¡Hola! Nuevo capítulo del fic :3.

Inmensos agradecimientos a: ANn D Paola, Ememoho, Procrastinacion y Usagi Hina.

Leer sus comentarios me llenan de más inspiración todavía :D, me alegra DEMASIADO que les guste este fic, pensé que pasaría muy desapercibido, pero me llena de satisfacción saber que hay personas que lo leen, muchas gracias.

Se que he tardado un poco más en actualizar, pero existe una crisis en mi país (Bolivia) y no puedo evitar estar al pendiente de eso. Sin embargo, no pararé de actualizar ni tampoco abandonaré ningún fic, espero que los problemas se solucionen lo más pronto posible TwT.

Sin más que decir, les dejo para que comiencen a leer. Enjoy!

Disclaimer: Naruto no me pertenece, es obra de Masashi Kishimoto.


Es difícil lidiar con una condición como la mía, existen veces en que te embarga la desesperación y la impotencia, así como la resignación y la pena. Pasan días y noches donde te lamentas y maldices en medio de una zozobra difícil de describir. Existen días, también, en que te preguntas cual es la razón de seguir en este mundo…

Y hay otras en que piensas que no se puede volver el tiempo atrás y que, después de todo, nada te puede negar seguir disfrutando de los placeres de la vida. Tienes tus otros sentidos; el tacto, el oído, el olfato y el gusto. La carga de no ser un ser humano normal se rebaja cuando aceptas tu realidad. Aún así, muchas dudas quedan, mismas que te asaltan cada noche y que parecen ir y venir para ponerte al borde de un precipicio. En esa contradicción, en aquel limbo te manejas día a día.

Hoy es una de esas ocasiones en que no me siento yo misma y, al mismo tiempo, sé que soy yo, aunque no me reconozca. Algo cambió ligeramente y lo sé, desde que abrí la puerta de mi casa, desde el mismo momento en que escuché una voz distinta a la que conocía. Un tono que si bien al principio parecía ser ronco y tosco fue aflojándose hasta convertirse en carismático y cortes.

Mi imaginación voló sin que yo pudiera detenerla, de alguna manera, la figura que se instaló en mi mente fue la de un hombre joven, alto quizá, probablemente robusto. No puedo ver aún la forma de su cabello ni el color de su tez, mucho menos sus rasgos, pero ahí está… un completo desconocido adueñándose de mis pensamientos.

—Usted es bastante modesta, eso me agrada.

Sentí un leve calor recorrer mis mejillas. No tengo idea de a que se refiere pues donde vivo es normal ser así, y creerme mucho tampoco es algo que vaya conmigo. Me considero más una chica que trata de disfrutar de lo que puede. Inhalé una bocanada de aire para responder:

—En-encontrará muchas personas así por aquí, se lo aseguro—Sonreí con presteza, de inmediato oí su risa colmar todo el ambiente. El nerviosismo se apoderó de repente de mí, y empecé a jugar con mis manos, una manía que no había podido hacer desaparecer desde pequeña.

—Oh, no, no se ponga nerviosa…

Pensé que era casi imposible no ponerme nerviosa en esa situación. Él podía verme y yo no, él era capaz de ver mis gestos y yo no. La necesidad de voltear el rostro me engulló por completo, y así lo hice. Tome el mango de mi bastón con un poco mas de fuerza en el transcurso. Estaba ansiosa y una ligera pesadez se posicionaba en mi abdomen, una voz, pequeña y débil me decía que era mejor tomar mi celular y llamar mi primo Neji y otra, inexplicablemente mas fuerte, exclamaba que aquel hombre era alguien que quizá nunca mas en la vida fuera a ver -no literalmente hablando- y que no debía desaprovechar una situación así.

¿Desaprovechar qué? Era la pregunta.

Pero también, ¿qué podía ocurrir de todas formas? Era un extraño que se había perdido, había dado con la casa mas cercana y que quería conocer más de este pueblo y yo, por casualidades de la vida, lo conocía muy bien, o al menos conocía la mayor parte de las maravillas que escondía. La naturaleza era mi amiga, así como los libros y la música, lo único que me hacía sentirme viva y llena de esperanza. Muchas veces había salido a caminar y explorar con mi madre o mi hermana, cada una me detallaba lo que veía y yo lo imaginaba, creando un retrato en mi mente y atesorándolo para aquellos días en que la tristeza viniera a visitarme para empujarme hacia la oscuridad.

Luchando entre aquellos pensamientos me decidí de una vez.

—¿Qué le gustaría conocer? —pregunté tan calmada como pude.

—¿Qué me recomienda?

Ahora fui yo la que comenzó a reírse. Nunca había conocido a alguien que fuera tan elocuente y me tratara con tanta normalidad. La mayoría escogía delicadamente sus palabras a la hora de hablarme.

—Depende de cuánto tiempo tenga— contesté—ya que hay lugares inmensos o, por el contrario, pequeños pero muy bellos.

—En ese caso…—lo oigo murmurar débilmente—¿qué tal los lugares pequeños?

Asentí—Bien... entonces podríamos empezar…

—¿Ahora mismo?

—Si usted lo desea. Espéreme mientras subo un momento al segundo piso, por favor—Apreté los labios mientras comenzaba a darme vuelta, dispuesta a subir hasta mi cuarto en busca de algún abrigo. Ya al tanto del camino que debía tomar para encontrar las escaleras dejé de lado mi bastón, levantándolo en el aire, y avancé con rapidez hacía mi destino, más algo obstruyó mi paso de repente, la punta de mi pie dio de lleno contra un objeto, el ruido sordo retumbó un poco y, de pronto, el dolor agudo que sentí en mi meñique hizo que parara abruptamente y emitiera un jadeo.

Rápidamente sentí una presencia a mi lado.

—¿Se encuentra bien? Se golpeó con una pata de la mesa—aún adolorida asentí con la cabeza varias veces. Estaba segura que allí no había nada, o al menos, anteriores días no había chocado con nada. Había una mesa, claro, pero se suponía que debía estar mas lejos, aquello empezó a causarme extrañeza.

—E-estoy bien… es solo que… estaba segura…—me mordí el labio inferior. No, eran alucinaciones mías, una mesa no podía moverse sola, quizá había memorizado mal aquel lugar y ahora estaba haciendo el ridículo. —No, no es nada, olvídelo.

—Pero…

—Estoy bien, en verdad. Suelo chocar muchas veces con las cosas, estoy acostumbrada—fingí una risa, esperando que aquello diera por terminado todo. Me enderecé y esta vez usé mi bastón como guía, poniendo el final de él en el piso para comenzar a tantear el terreno. Algo que debí de haber hecho desde el principio para no quedar como una completa torpe, me recalqué a mí misma.

Quise avanzar, más una inesperada presión en mi hombro me detuvo, me di cuenta de inmediato de aquello y me puse algo nerviosa. Su mano se sentía grande y cálida al mismo tiempo…

—Disculpé... —susurré, sin saber que más decir.

—Ah, lo siento, lo siento… —apartó su mano por completo—parecía que iba a chocarse de nuevo.

Sonreí—Esta bien, no se preocupe...

Sin decir más volví a caminar, esta vez teniendo cuidado de no tropezar con nada, cuando por fin subí a la segunda planta y estuve dentro de mi cuarto solté un gran suspiro. Me acerqué hasta mi armario y con agilidad abrí la puerta y saqué un abrigo, luego me aproximé hasta mi escritorio, y tal y como hice esta mañana tanteé la superficie hasta encontrar mi celular. Por lo visto no tenía ni una llamada ni un mensaje -pues el sonido de las notificaciones no estaba presente-. A pesar de que mi madre me había dicho que llamarían a penas llegaran de su viaje, no había recibido ningún tipo de señal, y Neji parecía que tampoco se iba a presentar.

Guardé con cuidado el aparato en uno de los bolsillos de mi chamarra y salí de mi recamará. Cerré la puerta despacio y me encaminé hasta la planta baja. Me encontraba en el pasillo cuando pasé por la pieza en donde dormían mis padres, sin quererlo realmente me detuve, una terrible sensación de inquietud me lleno de repente. Ahí, con el silencio ensordecedor retumbándome en los oídos tuve un presentimiento. Tan fuerte y latente que apunto estuve de abrir la puerta y entrar, sin embargo, antes de que mi mano se acercará a la perilla un pequeño ruido proveniente de abajo hizo que cesara mis acciones.

—Basta…—murmuré para mi misma—deja de imaginar las cosas.

Deja de alucinar.

Seguramente había una respuesta a todo, seguramente mi familia llamaría pronto y Neji vendría esta tarde o mañana.

Dando pasos atrás opté por ignorar la sensación que me embargaba y empecé a dirigirme a las escaleras, una vez allí el sentimiento de tranquilidad volvió a mí corazón. Baje lentamente, escalón por escalón, y en el proceso aquel lapso de tiempo me pareció infinito, pues percibía, de forma intensa, la mirada de alguien, observando cada pequeño detalle mío, cada minúsculo gesto que yo hacía.

—¿Ya esta lista?

Terminé de bajar y asentí.

—En ese caso…—lo sentí a mí lado, se me erizó la piel—por favor, tomé mi brazo.

Abrí los ojos como platos. Me lo imaginaba extendiendo el codo cortésmente, sonriéndome de lado mientras decía aquellas palabras.

—Esta bien, n-no tiene porqué…

—Insisto, por favor.

¿Qué clase de persona podía tener una voz tan enérgica pero fina a la vez? Su voz lo decía casi todo de él. Una persona seria pero que sabía divertirse, reservada, pero con un tinte de impulsividad. Con algo de temor cambié de mano mi bastón, donde sostenía también el abrigo, y extendí mi brazo hasta dar con la tela de su ropa. La punta de mis dedos acarició la superficie, sin atreverme a hacer más.

De pronto sentí otra mano sostener la mía, respingué un poco—Si no se sostiene bien me temo que se sentirá incomoda—me explicó—miré… así, justo así.

Su palma se cerró encima de mis nudillos y los levantó más, hasta donde supuse era su antebrazo. De inmediato me sentí nerviosa y avergonzada, pero decidí no decir nada.

Salimos de la casa y la refrescante brisa mañanera nos dio la bienvenida. Podía sentir los rayos de la luz del sol en mi piel y en la tela de mi vestido. Conocía demasiado bien el clima del lugar y sabía que, si bien hacía mucho calor, aquello podía cambiar drásticamente y tornarse en un día nublado y frio -razón por la cual llevé mi abrigo-. Amaba aquel cambio, a pesar de que muchos otros se quejaban, para mi era un hecho simplemente maravilloso.

Sonreí un poco, imaginando, como siempre, como sería el paisaje. Lo hermoso que se vería a lo lejos, las hojas de los arboles bailando al son del viento y los pajarillos en lo alto, cantando con alegría.

—Siguiendo recto, hay un lugar que quizá le guste—hablé sin pensar, mas no me detuve. Él me había pedido que le enseñase todo cuanto sabía de allí y eso haría.

—Entonces no hay más que hablar, allá vamos.

El camino no era largo, quizá a unos quince minutos aproximadamente y por eso mismo me lo había memorizado tan bien como podía. Tenía la seguridad de que a cualquiera le gustaría -cualquiera amante de la naturaleza, por supuesto-, pues el olor a flores impregnaba aquel sitio y se podía oír el sonido de un arroyo muy cerca de allí, en las noches, las cigarras emitían su celestial sonido, contrastando perfectamente con la armoniosa quietud de todo.

Apenas sentí el pasto bajo mis pies supe que ya estábamos cerca, en todo ese tiempo ninguno había hablado, mas no me era incomodo en absoluto. Pocas personas me transmitían esa tranquilidad -solo mi familia, a decir verdad- que alguien que no conociera de nada fuera capaz de algo así me tomaba desprevenida. Quizá se tratase de algún don, algo de lo que gozaban contadas personas en el mundo.

Los minutos pasaron y en medio de mis elucubraciones la intensa fragancia de las gardenias, junto con las rosas, los lirios y la fresia llegaron de sopetón, dándome un nuevo aire, uno casi mágico. El olor de la tierra y el pasto se mezclaba, no pude evitar alzar el rostro en un intento por capturar al cien por ciento su aroma. Seguí caminando, me afiancé más al brazo de mi acompañante, completamente hipnotizada.

—Es un lugar hermoso…

Sonreí ampliamente, alegre—Lo es, incluso yo que no lo veo lo sé.

—Creo que tengo un poco de envidia.

Entreabrí los labios—¿Por qué?

—…Me gustaría percibirlo de la forma en que usted lo percibe, su rostro me dice lo fascinada que está.

—Entonces yo también le tengo un poco de envidia, puede mirar la belleza de todo esto, es capaz de plasmar esa imagen en su memoria, como una fotografía.

Él se detuvo y, por ende, yo también—¿Cómo lo imagina usted?

La pregunta me tomó por sorpresa, sin saber que decir balbuceé—Bueno… yo… —mordí mi labio inferior—imagino que alrededor… hay arboles muy grandes, imagino el verde pasto esparcido por todos lados, las flores naciendo entre los arbustos, muchas flores, de muchos colores… los rayos del sol alumbrándolas. Imagino que hay muchas plantas silvestres, oh… y dientes de león...

Lo oí reír un poco—¿Dientes de león?

—¡Mu-muchos dientes de león! —afirmé con demasiada seguridad.

—Pues déjeme decirle…—esperé pacientemente su respuesta—que su imaginación se queda corta.

Me quedé callada por unos momentos, luego comencé a reír—¿Ah sí? —Hanabi ya me había descrito algunos detalles de ese lugar por lo que sabía que los arboles grandes y las flores de colores si estaban allí, si eran reales.

—Aparte de las flores, los arbustos y lo arboles hay muchos nidos de pájaros, puedo ver insectos y gusanos rondando por la tierra, abejas polinizando las flores. Aparte de los rayos de luz también hay lugares con sombras ¿sabe?, aquellos donde el sol no da, allí también crecen otro tipo de flores, no estoy seguro de su nombre, pero tienen un vibrante color fucsia, con un verde alrededor, un degradado de colores exquisito, sin duda. Puedo ver, cerca, un pequeño arroyo sin nada más que pasto y piedra a sus lados y más allá, mucho más allá logro ver enormes pinos, pareciera que llegaran hasta el cielo. El paisaje es digno de ser retratado, al atardecer la gama de colores debe de ser un espectáculo impresionante.

Quedé boquiabierta. La nueva información llegando a mi mente de forma tan veloz, tan rápida que me quedé helada. La limitada imagen que tenía de allí, expandiéndose más y más. Mas allá… jamás había tenido la curiosidad de ver más allá, creía que la atracción principal se encontraba más en la variedad de flores que crecían y en su extrema belleza.

—Usted… —comencé a hablar—por lo visto se fija más en los detalles que pasan desapercibidos…

—¿Lo cree?

—Cualquiera que viniera aquí quedaría maravillado por aquello que se puede ver a simple vista, y con razón, pero le costaría más fijar su atención en los lugares que carecen de color. Aquellos donde la luz no llega, como usted dijo, lugares que parecen no ser importantes por su falta de belleza.

—He quedado asombrado por el total, ¿no le parece que sin esa "fealdad" no existiría la belleza? El conjunto de las cosas… crea la realidad.

Cerré los ojos, imaginando el nuevo paisaje, mi familia por supuesto trataba de ocultarme lo peor del mundo. Haciéndome ver siempre lo mejor de las cosas, dejando de lado lo burdo o lo vulgar. Sabía que existía, por supuesto, pero la mayor parte del tiempo no lo tomaba en cuenta.

Amaba la luz y, por el contrario, odiaba la oscuridad. El día y la noche, ¿eran parte de un todo? Porque la ausencia de brillo en mi vida me había convertido en la clase de persona que era, no ver nada hacía que tuvieras pánico a hundirte en un abismo sin fin, un abismo sin un resquicio de luminosidad.

Mi vida era solo eso, falta de claridad…

—Le agradezco, me ha dado una nueva perspectiva—musité, algo ida.

El siguiente lugar se trataba de una cascada, se encontraba siguiendo el arroyo. Lo guie hasta allí algo ansiosa por saber su opinión, ansiosa por que me describa a su forma lo que él era capaz de ver. Cuando llegamos, me dediqué a decirle lo que sabía, lo que imaginaba que había y, de nuevo, fui abrumada con más detalles. Su voz, suave, se mezclaba con la armonía del paisaje y me daba la impresión de estar en un libro donde el narrador describía cada pequeña cosa y te llevaba a un viaje difícil de retornar.

Me agradaba demasiado como elegía las palabras, la entonación que ponía y la dedicación que parecía tener para explicarme todo lo que veía. ¿Qué clase de hombre era? Ninguno, ni siquiera mi primo, me había dado esa clase de sensación, me hallé a mí misma tentada a preguntarle como era, que se detallase a si mismo de la misma forma que detallaba su entorno. Quería tener una imagen de su rostro, del color de sus ojos, con lo que iba vestido… De pronto, parecía que la que estaba haciendo turismo era yo, pues antes de lo que pude imaginarme era yo la que preguntaba, la que parecía no conocer nada.

—Y dígame, ¿el cielo está completamente despejado ahora mismo?

—Empieza a nublarse, parece que pronto lloverá.

—Cuando era pequeña no me gustaba ver el cielo nublado, me gustaba más verlo completamente azul.

—El gris también es un bonito color.

—No lo pensaba así antaño.

—¿Y ahora?

—Ahora… no soy capaz de apreciarlo como debe ser…

—Es una lástima, ya que es parte de usted.

—¿D-de mí?

—Sus ojos son del color de la luna, la luna misma, a decir verdad, el gris está presente en ellos. Un toque que los hace únicos, completamente diferentes. Un paisaje que hasta ahora, entre los dos que me mostró, es mi favorito.

Estoy segura que me sonrojé en demasía pues sentí extremadamente calientes las mejillas. Para disimular me alejé de él caminé un poco, lentamente, mientras oí a las aves entonar sus canticos. Sus palabras, la forma en la que hablaba, me hacían sentir especial, de nuevo, la necesidad de saber cómo era se apoderó de mí.

Inhalé aire. El frio empezaba hacerse presente, sin querer apreté el abrigo que llevaba recargado en mi brazo.

—¿La he incomodado?

Di media vuelta, hacia donde creía que estaba—N-No… solo no estoy acostumbrada a escuchar halagos… nadie antes me había dicho algo similar…

—¿…Ningún otro hombre antes?

La pregunta me hizo sonrojarme más—No socializo demasiado, no… seré honesta, casi nunca socializo si no es con mi familia y algunos vecinos y vendedores, por tanto, nunca me he hallado a solas con un hombre, tampoco me he relacionado con uno… en mi condición…

—¿Se siente inferior?

Soy inferior…

—No soy la clase de mujer que un hombre querría para toda la vida…

—… Creo que es la clase de mujer que todos querrían para toda la vida…

Una risa nerviosa se me escapó de repente—N-no sé cómo lidiar con esa clase de comentarios.

—Trato de hacerle ver que no debería sentirse inferior. Usted es… bella, en todo el sentido de la palabra. Estoy seguro… que cualquiera que la conociera más a fondo quedaría fascinado…

Sentí que quiso decir más, pero se calló, aquello mas que disminuir la vergüenza, la acrecentó:

—Gracias…

—Perdóneme por ser tan directo.

¿Perdonarlo porque me haya dicho tan bonitas palabras? Sonreí un poco.

Las horas pasaron mientras íbamos recorriendo cada uno de los lugares que yo tenía en mente, cada minuto parecía irse rápidamente en su compañía, las conversaciones que prosiguieron no fueron igual de personales, sin embargo, si tenían el mismo efecto en mí. Para cuando nos dimos cuenta ya estaba atardeciendo y mi estómago, completamente vacío, para mi desgracia empezó a hacer pequeños ruidos.

Nos encontrábamos algo alejados de mi casa, por lo que quedaba una hora de caminata, pensé, que antes hubiera terminado de desayunar algo para no andar pasando esta clase de penurias y mas con un extraño.

Bajé la cabeza, azorada—Lo siento…

Él rio una vez más en el día, su risa se colaba por mis oídos cada vez más con una intensidad abrumadora—No se preocupe, la entiendo perfectamente.

—¿También tiene hambre?

—Vaya que si…

Esta vez la que se carcajeó fui yo.

Un segundo después pude sentir leves vibraciones cerca mío y luego el sonido de una notificación se oyó, de inmediato paré de reír y me puse nerviosa. ¡Lo olvidaba! ¡al fin! Una señal de vida de mis familiares -ya sea Neji o mi madre- el alivio corroyó mi interior. Sin dejar pasar mas tiempo hurgué dentro de los bolsillos de mi abrigo y encontré mi celular.

Lo saqué y el sonido de notificación volvió a sonar. No era una llamada, eran mensajes. Algo incomoda me quede quieta sin saber que hacer, en situaciones normales hubiera tenido todo el tiempo del mundo para poder saber que era lo que decían, las aplicaciones móviles me facilitaban bastante el manejo, sin embargo, en ese momento, junto a un acompañante parecía no ser lo más adecuado. Aún así, ansiaba conocer su contenido, quitarme de una vez por todas aquel presentimiento horrible que se adueñó de mí horas antes. Tal encrucijada hizo que me mantuviera en silencio demasiado tiempo.

Lo más lógico era esperar a que él se fuera para que yo pudiera llamar o responder como se debía, no importaba que tan apresurada estuviera…

—¿Sucede algo?

—Oh…—la interrupción de mis pensamientos me dejó aún más confundida.

No, no podía…

Necesitaba saber en ese mismo instante que decían aquellos mensajes, esa era la verdad…

—Vera, mi familia… se fue de viaje justo ayer, se suponía que debían llamarme lo más pronto posible, también esperaba a mi primo hoy por la mañana, como ya sabe. A pesar de que puede ser solo un tema de tiempo, no puedo evitar imaginar que les haya pasado algo, justo ahora acaban de llegarme unos mensajes y…

—Supone que son ellos—completó, yo asentí fervientemente—déjeme ayudarla.

—¿A-ayudarme?

—Si es que quiere saber más rápido lo que le dicen puedo leerle lo que contienen los mensajes…

Tragué saliva. Había optado por pedirle que me de un poco de espacio para así poder saber que dicen yo misma, que él se entere sobre cosas relacionadas a mi familia, cosas personales, me parecía que no iba con la situación. Por otra parte, negarle una petición tan amable, dicha con tan buena intención sería muy grosero de mi parte, después del día que habíamos pasado y lo bien que nos habíamos llevado.

Sopesé los pros y contras; él era un completo extraño, pero si hubiera querido engañarme y hacerme daño yo ya lo habría sabido ¿cierto?

¿Estaba bien confiar en él?

De nuevo aquellas dos voces debatían dentro de mí, de nuevo aquella voz fuerte ganaba la batalla…

—Es muy amable…—le extendí el celular—se lo agradezco mucho.

El aparato fue tomado de mi mano rápidamente, con el corazón latiéndome apresurado apreté los labios y esperé que me leyera lo que decían. Después de unos minutos, los cuales pasaron muy lentamente para mi gusto, pude oírlo hablar:

—"Hinata, hija" —jugué con los dedos de mis manos—"llegamos bien, ocurrieron algunos contratiempos, pero todo está normal."

Arrugué un poco la frente ante la simpleza del mensaje. Mi madre siempre se extendía de sobremanera en cada cosa que escribía, siempre contando a grandes rasgos lo que le ocurría.

—¿Eso es todo? —pregunté—¿no dice nada sobre mi padre, mi hermana o…?—dejé la frase al aire.

—Ah… en el segundo mensaje—algo extrañada ante su tono de voz, completamente diferente a lo que estaba acostumbrada ese día, asentí—dice…

—¿Sí? —insistí.

—"A tu padre se le olvido el traje que debía de llevar, lo regañé bastante, nos hubieras visto." —completamente aliviada atiné a reírme un poco—"volveremos pronto, cuídate mucho, te queremos"

Y yo los quiero a ustedes…

—Que alivio…—suspiré, feliz—no les pasó nada.

—No…

Sonreí abiertamente—Le debo un gran favor.

—¿Esta segura de eso?

Parpadeé—¡Por supuesto!

—Entonces tengo una petición que hacerle, tenga…—supe que se refería a mi celular. Algo confusa extendí la mano y tomé el aparato. Cuando estuve a punto de retirarla fui súbitamente sorprendida por su agarre, su mano se encerró en torno a la mía, como al iniciar el día. Pero esta vez parecía emanar mucho más calor de lo habitual, ser más áspera y también más fuerte.

Se me secó la garganta.

—Di-dígame…—hablé apenas, percibiendo el roce de pieles mucho más íntimo de lo debería de ser. Para otros un gesto tan simple no causaba conmoción, para mí era al contrario, acostumbrada a vivir alejada, jamás había imaginado lo que el tacto ajeno era capaz de producirme. Ni en mis más grandes sueños veía a alguien tomándome de la mano y, aun así, allí estaba, en medio de un bosque, con un hombre que apenas conocía hace horas, en un ambiente de complicidad total.

Parecía un cuento de hadas…

Sacudí la cabeza, debía dejar de soñar despierta.

—Ya es algo tarde, si vuelvo hoy a la ciudad me sería muy problemático, sin contar con los posibles asaltos que sufriría. Me preguntaba, si es que sería tan amable de brindarme un alojamiento temporal.

Solté una leve exclamación—Entiendo…

—Sé que mi petición es molesta, pero ahora mismo solo la conozco a usted…

—No hay problema—respondí apresurada—estoy consciente de la situación. Hay varias habitaciones en mi casa, podría instalarse en una de ellas…

—¡Gracias, muchas gracias! —su efusividad mermó parte de mi extrañeza. Asentí en silencio, aún con mi mano encerrada en la suya. El nerviosismo saliendo a flote mientras pasaban los segundos—Si aún tiene sospechas estoy dispuesto a pagarle por…

Retrocedí un poco—N-no, claro que no.

—Bien.

Retuve el aire en mis pulmones, tratando de no verme tan indefensa y cohibida. Podía percibirlo muy cerca de mí, y aquello aceleraba mi pulso. No sabía a que se debía, pero estaba segura que si seguía así acabaría como un tomate, y ya me había sonrojado mucho a lo largo del día, seguramente él pensaría que era una chica muy rara.

—Tengo otra petición…

¿otra? —¿…Cuál más?

—Dejemos el "usted" de lado ¿le parece? Solo Naruto y…

—Hi…Hinata—bajé la cabeza.

—Hinata…—oírlo decir mi nombre termino por encender mis mejillas, definitivamente no era buena lidiando con esta clase de cosas. —¿Aceptas mi petición?

¿Por qué no?, no había nada de malo en dejar las formalidades después de todo—Acepto.

—Magnifico—murmuró—Hinata, ¿Quieres saber cómo está el cielo ahora mismo?

Sonreí tímida—¿Có-cómo está el cielo, Naruto?

—… Hermoso, completamente hermoso…

"Oh, ella es hermosa.

Dios mío, qué pecado más bello…

Solitaria y dulce, perdida dentro de su mundo.

Nadie lastima a esta chica tan bonita."