Cuando Alastor cerró la puerta de la habitación, me volteé hacia la enorme cama deshecha y me dejé caer de espaldas. Inspiré hondo y di una enorme exhalación, con una sonrisa. Estaba agotada. Había dormido unas míseras horas para la cantidad de cansancio que tenía acumulado en mis huesos. Pero sentía que todo había valido la pena.

La noche anterior había sido, por mucho, la más agotadora que había tenido en mi vida. Desde el reencuentro intenso que tuve con Alastor, pasando por el espectáculo de cierre en el Mimzy's Palace y el altercado con el periodista, necesitaría bastantes horas de sueño para recuperarme completamente.

Me tenté en volver a volver a cerrar los ojos y descansar un poco más. Aún tenía la reservación hasta medio día; cuando debía entregar la habitación. Así que podía disfrutar un rato más unos momentos de soledad y comodidad.

La cama que había estado compartiendo con Alastor aún tenía el particular aroma de nuestros aromas combinados. Una esencia que tenía semanas extrañando y volvía a cosquillearme la nariz, en un reencuentro anhelado por ambos. Volver a dormir con él había sido maravilloso. Sentir su calor en mi piel y poder acariciar su cabeza hasta que se durmiera. Él era como a un niño travieso que buscaba consuelo y arrullo, después de un largo día. Como si yo fuera la única que podía domar a aquel ser tan apasionado y feroz, con dulces palabras y otorgarle la paz que tanto anhelaba.

Y mi corazón estaba feliz.

Me quedé mirando el techo un rato. Pensé en Alastor y lo cansado que se veía al irse al trabajo. Realmente se había esforzado para intentar llamar mi atención durante semanas y su desgaste era evidente en su rostro. Pero, cuando estuvimos solos, pude volver a percibir esa misma complicidad cargada que nos envolvía. El fuego en sus besos, su toque, su aliento y su cuerpo, me confirmaron cuánto me extrañaba. Todo estaba intacto para mí y ya no había dudas. Y yo no podía menos que corresponder con la misma fiereza. Contuve un grito de emoción a la perspectiva de despertar a su lado cada día como su compañera indiscutida y leal. Como iguales. Como una pareja.

Pero decir que estaba completamente tranquila sería mentirme a mí misma. Distaba de poder sentir una calma plena, si me ponía a pensar en la situación con detenimiento. Mi pecho estaba cargado de una gran culpa por quiénes habían sido afectados como colaterales de todo eso. Esa incómoda realidad, donde estaban las consecuencias de mis propias decisiones. Y era momento de ser enfrentadas.

Me levanté con dificultad, sobreponiéndome a mi primer impulso de volver a dormir y tomé la humeante taza de café que estaba en el carrito. Bebí un sorbo y suspiré. Pretender que las cosas seguirían sin esperar efectos colaterales era absurdo.

Miré el vestido rojo que aún sobresalía del bolso de ropa que había traído. Ese vestido había sido significativo, sin pretenderlo. Lo había usado el día en que me fui de casa de Alastor y la noche anterior, cuando volvimos a estar juntos. En el principio y el fin de un periodo doloroso de separación que terminó uniéndonos más todavía.

Todo había salido de acuerdo al plan. Y tenía un gran equipo de respaldo maravilloso. Rosie fue la gran artífice por haberme ayudado con mis vestidos y trajes en el escenario, que me hacían resaltar lo mejor mi cuerpo. Y, también, Angel me había ayudado con sus "clases de seducción", que consistían en una variedad de consejos para poder llevar a mi hombre al límite de la locura. Fueron largas charlas incómodas de teoría, que apenas la noche anterior puse en práctica. Me llevaría a la tumba que él me asesoró para darle atenciones estimulantes a Alastor.

Desde que había hablado con Alastor en el backstage, tracé mi siguiente movimiento: acorralarlo. Actué y armé todo a sabiendas que la señorita Mimzy saldría lastimada si invitaba a Alastor a dejar sus planes con ella para ir conmigo. Porque yo sabía que él iría a donde yo se lo pidiera. Estaba segura de eso. Pero tenía que demostrar su preferencia al escoger en qué habitación de hotel quería estar aquella noche. Y Angel fue mi aliado, ayudándome a conseguir la habitación del mismo hotel al que Alastor y Mimzy irían a hospedarse. Y que él llegara por voluntad propia a mi cuarto, fue la confirmación que habían terminado las cosas entre él y Mimzy. Y también, la declaración pública que él me había elegido.

Y para que Alastor tuviera que dejar su compromiso, tuvo que decirle la verdad a Mimzy. Y en esa verdad estaba yo. Como piedra de tope y el principal motivo por lo que su boda se cancelaba. Conocía los arrebatos apasionados de Mimzy al momento de decidir, cuando estaba furiosa. Así que no tenía dudas en que ella me despediría y no querría verme nunca más. Me culparía del fracaso de sus, tan adorados, planes de matrimonio. Sin considerar si quiera que esos planes eran completamente vacíos si no tenía una base sólida en donde defender su inexistente relación. Alastor nunca la amó y de eso no podía culparme. No podía obligarlo a amarla. No podía obligarlo a que él dejara de amarme. Y su gran pecado fue dejarse llevar por la mentira que se inventó y que quiso creer, con desesperación. Prefiriendo vivir en la ilusión en vez de enfrentarse a la realidad.

Y, aun así, no pude evitar sentirme mal por Mimzy. ¿Seguiría ella en la habitación un par de pisos más arriba? No la había visto, ni escuché de ella cuando fui a presentarme. Había sentido temor de que hubiese dado la orden de impedirnos el paso a entrar a Alastor y a mí. Pero no apareció en todo el tiempo en que estuve en el escenario. No era difícil imaginarla en la habitación de hotel, pidiendo alcohol en servicio a la habitación, y bebiéndolo hasta caer inconsciente.

Mimzy era una víctima más en toda esta situación. Un peón que Alastor usó para escapar de sí mismo y ella se prestó para todo ese triste espectáculo. Sin dudas, sería la comidilla por las siguientes semanas entre su círculo más cercano. Un compromiso quebrado era un escándalo para alguien tan conocido como Mimzy. Quizás podría inventar que fue ella quien lo abandonó, sólo para salvar su reputación. Yo dudaba mucho que el mismo Alastor se tomara la molestia de desmentirlo todo, mientras no se viera afectado en su estilo de vida. Él sólo disfrutaría el desligarse de ella y del apresurado compromiso que inició y se arrepintió de aceptar.

Sin embargo, yo me aseguraría que sólo mis amigos supiesen la verdad de cómo ese compromiso se había disuelto. Imaginé el rostro de Angel mirándome con orgullo y la cara de Rosie, impaciente porque le cuente detalles, esperando que cumpliera mi promesa de contarle cada detalle. Sólo Vaggie tendría una actitud más aprehensiva a toda la situación. Ella siempre fue muy franca en cuanto a la desconfianza que Alastor le generaba.

Tomé otro beigné y comencé a comerlo con avidez. Había mucho con qué lidiar en los próximos días. Pero, debía admitir que, la sensación de incertidumbre no había sido tan agobiante como lo había pensado. La idea de enfrentar las cosas sola, era aterradora, pero mi situación ya había cambiado. No sólo tenía a Alastor conmigo, sino que a mis amigos también. Por primera vez sentía que los tenía. No como un loco sueño de una niña solitaria encerrada en su casa, que deseaba con todo su corazón tener amigos con quienes hablar y reír, como en los libros que leía. Y no muñecas inertes que no podían responderme si les preguntaba sobre sus sueños.

Rosie, Angel, Vaggie, eran mis amigos. Podía dar la cara al futuro sabiéndome bien acompañada. Su amistad había sido clave en todo mi periodo de crecimiento y me sentía enormemente en deuda con ellos. Y, aunque ya no sería una trabajadora del mismo local, nadie podía prohibir ir a dar una vuelta con Angel y Vaggie. Y eso me hacía feliz.

También pensé en mi futuro laboral. Si bien extrañaría presentarme como el Ange blanc en el escenario del Mimzy's Palace, estaba segura que las puertas estaban abiertas para trabajar en cualquier otro local. Yo había ganado mi nueva reputación y mi voz me acompañaría a donde sea. Trabajar para Mimzy no me imposibilitaba de seguir siendo cantante en otro local.

Y, sobre todo, ahora estaba junto a Alastor. No podía decir que "volvía" a estar con él, porque nuestro anterior trato siempre se mantuvo en la completa ambigüedad. Sin etiquetas, sin responsabilidades, sin compromisos. Pero si de algo estuve agradecida de todo ese periodo de agobiante separación, fue que, finalmente, había logrado que Alastor se sincerara y encausara nuestra relación a algo más estable. Orillándole a admitir lo que sentía, o de lo contrario yo iba a continuar mi camino sin él. Y captó el mensaje a tiempo.

La pérdida había sido mínima en comparación a lo ganado.

Me puse de pie, con mi taza de café en mano, y me dirigí al ventanal, para dar un vistazo a la calle. El movimiento de la ciudad ya comenzaba a manifestarse, con las personas que caminaban raudas para comenzar una nueva jornada laboral, en esa fría mañana invernal. Todos enfrascados en sus propios problemas, ignorando a su prójimo y saliendo del festivo ambiente que se había situado en las calles en las últimas semanas. Todo volvía a una aburrida normalidad.

Acaricié el borde de mi taza con el dedo. Pensé en Alastor y en todo lo que había estado evitando considerar sobre él. Había temas pendientes que debíamos tratar y había sido imposible mencionar desde que llegó a la habitación del hotel. Pero ya habría tiempo. Quería saber más sobre los días que pasó trabajando con mi padre. Que me relatase alguna de sus largas pláticas sobre los descubrimientos del grimorio, de alguna anécdota con algún animal disecado que papá le encargó a realizar o algún chiste privado que compartían relacionado a sus gustos compartidos.

Aún me parecía increíble que hubiesen forjado una amistad y nunca pude toparme con él, debido a que yo seguía con mis muñecas y mis juegos de tacitas, como toda niña que estaba ajena a los tratos de trabajo de su padre. Me descubrí presionando mi memoria hasta el límite en las últimas semanas, intentando concentrarme y rescatar aquel instante en que Alastor y yo nos vimos por primera vez hace tantos años atrás. Pero fue inútil. No lo recordaba. Aquel momento debió ser tan fugaz y sin importancia para mi mente infantil que no debí guardarlo en mis memorias.

Demás está decir, que mi cabeza se llenó de "qué tal si…" durante ese periodo. ¿Qué tal si nunca hubiese tenido cólera? ¿Qué tal si no hubiese ido a ese viaje con mis padres? ¿Qué tal si Alastor y yo hubiésemos tenido un acercamiento en mi niñez y yo comenzara a anhelar convertirme en su esposa desde una alocada adolescencia? ¿Qué tal si mis padres nunca me hubiesen revivido? ¿Qué tal si el abogado, el señor Gilbert, nunca hubiese mandado la carta a New Orleans y mi tío nunca se hubiese enterado que alguna vez morí? ¿Qué tal si mi tío nunca hubiese quemado a Little Devil? ¿Y qué tal si…?

Moví mi cabeza. No. No más supuestos. Las cosas eran lo que eran. Y así había que plantearles cara. Todo lo que había vivido, las decisiones de los demás, sumadas a las mías, me habían llevado a estar donde estaba. Y me gustaba en lo que me había convertido. Quería rescatar el resultado como algo positivo en todo lo que había vivido en mi corta existencia.

Pensé en Alastor nuevamente, y suspiré. En dos años de convivencia diaria habíamos llegado a ese punto. Toda la osadía y la seguridad que tenía al hablarle, contrastaba de cuando nuestro trato era exclusivamente laboral. Donde no podía hablarle sin ponerme nerviosa. Después de todo, nunca había sentido algo como eso por un hombre. Uno real, al menos. Siempre había soñado con los príncipes de los cuentos de hadas, que mataban dragones por su princesa. O, ya en mi adolescencia, leía las aventuras de Elizabeth con el acaudalado señor Darcy en "Orgullo y prejuicio". Pero no fue de un príncipe, ni de un barón del que me había enamorado. Sino del más raro y encantador de los hombres. Y él se había enamorado de mí.

Me reí para mis adentros, cuando la nostalgia me invadió. Recordé cómo él comenzó a gustarme en los primeros meses en que comencé a trabajar para él. Su trato, su inteligencia y su sentido del humor fueron completamente atrayentes para mí. Sumado a que ya le conocía, desde que escuchaba su programa de radio sagradamente durante mi reclutamiento. Los fines de semana en la mansión Magne se hacían eternos, dado que él siempre tenía su programa en días de semana. Y yo añoraba el día lunes, apenas terminaba el programa del viernes.

En retrospectiva, dudaba que él hubiese sido consciente de que yo le generaba una atracción similar a la que yo sentía por él, hasta más de un año después. De eso estaba segura. Pero, aunque él siempre mantuvo un trato profesional y, posteriormente, una casta amistad hacia mí, sí que hubo momentos en los que la línea invisible que nos separaban se desdibujaba y sentía algo diferente. Algo nuevo y potente que nos dio miedo tantear en esos tiempos.

Recordé, entonces, el verano pasado. Cuando el calor y la humedad fueron tan sofocantes un sábado en la noche, que tuvimos que poner hamacas en el cobertizo de la entrada e instalamos una gran malla alrededor, para evitar que nos comieran vivos los mosquitos. A mí siempre me picaban mucho más que a él. Alastor decía que solían tener preferencia por la sangre dulce. Así que tenía que echarme aceite de lavanda cada tanto para evitar ser picada.

En aquella ocasión, él sólo estaba con una camiseta, con pantaloncillos cortos y unos mocasines. Y yo con un corto camisón de tirantes que se me pegaba al cuerpo por la humedad y me mantuve descalza, por comodidad. Ese sábado estuvimos sentados en la escalera de la entrada, bebiendo limonada, con la radio encendida, charlando y riendo hasta las dos de la mañana. El calor se había vuelto lo suficientemente soportable para poder dormir, recién a esas horas de la madrugada.

Bostecé por el agotamiento.

"¿Ya tienes sueño, cariño?" me había dicho.

"No es frecuente que lleguemos despiertos a estas horas, señor Alastor." Dije, con sinceridad.

Él se rio.

"Ciertamente, es una situación poco usual." Concordó. "Pero el calor dentro de la casa ameritaba que saliéramos."

"Espero que para mañana ya haya bajado un poco la temperatura. Aquí afuera somos una presa fácil para los mosquitos." Dije, cansinamente.

"Por suerte para mí, tu sangre es más atractiva para ellos que la mía." Dijo, con una gran sonrisa.

Hice un mohín y él soltó una risotada. Él se puso de pie y movió los hombros para desperezarse.

"Si me disculpas, debo ir al tocador." Dijo.

Tomó la jarra de limonada vacía y los dos vasos que estaban en el escalón, junto a él.

"Aprovecharé de dejar esto a la cocina." Agregó.

"¡Yo puedo hacerlo…!" Dije, de inmediato, poniéndome de pie.

"No es nada, cariño." Me interrumpió, con cortesía.

Y se dirigió a dentro de la casa. Me quedé sola un momento y suspiré.

Miré al cielo nocturno, a través de la malla anti insectos que rodeaba el pórtico. Detestaba que hubiese límites de proximidad tan marcados. Verlo con ropa tan ligera y casual me había permitido ver más de su piel. Sus brazos con cicatrices brillaban con la sutil luz de la linterna de aceite. Y yo me había mordido todas las preguntas en relación a ellas. Pero tuve que armarme de paciencia. Ya habría un momento adecuado en el que yo pudiese saber la procedencia de semejantes marcas en su cuerpo.

En ese momento, sentí un ligero piquete en mi pecho izquierdo. Un mosquito estaba bebiendo de mi sangre.

"¡Ugh!" exclamé con hastío.

Intenté matarle de un manotazo, pero alcanzó a huir. Traté de aplastarlo en el aire con mis manos, pero era demasiado esquivo. Hasta que le perdí la pista luego de varios intentos. La picadura que me había hecho ya era un puntito rojizo y gruñí de rabia. Tomé mi botella con aceite de lavanda. Una loción que funcionaba como repelente para insectos. Volteé la botella para aplicarme un poco en la mano. Pero medí mal la fuerza y salió en exceso. Con pánico, y viendo que chorreaba la loción de mis dedos, manchando el piso, comencé a masajear mis pechos con el aceite, sin dejar de refunfuñar en contra de los mosquitos.

"Estúpidas criaturas chupa sangre. No sé ni para qué existen." Me quejaba.

Miré mis pechos con fastidio. Habían quedado empapados por el excedente del aceite que me había esparcido, y en mis manos quedó tanta loción que tuve que repartirla, masajeando mis muslos y brazos. Mi cuerpo quedó completamente brillante y me sentí incómoda. Parecía una babosa de pantano con un fuerte olor a lavanda.

Cuando ya no me quedaban restos de loción en las manos, resoplé con fastidio y me giré. De inmediato me congelé en mi lugar. El señor Alastor estaba de pie en el marco de la puerta, mirándome de una forma que no sabía cómo interpretar. Su sonrisa seguía ahí, pero su mirada parecía perdida. Completamente absorto, sin quitarme los ojos de encima.

"¿Señor Alastor? ¿Está bien?" dije, con cautela.

Él parpadeó, dando un ligero respingo. Pareció salir de su trance y carraspeó.

"¿Problemas con los mosquitos, querida?" Dijo.

Elevé los hombros, con simpleza.

"Como cada verano." Dije, cansinamente. "La loción de lavanda no ayuda mucho, la verdad. Sólo me deja toda aceitosa."

"Así noté."

Otro silencio. Esperé que agregara algo más, pero sólo se acercó a mí, de forma tensa. Elevó una mano y dudó. Movió uno de mis mechones del flequillo con uno de sus dedos, en movimiento rápido y puso sus manos en la espalda, nuevamente. Yo lo miraba, absorta.

Carraspeó de nuevo y desvió la mirada. Se giró hacia su hamaca.

"Bien, creo que ya es momento adecuado para dormir. El calor ya es soportable." Sentenció.

Entonces, lo vi.

Por instinto, levanté la mano y di un fuerte manotazo en el hombro desnudo del señor Alastor, con el cadáver del mosquito prófugo en mi mano. Sólo entonces noté mi fatal error. ¡Lo había tocado! ¡Más que eso! ¡Había golpeado al señor Alastor en el hombro por matar al mosquito!

Cubrí mi boca con horror.

"¡L-lo siento tanto! ¡Vi un mosquito y pensé…! ¡No sé qué pensé!" exclamé, desesperada.

El señor Alastor se había quedado de espaldas a mí; inmóvil. Imaginé que me reprendería, me repudiaría, me despediría en ese mismo momento. Pero él sólo se quedó de pie unos momentos antes de girar su cabeza. Me miraba con ojos tensos, pero con su inalterable sonrisa.

"No te preocupes, cariño." Dijo, lentamente. "Sólo fue un mosquito."

"¡De verdad lo siento!" Intenté decir, nuevamente, presa del terror.

"¡Oh! ¡El calor hace que pensemos y hagamos cosas extrañas!" exclamó.

Y se puso a reír. Aún permanecía de espaldas a mí.

Yo lo miré confundida. Sentí que la represalia por tamaña insolencia debía ser castigada. Por cosas más simples, como rozar los codos cuando estaba en su taller de taxidermia junto a él, me solicitaba que mantuviera la proximidad. Pero por un golpe a mano limpia, se portaba tan campante como si no hubiese sido de mayor importancia.

"¿Se siente bien?" Me aventuré.

Se pasó una mano por su brazo y luego se puso los dedos en su yugular, tomando su pulso.

"Creo que sufro de una alergia." Dijo, pensativamente, frunciendo el entrecejo.

Puso una mano sobre su vientre. Lo miré con curiosidad.

"Una espontánea y bastante curiosa." Sentenció.

"¡Oh! Si es algo cutáneo, conozco una loción de…" Intenté decir.

"No. No. No más lociones. No más aceite." Dijo, cortante.

Se subió en su hamaca, y se acomodó espaldas a mí.

"Buenas noches, querida."

Me quedé ahí unos momentos, aturdida. Esperé que dijera algo más, pero no ocurrió. Me dirigí a mi hamaca y me dispuse a dormir en la dirección opuesta. Todo lo que ocurrido me había dejado increíblemente confundida. Su reacción a ser tocado fue completamente inesperada. Casi como sintiendo que verlo dormir podría ser considerado una invasión a su espacio personal, incluso peor que golpearlo, evité echar un vistazo sobre mi hombro durante toda la noche.

Al día siguiente él trajo un gran saco de hojas de romero, y comenzamos a quemarlas en un recipiente. Fue bastante efectivo espantando a los mosquitos por la fragancia que expulsaba. No obstante, y extrañamente, mi aceite de lavanda desapareció de mi cajón sin dejar rastro, y Alastor me insistió que no sería necesario reemplazarlo.

Me reí y suspiré al recuerdo. Podía apostar que el mismo Alastor se había encargado de deshacerse de aquel frasco de aceite. Desde aquel entonces las cosas se habían vuelto más intensas para los dos. Pequeños momentos donde sentía esa tensión tirante entre los dos. Y ambos intentábamos rehuir. Pero ahí se encontraba, y crecía insistentemente. Tan palpable y nítido para todos, menos para nosotros mismos. No fueron pocas las personas que lo notaron. Al punto en que nos confundían como un matrimonio cuando salíamos a la ciudad. Y, francamente, no podía culpar a la gente por pensarlo así.

Le di un último sorbo a mi café y me comí lo que me quedaba del beigné. Me vestí con calma y ordené el gran bolso donde había llevado la muda de ropa, mis zapatos, mi maquillaje, el bombín, el vestido rojo y el que usé en el espectáculo de la noche anterior. Repasé varias veces que nada se me quedara, reprendiéndome una y otra vez cómo había sido tan descuidada como para que se me quedara mi cartera sobre mi puesto en el backstage. Llevaba ahí un par de dólares, pero lo más importante era mi cuaderno con la fotografía de mis padres en él, y perderlos sería una tragedia personal enorme. El Mimzy's Palace no habría hasta las tres de la tarde y yo debía desocupar la habitación a mediodía. No podía hacer tiempo en el hotel, por lo que ir a casa de Vaggie era mi primera parada. Rogaba al cielo porque Vaggie tuviera mi cartera, así que ir a su casa fue mi prioridad.

Un poco antes de las doce, bajé al vestíbulo y me dirigí al recepcionista. Parecía bastante entretenido leyendo el periódico.

"Buenos días." Dije. "Vengo a devolver la llave de la habitación 302."

El recepcionista elevó la vista para observarme. Pareció pasmado por un instante, y luego me sonrió, encantado.

"Por supuesto, señorita." Dijo.

Recibió las llaves y me pasó el libro para firmar mi salida.

"Esperamos que haya podido disfrutar de las instalaciones." Dijo, con deferencia.

"Fue todo fantástico. Espero tener la oportunidad de volver a hospedarme aquí." Aseguré.

"Me alegra saberlo. Usted y su pareja pueden venir las veces que deseen. Es un gran lugar para dar rienda suelta al amor." Dijo, con soltura.

Fruncí el entrecejo. Me pareció un comentario bastante invasivo.

"Ya me retiro. Que tenga buen día." Dije cortante.

No pareció tomar en cuenta mi tono. Seguía muy emocionado.

"Tenga un buen día también, Ange blanc." Dijo, con cortesía.

Lo miré con aprehensión, pero él continuaba con una sonrisa entusiasta.

"Adiós." Dije, antes de voltearme.

No sabía por qué me sorprendía. Mi nombre había resonado por días en muchos sitios debido a mis shows por el Mardi gras y ya había aparecido mencionada en los periódicos en más de una ocasión. Los asesinatos de Alastor habían sido la única otra cosa que había sonado con tanta fuerza. Y aunque ya había asumido la atención innecesaria, aún me parecía incómodo que me reconocieran y saludaran los desconocidos en mi vida cotidiana.

Salí a la calle por la puerta giratoria, escuchando cómo sonaba el teléfono de la recepción. El frío aire de la mañana calmaría mis alterados nervios. Me puse en marcha con paso firme y me desvié por la esquina para llegar pronto a casa de Vaggie. El hotel era bastante céntrico y tenía la mayoría de los lugares que conocía a la mano. El Mimzy's Palace, el emporio de Rosie y el restaurant de Pentious estaban apenas separadas por unas pocas cuadras.

En las calles de New Orleans se respiraba la calma luego de varios días de carnaval. Ahora era tiempo donde todos debían guardar recato y mantener la actitud de todo buen cristiano, durante el periodo de cuaresma. La temporada de fiestas había llegado a su fin y el miércoles de ceniza iniciaba el tiempo de recogimiento, con una resaca y collares al cuello.

En mi camino vi que varias personas me quedaban mirando. Algunas cuchicheaban entre ellas. Otras me seguían con la mirada sin ser discretos, y algunos, me apuntaban con descaro. Me mortifiqué. Esperaba que no hubiesen tomado malas fotografías de mi show, para que me miraran así. Quizás Tom Trench había mencionado su rechazo de mi parte en la sección de chismes, quedando él como víctima. No me extrañaría de un hombre como él, que denigraba a una mujer por haberse rehusado a salir con él.

Suspiré, amargamente.

"¡Extra! ¡Extra! ¡Lea todo sobre el fin de temporada del Mardi Gras!" gritaba un niño en la calle.

Me acerqué al pequeño repartidor y saqué unas monedas que me quedaban en el bolsillo del abrigo.

"Dame uno, por favor." Le dije, entregándole unos centavos.

"Claro." Dijo.

Cuando me pasó el periódico, me quedó mirando boquiabierto. Me tensé.

"Disculpe, señorita." Dijo el niño, con curiosidad. "¿De casualidad usted no es el Ange Blanc?"

Hice una mueca. Eché un rápido vistazo a mi alrededor. La gente me seguía observando.

"Sí, soy yo." Dije, con resignación.

"Ya veo. Por usted he tenido que ir a pedir una segunda tanda de periódicos esta mañana. Tendré doble paga gracias a su noticia." Dijo el muchacho, con entusiasmo.

"Oh." Dije, con una sonrisa nerviosa.

Puse el periódico doblado bajo el brazo y apuré la marcha. ¿Gracias a mi noticia? ¿Qué tan malo podía ser lo que escribió Tom Trench como venganza? Tenía el periódico apretado y el miedo de mirar su interior comenzó a aumentar.

Había avanzado unos pocos metros y fue, entonces, que noté algo revoloteando a mis pies. Algo silencioso y negro que dio círculos con una larga cola.

"¿Sombra?" Susurré.

Se detuvo y me miró, o eso parecía. Miré a mis alrededores y reanudé la marcha, sin dejar de mirar el piso.

"¿Alastor te envió? ¿Él está bien?" dije en voz baja, preocupada.

Asintió vigorosamente y ladeé mi cabeza.

"Entonces… ¿Por qué estás aquí?"

Era inusual que Alastor se separara de su sombra cuando no era completamente necesario. Generalmente, la enviaba para ir a dar un vistazo a casa, cuando yo pasaba la mayor parte el día sola.

"¿Qué ocurre?" insistí.

La sombra estaba inquieta. Parecía que quería decirme algo. Se deslizó por mis pies, atrapando a mi propia sombra y comencé a sentir que algo me tiraba con fuerza hacia atrás.

"¡Oye…! ¡¿Qué?!" dije, confundida.

Intenté ir contra el tirón, pero no lograba avanzar. Como si fuese un mimo peleando contra un fuerte viento, era arrastrada por un poder invisible en dirección opuesta a mi objetivo.

"¡Deja de tirarme!" exclamé, molesta.

De inmediato la sombra me soltó. La miré, enojada y ella miró con arrepentimiento. Olvidaba lo mucho que los espectros temían a mis órdenes. Miré a mis alrededores y había llamado la atención de unas cuantas personas que me miraban con curiosidad. Cubrí mi rostro con mi mano, avergonzada y me puse a caminar a paso rápido. La sombra se deslizaba junto a mí.

"¿Quieres que vuelva al hotel? Pero la reservación terminó. Ya entregué la llave de la habitación." dije, en un susurro.

Ella sólo asintió, silenciosamente. Miré con disimulo sobre mi hombro. Seguramente la gente que me miraba pensaría en lo loca que estaba por hablarle al piso.

"¿Acaso él… quiere extender nuestra estadía?" dije, sin dejar de mirar al frente.

Me detuve en un cruce de autos y miré de reojo al suelo. La sombra asentía.

Resoplé, sonriendo.

"De acuerdo, volveré después de ir a casa de Vaggie. Tengo que ir a buscar mi ropa. Ya no me queda más recambio." dije, conciliadora.

Me dispuse a retomar la marcha, cuando los autos dejaron de pasa, pero nuevamente sentí cómo tiraban de mí, en sentido opuesto.

Miré a la sombra, enojada.

"¿Puedo saber cuál es tu problema?" Le increpé.

Por toda respuesta, la sombra "empujó" a mi sombra. Sentí esa fuerza en mi espalda y caí de bruces. El bolso con ropa y el periódico cayeron al piso. Me levanté con dificultad, dispuesta a recriminarle su mal comportamiento. Pero fue entonces que lo vi. La sombra, debajo del periódico, comenzó a apuntar a la portada. Lo recogí del suelo lentamente. Una fotografía en blanco y negro, de una pareja junto a un farol, en medio de una noche fría y con neblina. Él con una gran sonrisa. Ella mirándolo, con ojos de amor. Éramos Alastor y yo.

ESCÁNDALO: CONOCIDO LOCUTOR RADIAL EN UNA RELACIÓN CON EL ANGE BLANC

Leí varias veces el titular. Miré a la sombra en el suelo y juraría que me miraba como dándome el pésame.

"¿Cómo pasó esto?" susurré.

"Señorita, ¿necesita ayuda?" escuché a un hombre cerca de mí.

Me puse de pie con dificultad y salí corriendo, ignorando su ofrecimiento.

Corrí buscando un lugar solitario. Quería escapar de todos aquellos ojos reprochadores que me seguían. En la siguiente esquina, divisé una caseta telefónica. Entré y cerré la puerta tras de mí. Sólo ahí pude desplomarme en el suelo. Cubrí mi rostro con mis manos, inhalé hondo y suspiré largamente, varias veces para regular mi respiración. Miré al suelo. La sombra seguía ahí, expectante. Lancé un quejido y tomé el periódico. Me armé de valor y lo abrí, buscando el artículo dedicado a mí.

Leí cada párrafo de la noticia con incredulidad. ¿Qué yo era la amante de Alastor? ¿Qué todo fue un plan para que mi popularidad aumentara y que él aumentara su porcentaje de ganancia? ¿Qué Alastor era mi representante? ¿De dónde sacó que huiríamos a Broadway?

Quería llorar de indignación. Lancé un grito de frustración, mientras arrugaba el periódico en una bola y lo estrujaba con todas las fuerzas que tenía. Me puse de pie y saqué una moneda de mi abrigo, y la puse en el teléfono.

"Operadora, por favor, necesito hacer una llamada a la estación de radio WSMB." Dije, con decisión.

"Por supuesto. En seguida la conectaremos." Escuché la voz amable de una mujer.

Tuve que esperar unos momentos agobiantes, antes de que escuchara una voz de hombre contestar.

"¿Hola? Habla a la radio WSMB." Dijo, con voz monótona.

"Ahm… uhm…" musité.

"¿Hola?" insistieron.

"Oh, sí. Hola." Dije.

Inhalé hondo.

"Necesito hablar con 'El demonio de la radio', por favor." Dije, con seriedad.

"Él está ocupado ahora en su horario de almuerzo, señorita." Dijo.

"Lo sé, pero…"

"Si quiere dejar sus pedidos musicales, eso terminó a las diez." Me interrumpió.

Me armé de paciencia.

"Escuche, por favor. Soy el Ange Blanc. Tengo que hablar con él." Dije, con autoridad.

"Sí, cómo no…" se rio, incrédulo. "Mire, señorita, si quiere aprovecharse de la situación, le recomiendo que intente crear polémica con mi compañero en otra parte."

Mi paciencia ya estaba en su punto de fractura. De pronto tuve una idea.

"Puedo demostrarle que soy El Ange Blanc."

"A ver." Dijo, con tono desafiante.

Entonces, tomé aire y canté.

"I've made my decisions since you made me feel blue
Now an old gypsy lady's curse, honey, is on you

Oh, honey, a gyspy curse
Honey, a gypsy curse
Oh, honey, a gypsy curse
Honey, a gypsy curse on you!"

Hubo un silencio del otro lado del auricular.

"¿De verdad es usted?" dijo el hombre, con emoción contenida.

"Ya le dije que sí, y necesi…" le dije con autoridad.

"¡Anoche fui a verla en su show!" exclamó "¡Me encantó su acto de cierre!"

"Ehm… Gracias, pero…" intenté decir, masajeando mi sien.

"¡HEY, AL! ¡TU CHICA ESTÁ AL TELÉFONO!" Lo escuché gritar. "¡Y PARECE QUE ESTÁ FURIOSA, COMPAÑERO!"

Cubrí mis ojos con una mano. Apenas pasaba del medio día y sentía que las humillaciones no acababan. La sombra de Alastor se había resguardado dentro de la mía y me miraba, atenta. Sentí un brinco en el corazón cuando una voz conocida respondió el teléfono.

"¿Charlotte?"

"Alastor." Dije, con alivio.

"Imagino por qué me llamaste, cariño." Dijo con tono cansino.

"Acabo de ver la portada del periódico." Confirmé.

Suspiré, llena de congoja.

"La gente no dejaba de mirarme en la calle. Creí que me había vuelto paranoica, pero después de leer el titular…"

"Es de lo único que se ha hablado hoy." Confirmó.

"¿Te dijeron algo en tu trabajo?" Dije, nerviosa.

"Tuve una cálida bienvenida de parte de mi equipo de trabajo en la estación. Incluso Pentious llegó a felicitarme."

"¿Felicitarte?" dije, confusa.

"Querida, desconoces el alcance que tienes entre el público y su añoranza por llegar a ti." Dijo, con simpleza. "Y te labraste la fama de ser inalcanzable."

Me encogí, ante la vergüenza.

"Y, obviamente, el único hombre que logró la proeza de llegar a la magnífica Ange Blanc no podía menos que recibir los parabienes de sus pares." Declaró.

"Qué desastre…" musité, abrumada.

"Lo curioso es que nadie pareció tomar en cuenta que yo estaba comprometido, hasta mucho después." Agregó, pensativamente. "Supongo que nadie estuvo muy de acuerdo con que yo iba a casarme con Mimzy en primer lugar. Rosie estará encantada."

"Ha. Ha." Dije, con sarcasmo.

Suspiré, amargamente.

"A diferencia de ti, a mí me verán como una rompe-hogares." Dije, molesta. "Como la que se interpuso entre los planes de boda de su jefa, para seducir a su prometido. En especial porque todo el mundo piensa que fue un estúpido plan, gracias a Tom Trench."

"Cariño, no puedes pedirle tanto a la humanidad. Las masas no piensan. Sólo se dejan guiar con el que parece un poco menos perdidos que ellos y se dejarán influenciar por sus opiniones, adoptándolas como propias."

"Pero esta vez nos tocó a nosotros estar en el ojo del huracán." Dije, angustiada. "Será de nosotros de quienes hablarán por semanas."

"De eso no hay duda, cariño." Repuso.

"Debí quedarme en el hotel." Dije, haciendo un mohín.

"Intenté llamarte a la recepción del hotel para extender la reservación, pero ya te habías marchado. Por eso mandé a mi sombra para advertirte que no salieras." Explicó.

Miré a la sombra a mis pies.

"Lamento no haberte hecho caso a tiempo, sombra." Me disculpé.

La sombra se movió un poco, como acurrucándose.

"¿Ya estás cerca de casa de Vagatha, querida?" Dijo Alastor, con calma.

"A unas tres manzanas."

"Te sugiero que te quedes ahí, hasta que vaya a buscarte en la tarde, como habíamos planeado."

"Bien." Dije, agotada. "Espero que no pase a mayores. Tal vez sólo estoy preocupándome de más y no pase nada serio. Después de todo, es sólo un artículo en un periódico de segunda clase."

Hubo una pausa.

"¿Alastor?" Dije, con curiosidad.

"Me alegra que no escucharas cuando tuve que leer el artículo dedicado a nosotros esta mañana, en la sección de noticias." Comentó.

"¡NO!" Exclamé, horrorizada.

Si se pudiera morir de humillación, habría caído muerta en el acto.

"Así es, querida." Dijo, con mucha elocuencia.

"No puedo creerlo…" Dije, con un hilo de voz.

"Fue Pentious quien insistió que era una noticia que debía ser leída en vivo. No pude negarme, porque es uno de los inversionistas de la radio. Fue, básicamente, una orden de más arriba. Parecía especialmente encantado con la noticia. Siempre se llevó mal con Mimzy. Cree que se merece todo lo que le ocurrió."

Cubrí mi boca, con incredulidad.

"Nuestra pequeña aventura en el hotel ha sido bastante sonada, aun viniendo de un periódico tan sensacionalista." Continuó. "Pero no puedo culparlos. ¡Tu y yo juntos somos todo un espectáculo!"

"Pareciera que estás disfrutándolo." Dije, molesta.

"Me malinterpretas, cariño. Es tremendamente incómodo que nuestra vida personal sea de interés colectivo."

"¡Por supuesto!" Exclamé, indignada.

"Pero todos son conscientes de esta gran combinación: una historia de El demonio de la radio y El Ange Blanc. Y donde hubo una traición doble a Mimzy, que era mi prometida y tu jefa. Lamentablemente, este tipo de historias tienen bastante audiencia y de seguro nos buscarán para pedir detalles sobre el asunto."

"No puede ser… Espero que esto no traiga repercusiones en tu trabajo." dije, mortificada.

"Para nada." Dijo, con soltura. "Están más que encantados que tendremos mayores audiencias durante varias semanas. Además, me invitaron al almuerzo. Sir Pentious trajo algo de la carta para todos los de la estación. Supongo que esperan algunos detalles jugosos, que no planeo compartir."

"Oh. Bien." Dije, con alivio.

"También quieren consejos de cómo conquistar a una mujer como tú, querida. Soy una especie de héroe para mis pares en la estación." Dijo, con una nota de orgullo.

"Ten prudencia con lo que mencionas." Le advertí.

"Ni una palabra que pueda manchar más nuestra inestable reputación saldrá de mi boca. Te lo aseguro." Dijo.

"Ya no sé qué pensará de mi la gente. De camino aquí, me miraban con tanto reproche." Dije, molesta. "Como si no tuviera suficientes problemas con los periodistas que esperan entrevistarme siempre que me encuentran. Ahora me buscarán para saber detalles de este escándalo."

"Es el precio de la fama." Dijo con simpleza.

Resoplé y miré por los cristales de la cabina. Vi a personas pasar, despreocupadamente, por la calle.

"Lo único que puedo rescatar de esto es que no seré perseguida por admiradores, deseando tener una oportunidad conmigo." Dije, después de unos momentos.

"Eventualmente, todo el mundo sabría que ya no estás sola. Más no esperaba hacer pública nuestra relación por la radio. No todavía, al menos." Comentó.

"¡No es momento para bromas, Alastor!" Dije, con fastidio.

"¿Quién está bromeando?" Dijo, sinceramente.

Podía imaginarlo sonriendo, con su mirada carente de toda culpa.

"¿Planeabas decir que tenías una relación conmigo por la radio?" dije, incrédula.

"Con todo este asunto del matrimonio con Mimzy terminado, planeaba esperar unos días para anunciarlo. No puedo negarles noticias tan buenas a los ciudadanos honestos." Comentó.

"¿Hablas en serio?" Dije, atónita.

"Cariño, cuando todos sepan que ya no estás sola, podrás mantener a los indeseables alejados. Es un método menos violento que podrá dejarte satisfecha." Dijo, con descaro. "¿Y qué mejor medio de difusión que la radio para indicar que el Ange Blanc no está disponible? Y, mejor aún, que se enteren por una fuente confiable, que soy yo mismo, como el coprotagonista de la noticia."

Me recargué en una de las paredes de la cabina telefónica. No sabía qué decir. En otra circunstancia, una aclaración así de su parte podría haber sido hasta romántica. Aún era bastante nuevo para mí que él hablara con tanta soltura de que ahora éramos una pareja. Parecía disfrutar, especialmente, al recalcarlo. Aunque no había ningún tipo de propuesta formal de por medio. Saberlo consciente del rumbo real de lo que estábamos construyendo juntos, fue un bálsamo para mi inquieto corazón.

No pude evitar sonreír un poco.

"Puedo, entonces, confiar en que el Ange Blanc ya está con alguien, si eres tú quien lo confirma, Demonio de la radio." Dije, con malicia. "Eres bueno poniendo especial énfasis en los puntos que quieres dejar en claro."

Escuché una suave risa de su parte.

Hubo un silencio. Me abracé a mí misma y suspiré.

"¿Qué vamos a hacer ahora, Alastor?" Dije, tensa.

"No te preocupes por él, cariño. Ya está en mi lista." Dijo, en voz baja.

Fruncí el entrecejo, confundida.

"¿De quién hablas?" dije.

"Del precursor de todo este embrollo, tesoro."

"¿Hablas de Tom Trench?"

"En efecto."

"No hablaba de un homicidio, Alastor." Dije, poniendo mi mano sobre mis ojos.

"De todas maneras, ya lo tengo en la lista." Dijo, con calma.

"¿No se supone que deben ser sólo criminales?" le cuestioné.

"Cualquiera que hable tan vulgarmente de ti, es un criminal en potencia para mí." Explicó.

"Discutiremos eso luego." Murmuré.

Miré el periódico tirado en el piso.

"Alastor, ¿qué es lo recomendable hacer en esta situación? La gente hablará de nosotros por semanas. Pasaron dos meses antes de que se dejara de hablar del amorío que tuvo el secretario de la alcaldía con una prostituta. Y con todo lo que se vaya a decir de mí, dudo mucho que me contraten en algún local como cantante." Dije, apesadumbrada.

Alastor pareció meditarlo un momento.

"Será extraño que te lo diga, pero en momentos así, es mejor no llamar más atención que la debida por un buen tiempo. Cualquier movimiento o palabra que digamos será usado en nuestra contra."

"Ese idiota de Trench." Escupí. "La mitad de las cosas que dijo en su artículo eran mentira. ¿Qué fue un caballero al pedirme una 'entrevista'? ¿Qué hubo un plan macabro en todo esto? ¿Qué íbamos a huir a Broadway?"

"Son las reglas del sensacionalismo." Explicó Alastor. "«Nunca dejes que la realidad te estropee una buena noticia.» Y Trench sólo quería vender su miserable periódico, aún si eso incluía escribir mentiras de dos figuras conocidas."

"No me arrepiento de haberlo golpeado con sus cochinas flores." Dije, con rabia.

"Lo mejor que podemos hacer ahora es mantener un perfil bajo cuando estemos en público." Dijo.

"Hacer las cosas con bajo perfil no es tu estilo, querido." Dije, alzando una ceja.

"No es mi especialidad. Pero dadas las circunstancias es lo mejor podemos hacer hasta que todo esto se calme." Admitió.

"¡Hey, Al! ¡Sales al aire en dos minutos!" Se escuchó, la voz amortiguada de alguien.

"Querida, hablaremos en la tarde. Debo volver a trabajar." Dijo Alastor, con apremio.

"Bien, iré a casa de Vaggie ahora. Te veré más tarde." Respondí, decepcionada.

"Adiós, querida."

"Adiós."

Colgué el teléfono, sintiendo una extraña mezcla de desamparo y furia. Escuchar la voz de Alastor me había calmado. Pero confirmar que todos en la ciudad ahora sabían de nuestra relación y que me convertía en la villana de la historia, al actuar en completa deslealtad con mi jefa, "quitándole" a "su" hombre, me dejó muy preocupada.

Salí de la caseta telefónica con mi bolso de ropa y el periódico. Me dirigí rauda a casa de Vaggie. No pude evitar fijarme en un grupo de cinco mujeres que llevaban una cruz hecha con ceniza en la frente, mientras llevaban una biblia fuertemente aferrada en el pecho. Como si de un escudo en contra de los seres malignos se tratase. Esas mujeres parecieron reconocerme y comenzaron a cuchichear entre ellas, mientras me lanzaban miradas de asco. Apuré el paso, para perderlas de vista.

Si lo pensaba, era una locura por dónde se lo mirara. ¿Por qué él recibía elogios y yo recibía reproches, si se supone que él era quien había traicionado a Mimzy para ir, voluntariamente, conmigo? ¿Por qué era yo la traidora a mi jefa y no él a su prometida? Era una situación costumbrista que ponía en evidencia lo injusto que era la desaprobación de la inmoralidad de una mujer, cuando a un hombre se le permitía y perdonaba, aun estando casado. Esa distinción entre géneros se trataba con una inquietante normalidad. Y era sumamente injusto.

Lamentablemente, tenía que pasar por el Mimzy's Palace para llegar a la casa de Vaggie. Mantuve la mirada pegada al piso y pasé por el local a grandes zancadas. Afortunadamente, no me topé con nadie conocido en el camino.

Llegué al complejo de apartamentos de Vaggie, con la respiración agitada y subí los escalones de dos en dos, hasta llegar a su puerta. Toqué rítmicamente y, momentos después, alguien del otro lado habló.

"¿Sí?" Dijo una voz, que no era de Vaggie.

"Uhm… ¿Vaggie?" Dije, confundida.

"Lo siento, señorita, no hay pan duro." Respondieron.

"¡Ángel, no hagas eso!" Le reclamó la voz de Vaggie.

La inconfundible risa de Angel me llegó a los oídos.

Vaggie, entonces, abrió la puerta y me quedó mirando unos momentos, de forma seria. Aún llevaba su holgado pijama de dos piezas, color violeta.

"Charlotte." Dijo, cruzándose de brazos.

"Hola, Vaggie." Dije, incómoda.

"¿No estás con el 'señor sonrisas'?" Dijo, mirando a la escalera.

"Tuvo que ir a trabajar en la mañana."

"Oh."

Hubo unos momentos de incómodo silencio.

"¿Dónde estuviste anoche?" Exigió saber.

Vaggie tenía el ceño fruncido y se negaba a mirarme.

"¿Puedo pasar?" Dije.

Suspiró, pesadamente.

"Ya estás aquí." Dijo, molesta.

Se hizo a un lado y me dejó entrar. Dejé mi bolso en el suelo y di un vistazo al lugar. Todo estaba desordenado. Los tacones de Angel y su ropa estaban tirados en el suelo, la cartera y el abrigo de Vaggie estaban sobre el sofá y una barra de chocolate a medio comer estaba sobre la mesa, junto a lo que parecía el desayuno de ambos: un par de tazas de café y huevos revueltos con pan, y unas láminas de jamón descansaban en un plato.

"¡Muñequita!" Exclamó Angel, de buena gana, alzando su taza de café.

Llevaba una de las batas largas de Vaggie, y sospechaba que no tenía nada debajo.

"Hola, Angel." Dije.

"¡Aún puedes caminar!" dijo, con descaro y lanzó una risotada al aire.

Sentí cómo me sonrojaba a su insinuación.

"¡Angel!" Exclamó, Vaggie, cerrando la puerta de un golpe. "¡¿Qué mierdas dices?!"

"¡Vamos! Hay que decir las cosas por su nombre." Le dijo él, con malicia. "Y estoy seguro que no fueron a jugar a las cartas toda la noche cuando se fue con el 'señor sonrisas'."

"No le hagas caso, sólo dice estupideces." Dijo Vaggie, molesta.

"No hay peor ciego que el que no quiere ver. Y, en tu caso, te serviría mucho sacarte ese cabello de la cara." Dijo, con sorna.

"¿Qué haces aquí?" Le pregunté a Angel.

"El idiota estaba demasiado ebrio como para caminar a su casa en la madrugada, así que lo traje aquí, antes que un auto lo arrollara o muriera ahogado en vómito." Respondió, Vaggie por él.

"Aclaremos que, si Cherri no hubiese prometido ir a alimentar a Fat Nuggets después de su 'servicio', no habría aceptado venir a tu caja de fósforos." Se defendió Angel, arrebatándome el periódico que llevaba en las manos.

"Es la última vez que salvo tu miserable trasero." Masculló Vaggie.

"Soy parte fundamental de tu elenco. No sería la última vez que me ayudarías si me intoxicara, administradora. No dejarías abandonado a uno de los recursos valiosos del Mimzy's Palace." Dijo Angel, moviendo las cejas.

Vaggie golpeó su frente con la mano y luego me miró.

"Charlotte, ¿ahora puedes explicarme qué mierda pasó anoche?" Dijo, seriamente, cruzándose de brazos.

"Pues, yo…" Intenté decir.

"¿Qué tiene que explicar?" Saltó Angel a la defensiva, poniéndose de pie. "Que se fue a un hotel con el señor sonrisas."

"No seas ridículo, Charlotte nunca…" Intentó decir Vaggie.

"La verdad es que sí." Le interrumpí. "Estuve con él en el Roosevelt hotel."

"¡¿QUÉ?!" Estalló ella.

"¡Sí!" exclamó Angel triunfal y se sentó nuevamente. "Niffty me debe un almuerzo. Ella apostó que Mimzy y 'el señor sonrisas' follaban esa noche."

Vaggie miró a Angel, luego a mí, como esperando que le dijeran que todo era una broma. Pero como no pasó, se giró hacia mí, y me tomó de los hombros, alterada.

"¡Dime que no es eso cierto, Charlotte!" Exigió saber ella, mirándome.

"Pero es la verdad, Vaggie. Él y yo estuvimos juntos." Dije, con cautela.

"¿Estás loca? ¡Él es el prometido de la señorita Mimzy!"

"Meh. La verdad ni lo parecían." Dijo Angel, elevando los hombros.

"¡Esto no es propio de ti! ¡¿En qué demonios pensabas?!" Exclamó Vaggie, fuera de sí.

"Vaggie…" intenté decir.

"Él te llevó amenazada a ese hotel, ¿verdad?" Sentenció.

"Vaggie, yo…"

"¡¿Te hizo algo contra tu voluntad?! ¡Cuando vea a ese hijo de perra, juro que…!"

"¡No, Vaggie!" Dije, firmemente.

Ella se me quedó mirando, pasmada. La miré directamente a los ojos.

"Alastor nunca me haría nada que yo no quisiera. Si estuve con él, fue por voluntad propia. Es más, fui yo quien lo invitó a mi habitación del hotel en primer lugar." Aclaré.

Vaggie me soltó los hombros, ante el impacto de mis palabras.

"¿Cómo dices?" dijo, con los ojos abiertos.

"Angel me ayudó a tomar una reservación en el Roosevelt Hotel." Expliqué. "Fui yo quien planeó ese encuentro. Alastor no hizo más que acudir a mi llamado."

Miré a Angel, que estaba leyendo el periódico.

"Muchas gracias por eso, Angel." Dije, con una sonrisa.

"Le debes un juguete nuevo a Fat Nuggets." Dijo Angel, guiñándome el ojo. "Pero me alegra que estés feliz."

Le sonreí. Vaggie se dirigió, furiosa a Angel.

"¿Estabas metido en todo esto?" Le espetó.

"Pfff… Pues, claro." Le dijo, exasperado. "La muñequita está loca por 'el señor sonrisas' y él estaba que moría por volver a estar con ella. Sólo aporté mi granito de arena."

"¡Pero ellos no deberían estar juntos! ¡Él está comprometido e hizo llorar a Charlotte!" Dijo Vaggie.

"¿Cuál es tu problema?" Le enfrentó Angel. "Si ellos quieren resolver sus problemas y llegaron a un acuerdo que los deja felices a ambos, ¿qué hay de malo en eso?"

"¡Pero él no es bueno para ella!" Exclamó ella, con fiereza.

"Eso es lo que dices tú. Ella es quien decide con quién quiere estar." Dijo Angel, alzando una ceja.

"Angel, por favor. Deja de decir estupideces. ¡Él está comprometido con nuestra jefa!" Dijo Vaggie. "Cuando ella se entere de que su prometido y Charlotte están juntos, de seguro que la despide. ¿Qué no te das cuenta?"

"La muñequita estaba clara en ese punto, e igualmente tomó el riesgo." Dijo Angel, mirándola de soslayo. "Menosprecias bastante sus capacidades."

Vaggie estaba hiperventilando, con el rostro enfurecido. Parecía que iba a saltar en el cuello de Angel en cualquier momento.

"Vaggie, escucha." La frené. "Alastor dejó su compromiso con la señorita Mimzy antes de ir a verme en el hotel."

Vaggie me miró, como no logrando digerir lo que le estaba diciendo.

"Yo no iba a ser su amante ni mucho menos." Dije, firmemente. "Le dejé en claro que las condiciones al estar juntos estaban sujetas a mis demandas. Y él las aceptó así."

"Roarrr…" Gruñó Angel, simulando un arañazo. "Esta muñequita tiene garras."

"El matrimonio con Mimzy fue disuelto en el momento en que él dejó la habitación que ella había reservado para pasar la noche con él. Ella está al tanto de todo." Expliqué. "Él fue a mi habitación de hotel luego de terminar con ella. Después de eso, fui a hacer mi acto y volvimos al hotel."

"Oh, hubiese pagado por ver ese rompimiento." Dijo Angel, con deleite. "Apuesto a que le dijo las cosas sin filtro. Y la señorita Mimzy puede hacer unos dramas."

"Pues, le dijo la verdad de lo que estaba pasando. Dudo mucho que ella quiera estar con un hombre que le dijo en su cara que está enamorado de otra mujer." Dije, elevando los hombros.

Angel se rio entre dientes.

"Someterlo a un ultimátum, al obligarlo a elegir con cuál es la mujer con la que desea estar realmente. Fue un buen plan, muñequita. Mis respetos."

"Eres un gran amigo, Angel." Le dije, con cariño.

"¡Esto es una locura!" Dijo Vaggie, exasperada, agarrándose los cabellos. "¿Por qué no me dijiste nada de esto, Charlotte?"

"Alastor nunca te ha agradado mucho, Vaggie." Me sinceré. "Estaba segura que hubieses intentado que desistiera de la idea de querer estar con él."

"¡Claro que me habría rehusado! ¡Soy tu amiga, Charlotte! ¡Lo que menos quiero es que salgas lastimada!" Dijo, dolida.

Miró a Angel, con reproche.

"¡¿Cómo pudiste ayudarla en un plan tan retorcido?!" exigió.

Angel se puso de pie y se inclinó para mirarle, desafiante.

"Ayudarla a alcanzar su felicidad es lo que hacen los amigos, chica. No puedes protegerla para siempre, especialmente cuando ella estaba segura de lo que hacía." Dijo él.

"¡Pero ella no sabe cuidarse sola!" Exclamó, Vaggie, en un arrebato.

La quedé mirando dolida y ella me miró apenada.

"Ella es una adulta." Dijo Angel, cruzándose de brazos. "Si ella es feliz con ese sujeto, no puedo menos que apoyarla y aconsejarla si me llega a necesitar, aunque no esté de acuerdo con todo lo que ella decida. Eso hacen los amigos." Dijo Angel, seriamente.

Vaggie lo miró, contrariada.

"¿O no?" Agregó Angel, con malicia.

Vaggie bajó el rostro, molesta.

Miré a Angel, conmovida. Él me consideraba su amiga. A pesar del poco tiempo que habíamos convivido, también lo sentía como alguien cercano. Como un extravagante y divertido hermano mayor que me brindaba de su conocimiento del mundo, y que se preocupaba por mí, en su particular estilo de demostrar cariño.

"Vaggie…" Intenté decir.

Vaggie estaba temblando de rabia. Parecía estar al borde del llanto.

"Por cierto, muñequita, esta es una buena foto." Dijo Angel.

Estaba mostrando la portada del periódico y crispé la cara. Vaggie lo tomó. Leyó el titular y se adentró en las páginas para leer la noticia.

"¿Qué mierda es esto?" Musitó, en medida que avanzaba la lectura.

"El reportero de anoche." Expliqué, con el ceño fruncido. "Escribió un reportaje basura sobre Alastor y yo."

"¿La bolsa de sífilis?" Dijo Angel, elevando una ceja.

"Sí."

"Ahora entiendo por qué estaba hablando con Cherri." Dijo, con una mano en su mentón.

Sumé dos y dos.

"¿Con Cherri?" Dije, sorprendida.

"Los vi charlando en la madrugada."

"¿Entonces era ella la mesera que mencionó como su fuente?" Dije, molesta.

"Dudo mucho que Trench le dijera que era una entrevista. Seguro que sólo le hizo un par de preguntas." Dijo, Angel, con indiferencia.

Angel suspiró con alivio.

"Me alegra saber que no estuvo con él en un 'servicio'. Cherri suele tomar riesgos innecesarios. Además, con esa nariz rota y esas pústulas ese sujeto se veía…"

Angel hizo una mueca de desagrado. Me pasé las manos por la cara, con frustración.

"Pero fue ella quien le comentó que Alastor y yo teníamos una relación estrecha desde hace tiempo." Dije, resoplando.

Angel se cruzó de brazos.

"Cherri no hizo más que detallar lo que todos veíamos." Dijo Angel. "Para nadie era secreto que ustedes se veían como un par de tortolos. Y, tal vez, le mencioné que él te regaló el vestido rojo que usaste cuando fuiste a probar el piano. Si alguien tiene la culpa aquí, soy yo, muñequita."

Lo miré, molesta. Pero no dije nada. Apenas había tenido trato con Cherri. Y sabía que ella compartía un apartamento con Angel. No era de extrañarme que él le hubiera comentado que Alastor me había regalado prendas caras cuando apenas era una sirvienta. Además, yo misma había aceptado que todos notaban aquel trato tan estrecho que tenía con Alastor. Tampoco es que fuésemos sutiles al respecto. No podía culpar a Cherri por haber comentado algo tan simple a un periodista que tergiversó todo lo que le dijo para escribir un artículo que dañara nuestra imagen.

"No culpo a Cherri." Dije, finalmente. "Ni tampoco te culpo a ti. Todo esto fue culpa de Trench. Él fue quien usó esa información en mi contra, por haberlo rechazado anoche. Y todo lo demás son mentiras."

"Lo de huir a Broadway fue un buen detalle." Dijo, con una media sonrisa.

"Sí, nos iríamos volando montando una nube, comiendo algodón de azúcar de arcoíris." Dije, con sarcasmo.

Angel se rio.

Miré a Vaggie, quien tenía los dedos crispados en el papel del periódico.

"Vaggie, todo lo que está ahí son puras mentiras de Trench." Dije, con cautela.

"¿Que se quedaron en un hotel es una mentira?" Dijo, sin mirarme.

"No, eso sí es…" intenté decir.

"¿Y que su relación venía desde antes que llegaras a trabajar en el Mimzy's Palace?" me interrumpió.

"No…" Admití.

"Charlotte, ¿ustedes sí estaban juntos desde antes?" exigió saber.

"Sólo intimidad, sin nombres, ni compromisos." Dije, con el corazón palpitando.

Vaggie hizo una mueca de dolor.

"¿Y aún así puedes perdonarle que se haya comprometido con alguien más si ya estaban juntos?" Dijo, elevando la voz.

"Ya hablé de eso con Alastor, Vaggie." Dije, con determinación. "Ese compromiso no fue más que una forma de intentar huir a que estaba enamorado."

"Vaya formas que tiene de hacer las cosas ese sujeto." Se burló, Angel.

"Ahora haremos las cosas bien." Aseguré.

"¡Esto es una locura!" Exclamó Vaggie.

Lanzó el periódico al piso, con rabia.

"Charlotte, ¿acaso no ves lo raro que es ese tipo?" Dijo, casi suplicante.

La miré con sorpresa.

"¡Has vivido con él dos años, debiste ver algo extraño en su casa!" Insistió.

Fruncí el entrecejo.

"¿Qué quieres decir?" Dije.

Miró a Angel, como esperando apoyo.

"En serio, no pude ser la única que lo notara. ¿No les pareció extraño que la ola de asesinatos comenzara precisamente después de que Charlotte renunciara? Hubo muchos asesinatos en muy poco tiempo. A él casi no lo vimos, y si aparecía, se veía todo demacrado. Como no hubiese descansado en muchos días. Además, él trabaja en su tiempo libre matando animales en el bosque por diversión."

Mi corazón dio un vuelco.

"¿Qué diferencia hay entre saber matar a un animal que matar a una persona? ¡Él sabría cómo hacer un trabajo limpio!" Sentenció.

"Estás paranoica." Dijo Angel, escéptico.

"¿Y hoy, después de estar en el hotel con Charlotte, no hay ninguna noticia sobre un nuevo asesinato? ¿Después de días y días de asesinatos sin parar? ¿Justamente hoy?" Continuó Vaggie.

"¿Insinúas que 'el señor sonrisas' es 'El justiciero'? Dijo Angel, cruzándose de brazos.

"Vaggie, él no es un asesino." Dije, con tranquilidad.

Me sorprendía, nuevamente, cómo podía mentir con tanta fluidez sobre el tema.

"¿En serio pretendes que la muñequita desconfíe de él acusándolo de ser un asesino?" Acotó Angel.

Tomó un sándwich de la mesa y la miró, con molestia.

"¿De verdad tanto quieres que ella se separe de él? Estás mal, chica." Le dijo.

Vaggie detuvo en el acto. Se abrazó a sí misma y suspiró.

"Olvídenlo." Dijo, en voz baja.

Caminó hasta el sofá y se acostó, quedando en posición fetal.

La miré, sintiendo mucha congoja. Aunque lo quisiera, jamás podría decir algo sobre la identidad de Alastor como El justiciero. El conjuro del secreto seguiría conmigo para salvaguardar su anonimato.

"Chica, sé que no te gusta la idea de que ellos estén juntos, pero no puedes decir cosas así sin pruebas." Le reprendió Angel.

Y le dio un mordisco al sándwich. Luego de tragar, desfiguró el rostro con asco. Quitó el pan superior y vio, con horror, que había una lámina de jamón en el interior.

"¡Jamón!" Exclamó, soltando el pan.

Se dirigió raudo al baño.

"¡Angel!" Dije, siguiéndolo.

Lo vi hincado en el retrete, vomitando con fuerza. Cerré la puerta tras de mí y me arrodillé junto a él, para acariciar su espalda.

"Maldito jamón…" Dijo, con voz rasposa, antes de volver a vomitar otro poco más.

"¿No toleras comer jamón?" Dije, con curiosidad.

Se retiró del retrete y se fue a enjuagar la boca en el lavamanos.

"Ugh, no tolero nada que provenga del cerdo." Dijo, limpiando su boca con una toalla. "Amo tanto a Fat Nuggets, que me niego a comer a alguno de sus semejantes."

Me reí ligeramente.

"Es muy dulce que lo cuides tanto." Comenté.

"Nos tenemos el uno al otro." Dijo. "Sin contar a Cherri, claro. Tenemos el acuerdo que uno de los dos tiene que llegar a casa durante la madrugada, para darle su desayuno a Fat."

"Yo tengo a Razzle y Dazzle, en casa de Alastor." Comenté. "Son dos cabritas adorables. También tiene algunos pollos. Son bastante útiles para conseguir leche y huevos gratis."

"¿El señor sonrisas tiene mascotas?" Dijo, incrédulo.

"Técnicamente. Piensa comérselos a todos al final, supongo. Pero intento que no mate a los pollos, y protejo mucho a Razzle y Dazzle." Expliqué. "Me comentó que quería tener un cocodrilo de mascota cuando era niño."

"Ugh, puedo imaginarlo paseando con un cocodrilo." Dijo Angel, haciendo una mueca.

"Creo que hasta él sabe que un cocodrilo no una mascota domesticable." Acepté.

"Le vendría bien una mascota a la gruñona de Vaggie. Así al menos así tendría en quién proyectar toda su energía sobreprotectora." Dijo, con desdén.

Luego suspiré, apesadumbrada. Angel se sentó en el suelo, junto a mí.

"Oye, Vaggie puede ser un dolor de cabeza." Dijo, con indiferencia. "No tomes en cuenta lo que te diga."

"No es eso, Angel." Dije, mirándolo. "Es que todo está pasando tan rápido. Apenas esta mañana estaba tranquila porque había arreglado mi situación con Alastor, y sabía que tenía que enfrentar a Mimzy en algún momento. Pero con todo este asunto del artículo de "The herald", y que toda la ciudad se enteró de mi vida personal, de verdad que me siento abrumada."

"Todos iban a enterarse, muñequita." Dijo Angel.

"Pero pareciera que todos me miran como si fuese una especie de mujerzuela."

"La gente hablará porque sí y porque no, muñequita." Dijo, con indiferencia. "Nunca podrás tenerlos contentos a todos, en especial a los que se creen con el derecho de opinar a quien metes en tu cama."

"Es una estupidez." Dije, molesta.

"Sí, apesta." Aceptó.

"Y ahora Vaggie está molesta." Dije, con tristeza.

"Sabías que ella se iba a enojar, por eso no la metiste en el plan en primer lugar." Me recordó. "Era de esperarse una reacción explosiva de su parte."

"Puede ser muy cerrada en sus propios puntos de vista." Admití.

"Tratar de acusar al 'señor sonrisas' de ser un asesino, fue bastante bajo." Dijo, molesto.

Asentí, sin mirarlo.

"Pero lo que más me dolió fue que creyera que no sé cuidarme sola." Murmuré. "Creí que había demostrado que puedo ser independiente."

Resoplé, bajando la cabeza.

"Ella tiene la mala costumbre de querer controlarlo todo." Concordó, con fastidio. "A veces me harta su actitud de mierda de querer las cosas a su modo, coartando la libertad de los demás. En especial contigo, que eres su amiga. No puede esperar a que puedas estar siempre cerca de ella para poder cuidarte."

"No soy una criatura indefensa." Recalqué. "No puede menospreciar todo lo que he logrado por mi cuenta."

"Eso lo tengo claro, muñequita. Has sido mi mejor aprendiz. "Dijo, con orgullo.

Angel suspiró y se recargó en sus rodillas.

"Pero también puedo entenderla, de cierta forma." Comentó. "Desde la parte más egoísta de mí mismo, tampoco quisiera que te fueras si estuviera en su lugar."

Lo miré con atención.

"Una buena amiga, en un departamento, donde la pasan bien, trabajan en el mismo establecimiento, y están gran parte del día juntas… Tampoco me agradaría la idea de volver a estar sola, sin nadie con quien charlar por las tardes."

Me sonrió.

"Si Cherri comenzara a salir con alguien y pensara en mudarse con esa persona, sería el primero en desearle felicidad, pero también haría un gran berrinche. Tampoco me gusta la idea que un día cada uno tendrá que seguir su propio camino. Pero es inevitable, y hay que aceptarlo."

Me sorprendió la madurez de sus palabras. Supuse que era algo que él tenía asumido y meditado desde hacía bastante tiempo, para plantearlo de manera tan clara. Saber que cada individuo, por muy amigos que fuesen, están destinados a entablar sus propios núcleos familiares con alguien más y, por ende, dejar de verse con la misma frecuencia, era triste, pero real. Saber que llegarás y quedarás solo en un espacio que fue compartido por mucho tiempo con alguien a quien apreciabas de verdad, debía ser desolador. Alastor llegó a mi mente en ese momento y cómo debió pasar las semanas que vivió solo en su casa.

"No había pensado en eso." Dije, con pesar.

"Mimzy no sería la única que saliera lastimada en todo esto." Dijo Angel, con simpleza. "Te recomendaría hablar con ella para aclarar las cosas. Alguien con el corazón herido puede ser muy voluble."

Miré a Angel, y le sonreí.

"Tienes razón. Iré a hablar con Vaggie." Dije.

Me puse de pie y salí del baño.

Vaggie seguía en la misma posición en el sofá, de cara a la pared. Me acerqué a uno de los extremos del sofá y me senté.

"Vaggie." Dije, con cautela.

Ella no se movió.

"Necesito hablar contigo." Insistí.

Ella giró la cabeza, para mirarme de soslayo.

"Vaggie, lo siento, de verdad lo siento." Dije, con culpa.

Vaggie se movió y se enderezó hasta sentarse, lentamente, cabizbaja.

"No me detuve a pensar en cómo te sentirías con todo esto." Continué. "Te excluí de mis planes, porque pensé en cómo reaccionarías. Y creo que entiendo por qué reaccionaste así. Y de verdad lo siento. Porque, la verdad, es que yo me pondría la misma manera que tú."Puse mi mano sobre la suya y me incliné hacia ella.

"Porque yo siento lo mismo por ti que tú por mí, Vaggie. Y no me había dado cuenta de cuán importante eras para mí." Dije, con seguridad.

Ella me miró, sorprendida. Tomé su mano entre las mías y la miré a los ojos.

"De verdad, lo siento por no darme cuenta hasta ahora." Dije, conmovida.

"¿Hablas en serio?" Dijo, con ojos brillantes. "¿Cómo te diste cuenta?"

"Fue bastante obvio después de unir los puntos." Dije, con simpleza.

"¿Y no piensas que es raro o…?" Dijo, insegura.

"Claro que no, Vaggie." Dije, firmemente. "Lo que tenemos es tan fuerte y tan profundo que nada ni nadie podrá arrebatarlo."

"Ay, Charlotte, no sé qué decir…" Dijo, con lágrimas en los ojos.

"No tienes nada que decir, Vaggie." Dije con una gran sonrisa.

Me miró con una expresión radiante.

"Te prometo que seremos las mejores amigas siempre." Dije, con solemnidad.

Su expresión cayó en un instante.

"¿Qué?" Susurró.

"Así es, Vaggie." Dije, con resolución. "Entiendo la molestia que debes sentir porque yo me vaya de tu casa a vivir con Alastor. Yo también me sentiría muy triste si mi mejor amiga se fuera a vivir con su pareja. Pero te prometo que te visitaré seguido. Y, sobre todo, te prometo que siempre, siempre, siempre seremos las mejores amigas."

La mandíbula de Vaggie cayó, por la impresión.

"¡BOOM! ¡Eso debió doler!" Escuché a Angel que gritaba desde el baño.

"¡ANGEL!" Gritó Vaggie, furiosa.

"¡No estoy escuchando!" Gritó.

Vaggie se palmeó el rostro y luego me miró. La miré con curiosidad. Ella lanzó un suspiro y luego me dedicó una pequeña sonrisa. Me tomó las manos con calidez.

"Sí, Charlotte, siempre seremos las mejores amigas." Me aseguró, mirándome a los ojos.

Le sonreí con júbilo y le di un gran abrazo. Ella me lo devolvió.

"Charlotte, sé que no puedo retenerte aquí, por más que quiera. No confío en él." Dijo seriamente, alejándome.

"No puedo obligarte a confiar en él." Le dije.

Soltó un suspiro, de pesar.

"Sólo prométeme que si algo malo pasa no dudarás en llamarme, ¿está bien?"

"Claro, lo mismo va para ti." Dije, encantada.

"Awww… ¡Qué conmovedor!" Dijo Angel, saliendo del baño.

"También eres un gran amigo para mí, Angel." Le aseguré.

Angel se acercó a mí y revolvió mi cabello, juguetonamente.

"Te has ganado un puesto especial en mi corazón, muñequita, pero no se lo digas a Cherri. Es muy celosa al respecto." Dijo, con ternura.

Miré la hora. Me sorprendió que ya casi daban las tres de la tarde. De pronto, mi mente se iluminó.

"¡Oh! Por cierto, Vaggie, ¿viste mi cartera en el backstage? Anoche se me olvidó llevármela." Dije, preocupada.

"Sí la vi. Estaba en tu puesto." Dijo. "Iba a traerla. Pero justo me topé con Angel en un estado deplorable…"

"¡Oye!" Exclamó Angel, indignado.

"¿Entonces sigue allá?" Dije, con pesar.

"Fuimos los últimos es salir. La única que se quedó fue la señorita Mimzy." Dijo Angel, tomando de su café frío.

"¿La señorita Mimzy volvió al local anoche? ¿Por qué?" dije, sorprendida.

"Porque… ¿es su casa y duerme en el tercer nivel?" Dijo Angel, como si me dijera lo más obvio del mundo.

"No, Angel." Le dije, frunciendo el ceño. "Me refiero a que pensé que se había quedado en el hotel el resto de la noche. Ese hotel es muy caro como para desperdiciar una reservación."

"Yo tampoco quisiera quedarme en el mismo hotel donde me rompieron el corazón." Dijo él, con simpleza.

Me mordí el labio.

"Supongo que tiene lógica." Admití.

"La vimos como a las cinco de la mañana." Explicó Vaggie.

"Y estaba de un humor de perros." Acotó, Angel.

"Ahora entiendo por qué nos ordenó que nos fuéramos cuando llegó." Dijo pensativamente, con su mano en su barbilla. "Me pidió que desalojara a los pocos clientes borrachos que quedaban. Quería que la dejáramos sola."

"Seguramente le restringieron el alcohol en el hotel y fue a atacar el bar de su propio negocio." Dijo Angel, con burla.

Me quejé.

"Tengo que ir a buscar mi cartera. Tengo cosas muy personales ahí." Dije, con pesar.

"De seguro Niffty la encontrará." Dijo, Angel.

"No quisiera que alguien estuviera husmeando en mis cosas." Dije, con cautela.

Si bien Niffty hacía un excelente servicio de aseo, también era conocida por revisar cada billetera y bolso que se perdía en el local, antes de ir a dejarlo los objetos perdidos. Y lo que menos necesitaba era que alguien echara un vistazo dentro de mi cuaderno.

"¿Quieres que nosotros vayamos a buscarla por ti?" Se ofreció Vaggie.

"Sería de mucha ayuda." Dije.

"¿Nosotros?" Se quejó Angel.

"Sí." Le dijo Vaggie, autoritaria. "Ya te tienes que ir."

"Ni siquiera he terminado mi desayuno. ¡Acabo de vomitarlo!" Se quejó.

"Angel, tu ropa de civil está todavía allá. A menos que quieras seguir con tu vestido corto todo el trayecto a tu casa en periodo de cuaresma, tienes que acompañarme. Sabes que la prostitución está penada en Luisiana. Y no pareces, precisamente, el más discreto de los ciudadanos con esas botas." Dijo, con autoridad.

"¿Y no puedes traerme mis cosas cuando vayas por la cartera?"

"¿Soy tu sirvienta?" Dijo Vaggie, molesta.

"Ugh… ¡Bien! Vamos." Exclamó, rindiéndose.

Tomó sus botas tiradas en el piso y comenzó a ponérsela.

"¿Acaso te pago por quejarte?" dijo ella, cruzándose de brazos.

"No, es un oficio que hago sin fines de lucro." Le dijo, con malicia.

Me reí al verlos. Sentí que el ambiente estaba mucho menos tenso que momentos atrás. Ambos se vistieron rápidamente y partieron rumbo al local. Vaggie hizo énfasis en que no tardaría y que yo podía tomar las galletas de vainilla que tenía en la alacena. Estaba preocupada porque aún no había almorzado.

Mientras tanto, yo me ocupé de ordenar mi bolso con la ropa que tenía en la habitación de Vaggie. Dejé todo doblado y guardado, con cuidado de no dejarme nada olvidado en los cajones. Era emocionante pensar en que volvería a acomodar mi ropa en el armario en mi habitación en casa de Alastor. ¿O sería que compartiríamos armario y recámara? Supuse que ese sería el caso.

Una vez que hube terminado de preparar mi bolso, me comí un par de galletas de vainilla, sólo por hacer algo más. Me di cuenta de la hora. Habían pasado cuarenta minutos y Vaggie aún no volvía. Lo cual era bastante extraño, considerando que el Mimzy's Palace está apenas a un par de cuadras y en ir y volver no debería haberles tomado tanto tiempo. Comencé a temer que no hubieran encontrado mi cartera. También estaba la posibilidad de que Alastor llegara a buscarme mientras esperaba. Me parecería de muy mala educación dejarle una nota por haberme ido sin esperar el encargo, o, peor aún, invitar a Alastor a acomodarse a esperar en el sofá de la sala y ella lo viera cuando regresara. Me dio escalofríos imaginar la escena.

Miré el reloj nuevamente. Faltaban apenas diez minutos para las cuatro. Podía ir de una carrera a ver qué pasaba, y, si no encontraban aún mi cartera, al menos les indicaría que me iría con Alastor apenas llegara por mí.

Dejé el bolso con mi ropa junto a la puerta y cerré con la copia de la llave que Vaggie me dio. Miré al piso y vi a la sombra aún acurrucada a mis pies. Me miraba con ojos curiosos.

"Sólo iré a dar un vistazo. Volveremos de inmediato." Le aseguré.

Salí del edificio y caminé con rapidez, esperando no encontrarme con miradas de reproche nuevamente de la gente que me reconocía en la calle. Llegué al Mimzy's Palace en un par de minutos. Divisé que la puerta principal estaba medio abierta, lo que significaba que estaban en proceso de aseo. Suspiré con pesar. Me dispuse a entrar por el callejón para llegar a la puerta trasera. Seguramente Ben tendría la ya orden de no dejarme entrar, pero al menos podría pedirle que le avisara a Vaggie que Alastor ya iría a buscarme.

"Niña." Escuché detrás de mí.

Me giré de un sobresalto. Era Husk. Traía un par de grandes sacos con basura.

"¡Husk! Hola. Me asustaste." Dije, aliviada.

"¿Qué haces aquí?" Dijo, acercándose al contenedor de basura del callejón y metiendo las bolsas dentro.

"Vengo a ver a Vaggie." Dije.

"Anda por todas partes buscando algo."

"Es que anoche se me quedó mi cartera en el backstage y ella la está buscando por mí. Pero me preocupé porque aún no vuelve."

"Imagino por qué es que quieres entrar sin ser vista." Gruñó.

Bajé la vista.

"Imagino que leíste el periódico." Murmuré.

Se recargó en la pared, con los brazos cruzados.

"Eres de lo que todo el mundo habla. Mimzy no estará contenta de verte. No ha hecho más que parlotear de ti y de Alastor, por lo que está en el periódico desde que llegué."

"Lo sé." Dije, con pesar.

"Dijo que te despediría." Continuó.

"También lo sé."

Me miró con el ceño fruncido.

"Mira, tendrás que ver a Mimzy tarde o temprano para que te despida." Dijo. "Es mejor hacerlo de una vez en vez de dilatarlo. De nada te servirá intentar escapar de ella."

Suspiré con pesar.

"Tal vez sea lo mejor." Acepté.

"Si te hace sentir mejor, estaré cerca por si las cosas se ponen tensas." Me dijo gruñendo.

"Muchas gracias, Husk." Dije conmovida y sorprendida.

Escupió en el suelo.

"Sólo hago lo que tengo que hacer. No es por ti." Dijo, refunfuñando.

Sonreí, con ternura.

"Extrañaré trabajar aquí." Dije, con una sonrisa triste.

"Será extraño no verte revoloteando. Ya me había acostumbrado a verte." Dijo.

No pude evitar sonreír.

Él se encaminó a entrar al local y yo dudé unos momentos antes de seguirlo.

Talvez sí era lo mejor. Recibir mi paga, mi despido, un par de palabras de una mujer despechada y todo habría terminado. Hubiese deseado haber tenido más tiempo para preparar mi corazón a lo que iba a enfrentar. Tomé varias respiraciones de camino a la oficina de Mimzy, con el corazón palpitante y las manos sudorosas.

Husk se detuvo en el punto del pasillo que separaba nuestros caminos.

"Sólo grita si la doña se pone intensa." Dijo, antes de irse a su puesto en el bar.

"Gracias." Dije, con una débil sonrisa.

Él se retiró en silencio y yo caminé hasta la puerta de la gerencia, tremendamente tensa. Tomé una última respiración antes de tocar la puerta.

"¿Quién es?" Escuché la voz de Mimzy del otro lado.

Tragué saliva. Miré a la sombra de Alastor que seguía mirándome, con atención.

"¡Soy yo, señorita Mimzy!" dije en voz alta. "Soy Charlotte."

Hubo un silencio prolongado. Por un momento pensé que no me abriría, hasta que escuché el sonido del seguro abrirse. La puerta se abrió ligeramente. Con cautela, empujé la puerta hasta ver el interior de la oficina. Todo era un desastre. Varias botellas de vino vacías estaban en el suelo, junto con envoltorios de cajas de bombones con forma de corazón, con la leyenda 'La boda del año M+A.' y papeles repartidos en el suelo, doblados y algunos rotos, que parecían ser invitaciones de boda. El busto de yeso estaba destruido en el suelo, y un vestido blanco de boda en su maniquí, estaba desgarrado a cortes de un cuchillo carnicero. Collares de cuentas, zapatos de tacón y algo blanco, que parecía sal, estaba regado por todo el suelo.

Miré a Mimzy, quien se estaba acomodando en su silla detrás del escritorio. Su aspecto era deplorable. Tenía lágrimas negras marcadas por el maquillaje en las mejillas, su cabello estaba despeinado y sin vida, y usaba una bata de satín rosa. Su rostro cetrino y sin maquillaje, y su expresión seria, la hacía lucir mucho más avejentada de lo que solía proyectar.

"Pasa y cierra la puerta, Charlotte." Dijo, con seriedad.

Obedecí de inmediato. El ambiente estaba cargado de una vibra muy hostil. Mimzy me miraba con indiferencia, mientras tenía en sus manos tejido de un sweater azul a medio terminar.

"Supongo que vienes por esto." Dijo.

Y del cajón de su escritorio, sacó mi cartera y la puso encima. Abrí mis ojos ante la sorpresa.

"Tómala." Dijo.

Me acerqué con cautela y tomé mi cartera, para abrazarla en mi pecho. Me alejé un par de pasos, rápidamente. Como esperando que ella saltara sobre mí para golpearme. Pero ella sólo estaba deshaciendo el tejido del suéter, punto por punto, mientras tiraba de la lana maestra. Me la quedé mirando con recelo.

"Señorita Mimzy…" Intenté decir.

"Estás despedida." Me interrumpió.

Mi pecho sintió un doloroso pinchazo.

"Ya lo sabía." Reconocí, con tristeza.

Ella dejó de destruir el sweater azul y me quedó mirando.

"Vi su noticia de mierda en el periódico." Dijo. "No le bastó a Alastor con humillarme en el hotel, que tuvo que hacerlo público en un diario y leer el artículo en la radio."

La miré con horror.

"¡No fue culpa nuestra!" Intenté defenderme.

"Ahora todo tiene sentido para mí. Siempre quisieron jugar conmigo. Ustedes ya estaban juntos desde antes." Dijo, con rabia.

"¡Son todas mentiras! ¡Pero el periodista nos siguió y…!"

"¡Cállate!" Exclamó, dando un golpe en la mesa.

Me sobresalté.

"¡Siempre sospeché que ustedes dos tenían algo y fui tan tonta como para querer pensar que no era así! ¡¿Quién regala vestidos a su empleada?! ¿¡Quién lleva a pasear y a cenar a su empleada?! ¡¿Quién le regala un piano a su empleada?!"

Ella respiraba, agitada.

"¡Por eso Alastor siempre se negaba a aceptar mi propuesta de matrimonio! ¡Estuve esperando más de un año por una respuesta! ¡Un año! ¡Y resulta que no quería porque estaba enamorado de ti!"

No sabía qué decirle. Estaba paralizada, viendo cómo la señorita Mimzy que conocía desde hace mucho tiempo se transformaba en una mujer llena de resentimiento. Alguien que no concebía cómo era posible que sus planes no salieron como esperaba.

"¡Siempre fingiste ser una mosquita muerta!" Continuó, enardecida. "Siempre rondando a Alastor. Engatusándolo con tus atributos de chiquilla escuálida. ¿Tienes idea de cuánto me han llamado por teléfono para preguntarme sobre cómo es que no me di cuenta que Alastor me estaba engañando? ¿Sabes cuánta gente está hablando ahora mismo a mis espaldas? ¿Teniéndome lástima por ser la eterna solterona, que, cuando se consiguió novio, le puso los cuernos antes de llegar al altar?"

Me quedé helada. La señorita Mimzy estaba perdiendo el control, y sus ojos volvían a estar empañadas de lágrimas. Ella abrió otro cajón y temí que tuviera otro cuchillo de carnicero, listo para aventármelo. Yo estaba lista para gritar si fuese necesario. Miré a mis pies por instinto, pero la sombra no estaba ahí. Me sentí indefensa por un momento. ¿Por qué me abandonaría en un momento así?

Miré a la señorita Mimzy de nuevo.

"Mi único consuelo es que no voy a caer sola." Dijo, con voz ronca.

Y, del cajón abierto, sacó un cuaderno. Uno que conocía bastante bien. De inmediato, abrí mi cartera, y estaba vacía. Miré a Mimzy hojear mi cuaderno con tranquilidad.

"Escribes muy bien. Eres muy descriptiva con los detalles." Dijo.

"Devuélvame eso." Exigí.

Me miró con indiferencia y tiró mi cuaderno a mis pies. Lo recogí de inmediato y me puse a revisarlo. Parecía estar en perfecto estado. Pero saber que Mimzy lo había leído, hizo que me sintiera vulnerada en mi intimidad. Ese cuaderno era, también, mi diario. Donde escribía sobre lo que me apasionaba, sobre lo que añoraba, escribía los borradores de las canciones que esperaba componer algún día, y, sobre todo, era mi medio por el cual escribía de todo lo que sentía por Alastor y cómo me hacía sentir cada vez que hacíamos el amor. Expresando, a cabalidad, cada momento.

Entonces lo noté. Busqué entre las hojas varias veces, pero no estaba.

"¿Te falta algo, linda?" Dijo, lentamente.

Si. Me faltaba algo. Miré a la señorita Mimzy de nuevo, con horror. Ella sostenía una fotografía en su mano. Una fotografía vieja y sin marco, de tres personas en un restaurante. Una fotografía que debería estar pegada en mi cuaderno.

"Realmente no debería sorprenderme por todas las habilidades que posees, dignas de una muy buena educación de clase alta." Dijo, reclinando su asiento hacia atrás.

Sentí el terror subiendo por mi espina y mis piernas flaquearon.

"Charlotte Magne. Es un lindo nombre." Dijo, sonriendo con malicia.