Capítulo 4: Mark

Hay un puñado de chicos y chicas de más o menos la edad de Alexia esperando en la puerta de su sala de despedidas. Ahora están dentro su madre y su hermano según me informa uno de los agentes.

Me dispongo a esperar. Quiero hablar con Alexia antes de que salga y las cámaras vuelvan a grabarla. Una chica rubia con el pelo recogido en un moño alto no para de lanzarme miradas disimuladas. Le devuelvo la mirada. Tiene unos ojos bonitos, castaños y profundos. Se levanta y se coloca frente a mí, es casi tan alta como yo, aunque contando su moño tenemos la misma altura.

–Eres Mark Mils ¿no? –dice con brusquedad.

Yo asiento con la cabeza. Sé que ella sabe perfectamente quién soy, pero es una buena manera de iniciar una conversación.

–Me llamo Rye, bueno, Harriet, pero todo el mundo me llama Rye. Soy amiga de Alexia. Se cuentan muchas cosas sobre ti ¿sabes? A la gente del distrito le encanta hablar y a mí me gusta escuchar. A Alexia también, pero ella prefiere no escuchar cuando hablan de ti, ya sabes por qué. El caso es que dicen que tú no eres como Celina, que tú no descartas a nadie. ¿Es verdad?

Me habla con rudeza, como retándome a decirle que es mentira. Se nota que está preocupada por su amiga. Le pongo una mano en el hombro. Ella no se aparta, pero tampoco parece cómoda con el gesto así que la quito de inmediato:

–Voy a hacer todo lo que pueda por Alexia, Rye –le prometo.

Ella asiente, como si eso fuera todo lo que necesitara oír. Probablemente sea así. No obstante, mientras hablaba con Rye la puerta se ha abierto y por ella ha salido una persona que sé de buena tinta que no quiere oír nada de mí, pero Demelza Swift ni me mira cuando pasa por mi lado. Está llorando copiosamente y pienso en acercarme a ella y decirle lo mismo que le he dicho a Rye, pero sé que mis palabras no serán bienvenidas, así que mejor me quedo callado. Su hijo, Nev, sale detrás de ella. Él sí que me mira y en sus ojos, azules como los de Audrey, no verdes como los de Alexia, puedo ver una infinita tristeza.

Rye se separa de mi lado y encabeza la lista de adolescentes que entran a despedir a Alexia. Tiene bastantes amigos. A mi despedida apenas vinieron los cinco chicos que trabajaban conmigo y otros dos que eran mis vecinos, pero claro, cuando no tienes que pasarte el día trabajando tienes mucho más tiempo para hacer amigos.

Los adolescentes salen pasados quince minutos. Rye me dedica una mirada de advertencia, como recordándome lo que le he prometido. Le sonrío, pero ella no me devuelve la sonrisa. Tal vez no sonríe mucho o tal vez es simplemente que en este momento a nadie le apetece sonreír.

Entro en la habitación. Alexia está sentada en uno de los sofás. Mira hacia la puerta cuando entro y alza las cejas en una muda pregunta.

–soy Mark –le digo.

Ella parece tensarse al escucharme. Me pregunto si aún me guarda rencor. Rye dijo que no quería oír de mí, pero ahora vamos a tener que trabajar juntos. Espero que comprenda eso.

Me siento a su lado en el sofá.

–Yo voy a ser tu mentor.

–¿Crees que puedo ganar? –pregunta a bocajarro.

Pienso mi respuesta por unos instantes. No quiero desanimarla, pero tampoco quiero mentirle.

–Creo que puedes intentarlo. Será difícil. Lo tienes peor que otros, pero estoy seguro de que podremos hacer algo.

–¿Algo como qué?

–Veo que vas al grano. Todavía es muy pronto para tener una estrategia clara. Todavía tenemos que conocer a los demás. Tenemos que fijarnos bien en ellos porque te conviene buscarte una alianza.

Ella se remueve incómoda.

–Ya y ¿cómo se supone que debería conseguir una?

–Como te digo todavía es demasiado pronto para saberlo, pero lo más probable es que tengas que recurrir a la compasión. No frunzas el ceño. Ya he notado que no te gusta que te tengan lástima.

–No pienso mendigar una alianza –dice cruzándose de brazos.

Suspiro. No quiero ser demasiado duro con ella. Comprendo lo que está pasando, no hace tanto que yo estaba en su lugar, pero tiene que comprender que no se trata de lo que quiera sino de lo que debe hacer.

–Alexia, sé que esto va a ser duro. Vas a tener que hacer muchas cosas que no te van a gustar, pero tu prioridad debe ser sobrevivir. Ahora mismo la gente piensa que eres débil. Deja que lo piensen. Ya tendrás tiempo de demostrarles que no lo eres, pero por ahora la debilidad puede ser tu mejor arma. Haz que no te tengan en cuenta y. . .

–A Audrey no la tuvieron en cuenta y no le sirvió de nada. Los patrocinadores nunca apoyan a quien se ve débil y sin patrocinadores no voy a llegar muy lejos ¿no? Estoy dispuesta a hacer el papel de niña mona y dulce si es necesario, pero no quiero parecer una inútil.

Tal y como pensaba Alexia tiene carácter. Eso me gusta. Quizá tenga razón. Quizá podamos sorprender al Capitolio con eso. Les gustan los fuertes y también los tiernos. Alexia puede ser ambas cosas, aunque ningúna en un sentido tradicional. Podemos jugar con eso a ver qué sale. Es mejor que nada y si no, siempre podemos recurrir a la alianza por lástima.

Ella sonríe cuando se lo digo:

–Pero tienes que hacerme caso en lo que te diga. Prometo escucharte, pero necesito que confíes en mí y en que todo lo que hago lo hago para ayudarte.

Ella asiente. Sonrío. Me siento más optimista que cuando entré. Sé que no va a ser un camino de rosas, pero al menos sé que tenemos algo con lo que empezar a trabajar.