Desde el Ayer

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Capítulo 1. ¡Felicidades!

Había cierto silencio expectante en el ambiente. Era como si en la solemnidad de la ceremonia, todos los presentes hubieran olvidado de pronto cómo respirar y hasta el más pequeño sonido se intensificaba en el aire, tanto, que Yoh escuchaba el carraspeo de alguien en el punto más distante a él, hacia la esquina y al fondo de la inmensa habitación. No podía verlos, pero sabía que todos los que se encontraban a su espalda estaban sentados, rígidos y distinguidos como estatuas.

La modesta multitud apenas podría ver lo que hacían allí adelante porque sólo el sumo sacerdote estaba enfrentado al gentío. Esto ocasionaba que por momentos alguno de ellos estirara decorosamente el cuello para apreciar el rostro de la joven o que otro, aburrido por la falta de espectáculo, dormitara disimuladamente.

Pero era una ocasión de festejo, la novia estaba radiante y el novio tenía un porte digno. Ambos siguieron las instrucciones del sacerdote y antes de que pudieran ser conscientes de lo que hacían, ya había terminado todo.

El aplauso eufórico de los invitados trajo a los recién casados de vuelta a la Tierra, Tierra donde Mikihisa y su esposa miraban con satisfacción a la nueva pareja, y sonreían imaginándose la vida prolífica que se acercaba. La mujer hizo un par de señas para apaciguar el festejo momentáneo, y tomando la batuta anunció a todos que era el momento de tomar las fotografías del matrimonio. Así se inició una larga procesión hacia la salida, dejando a la pareja protagonista en el fondo de la habitación, sin más remedio que esperar para salir últimos.

Entonces por un fugaz segundo y por primera vez en el día, nadie se fijó en ellos. Tal vez no tendría otra oportunidad.

-¿Estás bien? –le preguntó Yoh en un susurro. No podía ver su rostro por el tamaño algo exagerado del tocado blanco, pero hubiera deseado ver su expresión. Necesitaba saber que estaban haciendo lo correcto.

Ella asintió, muda, pero le pareció ver que temblaba un poco.

-¿Anna? –la llamó, esta vez poniéndose frente a la joven. Tuvo que inclinarse un poco para asomarse dentro de la capa que la cubría.

Ella no se esperaba ese movimiento y encontrárselo tan súbitamente cerca le provocó un sobresalto. Los ojos marrones la examinaban con cuidado, dándole unas palpitaciones que no estaba segura de poder ocultar. Pero evidentemente Yoh no estaba muy convencido de su respuesta, y Anna tuvo reaccionar rápido y dejar de lado el impacto que le causaba tenerlo a centímetros de su rostro.

-Estoy bien –afirmó, con más confianza de la que tenía en realidad.

-Pero estás…

-Debe ser el sake –le dijo rápidamente, aclarándose la garganta. -Estaba un poco fuerte.

-Pueden dejar eso para después –uno de los invitados opinó asomándose y notando cómo las dos cabezas estaban muy juntas. –Vamos, los estamos esperando.

Yoh y Anna saltaron, sonrojándose con violencia, deseando desaparecer en ese momento.


-¿Qué es lo que dice, señora Keiko? Yoh es bastante mayor como para elegir con quien quiere casarse. Si es que decide hacerlo algún día –Anna replicó divertida y con una pequeña sonrisa, sin dejar de revolver lentamente su café.

-De verdad me gustaría que seas tú, Anna –la mujer repitió y esta vez Anna se dio cuenta que la propuesta que pensaba que era un simple comentario bromista, iba en serio. La cucharita cayó dentro de su taza, y miró alarmada a la dama sentada, férrea, frente a ella.

La misma mujer que la había acogido en su familia cuando era una niña sola en el mundo. Le había dado un techo y una educación de primer nivel. Si Anna no hubiera tenido recuerdos de su madre biológica, probablemente llamaría "madre" a Keiko Asakura.

Le debía su vida. ¿Cómo decir que no?


-Lo que están haciendo es ilegal, estoy seguro.

-Hijo. Anna es un buen partido, una muchacha excelente en todo sentido, y se conocen hace muchos años. Desde que tienen… ¿cuánto? ¿tres, cuatro?

Yoh se puso de pie sin molestarse en contestar. A sus diecisiete años, no tenía altura que envidiarle a Mikihisa, y el hombre se intimidó un poco al ver a su hijo estirado en su indignación, en una postura que nunca había visto en él.

-La están obligando, lo sé. Hablaré con ella –afirmó con calma furibunda, dando un paso firme para salir de la habitación.

-No veo porqué armas este escándalo, sinceramente...

-¡Porque es una amiga, casi una hermana! –gritó el joven, perdiendo los cabales por primera vez en su vida. -Y sé que ella tiene otros planes para el futuro y casarse conmigo no está para nada en ellos. Además, apenas terminamos la secundaria. No tenemos la mayoría de edad, lo sabes bien.

-Ella dio su consentimiento –Mikihisa esquivó todos los argumentos de su hijo al blandir un papel y colocarlo a la vista para que el joven lo leyera. Yoh sintió un baldazo de agua fría cuando escuchó esas palabras, y se acercó a la invitación de su padre. Efectivamente, la firma de Anna estaba al final del extenso documento.

-¿Qué es esto? ¿Qué…? –Yoh apenas pudo terminar de leer cuando las lágrimas de furia llenaron sus ojos. –¿Por qué hacen esto?

-Nuestros bienes y renombre son preciados, hijo. Has terminado tus estudios y es hora del siguiente paso cuanto antes, es todo. Y ella quiere casarse contigo. Si no te interesa…-agregó acomodándose los anteojos- ya sabes quién es el siguiente candidato para Anna.

Cuando los ojos de Yoh se dilataron de consternación, Mikihisa entendió que su as bajo la manga había funcionado.


Estaban en el patio del templo, debajo de un gran árbol de cerezo que había decidido florecer en todo su esplendor a pesar que faltaba un día para que iniciara la primavera. Era un escenario muy común de las bodas; un hermoso fondo para retratar el hermoso momento.

Sólo que no todo era rosa como las florcitas que le caían en la cabeza. Otra vez, los invitados tenían los ojos puestos en ellos, como si fuese un circo. Entendía que eran los protagonistas del día, pero a Yoh comenzaba a molestarle tanta atención y con cada chasquido de la cámara sentía que se hacía más difícil mantener la sonrisa.

-Una más –pidió el fotógrafo. Yoh suspiró, ya les habían sacado por lo menos treinta fotos en la misma pose y en las últimas diez la espalda le había comenzado a doler por mantenerla tan tiesa. Anna debía sentirse igual, ella estaba sentada, pero podía ver que de igual forma hacía un esfuerzo por mantener su postura erecta con tantos metros de tela encima.

Un último flash y estuvieron libres. Yoh tomó la mano de Anna para ayudarla a ponerse de pie. Las plataformas que habían escogido para ella se veían indomables que incluso Anna, la estoica y regia Anna, fracasaba en el intento de moverse con dignidad.

Ella aceptó el gesto en silencio, y se encontraron de pie, frente a frente. Y a pesar de no haber nadie alrededor del árbol salvo ellos dos, Anna no daba indicios de notar la presencia de Yoh a su lado. Tenía la mirada clavada en el suelo y el tocado que le cubría el rostro solo la ayudaba a esconderse más y a hacer más difícil para él poder hablarle con normalidad.

Desde el momento que se vio obligado a aceptar el compromiso y hasta ese día, solo había pasado un mes, y todo había ocurrido tan rápido que apenas habían tenido tiempo de verse y mucho menos hablarse, a pesar de vivir en la misma casa. Le preguntó en un par de ocasiones si de verdad estaba conforme con esa decisión salida de la nada, pero Anna esquivaba su respuesta o sus padres aparecían oportunamente, interrumpiéndolos. No quería pensarlo, pero era como si trataban adrede de que no hubiera comunicación entre ellos.

Pero ahora estaba frente a él, tan cerca que las telas de los trajes pomposos se rozaban. Probablemente no tendrían un momento, un segundo, así en varias horas más. Debía intentarlo ahora.

-Si sucede algo, dímelo por favor –le insistió, como había hecho minutos atrás. No esperaba que se encontrara precisamente feliz con la situación, pero necesitaba oírlo de ella. ¿Qué había ocurrido? ¿Por qué había firmado ese papel?

Como se imaginaba, la respuesta fue nula. Al menos por un buen par de minutos hasta que su voz quieta lo alcanzó.

-Es que es muy extraño…-dijo, pero al menos salió de su escondite y emergió del tocado como hacen las tortugas. Subió la mirada e Yoh sintió la suya iluminarse.

-¿Qué es extraño? –preguntó él. De pronto no podía dejar de sonreír. –Si es por el casamiento yo…

Pero como era de esperar, no pudo pasar mucho más, porque lo que para Yoh había sido un precioso medio minuto para tener a solas con Anna, para los amigos de sus padres había sido un momento sin abrumarlo de preguntas. Su voz quedó opacada rápidamente por la de algunos hombres de traje de gala, vestidos aún más elegantes que él mismo que era el novio.

-Acabas de graduarte, ¿verdad? ¿Seguirás el negocio de Mikihisa, jovencito? Porque tenemos grandes expectativas contigo.

-Ven a la oficina algún día para hablar de algunas actividades.

-Se gana muy buen, y puedes hacerte una buena vida sin trabajar demasiado. Seguro te gustará.

Mientras, en un micro caos, Anna fue desplazada lejos del castaño y rodeada por un grupo de señoras que no paraban de darle consejos sobre la vida casera, maridos, y esa clase de generalidades. Antes de tener que responder cuántos hijos deseaba tener, pudo escapar usando una vieja e incuestionable opción.

-Debo ir al baño –dijo, sin dar lugar a ninguna respuesta.

Se encerró en el pequeño espacio junto al inodoro, agradeciendo que ninguna de las señoras haya tenido la oportunidad de preguntarle si necesitaba ayuda con el kimono y hubiera terminado allí con compañía innecesaria.

Todavía podía escuchar las conversaciones animadas allí afuera. Yoh debía estar atrapado en el centro de la multitud y sintió un poco de pena por dejarlo solo en ese enjambre, pero no es que pasaría el resto del día junto a la taza. Si lo hacía lo más probable es que alguna de las señoras terminara tumbando la puerta, sólo para aconsejarle el mejor método para limpiar la cocina…

Solo necesitaba un momento para pensar, y respirar en calma sin la presión de la mirada constante de Yoh clavada en ella.

Estaba preocupado. Maldición, había logrado preocupar a Yoh. Años intentando que Yoh se tomara en serio las cosas, como sus calificaciones en el instituto o su aspecto desaliñado, y finalmente lo había logrado, pero estaba preocupado por ella y eso escapaba de sus cálculos. Anna había fracasado en el intento de ocultar que todo estaba bien, aunque si lo pensaba mejor, Yoh no se lo creería por más que fuera una experta pretendiendo. La conocía demasiado.

Y sospechaba que él no sabía lo que había detrás de esa boda, pero ni siquiera ella lo entendía bien, ¿por qué de pronto los Asakura habían tomado esa decisión? Nunca escuchó mencionar un gramo de preocupación por el futuro marital de Yoh, al menos no frente a ellos. Ni siquiera eran usuales en esos tiempos los compromisos arreglados…ni consumar el compromiso al mes de anunciarlo…

¿Y por qué Yoh había aceptado? Si hubiera existido una imposición, él definitivamente se hubiera revelado y su actitud durante toda la ceremonia hubiese sido diferente. Pero estaba muy calmo, lo que significaba que era su deseo hacerlo…

Cuando pensó esto, las palpitaciones regresaron, e intento mitigarlas dándose repetidos golpes en el pecho, admitiendo que estaba metiéndose demasiado en el terreno donde se había prometido y jurado no pisar.

Para cuando reunió el valor suficiente para encarar nuevamente a la multitud, salió del baño y divisó a Mikihisa y Keiko no muy lejos, hablando con un par de invitados.

-Hacen una hermosa pareja –decía un hombre a quien no conocía. De seguro eran amigos de Mikihisa, como todos los presentes. Ningún amigo de Yoh o Anna había sido invitado. –Pero no he visto a los padres de la jovencita aún.

-No están aquí –se encargó de aclarar Keiko. Sus hombros se encogieron haciéndola lucir nerviosa. -Fallecieron hace mucho tiempo.

-Una pena, eran gente muy agradable –intervino Mikihisa. Y luego explicó con un suspiro de decepción, –Fue en un asalto muy violento. Verá, el delincuente estaba alcoholizado…

-Oh, que terrible.

-Fue un hecho terrible, sí. Quizás es mejor que no sea tema de conversación un día como hoy –concluyó su suegro, sonriendo ampliamente.

El pequeño grupo no se había percatado de la presencia de Anna durante toda su charla, que ahora había cambiado de tema y reían ruidosamente por algo que involucraba chocolate de Suiza y al primer ministro austríaco. Sólo Keiko dejó de reír cuando notó un par de minutos después a la joven de pie, estática y pálida, y a una distancia que le hubiera permitido ponerse al tanto de la conversación. Una alarma pareció activarse en ambas cuando sus miradas conectaron. Como cegada por el flash de la cámara, Anna parpadeó y volvió a respirar, y su primer impulso fue alejarse, abrumada y tambaleando un poco.

-Anna… –la madre de Yoh se separó del grupo, siguiéndola, y la tomó delicadamente del brazo, mirando a su alrededor por si alguien reparaba en ellas.

Con la misma sutileza, la rubia apartó su brazo.

-No iba a preguntar nada, pero ya que está aquí, me gustaría saber qué fueron esas palabras que dijo el señor Mikihisa –dijo, tratando de respirar con normalidad. Keiko intentó asirla nuevamente para tranquilizarla, parecía que le faltaba poco para que se saliera de control y lo que menos deseaba era ser parte de una escena en ese momento y lugar.

-De seguro se confundió, no fue más que eso –le cercioró suavemente. Anna escuchó el mismo tono amable con el que la mujer le deseaba buenas noches cuando era pequeña, o cuando era su cumpleaños, o la felicitaba por una buena calificación.

Pero para intentar arreglar un error como ese no necesitaría una voz suave, si no varias explicaciones.

-¿Cómo puede confundir un robo con un accidente de auto? –puntualizó Anna. Estaba tan contrariada que le era muy difícil mantener su voz en un tono discreto. No podía respirar, el aire evadía su rostro dentro de esa estúpida capa en su cabeza.

-Anna…

-¿Qué fue lo que pasó en verdad? Porque parece que…–terminó de decir lo que tenía en mente a conciencia que estaba siendo terriblemente insolente. –Parece que hay algo que me ocultan.

-No es así, de seguro Mikki…

-Sí, exacto. El señor Mikihisa que también dijo que conoció a mis padres –entonces sin previo aviso, las lágrimas se arrebataron en sus ojos. -¿Es verdad eso?

Keiko dudó su respuesta. Comenzó varias oraciones pero no terminó ninguna, y Anna consideró que era el momento de abandonar el acto.

-¿Qué sucedió? –preguntó el anfitrión cuando su esposa volvió a su lado. Había visto el leve intercambio de palabras entre ambas mujeres.

-Está por hacer algo imprudente. Haz algo.

-Yoh –Anna se acercó al joven, quien a su vez estaba rodeado de un pequeño grupo de invitados. Al llamar su nombre y entrar en escena, la gente estalló en preguntas y exclamaciones. –Debemos hablar.

Y sin más e ignorando al resto, como debió haber hecho antes, asió a Yoh del traje y lo guió hasta un extremo más apartado.

-¿Recuerdas cómo murieron mis padres? –le preguntó abruptamente. El chico abrió los ojos de la sorpresa. Su carácter había cambiado muy repentinamente, estaba exaltada e intentaba controlar el temblor de sus manos cerrándolas con fuerza.

-Un accidente de auto –afirmó él de inmediato. -¿Pero por qué…?

-¿Recuerdas cuando busqué en periódicos la noticia sobre eso, y no hallé nada?

Yoh asintió, pero sin comprender demasiado hacia donde iba Anna. Entonces ella le contó rápidamente lo que había escuchado de Mikihisa.

-¿Cómo pudo haber olvidado sobre el accidente, si me lo relató en tantas ocasiones? ¿Cómo puedo ser que no haya pruebas de que siquiera haya ocurrido? ¿Y cómo puede ser que hasta el día de hoy yo no supiera que ellos conocían a mis padres? Si, exacto –le dijo ella, cuando Yoh se mostró extrañado. -Y esta boda, Yoh –agregó, completamente resuelta a poner todas las cartas sobre la mesa. -¿Qué significa? ¿Por qué ahora?

Él la escuchó en silencio pero, como ella, estaba profundamente confundido. Así descubrió que Anna tenía la misma inquietud que él acerca de la decisión abrupta de sus padres. No podían ignorar que había demasiadas pruebas para poner en duda las acciones de los Asakura. Lo que comenzó como mala espina se había convertido en un asunto intrigante y a la vez comenzaba a asustarlo.

Pero apartando eso, debía calmarla. La sujetó de los hombros tratando de contener el temblor que la había acompañado todo el día y ahora se había intensificado. Su mirada desesperada buscaba sus ojos castaños en busca de respuestas, como si pudiera obtenerlas del chico que estaba en la misma situación que ella, desorientado y alerta, presintiendo el peligro cerniéndose sobre ellos.

No pudo hacer más que repetirle en voz baja, una y otra vez, que todo saldría bien y para asegurarle sus palabras, no tuvo otra idea que abrazarla con fuerza.

-Que tierna pareja –comentó alguien. Para cualquier testigo, sería una bonita escena de apreciar, especialmente si desconocían el trasfondo de ese abrazo. Anna se ocultó entre la frondosidad del traje ceremonial de Yoh, tanto que parecía que podría desaparecer entre los pliegues. Se concentró en la calidez de los brazos que la rodeaban por primera vez de esa forma tan intensa y protectora. Podría quedarse el resto de su vida así…

-Quiero proponer un brindis.

Volver a la realidad nunca había sido tan decepcionante. Rompieron el abrazo cuando escucharon las palabras de Mikihisa, que dio un paso al frente portando una sonrisa triunfante y una copa de champan en alto.

-Porque el camino de los Asakura es un buen camino, cuando la voluntad de las viejas generaciones se mantiene intacta –citó.

-¡Felicidades! –respondieron todos a coro. –¡Felicidades! ¡Felicidades!

A su lado, apareció Keiko, y le tomó el brazo a su esposo, brindando junto con los demás. Pero en medio del jolgorio, nadie se percató del cruce de miradas que atravesaba a uno y otro lado del grupo bullicioso. El par de adultos se encontró con el par de jóvenes como un cazador con la presa en su objetivo. Yoh buscó a ciegas la mano de su amiga, trasmitiéndole con un apretón que no podía estar más seguro en ese momento; había algo detrás de esa ridícula boda.


Él abrió su puerta cuando ella tocó, muy suavemente, para que el resto de la casa no escuchara.

Se encontraron en silencio, Anna pasó y él cerró tras ella, suspirando con pesadez. La joven se quedó de pie, en la oscuridad, sin saber qué hacer. Había entrado cientos de veces al cuarto de Yoh, pero nunca a escondidas y a las cuatro de la mañana.

Al igual que ella, Yoh se había despojado de su atuendo, y sintió alivio en reconocer nuevamente al castaño sencillo y afable, con una playera y unos pantalones cómodos, tan lejano al resto del día como si nada hubiera sido real.

Solo que no era así, por eso mismo se encontraba allí esa noche.

-Lamento todo esto –Yoh rompió el silencio. – ¿Estás bien?

Anna no contestó, miraba abstraída la colección de CD's, y los posters de Soul Bob pegados en la pared. Yoh todavía era un joven de diecisiete años, no un futuro jefe de negocios, ni la cabeza de una familia importante. Los Asakura querían darle demasiadas obligaciones al mismo joven que todavía olvidaba lavar su ropa y hasta hace unas semanas atrás le pedía ayuda para entender ciencias. Pretendían demasiado para un chico que solo aspiraba a ser eso, un chico.

Yoh no dijo nada en el momento que ella decidió observar su entorno en silencio. Anna observaba como por primera vez el conjunto de objetos personales desparramados en cada superficie libre formando el caos en equilibrio que siempre lo había caracterizado. Yoh la miraba a su vez, comenzando a pensar qué tan diferente hubiera resultado todo si se hubiera negado a la orden de su padre.

-¿Qué era extraño? –le preguntó de pronto.

-¿Mmh? –Anna levantó la mirada por primera vez, intrigada por la pregunta de Yoh. Parecía muy cansada.

-Cuando estábamos en el templo, dijiste que "era extraño"-algo. No me dijiste qué era.

Anna se las arregló para sonreír levemente.

-Tu cabello –dijo, después de pensar un momento. –Nunca te había visto peinado así.

-¡Me obligaron a peinar todo hacia atrás! Estaba horrible –alegó, avergonzado.

Definitivamente era un niño aun. Era tierno de esa forma. Se acercó a él y tomó uno de los mechones que colgaban de su frente, jalándolo gentilmente.

-Éste es tu estilo.

Su voz estaba cargada de melancolía. Se fijó entonces que llevaba un bolso colgado al hombro. No había podido verlo bien antes, pero la luz de la luna la delató cuando pasó frente a la ventana.

Anna notó que Yoh miraba su equipaje, abrumado.

-Tengo que pensar un poco –anunció, retrocediendo unos pasos de él temiendo de pronto que la cercanía entre ambos la hiciera desistir. -Y…no puedo hacerlo aquí –aclaró.

¿Qué? ¿Por eso lo había citado tan entrada la madrugada? ¿Para que sea cómplice de su fuga? Yoh pegó su mentón al pecho e intentó hacer pasar la molestia en su garganta. Algo no estaba bien, ella se estaba yendo de su lado y él sólo podía imaginarse que el hueco que sentía en el alma sería mil veces más profundo en su ausencia que en ese momento cuando ella le informaba que se marchaba.

-Pero… ¿A dónde…? –articuló con dificultad, alzando la cabeza nuevamente.

-No lo sé. Necesito pensar –repitió. La luz de la luna era lo único que les permitía definir la silueta entre uno y otro. Faltaban un par de horas para que el alba comenzara a rayar el horizonte, pero el tiempo pasaba rápido y no quería encontrarse con la luz del día por si alguien decidía buscarla. Juntando la poca entereza que sentía que tenía, le sonrió suavemente. Era la última vez que lo vería, tal vez por mucho tiempo o tal vez para siempre, no lo había decidido aún.

Yoh observó perplejo una sonrisa que intentaba disfrazar una profunda tristeza. Parecía contrariada, en la línea que separaba el ignorar que había sido manipulada por sus tutores, y el simplemente dejar atrás lo que la había dañado. La vio abrir la boca y retroceder un poco más, con una convicción cuestionable. Casi podía leer su mente, estaba tratando de armar una oración de despedida que no sonara demasiado cursi, demasiado larga, ni demasiado memorable.

¿Realmente quieres esto?, le hubiera gustado preguntarle. En lugar de eso, la tomó de un brazo antes que pudiera decir sus últimas palabras, y en el momento siguiente Anna se encontró en el espacio estrecho de sus brazos cerrados en torno a ella. No quería que su adiós resultara demasiado físico, pero Yoh la abrazó tiernamente, como tratando de juntar todos los pedacitos en los que Anna se había roto, y no podía ofrecer resistencia a eso.

-Lo siento. Siento que haya sucedido todo esto. De verdad lo siento –repetía en murmullos. Sus padres habían mostrado su verdadero rostro después de años e Yoh tampoco entendía cómo cualquier cariño que les haya profesado, se hubiera desvanecido en una sola tarde.

Ese momento era como un bis de una canción. En la boda también la había abrazado, aunque Yoh nunca lo había hecho antes de eso, y era lo último que se hubiera esperado de alguien tan tímido como él, pero era lógico pensar que en algún momento la barrera se rompería, después de todo llevaban años conviviendo juntos.

Aspiró suavemente el aroma de su ropa siendo consiente que lo extrañaría tanto que alejarse en realidad le sumaría una herida. Pero confiaba que la distancia serviría para lavar eso que había empezado a sentir varios años atrás y recién esa noche de despedida a las cuatro de la madrugada admitió sentir.

Deslizó las yemas de sus dedos retraídamente por su espalda. Era la primera vez que se atrevía a tanto, tal vez porque sabía que eso terminaría allí, y no sucedería nada malo si sacaba de su sistema la necesidad de sentir a Yoh más cerca, solo un poco más cerca.

Lo que Yoh sintió cuando entendió que Anna estaba acariciándolo fue una electricidad desbordante. El deseo de gritar y prometerle que él podría soportar cualquier cosa en el mundo pero no que se aleje. Al contrario, quería tenerla más cerca. ¿Sería posible? ¿Podría ser? ¿Qué más necesitaba en ese momento? ¿Un par de padres normales, una vida normal de adolescente, o que Anna jamás se aparte de su lado?

Más cerca.

Finalmente se abrazó a la tela de la playera blanca hasta que se sintió prendida como un parásito. No quería ser fatalista pero había que enfrentar los hechos; llegaría el momento en que debía soltarlo. Disimuladamente, aspiró hondo una vez más e hizo una cuenta regresiva desde el diez. Entonces lo soltaría e ignoraría la fuerza cósmica que la obligaba a mantenerse en esa posición, con los brazos aferrando la última cosa de valor que le quedaba.

3…

2…

1…

Dio un paso hacia atrás. Yoh quedó con los brazos suspendidos en el aire porque no se esperaba ese movimiento, y ella se llevó los brazos al torso, abrazándose a sí misma para darse el calor que se hizo ausente de pronto.

Nuevamente se encontraron enfrentados. Ambos tenían la sensación de que recordarían para siempre ese momento de silencio, mientras la difusa luz plata de la luna caía sobre ellos. Pero Anna sabía que no sería un recuerdo placentero, por eso otra vez hizo el intento de salir de allí, porque decir adiós le estaba tomando demasiado tiempo y eso no era bueno.

Se acercó a la ventana, pero Yoh reaccionó antes y le rogó que lo esperara, mientras buscaba algo en su guardarropa. Entonces sacó un paquete grueso envuelto en papel y se lo extendió. Anna sabía lo que había dentro y lo miró con recelo.

-Pero eso es para…

-Entonces puedes devolvérmelo algún día, si lo deseas –le dijo él, quitándole importancia al hecho de que le estaba dando tanto dinero como para vivir varios meses. Pero con un segundo vistazo al interior de su mente, se dio cuenta que indirectamente, Yoh estaba tratando de sellar un pacto para reencontrarse de nuevo en un futuro. Era muy sutil y obvio al mismo tiempo.

Asintió, porque no quería decepcionarlo. Pero no era dinero lo que necesitaba de él. Tenía otra cosa en mente desde hace un tiempo. Lo miró de soslayo; si necesitaba saber algo era el momento para tener su respuesta. Y casi no se atrevía a pensar que es lo que haría si la respuesta de Yoh fuera algo como "porque así lo deseé".

-¿Por qué aceptaste? –le preguntó, apretando sin darse cuenta el asa del bolso.

Yoh tuvo el recuerdo del mes anterior. "Ya sabes quién es el próximo candidato para Anna" fueron las palabras de su padre. ¿Ese había sido el motivo? Pensaba que sí, hasta ese instante, cuando trataba de imaginarse que haría al día siguiente cuando ella no estuviera sentada en el desayuno y sintiera como si a la enorme casa de faltara el techo. La sensación de inquietud le bailó en las puntas de los dedos y le subió por los brazos donde ella había estado. No se suponía que se sintiera así, pero siguió sonriendo a pesar de que los ojos comenzaban a picarle.

Agradeció que estuvieran a oscuras, porque Anna no podría ver que en ese segundo, las cosas habían cambiado. Algo en él había cambiado y de la forma que menos se imaginaba.

Anna lo esperaba en silencio, parecía que lo que sea que le respondiera la mantenía en vilo. Decirle la verdad y en voz alta, que su partida lo afectaría más de lo previsto y su ausencia le dolería hasta el último poro no parecía correcto. No podía decírselo. Ella ya había tomado su decisión.

-Fue estúpido, no le des importancia –dijo finalmente, imitando la sonrisa que ella le había dado minutos atrás. La vio relajar los hombros y mirar a un costado, pero no entendió bien porqué lo hizo. -Seguimos siendo amigos, ¿verdad?

Bueno, si tenían en cuenta la pila de papeles que habían firmado, estaban casados. Pero para Yoh, como ella, no había ningún matrimonio entre ellos.

-Buena suerte con tus padres –le deseó Anna. –Diles que…-pensó en alguna excusa pero luego se dio cuenta que no le importaba que supieran la verdad –Diles lo que quieras. De porqué ya no vivo aquí.

Yoh no tuvo en cuenta ese detalle. ¿Qué pensarían sus padres a la mañana siguiente cuando Anna no estuviera? Supuso que se preocuparían, es lo que cualquier padre haría. Iniciarían una búsqueda policial, todo sería un caos…Anna podía estar dejando demasiado en manos de Yoh. Pero podría soportarlo, porque sólo le interesaba una cosa.

-Llámame en la mañana para decirme dónde estás…¿Si?

Eso no estaba precisamente en sus planes. Pero los ojos de su amigo brillaban de una manera particular, con pura inocencia, si es que tenía que ponerle un nombre… No lo sabía. Yoh no sabía que Anna pretendía desaparecer por un tiempo.

-Está bien –dijo. Él sonrió satisfecho a su mentira descarada.

Se acomodó en bolso en su hombro tras guardar el paquete con dinero. Cuando caminó hacia la ventana fue como avanzar sobre una gruesa capa de miel. Los pies le pesaban, le impedían avanzar. El castaño sacó el seguro y sostuvo el marco sobre su cabeza hasta que ella dio un salto afuera. Yoh no cerró la ventana de inmediato, si no que quedó asomado un momento, sintiendo la brisa fresca y solitaria de la madrugada.

Con el joven asomado por la ventana parecían una especie de Romeo y Julieta, sólo sin el soliloquio sentimental, porque Yoh se contenía todo lo que quería decirle, pero porque si abría la boca las palabras saldrían atropelladas y sin sentido. Esperaría, y cuando acomodara sus ideas y sea el momento adecuado, le diría a Anna que en él se había abierto una puerta a una habitación que sospechaba que siempre había estado allí. En parte ese era el motivo por el cual la dejaba ir, al igual que ella, necesitaba tiempo para pensar.

Anna le agradeció con un gesto y dio un par de pasos en retroceso, tratando de hacer durar el contacto visual con Yoh lo máximo que podía. Finalmente su vista se dirigió al patio delantero de la casa donde se había criado, y luego al camino que se dirigía a la salida, el que comenzó a andar, alejándose todo lo que conocía.

Yoh solo se apartaría de la ventana cuando el último cabello rubio hubo desaparecido en la noche.

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Creo que llego un poco tarde en el día, pero todavía es 20, verdad? Bueno...esta es una fecha que cualquier fan de esta pareja no deja pasar así como así… Tenía el plot de este fic hace tiempo rondándome, pero no me decidía a escribirlo y trabajarlo más, y cuando me di cuenta que se acercaba el 20 de marzo me dije "¡es ahora!" y bueno aquí está. Es mi primer UA y escribir este capítulo fue muy divertido… a pesar que no pasa nada lindo jaja! Espero que les haya gustado y se suban al tren de este fanfic conmigo (wah que cursi)

Saludos!