Capítulo 12

¿POR QUÉ no podría haber conocido a Draco antes que a Ron?

Después del fracaso de su matrimonio, había intentado que cada año en el cumpleaños de Rose y en Navidad Ron pareciera el tipo de padre que una niña se merecía. Quería que su pequeña no tuviera que sufrir lo que ella había sufrido con su madre. ¡Mientras que Draco sería un padre estupendo! Hermione observaba cómo Rose y sus amigos lanzaban un palo a BJ que iba tras él obedientemente una y otra vez sin perder el gesto que se asemejaba a una sonrisa.

—Tendrá que irse.

Hermione inspiró profundamente.

—¿El perro o tu hija?

—Lo sabes perfectamente.

—Sí y por eso te digo que no irá a ninguna parte. No tienes más que mirar la cara de Rose para comprobar que está feliz. Debería haberle comprado uno hace años.

Ron avanzó hacia ella interponiéndose entre la ventana y ella.

—Sabes que soy alérgico así que tendrá que irse.

—Y yo sé que ya no vives aquí así que no es asunto tuyo.

Ron la miró atónito y ella le dedicó la más pequeña de sus sonrisas.

—Apuesto a que te sorprende ver que puedo defender lo mío —continuó Hermione—. He intentado ser amable contigo por Rose. Te he cubierto todas las veces que la has decepcionado porque estabas demasiado ocupado o simplemente no te acordabas de ella. Pero eres un pésimo padre y fuiste un pésimo marido y eso no puedo arreglarlo. Y créeme, lo he intentado. No tienes la capacidad pero supongo que no es culpa tuya.

—Tal vez podría haber sido mejor marido si tú hubieras sido mejor esposa.

—No tienes derecho a decirme eso. Sabes que no es cierto. Lo intenté mucho antes de que tomaras la decisión de abandonarnos.

—Tal vez me habría quedado si no te hubieras obsesionado con tener otro hijo.

pestañeó varias veces. Su tiempo de reacción había disminuido. Estaba exhausta. Exhausta tras años de luchar contra la corriente. Hasta sentía un poco de fiebre.

—No, y eso demuestra lo poco me conoces. Intenté ser una buena esposa, paciente y valiente. Sólo quería una familia y lloré por los hijos que perdí. Supongo que simplemente elegí al hombre equivocado.

—Y supongo que piensas que ahora has elegido al adecuado.

—Sí, eso es lo que pienso.

—Me alegro de oírlo.

Hermione se giró de pronto al oír la voz familiar y se encontró con los ojos grises de Draco que sonreía con dulzura.

—¿Cuánto tiempo llevas ahí?

—Desde que dijiste que el perro se quedaba.

—Los cotillas nunca oyen nada bueno —dijo Ron.

—¿Sabes? Yo también lo creía —contestó Draco acercándose a Hermione y entrelazando los dedos con los de ella—. Sólo para que lo sepas: creo que voy a tener que pegar a este tipo —dijo mirándola a los ojos.

—Te demandaría —dijo ella.

—Merecerá la pena.

—¿Qué te ha pasado en el labio?

—¿Esto? —dijo tocándose el labio lastimado—. No es nada. Harry me pegó.

Hermione soltó la mano de Draco y sacando una silla de la mesa de la cocina se sentó.

—¿Estás bien? —preguntó Draco.

Hermione asintió.

—¡Qué tierno! Veo que formáis una familia —dijo Ron con desprecio.

Draco se inclinó para mirarla más de cerca. Estaba muy acalorada. Le palpó la frente y estaba caliente.

—Cariño, ¿estás enferma?

—Estoy bien.

—Ya veremos lo que quedará de vuestra familia cuando pierda al bebé. Porque lo va a perder, ¿lo sabes, verdad?

—Un momento, tesoro —dijo mirando a los ojos aterrados de Hermione.

Ella vio cómo Draco se giraba y empujaba a Ron contra la pared.

—No voy a pegarte aquí porque es el cumpleaños de tu hija y sería muy violento tener que explicarle por qué su papá salía en una ambulancia.

—Draco —dijo Hermione.

—No tengo ni idea de por qué sientes la necesidad de comportarte así —continuó Draco ignorando la voz de Hermione—. Tal vez te sientas culpable por no conocer a tu hija lo suficiente para saber lo que más quería como regalo. Tal vez sea porque no estuviste allí cuando tu mujer te necesitaba. Pero cualquiera que sea el motivo que crees que te permite hablarle como lo haces será mejor que lo olvides.

—Draco... —repitió Hermione.

—Porque si no empiezas a tratar a Hermione con un poco más de respeto tendrás que vértelas conmigo —dijo acercando el rostro al de Ron.

—¡DRACO! —exclamó Hermione.

—Y eso no te gustará.

—¡Draco! —la exclamación ya era una súplica.

Draco se giró y vio a Hermione que intentaba ponerse en pie pero se doblaba de dolor. Sus ojos se encontraron con una mirada de pánico absoluto.

—Dios mío —fue lo único que Hermione pudo decir en un tono apenas audible.

Hermione abrió los ojos lentamente mientras trataba de acostumbrarse a la luz. Unos fuertes dedos apretaban los suyos y se encontró con el rostro de Draco. Un nudo se le formó en la garganta.

—Hola —dijo él con una sonrisa.

Ella tragó con dificultad y esperó a que Draco hablara. Incorporándose de la silla de plástico, Draco se sentó en el borde de la cama. Turbado, vio cómo una lágrima resbalaba por la mejilla de Hermione.

—¿A qué viene eso?

—Lo siento mucho —consiguió susurrar ella.

—¿Por qué? ¿Por ponerte enferma? No es culpa tuya —dijo el secando con el dorso de su mano otra lágrima—. No llores. Nunca te lo he dicho, pero a los hombres no nos gustan nada las lágrimas.

—Siento haber perdido a nuestro bebé. He hecho demasiadas cosas hoy. Ha sido culpa mía.

Draco frunció el ceño y entonces le soltó la mano y la tomó en sus brazos. Acunándola suavemente, le besó el pelo mientras hablaba en voz baja.

—No lo has perdido.

—¿No lo he perdido? —dijo ella separándose de él.

—No. Sólo has tenido una infección hepática.

—¿Una infección hepática?

—¿Hay eco en esta habitación?

—Trata de no ser gracioso por un momento, ¿quieres? —dijo ella mirándolo mientras se secaba las lágrimas.

—Lo siento. Lo hago en los momentos de crisis —dijo él abrazándola con fuerza—. O después de que la mujer que amo me haya dado un susto de muerte.

—¿No he perdido a nuestro bebé? —dijo ella mirándolo a los ojos.

—No, no lo has hecho —volvió a sonreír—. Y déjame que te diga que adoro que ahora digas «nuestro» bebé en vez de «el» bebé.

—¿No lo he perdido? ¿Sigo estando embarazada? —repitió Hermione mientras una enorme sonrisa florecía en sus labios.

—Así es. Pero tienes una infección hepática. Fiebre, dolor de espalda, calambres. El médico dice que vivirás y te ha recetado antibióticos.

—¿Antibióticos? —repitió ella con preocupación.

—Sí y le pregunté si era seguro en tu estado y me ha dicho que no hay problema.

Entonces Hermione guardó silencio unos momentos, pensativa.

—¿Qué fue lo que dijiste antes? —dijo finalmente con una sonrisa.

—Que los antibióticos son seguros para el bebé. Sabía que querrías saberlo.

—Antes de eso.

—¿Qué parte? —dijo alzando las cejas inquisitivamente.

—La del susto.

—Ah, esa parte —dijo sacudiendo la cabeza con expresión seria—. Supongo que podría haber elegido un mejor momento para confesártelo.

—Dijiste «la mujer que amo».

—Lo dije, ¿verdad?

Hermione asintió. Draco esperó unos largos segundos, el gesto serio.

—Sabes que tendrás que casarte conmigo ahora que me has cazado.

Hermione lo miró fijamente. Y entonces le tocó a Draco el turno de asentir.

—Me temo que sí —añadió.

—No voy a casarme contigo por el bebé, Draco.

—No. Lo harás porque estoy enamorado de ti.

—No lo estás.

—Sí lo estoy.

—No lo estás. Sólo crees estarlo porque vamos a tener un hijo y nos hemos llevado un susto de muerte al pensar que lo habíamos perdido.

—Pero no ha sido así.

Hermione sacudió la cabeza y la mata de pelo cayó sobre sus hombros.

—No, si lo hubiéramos perdido tú no estarías diciéndome esto ahora mismo.

—Tienes razón.

—Tú no me amas, Draco —dijo bajando los ojos, desolada.

—Sí te amo —dijo él inspirando profundamente—. Pero tienes razón. No te habría pedido que te casaras conmigo aquí si hubiéramos perdido a nuestro bebé. No habría podido hablar —dijo inclinándose hacia ella—. Estaría demasiado triste para hacerlo.

Hermione sintió que los ojos volvían a llenársele de lágrimas cuando miró el hermoso rostro de Draco.

—No me llores otra vez —dijo Draco con tono hipnótico.

—No lo voy a hacer —dijo ella sorbiéndose la nariz.

—Bien —dijo él abrazándola de nuevo mientras le acariciaba el cabello esperando a que se relajara antes de continuar—. Si hubiéramos perdido a este bebé, Hermione, habría querido tener otro bebé contigo.

Hermione sintió la oleada de lágrimas que la inundaba inevitablemente, pero afortunadamente tenía el rostro oculto en el pecho de Draco y no podía verlas.

—Quiero tener muchos bebés contigo —continuó.

Hermione se sorbió la nariz lo más silenciosamente que pudo. Draco dejó de acariciarle el cabello y bajó la vista para mirarla.

—Será mejor que no estés llorando.

—No lloro. Te estoy escuchando.

—Es un comienzo.

—Estabas en que «querías muchos bebés».

—Cierto —Draco se detuvo y tomó aire—. Se puede decir que apareciste de repente en mi vida. Aunque tengo que admitir que probablemente tú fueras la culpable de que me convirtiera en un soltero empedernido y conquistador.

—¿Cómo dices? —dijo ella.

Draco se sonrojó ligeramente.

—Creo que me enamoré de ti la primera vez que te vi. No podía apartar los ojos de ti. Le pedí insistentemente a tu hermano que nos presentara. Pero tú me trataste fatal.

Fue el turno de Hermione de sonrojarse.

—Así que decidí olvidar a aquella perturbadora criatura y me dediqué a conquistar a todas las mujeres que se me presentaban —se encogió de hombros—. Y me di cuenta de que no lo hacía nada mal. Nada de ataduras, nada de involucrarse seriamente. Hasta que viniste a trabajar con nosotros. Supongo que ha pasado lo que era lógico que ocurriera.

—¿Entonces crees que estás enamorado de mí?

—Sí.

—¿Y cómo estás tan seguro?

Sin más palabras, Draco se inclinó sobre ella y le rozó los labios con los suyos, sonriendo ligeramente hasta que le dolió el labio. Entonces levantó la cabeza y la miró de cerca.

—Escucha atentamente, cariño. Te amo. Puedes discutir conmigo hasta nuestro quincuagésimo aniversario de bodas si quieres pero no te desharás de mí. ¿No te lo he estado diciendo desde hace tiempo?

—Lo has hecho, pero yo pensé que lo hacías porque...

—Sé lo que pensabas. Y puede que al principio fuera así, pero cuando empecé a pasar tiempo contigo y con Rose me di cuenta de que ahí era donde quería estar. Vosotras sois mi familia ahora —dijo dándole un beso—. Cásate conmigo.

—No se me da muy bien el matrimonio.

—Porque te casaste con el hombre equivocado —volvió a besarla—. Cásate conmigo.

—Piensas que soy una mujer adusta y una maniática del control.

—Y lo eres —dijo él encogiéndose de hombros—. Pero te quiero igualmente. Y supongo que nos complementamos —otro beso—. Cásate conmigo.

—¿Quieres casarte conmigo a pesar de todas mis inseguridades, un bebé, una hija de once años y un perro? ¿Convertirte en un hombre de familia?

—Sí, sí, sí... —contestó él mirándola y la besó rápidamente—. Lo del perro fue idea mía, y sí, quiero casarme contigo. ¿Vas a contestarme ahora?

—Pero discutiremos —dijo ella aunque sabía que no sería como sus discusiones con Ron.

—Lo sé —dijo él con una sonrisa contenida.

Hermione esperó sonriéndole a su vez al ver la expresión decidida en los ojos verdes.

—Pero te querré el resto de mi vida, Draco. Nunca antes había sentido algo así y hace tiempo que lo siento o de no haber sido así no me habría quedado embarazada para empezar.

Se sonrieron el uno al otro mientras los ruidos continuaban fuera de la habitación. Draco se inclinó sobre ella entonces y se besaron hasta que no pudo soportar el dolor en el labio. Se tocó el labio dolorido con el pulgar.

Hermione le dio un beso en la mejilla y le acarició el labio partido con sus dedos mientras sus ojos relucían de adoración hacia él.

—Pobre bebé. ¿Qué puedo hacer para curarte?

Draco sonrió, después se rió y la abrazó con fuerza.

—Podrías decir de una vez que te casarás conmigo.

—Si insistes... —rozó su mejilla contra el rostro rasposo de Draco—. Aunque si me lo hubieras pedido antes probablemente te habría dicho que sí. Habría bastado un poco de persuasión —le susurró al oído.

Draco se inclinó y frunció ligeramente el ceño aunque sus ojos relucían de alegría.

—Te lo juro, Granger, como esto haya sido otra exhibición de esa habilidad tuya para convencer a la gente...

FIN