Hermione de tan solo 8 años miraba la luna a través de su ventana abierta, era su única amiga en el mundo, se sentía tan sola, lo que daría por tener aunque sea un hermano con el que pelear y jugar. Sus padres siempre estaban muy ocupados. Todo para darle la educación que merecía ¿y el amor? cuando lo recibiría. Solo quería que le leyeran las historias de Peter Pan antes de dormir. La mayor parte del tiempo llegaban cansados.

Creía en la magia, amaba la magia y sabía que ella poseía magia, sus padres no le creían cuando trataba de hablar de ello. Podía hacer que las los capullos florecieran en cuestión de segundos.

Tomó su libro de cuentos y se sentó al borde de la ventana abierta para leer en voz alta, estaba en el tercer piso así que nadie la molestaría. — Mi único amigo era el hombre que estaba en la luna pero incluso él también se marchaba, entonces una noche cerré los ojos y vi una sombra volando alto — Hermione miró por su ventana. Había algo acercándose lentamente a ella, se sorprendió pero decidió seguir leyendo— vino a mi con la sonrisa más dulce me dijo que quería hablar un rato. — alzó la mirada y vio a un niño de su edad de cabellos rubios platinos y ojos grises mirándola con una sonrisa en los labios, estaba con un pijama verde y una capa negra tras él, al puro estilo de Super-man o Dr. Stange

— Él dijo: me llaman Peter Pan y te prometo que nunca estarás sola. — continuó el niño con una sonrisa y se sentó al borde de la ventana. — Amo ese libro, mamá suele leerlo para mi.

Hermione lejos de gritar o cerrar la ventana sentía curiosidad por el chico. ¡Magia! Era todo lo que estaba en su mente.

—¿eres Peter Pan? — preguntó una asombrada Hermione. —¿como llegaste aquí?.

— Salí a buscar el país de nunca jamás. — Draco entró a la habitación, todo era rosa. —Soy Draco, me pareció ver a campanita en mi habitación así que un elfo hechizó mi capa para que saliera a buscarla.

— ¿elfo?. — Hermione había leído de esas criaturas en algunos libros de fantasía.

Draco se acercó a su estante de libros, empezó a ojear cada título. — Woow tienes muchos libros, quisiera leerlos todos.

— Toma el libró que quieras, ¿viste a campanita entrar a mi casa? — preguntó Hermione mientras veía a Draco meter las narices en el libro las fábulas de Samaniego.

— De hecho me distrajo verte en la ventana mirando la luna y creo que se fue mientras me acercaba a ti. — Draco leía las fabulas que estaban en rimas. — oh, me encanta.

— ¿y tus padres? — Hermione en su pijama rosa lo observaba absorto en el libro, sentado en el piso para leer cómodamente. Parecía haberse adueñado de su libro.

— Están de viaje, así que no saben que salí a pasear por aquí. — Draco no retiró la mirada del libro. —¿Crees que puedes prestarme tu libro? Te lo regresaré en cuanto acabe de leer.

La pequeña de cabellos revueltos asintió, de todos modos sus padres no notarían que el libro ya lo estaba en el estante. Ahora debían estar muy ocupados revisando los casos de sus pacientes.

— ¿cuál es tu nombre? — preguntó Draco mirándola, era la niña más bonita que había visto nunca, sus cabellos revueltos le hacían pensar en un osito de felpa.

— Hermione.

— Tienes mi palabra de que volveré... Ya no estarás sola por que yo soy tu Peter Pan. — Él le sonrió con dulzura. — Niobe. —Al decir ello apareció una pequeña criatura con orejas muy grandes y ojos saltones, vestía como una pequeña mucama — Llévame a mi habitación.

La elfina asintió y en suave poof desaparecieron. Hermione se tocó la frente, no tenía fiebre, se pellizcó las mejillas, no había soñado nada...

—¡La magia existe! — exclamó para ella y se metió a su cama.

Ya no se sentía sola, tenía un amigo, el primer amigo que no la rechazaba por que le gustara Peter Pan.