Nota: finalmente les digo que Saint Seiya es propiedad de Kurumada y Toei Animations, este es el último capítulo de este fic que me salió de la patada.

Día de campo 11

—¡Sí, es gol! —dijeron al mismo tiempo Dokho y Shion y se abrazaron entre ellos —¿De qué te alegras tú? Es gol de mi equipo, dile Albiore.

—Es cierto, es gol —respondió el caballero de Cefeo.

—¡Ves! —seguían hablando al mismo tiempo el Patriarca y el antiguo maestro.

—Un momento —dijo Shion —, ¿cómo es posible que los dos estemos en los cierto?

—Tienes razón —dijo Dokho —. Explícate mejor Albiore.

—Que es gol para ambos equipos —dijo Albiore encogiéndose de hombros —, y ya sólo queda un minuto por jugarse, 59 segundos, 58, 57...

—¡Qué! —gritaron al mismo tiempo los dos maestros —¡No puede ser, terminaremos en empate!

—¡Qué! —gritó Ikki deteniendo el golpe que iba a propinarle a Shiryu —Debes estar bromeando, no pueden terminar en empate.

—Y menos a un gol —dijo Hyoga colgado del cuello del fénix.

—¡Eso nos dejaría empates en puntos y en goles! —dijo Shun cuya cadena estaba

enrollada en la pierna del cisne.

—¡Eso quiere decir que salimos campeones! —dijo emocionado hasta las lágrimas Seiya.

—¡Rápido, hay que hacer algo! —dijo desesperado Ikki —¡Vamos a ayudar a esos inútiles!

Y sin decir más los caballeros de bronce saltaron al medio de la pelea de los santos dorados.

—Rápido Mu, arregla la pelota, hay que seguir jugando —dijo Ikki tomando al carnero por los hombros.

—Pero necesito un inflador...—dijo Mu

—¡No hay tiempo para eso! —le gritó Shion

Obediente como siempre Mu, echo mano de lo que tenía a su alcance, por lo que llenó la pelota de arena.

—Ahí tienen su balón —dijo Mu lanzando la pelota por los aires.

—¡Es mía, Es mía! —gritó Aldebaran, saltando para cabecear el esférico llenó de arena.

El eco de aquel golpe todavía retumba por la zona. Pero El toro logró su cometido, pudo enviar la pelota directamente a la portería desguarnecida de Kanon.

Los caballeros sintieron que los segundos se hacían años al ver volar el balón con rumbo al arco para luego estrellarse en la cara de Tatsumi que de un de repente apareció de la nada dentro del arco de los dorados griegos.

—¡Auch! —se quejó Tatsumi —Esto me lo pagan

—Agradece que al menos te traje conmigo —dijo el caballero de géminis que apareció junto a Tatsumi

—¡Fin del encuentro! —decretó Albiore.

—¡NOOO! —gritaron al mismo tiempo los caballeros.

—Así es —dijo El santo de Plata que para entonces ya había perdido la camisa —. Terminó el encuentro en empate a un gol por lado, anotados ambos por Shura en el minuto 38.

—No puede ser —se lamentó Camus con varios agujeritos en la ropa.

—Es imposible —se quejó Milo con medio cuerpo congelado.

—Todo es tú culpa, Pelado —gritó el santo de Géminis.

—¿Y no tendrás nada que ver tú? —preguntó el otro gemelo.

—¿A qué te refieres? —preguntó Shun —Kanon hizo todo lo posible porque el equipo ganara.

—¡Yo soy Kanon! ¡Saga me amarró y me mandó a la otra dimensión!

—¡Pero fue tu culpa, por hacer que me expulsaran del encuentro!

—¡Pero tú, mandaste primero a Tatsumi, para que luego te hicieras pasar por el patriarca y así ser el árbitro del encuentro!

—¡Es tu culpa!

—¡No, tuya!

—Ven cómo yo tenía razón —añadió Dokho.

Los gemelos comenzaron a pelear entre ellos.

—Esto es un abuso —se quejó el dragón —. Las cosas no pueden terminar así

—Lo sabemos —trató de tranquilizarlo Shun —, todos terminamos con los mismos puntos y goles

—No me refiero al partido —dijo Shiryu —, ¡estás pisando mi camisa Albiore!

—¡Shiryu! —exclamó Dokho —Que maneras son esas de andar sin ropa. Vístete de inmediato y vámonos a casa, que Shunrey ya debió preparar la cena.

—No me invitan a cenar —dijo Shion —. Mu le echa demasiada sal a la comida

—Ustedes no van a ninguna parte —les reprendió Albiore —, ¿se les olvida la apuesta que hicieron?

—¿Cuál apuesta? —dijeron al mismo tiempo Shion y Dokho.

—Que compartirían el mismo castigo que el equipo que terminaría último si acaso no ganaban —les recordó Albiore —, y como en este caso, todos terminaron últimos por así decirlo, creo que todos deberán cumplir el castigo.

Ahora bien, esto no les gustó nada a los caballeros, pero finalmente tuvieron que aceptar lo que Albiore les decía ya que había empeñado su palabra, y como caballeros que eran tendrían que cumplir lo prometido, les guste o no. Así que levantaron un poco a Aldebaran que yacía inconsciente en piso y lo arrastraron de vuelta al santuario para que todos cumplieran con su penosa penitencia.

Al otro día, muy temprano en la mañana

—Pásame el blanqueador —dijo Hyoga —. Esto no está suficientemente blanco, no parece la inmaculada nieve de Siberia.

—Cállate Hyoga —dijo Camus cargando una enorme cesta de ropa

—Yo no entiendo —dijo Milo —, cómo es que pueden caber veinte metros de tela en un solo vestido.

—Y ¿qué me dices de las enaguas? —dijo Shura —Parecen globos aerostáticos.

—Porque tuvimos que hacer esa tonta apuesta —dijo Shaka.

—¿No será por algún Karma que cargas de vidas pasadas? —le respondió Mascara de la Muerte, quien finalmente iba comprendiendo las enseñanzas del rubio Buda.

—Yo no sé porque —dijo Aldebaran con su venda en la cabeza —, pero se me hace que olvidamos algo.

—Tú qué sabes —le reclamó Aioros con similar vendaje —, estabas inconsciente cuando dejamos el lugar.

—A mí también me parece que perdí algo —dijo Seiya —, pero no logro acordarme.

De vuelta en el campo abierto.

—¿Alguien me escucha? —gritaba Saori en cerca del acantilado —¿Qué no van a venir por mí?

—¡Ya me acordé! —dijo contento el Pegaso —¡Me olvide traer la cesta de la comida!

FIN


Beledien