Dororo con aquel dinero que su padre le hubo dejado cumplió sus metas, ahora reinaba lo que parecer paz, las guerras podían ser manejadas con el dinero.

Ahora ella parecía ser una señora Feudal, o así la veían los pobladores de los pueblos aledaños que se dedicaba a cuidar.

Varios jóvenes la asediaban y brindaban muchos regalos para cortejarla y ella los rechazaba amablemente, aunque lo negara seguía esperando a un joven que alguna vez le prometió volver.

"Aniki, ¿Qué será de ti?" pensaba cada atardecer al ver el sol perderse en el mar. "Yo no te olvido, Hyakkimaru"

Algunas veces soñaba cuando él la vio por primera vez en el pozo: «Dororo, eres linda» le había dicho, Se sonrojaba cada vez que lo recordaba. ¿Seguiría creyendo en ello si la veía ahora? Cerró los ojos para evitar llorar, debía elegir pronto un novio y casarse de lo contrario alguien podría tratar de llegar al poder sobre ella, esa época era difícil y desde luego que no se rendía, pero nunca se sabe que es lo que depara el destino en un mundo donde las guerras van y vuelven.

— Señorita, un extranjero pregunta por usted. — Una mujer mayor se acercó a ella. — Está en la entrada.

— Gracias Ito, ¿te dijo su nombre?. — Preguntó la jovencita.

— Hyakkimaru...

Una sonrisa se dibujó en sus labios, además de que los ojos se le anegaron de lágrimas. Corrió por los pasillos de la casa hasta llegar a la entrada, a cada paso la felicidad se fue transformando en enojo. Cuando finalmente llegó ante el joven no dudó en lanzarse hacia él para golpearlo.

Desde luego el hombre con su inmensa experiencia en batalla la esquivaba con maestría.

— ¡Deja de huir, aniki! — Gritó la jovencita.

Él se detuvo sorprendido al verla tan hermosa y alta, Dororo lanzó un golpe que fue a parar contra la tapia del granero y él estaba sentado en el suelo un tanto asustado.

— Largo tiempo sin verte, Aniki — la jovencita habló con un tono furioso, pero cuando el joven vio a los ojos de la jovencita las lágrimas se deslizaban por las sonrojadas mejillas.

— Es el novio de la señorita — Comentaron algunos aldeanos que se encontraban cerca.

— Sí, pronto tendremos boda. — Respondió una anciana.

— Espero que la haga feliz — Comentó un joven.

Hyakkimaru observó a la señorita que se dejó caer junto a él. No sabía porque pero deseaba besar esos labios que parecían dos cerezas. Su corazón parecía latir con más fuerza. la sostuvo en sus brazos y le dio un suave besó.

— He vuelto por ti, Dororo — Le dijo al oído — No me iré otra vez.

— Eso espero, Hyakkimaru... o te juro que...

La joven no pudo continuar su amenaza, otro beso la silenció.