Hinata

―¡Oh Dios! Todo esto luce verdaderamente genial ―dijo una voz tras de mí, giré y sonreí a Tenten que miraba boquiabierta nuestro stand de la miniferia para la carrera de Gastronomía en el auditorio de la universidad. Me había matado por esto, cocinado como nunca e investigado para que mi presentación final fuese perfecta, las ojeras en mi cara y el pelo aplastado eran el resultado.

Levanté los brazos y tiré del coletero que tenía en la muñeca, atándome el cabello y luego colocando el gorro blanco sobre mi cabeza. Mi grupo y yo escogimos la comida mexicana, y por la cara de Tenten mientras devoraba un taco de longaniza, estoy segura de que nuestra calificación será muy buena. El éxito de esta feria representaba un 35% de la nota final, por lo tanto, no era de extrañar que pasara tan ocupada y apenas pudiera intercambiar un par de mensajes con mi novio.

Sonreí como idiota, joder. Tenía que acostumbrarme a la idea, no podía ir por la vida con esta estúpida sonrisa.

―Delicioso, Hinata ―exclamó Tenten luego de chuparse los labios―. Estoy segura de que tendrás calificación perfecta. Esto sabe cómo manjar de los dioses.

―No sabes cómo me alivia eso, Ten ―suspiré―, la profesora Kanna traerá jueces y estoy muy nerviosa.

El lugar se empezó a llenar de estudiantes, profesores y administrativos, así que me puse manos a la obra. Teníamos muestras para dar a cambio de que escucharan la receta y sus orígenes, sabía todo de memoria, por lo tanto, controlé un poco mejor mis nervios. Tenten a un lado mientras hacía mi trabajo junto a mis compañeras me aliviaba el ambiente.

―Osh, ahí viene ―dijo mi amiga un rato después, arrugué la frente cuando la vi voltear los ojos.

Giré la cabeza y vi a Naruto acercarse a nuestro stand. Se me aceleró el corazón. Estaba acompañado por Shikamaru y se veía tan guapo que sentí mis rodillas derretirse. Una preciosa sonrisa se dibujó en esos labios enloquecedores y me guiñó el ojo.

Listo, recójanme.

―¿Es malditamente en serio, Hinata? ―gruñó Tenten cuando vio que prácticamente me escurría hasta ser un charco en el piso.

―Digas lo que digas, no puedes negar el pedazo de hombre que es ―Volví a suspirar, esta vez en conjunto con mis compañeras, que al unisonó, estuvieron de acuerdo conmigo.

Muchas cabezas se voltearon a verlos, no podía negar que Shikamaru también es demasiado atractivo y ambos caminando tranquilamente en línea recta era un espectáculo imposible de negar. Sentí mi ego subir un poco porque el rubio delicioso es todo mío.

―Cierto, pero todavía no olvido lo que te hizo ―gruñó ella otra vez―. No sé cómo hiciste para perdonarle tan rápido.

Encogí los hombros y me sonrojé más cuando se detuvo frente al stand. Se peinaba el cabello con los dedos, pero eso lo hacía lucir tan sexy y despreocupado, como si dijera que no necesitaba de nada más porque sexy ya era.

Toda la jodida razón del mundo.

―Hola ―dijo. Shikamaru a su lado movió la cabeza en señal de saludo; le correspondí.

―Hola.

―Te ves cansada, bruja ―murmuró tocándome la cara.

Tuve que retener el impulso de frotarme contra su mano, no sabía en qué momento me había convertido en su dócil gatita.

―Ha llevado mucho trabajo.

Miró alrededor y sonrío a mis compañeras.

Un suspiro colectivo inundó el stand; Tenten gruñó, la miré y le tiré una mirada glacial. O sea, sí amiga sé que me amas y que estoy pendeja, pero ya déjame con mi pendejez. Si algo pasa gustosa aceptaré tu te lo dije.

―Se nota, todo luce muy bien ―alabó Shikamaru.

― ¿Quieren probar algo?

―Claro ―dijeron al mismo tiempo.

Los guie a las mesas y describí cada platillo, explicándole que escogimos la comida mexicana por su gran diversidad de platos típicos y variedad de salsas para acompañar. Naruto y Shikamaru escucharon atentamente, y de vez en cuando, mi novio me daba pequeños toques en la mano, el brazo o el codo.

Agradecía ese contacto; me calmaba.

Al final, los dos degustaron un par de tacos, unos chongos zamoranos y una probada de pozole.

Sin darme cuenta, habían llegado más personas al stand; mis compañeras se veían atareadas y por lo que veía, tendríamos que cocinar más.

―Todo está delicioso, Hinata. Felicidades.

Sonreí a Shikamaru.

―Gracias.

―Te estaré esperando afuera ―dijo Naruto. Asentí sonrojada, no nos habíamos visto y ya lo extrañaba, a veces los mensajes no eran suficiente, quería sus abrazos y sus besos. Un día lluvioso, acostada con mi novio viendo una película o algo, mientras estuviese a solas y en paz con él, sería feliz. Leí el mismo anhelo en sus ojos y quise besar esa boca con todas las ganas que contenía, pero antes de parpadear siquiera, sus labios estaban en los míos.

Fue un beso rápido, pero el sentimiento que me transmitió calentó mi pecho. Nos dedicamos otra sonrisa antes de que se fueran a dar otra vuelta por ahí.

Sacudí la cabeza, moví los hombros y me concentré en atender a las demás personas que continuaban llegando. Ya tenía motivación suficiente para torturar mis pobres pies.

Estaba atardeciendo cuando por fin terminó mi día; agotada hasta los dientes. Habíamos limpiado, acomodado y desechado todo antes de desmontar el stand. Realmente esperaba que los jueces me calificaran bien, aunque por la cara de un par, juraba que, en lugar de mis chilaquiles, estaban comiendo mierda. Aunque bueno, ya me habían advertido que algunos eran así y que no me dejara llevar por sus caras.

Me acomodé bien la chaqueta y me subí la bufanda hasta la nariz, hacía frío. Salí del auditorio por la entrada lateral y enfilé el pasillo que llevaba a la explanada de la universidad. Sentí cálido cuando vi a Naruto esperándome, recostado a un edificio con la mirada fija en el celular. Su exquisito perfil, de mandíbula fuerte y labios llenos era casi perfecto, pero lo que más me gustaba era su estilo, su porte regio y seguro.

Justo en ese momento su cabeza giró en mi dirección, como si me hubiese sentido. Sonrío y sentí a mis propios pies reaccionar a esa visión, soltando los frenos para abalanzarme sobre él y besarlo hasta el cansancio, no obstante, la mirada de Naruto se oscureció en el preciso segundo en que era rodeada por un par de brazos fuertes.

―¡Hina! ―exclamó una voz conocida y bienvenida. Miré sobre el hombro a Sai, que como yo, lucía terriblemente cansado.

Correspondí a su abrazo, feliz por verle después de tantos días.

―Sai, me has asustado ―Solté cuando me aparté.

―No era mi intención ¿ibas a alguna parte?

―Sí ―gruñó Naruto apareciendo atrás de mí. Sus manos sostuvieron mis hombros, apartándome un poco de Sai. Si no hubiese visto la mirada asesina que le estaba lanzando a mi amigo, me hubiese reído al pensar que se sentía celoso o algo.

Sin embargo, crep que así era.

―Hinata viene conmigo, así que lo siento por ti si eso arruina tus planes.

Eché un poco la cabeza hacia atrás por la rudeza de su tono. Sai quedó boquiabierto, hasta que una lenta sonrisa maliciosa adornó su bello rostro.

―Oh ¿de verdad? ―murmuró. Conocía ese tono, iba a divertirse a costa de Naruto―. ¿Y a dónde iban?

―A mi departamento a fo...

― ¡A una cafetería! ―dije en voz alta, interrumpiéndolo. Le tiré una mirada de ¿estás loco? ―Muero de hambre y se me apetece un café, así que íbamos por algo.

Sai enarcó una ceja y Naruto me tiró dagas con los ojos. Mi amigo por poco y se echa a reír, Naruto celoso era un espectáculo que moría por ver.

Así que con toda la malicia del mundo dije: ― ¿Quieres venir, Sai?

―Por supuesto, hace días que no te veo ―respondió él mirando a mi novio.

Por poco y suelto la carcajada. De todos modos, tampoco estaba mal que me divirtiera a costillas de Naruto ¿no? Merecía probar un poco de su propia medicina.

―Pero ¡qué mal educada soy! ―farfullé, agitando las pestañas―. Naruto, él es Sai, mi mejor amigo. Sai, él es Naruto, mi novio.

―Mucho gusto ―Sai le tendió la mano.

Naruto la tomó y apretó con fuerza, sorprendiéndome un poco él que Sai no reculara ni un paso y más bien, le devolviera el apretón.

―Mucho gusto ―siseó lentamente.

Ah, en esta vida todo se devuelve ¿no?

―Entonces... ¿ustedes están saliendo? ―preguntó Sai una vez tuvimos nuestros sándwiches y cafés frente a nosotros. El brazo que me estaba rodeando, se posó en mi hombro, apretando. Miré a Naruto de reojo y vi esa mueca que Sakura juraba que Sasuke siempre hace cuando está celoso; cabeza hacia atrás, ceja enarcada y trompa torcida; por algo son amigos este par.

Rodé los ojos y asentí a Sai.

―Así es ―contestó Naruto por mí―. Ya puedes ir dejando de coquetear con ella...

― ¡Naruto! ―grité, horrorizada―. ¿Qué diablos te pasa?

―Las amenazas salen sobrando, amigo ―dijo Sai, bebiendo tranquilamente de su tasa de café, tan elegantemente que hasta envidia me dio―. Hina es mi mejor amiga y así será siempre.

―Sai no es necesario que te expliques ―Mi mejor amigo me guiñó un ojo, enfureciendo más a mi novio.

―Claro que no, solo estoy aclarándolo.

―Sé sincero ―interrumpió Naruto―. ¿Te gusta Hinata?

Enrojecí de vergüenza.

―Oh Dios, esto no está pasando ―Me froté el puente de la nariz.

―Obvio que no, si alguien ha de gustarme entonces serías tú.

La mano de Naruto se congeló sobre mi hombro. Contuve una carcajada, mordiéndome los labios. Lentamente llevé mi mirada a mi hermoso novio, y ahí sí que no pude contener las ganas de reír. De pronto el silencio que llenó nuestra mesa se vio opacado por mis estridentes carcajadas; Naruto estaba rojo, con los ojos abiertos de par en par y con la mandíbula casi tocando su regazo.

Juro que esa no se la esperaba.

― ¿Quieres decir qué...? ―susurró, enrojeciendo tanto como lo hago yo.

Reí más fuerte.

―Sí, soy gay ―Y para rematar le guiñó un ojo.

Naruto se estremeció, de ese tipo de estremecimiento que sufres cuando algo extraño te roza el pie.

―Ay Dios ―exclamé riendo, ya hasta mi estomago dolía―. Ay Dios, no puedo...

Naruto me soltó, rojo como una remolacha.

―Joder ¡qué no es gracioso! ―Me reclamó, muriéndose de verguenza. El karma existe, bitches.

― ¡Sí lo es! ―Me tiré viento con las manos―. ¡Estabas celoso, todo este tiempo estuviste celoso y Sai...! JAJAJAJAJAJA...

―Maldición.

Tomé una servilleta y me limpié las lágrimas, luego abracé a Naruto y besé su mejilla.

―Eres un celoso todo tierno ―murmuré con los labios pegados a su piel. Soltó una pequeña risita y giró la boca, besándome y abrazándome con ternura. Abrí los ojos y vi a mi amigo sonriendo, sintiéndose feliz por mí.

Nos separamos y él extendió el brazo sobre la mesa, Sai sonrió y apretó su mano, sin fuerza de por medio y con sonrisas sinceras pintadas en sus labios. Sentí tan bien, mi novio y mi mejor amigo, dos de las pocas personas que significan tanto para mí.

―Siento mucho...

―No te preocupes, suele pasar ―musitó Sai sin dejar de sonreír―. Además, tengo a mi novio, no hay nada que temer de mí.

―Me siento como un idiota... ―murmuró él al soltarse―, pero me alegra saber que Hina tiene un amigo, estuviste para ella cuando yo no y aunque es cierto que me moría de celos, al menos sé que no la dejaste sola.

―Es la mejor chica que podrás conocer, así que cuídala mucho ¿entendiste? ―advirtió mi amigo―. Que sea gay no quiere decir que no sé dar un buen derechazo.

―Debidamente advertido, amigo ―Naruto volvió a abrazarme―. Aprendí la lección, sé que otra como ella no existe, y la amo... mucho.

Suspiré, derritiéndome. Rodeé su cuello y le volví a besar.

―Eres el mejor novio, te amo.

―Y yo a ti, bruja ―Volvió a pegar sus labios a los míos.

―Demonios, mírala. La perdimos...

Naruto y yo nos reímos en medio de nuestro beso. Era feliz y no podía ocultarlo, amaba a un chico maravilloso que me correspondía, la vida no podía ser mejor.

Una vez el sueño me atacó, Naruto me llevó a su casa. Estuvimos un rato en la bañera; llena de agua caliente y burbujas, y lavó cada centímetro de mi cuerpo. Fue tan relajante que casi termino dormida sobre su pecho.

Con una toalla extremadamente suave me secó y luego me vistió con una de sus sudaderas. Mis párpados pesaban y la consciencia se me iba por momentos, murmurando cosas que hacían a Naruto reír, parecía ebria.

Me tendió sobre la cama y cerró las cortinas, y cuando ya estuve a punto de dormirme, sentí sus manos embadurnadas con algún tipo de crema sobre mis pies y pantorrillas.

Suspiré de alivio cuando empezó a masajear mis pobres y adoloridos músculos, enamorándome con su forma de cuidarme. Al final, me puso unas medias gruesas en los pies y me cubrió con su sábana.

Sonreí agradecida cuando besó mis labios y mi frente.

―Descansa, brujita. Lo hiciste bien hoy.

Lo último que vi fue como se acomodaba a mi lado y pasaba su brazo bajo mi cabeza, atrayéndome a su pecho con cuidado, y prendía la televisión.

Me acomodé mejor y abracé su abdomen, durmiendome con esa estúpida sonrisa que con nada ya podré borrar.

Bueno, ya se viene el último drama y la historia se acaba, pero de que estará bueno, lo estará

Nos leemos!