El pequeño niño de diez años escuchaba la fuerte tormenta que se desataba afuera. Era una bastante sorprendente, puesto que esa misma tarde el niño estuvo trabajando en el jardín y el día fue perfectamente soleado, sin rastro de nubes. Aunque tampoco se quejaba: le gustaba mucho la lluvia, y los rayos y truenos siempre le parecieron fascinantes, y no porque tuviera una cicatriz en su frente con forma de rayo, no.

Se movió hacia un costado lentamente, escuchando los truenos y la lluvia caer. Posiblemente ya era la medianoche, pero el niño no lograba dormir. Escuchaba desde allí los ronquidos de su tío y de su primo, y si llegaba a ignorar el ruido del agua cayendo, también escuchaba el motor del refrigerador y el tic-tac del reloj de pared que se encontraba a pocos metros de su alacena. Se preguntó brevemente si podría ir a buscar algún tipo de alimento en la cocina de los Dursley que no dieran un infarto luego de un mordisco, pero desechó rápidamente el pensamiento, divertido: claro que no iba a haber comida saludable allí.

Cerró los ojos, tratando de dormirse con el sonido de la tormenta fuera, cuando un gran resplandor lo sobresaltó. Con cuidado de no golpearse la cabeza con la escalera sobre él, el niño se incorporó lentamente con una mano estirada, buscando sus gafas; se las colocó y giró su cabeza hacia la pequeña puerta de su alacena en el momento justo en que ésta se abría, y Harry definitivamente pensó que ya estaba soñando.

Frente a él, un poco inclinado para ver dentro de la alacena, había un hombre muy grande. Aunque no grande como su tío, no; este señor era grande del tipo que tenía brazos y piernas largas y con mucho músculo. Estaba vestido con una camisa blanca y un pantalón bastante elegante de color negro, con unos zapatos del mismo color bastantes relucientes. Su rostro era duro, aunque no parecía enojado ni tenso; una barba que le llegaba hasta un poco más arriba del pecho era de un color blanco plateado que hacía juego con su ondulado cabello, que le llegaba hasta los omóplatos. Sus ojos, el niño se sorprendió, eran de un azul muy profundo y muy brillante, y lo miraban fijamente.

—Hola. Tú eres Harry James Potter.— La voz de aquel impresionante hombre era grave, aunque tenía un toque sedoso que intrigó al niño.

Se encogió de hombros.— Hola, señor, sí, soy yo.— El niño pensó que si estaba soñando, no estaría tan mal el que estuviera hablando con un hombre que seguramente medía más de dos metros y que simplemente se había aparecido en la casa de sus tíos, y al parecer buscándolo.— ¿Quién es usted?

El hombre sonrió, sus manos detrás de su espalda. No estaba mojado, se dio cuenta el niño, y eso era bastante sorprendente si la tormenta que escuchaba realmente era tan fuerte.— Yo soy Zeus*. ¿No has escuchado hablar de mí, por lo que veo?— Al parecer no esperaba una respuesta, porque continuó.— Yo hoy he venido a buscarte, para llevarte con mis hijos y hermanos. Tú eres mi hijo, así que podrías decir que iríamos con tus hermanos y tíos.

—Pero mis padres murieron en un accidente, señor.— El niño negó con la cabeza, confundido. Qué sueño más extraño, aunque tampoco le molestaría dejar la casa de sus tíos. El hombre pareció leer sus pensamientos porque entrecerró los ojos, pero simplemente se encogió de hombros relajadamente.

—También podrías decir que soy padre tus padres, y de sus padres, y de los padres de sus padres...— El hombre, Zeus, le guiñó un ojo antes de retroceder unos pasos y erguirse.— Vamos, Harry James Potter. Te prometo que no te haré nada que te lastime conscientemente.— Zeus parecía muy serio mientras el niño se colocaba delante de él, levantando la cabeza para mirarlo al rostro (y sí, el niño estaba seguro que medía más que el promedio de los humanos en toda la Tierra). Le tendió una mano, sonriendo tranquilizadoramente, que él tomó aún un poco desconfiado.

—¿Eres real?

Una rica risa salió del hombre, quien asintió con la cabeza, al parecer muy divertido.—¡Claro que soy real! Aunque, viendo la situación de una forma mundana, es comprensible que pienses que no lo sea. Será divertido ver las reacciones de tus hermanos viéndote...

—¿Tengo hermanos?— Zeus y él salieron de la casa, y el niño frunció el ceño al ver que la tormenta había desaparecido. Aunque no le tomó mucha importancia en ese momento, dirigiendo su vista hacia el gran hombre a su lado. Le empezaba a doler el cuello, a decir verdad.—¿Son todos tan altos como usted? ¿Seré yo tan alto como usted?

Zeus volvió a reír, y el niño pudo percibir un poco de sorpresa en su rostro cuando volvió la cabeza para mirarlo.— Sí, Harry. Tienes hermanos, y muchos. Aunque, muy oficialmente, son pocos; pero eso no significa que sean aburridos o malos, ¿no crees? Aunque sea algunos, claro.

Harry (qué extraño sonaba escuchar su propio nombre tantas veces) asintió en acuerdo con Zeus. A él no le importaba si tenía uno o diez hermanos, le importaba que tenía hermanos. ¡Tenía hermanos! Suspiró feliz, confiando en Zeus y siguiéndole, contento ante la perspectiva de dejar a los Dursley y tener una verdadera familia. De todas formas, si Zeus en realidad buscaba asesinarlo, no tenía mucho que perder, pensó encogiéndose de hombros. Junto con el hombre se dirigieron calle abajo, saliendo de Privet Drive. Al llegar a la avenida principal, Zeus se arrodilló junto a él.

—Bien, Harry, ahora mismo te llevaré con uno de los míos que vive cerca de aquí, ¿está bien? Él es mi hermano, y él fue quien me contó de ti. Es bueno y está feliz de conocerte; yo ya tendré que dejarte, pero créeme que no será lo último que escucharás de mí, ¿está bien?

Harry asintió, un poco confundido al pensar en que Zeus iba a dejarlo en medio de la calle a media noche; pero antes de decir algo, Zeus asintió brevemente y se enderezó, hablando con voz fuerte, pero sin llegar a gritar.

¡Hades**!

Harry frunció el ceño cuando una voz resonó a sus espaldas.

—Zeus, querido hermano; veo que ya has visto al joven Harry.— El niño se giró hacia la voz, y vio a un hombre tan alto como Zeus e igual de grande, aunque el hombre (Hades, al parecer) en vez de una larga barba tenía una sombra de ella, como si hubiese sido afeitada hace poco, y su cabello era relativamente corto de color negro. Sus ojos también lo sorprendieron, pero mucho más que los de Zeus, porque mientras que los de Zeus eran de un azul puro, los de Hades eran negros con toques rojizos; él hombre estaba vestido en un elegante traje negro de tres piezas que Harry recuerda haber visto en algún momento en empresarios muy importantes.

Hades sonrió hacia él, acercándose lo suficiente como para que Harry sintiera que estaba entre dos enormes edificios, y estiró una mano en forma de saludo, que Harry aceptó rápidamente, con una sonrisa tímida.

Hola, Harry. ¿Cómo estás?

—Hola señor. Estoy bien, gracias.

Hades lo miró por completo unos segundos, y luego sonrió sarcásticamente.— Sí, estás bien. Sólo te faltan unos veinte kilos esenciales para tu desarrollo...

Hades.

Zeus.

Los hermanos se miraron desafiantemente unos momentos confundiendo a Harry, antes de que Hades riera bajo y levantara las manos en señal de paz.

Tranquilo, hombre, que sólo he venido a buscar a Harry. Tú sigue tu camino, que estoy seguro que él y yo nos divertiremos.

Zeus suspiró viendo a su hermano, pero luego tomó a Harry por los hombros y se inclinó lo suficiente como para que ambos se miraran los ojos. Él niño volvió a perderse en los brillantes ojos del hombre.

—Harry. De ahora en adelante no volverás a sufrir si mis hijos, hermanos y yo estamos allí para evitarlo, ¿entiendes?— Harry asintió, sonriendo al serio rostro de Zeus.— Morirán si osan lastimarte.— Negó con la cabeza, pero sonrió al niño.— Hades tiene mucho que explicarte, pequeño. Yo ahora me retiro, pero volveremos a vernos.— Colocó una de sus grandes manos en la cabeza del niño, su pulgar cubriendo su cicatriz. Se enderezó y guió a Harry hacia Hades, quien sonreía levemente pero miraba interrogado a su hermano.

—Bueno, Harry James Potter.— Hades le tendió una mano, que Harry aceptó sonriendo. Qué manía con su nombre completo.— Tengo una pequeña propiedad a unas calles de aquí, así que iremos caminando, y aprovecharemos un poco el viaje para responder a tus dudas, ¿qué te parece?

Ambos habían ya empezado el camino luego de que Harry saludara con la mano a Zeus, cuando se escuchó un fuerte trueno. Cuando Harry volvió la vista, Zeus ya no estaba detrás de ellos. Volvió a mirar a Hades, quien no se había inmutado.

—¿Zeus provoca las tormentas?

Como única respuesta recibió un guiño y una sonrisa divertida.

—Bueno, Harry, ¿por qué no me cuentas un poco de ti?

HP

* Zeus: Dios del cielo y Soberano de los dioses olímpicos.
** Hades: Dios del Mundo de los Muertos.

¡Hola! Ésta es una pequeña idea que tenía muchas ganas de hacer, así que espero que les guste.