"Todo sucedió de repente y me gustó"

Avenida 749

..

.

Como por septuagésima vez golpeó su rostro contra el volante de su auto, ante la desesperación de su situación.

De reojo observó el blanco papel decorado que descansaba en el asiento del pasajero, el papel que desde hacía un mes había arruinado su día a día, atormentándola con dolores de cabeza y manteniendo sus nervios a flor de piel.

Con un suspiro estiró su mano volviendo a leer las letras hermosamente decoradas en aquel blanco papel.

Namikaze Naruto y Haruno Sakura.

Después de negativas, algunas súplicas y mucho pensarlo, nos hemos decidido…

¡Ya está! Nos casamos.

Será en la finca el Habanero, el próximo 2 de agosto a las 17:30.

¡No faltes!

PD:

Espero poder contar con tu presencia Hina-chan, pero entenderé si no puedes.

Lo siento.

Atentamente: Sakura

—No puedo.—susurro rendida, golpeando nuevamente su rostro contra el volante de su auto, que permanecía estacionado en una desierta gasolinera.

Simplemente no podía aparecerse en aquella boda, fingiendo que no le dolía ver cómo su primer amor se casaba con la que en un pasado fue su mejor amiga… simplemente no podía.

Decidida a dar vuelta a su auto y marcharse de aquel desolado lugar suspiro, era eso o ser víctima de miradas lastimosas. Pero entonces sucedió, un grito fuerte proveniente de afuera la hizo saltar sobre su asiento.

Curiosa busco al dueño de la voz, encontrándose con un chico de aproximadamente su edad o un poco mayor, de imponente estatura y atractivo físico, cabello y ojos negros y piel blanca pálida.

Y fue entonces cuando su cerebro dejo de funcionar coherentemente…

"Y si…"

—¡Te dije que estaré ahí dentro de una hora Karin!.—gruño antes de terminar la llamada, dejando a su fastidiosa novia con la palabra en la boca.

El móvil en su mano no duró ni dos segundos en volver a sonar y soltando una maldición lo apago. Lo que menos quería y necesitaba era seguir escuchando las quejas, advertencias y amenaza de su novia.

Observó la hora en su costoso reloj de muñeca notando que aún tenía tiempo de sobra para la dichosa reunión familiar, en la que sería presentado oficialmente como el novio de Karin, razón por la cual estaba aún más histérica que de costumbre.

—D-Disculpe…—escucho una suave voz tras de él, seguido de un punzón en su costilla.

De inmediato su cuerpo se tenso en automático y su ceño se frunció.

¡Lo que faltaba!.

—¡N-no se v-voltee! Y tampoco grite.—advirtió la desconocida a su espalda.

—En la bolsa trasera.—gruñó con molestia restregando con ambas manos su rostro.

Ese día iba de mal en peor. Pensó con molestia y frustración.

—¿P-perdón?.—susurro su asaltante visiblemente confundida.

—Mi dinero.—gruñó intentando voltear pero desistiendo de la idea al sentir, lo que supuso era una cuchilla en su costado.

—¡N-no! ¡Y-yo no quiero su dinero!.—aclaro su asaltante con apuro haciendo que su ceño se frunciera aún más.

—Entonces…

—¡L-los siento! Pero e-esto es un s-s-secuestro.—susurro tras de él con el arma punzando sus costillas.

¡Momentos desesperados requieren medidas desesperadas!.

Fue la excusa que utilizó para cometer aquella menuda estupidez. Era un hecho que literalmente había caído en la locura, todos a su alrededor lo sabían.

—Mira, tengo dinero, mucho dinero.—escucho decir al chico al cual había hecho su víctima.—Puedo dártelo si quieres.

Pero ella negó, casi al borde de las lágrimas con su cuerpo entero temblando de miedo y nervios.

—N-no necesito el d-dinero…—"Ya tengo mucho". Quisoagregar.

El chico de cabello negro suspiro y ella se sintió la peor persona del mundo cuando con su mano apretó un poco más "el arma" contra el costado de él, haciéndolo tensarse aún más.

—N-necesito que c-camine h-hacia el auto n-negro de allá a-atrás.—ordeno con voz temblorosa.—S-solo siga m-mis órdenes y t-todo s-saldrá bien.—aconsejo obligando al chico frente a ella a caminar.

Con su rostro pálido y un sudor frío resbalando por su rostro se aseguró de que ninguna de las cámaras de vigilancia pudiera captar su rostro ni el de su víctima.

Observó hacia el mini súper asegurándose también que nadie haya presenciado su delito, suspirando casi con alivio cuando notó como el dependiente descansaba cómodamente en su silla, totalmente ajeno a su locura.

—E-entre al auto.—volvió a ordenar punzando el costado de su víctima, quién soltando una maldición obedeció su orden, adentrándose al auto, aún sin voltear su rostro a ella, quién tras de él temblaba de pies a cabeza.

Cerrando la puerta, rodeo el auto asegurándose por tercera vez que nadie la hubiera visto. Una vez dentro del auto observó a su víctima quién la observa con una mezcla de sorpresa e incredulidad. Sabía la razón de aquella mirada, después de todo era la misma por la cual no había permitido que él la observará cuando lo amenazó fuera del auto.

Una sonrisa que no tenía para nada divertida se formó en su rostro antes de soltar una carcajada sin gracia.

—No puedo creerlo…—rio divertido sin dejar de observarla.

Estaba consiente que no causaba el más mínimo miedo en nadie, ni siquiera en un infante, pero aquello de alguna manera era un punto a su favor. Después de todo nadie creería que ella midiendo dos cabezas menos que él, habría sido capaz de secuestrarlo. Ella no era nada comparada a él, a simple vista parecía una chica enfermiza, con sus ojos grandes de color perla, su piel pálida y su baja estatura.

—P-por favor deme sus manos.—ordeno con la misma voz temblorosa haciendo que el chico de cabello negro la observará incrédulo.—A-aun tengo el arma conmigo…—le recordó haciendo que él la observará unos segundos antes de fulminarla con la mirada y obedecer su orden.

Rápidamente de entre su bolso saco unas tiras plástica que uso como esposas, haciendo que la mirada de incredulidad de él, pasará a ser una sorprendida.

—¿Desde cuándo me sigues?.—ordeno saber mientras ella lo amarraba su asiento.

Levantó ligeramente la mirada para observarlo confundida, a la vez que negaba.—Y-yo no lo c-conozco.—susurro terminando de esposarlo.

—Mentira, todos en Japón me conocen.—gruñó él, haciendo que ella lo observará unos segundos antes de suspirar.

—H-he vivido la m-mayor parte de mi v-vida en el e-extranjero. Acabo de r-regresar a J-Japón.—confeso, dándole una última mirada antes de encender el auto y marcharse de aquella desierta gasolinera.

—Entonces ¿Por qué me has secuestrado?.—ordeno saber su víctima haciendo que un sonrojo cubriera su rostro.

—Necesito un acompañante para ir a una boda.—confeso avergonzada sin el valor de voltear su mirada a él.

El silenció peso por unos segundos antes de que él lo rompiera con un gruñido.

—Te voy a denunciar….

—…L-lo sé.