— COMO ROMPERLE EL CORAZÓN A UN VIKINGO —

Prólogo


Cuando Berk todavía era un reino. Cuando Grimbeard dominaba con cruel mano de hierro. Cuando fuera de las murallas los Night Furies volaban libres para su desespero. Cuando los príncipes vikingos Thugheart y Chucklehead esperaban con ansias a su tercer hermano.

En ese escenario se dio el nacimiento más importante para la historia del Archipiélago.

— ¡Es un varón! —el rey le gritó a su reino— ¡Un tercer varón!

Y los vikingos alabaron, gritaron de felicidad, chocaron sus cabezas y derramaron hidromiel por todas partes. El nuevo príncipe había nacido.

Era pequeño, enjuto, enfermizo, tal vez nunca sería capaz de levantar un hacha de guerra ¿pero qué más les daba? No era el heredero. Y cualquier escusa era buena para emborracharse.

Con su brillante cabecita rubia, sus pecas y curiosos ojos azules, despertaba el amor y la simpatía de todos los que lo miraban.

El tercer hijo, un simple adorno en la línea de sucesión, un príncipe dorado para un futuro dorado.

Entonces todo se vino abajo.

— Los espíritus de sus antepasados han determinado que se llamará Hiccup —dijo la chamana el día de su presentación, dos meses después de su nacimiento—, Hiccup Horrendous Haddock, el segundo.

Y todos los vikingos reaccionaron con miedo y temor, puede que hasta con asco. No había orgullo en los ojos de Grimbeard entonces. Su tercer hijo lucía el nombre de un loco, el de un traidor. Si bien Hiccup I fue el primer rey vikingo, él y su dragón fueron La Peste para su reino, uno que él había levantado de nuevo de sus cenizas con mucho sudor y esfuerzo.

— Es un error —Griembard dijo—: Un hijo mío no puede llevar el nombre de un traidor a su raza.

— Se llama Hiccup —reiteró la chamana, con calma—, así lo han decidido y nada puede cambiar eso. Grimbeard, acepta tu castigo por la muerte de todos esos dragones inocentes.

Fue ahí cuando Grimbeard montó en cólera. Odió al bebé del cual hace solo unos momentos había estado tan orgulloso y en silencio, le declaró la guerra a la pequeña criatura salida de las entrañas de su esposa.

Fue el principio del fin del reino vikingo.