Disclaimer: The story doesn't belong to us, the characters are property of S. Meyer and the plot belongs to LyricalKris. We just translate with her permission.

Disclaimer: La historia no nos pertenece, los personajes son de S. Meyer y la trama de LyricalKris, solo nos adjudicamos la traducción.


Do The Right Thing

Autora: LyricalKris

Traductora: Yanina Barboza

Beta: Melina Aragón


Epílogo: Buena fortuna

La vista del puente Golden Gate desde el parque Golden Gate era impresionante.

Bella levantó su cámara, contemplando la vista privada que le pertenecía a ella y solo a ella. Edward estaba de perfil, su cabeza girada hacia la vista de la bahía y su cabello ondeando en la ligera brisa. A pesar de que Liam estaba a salvo en su mochila portabebés, sus piernas regordetas pateando con entusiasmo por estar fuera en un lugar nuevo, la mano de Edward estaba extendida protectoramente sobre su estómago.

Era una imagen hermosa, no solo por la vista icónica detrás de ellos, sino porque Edward y Liam eran definitivamente padre e hijo. Era cierto que el cabello de Liam era marrón donde el de Edward era bronce, pero se paraba exactamente de la misma manera. Sus labios también estaban ligeramente fruncidos, la expresión exacta de Edward en el momento en que ella tomó la foto.

Alertado por el clic de la cámara, Edward se volvió, con la boca curvada en una amplia sonrisa cuando la vio. Liam, cómicamente, imitó la expresión de su padre, sus patadas se volvieron más fervientes mientras le balbuceaba en su lenguaje de bebé.

—Auch. —Edward hizo una mueca. Él alborotó el cabello de Liam—. Tranquilo, amigo.

—Liam, ¿estás golpeando a papi? —le preguntó Bella a su hijo, haciéndole cosquillas en la planta de los pies solo para escuchar sus risitas.

Girándose ligeramente, Edward puso a Bella debajo de su brazo para que todos estuvieran mirando hacia la bahía.

—Entonces, ahora que estamos todos aquí, ¿finalmente me perdonarás?

En Navidad, seis meses antes, Carlisle y Esme le habían regalado a Edward y Bella boletos de avión a San Francisco para ellos y el bebé, fechados para después del final del semestre escolar. Edward había adivinado, correctamente, que sería la única manera de lograr que Bella aceptara unas vacaciones familiares por las que él pagó.

Por supuesto, Bella no era tonta. Ella sabía exactamente quién los había puesto en una situación así y él recibió un regaño cuando llegaron a casa. Ella se había ablandado un poco cuando él le explicó que era tanto para él como para ella.

Nunca has viajado, así que esta no es una experiencia que sea una repetición, algo que hayas olvidado. Es completamente nueva para ti. Déjame viajar contigo —suplicó—. Elegiremos lugares en los que nunca he estado.

—Nunca estuve enojada contigo —murmuró ella, estirándose para tomar su mano.

—No —dijo él con cariño—. Hiciste un buen trabajo al fingirlo entonces.

Ella le hizo una mueca, resistiendo el impulso de sacar la lengua.

—Tengo que mantenerte alerta, Cullen. No hay descanso para los malvados.

Su expresión era dudosa.

—¿Has estado poniéndote al día con la música de nuevo?

—El dinero no crece en los árboles.

—Porque, en realidad, no debes basar la actualización de tus gustos musicales en lo que Emmett te dice que escuches.

Ella solo le sonrió.

—¿Quieres decir que los Backstreet Boys no están de moda otra vez?

Edward suspiró y miró a su hijo.

—Tendremos que esperar que hayas heredado mis gustos musicales en lugar de los de tu madre. Entonces, ¿qué sigue en la agenda?

Bella repasó la lista que habían recopilado de cosas que les gustaría hacer en San Francisco.

—Plaza Ghirardelli —dijo ella con decisión.

—Buena decisión —asintió Edward con falsa aprobación—. Liam solo ha pasado por dos cambios de ropa hoy y ya es casi mediodía.

~0~

Alrededor de una hora y media más tarde, estaban llenos de helado y, aunque Edward no tenía idea de cómo Liam se había metido algo en la boca después de todo lo que acababa de limpiar del cuerpo de su hijo, el bebé estaba lleno de energía.

—No sé si llevarlo a la playa sea una buena idea —dijo Bella, mirando con desconcierto mientras trataba de salirse de los brazos de Edward—. Si lo metemos en el agua, estará a medio camino hacia Japón antes de darse cuenta de que no puede nadar.

Edward solo se rio entre dientes, colocando al bebé en su cadera cuando se negó rotundamente a ser puesto en su portabebés.

—Deberíamos sacar el cochecito del auto —sugirió Bella.

—Está bien por ahora —dijo Edward, agitando su mano libre—. Lo tengo.

Algunas personas decían que estaba loco, al preferir mantener a su hijo en un portabebés cuando salían así, atado a él o en sus brazos como lo estaba ahora. Sin embargo, Edward no había olvidado lo que se sentía estar a un solo latido de perder todo y mantenía a su familia lo más cerca posible. En este momento, Liam era lo suficientemente joven como para dejarlo.

Bella, por supuesto, era una historia diferente.

Si hubiera podido, la habría envuelto en sus brazos, asegurándose de que ninguno de estos extraños que los rodeaban pudiera lastimarla. Siempre estaba vigilando. Incluso cuando estaba de descanso, divirtiéndose, estaba alerta.

Pero si esa era su carga, un bajo nivel de paranoia porque había estado tan cerca de no tener nada de esto, entonces era algo que soportaba con gratitud. Supuso, en muchos sentidos, que sus cicatrices de la terrible experiencia que habían atravesado eran tan profundas como las de Bella. Ella enfrentó sus desafíos con gracia. Lo menos que él podía hacer era tratar de ser razonable.

Sin embargo, tan pronto como ella se había puesto en el hombro la pañalera de Liam, él le tomó la mano, prefiriendo que al menos estuvieran tocándose mientras salían a la plaza llena de gente.

Ellos deambulaban. Edward sonrió cuando Bella se detuvo afuera de un salón de té, un restaurante especializado en fiestas de té, mirando con una sonrisa un tanto melancólica en su rostro. Por dentro, se permitió imaginar que tendrían otro bebé en el futuro, uno que eligieran juntos, sin sorpresas ni complicaciones. Amaba a su hijo con un grado de ferocidad aterrador, pero una niña pequeña que trajera consigo todas las cosas a las que las niñas eran propensas también sería agradable.

Le dijo a Bella eso.

Ella le ofreció una sonrisa indulgente.

—¿Quién dice que a Lee no le gustarán las fiestas de té? —desafió ella—. ¿Qué dices, Lee? ¿Quieres que te compre un juego de té? —le preguntó a su hijo, asintiendo enfáticamente.

Como el pequeño mono que era, Liam asintió convenientemente.

—¿Ves? —preguntó Bella triunfalmente.

Edward puso los ojos en blanco y volvió a tomarle la mano mientras caminaban. Era algo de lo que ya habían hablado: tener otros hijos.

Una vez, Bella, mirando a Edward con Emmett, pensó en voz alta que podría haber sido lindo tener un hermano. Cuando él le preguntó, sinceramente curioso, si alguna vez pensaba en darle a Liam un hermano o hermana, lo había sorprendido muchísimo al decirle que sí.

—Sin embargo, más adelante. Después de la escuela. Después de encontrar trabajo.

Edward estaba contento de esperar.

Por supuesto, eso era adelantarse bastante a sí mismo. Había otra cosa que quería antes de que trajeran otro niño al mundo y él había estado debatiendo consigo mismo si era una buena idea preguntar.

Parecía casi ridículo pensar que ella diría que no si él le pedía que se casara con él. Ellos eran, para él, una conclusión inevitable. Desde mucho antes de que ella se cayera por el acantilado, Edward había sabido que nunca querría a nadie tanto como a ella.

Pero la vida no era tan simple como a quién y cómo amabas.

Bella estaba mucho más segura de sí misma de lo que había estado un año antes. Ella había crecido en su papel como madre y como adulta. Ambos habían trabajado duro en su relación: aprendiendo a comunicarse y moverse como lo debería hacer una unidad que funciona bien.

Tampoco era el mejor momento. Después de que Liam nació, Bella se lanzó a la escuela con toda su fuerza, ansiosa por marcar algún progreso "adulto", sus palabras.

Por su parte, Edward tenía sus propias luchas. Antes, luchando por demostrar su valía, él trabajaba con frecuencia durante doce horas al día. Todavía tenía todos los deseos de progresar en el FBI, pero ahora, tenía una familia a la que volver en casa. Bella lo apoyaba, pero no quería caer en la trampa en la que muchos de sus colegas ahora divorciados cayeron: "hasta el final de este caso... y este caso... y este caso".

Aun así, soñaba.

Estaban pasando frente a la larga fila de vendedores ambulantes cuando una mujer asiática, mayor y vivaz, saltó hacia ellos.

—Oh, sí. Bonita pareja. Bonito niño —dijo ella, haciéndoles señas—. Vengan, tengo algo justo para ustedes.

—Gracias, pero... —comenzó a decir Edward, pero la mujer era insistente.

—¡Mira! Esto trae buena suerte —dijo, tomando la mano de Bella y deslizando un anillo en su dedo. Eran anillos simples, la mayoría de ellos hechos de una sola pieza de metal. El que puso en Bella había sido doblado en el símbolo del infinito en el centro—. Suerte, ¿ves? ¡Para siempre!

—No encaja —señaló Bella suavemente, girando el anillo en su dedo.

—Ah, espera. ¡Lo arreglo! —La mujer quitó el anillo, sacó un martillo y lo golpeó. Edward tuvo que morderse el labio para no reírse.

—¡Ahí! —exclamó la mujer, volviendo a poner el anillo en el dedo de Bella. Ahora encajaba perfectamente y la anciana sonrió satisfecha. Tomando un anillo que se veía igual, ella agarró la mano libre de Edward—. ¿Ves? Tú coincides. Muy afortunado. Dieciséis dólares por ambos.

—Bueno, ese es un pequeño precio a pagar por la suerte —acordó Edward, alcanzando su billetera.

Por encima de la cabeza de la mujer, Bella puso los ojos en blanco, pero le sonrió con cariño, articulando la palabra: "inocente".

La alegre mujer les agradeció efusivamente, les prometió nuevamente que los anillos les traerían suerte mientras los llevaran y les dijo que regresaran para verla. Ella les informó que muchas personas que habían comprado sus anillos de la suerte regresaron y le contaron cómo habían ganado la lotería o entrado en alguna otra área del éxito.

Cuando estuvieron fuera del alcance del oído, Bella sacudió la cabeza hacia él.

—Mira, temía que usaras este viaje como una excusa para poner un anillo en mi dedo —se burló de él—. ¿Pero un anillo de ocho dólares? Creo que me estafaron.

—Este es el símbolo del infinito, Bella —le informó él seriamente, reajustando a Liam en sus brazos—. Te guste o no, supongo que ahora estás atrapada conmigo. Además, es de suerte. ¿Recuerdas?

Ella se detuvo, tirando de él hacia un costado para que no detuvieran el flujo del tráfico, y envolvió sus brazos alrededor de su cintura. Se tomó un momento para besar la nariz de Liam, respondiendo a su balbuceo de bebé, antes de ponerse de puntitas para presionar un tierno beso en los labios de Edward.

—¿Puedo decirte algo? —le preguntó ella en voz baja.

—Por supuesto. Cualquier cosa.

—Sé que no lo sabía al principio, pero cuando me desperté contigo, ya era la mujer más afortunada del mundo —dijo con sinceridad—. Y me alegro de que te quedaras el tiempo suficiente para dejarme entender eso por mí misma.

Levantó su mano libre adornada con su anillo, acunando su mejilla, inclinándose para besarla más en serio hasta que su hijo protestó en voz alta por ser ignorado. Sabiendo que estaba siendo cursi, pero en realidad sin poder evitarlo, él acercó su mano a sus labios, besando el nudo infinito en su nuevo anillo.

—Sé que nuestro tiempo juntos es finito —murmuró él, mirándola a los ojos—. Pero te amaré por siempre.

Ella podría haberse reído de él, pero no lo hizo. En cambio, su cara se sonrojó, sus labios se levantaron en una sonrisa complacida y cariñosa.

—Yo también te amo —dijo en voz baja—. Por siempre.

Con lo mucho que su vida había cambiado, cómo ella cambió y evolucionó continuamente en el último año, Edward supo que no era una promesa que Bella hiciera a la ligera.

Se reunieron con la multitud, una familia de tres en una ciudad de millones, en un mundo de miles de millones. Todos tenían una historia. Las suyas, Edward sabía, mientras vivieran, se escribirían juntas.


¡Hola!

Y así llegamos al final de otra historia. ¿Qué les pareció?

Muchas gracias por acompañarnos en esta historia, si le quieren agradecer a la autora, ya saben que en EFF encuentran opciones. Las esperamos en nuestra próxima traducción que vamos a publicar pronto.

Muchas gracias por los comentarios en el capítulo anterior: Tecupi, cavendano13, Annie Cullen Swan-Tudor Boleyn, rjnavajas, saraipineda44, Liz Vidal, Klara Anastacia Cullen, piligm, Maryluna, Yoliki, Adriana Molina, alejandra1987, carolaap, Jade HSos, freedom2604, patymdn, somas, Lady Grigori, miop, bbluelilas, jupy, Tata XOXO, Karina, nydiac10, Lizdayanna, Fallen Dark Angel 07, Bianca24fer, Adriu, liduvina, Lissette, Alexandra Nash, aliceforever85, torrespera172, cary, Nadiia16, Karina y los Guest.

¡Hasta la próxima traducción!