Capítulo 9

Se despertó justo después del alba.

Desorientado, descubrió que estaba solo en la cama. Pensó que los sueños de música vibrante y armónica lo habían despertado.

Pero fue la música del mundo real. La música del todo nítida que cálidamente le dijo buenos días. Tony había vuelto a poner el estéreo. Una manera espectacular para empezar el día, decidió.

Luego de vestirse con la ropa de la noche anterior, él caminó. Salió de la habitación y entró a la sala.

Allí, la melodía flotaba en el aire con más fuerza; suave, cadenciosa, los sonidos se entrelazaban a la perfección. Sintió como si su propio cuerpo se elevara. Era ligero cual pluma y quería balancearse al compás de esa canción.

Excepto que no era el estéreo.

No brotaba artificialmente de una bocina.

Peter se paró detrás de Tony, detrás del piano, y escuchó como jamás había escuchado algo en su vida.

La música vibraba en el espacio con limpidez y una diafanidad sin fronteras. La impresión de conjunto resultó ser de una intensidad conmovedora e hipnotizante, y los sentimientos que expresaba eran inolvidables: la melancolía, la tristeza, la desesperación y, a la vez, la serenidad del alma. Las notas surgían libres, radiantes y potentes, como un canto sobrenatural y lleno de misterio.

A Peter le pareció que aquellos gruesos y alargados dedos tocaban el instrumento con la ternura de un amante, como si considerara que estuviera vivo.

Y de pronto, la melodía terminó. El silencio los envolvió. Peter había cerrado los ojos sin darse cuenta. El silencio, de alguna forma, lo urgía gentilmente a levantar los párpados y, al hacerlo, tuvo que enjugarse algunas lágrimas. Las notas aún resonaban en la habitación, en la mente, y en el corazón del joven.

Lentamente dio un paso al frente para quedar al lado del taburete.

—Esa no la había escuchado —le dijo a Tony con voz ronca.

—Desde luego que no —lo miró—. Porque la acabo de componer.

El shock lo atravesó como una bala.

—Tú… tú has… ¿tú compusiste eso? ¿Justo ahora?

Y entonces:

Tony… ¿sonrió? ¿eso fue lo que pasó?

¡Sí!

¡Sonrió!

Tony sonrió, y Peter no sabía que podía existir algo más bello y arrebatador en la tierra. Aun sin enseñar los dientes, las comisuras de su boca estaban arqueadas en un ángulo perfecto, hermoso, sin igual.

—¿Qué nombre le pusiste? —preguntó temblorosamente.

—El Encantador de los Dioses.

La siguiente bala –de afecto, anhelo, ternura– penetró en su corazón. Peter sabía que era un movimiento arriesgado, pero…

—¿Me enseñarías a tocarla?

La sonrisa de Tony se borró, mas no parecía enojado. Su expresión era insondable, fija, neutra.

Y luego volvió a suavizarse con otra sonrisa.

—Sí, ¿por qué no?

FIN


Es probable que haga una secuela de esta historia, donde narre la vida de este par en la Academia Julliard. Aún no sé cuando lo haga, pero entre más lo pienso, más me gusta la idea.

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