Durandal Academy

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Le Squad.

Ah, la Academia Durandal para jóvenes Heroes un lugar dónde solo los elegidos tienen el privilegio y placer de estudiar, de preparar sus habilidades para blandir las armas de los mismos dioses. Solo los mejores entre todos los jóvenes aspirantes logran asegurarse un lugar en esta prestigiosa institución, un lugar dónde…

-¡Jayce! ¡Hazme un hijo! – gritó uno de los chicos de primer año.

-¿Eres estúpido? – le recriminó su amigo, que apenas podía ver al guapo líder del club Luminari entre tantas cabezas más altas que la suya -. Eres un chico no puedes quedar embarazado.

El muchacho hizo una mueca, considerando seriamente las palabras de su amigo como si no se le hubiera pasado por la cabeza ese pequeño detalle. Pero…

-¡Un hijo no, pero inténtalo de todas formas!.

El bullicio continuó mientras Jayce Brighthammer presidente del club Luminari, estudiante más sexy desde que pisó el terreno de la Academía dos años antes y Rey indiscutible de todo evento que necesitara votación, saludaba a sus fans y compañeros con una gran y brillante sonrisa. Jayce agitaba su mano como un verdadero monarca, sonreía a sus admiradores fueren chicas o chicos y, a veces, cuando estaba de buen humor algún afortunado recibía un coqueto guiño o un beso, si uno que atravesaba todo el espacio que los podía separar para robarle el corazón.

De hecho, Jayce parecía coleccionar corazones como quien colecciona tarjetas de duelo, o de baseball, o tazos de esos que solían venir pegados con cinta años atrás y que nadie jamás, por más que comprara, lograba completar el juego. Bueno, que Jayce era medio picaflor, porque galante y coqueto con todos, pero nada en serio con ninguno.

Mientras las decenas de fans de Jayce continuaban recordándole lo guapo y sexy que era, había otros estudiantes observando la conmoción. Uno de ellos era Ezreal Lightfeather, un don nadie de primer año cuya única razón para estar en la prestigiosa academia era haber descubierto sus habilidades metahumanas por mero accidente.

Ezreal, al igual que Jayce, había perdido a sus padres de niño y era bastante inteligente, valiente y siempre dispuesto a brindar su ayuda desinteresadamente, pero era un completo desastre en todos los demás aspectos de su vida. Por ejemplo, jamás lograba levantarse a tiempo para el primer periodo del día y ya era rutina verlo correr con su tostada en la boca, libros en la mano y uniforme desordenado cada mañana por el campus de la academia. Otro ejemplo, no era capaz de articular tres frases coherentes así supiera la respuesta a las preguntas que le hacían, de hecho, muchos profesores ya empezaban a preguntarse si era un estúpido con suerte o un genio secreto porque sus evaluaciones solo tenían dos resultados: puntajes altísimos con niveles de poder por encima de 9 mil o desastrosos exámenes de estrategia dónde terminaba balbuceando cualquier cosa mientras reía nervioso deseando que el pupitre se lo tragara vivo.

Y si, Ezreal era tímido de miedo. A duras penas tenía un amigo, Ekko Chronnes con quien si era capaz de llevar una conversación decente.

Oh, casi lo olvido. Físicamente, Ezreal no era feo, su cabello rubio y sus ojos azules lo hacían agradable a primera vista, era delgado y de estatura promedio para su edad, se mantenía en forma de correr toda la mañana de una clase a otra y entrenar en el club de batalla todas las tardes después del último periodo a las cuatro. Así que, uno pensaría que sin ser feo podía al menos tener una conversación decente con la chica que le gustaba. O que al menos no pasaría por completo desapercibido, pero ese no era el caso de nuestro amigo Ezreal. El pobre chico, a pesar de estar catalogado entre unos de los nuevos estudiantes con habilidades más sorprendentes, a duras penas lograba que sus compañeros de clase reconocieran su existencia.

-Ah, me gustaría ser como Jayce – dijo Ezreal mientras sorbía el pitillo de su jugo.

-¿En serio?. No veo que tiene de especial, todo el tiempo rodeado de gente, de chicas lindas… y de chicos lindos también… de acuerdo entiendo tu punto.

-¡No!. No… no quiero estar rodeado de chicas lindas, solo de una.

-¿Por qué conformarte con una cuando puedes tenerlas a todas? – contestó Ekko moviendo sus cejas de manera sugestiva.

Ezreal sabía que lo decía en broma, o al menos esperaba que lo hiciera porque en su mente el joven héroe solo tenía espacio para una. Y la idea de que ese anhelo se volviera realidad le llenaba el pecho y a panza de inquietas mariposas que lo ponían a suspirar, también a sudar incontrolablemente, balbucear tonterías cuando la tenía cerca y ser incapaz de articular una conversación decente, pero de eso no hablamos.

-Ekko, a mí solo…

-Ay, si ya sé. A mí solo me gusta Lux – dijo el joven imitando la voz nerviosa y entrecortada que le salía a Ezreal cada que pensaba en Luxanna.

-¡Pero es verdad!. Ella es la única chica que… que me gusta.

Ezreal ya estaba rojo com un tomate, de solo admitir que estaba colgado hasta la medula por la joven maga.

-Bueno, al menos sabe que existes. Se sabe tu nombre y todo.

-Vamos en la misma clase, se sabe el nombre de todos.

Ekko lo golpeo en el hombro, porque allí estaba él tratando de darle ánimo como buen amigo que era y Ezreal se devolvía a su cruel realidad de ser un cero a la izquierda para la joven Crownward.

-Amigo, intento darte un poco de ánimo. ¿Qué te pasa?.

-Es que, no sé, si tan solo fuera más como Jayce, seguro que puedo gustarle. Le hablaría bien, así como cuando practico en el espejo, no me colocaría nervioso y…

-¿En serio le hablas al espejo como si fuera Lux.?

De nuevo, las mejillas del joven se tiñeron de rojo.

-A… veces.

-A todo el tiempo, entonces – concluyó Ekko de manera muy acertada -. ¿Y qué le dices? Algo como… Hola, ¿Nena quieres salir conmigo?.

Esta vez fue el turno de Ezreal para golpearlo.

-¡No!. Yo… uhm.. le pregunto cosas, como... que le gusta o… bueno si ya sabes… tiene tiempo para ir a comer… conmigo.

Ekko enarcó una ceja mientras se sentaba derecho.

-¿Tartamudeas?

-A veces – admitió luego de un largo e incómodo silecio.

Y si, Ezreal no tenía remedio. El pobre chico no sabía cómo manejar sus sentimientos y menos controlar su nerviosismo.

Pero ¿Quién era esta Lux que reducía al joven Ezreal a un niño tartamudo medio tonto?

Luxanna Elizabeth Crownward Belmont segunda hija del exitoso profesor Josseph Emil Crownward y la pionera en bioingeniería hex-tech Augatha Hélène Belmont, hermana menor de la estrella de Hex-ball Garen Estephan Crownward era, en pocas palabras, el sueño hecho realidad de sus padres, sus maestros, sus amigos y Ezreal. Estudiante de primer año en la academia Durandal, cuyo certificado de admisión llegó dos años antes de que terminara su educación básica, era la más joven y nueva líder del club de magia. Y según los escaneos, una de las magas más poderosas que había pisado la academia en su larga y prestigiosa historia.

Pero Lux, como pedía que la llamaran, era mucho más que eso. Y ¿Dónde estaba ella en ese glorioso momento cuando todos los demás estudiantes se encontraban celebrando a Jayce y su nueva invención?.

- Cero, siete, dos, dos, ocho, diez, nueve, seis… tres.

Katarina levantó la vista de su teléfono y observó los ojos azules de Luxanna mirándola con interés.

-¿Qué?. ¿No deberías estar celebrando al palurdo del presidente, igual que el resto de descerebrados que van en esta escuela?

En lugar de ofenderse o asustarse, Lux sonrió y movió su cabeza un poco para negar. El reflejo del sol sobre su cabello rojizo daba la impresión de que la jovencita brillaba.

-Dicen que tienes una gran memoria.

Katarina, la estudiante más temida en toda la academia, hija del desaparecido ex director Marcus du Couteau, líder indiscutible del único club al cual se le permitía matar un contrincante en duelo y conocida antisocial, hizo una mueca.

-¿Qué mierda…?

Lux le dedicó una última sonrisa y tomó su maletín que había dejado en el escritorio de adelante, luego giró muy campante sobre sí misma y se fue moviendo la cadera un poco más de lo usual; Katarina la observó irse, sus ojos verdes incapaces de despegarse del bonito y muy bien formado trasero de la joven maga.

Se quedó sola, como le gustaba, en el aula de segundo mirando como estúpida el pizarrón hasta que algo en su cerebro pareció conectar y buscó en sus bolsillos un esfero. Resultó que no tenía ninguno, así que fue hasta el maletín más cercano y tomó el primeo que encontró, también una hoja de papel y comenzó a escribir secuencias con los números que Luxanna le dijo. Luego de varios minutos de trabajo, Katarina levantó la hoja con una sonrisa satisfecha floreciendo en su rostro.

-Zorra.

En el pasillo, ya lejos de la peligrosa asesina, Lux caminaba con una expresión similar pues estaba segura que para ese momento Katarina ya debía haberlo adivinado. Era curioso como la mayoría de las personas asumía cosas de otras con lo poco que pueden ver sus ojos. Pero luego de una vida, Luxanna ya se había acostumbrado y, más importante, había dominado el arte de esconder su verdadero yo al punto que si algún día salía a flote todos pensarían que había sido reemplazado por alguno de esos detestables cambiaformas.

Por eso, cuando Luxanna llegó a la entrada de la academia y escuchó su teléfono sonar tomó el aparato con toda la paciencia y lentitud del mundo, observó a lo lejos los estudiantes que seguía coreando el nombre de Jayce, luego los demás que comían y hablaban esparcidos por el amplio campus. Alcanzó a divisar a Ezreal que discutía con Ekko completamente rojo de vergüenza, adivinó que podía tratarse de una conversación que la involucraba de alguna manera y sintió un poquito de pena por él. Luego, levantó el teléfono y desbloqueo la pantalla.

De inmediato sus ojos se oscurecieron como una reacción natural de la pupila al dilatarse, una enorme sonrisa se dibujó en sus finos labios y se permitió unos segundos para disfrutar la deliciosa fotografía que Katarina le envió.

Una dónde llevaba la camisa de la academia abierta de par en par, su sostén levantado hacia el cuello y que exponía sus pechos al lente de la cámara, pero que había sido censurada por una línea negra con texto rojo en la cual había escrito un mensaje.

-No te imaginas cuanto – dijo Lux cerrando la imagen.

Su expresión abandonó de repente toda picardía y se tornó alegre e insulsa. Así como todos en esa academia, mejor dicho en su vida, creían que realmente era.

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Te aaaaaaamoooo Elizabeeeeeeeeeeeth!