Disclaimer: Nada de lo que reconozcan me pertenece, o Rhaegar nunca habría dejado a Elia :'(

"Esta historia participa en el reto 95 del foro Alas Negras, Palabras Negras".


Rhaegar

—Papá —dijo, agarrándole con un diminuto puño un mechón de pelo—Papapapapa... paaaaapá.

Uno pensaría que el desarrollo del habla de un niño sería beneficioso para los padres. Por fin se les entiende, decían. Ya no son tan fastidiosos, decían.

El príncipe Rhaegar, heredero al Trono de Hierro, ahora sabía la verdad. El habla era el comienzo del fin.

—Déjala ser —le decía su madre, mirándolos con ojos cálidos, casi derretidos. Sabía que adoraba sostener a su nieta, escuchar sus gorgoteos y sentir sus mejillas redondas, pero todo lo que Rhaenys tenía ahora en mente era su padre—. Sólo está practicando. Se le pasará dentro de poco.

Él no dijo nada, porque por más que mantenía los párpados caídos y la voz inexpresiva, le gustaba su hija. Le gustaba su peso sobre sus brazos, el mechón plateado entre su cabello castaño, la piel olivada intacta y tersa. A uno no siempre le gustaban sus hijos, como atestiguaba en carne propia. Su padre podría odiar su sangre dorniense, Viserys podría verla con desconfianza y algo parecido al temor, pero para Rhaegar Targaryen, su hija era perfecta. No la cambiaría por nada del mundo.

—Sí —le susurró, llevándola lejos de la mirada de la corte al cuarto donde Elia reposaba. Todavía seguía jalándole el pelo, removiéndose entre su capa escarlata, buscándolo—. Papá.

Más, pensó. Otros dos dragones como Rhaenys y el mundo estaría salvado. Mientras ellos estuvieran ahí...


Notas de la autora: Ups, estoy pasando como por una fase obsesionada con la relación de Rhaegar, Elia y sus hijos, tomando como ejemplo mi bella ahijada y tocaya que me dice todo el santo día "titi" en vez de "Michi". Dado que encontraron a Rhaenys escondida bajo la cama de Rhaegar, me imagino que la pobre había buscado refugio donde se sentía más segura, con su padre.

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