algo de esperanza, pues por fin había encontrado a alguien que la mirara de frente.

Zeldris simplemente asintió mientras tomaba asiento junto a la niña que acababa de conocer. Poco a poco empezaron a entablar un conversación. Gelda se sentía feliz y Zeldris libre. Ambos habían encontrado una persona con la cual interactuar sin presión.

Aunque de apariencia Zeldris se veía menor, él era mayor que Gelda por un año. Eso quería decir que el pequeño niño tenía 8 y ella 7.

- ...Y entonces, yo golpeé a Cusack. Él realmente no se lo esperaba. - Exclamó Zeldris con emoción, Gelda rió ante la ocurrencia del niño. - Corrí como si hubiera un mañana.

- Pobre. ¿No te fijaste si estaba bien? - Preguntó Gelda ante la idea de que su maestra hubiera salido herido, pero Zeldris negó con una sonrisa, aliviando un poco a la niña.

- Yo no puedo causarle ningún daño a él o a Meliodas... Son muy fuertes. - Zeldris murmuró con cierta amargura. Se sobresaltó un poco al sentir la mano de Gelda en su hombro.

- Estoy segura que en un futuro, tú serás igual de fuerte que ellos. - Le dijo Gelda con mucha confianza, cosa que hizo sentir a Zeldris muy feliz. Era la primera persona que se lo decía.

Por unos momentos, él pensó que si le decía que era un demonio, ella huiría del miedo. Pues a pesar de la poca convivencia de humanos con otros seres superiores como los demonios, éstos eran temerosos debido a la fuerza incomparable entre ellos. Zeldris no quería arruinar su amistad, por primera vez encontró a alguien que no sabía sobre su estatus social y eso lo hacía sentirse más libre.

- ¿Zeldris? - Habló Gelda preocupada. Él reaccionó a su nombre, sonriéndole. Estaba oscureciendo, por lo que tenía que retirarse. - Quería decirte que fue maravilloso pasar el día contigo pero tengo que irme... ¿Crees posible encontrarnos mañana?

- Sí, me encantaría volver pasar tiempo contigo. - Dijo Zeldris inconscientemente antes de darse cuenta de lo que acababa de decir. Al comprender lo que le dijo, él se sonrojó. - B-bueno, si tú quieres...

- ¡Me encantaría! - Exclamó Gelda tímidamente mientras se levantaba y comenzaba a pensar como regresar a casa. Zeldris notó eso y rió un poco, avergonzando a la niña. - ¡Oye!

Apuntado hacia una dirección, Zeldris le dijo con mucho seguridad. - Ve por ese lado, allá es dónde se encuentra una gran mansión, posiblemente sea la tuya.

- Está bien. ¿Entonces mañana a la misma hora? - Preguntó Gelda para asegurarse de su próximo encuentro.

- Claro. Si veo que tardas, yo te buscaré. Yo conozco el bosque como la palma de mi mano. - Gelda rió ante la cara de orgullo que había puesto Zeldris, confiada en su dirección, tomó su canasta y se despidió del niño.

Zeldris sonrió algo nervioso ante la partida de la niña, pues tenía miedo de qué algo le pasara. - Es una humana, no debes encariñarte... Ellos son muy frágiles... - Intentó ignorar ese sentimiento, pero no pudo. Así que siguió a Gelda desde las ramas de los árboles.

Gelda ajena a lo que pasaba, caminaba alegremente hacia su casa. Zeldris rió un par de veces al ver que la niña tropezaba pero jamas lloraba. Cuando los árboles dejaron de ser muchos, se quedó esperado en una rama. Y efectivamente, había una mansión.

- ¡Él tenía razón! - Oyó a Gelda exclamar con alegría. Miró como ella corría a una pequeña cerca, que a simple vista era un adorno pero en realidad estaba compuesta por magia que evitaba el paso de seres oscuros como él.

Cuando vio que ya estaba segura, decidió regresar a su hogar. - Espero que Meliodas no me haya necesitado esta tarde.

(1)

Gelda entró en la mansión, nadie le dijo si estaba bien o donde había estado toda la tarde. Incluso su vestido era un caos, a nadie le importó. Y por primera vez, estaba feliz de que eso ocurriera.

- Debo llevar más comida mañana... - Pensó Gelda con ánimo mientras se adentraba por los pasillos de la mansión.

(2)

- ¿Dónde estuviste, Zeldris? - El mencionado miraba con ligera preocupación a su hermano mayor, Meliodas. Éste no se veía muy contento. - Sabes que puedes salir a dónde te plazca pero avisame a dónde iras. ¿Entendido?

Zeldris asintió algo feliz, su hermano solo estaba preocupado. Meliodas era rubio y tenía un gran parecido a él, solo que sus ojos eran negros con una marca que indicaba que era un demonio. Pronto él tendría la suya.

- Entendido, hermano. - Contestó Zeldris con una pequeña sonrisa, cosa que llamó la atención de Meliodas. - Mañana también saldré a jugar al bosque... ¿Crees que haya problema?

Meliodas sonrió y le despeinó sus cabellos oscuros con cariño. - Ninguno, solo no llegues tan tarde.

- Sí. - Soltó Zeldris antes de caminar por los largos pasillos del castillo. Meliodas se vio algo curioso al ver a su hermano más alegre pero decidió que no le cuestionaría nada. Él pobre debía soportar muchas cosas.

Zeldris esperaba con ansías que llegará el mañana, ya quería encontrarse con Gelda, su nueva amiga.

(3)

Gelda caminaba por el bosque con mucho ánimo, nadie le había dicho nada por lo que podía irse sin preocupación de ser descubierta. La niña traía la misma canasta, aunque ésta pesaba más que la última vez. Al escuchar un ruido, ella se detuvo.

- ¿Zeldris? - Preguntó Gelda algo temerosa. Poco a poco se acercó a los arbustos, solo para soltar un grito al sentir algo en su hombro.

- ¡Lo siento! - Exclamó Zeldris algo preocupado, pues no había sido su intención asustarla. Gelda miró fijamente al niño antes de soltar un gran suspiro. - En serio, no era mi intención.

Gelda algo confundida, dirigió su mirada al arbusto que se movía. Zeldris notó eso y se puso frente a ella en forma protectora. Cuando de la vegetación sale un conejo blanco, provocándole a los niños una sorpresa.

- ¿En serio? - Habló Zeldris con algo de molestia al verse engañado por un conejo, a diferencia de Gelda que corrió a atraparlo con entusiasmo, pero falló. - Quedate aquí, voy atraparlo por ti.

Gelda se sonrojó pero asintió mientras tomaba asiento en una gran rama de un árbol. En menos de 15 minutos Zeldris había atrapado al conejo, cosa que divirtió a la niña pues el pequeño demonio había batallado un poco en capturarlo.

- ¡Muchas gracias, es muy lindo! - Exclamó Gelda al tener el conejo entre sus brazos, lo abrazó con suavidad mientras Zeldris la observaba con cierta satisfacción. - Se nota que entrenas mucho. Quiero decir, capturaste un pequeño animal sin ayuda de alguna trampa.

Sus palabras hicieron sentir a Zeldris orgulloso de sus habilidades. Gelda le dio un pequeño beso en la mejilla, sorprendiéndolo. El sonrojo del niño fue suficiente para que ella riera.

- ¿Es normal hacer eso? - Preguntó Zeldris ante sus muestras de cariño. Sabía que los humanos eran seres muy afectuosos, pero no pensó que a este nivel.

- Por supuesto que no. Solo lo hago contigo porque... Creo que eres especial. - Dijo Gelda con sinceridad. - Yo no estoy acostumbraba a dar cariño pero contigo... No lo sé... Pero si te molesta, puedo dejarlo de hacer.

Zeldris se sintió alagado mientras jugaba con su manos, negó nerviosamente el cuestionamiento. - No, es solo que yo tampoco estoy acostumbrado a ese tipo de cariño pero cuando lo haces siento paz en mi interior.

Gelda le sonrió tiernamente, mientras le daba el conejo. De la canasta comenzó a sacar una sábana y platos y vasos, todo para hacer un pinic. - ¡Eres tan lindo!

- ¡Oye! - Exclamó Zeldris avergonzado por esa descripción, tomó un vaso y lo llenó con agua que había traído Gelda. - Pues tu eres muy linda.

- ¡Gracias! - Le agradeció Gelda. Zeldris bufo algo derrotado, quería hacerla sentir lo mismo que él y había fallado. - Y dime Zeldris, ¿eres un demonio?

Zeldris escupió el agua que había comenzado a tomar ante la pregunta de Gelda, él la miró esperando que estuviera bromeando pero ella se mantuvo calmada. - Sí, ¡¿pero cómo?!

- Soy muy observadora. - Fue todo lo que dijo Gelda. Zeldris se sintió incómodo, él había querido que ella no supiera hasta que se dio cuenta de que ella no estaba huyendo. El demonio la observó incrédulo ante su cercanía. - ¿Ocurre algo?

- Gelda, soy un demonio, tú una humana. ¿Por qué no huyes de mí? - La cuestionó al no encontrar una razón factible para que ella estuviera aquí con él.

- Ayer jugamos sin problema alguno, ayer jugué con Zeldris. Si eres un demonio o humano, sigues siendo Zeldris. - Comentó Gelda con ánimo, pero para el demonio era más que solo palabras. Ella lo estaba viendo por él mismo.

Él sonrió mientras acariciaba al conejo. Gelda era una humana muy curiosa, así que no habría problema si él interactuaba un poco más con ella. O eso era lo que creía él. El tiempo pasó y el cariño que se tenían comenzó a crecer.

(4)

Una pequeña Gelda de doce años caminaba con una bolsa negra atada en su cadera. Hoy era el cumpleaños de Zeldris, por lo que le llevaba un regalo especial. Según había leído, los demonios a la edad de 14 años eran presentados a la sociedad.

- Él ha estado entrenando duro, espero que mi regalo le sea útil en su formación. - Pensó Gelda con entusiasmo mientras caminaba por el bosque, que conocía como la palma de su mano, todo gracias a Zeldris.

Llegó a su punto de reunión, un gran viejo árbol. Siempre se encontraban aquí, por lo que decidió tomar asiento mientras lo esperaba tranquilamente. Era de mañana, por alguna razón Zeldris le había pedido anteriormente que se encontraran a esas horas.

Su familia posiblemente le iba a regañar, pues siempre se reunía con Zeldris en las tardes y en las mañanas tomaba las clases de etiqueta. Agradecía que no le tomarán tanta atención a ella, pues le daba la libertad de salir.

- Zeldris, que bueno que llegas. - Gelda exclamó con alegría. Gracias a él, ella podía sentir el poder mágico de los seres vivos e incluso descubrió que ella era capaz de hacer magia. - ¡Feliz cumpleaños!

La niña corrió a abrazar al recién llegado, quien aceptó su abrazo con necesidad, provocándole cierto desconcierto a Gelda. Cuando se separaron, Zeldris no lucía muy feliz.

- ¿Ocurre algo? - Cuestionó Gelda con preocupación, haciendo sentir mal a Zeldris. Ambos tomaron asiento en una gran raíz del árbol, el pequeño demonio aprovechó para abrazarla y ocultarse en su pecho.

Gelda apoyó su cabeza en la suya mientras correspondía su abrazo, ella seguía siendo más alta que él por lo que era usual esa posición, o al menos, era la más agradable para los dos.

- ¿Zeldris? - Murmuró su nombre confundida por las acciones del niño. - ¿Está todo bien?

- Gelda... Ya no nos podremos ver. - La Vampire se congeló ante su declaración y esperó a que continuara, pensando que era una mala broma.

Pero al no ver negación o algo parecido, Gelda soltó un sollozó. - ¿Hice algo malo?

- No, Gelda. Todo lo contrario, has hecho que mi vida tuviera un significado. - Zeldris la soltó para mirarla a lo ojos, se arrepintió. Jamás había visto a Gelda llorar, incluso cuando ella se caía no soltaba ninguna una lágrima. Verla en ese estado lo hacía sentir miserable. - Ya he alcanzado la edad para comenzar mi entrenamiento. Eso significa que no podré verte otra vez...

- ¿Ni una sola vez? - Preguntó Gelda con esperanza, que se derrumbó al ver a Zeldris negarlo. - No... No quiero...

- Yo tampoco, pero así lo dicta la estúpida ley de los demonios... Seré "libre" hasta que tenga 18 años, o al menos eso espero. - Comentó Zeldris con amargura, su hermano le había advertido que una vez que entra al entrenamiento no hay vuelta atrás. - Es por eso que debemos olvidarnos.

- ¡No! - Exclamó Gelda con tristeza mientras se alejaba de él con molestia. Entonces reflexionó un poco sobre sus palabras. - ¡Puedo esperarte!

- Gelda... - Intentó Zeldris recriminarle, no quería hacerle una falsa esperanza. - No creo que sea justo para ti.

- No. Yo te esperaré, no importa el tiempo que pase; yo te esperaré. - Dijo Gelda con tanta devoción y ternura, que hizo sentir a Zeldris vulnerable. Ella le sonrió tiernamente mientras se acercaba a él. - ¿Y sabes por qué?

Zeldris negó. - Gelda...

- Porque te amo. - Gelda lo dijo con tanta ternura, que logró que Zeldris comenzara a llorar junto a ella.

- Así que esto es amar. - Pensó Zeldris amargamente mientras apoyaban sus frentes, él no quería alejarse de ella. Él quería permanecer a su lado. - Yo también. Te amo... ¿En serio me esperarías?

- Claro, lo juro por mi vida. - Sonrió Gelda, quien había dejado de llorar para besar la mejilla de Zeldris con dulzura. - Cuando nos volvamos encontrar, te besaré como lo hacen las personas grandes...

Zeldris se sonrojó pero soltó una carcajada ante ocurrencia de Gelda. - Estaré esperando con mucho gusto.

- Supongo que pediste que fuera temprano para ir a celebrar tu cumpleaños con tu familia. - Comentó Gelda acertadamente, pues Zeldris asintió. Ella de su bolsa sacó un mango de espada, sin filo ni nada; solo era eso y una funda que se ajustaba a éste. - Feliz cumpleaños.

Zeldris lo tomó con sorpresa, Gelda siempre le sorprendía con los regalos. Esta vez era una espada especial para demonios, pues el usuario producía materia oscura para hacer su filo. - ¡Es genial!

- Me alegro que te guste. Al principio creí que me habían estafado, una espada sin filo; para nosotros, los humanos, es algo tonto. - Dijo Gelda con cierta vergüenza. - Pero leí un poco sobre ustedes. Y ahora sé que son capaces de hacer materia oscura.

- Sí... ¿Sabes qué, Gelda? - Habló Zeldris decidido, llamando la atención de la niña. - ¡Me convertiré en el mejor espadachín de todo mi clan, solo por ti!

Gelda sintió sus mejillas arder, cosa que enorgulleció a Zeldris. Adoraba verla en ese estado. Hubo un momento de silencio, que el demonio aprovechó para reflexionar y darse cuenta de algo.

- Cuando nos volvamos a ver, me gustaría que estemos juntos pero que fuera para siempre. - Zeldris amarró su espada sin filo en su cadera para buscar algo en sus bolsillos.

- ¿Cómo esposo y esposa? - Preguntó Gelda con sorpresa y timidez, emocionándose al ver a Zeldris asentir.

- Te iba dar este anillo como regalo adelantado de cumpleaños, pero creo que es mejor que lo usemos para sellar nuestras promesas. -Zeldris se acercó a Gelda y le mostró un anillo con una piedra roja. - Es mágico, se ajustara a la persona que yo diga su nombre. También te protegerá de ataques demoníacos.

Gelda tímidamente estiró su mano hacia Zeldris, quien la miró algo confundido, causándole algo de gracia a la niña. - Se supone que el caballero debe ponerlo en mi dedo anular.

- Los humanos sí que son raros. - Comentó Zeldris con gracia. Él tomó la mano de Gelda y colocó el anillo en su dedo. - Gelda Vampire, prometo ser el mejor espadachín para estar a tu lado.

- Zeldris, prometo esperarte... Incluso si me toma toda mi vida. - Habló Gelda con emoción antes de sellar su promesa con un abrazo.

- Volveré por ti... - Susurró Zeldris con cariño. - Así que por favor, vive por mí.

(5)

- Siéntete feliz de que te estemos dando esta oportunidad. - Habló Izraf con misericordia mientras se alejaba de Gelda, quien lo miraba con amargura.

A sus 19 años, Gelda comprendió que las personas te olvidan o se deshacen de ti cuando ya no eres necesario. Con cierta alegría, veía a su padre subirse al carruaje y alejarse del lugar al que había dejado a su hija pudrirse. Una dama tomó su equipaje y la joven la siguió con cansancio.

- Llegaste a buen tiempo. Dentro de una semana vendrán unos demonios a escoger damas para sus soldados. Por tu aspecto, tal vez tengas suerte. - Comentó la señorita, debía admitir que Gelda era hermosa. - Pobre, si tan solo no hubiera sido tan rebelde, no habría acabado aquí.

Gelda apretó sus manos, ella no debía estar aquí. Ella debió haber estado en su mansión un poco más... Eso era lo que pensaba con esperanza. - Zeldris...

- Ésta es tu habitación. Te recomiendo que no te acostumbres a estar aquí. - Dijo lo señora mientras dejaba el equipaje de Gelda en la habitación. Sin ni siquiera despedirse, salió y cerró la puerta con seguro.

Gelda miró a su alrededor, no era lujoso pero tampoco era un cuchitril. Caminó hasta la cama y tomó asiento, pensó en cómo su familia se había deshecho de ella tan fácil.

Ella había estado negando matrimonios y lo seguiría haciendo. Al ver esa actitud, su familia la desheredó y la mando a este tipo de convento que preparaba a jóvenes para casarse con demonios. Era una especie de trato que los demonios habían ofrecido para evitar saquear ciudades y obtener mujeres, al parecer ellos tenían problemas con la reproducción en su clan.

Tomó la vieja almohada que estaba en la cama para gritar y golpearla con amargura. Lágrimas traicioneras cayeron, Gelda se sentía frustrada, derrotada y devastada. Zeldris jamás vino por ella... Pero aun así, ella lo seguía esperando.

- ¿Por qué, Zeldris? - Lloró en silencio. Entonces un pensamiento paso por su mente. - Puedo buscarlo, Zeldris entró a entrenamiento porque él sería un soldado... Al menos eso recuerdo. Él no me habló mucho sobre su familia.

Otro pensamiento cruel y desgarrador vino a su mente. - Y si él murió... ¡No, Zeldris es muy fuerte! El me prometió que sería el mejor...

Miró su mano derecha, un hermoso anillo con una piedra roja hacía sentir a tranquila y salvo a Gelda. Así que esperó una semana hasta encontrar la manera de ver a Zeldris.

Fue la semana más larga que había vivido, ni siquiera los años que estuvo esperando a Zeldris se le comparaba. Y el gran día llegó. Gelda se arregló de la mejor manera posible, obligaba por las ancianas del convento.

Mientras caminaba por los pasillos, notó a varias chica tristes y asustadas, que al igual que ella, se encontraban muy bien arregladas. Gelda y el grupo de damas llegaron a una gran sala, en ella estaban las líderes del convento y dos hombres de gran poder mágico, eran demonios.

- Tengo que lograr entablar una conversación con uno de ellos dos. - Pensó Gelda con determinación, al ver los dos demonios. Uno era alto y delgado, poseía unos largos bigotes; el otro era un anciano rechoncho de apariencia débil. - Los dos son muy peligrosos, incluso el anciano a pesar de que su apariencia no lo deja ver a simple vista.

- Muy bien, señoritas. - Habló con ánimo la líder, mientras era recibida por miradas de odio de parte de la jovencitas. - Sientase orgullosas de haber sido escogidas por los del clan demonio.

- Soy Cusack, y el es Chandler. - Se presentó el bigotudo mientras señalaba a su colega. Gelda se sorprendió al oír esos nombres, eran los maestros de Zeldris y su hermano. - Mis subordinados los guiará a sus carruajes que les enviara a su destino, cada una se le ha seleccionado su pareja.

Un montón de demonios comenzaron a guiar a las chicas, aunque en realidad las estaban llevando a la fuerza. Gelda intentó acercarse a los demonios humanoides.

- ¡Oigan! - Gritó Gelda inútilmente, pues Cusack y Chandler seguían hablando con la líder del convento y los otros demonios no la dejaban acercarse. - ¡Dejenme!

Fue cuando un demonio la empujó contra el suelo que la hizo enojarse, pero fue el grito de dolor de una de las jóvenes que eran llevadas hacía fuera del salón que la hizo arder de la ira. La pobre chica lloraba mientras era golpeada por los demonios.

Gelda levantó su mano contra ellos y tronó los dedos, llamas rodearon a los demonios que habían lastimado a la joven. Estos comenzaron a gritar de dolor, llamando la atención de todos.

Cusack y Chandler notaron eso, y se miraron con curiosidad. La líder del convento estaba asustada, pues no entendía lo que estaba pasando. Gelda corrió a auxiliar a la chica, quien la abrazó con necesidad.

La chica se levantó y comenzó a huir junto a las demás. Un demonio se presentó frente a Gelda para golpearla con materia oscura, la Vampire se quedó paralizada. Nadie vino a salvarla, ni los demonios humanoides ni los guardianes del convento.

Cuando vio el golpe frente a su rostro, el demonio fue arrojado lejos de ella para consternación de Cusack y Chandler, pero en especial para Gelda.

- También te protegerá... - Gelda miró con sorpresa al anillo brillar, para luego abrazar su mano con dulzura. Zeldris siempre la había cuidado, incluso si no estaba presente.

- ¿Cómo una humana como tú, tiene en su poder ese anillo? -Exclamó Chandler con sorpresa e incredulidad. Cusack le amenazó con una espada, pero a Gelda poco le importaba. Ella había obtenido su atención.

- ¡Quiero ver a Zeldris! - Exclamó Gelda decidida, sorprendiendo aun más a los demonios. Cusack bajó su espada pero mantuvo su mirada en ella. - No voy a a decir nada hasta ver a Zeldris.

Chandler y Cusack se miraron antes de dirigirse a los demás demonios. - Lleven a las demás humanas a sus destinos, nosotros nos encargamos de ésta.

(6)

- Estoy viva. - Pensó Gelda con alivio, debido a la adrenalina no se había puesto a reflexionar sus actos. Le había ordenado a dos demonios de alto rango y había salido ilesa. Chandler usó teletransporte y habían llegado a un castillo. - ¿Será aquí donde entrenan a los demonios?

- Siguenos. - Habló Cusack serio, aunque la humana no le daba mala espina. Era raro ver a una capaz de poseer poder mágico y no solo eso, ese anillo que poseía era único.

Los demonios avanzaba con normalidad por el lugar, para Gelda era espectacular. Jamás pensó estar en un castillo. Cuando notó que se detuvieron, la humana sintió su corazón estremecerse al sentir el poder mágico de Zeldris.

Ahí estaba él, su rostro y todo había madurado pero seguía siendo más bajo que ella, cosa que le causó gracia. Un montón de demonios lo miraban con respeto, Zeldris los estaba entrenando. Gelda notó que estaba usando la espada que le había regalado.

- Aquí está el joven Zeldris. Ahora queremos que nos repondas... ¿A dónde fue? - Dijo Chandler, siendo respondido por Cusack al señalarle a Gelda caminar por las tropas. - El joven Meliodas está presente, si esa chica causa un caos, nosotros seremos castigados.

- Estoy seguro de que algo interesante va a pasar. - Mencionó Cusack con cierta curiosidad.

Gelda caminó con una combinación de sentimientos en su interior hacia Zeldris, quien hablaba en una legua rara. Pero eso no le importaba a la chica, él se veía tranquilo mientras ella había estado sufriendo por su culpa.

Zeldris notó como Meliodas, desde el balcón cambio de rostro, miró hacia donde estaba su mirada y sus corazones saltaron de la emoción. Era Gelda, su dulce y hermosa Gelda.

Ella se había vuelto más hermosa en todos los sentidos. Él, el verdugo del clan demonio y líder del grupo de demonios más poderosos, se quedó sin palabras al ver a su amada frente a él. Zeldris observó a Gelda sonreírle con ternura mientras sus manos viajaban a sus mejillas para atraerlo contra sus labios.

Gelda lo estaba besando dulcemente en los labios, era una experiencia que jamás pensó sentir y una de las cuales estaba seguro que no se cansaría de repetir. Zeldris miró anonado a la bella humana al romper su beso.

Todos los demonios de alto mando, los 10 mandamientos, sus maestros e incluso Meliodas y su esposa, miraban con sorpresa a Zeldris, quien sonrió con ternura a finalizar el beso.

- Gelda... - Fue lo único que Zeldris pudo decir antes de callar ante la cachetada que la mencionada le había propinado. Nadie podía creer lo que acaba de ocurrir, el segundo príncipe demonio había sido besado y golpeado por una humana.

Él seguía desconcertado ante el cambio de miradas de Gelda, primero una amorosa y luego una llena de molestia.

- ¡Eres un tonto! - Gritó Gelda mientras su mirada de ira cambiaba a una llena de dolor y tristeza. Sus mejillas comenzaron a humedecerse ante las lágrimas que brotaban de sus ojos. Zeldris se sintió miserable.

Los demonios presentes estaban listos para asesinar a la humana que hirió a su comandante, incluso Meliodas sacó su espada para atacar. Pero todos se detuvieron ante las palabras de Zeldris.

- Si alguno de ustedes la toca, lo asesinaré con mis propias manos. - No alzó la voz, pero sus palabras destilaba frialdad y era una advertencia que se haría realidad si alguien lo desafiara. Su mirada era oscura y asesina, además de que su marca era irregular.

Todo el mundo tembló ante la advertencia de Zeldris, quien cerró los ojos para tranquilizarse. Miró con suavidad a Gelda, quien seguía llorando en silencio. Se acercó a ella y le levantó, solo para abandonar el lugar con ella en brazos.

Llegaron a una habitación del castillo, donde Zeldris cerró la puerta con algo de magia y tomó asiento en la cama, aun con Gelda en sus brazos. - Lo siento.

- Te esperé, Zeldris. - Dijo Gelda con amargura mientras intentaba escapar del abrazo del demonio. - Día y noche pensaba en ti.

- Yo también. - Comentó Zeldris con culpa.

- Pues se notaba en tu raro discurso. - Bufo molesta al ver que no podía liberarse de su abrazo.

- Gelda, pensé que tú serías feliz con alguien de tu mismo clan. Estar con los de tu misma especie. - Dijo Zeldris con cansancio. - Era lo mejor para ti.

- No, lo mejor para mí... Era estar a tu lado. - Habló Gelda con tranquilidad, mientras se quitaba el anillo y se lo daba a Zeldris. - Pero supongo que es lo que no quieres.

- ¡No! - Exclamó Zeldris con recelo mientras profundizaba el abrazo. - Te amo, Gelda. No ha habido un día en el que no pensara en ti.

- Si es así. Entonces casate conmigo. - Murmuró Gelda con una pequeña sonrisa al ver que Zeldris la seguía queriendo.

- Gelda. No sabes quién soy yo realmente. - Intentó Zeldris advertirle.

- Eres Zeldris, un demonio que me ama y que le encanta las espadas. Admira a su hermano y maestro. Cree que los conejos son uno doble cara y que odia que toquen lo que es de él. - El demonio se sonrojó por su descripción. Gelda por fin correspondió su abrazó. - Te amo a ti. No a lo que tu estatus social indique, incluso si eres un demonio.

- Gelda... - Sonrió Zeldris con dulzura. Ella era lo único que lo completaba. - Te amo...

Se besaron una vez más, solo que esta vez fue con necesidad. Zeldris le colocó el anillo en su dedo anular mientras se arrodillaba frente a Gelda.

- Gelda Vampire, ¿te casarías conmigo? - Zeldris sonrió al ver a su amada llorar de la alegría. - Yo, Zeldris, segundo príncipe del clan demonio, actual verdugo del clan, líder del grupo más tendió de demonios y el mejor espadachín del reino; juró estar a tu lado por toda mi vida.

Gelda sonrió mientras lo jalaba para abrazarlo con ternura para luego reaccionar con sorpresa. - ¡¿Eres el segundo príncipe demonio?!

Zeldris rió ante la inocencia de su futura esposa. La besó para calmar su sorpresa e inquietud. Supongo que tendría que decirle que era el segundo demonio más poderoso del clan y que había asesinado a su padre para obtener su poder.

Pero todo eso se lo explicaría luego con calma. Él solo quería seguir abrazándola y besándola todo el día.

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N/A: Hola a todos. Esta historia es una mezcla de todas las ideas que tuve sobre esta pareja. ¡Ya quiero verlos en el manga! ¡Esta espera me está matando! Pero fuera de eso, me gustaría hacer una segunda parte de una historia, me refiero a estos one-shots sobre esta pareja. Sientase libre de opinar cuál historia les gustaría, me sería de gran ayuda.

¡Gracias por leer y que tengan un bonito día!