Capítulo 8:
Amenazas locales y multiversales

La Mente Maestra se encontraba mordisqueando aburridamente una hoja en una de las macetas de Grogar, cuando la cabra se le acercó mostrándose bastante serio.

─ Gusano, me debes una maldita explicación y no me marcharé hasta que me la des.

─ Te puedo explicar muchas cosas. Pero el que alguien con un cerebro tan primitivo como el tuyo las entienda es una historia completamente diferente, amigo.

Grogar rechinó los dientes, la irritante oruga siempre conseguía ponerlo de mal humor con su actitud condescendiente hacia él. ¡A él, al todopoderoso Grogar!

─ Olvídalo, mientras más pronto acabemos con este molesto intercambio mucho mejor.

─ En eso concordamos, niño ─ respondió la Mente Maestra. ─ ¿En qué te puedo servir?

─ ¿Qué pasó con tus alas y esa majestuosa última forma tuya? No me mientas gusano.

La Mente Maestra frunció el entrecejo. ─ No es algo que me agrade recordar. Uno de los pocos fracasos de mi ilustre carrera. ─ Suspiró. ─ Había olvidado lo peligrosos que pueden ser los draconequinos. Ese maldito se puso en mi camino cuando estuve a punto de devorar todo el multiverso. ¿Recuerdas que casi lo hice?

Grogar claro que recordaba. Desde siempre, a pesar de su inocente apariencia, la Mente Maestra siempre fue alguien de cuidado. Aun en su última forma el único cambio visible eran un par de alas de mariposa. Pero de todos modos Grogar no se podía dar el lujo de subestimarlo. Él mismo era un niño comparado con él.

─ ¿Al final qué pasó? ─ Se interesó Grogar. ─ ¿Te derrotó ese draconequino?

─ No es vergüenza admitir la derrota ante alguien mejor, y sabes bien que esa especie no puede ser subestimada. La meta de este maldito draconequina es la destrucción del multiverso sin importar qué, una línea temporal a la vez. No puede permitir que nadie se le adelante. Peleamos y fui vencido, forzado de vuelta a mi forma básica.

─ ¿Y crees que algún día ese ser que te venció dirija sus ojos hacia acá?

─ Es inevitable ─ dijo la Mente Maestra. ─ Pero cuento con él para que nos ayude a borrar por completo la existencia de este mundo. Cuando mencioné lo de reducir este mundo a sus cenizas y reconstruirlo a nuestra imagen, iba mucho más de lo que imaginas. Ajajajajajaja…

Ponyville:

Roseluck tarareaba una alegre melodía mientras regaba sus flores, tomando cuidadosamente sus macetas y colocándolas frente a su tienda para que obtengan una saludable dosis de sol y crecer sanas y fuertes. Una vez las acomodó todas, tomó una regadera y comenzó la tarea de regarlas gentilmente, mientras les hablaba.

─ Beban mis bebés, beban. Celestia nos ha regalado un hermoso día y hay que aprovecharlo. ─ Sonrió, aspirando la brisa de la mañana. ─ Gracias por el aire puro.

Su hermana Daisy llegó unos cuantos minutos más tarde, y tras saludar a Rose con una simple inclinación de cabeza, entró a la tienda a encargarse de las plantas de sombra.

No se molestó en hablar, cuando su hermana entraba en la 'zona' nadie podía llegar a ella. Solo se preocupaba por hablar con sus plantas, por una hora hasta que fuera tiempo de abrir la tienda para todos los ponis.

Rose sonrió, amaba a sus plantas, a sus bebés. Claro, los ponis no siempre compraban flores, en su mayoría, sus ventas eran fertilizantes, vitaminas para flores y macetas. Pero de cuando en cuando los ponis venían por una planta y ella se las entregaba, o no.

Rose estudiaba cuidadosamente a cada poni que venía a comprar sus plantas, no dejaría a ninguno de sus bebés con alguien que no los cuidara bien. En parte por eso era que casi nadie iba a comprar flores. El juicio de Roseluck era muy duro.

Pero Daisy no la culpaba por eso. Solo ella y su prima Lavender conocían la verdad.

Rose había sufrido de cáncer en los ovarios cuando aún era muy joven. Fue detectado a tiempo y se los extirparon. Salvaron su vida, pero jamás podría tener hijos.

Rose entró en una etapa de depresión cuando se enteró. Pero con el tiempo, se fue recuperando al descubrir su amor por las plantas. La buena noticia fue que obtuvo su Cutie Mark. La mala, era que desarrolló una obsesión antinatural con las plantas. De alguna forma empezó a pensar en las plantas como sus hijos de sangre.

Hablaba con sus plantas, besaba a sus plantas, escuchaba a sus plantas, les cantaba a sus plantas e incluso los arrullaba… sobre todo a los rosales.

Roseluck estaba ocupada en consentir a sus amadas plantas, cuando dos ponis salieron del bar de Berry Punch, completamente borrachos.

Los dos, tambaleándose, se tropezaron con una de las macetas de Roseluck. Específicamente, sus rosales, aplastándolos.

─ ¡NOOO! ¡MIS BEBÉS, MIS BEBÉS!

El grito fue lo suficiente para sacar de la borrachera a los dos ponis, que se apresuraron a disculparse.

─ Discúlpenos señorita por favor.

─ Claro, no se preocupe, nosotros nos encargaremos de pagarle por sus rosales y…

Rose no escuchaba, entró en una especie de estado catatónico. Se quedó en el suelo, temblando mientras repetía una y otra vez:

─ El horror, el horror…

─ Este… ─ dijo uno de ellos.

─ ¿Oigan, qué pasa aquí? ─ Preguntó la tercera integrante del trío de las flores, Lavender, al llegar a la tienda. ─ ¿Qué le pasa a Rose?

─ Perdónenos señorita, no estábamos del todo bien cuando salimos y tropezamos con los rosales y…

Lavender puso mala cara. ─ Genial, ¡oye Daisy! Ayúdame a llevar a Rose a la trastienda para que se recupere.

La otra florista miró a los dos sementales, luego a su hermana y por último a los rosales.

─ Ay por el amor de…

─ ¿Podemos ayudar?

─ Ya hicieron bastante por un día ─ les dijo fríamente Daisy. ─ Páguennos por los rosales y lárguense de aquí.

─ Treinta bits cada uno.

Y como se veían bastante serias, ambos vaciaron sus billeteras sin decir ni media palabra y se alejaron de ahí.

Las otras dos arrastraron a Roseluck a la trastienda y suspiraron. Vaya forma de empezar el día.

Mientras, Rose se seguía retorciendo murmurando: ─ Qué horror, qué horror… mis niños… mis bebés.

Una lágrima cayó por su mejilla.

─ ¿Por qué los ponis son tan descuidados? ¿Por qué no entienden que las plantas son vida? ─ Sollozó. ─ Tal vez, solo tal vez… si se dieran cuenta que las plantas no solo son vida sino que pueden ser mortales cuando quieren.

Se levantó. ─ Sí, muchas están llenas de espinas… y veneno.

Una idea siniestra cruzó por su mente. Si los ponis no respetaban a las flores, ella los haría respetar. Haría pagar con su vida a todos aquellos que mataran a sus amadas plantas. Les enseñaría que así como traían vida, las plantas también traían la muerte.

─ Y aquellos que osaron tocar mis flores, o cualquier otra flor, rogarán por sus vidas. Lo juro aquí y ahora. Solo necesito procesar el veneno de mis bebés, y luego ya verán.

Una sonrisa siniestra se formó en el rostro de Rose. La venganza vegetal estaba a punto de empezar.

─ Qué horror, sí, qué horror. Qué horror el que sentirán ustedes por haberse atrevido a maltratar a mis bebés…


Starlight Glimmer abrió los ojos sobresaltada, observando sus alrededores.

Era Equestria, siempre Equestria.

─ ¿Qué será diferente ahora? ─ Se preguntó muy angustiada. Sea como fuera, no iba a terminar bien.

Desde que trató de tomar venganza contra Twilight Sparkle las cosas fueron de mal en peor. En un principio pensó que había ganado, que al privar a Twilight y a sus amigas de sus Cutie Marks y sus destinos, nada se interpondría en reconstruir su pueblo, y posteriormente expandir sus fronteras hasta que toda Equestria se encontrara bajo la marca de la Igualdad.

Pero algo salió terriblemente mal. Sin la presencia de Twilight Sparkle y sus amigas, no había nadie para oponerse a Sombra, el Monarca Oscuro.

Reunió a todos ponis de cristal, yeguas corceles y potros, y les lavó el cerebro para convertirlos en su ejército de esclavos. Con ese ejército en pie, él comenzó su campaña para conquistar Equestria. Y cada pueblo que conquistaba engrosaba las filas de su armada de la muerte. Starlight se dio cuenta que involuntariamente había creado el fin del mundo. Pero no se imaginaba que era solo el principio.

El ejército de Celestia se levantó para enfrentarse al de Sombra, iniciando una guerra sin cuartel la cual no parecía tener fin. Necesitaban un milagro.

Starlight, como el resto de los unicornios más fuertes, fue reclutada por la fuerza para el ejército Equestriano. Celestia odiaba esas tácticas, pero no podía dejar que el Tirano de Cristal siguiera avanzando. Esto era para el bien mayor.

Entonces, ocurrió.

Fue durante un enfrentamiento en la ciudad de Trottingham, un punto clave tanto para la resistencia como para los Cristalinos, donde todo cambió. La batalla se había postergado dos semanas, y ninguno de los dos ejércitos podía avanzar.

Y al final tanto Sombra como Celestia llegaron a la misma conclusión. Tendrían que salir a pelear en persona si querían cambiar algo.

Ambos se rodearon de sus reclutas más poderosos y salieron al frente. Starlight estaba en este grupo, junto a una poni que jamás pensó que volvería a ver. Rainbow Dash. Sin embargo, ella no la recordaba. Claro, cambió la historia.

Los dos ejércitos chocaron en el centro de la ciudad, con Celestia cruzando su cuerno con el de Sombra, ambos creando grandes explosiones de magia debido al poder acumulado sobre estos.

─ Cuando te convierta en otro de mis títeres, Celestia, no habrá nada que se interponga entre mi Imperio y yo. Admítelo, salir al campo fue estúpido.

─ ¿Y qué pasa si soy yo la que te destruye, Sombra? Sin ti, tu ejército será liberado y nada de lo que has hecho perdurará.

─ Ah, ¿y qué te hace pensar que tú serás quien me gane a mí? ─ Se rio el tirano.

Fue entonces cuando una explosión sacudió el aire. No una explosión, una…

─ ¿Rainplosión sónica? ─ Preguntó Starlight sin poderlo creer.

Una figura de una pegaso se materializó valientemente en medio de ambos contendientes. Tenía el cabello corto, como el mawhauk de las cebras, un traje estilizado negro y gogles magenta. Sonrió.

─ ¿Qué cree que hace, Teniente Dash? ─ Preguntó Celestia.

La extraña le dirigió una mirada despectiva. ─ ¿Me hablas a mí, alicornio?

─ ¡Mi Princesa! ─ Gritó la verdadera Rainbow, acercándose a ver qué ocurría.

Al igual que todos se quedó de una pieza al ver a su doble.

─¿Acaso… eres yo?

La otra se rio. ─ ¿Tú? Claro que no. No tengo nada que ver contigo, excusa de Rainbow Dash. No, yo no soy Rainbow Dash, ya no más. Digamos que… soy el Reverso.

Sombra entonces disparó un hechizo contra ambas pegasos.

La otra movió las orejas ligeramente y desapareció en un relámpago de muchos colores, pero sobre todo negro. Cargó a Dash en cascos y la movió a veinte metros de ahí.

Rainbow Dash tuvo que aguantar las náuseas, ella era rápida… pero esta velocidad era demente, mucho más de lo que cualquiera pudiera soportar.

─ Si vas a vomitar asegúrate de no hacerlo sobre mi traje ─ dijo fríamente Reverse.

Entonces desapareció en otro relámpago multicolr y reapareció frente al Tirano.

─ ¿Cómo hiciste eso?

─ Usando la Fuerza. La Fuerza de la Velocidad.

Desapareció en otro haz multiculor, y lo siguiente que Sombra supo fue que una poderosa patada lo lanzó contra el suelo.
Se levantó gruñendo del dolor, cuando otro relámpago se paró frente a él y esta vez fue recibido por una patada en la cara que lo lanzó contra un edificio. Con una sonrisa demente, Reverse circuló el edificio a su máxima velocidad, debilitando su estructura al darle golpes estratégicos a las columnas. Finalmente Sombra se recuperaba, cuando un nuevo golpe lo metió al edificio justo en el momento que se derrumbaba sobre él.

Reverse se rio como una demente, cuando Celestia se irguió detrás suyo.

─ ¿Quién eres? ¿Qué es lo que quieres aquí?

Reverse se volvió hacia Celestia. ─ Mi nombre es Reverse Dash. En cuanto a qué quiero, redimirme. Solo eso. Una idiota llamada Glimmer vino y fragmentó el espacio/tiempo creando múltiples líneas temporales realmente malas. Entre ellas de donde vengo.

─ ¿Qué? ─ Preguntó Celestia.

Reverse no dijo nada, solo empujó a la alicornio justo en el momento que Sombra disparaba otro ataque de control mental.

─ Eres rápida, mocosa.

─ Más que rápida, soy la velocidad misma ─ sonrió Dash, volviendo a desaparecer en un relámpago multicolor.

Y antes que el Tirano pudiera decir algo, sintió cómo algo penetraba sobre su pecho.

Luego… luego miró frente a él, donde tenía a Reverse Dash. Uno de sus cascos delanteros estaba borroso, como si estuviera vibrando a enorme velocidad. Sonrió perversamente mientras dejaba su casco quieto. Sobre este, había un corazón… que seguía latiendo, pero no por mucho.

Sombra entonces se tocó el pecho, y palideció justo cuando comprendió. Pero ya era muy tarde. Lo último que vio antes de morir era cómo Reverse aplastaba con sus patas su propio corazón.

Reverse celebró con una carcajada que heló la sangre de todos los que la escuchaban, incluyendo a Rainbow Dash.

─ Por Faust, ¿qué pasó contigo? ─ Preguntó la pegaso.

Reverse miró a su otro yo. ─ Convence a Celestia que te pegue con un relámpago, te aseguro que valdrá la pena

Fue cuando una luz blanca envolvió a Reverse Dash. Una luz blanca que la estaba haciendo desaparecer.

─ Bueno, mi tiempo aquí terminó ─ dijo Reverse.

─ No entiendo, ¿qué pasa aquí? ─ Preguntó Celestia.

─ Es el trabajo que tengo que hacer, el Monitor me ha restaurado a cambio de la promesa de limpiar el desastre de Glimmer en cada una de las líneas temporales. Larga historia, no hay tiempo.

Y con esto, Reverse desapareció de la faz de ese mundo.

Starlight solo pudo contemplar con una mezcla de fascinación y miedo. ─ ¿Líneas temporales? ¿Entonces es posible viajar a otra realidad que no sea esta tan horrible?

Pasó el tiempo, y la paz fue reestablecida.

Mientras tanto, Starlight investigaba la probabilidad de viajar a otra línea temporal. No podía reestablecer su amada utopía en un mundo que había sido tan dañado por la guerra. No, tenía que buscar otro mundo, uno que estuviera tan hermoso y bello como lo estaba este antes que Sombra atacara.

Y luego de un largo año luchando, finalmente descifró un hechizo que podía ayudarla. Uno para viajar a otro lado, y empezar su utopía de cero.

Viajó a otro mundo, sí, pero algo andaba mal.

Para su sorpresa, al aparecer en ese lugar, se dio cuenta que estaba desolado. Solo un enorme centauro se erguía sobre un mundo que ahora estaba muerto.

Un monstruo entre los monstruos, Tirek.

Pero algo sucedió. Un temblor sacudió al mundo entero y una especie de cataclismo comenzó a destruir la realidad misma. Todo este mundo estaba muerto, solo Tirek quedaba vivo, pero fue tragado por el cataclismo.

Starlight gritó y cerró los ojos esperando su destino. Sin embargo algo cambió. No había muerto, no aún. Se vio envuelta en un haz de luz solo para aparecer en otro mundo. Otra Equestria.

Una Equestria que se veía próspera y fértil. Una donde podía recuperar su utopía sin duda alguna. O eso pensaba. Porque apenas entró al primer pueblo que encontró, un temblor sacudió al mundo entero, un temblor que de nuevo desató aquel cataclismo que borraría de la existencia esta otra línea temporal también.

─ ¿Otra vez? ─ Gritó Starlight.

Un nuevo mundo fue reducido a nada, y una vez más una fuerza desconocida succionó a Starlight fuera de la zona de destrucción solo para enviarla a otro mundo. Un mundo que estaba dominado por una poderosa industria. F&F, una industria que había acabado con casi todos los recursos del mundo en donde los ponis debían trabajar duro por salarios muy bajos. Un mundo frío y oscuro bajo el total control capitalista de los hermanos que decían que habían traído el 'progreso' a este mundo.

Sin embargo apenas Starlight hablaba con unos ponis que encontró en el camino se dio cuenta que el mundo se sacudía con violencia de nuevo.

A estas alturas Starlight sabía muy bien qué significaba.

Este era su castigo por jugar con el tiempo y el espacio. Ahora estaba condenada a vagar de línea temporal a línea temporal, obligada a ver una y otra vez el fin del mundo.

Ella ya no era la Starlight Glimmer que alguna vez fue. Alguien tan desgraciado ya no podía considerarse siquiera una poni. Ella era una… Paria.


Y bueno, un poco dramático el final pero déjenme explicar: un amigo llamado Mr.A tiene pensado hacer un fic haciendo referencia al famoso Crossover de DC, Crisis, y me pidió favor que sentara las bases. Como me pareció divertido, pues aquí estamos.

De momento eso, y bueno, ya saben.

Chao; nos leemos!