Me sentía bien. Realmente bien. A pesar del agotamiento físico que había acarreado las últimas semanas, luego de la matanza incesante de aquellos pútridos pecadores, me sentía en la cima del mundo. Con Charlotte agarrada de mi brazo mientras caminábamos en la fría madrugada por las calles de New Orleans, me erguía con la frente en alto cual rey paseando por sus dominios. Porque realmente lo eran. Eran mis dominios. Me había mimetizado con las sombras oscilantes de los callejones. Y cuánto goce obtenía con cada derramamiento de sangre. Dándome una generosa cantidad de cuerpos regados, que me enorgullecían.

Me encontraba agotado, y un ligero dolor me punzaba en el hombro derecho como hace semanas no sentía. Pero por fin había alcanzado la liberadora sensación de darle un respiro a mi cabeza. Y mi dulce Charlotte se encargó de suplir cualquier malestar o dolencia con las oleadas de placer que sólo ella podía darme, en horas previas.

Miré con atención su rostro lleno de determinación. Sus preciosas facciones tensas, claro indicio de que estaba centrada en un pensamiento que yo no quería interrumpir. Su sutil maquillaje y su agraciada forma de caminar eran un deleite para vista. Su semblante había cambiado desde que ella había comenzado en el mundo del espectáculo de lleno. Y por fin podía mirar su rostro de cerca con detenimiento y sin interrupciones, desde nuestra abrupta separación. Por fin podía mirar esos ojos negros sin que me rehuyera. Se veía segura, fuerte y dolorosamente bella.

Nuestras semanas distanciados habían mellado en nosotros, producto de mi apresurado compromiso. Ella se alzaba como la nueva estrella revelación de la ciudad y yo me había hundido en la oscuridad más patética. Sus anuncios en la radio y el periódico, rivalizaban con los míos. No había nadie que no hablara a viva voz de la magnífica Ange blanc y el despiadado héroe anónimo, El justiciero. Y sin que nadie lo sospechara, mis actos eran por y para ella. Nada de flores, chocolates o invitaciones. Mis baños de sangre tenían mi sello personal. Y dedicados a esa mujer inaccesible para los mortales, que yo había dejado ir y quería recuperar con desesperación.

Durante mis largas vigías no había podido ir a presenciar con mis propios ojos el majestuoso acto de Charlotte. Y, francamente, merecía todos los elogios que recibía tan generosamente. Apenas la noche anterior, tenía al Ange blanc mirándome altiva e inalcanzable, invitándome a una charla que yo había estado evitando como la plaga. Y tuve que aceptar. Si la sinceridad era lo que estaba pidiendo, tuve que esclarecerle que yo estaba enamorado, y desvelé mi alma ante tal magnífica criatura. De esa mujer que no había hecho más que desequilibrar mi vida tal como la conocía, desde el momento en que llegó a mi hogar como una chiquilla. Desnuda y ensangrentada. Desprotegida y frágil. Y que ahora caminaba a mi lado con orgullo, como mi igual.

Esa mujer era todo el galardón que podría pedir. Por primera vez en mi vida había cedido a mis propias normas, con tal de mantenerla conmigo. Podría haberla engañado, manipulado u obligado a estar conmigo. Pero no sería más que una mera sombra de lo que veía ahora. No quería verla reprimida nunca más. Quería verla brillar. Y nada se comparaba a que ella viniera de manera voluntaria, voraz y poderosa a envolverme con la fuerza de su presencia.

Y así lo quería.

Así lo aceptaba.

Así decidí hacer un trato con ella.

Como quien vende su alma a un demonio a cambio de piedad para su alma maltrecha. A un demonio hermoso y de labios rojos.

"Charlotte, querida." dije.

Ella salió de sus divagaciones y me miró con sorpresa.

"¿Todo bien?" dije, divertido.

"Claro que sí." dijo, sonriendo.

"Llegamos."

El Mimzy's palace se alzaba frente a nosotros, con su inconfundible letrero de neón y una afluencia poco usual de asistentes, que sólo se daba para estas épocas.

Ella cerró los ojos un momento y parecía estar mentalizándose. Finalmente me miró, decidida.

Le ofrecí mi brazo, una vez más.

"¿Lista para tu gran final, querida mía?" dije, guiñando un ojo.

Inhaló y exhaló profundamente. Masajeó sus mejillas y luego cerró los puños con fuerza.

"Sí, vamos". dijo, con determinación.

Tomó mi brazo y entramos en el Mimzy's Palace.

Al pasar por el umbral de la entrada, nos sentimos inmediatamente invadidos por el jolgorio del lugar. La espesa nube de humo de los cigarrillos era, ridículamente, densa. El olor a tabaco y alcohol aturdieron nuestros sentidos de inmediato. Todo acompañado del ensordecedor volumen de la música que se presentaba en vivo dentro del local y, aún a pasos de la calle, retumbaba en los tímpanos.

Intentamos abrimos paso entre los asistentes, evitando a algún eventual borracho tirado en el suelo. Los clientes que estaban lo suficientemente lúcidos pudieron reconocer a Charlotte apenas la vieron. Murmuraban, excitados, e intentaron llegar a ella, apenas pusimos un pie dentro del local. Sentí a Charlotte tensarse junto a mí, y agarró mi brazo con fuerza.

"¡Oye! ¿No es esa El Ange Blanc?" escuché, por un lado.

"¡Es la grandiosa Ange Blanc!" alguien le respondía.

"¡Sí, es ella! ¡Voy a pedirle un autógrafo!" comentaba otro hombre, con emoción.

"Oh, no. Vámonos. Vámonos." dijo Charlotte, con apremio.

Antes de que yo pudiera decir algo, me tiró del brazo, y me llevó hasta afuera del Mimzy's Palace. Agachó la cabeza cuanto pudo y puso su mano libre a la altura de los ojos, intentando cubrir su rostro. Ella me llevaba por la acera, de vuelta por el mismo camino que habíamos recorrido, y alejándonos del local.

"¡Señorita, por favor!" escuchamos una voz masculina detrás de nosotros.

Charlotte siguió caminando a paso rápido y yo seguí su ritmo sin problema. Cuando volteé a ver, había, al menos, cinco sujetos pisando nuestros talones. Todos con antifaces y collares de cuentas en el cuello.

"Diablos. Diablos. Diablos." mascullaba Charlotte, con fastidio.

"¿Esto te pasa seguido?" dije, divertido.

Ella me lanzó una mirada de hastío y yo me reí. La empujé a un callejón entre dos altos edificios y escuché a los hombres seguirnos hasta ahí. Sintiéndome seguro por la escasa luz del lugar, troné los dedos. Ella se detuvo de golpe y se giró alarmada.

"¿Qué hiciste?" dijo, espantada.

"A veces olvidas ciertas cualidades útiles de tu servidor, querida mía." dije, con tranquilidad.

Me giré a observar a los hombres que nos seguían. Se habían detenido en su lugar, con la mirada perdida.

"¿Están…?" dijo, con precaución.

"Nada más están en trance. Así como lo hice con los músicos del parque ayer. Podría haber utilizado mi sombra, pero seguirían conscientes y no tengo suficiente hilo para coser la boca de cinco personas." Respondí.

Charlotte suspiró aliviada.

"Gracias." dijo, con una media sonrisa.

"Supongo que tienes un surtido grupo de seguidores, como era de esperarse." Dije, con una mano en mi barbilla. "Pero no esperaba que fueran tus 'seguidores' tal cual."

"Son un fastidio." dijo ella, resoplando. "No es la primera vez que me persiguen. Por eso trato de no irme sola después de los shows. Usualmente me voy con Vaggie hasta muy entrada la noche. Y en los últimos días ha habido periodistas también, esperando que yo salga e atacándome con preguntas."

Ladeé mi cabeza.

"¿Quieres que los mate?" sugerí.

"¡No!" exclamó ella, alarmada. "Sólo vámonos. Ya los despertarás cuando ya estemos lejos. ¿Está bien?"

"Como prefieras. Aunque matarlos es más fácil para mí." dije, elevando mis hombros.

Negó con la cabeza, con fastidio. Luego, miró a los alrededores, sopesando sus opciones.

"Tendremos que entrar por la parte de atrás del Mimzy's Palace para evitar otra persecución así." dijo, pensativa.

Me desabotoné el abrigo y lo dejé caer sobre su cabeza.

"Bien puedes cubrirte para no levantar sospechas, mi querida." Dije. "Así no habrá más desagradables clientes que retrasen el gran final de El Ange blanc."

Ella se me quedó mirando unos segundos, meditando.

"No será suficiente." Susurró.

Ella se dirigió al hombre en trance más próximo y le quitó el antifaz de cartón que usaba. Luego se volteó a otro sujeto y le quitó algunos de los collares de cuentas que llevaba.

"Quítate las gafas." Me ordenó, girándose hacia mí.

"¿Disculpa?" dije, parpadeando.

"Será demasiado sospechoso que llegue contigo, Alastor." Explicó. "Nadie espera verte hoy en el local, mucho menos conmigo. En especial hoy, considerando que deberías estar ahora mismo con la señorita Mimzy en el hotel."

Iba a reclamar, pero no había un argumento en contra lo suficientemente válido.

"Touché." Dije, finalmente.

Con resignación, me retiré las gafas y me las guardé en el bolsillo de mi camisa. Ella me puso los collares y me acomodó el antifaz.

"Así estarás bien. Eres un maestro del disfraz." Dijo, entre risas.

"Pareces estar disfrutando esto." Dije, elevando una ceja.

"Tal vez." Dijo, mordiéndose el labio inferior.

Charlotte se cubrió la cabeza con mi chaqueta y tomó mi brazo, apegándose a mí costado. Comenzamos la caminata a paso rápido, rodeando la manzana, con la intención de llegar a la puerta trasera del Mimzy's Palace. Consulté la hora en mi reloj de bolsillo. Faltaban quince minutos para la una de la mañana. Miré a Charlotte y, aunque mantenía la cabeza gacha y cubierta, sabía que estaba preocupada. Su aliento gélido se notaba con cada respiración agitada.

El apretón de su mano en mi brazo comenzó a darme punzadas de dolor, al sentir sus uñas incrustarse sobre la tela del abrigo.

"¿Nerviosa, querida?" le dije, con tranquilidad.

"Un poco." admitió.

"Todo saldrá maravillosamente." le dije, desestimando su comentario.

Suspiró pesadamente.

"No es por el acto en sí mismo." Dijo "Lo que temo es que la señorita Mimzy haya llegado antes que nosotros y le indicase a Vaggie que yo no puedo actuar esta noche."

Me reí con ganas.

"Oh, mi dulce Charlotte." dije, recomponiéndome "¿De verdad piensas que no habría todo un pelotón de guerra esperando por nosotros en la entrada de este local haber sido así?"

"Supongo que tienes razón." Admitió.

Finalmente, llegamos a la parte posterior del local de espectáculos. Charlotte golpeó rítmicamente la puerta de metal negro. Abrieron en un segundo intento. Un guardia corpulento miró a Charlotte con desconfianza, pero su semblante cambió a penas Charlotte se descubrió la cabeza con mi chaqueta. El guardia hizo un ademán, casi reverencial, para que ella pasara.

"Ange Blanc. Bienvenida." Dijo.

"Gracias, Ben." Dijo ella.

Pero cuando yo intenté entrar, él puso su cuerpo entre la puerta y yo.

"¿A dónde crees que vas, sabandija?" dijo, en tono amenazante.

"Tranquilo, Ben. Él viene conmigo." Dijo Charlotte, conciliadora.

El guardia me lanzó una mirada de desconfianza antes de dejarme pasar. Entré al Mimzy's Palace con seguridad. Todo era incluso más caótico que de costumbre. Sentía el olor a tabaco, el sonido amortiguado de la música que llegaba desde el salón y las voces de las bailarinas que se preparaban. También era notoria la voz alta de Vaggie, en alguna parte de todo ese desorden, intentando dar instrucciones a unas bailarinas de cancán. Nadie pareció reparar en mi presencia.

Charlotte me miró, apremiante.

"Ve con el resto del público, cariño. Es más seguro si te mueves en la oscuridad." Dijo, devolviéndome la chaqueta.

Me reí entre dientes.

"Seré uno más entre tus entusiastas seguidores, Ange blanc." Dije, con una reverencia.

"Oh, por favor, no olvides…" dijo con cautela.

Troné los dedos.

"Liberados. Aunque probablemente demasiado aturdidos para volver." Dije.

Ella no pudo contener una ligera risa.

"Ven a buscarme después de mi show, ¿bien?" susurró, sonriendo.

Le guiñé un ojo y me dirigí, con sigilo, al pasillo que llevaba al salón principal. Las bailarinas de cancán pasaron justo detrás de mi y llegaron al escenario.

"¡Charlotte, aquí estás!" escuché la voz de Vaggie a mis espaldas, cuando me alejaba. "¡¿Dónde te habías metido?! ¡Estaba muy angustiada! ¡Casi es hora de tu show!"

"Lo siento, tenía cosas importantes que atender." Escuché a Charlotte.

"¡¿Qué puede ser más importante que el cierre de temporada?!" gritó, exasperada.

Me volví a reír entre dientes. Me volví a poner mi saco y me saqué unas motas de polvo de la chaqueta. Ciertamente, hubo muchas cosas importantes que teníamos que atender. Y aun así quedaron temas pendientes que le había prometido a Charlotte que debíamos conversar al día siguiente. Pero no había apuro. Ya habría tiempo para eso.

A medida que me acercaba al salón principal por el largo pasillo, el jolgorio de la música y las voces animadas aumentaba. Cuando me asomé al salón, vi a los entusiastas clientes del local apoyando con palmas a las chicas en el escenario. El aire espeso del humo de cigarrillo y alcohol barato me llegó a la cara. Y el piso estaba atiborrado de confeti y collares de cuentas tirados.

Me acerqué a la barra de Husk y me senté en un taburete vacío. Me quité el antifaz para poder ponerme mis anteojos. No quería perderme detalles del show de Charlotte, limitado por mi visión.

"¡Husk! ¿Qué tal va todo?" exclamé.

Husk se sobresaltó y casi derramó el vino que le servía a la persona que estaba sentada en el taburete junto a mí.

"¿Tú?" dijo Husk, elevando una de sus pobladas cejas. "¿Qué mierda haces aquí? ¿No deberías estar con la señorita Mimzy en el hotel?"

"Oh, hubo cambio de planes de último momento, querido amigo." Dije, con soltura.

"¿Cambio de planes?" dijo, confundido.

"En efecto." Dije, mirando mis uñas.

"Esa mujer no hizo más que hablar de esto durante la semana entera. ¿Qué cambio de planes pudo haber para que no estés con ella ahora, rarito?"

"¿Me podrías dar un whisky, mi estimado Husk?" le interrumpí.

Me miró unos segundos antes de comenzar a verter el líquido en un vaso. Puso mi pedido frente a mí, haciendo sonar la madera y se recargó en su brazo. Pareció forzar su pequeño cerebro durante unos momentos antes de hablar.

"Déjame adivinar: ¿Le dijiste algo que a ella no le gustó?" dijo, frunciendo el ceño.

Sólo elevé mis hombros, fingiendo ignorancia y bebí un sorbo de mi whisky.

Husk frunció aún más el ceño.

"No me digas que tiene algo que ver con aquella chica." dijo, con desconfianza.

"¿Es esto un interrogatorio, oficial?" dije, con sorna. "No tiene pruebas en mi contra."

Abrió mucho los ojos, con sorpresa.

"¿Estás de broma? ¿De verdad?" dijo, arrugando la cara.

Ignoré sus ansias de iluminación y me puse a tararear mientras miraba mi vaso, ignorándolo.

Luego de unos momentos, y al ver que me negaba a cooperar.

"Entonces vendrá sola." Concluyó.

"Elemental, mi querido Husk." Dije, sonriéndole.

Husk se pasó una mano por la cara y suspiró, pesadamente.

"¡Mierda! Tendré que esconder el vino caro otra vez." Refunfuñó.

Me reí con ganas.

"¡Una idea bastante sabia, viniendo de ti!" exclamé, de buena gana.

De pronto, un rayo de luz blanca me sorprendió y me obligó a cerrar los ojos con fuerza. Tuve que parpadear varias veces para poder deshacerme de mi repentina ceguera.

"¡Alastor!" escuché una voz animada.

Me giré y en la butaca junto a mí, se encontraba un hombre con una cámara fotográfica. Era bajo y rubio, paliducho y con unas enormes gafas de la montura más gruesa que haya visto alguna vez. Ambos cristales parecían fondo de botella y aumentaba el tamaño de sus ojos de forma bastante grotesca. Era Tom Trench, el director del periódico "The Herald". Tenía una copa de vino en la mano, un sombrero negro con una tarjeta con la palabra "prensa" escrita y un ramo de rosas amarillas sobre la mesa.

"¡Hombre, tu voz es inconfundible, aunque no pueda verte bien!" exclamó, motivado por el volumen de la música. "Tienes un buen perfil. Te mandaré esta fotografía después."

Por su aliento y su tono, deduje que él había bebido una buena cantidad de vino. Miré a mis pies. Mi sombra se había retraído completamente, por temor al flash de la cámara.

"Tom, buenas noches." Dije, con cortesía.

"¡Oh, felicidades por tus próximas nupcias!" exclamó de manera pícara. "Todo el mundo está interesado en cómo el carismático y huraño Radio Demon se fue a comprometer de la noche a la mañana."

"Ciertamente, la vida es bastante curiosa, Tom." Dije, mirándole de soslayo.

"¡Y los rumores corren rápido en esta ciudad!" dijo, con regocijo. "¡Qué envidia me das, hombre! No por la parte del matrimonio, claro. ¡Pero poder disfrutar cuanto quieras de estos espectáculos de manera gratuita! ¡De verdad, me encantaría ser tú!"

Suspiró en su ensueño.

"El otro día estuve con la tuerta, a la que le dicen 'Cherry Bomb'. Esa chica sí que sabe usar sus atributos delanteros, si sabes a qué me refiero. Además, no cobra mucho. La recomiendo abiertamente, si te cansas de tu esposa en la cama, Alastor." Acotó de manera libidinosa.

Se rio de su propio comentario.

"Pero no compartimos el mismo gusto, ciertamente." Continuó, ensanchando su sonrisa. "A ti te gustan las rellenitas, ¿no? No tengo nada contra eso. Así tienes más de donde agarrar, ¿no?"

Bebí de mi vaso nuevamente, para evitar ver sus grotescos gestos lujuriosos al mirar a las bailarinas en el escenario. Ese sujeto era conocido por sus aventurillas con prostitutas. No era infrecuente verlo merodeando por locales nocturnos, buscando a una chica que pudiera acceder a sus particulares gustos por un par de dólares. Rescaté de una aburrida plática con Mimzy que el sujeto tenía una extraña fijación por lamer pies.

Lo miré con más detenimiento, dada la poca luz del lugar, pero podía ver algo extraño en su pálido rostro. Unas prominentes marcas rojizas en su piel. Bordeaban su boca y unas cuantas, bastante grandes, estaban en sus manos.

"Disculpa mi intromisión." Dije. "Pero de vez en cuando te veo por este local y no había notado esas extrañas pústulas, estimado."

"¿Esto?" dijo, sin darle importancia. "Me comenzaron a aparecer solas hace como un mes, más o menos. No me pican, pero son bastante poco estéticas. Y ya comienzo a pensar que debería cubrirme el rostro hasta que se me pasen. Debe ser una alergia a algo. Quizás un día de estos deba ir a un médico."

Las observó un poco, como intentando adivinar su procedencia.

"Necesitarías una máscara bastante grande para cubrir todo eso." Dije, resoplando.

"Y sería muy incómodo. Ya de por sí no puedo usar un simple antifaz de cartón por mis gafas."

Bebió de su copa de vino y se volvió hacia a mí con atención.

"Oye, Alastor, volviendo al tema anterior, me encantaría aprovechar la oportunidad de hacerte una entrevista rápida." Dijo, dándose importancia.

Lo miré con desconfianza.

"¿Qué clase de entrevista?" dije, entrecerrando los ojos.

"Como sabes, mi diario había estado pasando por una mala racha con todo lo de la crisis. Sólo estas últimas dos semanas hemos podido remontar las ventas, momentáneamente. Los diarios vendidos han mantenido un flujo constante debido a la seguidilla de asesinatos de 'El justiciero'. Dios bendiga a ese hombre." Dijo, solemnemente, con una mano en su pecho.

Rodé los ojos.

"Y también el repentino ascenso de El Ange blanc fue un plus magnífico para generar interés en los lectores." Dijo, con entusiasmo. "De hecho, vengo a cubrir la noticia personalmente. Así que traje mi equipo para sacar una buena fotografía de ella, como muchos otros. Pero conseguiré la mejor."

Me volvió a sacar otra fotografía repentina y el flash me volvió a encandilar nuevamente. Sentía a mi sombra temblar.

"No más fotografías." Dije, cortante.

"Jajajaja, lo siento. Quiero estar preparado para cuando ella salga a escena." dijo, con emoción.

Miró hacia el escenario con impaciencia y luego miró su reloj de pulsera.

"Ya se está tardando. Son más de la una." Se quejó.

"No sabía que ella tenía un grupo tan abnegado de seguidores." Mentí.

Me miró, casi indignado.

"¿Dónde has estado?" dijo "Esa mujer es una diosa en mallas. ¡Oh! ¿Acaso eres de los que sólo miran a su mujer? Lo respeto, aunque no lo comparto. Pero, hombre, deberías ver cómo el Ange Blanc baila. Mi entrepierna se activa cada vez que la veo en el escenario. Es todo un bombón de calidad, que quiero comer."

Se mordió los labios, con deleite. Tuve una desagradable sensación en la boca del estómago y tuve que refrenar mi impulso de golpearlo en la cara. Si de por sí la cantidad de regalos que Charlotte recibía de sujetos así era desmesurada, tendría que poner mucho cuidado de ahora en adelante para que no llegaran a ella con sus asquerosas manos.

"Por como lo anhelas, veo que te ha rechazado con anterioridad. ¿O me equivoco?" Dije, con malicia.

Gruñó, mientras se hundía en su asiento.

"Y no sólo a mí. No da entrevistas. Ni siquiera se sabe su nombre real. Sólo se va después de cada show a su casa. Parece una niñita de buenas costumbres. Y creo que ningún hombre ha sido capaz de que ella acepte su invitación a salir." Admitió, molesto.

Me sentí orgulloso por la integridad que tenía Charlotte al no caer en las prácticas más bajas por la atención de cualquier sujeto con dinero. Indudablemente, otra persona se habría tentado a dejarse querer por las atenciones materiales. Pero ella seguía siendo la mujer enfocada en sus metas, sin aceptar mierdas de intrusos que quisieran interrumpirla.

"Ciertamente, ella parece estar a otro nivel." dije, meneando el contenido mi vaso. "Y, por lo tanto, no puedes esperar que se relacione con hombres que están debajo de su alto estándar, ¿no lo crees?"

Tom carraspeó y tuve que reprimir mis ganas de reírme en su cara.

"Oh, no dudes en que seguiré intentándolo, mi buen Alastor." Dijo, reponiéndose. "Planeo invitarla a cenar. Un poco de alcohol y risas, y estaré jugando con sus nalguitas antes de que te des cuenta."

Entrecerré los ojos al verlo relamerse. Era un sujeto realmente desagradable. Puse nota mental en agregarlo a mi lista de futuras víctimas.

Tom me miró nuevamente y sacó lápiz y papel de su chaqueta.

"Pero, como te decía, El justiciero y El Ange blanc ya son noticia vieja para estar en portada. Necesitamos algo fresco y nuevo que impulse a las personas a seguir comprando mi diario."

Y me apuntó con su lápiz.

"Y ahí es donde entrarías tú. Un matrimonio sería una noticia feliz para tener en el encabezado, y más si es de un personaje público tan querido como tú, Alastor. No hay persona en New Orleans que no escuche tu radio. Y ya se corrió la voz de tu matrimonio, pero no hay ningún medio que lo confirme oficialmente. Y sería fantástico tener la exclusiva." Dijo, con una gran sonrisa.

Los periodistas de su tipo no parecían ser otra cosa más que cazadores de cualquier noticia que pudiese generarle regalías. Ya había pasado antes con Katie y sus ansias de obtener la información que no estaba permitida al público sobre los asesinatos de "El justiciero", y ahora tenía a Tom pidiendo detalles de una boda que aumentara el interés por obtener su periódico.

"No me interesa ventilar mi vida privada, Tom." Dije, en tono cortante.

Dio una risita de suficiencia.

"Oh, vamos, Alastor." Dijo. "Tu imagen pública se verá realmente beneficiada. Te aseguro que habrá más oyentes en tu sección y las canciones románticas se pedirán a montones. Un hombre de familia tiene mayor credibilidad. El nombre del Mimzy's Palace se escucharía en toda la ciudad durante semanas. Y tu nombre también. Ganarías muchos más contactos. Y de paso, me ayudarías con mis ventas. Es un ganar-ganar."

Me miró con una ceja alzada y ojos esperanzados. Puse mi vaso vacío sobre la mesa.

"Aprecio tu desinteresado gesto, Tom. Pero no. Me siento conforme con la atención que ya tengo. Y la cual es, únicamente, debido a mi impecable trabajo en la radio." Dije, con intenciones de ponerme de pie.

"Bien. Lo tomaré como un 'tal vez'." Dijo, guiñándome un ojo.

En ese momento, las luces se atenuaron y el presentador se acercó al micrófono en el escenario.

"Damas y caballeros, ha sido una fantástica noche de Mardi gras, y como broche de oro, dejamos en el escenario a la revelación del último tiempo. ¡A la grande, única y nuestra: El Ange Blanc!" exclamó, con solemnidad.

Los vítores de la sala estallaron en aplausos. Tom se puso pie, dando saltos entusiastas.

"¡Sí! ¡Muéstranos todo lo tuyo, nena!" gritaba y silbaba.

Se giró hacia mí y tomó su cámara.

"Nos vemos luego, Alastor." Dijo, presuroso.

Y se fue corriendo a los pies del escenario a instalarse, junto con otros medios de prensa.

Miré al escenario y las grandes cortinas escarlata de abrieron para dejar ver a la solitaria figura de Charlotte sentada en el centro, con las piernas cruzadas, en una silla. Ella llevaba su largo vestido blanco y un sombrero de bombín, a juego, sobre la cabeza. En su rostro tenía un antifaz blanco, que abrazaba el contorno de sus pómulos. A la luz de los reflectores, la brillantina de su vestido hacía que su esbelta figura estuviera envuelta en un fulgor casi celestial.

Una conocida melodía comenzó a sonar y ella se puso de pie.

I saw you out in the streets again takin' chances
Wearing your shark smile and your cat eyed glasses
Drinking and dancing, movin' in the dark
But don't forget now darling that I'm also a cat

Hizo unos gestos en el aire, arañando.

I've made my decisions since you made me feel blue
Now an old gypsy lady's curse, honey, is on you

Tomó algo de su vestido, a la altura de su ombligo con ambas manos y dio un tirón. Mi mandíbula cayó al instante y los hombres del salón comenzaron a gritar eufóricos. Charlotte tenía razón; ese vestido era especial. La parte inferior se desmontó como una capa cuando ella abrió los brazos, dejando en su lugar, parte del vestido como un leotardo, con delgadas tiras con brillantina cayendo sobre sus muslos.

Ella comenzó a bailar.

Oh, honey, a gyspy curse
Honey, a gypsy curse
Oh, honey, a gypsy curse
Honey, a gypsy curse on you

A gypsy curse
Oh, honey, a gypsy curse
Honey, a gypsy curse
Oh, honey, a gypsy curse on you

Ella pasó sus manos sobre su cuerpo, con sensualidad. Movía sus caderas y jugueteaba con el sombrero sobre su cabeza. Se apoyó el en la silla y movió la cola al público. La multitud enloquecía. Escuché a un hombre, animado, en una mesa próxima. Parecía fuera de sí, gritando.

"¡Eso! ¡Mueve ese trasero!"

Yo no podía más que observarla, impávido, desde mi puesto. Recordaba aquella ocasión, donde vi por primera vez ese espectáculo en uno de los ensayos. Esa vez, sólo con un simple vestido de algodón, yo estaba ad portas de enloquecer. No recordaba haberme sentido más impotente que mirar a Charlotte en ese ensayo sobre el escenario cantando y bailando provocativamente, mientras tenía a Mimzy junto a mí hablándome de un perro que quería adoptar.

Ver a Charlotte desbordando sus encantos de manera tan osada podría haber sido catalogado, categóricamente, como una tortura cruel y despiadada de su parte. Tenerla frente a mí, restregándome en la cara que no podía tocarla porque ella no me lo permitiría. Porque yo estaba comprometido con otra. Meneando los atributos de su cuerpo, que yo tanto ansiaba tocar de ella y moviéndose con desplante en un baile. Sentir mi piel quemándome de deseo por rasgar su vestido y tomarla con fuerza, y tener que refrenarlo, había sido agónico.

Ese día había me enterrado las uñas en las palmas de mis manos hasta hacerlas sangrar, para soportar mis ganas de ir tras ella, luego del ensayo. Pero Charlotte se había ido ya del local apenas terminó su show y no podía seguirle. Ya tenía planes con Mimzy esa misma tarde y no me daría oportunidad de escaparme.

¡Oh, cuánta frustración había sentido mi corazón! Me la había imaginado miles de escenarios junto a mí. Pero yo era víctima de mi propia y ardiente pasión por ella.

Aquel baile no hizo más que avivar mis ganas de querer tenerla de vuelta y mis asesinatos fueron más impetuosos desde ese día. La quería recuperarla a cualquier costo.

An old gypsy lady, she gave me the advice
"There's no turning back", she said, "so you got to think twice"
Don't know if it's right, but sure it ain't feel wrong
And baby, I gotta say that it's just too strong

Charlotte giró la silla y se sentó con las piernas abiertas en dirección al público. Parecía que todo espectador se había olvidado de la compostura, porque hubo un grito general de emoción.

"He'll be cursed and tormented, chased .by demons and ghosts!"
The only thing that I replied was "Oh, at any cost!"

Charlotte se levantó de un salto, con la cola en alto y volvió a bailar, moviendo sus caderas. Las tiras de brillantina se movían con sus atrevidos meneos. Se quitó el antifaz y lo arrojó al público. Los asistentes comenzaron a tironear y a golpearse entre ellos, como si se tratase de la misma Charlotte.

Honey, a gypsy curse
Oh, honey, a gypsy curse
Honey a gypsy curse
Oh, honey, a gypsy curse on you

A gypsy curse
Oh, honey, a gypsy curse
Honey, a gypsy curse
Oh, honey, a gypsy curse on you

Mirar en lo que se había convertido Charlotte en mi ausencia había sido revelador, en más de una manera. Parecía que ella nada más se había estado conteniendo durante todo el tiempo en que habíamos vivido juntos. Y cual crisálida rasgó su capullo y salió a deslumbrar al mundo entero con sus colores. Un mundo que la veía con ojos hipnotizados y caía de rodillas ante su voz y su baile.

Ella había descubierto ese atributo de sí misma que no sabía que tenía: ella atraía las miradas a donde fuera. Ahora ella era consciente de eso. Y, por mucho que le incomodara, toda estrella necesitaba que no le quitaran los ojos de encima. Y yo tendría que acostumbrarme que sus encantos no eran sólo para mi deleite personal.

You are in big trouble now boy and listen to this
The ritual was sealed with my last kiss
Run if you want, you can't go really far
Maybe struck by a lightening or get hit by a car

I've made my decisions since you made me feel blue
Now an old gypsy lady's curse, honey, is on you

Todo estaba perfecto. Ella dejaría ese local de mala muerte y encontraría mejores rumbos. Con su talento descubierto y su popularidad creciente, ella podía aspirar a lo que deseara. Su talento se iría con ella, y sus clientes la seguirían.

Tendría que soportar que una cantidad descomunal de hombres la frecuentaran con insinuaciones, ciertamente. Pero ya tenía en mente mis métodos para mantener las cosas como estaban, aunque ella levantaba pasiones sin control en sus espectáculos. Me encargaría, personalmente, de que no la llevaran lejos de mí.

Después de todo, únicamente mis manos tenían el beneficio de tocarla y así ella me lo había hecho saber. Nadie más que yo tenía derecho de probar sus labios y oler el perfume de su cuello. Nadie más que yo podía hacerle gemir mi nombre cuando llegaba al clímax.

Nadie más que yo.

El Ange Blanc.

Oh, Honey, a gypsy curse
Honey, a gypsy curse
Oh, honey a gypsy curse
Honey, a gypsy curse on you

A gypsy curse
Oh, honey, a gypsy curse
Honey, a gypsy curse
Oh, honey, a gypsy curse on you

Charlotte Magne.

A gypsy curse
Oh, honey, a gypsy curse
Oh, honey, a gypsy curse
Oh, honey, a gypsy curse on you

A gypsy curse
Oh, honey, a gypsy curse
Oh, honey, a gypsy curse

Ella ya no estaba sola.

Oh, honey, a gypsy curse on you!

Charlotte terminó su canción apuntando hacia adelante. Los comensales aplaudieron fuera de sí mismos. Gritaban por más. Yo también aplaudí. Los fotógrafos iluminaban la base de la tarima con una cantidad vertiginosa de flash, peleando para conseguir el mejor ángulo.

Charlotte hizo una pequeña reverencia y se acercó al micrófono.

"Muy buenas noches a todos." Dijo, con confianza. "Espero que lo estén pasando muy bien en este cierre de temporada del Mardi gras."

El público ovacionaba cada palabra que ella decía.

"Y la verdad esta era la canción de cierre, pero dada la ocasión tan especial, haré la excepción y cantaré una segunda canción. Yo misma la escribí hace tiempo, así que espero que les agrade." Dijo, con una preciosa sonrisa.

La gente aplaudió, emocionada. Charlotte se giró y miró a la banda.

"Como ensayamos, chicos. ¡Adelante!" Ordenó.

La música comenzó a sonar. Era una suave y sensual melodía de jazz. Todos se quedaron callados de inmediato. Mirando expectantes a la hermosa mujer que estaba frente al micrófono, moviendo sus caderas ligeramente. Sus ojos estaban cerrados y una sonrisa adornaba su rostro.

Entonces, ella comenzó a cantar con calma y seguridad.

Look at the sky
All the bright stars are kissing us goodnight
And it's there in your eyes
And it's there in your smile
Tonight you're mine

Hubo un aplauso animado y amainó cuando ella comenzó la siguiente estrofa.

Hold my hand
Feel the love that i have to share
Let me take away your tears
Let me take away your fears
Tonight you're mine

Ella abrió los ojos y miró al público. Movía sus manos con elegancia.

This mystic night i will always remember
Like the first – the first time ever
I saw your face
Oh, my demon

Look into my eyes
And you'll see all the happiness i need
'Cause i have you by my side
And with this beautiful sight
Tonight you're mine

Recargué mi mejilla en mi mano, sobre la barra y suspiré largamente. Me sentía agotado. Habían sido semanas de constante estrés que me estaban pasando la cuenta. Largas jornadas nocturnas de cacería y dormir poco, no era recomendable. Y sumado a la intensa intimidad que tuve con Charlotte horas antes, ya debería ser suficiente como para permitirme dormir dos días, como ella a veces lo hacía. Pero al escucharla cantar, sentí que todo el sufrimiento e incertidumbre había valido la pena.

La escuché, deleitándome en el sabor de sus palabras. Sabía que era una canción dedicada a mí. La había escrito para mí y estaba completamente seguro de eso. Su suave voz me mecía con cariño y parecía besar mis cansados músculos.

Miré con atención a mi alrededor. Parecía que había dejado al público en trance. Nadie hacía movimientos bruscos. Hombres y mujeres, estaban completamente embobados con su voz, sin perder detalle de sus sutiles y delicados movimientos.

Entonces, escuché a Husk gruñir y desvié la mirada hacia él. Negaba con la cabeza.

"Sí fue por ella entonces, rarito." Dijo, con fastidio.

Sonreí más ampliamente, pero no dije nada. Volví a mirar al escenario. Charlotte resplandecía y me consideré afortunado por tenerla presente en mi vida, nuevamente.

Ella siguió cantando, llena de emoción.

This mystic night i will always remember
Like the first – the first time ever
I saw your face
Oh, my demon

Look into my eyes
And you'll see all the happiness i need
'Cause i have you by my side
And with this beautiful sight
Tonight you're mine
Tonight you're mine

Desde el techo comenzó a caer confeti brillante. La música se detuvo y el lugar se llenó de aplausos, gritos y silbidos. Los fotógrafos no perdieron oportunidad inmortalizar su belleza. Charlotte hizo una reverencia, una vez más.

"¡Denle un aplauso especial para la banda!" dijo Charlotte, haciendo un ademán con el brazo al grupo de hombres.

Los miembros de la banda se pusieron de pie e hicieron una reverencia al caluroso aplauso, a pedido de El Ange Blanc.

"¡Buenas noches, New Orleans!" exclamó Charlotte, elevando los brazos.

Ella salió del escenario, acompañada de la ovación de pie del público. Las luces se encendieron. La banda de músicos comenzó a tocar un bailable, inmediatamente. Muchas parejas se dirigieron a la pista animadamente. Observé a Tom con interés, que venía de vuelta a toda velocidad. Se puso el sombrero, se acomodó su corbata y tomó las flores que había traído.

"¡Oh, ella es absolutamente brillante!" exclamó Tom, con júbilo.

"Una estrella en potencia, sin duda." Dije, con naturalidad.

"Por cierto, Alastor. Ya que estás aquí, había un favor que quisiera pedirte." Dijo, mirándome con una sonrisa tensa.

Lo observé de reojo. Él intentaba mantener su expresión serena, pero con mucha dificultad.

"Como sabes, los guardias de seguridad no dejan pasar a nadie al backstage que no sea parte del elenco o, derechamente, un trabajador del Mimzy's Palace. Y sería de muchísima ayuda poder llegar a ella para que me proporcione una entrevista exclusiva para mi periódico."

Carraspeó.

"Y, pues, dado que tú eres inversionista aquí y tienes acceso privilegiado y todo eso. Me preguntaba si tú pudieras acompañarme, para que me dejaran pasar."

Me reí con fuerza.

"¿Quieres intentar acercarte a El Ange Blanc, mi estimado Tom?" dije, elevando una ceja. "¡No me hagas reír!"

"¡Sólo necesito hablar con ella una vez!" dijo, a la defensiva. "Le preguntaré si desea una entrevista y la invitaré a salir para eso."

Miré mi vaso, haciéndolo girar entre mis dedos. Si antes pensaba que era patético, ahora se había superado con creces.

"¿No habías dicho que ella era completamente inalcanzable hasta para sujetos mucho mejor posicionados que tú?" dije, con malicia.

"¡Oh! ¡Por favor, Alastor!" exclamó, suplicante. "La espero fuera de este local con todos los periodistas, cuando ella se va a su casa después de sus actos, en la madrugada. Pero su molesta amiga siempre la acompaña y se pone violenta con los que se le quieran acercar. Pero, si voy con un inversionista a los vestidores, no habrá forma en que pueda escabullirse. No puedo perder esta oportunidad de invitarla a cenar. Te lo pido como un favor."

Solté una risotada en su cara. Él me miró, indignado. Ese sujeto era un pobre diablo. Aunque, francamente, tenía curiosidad sobre algo en particular.

Me puse de pie y lo miré de reojo, sobre mi hombro.

"Bien, si tanto deseas hablar con ella… Vamos, entonces." Dije, con una sonrisa maliciosa.

Los ojos de Tom se iluminaron tras sus gruesas gafas.

"¡Sí! ¡Gracias, gracias, gracias!" exclamó, tratando de tomar mi mano. Pero la retiré antes de que lo hiciera. No quería tocar sus repugnantes pústulas.

Puse un dólar en la barra y que quité los anteojos.

"Nos vemos luego, mi estimado amigo." Dije, mirando a Husk. "Ahora tengo la misión de llevar al caballero a que hable con la encantadora Ange Blanc."

Tom se me adelantó dando saltitos de alegría. Husk me miró con desconfianza. Saqué el antifaz que tenía en mi chaqueta y me lo acomodé en el rostro.

"¿Qué piensas hacer, pedazo de mierda?" dijo, escéptico.

"Sólo me quiero divertir un poco antes de retirarme. Buenas noches, Husk." Dije.

Me retiré del bar y llegué al pasillo que conectaba con los vestidores de las bailarinas. Tom ya estaba en la puerta al backstage, esperándome. Yo no detuve mi caminata y pasé derecho a detrás del escenario, con Tom pisándome los talones. Las bailarinas del lugar estaban todas agolpadas conversando animadamente, con botellas de alcohol en la mano y collares de cuentas en el cuello. Felices por el evidente éxito del cierre de la temporada de fiestas. Pude identificar a Niftty barriendo de un lado a otro, a toda velocidad y a Angel Dust con su enorme peluca rubia, mientras vociferaba en dónde estaba su labial favorito.

"¡Cherry! ¡¿Estás segura que no tomaste uno de mis labiales rojos verdad?!" exclamaba él, con fastidio.

"¡Que no, Angel!" Alguien le respondía.

Uno de los guardias se acercó a Tom con intenciones hostiles, al ver el sombrero y la cámara que llevaba.

"La prensa no está permitida detrás del escenario." Dijo, autoritario.

Elevé mi mano para que se detuviera. El hombre me miró con una ceja alzada.

"Viene conmigo, estimado. Él señor aquí presente necesita hablar con El Ange blanc por negocios." Dije.

El corpulento guardia pareció reconocerme de nuestro encuentro anterior. Y miró a Tom con desconfianza.

"Muy bien. Pero sólo cinco minutos" Dijo, finalmente. "Luego de eso, se largan de aquí."

El hombre se giró y se ubicó junto a la puerta trasera del local.

"¡Eso! ¡Ve a cuidar la puerta!" exclamó Tom, en tono de burla.

Me dirigí a los espejos iluminados por ampolletas, donde las bailarinas dejaban sus cosas y preparaban su maquillaje. En el último espejo de la hilera, estaba ella. Inconfundible y hermosa. Se había puesto la gabardina, su cabello rubio aún tenía algo del confeti brillante del salón y se había cambiado sus altos tacones a unos zapatos más cómodos. Ella arreglaba su bolso con cuidado, en un pequeño espacio de su mesón, ignorando la exuberante cantidad de arreglos florales que le habían enviado y acomodado en su puesto.

Tom me miró con entusiasmo y le hice un ademán con la mano, para que se acercara a ella. Tom me entregó su cámara fotográfica y se pasó la mano por su copete, comprobó su aliento y agarró el ramo de rosas con determinación.

"Deséame suerte." Me dijo.

Y se acercó a ella, dando zancadas. Se aclaró la garganta y Charlotte se giró al escucharle. Tom puso sus flores, prácticamente, en la cara de Charlotte.

"Buenas noches, mi adorada Ange Blanc." Dijo, con fingida voz gruesa. "Tom Trench, director del periódico The Herald, para servirte."

Charlotte se apartó las flores de la cara y lo miró con desaprobación.

"Señor, usted no debería estar en este lugar. Es exclusivo para los miembros del elenco." Dijo ella, con dureza.

"Nada podía detenerme para por fin conocerte, mi bella dama. Como periodista mi deber es llegar a lo más recóndito de mis historias. A donde ningún otro hombre ha podido llegar." Dijo Tom, moviendo las cejas, sugestivamente.

Volvió a poner el ramo de flores frente a ella.

"Déjame decirte que tu acto de esta noche fue fantástico. Tu voz es incomparable, y qué decir de tu hermosura. La verdad es que me tienes completamente cautivado, preciosa. Y por eso desearía una entrevista exclusiva contigo. Deseo saber todos los secretos de la enigmática Ange blanc y todos mis lectores también. Claro está que te ofrezco la primera plana sólo dedicada a ti." Dijo, dándose importancia.

Por la expresión de Charlotte, parecía que estaba en frente a un sapo baboso con copete. Y yo tenía dificultades de aguantar la risa.

"Por supuesto que, para tener privacidad en nuestra entrevista, me encantaría invitarte el viernes a una cena elegante. Sólo los dos." Prosiguió. "Y, obviamente, yo me haré cargo de todos los gastos de la cena… y de cualquier lugar agradable a donde queramos ir después."

Tom le guiñó un ojo con descaro. Charlotte empujó el ramo de flores nuevamente, con incomodidad.

"Lo siento, señor Trench." Dijo, sin titubear. "Agradezco su invitación, pero mi respuesta es no. No quiero dar entrevistas."

"¡Olvidemos la entrevista! ¡Será sólo la cena!" Dijo, Tom con una gran sonrisa.

"Ehm. No."

"Oh, entonces el sábado."

"Tampoco."

"¿Y el domingo? Como un desayuno." Dijo Tom, sin poder disimular una nota de pánico en su voz.

"Es muy insistente." Escuché junto a mí.

Angel Dust miraba con reprobación la escena, también. Se había quitado la peluca y los kilos de maquillaje que tenía en la cara comenzaban a difuminarse por el sudor.

"Sé que eres tú, aguafiestas." Dijo, con suficiencia. "Te vi entrar con la muñequita hace rato. No hay otro idiota con una sonrisa tan grande como la tuya. Además, se huele a kilómetros que ustedes dos apestan a sexo."

"Agradecería que no me hablaras, estimado." Dije, intentando ignorarlo.

"Meh." Dijo, haciéndome un gesto obsceno.

Miramos un poco más de las súplicas de Tom. Su anterior postura erguida, comenzaba a encogerse con cada negativa de Charlotte.

"¡Y qué tal si te invito al restaurant más caro de la costa!" dijo Tom, perdiendo el control.

"Ugh. El otro día me ofreció lo mismo, pero lo rechacé." Dijo Angel, categóricamente. "Ni aunque me regalara un automóvil nuevo estaría con ese enfermo de sífilis. Esas pústulas son reconocibles a kilómetros para mí."

Así que eso era. Supuse que en la vida inmoral y llena de vicios que Angel Dust se movía, debían ser cautelosos con ese tipo de enfermedades.

"Asqueroso." Concluí.

De pronto se rio y me miró con soberbia.

"Por cierto, sabía que no podrías resistirte a la muñequita." Dijo, en voz baja. "Y sé que deberías estar con la señorita Mimzy justo ahora en una cama de hotel. Lo que eso me indica que la dejaste plantada en una cita de sexo y con los cuernos rayando el techo."

Dio una risotada.

"Aunque la verdad es que era cosa de tiempo que volvieras por Charlotte. Ella es especial." Dijo, con orgullo.

Se cruzó de brazos y suspiró con fastidio.

"Lo único malo de esto es que Mimzy se comerá lo que sea que vea. Y tendré que dejar a Fat Nuggets en casa un buen tiempo o lo intentará asar a la parrilla apenas tenga oportunidad." Acotó, resoplando.

No dije nada. Mantuve mi mirada en la creciente discusión de Tom y Charlotte. Ya no éramos los únicos que estábamos pendientes del desarrollo de esa charla. A este punto, él estaba arrodillado en el piso, abrazado de la pantorrilla de Charlotte, mientras suplicaba para que aceptara su invitación a salir. Era un espectáculo absolutamente miserable. Y que tocara a Charlotte con esas manos llenas de llagas, me generaba un deseo arrebatador de alejarla de esa sanguijuela.

"¿No vas a hacer nada?" dijo Angel, apuntándoles. "Ya la está molestando mucho."

Ya había probado mi punto. Y era suficiente diversión de momento. Pero cuando estaba por dar un paso, para ir al rescate de Charlotte, Tom chilló con desesperación desde el suelo.

"¡POR FAVOR, TEN UNA CITA CONMIGO! ¡TE DARÉ TODO LO QUE ME PIDAS!" suplicaba, al borde de las lágrimas.

"¡Ya déjeme en paz!" exclamó, Charlotte, furiosa.

Ella había perdido la paciencia. Tomó el ramo de rosas y lo golpeó en la cabeza con fuerza, varias veces. Tom la soltó y la miró boquiabierto, desde el piso.

"¡Debería avergonzarse por ser tan insistente si ya le dije, varias veces, que no quiero salir con usted! ¡No me interesa y punto! ¡Qué hombre más desagradable!" exclamó Charlotte, furiosa.

Ella se dio media vuelta, para continuar arreglando su bolso. Tom se levantó, lentamente. Todos cuanto vieron la pelea, se estaban riendo y comentando el triste espectáculo. Angel Dust se apretaba el estómago y le faltaba el aire de la carcajada.

"¡Oh, pobre tonto! ¡Esa muñequita tiene un carácter de temer!" dijo, mientras se retiraba a su puesto.

Tom llegó hacia mí, cabizbajo y refunfuñando.

"¿Todo bien, estimado?" dije, sin disimular la risa.

"Me largo de aquí." Dijo, quitándose los pétalos de rosas que tenía en el traje.

Me quitó la cámara fotográfica de las manos, con brusquedad, y se la colgó al cuello.

"No sé de qué te quejas." Dije, alzando una ceja. "Ni siquiera deberías haberte considerado con una pequeña esperanza. ¿Qué te hizo pensar que eras merecedor de su atención? Tu mismo dijiste que ha rechazado a sujetos mejor posicionados que tú, estimado."

Me sentía realmente satisfecho al ver la humillación en el rostro de Tom. Charlotte realmente era tajante y violenta al defender su postura. Y verla rechazando a un sujeto tan despreciable, fue un deleite para mis sentidos.

Tom gruñó.

"Si no fuera mujer, le habría pegado un puñetazo en la nariz por esto. Conozco a las de su tipo. Se verá muy angelical y todo, pero de seguro es una perra en la cama."

Fruncí el ceño.

"Su vida privada no debería ser de la incumbencia pública." Dije, mordaz.

"Vamos, hombre, eres un tipo comprometido, pero no puedes negar que pagarías un dineral por una noche con ella." Dijo, molesto. "Sé que ella hasta rechazó a un candidato a alcalde la semana pasada. No puedo dar nombres, pero ella lo mandó a volar con su invitación a New York."

Tom no controlaba el volumen de su voz. Y algunos curiosos estaban escuchando cada palabra y susurraban. Sospechaba que el alcohol en su cuerpo y su reciente rechazo le estaba dando alas para no dejar de vomitar veneno.

"Aunque no sé por qué se hace la puritana, una mujer que se respete no usaría esos atuendos tan provocativos, sabiendo lo que los hombres imaginamos al verlas así vestidas." Continuó, con una perversa sonrisa. "Estoy seguro que si no fuera porque sabe cantar, sería la puta más popular de la ciudad. Ahí no sería difícil tenerla. Un par de billetes y obtendría una mamada de calidad."

Comencé a sentir cómo mi ira e indignación comenzaban a dominarme. Miré a Charlotte por un momento. Ella me observaba con reservas. Negaba, ligeramente, con la cabeza.

Enterré mis uñas en las palmas de mis manos, en puños. Inhalé y exhalé.

"Te advierto que dejes de hablar así de ella o habrá consecuencias desfavorables para ti, Tom." Dije, amenazante.

"¡Oh, ho ho! Calma, amigo. Sólo estoy comentando lo que todos los hombres pensamos al verla." Dijo, levantando sus manos en son de paz.

"¿Hombres dices?" dije lanzando una risotada "Más bien, parecen pensamientos de miserables y patéticas sabandijas, que no pueden dominar sus propios impulsos al ver al ver a una mujer en vestimentas que le favorecen."

"Son instintos, amigo. Es algo que no se puede controlar." Dijo Tom, a la defensiva.

Le dediqué una mirada cargada de desprecio y mi sonrisa se tensó.

"¿Por qué un despreciable perro puede cumplir una simple orden de no devorar el mejor trozo de carne frente a él, y un hombre, que se vanagloria de ser superior a un cuadrúpedo que no razona, no puede ser capaz de tener dominio de si mismo ni de sus impulsos?"

Intentó decir algo, pero se encogió al ver cómo me inclinaba hacia él, de forma amenazante.

"Si tus debilidades son más fuertes que tú, no mereces estar respirando el mismo aire que el Ange Blanc, Tom." Sentencié en voz baja.

De pronto, me miró con el entrecejo fruncido.

"Oye, ¿y por qué la defiendes tanto?" dijo con una mano en su barbilla.

Comencé a ser consciente de las personas que tenía a mi alrededor, completamente absortas de nuestra discusión. Me erguí y miré a Tom con desdén.

"Estás insultando la dignidad de una dama en mi presencia. No es algo que pueda dejar pasar." Dije, lentamente.

"Pfff... ¡Dama! ¡JAJAJA!" resopló, de buena gana. "¡Apuesto a que no pasará mucho tiempo antes de que ceda a los cortejos de alguien con dinero y se lo chupe! ¡Ya veremos cuánto de dama le queda cuando tenga la boca llena de…!"

Pero no pudo continuar, porque cayó al piso, como saco de plomo y con la nariz rota.

"¡Agh! ¡Auuugh! ¡Hijo de puta! ¡Mi nariz!" lloriqueaba, con sus manos en el rostro.

Mi puño permanecía cerrado y palpitante por el golpe que le había dado. Lo miré con desprecio, sin dejar de sonreír. Nadie hizo nada por defenderlo, y escuché a alguien llamar al guardia. Di un paso al frente y lo recogí del suelo, por el cuello de la camisa, con brusquedad. Uno de los vidrios de sus lentes se había trizado y su nariz era un muñón rojizo y sangrante.

Lo miré a los ojos y él me devolvió una mirada de pánico. Mis mejillas me dolían de la sonrisa que tenía en el rostro.

"Te ordené que te callaras, pequeño y molesto hombrecillo." Dije, en un susurro amenazante.

Sus ojos estaban llenos de terror. Era aquella misma mirada de pánico que cada una de mis víctimas tenía al momento en que cosía sus bocas, antes de apuñalarles. Esa maravillosa mirada que había visto durante tantas noches seguidas y de la que me había acostumbrado.

Una más. Sólo una más no haría daño. Mi mente se nubló por la adrenalina. Ya mataría a todos los testigos. No había problema. Podía hacerlo. Primero acabaría con esa despreciable sabandija. Luego con todos los demás.

Por instinto, quise tomar mi cuchillo de mi chaqueta.

Podía evaporar la sangre con tronar los dedos. Sería fácil y rápido. La música del salón aplacaría los gritos. Tendría más sacrificios en pro de la vida de Charlotte para varias semanas más. No había fallas en mi plan.

Pero mi brazo se detuvo a medio camino y no alcancé a sacar mi cuchillo. Me giré con violencia, para enfrentarme al intruso en mi misión y vi a Charlotte agarrando, con fuerza, mi codo.

Ella me miraba con reprobación.

"Vámonos." Ordenó.

La miré por unos tensos momentos. Parpadeé una vez. Dos veces. Sentí cómo el carril de mis pensamientos se estaba aclarando nuevamente. Charlotte estaba aquí conmigo. Me giré a ver a Tom, quien seguía más pálido de lo normal y con la respiración errática. Lo solté, lentamente. De inmediato, se alejó de mí y me miró con repugnancia.

"Maldita escoria." Masculló.

Me puse de pie, con Charlotte todavía sujetándome del brazo. Nos quedamos mirando a los ojos por unos momentos. Sólo entonces solté todo el aliento que había estado reteniendo.

"Vámonos." Repitió ella.

De pronto, el guardia llegó a nosotros. De inmediato, miró a Charlotte.

"¿Qué pasó, señorita?" dijo, el guardia.

"Ben, saca a ese intruso de aquí. No ha hecho más que incomodar a todos." Dijo Charlotte, con autoridad, apuntando a Tom.

El guardia se precipitó contra Tom y lo levantó en el aire. El sujeto se retorcía, tristemente, en el aire.

"¡Oye! ¡¿Por qué me sacas a mi?!" gritaba, enardecido. "¡Él fue quien me pegó!"

"¡Todos escucharon tus mierdas de El Ange Blanc, bolsa de sífilis!" Saltó Angel.

Charlotte me soltó el brazo y me miró, consternada.

"¿Todo bien?" Me dijo, con seriedad.

Me quedé impávido, con la cabeza palpitándome.

"Por supuesto, cariño. Aunque, admito, que un poco de aire fresco no me caería mal." Dije, intentando mantenerme tranquilo.

"¡Oh, por todos los infiernos!" Exclamó Niffty saliendo entre el público. "Necesitaré más limpia pisos para esto."

Ella inspeccionaba las gotas de sangre que estaban en el suelo. Debía admitir que fue un golpe bastante certero, por la cantidad de sangre que perdió.

"Bien, no hay nada más que ver aquí, chicas." Dijo Angel, haciendo zonas las palmas para dispersar a los curiosos. "No tienen que irse a casa, pero no pueden seguir mirando."

Charlotte se acercó a Niffty, quien seguía en el piso intentando tallar el suelo de madera para no dejar remanentes de rojo entre las grietas de las tablas.

"Niffty, ¿hay muchos fotógrafos afuera?" dijo, Charlotte, como preguntando el clima.

"La entrada principal está extremo concurrido, linda." Dijo, Niffty. "Pareciera que todos los periodistas de la ciudad llegaron a instalarse tanto al frente como atrás del local, desde que terminó tu acto. Si planeas irte, bien puedes usar la escalera de incendios."

Charlotte pareció sopesar la idea un momento.

"Sí, supongo que es lo mejor." Dijo, finalmente.

La miré con curiosidad.

"Puede que no sea cómodo, pero es lo mejor que…" intentó decirme, con una mueca.

Pero un grito exasperado la interrumpió. Vaggie llegó a nosotros, empujando a los curiosos que aún estaban murmurando entre sí. Tenía los ojos inyectados, su cabello despeinado y parecía fuera de sí.

"¡¿Quién dejó pasar a un periodista?!" rugió. "¿Fuiste tú, Angel?"

"A mí ni me veas. No tengo tratos con la prensa desde que pusieron una foto de mi peor ángulo en un artículo del diario." Dijo Angel, con indiferencia.

"Vaggie, tranquila." Dijo Charlotte, con calma. "Lo importante es que ya se fue."

Vaggie la miró y dio un suspiro de hastío.

"Charlotte, ese sujeto es el director de ese diario bastante sensacionalista y también es un cliente frecuente." Dijo, con fastidio. "Lo menos que podemos hacer es permitir que él escriba un mal artículo de nosotros y afecte la imagen del local. Tendré que ir a hablar con él para disculparnos y darle una botella de whisky caro o algo así."

Se masajeó los ojos.

"Al menos, ¿alguien puede explicarme por qué le pegaron?"

"Se puso a vociferar cosas muy feas de mí." Dijo, Charlotte.

Vaggie contuvo el aliento antes de soltar un pesado suspiro.

"Ese despreciable cabrón." Murmuró Vaggie, con desprecio.

Luego miró a Charlotte, con preocupación.

"Charlotte, lamento que esto pasara. Vamos a aumentar la seguridad del backstage." Dijo, con una sonrisa amistosa. "Tendré que agradecerle a quien le partió la nariz."

"Sólo quiero irme." Respondió ella, con voz cansina.

Vaggie la miró, con culpa.

"Cariño, lo siento mucho. Necesitaré que hoy me esperes un poco más para irnos juntas a casa." Dijo. "Tengo mucho más trabajo hoy sin la señorita Mimzy aquí. Lo entiendes, ¿verdad?"

"No hace falta, Vaggie." Dijo Charlotte, con una tímida sonrisa. "Hoy no iré a tu casa."

Vaggie ladeó la cabeza, confusa y yo carraspeé. Sólo entonces se percató de mi presencia. Aún con el antifaz y las cuentas en mi cuello, estaba seguro que sabía quién era yo. Su mandíbula cayó ligeramente cuando lo notó y luego volvió a mirar a Charlotte, con los ojos muy abiertos.

"¡¿Tú…?! ¿Ustedes…? ¿Cómo es qué…?" dijo, demasiado sorprendida como para articular una pregunta.

"Y de nada, querida. Fue todo un placer golpear el desagradable rostro de Tom Trench." Dije, con orgullo.

"Vaggie, ya tenemos que irnos. Después te explico todo, ¿bien?" le dijo Charlotte, poniendo una mano sobre su hombro.

Vaggie parecía aturdida todavía. Me miró con aire acusatorio y yo sólo pude dedicarle una enorme sonrisa de burla. Charlotte me tomó del brazo y me llevó a la salida del backstage. La seguí a paso rápido por una bifurcación del pasillo principal, hasta llegar a la pequeña bodega de instrumentos en mal estado. Donde alguna vez estuvo el piano polvoriento y desvalido que Charlotte supo hacer suyo. Se dirigió a la ventana, que tenía el tamaño perfecto para que pudiésemos pasar sin mayor esfuerzo, y sacó el seguro.

"Por aquí." Dijo, Charlotte.

Ella abrió la ventana y pasó por ella. Yo la seguí, agachándome un poco más debido a mi altura. Quedamos de pie en una plataforma metálica con una escalera en el costado. Nuestros pasos, repiqueteaban en el metal.

"¿Sueles usar esta salida?" dije, viéndola bajar con cuidado, por la escalera.

"Sólo en caso de emergencia." Dijo, y saltó el último tramo hasta el suelo. "La semana unos tipos se pusieron a pelear a la salida del Mimzy's Palace y terminó con uno disparándole a otro."

Bajé por la escalera y caí junto a ella.

"Había tanta gente y policías, que tuvimos que salir por aquí casi todos los del elenco." Concluyó.

"Supongo que debí mencionarlo en la radio. Un muerto más, un muerto menos…" dije, con soltura.

Estábamos en un callejón bastante oscuro. Justo en el medio del edificio, por el costado. Las voces de los periodistas, que estaban tanto en el frontis como en la parte posterior, llegaron a nosotros.

Miré a Charlotte y le sonreí ampliamente.

"No los mates." Indicó, alzando una ceja.

"Era mi primera sugerencia." Dije, elevando los hombros.

Me quité la chaqueta y le guiñé un ojo.

"¿Una vez más?" dije.

"Si no hay más remedio." Dijo ella, con una sonrisa resignada.

Puse mi chaqueta sobre su cabeza y troné los dedos. El murmullo de hombres se detuvo de inmediato en la parte posterior del local. Pasé mi mano por el hombro de Charlotte y salimos por el callejón a paso rápido. Pasamos entre al menos dos docenas de periodistas que habían quedado en trance y con sus cámaras listas para la atacar a Charlotte con preguntas y fotografías. Permanecían con los ojos completamente en blanco y congelados en su lugar. Charlotte miró al tumulto de gente con culpa, pero no dijo nada mientras nos alejábamos del edificio.

Eran cerca de las tres de la mañana y el frío de la madrugada y su ligera neblina eran difíciles de ignorar. Automóviles pasaban junto a nosotros, apenas distinguidos por los focos frontales, que nos iluminaban de vez en cuando. Nos detuvimos a una distancia considerable, en una esquina, junto a una farola cuya luz amarilla se difuminaba por la neblina.

"Puedes liberarlos." Dijo.

Troné los dedos, deshaciendo el hechizo.

"Bien, ya todo acabó." dije, en voz alta.

Charlotte se quitó la chaqueta de la cabeza y me la devolvió. Me la acomodé con tranquilidad, y le ofrecí mi brazo, pero ella no lo tomó. Tenía los brazos cruzados y me miraba con reproche.

"¿Ocurre algo, cariño?" dije, con curiosidad.

"¿Por qué lo hiciste?" dijo, con dureza.

"¿El qué, querida?"

"Ya sabes de lo que hablo. Eso de dejar pasar a ese periodista al backstage. Sabes, mejor que nadie, que no se permite que la prensa llegue ahí."

"Oh, nada más quería divertirme un momento a costa de un desengaño. No esperaba que las cosas se salieran un poco de control."

Charlotte frunció el ceño.

"¿Querías ver cómo lo rechazaba?" dijo, cruzándose de brazos.

"¡Y fue magnífico ver cómo sucumbía en la desesperación por tu negativa!" dije, riendo. "Fuiste tajante y certera. Y el golpe con sus propias flores fue un buen toque."

La miré con malicia.

"Ahora sí necesitará una buena máscara para cubrir esa nariz rota y su cara de vergüenza." Agregué.

Ella mi miró, molesta.

"¿Vas a hacer una escena cada vez que algún admirador se me acerque?" dijo, ella con seriedad.

Me quedé callado un momento y jugueteé con uno de sus mechones, entre mis dedos.

"¿Eso es un 'sí'?" espetó.

"Cariño, sé muy bien que puedes manejar a las desagradables alimañas que te rodean, por ti misma. No por nada, te has sabido desenvolver maravillosamente hasta ahora. Además, si quisieras, podrías mandarlos a volar, tronando tus dedos, literalmente." Dije, con franqueza.

"Entonces, ¿qué fue eso?" exigió.

Ladeé la cabeza, alzando las cejas.

"Esto nuevo para mí. Esperaría gratitud de tu parte por defender tu honor."

Ella resopló.

"Y te lo agradezco, pero no fue la manera correcta." respondió, sin retroceder.

La miré de reojo y medité mis palabras antes de contestar.

"Me pides mucho si deseas que no haga nada mientras escucho que alguien te denigra, Charlotte." Dije. "Además, tampoco puedes decir que el sujeto no se lo merecía. Es más, pienso que, si no me hubieses detenido a tiempo, hubiesen publicado su epitafio en su diario de mañana."

Ella suspiró.

"Lo sé. Vi que tenías ganas de hacerle mucho daño." Dijo.

Se acercó a mí y comenzó a jugar con las solapas de mi chaqueta.

"Mira, esta no es la primera vez que escucho esa clase de comentarios sobre mí." Dijo, lúgubremente. "Y tampoco será la última."

Un auto pasó junto a nosotros, a través de la tenue neblina, y nos iluminó para, luego, desaparecer en la distancia.

"La mayoría de las chicas en ese local se prostituyen, Alastor. Soy la única a la que nadie pudo convencer desde que llegó a trabajar ahí. Supongo que eso aumenta el interés de los curiosos y casi parece una competencia de quién llega primero. Pero, yo sólo los ignoro." Dijo ella, con fastidio.

Acaricié su rostro con mis nudillos.

"Lo sé, cariño." Dije, suavemente.

"En vista de todo eso, puedes estar completamente seguro de que te amo." Dijo, con el ceño fruncido.

Sentí que algo me remecía el pecho y el estómago, cuando me lo dijo. Yo lo sabía. Me lo demostraba. Lo sentía en cada beso y caricia, pero que me lo dijera aún era algo que me generaba un estremecimiento general en mi cuerpo. Aunque para nada desagradable, debía admitir. Me gustaba oírlo. Quería seguir escuchándolo a diario muchos años.

"No dudo en que me ames." Dije, ensanchando mi sonrisa.

Ella se paró firme frente a mí.

"Alastor, voy seguir cantando." Declaró, con determinación. "Tal vez no el Mimzy's Palace, pero sí buscaré una oportunidad de seguir como cantante en otra parte."

"Oh, estoy seguro que no te faltará una buena oferta. No habrá quien no desee tener a El Ange Blanc en su escenario." dije, encantado.

"Y estoy consciente que una atención masculina, que nunca pedí, me seguirá. Pero no quiero tener el constante temor que habrá una nariz rota después de cada presentación."

Me reí por lo bajo y acaricié su coronilla.

"Oh, no te preocupes, cariño." Dije, con confianza. "Estoy completamente seguro que ser un obstáculo para que explotes tu magnífico don sería un crimen en contra de la humanidad y el buen gusto. Pero descuida. Ya tengo en mente algunos métodos para mantener a los indeseables a varios metros de distancia de ti."

Ella se me quedó viendo unos segundos, en silencio.

"Por favor, dime que no incluye sacrificios y magia negra." Dijo, entrecerrando los ojos.

Apreté los labios y abrí mucho los ojos.

"Bien, pensaré en otras opciones." Admití.

Ella negó con la cabeza, con una sonrisa.

"Es un avance." Concluyó, rodando los ojos.

De pronto, ella llevó una mano a mi cara y me sacó el antifaz. Francamente, casi había olvidado que lo tenía puesto.

"Ya puedes quitarte esto." Dijo, divertida.

"Ya estaba culpando a la neblina de por qué no podía ver con claridad."

Me puse las gafas, nuevamente. Me quité los collares de cuentas y se los colgué a ella en el cuello. Charlotte miró los collares con pesar.

"Pasé trabajando todo el periodo de Mardi gras y no tuve tiempo de disfrutar nada." Dijo, con una triste sonrisa.

Ella me miró con esperanza.

"¿Iremos al desfile de carros alegóricos el próximo año?"

"Por supuesto, cariño." Dije, de buen ánimo.

"Bien, es una cita." Dijo ella, guiñándome un ojo.

De pronto, frunció el entrecejo.

"Uhm… Tengo la sensación de que olvido algo." Dijo, lentamente.

"Dudo que sea realmente importante si no has pensado en eso hasta ahora."

Luego de meditar unos momentos, sin resultados satisfactorios, soltó un suspiro de derrota.

"Bueno, lo que sea, ya me acordaré." Concluyó, con una sonrisa.

Volví a ofrecerle mi brazo y, esta vez, ella lo aceptó con gusto y se apegó a mí. Caminamos por las pocas cuadras que nos separaban hotel con paso tranquilo. Charlotte se veía agotada, pero sonreía.

"Mañana podrás despertar un poco más tarde de lo usual." Dijo. "La estación de radio no está muy lejos de aquí. Y la habitación incluye desayuno continental." Dijo, animadamente.

"Ciertamente, me vendría bien dormir un poco más." Dije.

Cuando llegamos al hotel, estaba mucha menos gente que cuando habíamos salido. En el reloj central indicaba que eran las 3:07 am. El guardia nos saludó y nos metimos al ascensor. Charlotte aprovechó de sacarse los zapatos y quedar descalza. Una vez llegamos a la habitación, Charlotte sacó las llaves del bolsillo de su abrigo y al entrar, ella se desplomó sobre la cama.

Suspiró largamente.

"¿Todo bien, cariño?" dije, cerrando la puerta con seguro.

"Sí." Respondió, con una gran sonrisa.

Se incorporó para sacarse el abrigo. Debajo seguía con su vestido blanco "desmontable".

"Ese vestido fue toda una sorpresa, querida." Dije, quitándome el abrigo, también.

Charlotte comenzó a rebuscar en el gran bolso de ropa que tenía sobre la cama y guardó los collares de cuentas en él.

"Fue idea de Rosie." Dijo, de buena gana. "Parece que está pasando por un periodo de especial inspiración. Se ha encargado de hacerme todos mis trajes desde que me presento. Y creo que lo disfrutarlo mucho."

"No dudo en que hay intensiones macabras detrás de su amabilidad, pero tiene un excelente ojo para estas cosas." Dije, sin ocultar el fastidio en mi voz.

Charlotte se rio.

"La verdad es que siento que me usa de modelo experimental para…" dijo.

Entonces, ella hizo el ademán de tomar algo de su costado y palideció.

"¡Mi cartera!" exclamó, con horror. "¡La olvidé completamente! ¡La foto de mis padres la tengo ahí!"

Se cubrió la boca con sus manos. La miré con detenimiento. Ciertamente, la cartera que ella estaba preparando no la traía.

"¡Qué torpe! Por eso sentía que algo me faltaba." Dijo, reprochándose.

"Debiste dejarla sobre tu mesón en el local." Dije, ladeando la cabeza.

"Con todo lo que ocurrió, fue lo último que se me pasó por la cabeza." Dijo, sentándose en la cama.

Miré a mi sombra, la cual estaba retraída en mis pies. Curioso.

"Ve al Mimzy's Palace, a ver si está el bolso ahí." Dije.

Mi sombra salió para deslizarse lentamente por el piso. Parecía inquieta.

"¿Todo bien, amigo mio?"

Por toda respuesta, mi sombra dio un revoloteo y se deslizó bajo la puerta, cumpliendo mi mandato. Me concentré y vi pasar el camino por la calle a través de sus ojos. Finalmente, llegó al Mimzy's Palace y entró, sigilosamente al backstage.

"Ahí está tu cartera." Dije. "Exactamente donde la dejaste."

"Oh, bien." Dijo ella, aliviada.

Corté la visión y la miré.

"Seguramente Vagatha se encargará de llevarla a su departamento. Ya tendrás tiempo de ir a recuperarla." Dije, con soltura.

Charlotte se puso de pie.

"Espero que estés en lo cierto." Dijo, preocupada. "Dudo mucho que mañana pueda ir a recuperarla al backstage. Ya no seré bienvenida."

Se dirigió al ventanal y miró la ciudad a través del vidrio.

"Es una lástima que ya no podamos ir ni como espectadores al Mimzy's Palace. La señorita Mimzy no querrá verte a ti o a mí nunca más."

"Es una lástima que no pueda separar un estricto trato laboral de sus conflictos personales." Puntualicé. "Aún tengo el 32% de ese local a mi nombre. Aún tengo derecho a estar ahí, por mucho que le moleste."

"Creo que no poder separar el trabajo de lo que siento es lo único que tengo en común con ella." dijo Charlotte, rodando los ojos.

Me acerqué a ella y la abracé por la espalda. Respiré el aroma de su cuello y suspiré.

"Y agradezco que sea así." Dije.

Ella puso una mano sobre mi rostro y apegó su mejilla con la mía.

"Me siento feliz por haber participado estas semanas ahí. Pero el Mimzy's Palace no fue más que mis inicios en el canto." Dijo, con seguridad.

Me reí entre dientes.

"Ya habrá más desafíos que estén a tu altura." Susurré.

Ella cerró los ojos y suspiramos al unísono. Era un instante de paz mutua. Mi mente ya estaba al límite y si no fuera porque estaba de pie, ya me habría quedado dormido. Casi como leyéndome el pensamiento, Charlotte se separó de mi y me tomó de la mano.

"Ven. Vamos a la cama." Dijo, en voz baja.

Yo sólo me dejé guiar. Me quité el corbatín, las gafas y los pantalones como autómata. Charlotte, que se había quitado el vestido y quedó, únicamente en bragas, me miró con ternura. Ella se acercó a mí y se encargó de desabotonarme la camisa. Me desvistió con ternura y me sonrió. Me acosté en la cama y me dejé invadir por su suavidad. Charlotte apagó la luz y me tapó con las cómodas frazadas. Se acercó a mí y me arropó como a un niño. Apegué mi cabeza a su pecho y ella me besó en la coronilla y acarició mi cabello, con amor. Suspiré de agotamiento. Me sentía en paz, teniendo la cálida piel de Charlotte contra la mía y recibiendo sus dulces atenciones. Algo que había tenido y peleé por recuperar. Lo último que supe, fue que la voz de Charlotte me arrullaba con la estrofa de una canción. La misma canción que ella había cantado en el escenario. Pero ahora era un susurro amoroso sólo para mí.

This mystic night i will always remember
Like the first – the first time ever
I saw your face
Oh, my demon

Look into my eyes
And you'll see all the happiness i need
'Cause i have you by my side
And with this beautiful sight
Tonight you're mine

A la mañana siguiente, desperté con el sonido del golpeteo de una puerta. Busqué a tientas el calor que me faltaba a mi lado y me levanté. Sentía mi cuerpo pesado y agotado todavía. Las míseras cuatro horas que había dormido, no habían hecho que pudiera recuperarme. Un inusual anhelo de querer volver a dormir, fue interrumpido por el golpeteo insistente de la puerta.

"¡Servicio a la habitación!" dijo una voz, del otro lado.

Me tomó unos segundos recordar donde estaba. Y la tenue luz de la mañana iluminaba la habitación del hotel. El sonido de la puerta abriéndose me sobresaltó, pero de inmediato sonreí al ver a Charlotte, en una bata de baño, recibiendo un carrito con el desayuno. Parecía recién salida de la ducha.

"Muchas gracias." Dijo ella, entrando con el pedido.

"Para servirle. Tenga buenos días." Le dijo el botones.

"Usted también." Le respondió con cordialidad.

Charlotte cerró la puerta y se giró para entrar con el carrito. Fue entonces cuando me vio. Sonrió ampliamente.

"Buenos días, cariño." Dijo, ubicándose junto a la cama.

"Buenos días, querida." Respondí.

"Lamento que te despertaran así." Se disculpó. "Pero ya tienes que alistarte para ir a trabajar. Y no quería que te fueras sin desayunar."

Se sentó en la cama y me dio un beso en los labios, que recibí gustoso.

"Sonará poco habitual viniendo de mí, pero desearía que ya fuera sábado." Dije, poniéndome de pie, con algo de dificultad.

Mi cuerpo seguía adolorido por el agotador ritmo que había mantenido, y el poco descanso.

"Sé que la gracia del Mardi gras es que se celebre, únicamente, los martes. De ahí el nombre." Concordó. "Pero sería más cómodo para los que tienen que ir a trabajar al otro día, que se celebrara un fin de semana."

"Hay costumbres que no se pueden cambiar." Dije, con simpleza.

Moví los hombros y escuché a mis huesos tronar.

"Bueno, querida, iré a refrescarme. No tardo." Dije, caminando al baño.

"Serviré el café, por mientras." Dijo, con ánimo.

Cerré la puerta detrás de mí y me miré en el espejo. Me asombró lo cansado que me veía aún. Tenía mis ojos un poco inyectados y aún tenía bolsas amoratadas bajo mis ojos, que no me habían querido abandonar en días. Mi barba mañanera era apenas visible, y no vi la necesidad de afeitarla. Con deleite vi las recientes marcas de rasguños y chupetones que Charlotte me había dejado en el pecho y cuello. Ella era toda una fiera conmigo y eso me encantaba. Además, nada que un poco de ropa no pueda cubrir evidencias.

Me di una rápida ducha caliente que me despertó y me sentí más vigorizado. Me puse una de las batas de cortesía y salí de la habitación, mientras me secaba el cabello con una toalla. Charlotte estaba ahí sentada en el borde de la cama, comiendo un beigne con gusto. Extrañaba, más de lo que alguna vez admitiría, ver su rostro cada mañana.

"¿Estabas hambrienta, cariño?" dije, con sorna.

"¡Famélica!" exclamó, con la cara manchada de azúcar. "No he comido nada desde ayer en la tarde. Tenía el estómago hecho un manojo de nervios."

Me senté junto a ella y la miré con malicia.

"No me digas que estabas nerviosa de que yo no aceptara tu invitación para venir." Dije.

"No, realmente." Dijo, sonriendo. "En realidad, estaba nerviosa por el traje blanco que usaría en el show. Sería mi último acto y quería que fuera deslumbrante. Rosie hizo un trabajo magnífico."

La miré, escéptico.

"¿Qué?" preguntó.

Me reí.

"Oh, no tiene por qué avergonzarte admitir tu deseo de que yo aceptara tu invitación a este hotel, mi querida Charlotte." Dije, con desplante. "Después de todo, en el fondo, sabía que no resistirías estar lejos de mí."

Ella entrecerró los ojos y me ofreció una taza humeante de café. Yo la tomé gustoso.

Apenas bebí el primer sorbo, me paralicé.

"¿Ocurre algo?" dijo, ladeando la cabeza, con inocencia.

Me giré hacia ella.

"Esto tiene…" dije, extrañado.

Azúcar.

"Oops." Dijo Charlotte, con una sonrisa malvada. "Creo que te pasé el mío."

Puse la taza lentamente en el carrito, sin dejar de mirarla. Ella me indicó la otra taza, manteniendo su expresión malévola.

"Este de aquí no tiene azúcar." Dijo, sin inmutarse.

Parpadeé y alcé una ceja. Aún estaba aturdido.

"Querida, en dos años viviendo conmigo nunca te equivocaste de taza." Dije, con sospecha.

"Eran dos años como sirvienta, cariño." Dijo, con indiferencia. "Considera que este es nuestro primer desayuno sin un acuerdo laboral de por medio."

Y le dio otro mordisco a su beigne, con tranquilidad.

Era una venganza. Una simplona y dulce venganza. Y ella parecía realmente satisfecha, porque su pequeño y malvado plan había salido como quería.

Me incliné hacia ella, amenazante.

"¿Quieres provocarme, Charlotte?" dije.

"Tal vez, Alastor." Dijo, ella con sensualidad, inclinándose también. "Y por cierto, yo no estaba en absoluto nerviosa porque no vinieras a mí ayer. Después de todo, en el fondo, sabía que no resistirías estar lejos de mí."

Ella era absolutamente magnífica. Fui completamente consiente de que ella no llevaba nada bajo la bata de baño. Comenzamos a besarnos en un arrebato, con intensidad y furia. Dejando olvidado el desayuno a medio comer. Ambos estábamos hambrientos por el otro, y teníamos la completa disposición de consumar nuestro amor una vez más. Pero ella fue un poco más racional que yo y se separó de mí después de unos momentos, con dificultad.

"Cariño, cariño…" Dijo, tratando de controlarse.

Ignoré sus alegatos y continué besando su cuello. Mis manos comenzaron a indagar, ansiosas, bajo su bata. Su respiración era errática, pero seguía intentado hablar.

"Vas a llegar tarde a la estación de radio… Ya te tienes que vestir." Dijo, con dificultad.

Gruñí. Detestaba cuando ella tenía razón. A regañadientes, tuve que separarme de ella, mientras resoplaba. Ella me miró con una medio sonrisa.

"Lo siento." Dijo.

"Bien. Tú ganas ahora, cariño." Admití. "Pero hoy en la noche viene mi revancha."

"Oh, y la estaré esperando con ansias." Dijo, ella, juguetona.

Un último y rápido beso fue suficiente para cerrar el trato. Bebí mi café (sin azúcar) a largos sorbos y comencé a vestirme, con apremio. Si bien había llevado recambio de ropa interior, tuve que ponerme la misma ropa que había llevado durante toda la noche anterior. Quizás asistiría un poco más elegante de lo que esperaría ir a un día ordinario de trabajo (y con tres botones menos en la camisa), pero era una situación excepcional.

Me acomodé las gafas y miré mi reloj de bolsillo.

"Treinta minutos para las 8 am y la estación está a cuatro cuadras de aquí." Dije. "Bastante bien."

Charlotte se puso de pie y me acercó mi abrigo. Me ayudó a ponérmelo. La dejé abotonarlo, con sólo el cariño que ella podía otorgarle a esa simple acción.

Ella me miró, con una sonrisa.

"Esto volverá a ser cotidiano." Dijo.

"Y me siento enormemente complacido, por eso." Dije, inclinándome a ella.

Charlotte se rio, entre dientes.

"¿Y? ¿Cuál es tu plan para hoy, querida mía?" dije.

"Planeo ir a casa de Vaggie a buscar mis cosas y a preguntarle por mi cartera." Dijo ella, frunciendo el entrecejo. "Espero que ella sí se la haya llevado."

"¿Quieres que te recoja en su casa? Hoy habrá radioteatro en horas de la tarde y mi sección terminará a las cuatro." Dije.

"Me parece perfecto." Dijo, con una gran sonrisa.

Ella arregló mi corbatín, con cuidado.

"Todo se quedó exactamente donde lo dejaste, Charlotte." Comenté.

"¿En mi habitación?"

"En la casa, en realidad." Admití. "Desde que me concentré en el 'servicio comunitario', he descuidado todo. Afortunadamente para ti, lo que sí recordé fue darle de comer a Razzle y Dazzle y a las gallinas."

"Qué vergüenza." Dijo ella, negando con la cabeza, pero sonriendo. "El señor Alastor siendo descuidado. Jamás podría imaginarlo."

"¿Qué puedo decir?" Dije, con una sonrisa dentada. "Con una vida atareada como la mía y sin mi aliada más confiable a mi lado, todo se vuelve un poco más caótico de lo que esperaba."

"Te dejo sólo unos días y te descuidas así." Dijo, riéndose. "Las cosas volverán a la normalidad en casa cuando yo vuelva a estar al mando. No sabía cuán dependiente podías ser de mí, cariño."

"Desde que probé tu jambalaya."

Ella se puso a reír a carcajadas. Extrañaba esa risa como campana. Y me sentía extremadamente complacido que ella era la única persona en todo el mundo que soltaba carcajadas de mis magníficos chistes. No pude menos que acariciar su rostro, una vez se calmó y me incliné hacia ella.

"Nos vemos a las 4:30, querida." Dije, en un susurro lujurioso.

"Nos vemos, cariño." Respondió, con complicidad.

Nos dimos un corto beso y me fui de la habitación.

Salí a la calle y olí el frío aire de New Orleans, en una gran inspiración y lancé un largo suspiro. Me sentí vivo y con el pecho hinchado. Mi júbilo era tal, que mi cuerpo cansado apenas era una vaga molestia. Finalmente sentía que mis semanas de constante incertidumbre habían concluido con éxito. Charlotte estaba de vuelta conmigo, y me encargaría que así fuese.

Caminé tranquilamente hacia la estación de radio. Pude ver el camino a los "vestigios" de la noche de cierre del festival. El suelo estaba lleno de confeti, collares multicolores y antifaces olvidados y pisoteados por sus dueños. Algunos ebrios durmiendo en el piso de la calle, e incluso vi a un niño andrajoso robando la billetera a uno de ellos, para luego salir huyendo. Pasé a toda velocidad, junto a un pequeño repartidor de periódicos que gritaba en una esquina.

"¡EXTRA! ¡EXTRA! ¡LEA TODAS LAS NOTICIAS DEL FIN DE LA TEMPORADA DE MARDI GRAS!"

El ambiente era más silencioso que de costumbre. El miércoles de ceniza, siempre contrastaba enormemente con el Mardi gras. Siendo esta, la última oportunidad para poder portarse de manera libertina y poco decorosa, antes del periodo de cuaresma. Algunos carteles fuera de una parroquia cercana, decían frases del tipo "¿Quiere salvar su alma? ¡Aún está a tiempo! Dios lo está esperando." o, también, "El fin del mundo se acerca. ¡Obtenga la salvación!". Con varios hombres y mujeres con semblante puritano, entrando.

Me reí por lo bajo.

¡Pobres mortales que consideran que su fútil y efímera existencia actual le importa a un dios que no soportó que uno de sus ángeles les diera el don de pensar! Si ese dios esperaba pacientemente ver cómo nos equivocábamos, sólo para restregarnos en el rostro que tiene el soberano derecho a castigarnos sólo por crearnos, prefería no seguirlo. La misma alma de Charlotte era más pesada por cargar el nombre de ese dios, y ahora se veía en constante peligro, al ser revivida. El nombre de dios se había convertido en una maldición para ella.

"Salvar mi alma. ¡Qué ridículo!" me dije.

No necesitaba más que todo en lo que había trabajado para obtener. Lo que me hacía sentir completo. Y todo eso lo tenía aquí en el mundo terrenal. Y así las cosas estaban bien.

Y comencé a cantar para mí, mientras avanzaba.

I walk the street's of new Orleans
With the girl of my dream's
I've seen a dozen brassbands play and swing
While little children laugh, dance & sing
I've seen old men drunk singin the blues
With top hats', canes and spectator shoes
I consider myself lucky to have fallen in love
With a girl, the city and the river of mud

Let me know! Let me know!

Where I can go to save my soul?

Let me know! Let me know!

Where I can go to save my soul?

Where I can go to save my soul?

Llegué puntual al edificio de la radio. El calor de la calefacción me llegó en el rostro, y puse mi abrigo y mi bolso en la percha junto a la puerta. Vi a mis compañeros reunidos, conversando algo con emoción.

"¡Buenos días, compañeros!" exclamé, al acercarme. "¡Qué espléndida mañana! ¿No les parece?"

No hubo saludos. Sólo se giraron, silenciosos a mirarme. Se quedaron impávidos al verme ahí y se miraron entre sí, con sorpresa.

"¿Ocurre algo?" dije, ladeando la cabeza con curiosidad.

De pronto, todos vinieron, con júbilo a… ¿felicitarme? Me paralicé al sentirme tan abruptamente invadido. Estrechaban mi mano por turnos, golpeaban mi espalda dándome su enhorabuena.

"¡Felicidades, Alastor!" dijo John.

"Te lo tenías guardadito, ¿eh?" dijo Mike, con picardía.

"¡Tienes que contarnos cómo lo lograste, hombre!" exclamó Phil, emocionado.

Yo seguía demasiado aturdido como para hablar. Y la gota que rebalsó el vaso fue un gran grito que vino desde la puerta principal.

"¡ALASTOOOOOR!" Exclamó Pentious.

Vino corriendo a mí, y me abrazó estrechamente, elevándome unos centímetros del piso. Me retorcí en su abrazó y me dejó libre, por fin. Lo miré, con desaprobación. El hombre estaba despeinado y seguía en pijama.

"¡POR FIN! ¡LO SABÍA! ¡LO SABÍA!" exclamaba, feliz.

Me acomodé la ropa y las gafas. Miré al grupo de hombres que me observaban con ojos brillantes, como si yo fuese la octava maravilla del mundo.

"Señores, creo que me serviría bastante saber por qué estoy recibiendo tal cantidad de elogios esta mañana." Dije, elevando una ceja.

"No te hagas el modesto." Dijo Pentious, moviendo su mano. "Vine apenas vi la primera plana de "El Herald".

Tomó el periódico que estaba en el mesón y me lo entregó.

"¡Nunca paras de sorprendernos, Al!"

"¡Y ya ves a qué tremenda mujer logró conquistar! Dinos tu secreto."

"¡Ofrezco mi restaurant para la ceremonia! ¡Sabía que tú y Mimzy no durarían!"

Pero no los escuchaba. Estaba completamente absorto en uno de los encabezados de primera plana. Una fotografía en blanco y negro, de una pareja junto a un farol, en medio de una noche fría y con neblina. Él con una gran sonrisa. Ella mirándolo, con ojos de amor. Éramos Charlotte y yo.

ESCÁNDALO: CONOCIDO LOCUTOR RADIAL EN UNA RELACIÓN CON EL ANGE BLANC

Busqué, rápidamente, el artículo principal dentro del periódico. Contuve la respiración. Ahí estaba. Con varias fotografías de nosotros. Algunas donde yo llevaba el antifaz y una donde estábamos entrando a The Roosevelt Hotel. Me puse a leer el artículo, de inmediato.

Por Tom Trench

Un gran desconcierto ha azotado a la pacífica ciudad de New Orleans. El conocido y aclamado locutor radial "El demonio de la radio", cuyo nombre real es Alastor, fue visto en horas de la madrugada del miércoles de ceniza, junto con la popular cantante revelación del último tiempo, El Ange Blanc.

Luego de terminar un exitoso show, que marcaba el fin de la temporada de fiestas para el local "Mimzy's Palace", la hermosa joven se fue a encontrar con su amante en el backstage. Cabe destacar que ella rechazó, violentamente, la cordial solicitud de una entrevista a un servidor para este periódico. Fue entonces cuando las señales de alerta comenzaron a sonar. Y decidí seguirlos.

Entonces, ellos se escabulleron juntos por un callejón. Lograron, monumentalmente, evitar a la gran cantidad de fotógrafos que la estaban esperando en la parte de atrás. Para, finalmente, dirigirse a The Roosevelt Hotel, de donde no salieron en toda la noche.

Es un duro golpe para todos los soñadores que esperaban llegar a que la popular dama aceptara una invitación, caballerosa, para poder conocerla mejor. Especialmente, es un gran golpe para la dueña del salón de eventos, Mimzy, quien es la actual prometida de "El demonio de la radio", y tenían planeado contraer nupcias en las próximas semanas. Es una verdadera lástima saber que su futuro esposo tenía como amante a una trabajadora de su propio establecimiento.

No obstante, todo parece indicar que la relación entre Alastor y El Ange Blanc venía desde hace mucho antes. Según una fuente confiable del mismísimo grupo de trabajadortes del Mimzy's Palace, la joven Ange Blanc (cuyo verdadero nombre es Charlotte) trabajó durante años para él como su sirvienta. Donde no cabe duda de que su relación comenzó a florecer desde aquellas épocas donde vivían solos, en una casa bastante apartada, en la periferia de la ciudad.

Según las palabras de la joven mesera (cuyo nombre se mantiene en el anonimato), muchos de sus compañeros creían que estaban casados por su trato y estrecho lenguaje corporal:

"Siempre andaba con ella. Salían a comer. Le compraba vestidos. Bailaban y reían juntos. Parecía que tenían un vínculo muy fuerte. Por eso nos pareció repentino que él se comprometiera con nuestra jefa. Siempre creímos que ese tipo y esa chica."

Ciertamente, da para pensar que El Ange Blanc no aceptaba invitación alguna de ningún hombre, porque ya estaba en una relación secreta desde hace meses con Alastor. Y él se comprometió con Mimzy, sólo para aumentar su porcentaje de inversión en el local, y para darle oportunidad a que El Ange Blanc destacara como soltera codiciada y ganara fama con su voz. Así, posteriormente, él comenzaría a representarla y huirían juntos a Broadway.

Un negocio redondo que salió a la luz gracias al arduo trabajo investigativo del reportero estrella de este periódico y desenmascaró este escandaloso romance.

Me tuve que sentar.

Ese maldito Tom Trench era hombre muerto.