Cuando un Merodeador se enamora

Sumario: Sirius está enamorado de Remus. Remus está enamorado de Sirius. Los dos temen arruinarlo. James y Peter están en medio. Cuando un Merodeador se enamora, los demás entran en acción, ¿pero qué pasa cuando son dos de ellos?

Género: Romance/Friendship.

Claves: Un pequeño Wolfstar, desde un punto de vista externo, que ignora por completo cualquier eventualidad del canon, más allá de su estadía en Hogwarts.

Disclaimer: Lo que reconozcan, no me pertenece. Yo sólo me dedico a jugar un poco con estos chicos.


¡Muchas gracias por el apoyo al OS!

Esto fue escrito con "Only angel" de fondo, como parte de un capricho que tuve.


Las otras dos caras de la historia

Al profesor Dumbledore le dio por montar un Baile de San Valentin en el curso 1976-1977. Nadie sabría explicarse por qué, pero bueno, por lo general, nadie sabía explicar lo que hacía Dumbledore y punto.

James se lo tomó en serio. Se comportó, planeó, organizó. Incluso escribió a su madre para preguntarle qué tipo de flores -porque su madre sabía mucho de flores- se le regalaban a una chica para decirle "por favor, acepta mi invitación porque estoy tan desesperadamente enamorado de ti desde siempre que voy a llorar si me dices que no", más o menos. No había necesidad de ser tan exactos.

Cuando llegó su gran día, resultó que un estúpido Ravenclaw le había dado unas estúpidas flores a Lily y le extendió una estúpida invitación para que fuesen juntos al aún más estúpido baile.

Estaba tan frustrado esa noche en el dormitorio de los chicos de Gryffindor, que las puntas del cabello se le enroscaban por la magia suelta, mientras mantenía el rostro hundido en las manos y Sirius, fiel como el perro que era, le palmeaba con demasiada fuerza la espalda, diciéndole que a lo mejor conseguía otra chica, le metía mano un rato y se le bajaba la fiebre de Lily. Él también era estúpido, pero era su mejor amigo estúpido, así que había que aguantárselo.

Desde la cama frente a ambos, Remus preguntaba si se suponía que "meterle mano a otra persona, imaginándose que es quien te gusta" le sonaba a una solución de algún tipo. Sirius abrió la boca, lo observó, apretó los labios y puso tal expresión mortificada, que James decidió que era buen momento para que Peter y él fuesen por dulces a las cocinas, dejando sola a la feliz (y ligeramente problemática) pareja.

—No estoy diciendo que yo lo hubiese hecho...—Empezaba Sirius. En el fondo, estaba seguro de que Remus se divertiría con la supuesta explicación, o al menos, ese lado de Remus que era Merodeador y los había hecho terminar colgados de los tobillos con magia en dos ocasiones, aunque ninguno hablase del tema.


Así que James se resignó a su destino, le hizo pucheros inconscientes a Lily cada vez que se la encontraba, y en general, siguió haciendo lo que era propio de él alrededor de Lily Evans. Y ocurrió.

Era el dichoso Baile.

Lily se veía preciosa. Lily siempre se veía preciosa, pero algunos días, era un poco más preciosa; ahí James tenía dificultades para concentrarse en lo que fuese que Sirius le preguntaba, acerca de si debería haberle comprado algo a Remus. Negó, distraído. Después se percató de lo que hacía y frunció el ceño.

—¿No le compraste nada a Moony? —Sirius parpadeaba hacia él— ¿por qué no le compraste nada a Moony, Sirius? ¡Es San Valentin!

—Sí tenemos claro que Moony es...un chico, ¿cierto?

—¿Y eso qué?

—A ver. ¿A ti te gustaría que Evans te diese un regalo en San Valentin?

¿Qué clase de pregunta era esa?

—¡Claro que sí! —Lloriqueó, incrédulo. Sirius se puso pensativo, luego colocó aquella expresión que tenía para las clases de Pociones, una en la que podía leer un "lo acabo de arruinar, ¿verdad?". James la asociaba al instante que precedía a la explosión -por un despiste mientras ve a Remus- de su caldero.

—Mierda, Jamie. ¿Entonces qué...?

—Si consigues un bate y una bludger, y te deshaces de Corner, sin lastimarlo ni dejar pistas, yo te busco algo que le guste a Moony.

Ambos se miraron. Sabía que estaba a punto de aceptar y no podía amar más a su mejor amigo, hasta que la voz de Remus interrumpió, tras un ligero carraspeo.

—¿Que Moony qué, James?

Era el momento de la retirada. Tenía la mirada de "oh, soy un Prefecto, oh, soy el responsable del grupo, oh, tendré que decirte por qué está mal enviar a tu amigo a lanzar bludgers a la cabeza de la cita de la chica que te gusta, oh, oh, oh...".

—Que te ves increíble con ese traje, Moony. Si te me acercas más, me voy a hacer gay también, así que...yo me voy.

Excelente excusa, ¿cierto?


Sonaban las canciones lentas; Pandora estaba detrás del piano mágico. Remus convencía a Sirius de que no necesitaba de ningún regalo y de que, si lo sacaba a bailar, le perdonaría ser un desastre como novio. Peter acababa con las existencias de dulces en la mesa de postres.

Lily acababa de recargar la frente en el hombro del idiota Ravenclaw cuando James decidió que era demasiado para él.

Necesitaba tomar aire fresco.

Por supuesto que, dentro de su cabeza, "tomar aire fresco" no equivalía a "tropezar con Regulus Black a la salida del salón del Baile de San Valentin".

Regulus no se parecía a su hermano mayor a simple vista. James mantenía la firme creencia, como ya hemos dicho, de que luce igual a un Puffskein con sutiles diferencias de la versión corriente de la mascota esponjosa. Excepto por los ojos.

En los ojos se parecían. Cuando tenían esa mirada de cachorro apaleado, al menos. Esa mirada Black era la responsable de que Sirius y él fuesen amigos.

James decide que darse la vuelta y tomar otro pasillo suena perfecto. Se detiene sin haber avanzado más de unos pasos.

Regulus es el hermanito de su mejor amigo.

Bueno, pero no es su hermanito.

Sirius es como su hermano. ¿No cuenta como si ambos fuesen un paquete, como la promoción de cervezas de mantequilla de las Tres Escobas o las bombas de olor de la tienda de bromas?

James no tiene hermanos, no está seguro de cómo funciona esto de los hermanos. Probablemente Regulus podría ser el Puffskein mascota de los Merodeadores, a grandes rasgos. Sí, eso suena bien.

Es como una mascota-hermanito. No está bien dejarlo con esa expresión lamentable.

Debería decirle a Sirius. Regresa sobre sus pasos, frena en el umbral del salón.

Sirius acaba de enredar los dedos de una mano en la parte de atrás de la cabeza de Remus, tira de él para besarlo. Están sonriéndose, mirándose. Y maldición, que James tampoco es tan idiota como para interrumpirlos.

(Le habría molestado mucho que alguien lo interrumpiese a él, de estar así con Lily)

Vuelve a acercarse. Se aclara la garganta. Regulus no hace el intento de verlo o hablarle; tiene las piernas flexionadas contra el pecho, los brazos envolviendo las rodillas. Forma pucheros, ¿cierto? No lo distingue por el ángulo, pero está seguro. Se ve igual que Sirius cuando hace pucheros.

—¿Qué te pasó? —Ya que es obvio que no hará nada, se desordena el cabello e intenta sonar casual, relajado.

Regulus alza la cabeza, su expresión apenas contraída, la nariz arrugada. Parece que fuese a soltarle un comentario venenoso, o a llevar a cabo una maldición verbal. Después algo cambia. El puchero vuelve. Oh, está haciendo pucheros.

—Hay un Baile de San Valentin y estoy solo, sentado en el pasillo, con un traje de gala y una flor de cristal. ¿Tú qué crees que pasó?

—¿Tienes una flor de cristal? —Se le ocurre preguntar, porque no puede evitar que le llame la atención. Nunca ha visto una.

Él emite un sonido cansado. Levanta las manos, las palmas hacia arriba. Cuando murmura, una flor de cristal aparece sobre ellas. Luego la desvanece.

Lily seguro habría aceptado ir al Baile con él, si pudiese aprender ese truco. Por Merlín, hasta James se sentiría halagado de recibir una flor de cristal mágica.

Claro que James es James y no cree que Snivellus y él se sientan halagados por las mismas cosas. Por suerte.

Se deja caer en el suelo, a su lado, estirando las piernas frente a él.

—¿Qué pasó, de verdad? —Insiste, más suave. Regulus se ve como si considerase las razones por las que no debe contarle, contra lo mucho que necesita hablarlo. Sí, Sirius también pone esa expresión conflictiva de vez en cuando (muy de vez en cuando).

Termina por encogerse de hombros.

—No es que me hayan dejado plantado —Aclara, un poco a la defensiva. Conociéndolo, pensará que va a ir a contarle a Sirius para que salga del Baile y le arroje maldiciones a Snivellus; no es una mala opción. La noche se le iría más rápido, pensaría menos en Lily abrazada al idiota Ravenclaw—. Ni siquiera es como si en serio lo hubiese invitado, es...es que sí lo hablamos. Lo hablamos y pensé...bueno, creo que no pensé —Se ríe de sí mismo. El sonido es hueco—. No pensé que de verdad me fuese a dejar aquí, esperándolo.

James todavía tiene sus dudas sobre qué es lo que le ve a ese amargado, pero se dice que no es asunto suyo. Esos días está practicando tener más tacto -Lily dijo que le gustan los hombres con tacto-, así que se imagina que no es buena idea empezar a despotricar contra el imbécil en presencia de Regulus. Ya tendrá tiempo de hacerlo después, con Sirius.

—¿Te dijo que vendría o algo así? —Inquiere, despacio.

Snivellus es tonto. Pero no se puede ser tan tonto. Regulus lo ha fastidiado por años y él aún no lo frenaba de forma definitiva. Está seguro de que es lo más cercano a un amigo que tiene.

Un amigo muy enamorado de él, sin razón aparente, pero un amigo, al fin y al cabo.

Regulus menea la cabeza.

—No quería venir. Intenté convencerlo, sólo...creí que lo había conseguido. Y no —Regulus resopla. Empieza a pasarse las manos por el cabello, enredando los dedos entre mechones oscuros—, nunca logro convencerlo de nada, al parecer.

Por un rato, ninguno de los dos dice más. James sigue pensando en la jodida flor de cristal y lo linda que se vería Lily sosteniendo una de esas. Debió aprender aquel truco hace años. A su lado, Regulus se desquita jalándose un mechón sin fuerza, de forma tan compulsiva que le preocupa un poco que haya heredado esa locura Black que Sirius dice que una de sus primas posee.

Estira el brazo para sujetarle la muñeca y detenerlo, Regulus continua haciéndolo tras un instante. James insiste. Él le golpea sin fuerza el dorso de la mano para que se aparte y lo deje tirar de su propio cabello en paz. Los dos se observan; el Slytherin está ceñudo, él intenta no reírse.

También se ve como Sirius cuando comienza a indignarse. Con eso sí sabe lidiar. Cualquier cosa es mejor que volver para encontrar a dos de sus amigos devorándose la boca o flotando en una nube de felicidad, y a Lily con el imbécil aquel.

—¿Has pensado en...rendirte? —Susurra la última palabra, como si fuese una imposibilidad mágica que James Potter utilice semejante término. Regulus flexiona los brazos sobre sus rodillas, recarga la cabeza en uno de estos, mirándolo de reojo.

—¿Tú lo has pensado, Potter?

Él niega, incluso antes de que su mente haya terminado de procesarlo. Nunca. Jamás.

No si se trata de Lily.

Regulus entierra el rostro en las manos un momento. Cuando se endereza, lo hace seguido de un suspiro.

—Creo que debería haberlo pensado alguna vez. Es sólo que- que luego está ahí y es- es-

Snivellus —James ahoga un resoplido de risa, pese a la mirada de advertencia que el otro le dirige.

—Es la persona más lista que he conocido en mi vida —Replica, entre dientes. Suena tan serio que a James se le borra la expresión burlona—, es talentoso, hace todas esas cosas- las pociones- y es astuto, mucho más maduro que todos los de mi curso. No es un hipócrita, no me trata diferente porque mi familia tenga dinero o poder. Es...es diferente.

James guarda silencio, mordiéndose el interior de la mejilla por unos segundos, mientras sus dedos tamborilean contra sus rodillas.

—Simplemente, cuando está en algún lugar y yo también estoy ahí...—Regulus dejó las palabras en el aire, gesticulando de forma vaga. Él bufó. El sonido captó su atención de vuelta y le endureció la mirada.

—No puedes quitarle la mirada de encima —Completó, más suave. Sí, ese le era un terreno conocido—. ¿Y te preguntas cómo cabe tanta perfección en una persona?

—¿Y cómo es posible que el resto no se dé cuenta?

—Y si algún día va a mirarte —Lloriquea, dejándose caer hacia atrás, de manera que queda tendido en el suelo, los brazos y piernas extendidos a sus costados—, pero nunca lo hace. Ni siquiera cuando lo intentas en serio para gustarle.

Regulus aparece por un borde de su campo de visión cuando se inclina hacia uno de sus lados. Aunque su boca permanezca en una línea casi recta, tiene una chispa en los ojos que lo hace ver como si sonriese genuinamente.

—¿Hace cuánto te gusta Evans?

—Cinco años —Responde, de inmediato. Puede que antes, añade para sí mismo, pero le costó trabajo entender que lo que sentía era un "gustar"—. ¿Tú desde cuándo persigues a Snivellus?

Regulus luce incluso más divertido entonces.

—Cinco años.

—Tenías once —James arruga el entrecejo. Él se encoge de hombros.

—Severus era bastante lindo cuando estaba en segundo. Me enseñó a hacer una poción que no me salía, después de que lo seguí por la biblioteca toda la mañana...

—A mí, Lily me regresó una maldición escupebabosas y le salió mejor que la que yo lancé —El Gryffindor sonreía de forma tonta al techo. Sí, ahí fue cuando lo notó, estaba seguro. Recordaba haber pensado que era la mejor bruja de Hogwarts por la velocidad a la que reaccionó—. Ni siquiera era para ella. Yo quería darle a tu hermano y el idiota ese se quitó.

Regulus aprieta los labios para no reírse. Él le dirige una mirada de "sí, ya sé, tonto Sirius".

Acaba de separar los labios cuando escucha los pasos que se acercan.

—¿Regulus? —Una pausa, un sonido de arrastre. La voz se aproximaba y James la reconocía en el acto— ¿Regulus?

Si Regulus pudiese moverse tan rápido en los partidos de Quidditch, para su pesar, Gryffindor no tendría oportunidad. Media fracción de segundo después de oírlo, Regulus está de pie y se retuerce los dedos, indeciso.

James apoya los codos en el piso. Se alza lo suficiente para darse cuenta de que Severus recarga el hombro en la pared de un costado del pasillo y se cruza de brazos. Intercambian su respectiva mirada desagradable, pero se percata de que su atención está dividida y pronto vuelve a centrarse en el Slytherin más joven, que parece batallar con algo.

Cuando está claro que no puede formular las palabras, James comienza a sentir lástima por él. Sí, en definitiva, es un Puffskein. Considera levantarse y comprobar que todavía respire, o al menos, que no haya olvidado cómo hacerlo bien en presencia de Snivellus, cuando lo oye carraspear.

—Trabajaba con la poción del tiempo. En el laboratorio, era una hora menos —Severus se pasa una mano por la nuca y emite un vago sonido frustrado, dándole otro vistazo despectivo, sólo que lo percibe diferente esa vez. James quiere fruncirle el ceño, pero sólo consigue sentirse como un intruso y se pone de pie también.

El rostro de Regulus se ilumina por completo en cuanto supera el proceso de asimilación de sus palabras. Fuese lo que fuese, justifica el retraso para él. Enseguida está rodeando a Severus, le sostiene el borde de una de las mangas, tira con suavidad, le habla en un murmullo. Puede jurar haber captado un "tengo algo para ti" que le saca un bufido al Slytherin mayor.

James está pensando seriamente en arrojarle una maldición allí mismo, sin mediar consecuencias, si se le ocurre ser tan Snivellus con el hermanito de Sirius, cuando se da cuenta de que Severus lo escucha con una exasperación que también es diferente de la que tiene para el resto del mundo. No lo definiría como afectuoso. Snivellus y afectuoso no van juntos. Sólo diferente. Como si no lo odiase, diría él.

Antes de perderse por el pasillo, Regulus le pide un momento y atraviesa el corredor con tres zancadas para volver a su lado. No le deja tiempo de hacer ninguna pregunta.

"Diez minutos" le susurra al inclinarse hacia su oído. Le atina un golpe sin fuerza en el hombro y tiene una sonrisa momentánea que, hasta entonces, sólo se le habría ocurrido que podía pertenecer a Sirius. Recupera su neutralidad pronto, aunque al volver con Severus y perderse juntos en dirección opuesta al dichoso salón de baile, los ojos le brillen tanto que ni siquiera él pueda ignorarlo.

Diez minutos más tarde, una bludger aparecida de la nada ataca a la pareja de Lily cuando ella no está presente. James, parado junto a la mesa de postres con Peter y McGonagall, se encontraba demasiado lejos para ser considerado responsable.

Lily se indignó al pensar que fue abandonada a mitad del baile. Él intentó copiar el truco de la flor de cristal al acercarse; sin embargo, no fue lo bastante sólida y se disolvió en escarcha plateada cuando ella la aceptó.

La hizo reír. Reír de verdad.

James nunca se había sentido tan afortunado en su vida. Acababa de hacer reír a Lily Evans.

Podría haberse pasado la noche entera escuchándola.


La noche siguiente, lo único que se escucha en el cuarto de Gryffindor de los chicos de séptimo, es el crujido de las papas que Peter come sobre su cama, mientras termina un mapa de Astronomía, el pasar de las hojas del poemario de turno que lee Remus, tendido del lado izquierdo de su colchón. A Sirius, en el lado derecho del mismo, con sus "hm" casi animales, suaves, cuando él le acaricia con movimientos circulares el cuero cabelludo, de forma distraída, sin despegar la vista de su libro. Los revoloteos débiles de las alas de la snitch que James no deja de arrojar y atrapar en el aire.

Tiene una cita con Lily la próxima semana y una sonrisa tonta que, quizás, sólo una persona en todo Hogwarts puede igualar. Pero esa persona está lejos, allá abajo, en las mazmorras, haciendo preguntas a Snivellus sobre una fórmula en la que trabaja, sin preocuparse porque hayan pasado del toque de queda dentro del laboratorio.

Padfoot —Su mejor amigo reacciona a su voz más por instinto que por elección. Se retuerce para desenredarse un poco de Remus -lo tiene sometido a uno de sus abrazos fuertes, por debajo de las mantas, es obvio-, lo suficiente para girar la cabeza hacia él.

—¿Qué quieres, Jamie? —Bosteza. Las caricias de Moony en la cabeza le causan ese efecto.

—Deberíamos adoptar a Regulus.

A Sirius le toma un momento procesar sus palabras. Se rasca la barbilla, distraído.

—Mi hermano no necesita ser adoptado. No es un kneazle —Murmura, entrecejo arrugado de por medio. Luce más pensativo que extrañado por el comentario.

—No —Interviene Remus, despacio. Aparenta seguir concentrado en su lectura—, es más como un crup.

—O un Puffskein —Ofrece James, cada vez más convencido de que su perspectiva es la correcta.

—Un Puffskein me mordió cuando tenía nueve —Añade Peter, con la boca llena y el ceño fruncido hacia su mapa incompleto. No se ve más perdido que de costumbre; luego lo ayudará, o al menos se asegurará de que no saque una T.

—A eso me refiero —Atrapa la snitch por última vez y chasquea los dedos. Se sienta en la cama, de manera que puede ver a sus dos amigos que comparten la otra y al que lucha por completar su tarea—. ¿Nos lo podemos quedar?

Sirius vuelve a bostezar cuando Remus extiende el brazo y retoma las caricias en su cabeza. Se recuesta encima de él, a medias.

—Claro, ¿por qué no?

Remus leyó algunos fragmentos en voz baja para Sirius, le besó la cabeza y se rio cuando él fingió morderle el cuello en respuesta. Peter veía su mapa como si fuese el causante de todos sus males. James aún sonreía pensando en Lily y en un agradecimiento que debía.

Enviaría a cierto Slytherin uno de los libros de pociones experimentales de su padre, esos que todavía no estaban a la venta y tal vez jamás lo estarían. Estaba seguro de que irían a parar a manos de Snivellus en cuanto lo hiciese, pero aparecer una bludger en medio de un salón y quitar a un idiota de su camino hacia Lily, lo valía.

(Está bien, sí. A veces, un Merodeador enamorado también puede recibir un poco de ayuda externa)

((Y siempre lo agradecen como se debe))