Disclaimer: Todo pertenece a George R. R. Martin.

Esta historia participa en el reto 98 del foro Alas negras, palabras negras.

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-Fuimos grandes en Harrenhal

Todo lo que fuimos

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Rhaegar ha muerto. El rey aerys está muerto también. Nosotros, Oswell, Gerold y yo, sabemos que seremos los siguientes en morir.

Dentro de poco se acerca una comitiva encabezada por eddard Stark con el fin de encontrar a lady Lyanna. Son siete hombres, según nuestros informadores, y aunque mis hermanos y yo somos diestros con la espada será un combate demasiado desequilibrado como para que podamos vencer. Los tres lo sabemos. Sin embargo, ninguno vamos a huir. Enfrentaremos nuestro destino y cumpliremos la última orden de nuestro príncipe, del que debió haber sido nuestro rey.

No lo hemos hablado, pero los tres sabemos lo que somos: somos guardias reales y hemos hecho un juramento. Me pregunto si Jaime Lannister permanecería aquí con nosotros, aguardando la muerte y cumpliendo su deber.

La historia de su traición ha llegado a nuestros oídos por boca de nuestros mensajeros. Mentiría si dijera que la vi venir y aún mentiría más si afirmara que no me dolió.

Sentía cariño por el joven Jaime Lannister. Siempre pensé que era demasiado joven para la guardia, que hubiera sido mejor para él vivir unos años más como caballero antes de ingresar en nuestra orden, pero mis razones iban más encaminadas al bienestar del chico que a que pudiera pensar que haría algo como lo que ha hecho.

Siempre supe por qué ser Jaime entró en la guardia, por qué el rey Aerys en persona lo escogió. Él no lo supo siempre, pero yo estaba allí cuando lo descubrió, en el torneo que me ha llevado a estar donde estoy ahora, a punto de morir.

Quizá el desengaño que sufrió ser Jaime fuera un presagio de todo lo que pasaría después, de nuestros propios desengaños.

No estaré aquí para verlo, pero sé que el torneo de Harrenahl será recordado como el lugar donde empezó esta guerra que ha dividido el reino en dos y que ha acabado con la muerte de la mayoría de los que estábamos allí. Quizá debimos preveerlo, las señales fueron muchas, pero el caso es que no lo hicimos; y es que, aunque allí empezó a gestarse todo lo que vino después, todos disfrutamos de ese torneo. Durante aquellos días fuimos valientes, fuimos felices, fuimos soñadores y sí, fuimos imprudentes. Durante esos días fuimos, o al menos nos sentimos, grandes.