III

WALKING IN A WINTER WONDERLAND

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Butch estaba algo consternado por el rubor y el nerviosismo de Buttercup… ¿Eso significaba, a caso, que ella gustaba de él?

–No puede ser, no, no, no… –decía una y otra vez, tratando de convencerse a sí mismo.

Recostado en su cama, escuchando música, trataba de analizar lo sucedido con ella y, por consiguiente, consigo mismo. ¿Por qué se ponía tan nervioso si no era él quien tenía sentimientos por el otro? ¿Sería que se estaba poniendo en su lugar? Era muy probable, Dios, muy probable.

Bufó fuerte, pasó ambas manos sobre su rostro.

–Por favor, que ella no se enamore de mí…

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–¿Es necesario que vayamos?

Mojo miró a Butch con el ceño fruncido, sin poder creer lo que le estaba preguntando.

–Obviamente que es necesario –dijo–. Hace poco que ya pude formar parte de la sociedad científica de Utonium, el que nos haya invitado a cenar es un lujo que no puedo rechazar así como así.

Bufó y terminó de arreglar su cabello mientras iba a su habitación.

Los chicos estaban ahí, terminando de vestirse, al verlo entrar tan molesto, no pudieron evitar preguntarle.

–¿No quieres ir? –dijo Boomer.

–Es que no entienden –se defendió de inmediato–. Si yo le llego a gustar a Buttercup…

–¿Qué pasa si le gustas a ella? ¿No es algo genial? –preguntó Brick–. Es tu mejor amiga, te asegurarías buenos momentos con ella. Deberías darle una oportunidad…

–Chicos, a mí sí me gustó Buttercup… Hace un tiempo atrás eso sí.

–¿Y nunca se lo dijiste? –Butch negó con la cabeza ante la pregunta de Brick.

–¿Por qué? –quiso saber Boomer.

–No quería… No quería que ella supiese que me gustaba… –sobó su nuca–. ¿Y si hubiese arruinado nuestra amistad?

–¡Demonios, viejo! ¡Eres más llorón que Boomer! –exclama Brick, a lo que Boomer asiente.

–¿Nunca les ha preocupado eso? –inquirió Butch.

–No se trata de si nos preocupa o no –respondió Boomer–, se trata de tomar riesgos, tomar la iniciativa… Ser valiente y esperar a ver el resultado, no especularlo.

–Butch –dice Brick–, si ella se te declara, ¿qué piensas hacer?

–No lo sé –negó el aludido–, no sé muy bien porque aún no estoy en esa situación.

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Butch iba con cierta intención a casa de los Utonium, pero esa intención desapareció cuando la vio. Quería mantenerse alejado de ella, ¡pero no podía hacerlo! Se divertía mucho con ella, se sentía tan cómodo que intentar alejarse terminaba siendo una tortura para él más que un alivio.

Cenaron juntos, el Profesor cocinaba mejor de lo que pensaban, tuvieron una conversación amena y el brindis con su primera copa de vino.

Un lujo, definitivamente.

Dieron las diez, y la gente ya empezaba a irse a la cama, excepto ahí, en la residencia Utonium, donde las luces seguían encendidas, los ánimos también y las ganas de seguir bebiendo chocolate caliente no querían irse.

–Está empezando a nublarse.

Butch alzó la mirada y vio que, efectivamente, el cielo se estaba cubriendo. No iba a ser una nevazón particularmente fuerte, pero sí iba a caer una gran cantidad de nieve. Sonrió de medio lado y asintió.

–Y nosotros seguimos aquí.

Buttercup y él eran los únicos que seguían en el patio trasero, el resto se había reunido en la sala a ver películas, mientras que Mojo y el Profesor estaban bebiendo y haciendo chistes sobre su trabajo.

–Quién iba a pensar que tu papá y el simio podrían trabajar juntos –añadió.

–Me parece genial esa idea –afirma la chica–. Es interesante.

Estuvieron en silencio por un momento, sus miradas estaban en el movimiento de las nubes, cómo ya terminaba de cubrir el cielo de Nochebuena.

–¿Es verdad que te gusta Cassie?

Butch la mira extrañado, lleva la taza a su boca, sin dejar de mirarla, y arquea una ceja.

–¿Quién es Cassie?

Buttercup se sorprende, la expresión de Butch era de una completa curiosidad.

–¿En serio? ¿No sabes quién es Cassie?

–Si lo supiera no te estaría preguntando… ¿Y de dónde sacaste esa idea de que me gustase la tal Cassie? ¡No hay nadie en mi mente!

–No importa.

–¿Te dejas llevar por rumores? ¿Es en serio?

–¡No importa!

Butch pensaba seguir burlándose, pero no, decidió mejor no hacerlo.

–En ese caso –volvió a hablar–, creo que podría decirte algo.

–¿Qué cosa?

Ella dejó la taza sobre la mesa de la terraza, se acomodó lo mejor posible para poder mirarlo bien. El corazón de Butch empezó a acelerarse. No quería, pero ya sabía con exactitud lo que estaba por ocurrir. Dios…

–Hace un tiempo que me vienen pasando cosas contigo…

"No, por favor, Buttercup".

–… y la verdad es que no quería asumir lo que estaba sintiendo por ti.

"No debiste darle más vueltas al asunto".

–Me gustas, Butch.

El chico apretó los labios, desvió la mirada, en tanto ella parecía aliviada por el hecho de haber sacado ese secreto que mantuvo oculto durante mucho tiempo.

–¿No dirás nada?

Pero se mantenía callado, no la miraba directamente a la cara.

–Butch…

–Lo siento… No estaba preparado para eso…

–Tampoco espero que me correspondas –dice sonriendo– ni que me digas algo… Solo no podía callarlo por mucho tiempo más –suspiró.

Butch agachó la cabeza, Buttercup solo lo miraba con suma admiración.

–Es un poco cliché, ¿no? –dijo la chica–. Enamorada de tu mejor amigo.

–Es bastante cliché –suspira, dio un sorbo a su taza de chocolate.

–¿Te molesta?

–Para nada… Pero si estás esperando a que yo te diga que también me gustas…

–No, no lo estoy esperando.

–¿Segura?

–Muy segura.

Para la sorpresa de Butch, el ambiente no estaba tenso, de hecho, él estaba considerablemente relajado, y Buttercup parecía estar completamente liberada, como si aquel secreto fuese tan pesado para cargar que, una vez dicho, respiró tan profundamente, sintiendo el alivio de poder ser tal y como ella quería ser con Butch: transparente.

–Oye, Butter.

–¿Mmm?

–Está corriendo viento helado, será mejor que entremos.

Ella asintió, le dio un último sorbo a su chocolate y se puso de pie. Butch caminó tras de ella, pero cuando iban a cruzar el umbral para entrar a la cocina, le tomó la muñeca y la detiene.

–¿Qué opinas sobre las tradiciones navideñas?

Aquella pregunta extrañó a Buttercup.

–¿A qué te refieres?

–Seré más específico: si estuvieras bajo el muérdago, ¿besarías…?

–¡Ah! ¡A esas tradiciones! Pues las sigo, las sigo.

Suspiró y no hizo más que levantar sospechas de la chica, quien inclinó la cabeza mientras él jalaba de su muñeca para colocarla debajo del umbral.

–¿Qué…?

Y ahí fue cuando se dio cuenta. Muérdago era lo que colgaba, no le dio ni tiempo de decir el nombre cuando ya tenía los labios del chico sobre los suyos.

–Feliz Navidad.

Ella solo dijo , no fue capaz de decir nada más.

Butch le adelantó el paso, dejó la taza sobre la mesa de la cocina, Buttercup hizo lo mismo, y se encaminaron hacia la sala, donde los chicos los esperaban. Estaban dormidos, acurrucados entre los cuatro cerca de la chimenea.

–¿Y el Profesor? –preguntó Buttercup, al darse cuenta de que ya no estaba en la sala.

Escucharon risas a lo lejos, por lo que Butch apuntó con el pulgar hacia donde estaba el laboratorio.

–Sentémonos –dijo Butch, tomando asiento en el piso y extendiendo su brazo hacia Buttercup.

Ella seguía nerviosa y anonadada por lo que acababa de ocurrir, pero Butch actuaba con tanta normalidad que no sabía qué pensar al respecto. Se sentó a su lado, y él la abrazó, haciendo que apoyara su cabeza en su pecho.

–¿Solo me besaste por estar bajo el muérdago? –preguntó Buttercup en voz baja.

–Sí.

–De seguro Blossom lo puso ahí.

–Es probable.

–¿Te molestó besarme?

–Para nada.

–¿Me besarías de nuevo?

Butch la miró, pero ella no lo hacía. Hizo una mueca, la tomó por la barbilla y volvió a juntar sus bocas, pero esta vez lo hizo más lento, con más cuidado, con más cariño.

–Tus labios son suavecitos –dijo Butch.

–Gracias.

–Creo que me podría acostumbrar a besarte.

–¿En serio?

–Sí.

–¿Qué quieres decir con eso?

–Que quizás podría hacer algo para empezar a… a interesarme por ti.

–No debe ser forzado.

–Me gustaste antes –admitió–, pero nunca lo dije, por miedo a que me rechazaras.

–Eso prueba que soy más valiente que tú.

Butch suelta una risa floja y asiente.

–Totalmente sí.

–Y no me has rechazado.

–No pienso hacerlo, me siento cómodo contigo.

–¿Otro beso?

–¿No crees que te pasas?

–Es Navidad, y estamos en mi cada, puedo pedir lo que sea.

Butch miró hacia atrás, ya se notaban algunos copos de nieve cayendo, volvió a mirar a la chica, que sonreía juguetona a la espera de su beso.

–Está bien, solo por hoy…

Y Buttercup lo tomó de la nuca para volver a besarlo.

FIN


¡Felices fiestas!