Cuando era niño pudo prever que tendría dificultades, sin embargo nunca quiso aventurarse a divagar mucho en el futuro. En ese momento, su mayor preocupación era poder declararle sus sentimientos a la misma chica que ahora dormía plácidamente a su lado, quien entre sueños le había dado la espalda y a veces hablaba dormida.

Ahora, casi 10 años después, tenía certeza de que iba a pasar el resto de su vida a lado de ella, para desdicha de algunos otros.

Bueno, específicamente de alguien.

Un toque suave lo regresó a la realidad. Sakura le miraba con sus enormes ojos verdes que brillaban con un poquito de preocupación.

—¿Pasa algo?—preguntó por tercera vez. Shaoran se irguió un poco mientras sacudía su cabeza, en un intento de sacar todas aquellas imágenes donde el hermano mayor de su novia lo torturaba de muchas y muy diversas formas.—¿Seguro?

—Si, estaba pensando en un libro de terror que leí hace poco—Era parcialmente verdad.

—Oh—la castaña no preguntó más pues ese era su tema de conversación menos preferido.

El varón pudo percibir que su compañera se ponía nerviosa de solo imaginarlo, por lo que entrelazó suavemente su mano con la de ella.

—Era solo un libro absurdo.

—Claro, claro...—la muchacha agitó su mano libre, como queriendo desechar alguna imagen exagerada que su mente ya estaba creando.—Tengo que marcharme ya, mi padre regresa hoy de viaje y mi hermano vendrá a casa para que comamos todos juntos, así que debo preparar el almuerzo.

Shaoran nunca dejaba de asombrarse con la transparencia de la chica, hace un momento su aura se contraía temerosa y ahora volvía a irradiar aquella calidez tan característica.

¿Ella podría percibir la pena que le daba verla marcharse por las mañanas cuando se quedaba a dormir con él?

No era una práctica diaria pues Sakura se quedaba a dormir en su casa cuando Fujitaka estaba en la ciudad, como la buena hija que era.

Esto se hizo un poco más estricto después de que Touya decidiera mudarse al fin con Yukito, pues Sakura ni siquiera podía concebir la idea de dejar a su padre completamente solo por una temporada larga.

Por lo menos, no sin un buen motivo.

Y claro que eso no le molestaba, al contrario, amaba su consideración con todo mundo, pero verla irse a la mañana siguiente siempre lo dejaba un poco vacío.

—¿Shaoran?—nuevamente era ella, hablándole desde el baño de la habitación.—¿Estás bien? Normalmente soy yo la que siempre está en la Luna...

—Sí. No pasa nada.—evadió, levantándose de la cama y caminando hacia uno de sus muebles para buscar la ropa que usaría ese día.—Creo que sigo un poco dormido.

Sakura sabía que eso eso no era muy probable pero lo dejó ser.

—Te preguntaba si quieres ir a almorzar también...—Shaoran volteó a mirarla con curiosidad.—Estaba pensando en hacer dim sum... Y si no estás muy ocupado... tal vez... ¿Podríamos cocinar juntos? —la voz esperanzada de su novia y el suave sonrojo de sus mejillas le hizo saber que realmente lo que ella quería era pasar más tiempo con él.

Shaoran sonrió sinceramente.—Me encantaría.

El color rojo volvió a adornar el rostro de la joven mujer quien comenzó a reír nerviosa para luego esconderse en el baño.

El chico se rió para sus adentros y siguió con la tarea de cambiarse.

Todo parecía indicar que hoy era el día.

Abrió la primera gaveta del mueble donde normalmente guardaba alguna ropa. Debajo de un par de camisas estaba la cajita de terciopelo rojo.

La miró fijamente, como si el pequeño objeto pudiera darle todas las respuestas a las preguntas que surcaban su mente.

¿Y si decía que no?

La escuchó acercarse, por lo que se apresuró a guardar la cajita en el bolsillo derecho de su pantalón. No pudo evitar quedarse tieso cuando la sintió mirarlo con curiosidad mientras se colocaba a su lado.

—¡Estoy lista!—declaró ella sin darse cuenta de su nerviosismo.

—Yo también.

Sí. Estaba listo para el resto de su vida.