Disclaimer: The story doesn't belong to us, the characters are property of S. Meyer and the plot belongs to LyricalKris. We just translate with her permission.

Disclaimer: La historia no nos pertenece, los personajes son de S. Meyer y la trama de LyricalKris, solo nos adjudicamos la traducción.


Do You Hear What I Hear

Autora: LyricalKris

Traductora: Yanina Barboza

Beta: Melina Aragón


Capítulo 4

Edward salió del auto y se dirigió hacia el centro comercial a un ritmo rápido. Si se apresuraba, podría atrapar a Bella al final de su descanso. Oh, él podría haberle enviado un mensaje de texto, pero quería verla, tocarla. Tal vez obtener otro de sus dulces besos. Aunque, mientras ella estaba en el trabajo, probablemente no. ¿Se suponía que las elfas tenían novios humanos?

Efectivamente, cuando llegó a la Villa de Santa, Bella y los otros elfos estaban acomodando, barriendo y preparándose para que Santa reapareciera. Edward saludó con la mano, llamando la atención de Bella. Fue recompensado por una gran sonrisa. Ella se acercó al mostrador de venta con el pretexto de acomodar las cosas allí.

—Hola, tú.

Edward se inclinó sobre el mostrador, sonriéndole a Bella.

—Tengo buenas noticias. —Señalizó las dos últimas palabras, acostumbrándose a hacer señas y hablar como ella había sugerido—. Mi compañía nos dio a todos un bono inesperado de Navidad. Te llevaré a una cita.

Sus ojos bailaron. Ella cruzó los brazos sobre el mostrador, inclinándose para que estuvieran casi nariz con nariz.

—Eso es genial. ¿De qué tipo de cita estamos hablando aquí? ¿Debería usar un vestido de seda?

—Ooh. Eso podría ser interesante. —Se enderezó, sacando de su bolsillo el cupón que le habían dado. Lo desenrolló, sosteniéndolo entre sus dos manos, y le dio un pequeño chasquido—. ¿Ves eso? Veinticinco dólares completos para la tienda de comestibles de Ralph. Casi podría retirarme con ese generoso bono, pero en cambio, tú y yo vamos a irnos de parranda. —Él sonrió de lado—. ¿Y? ¿Puedo prepararte la cena? —Se aclaró la garganta—. ¿En mi casa?

—Jo. Jo. Jo. —Llegó una gran voz estruendosa. Edward saltó y dio un paso atrás cuando Santa se apoyó en el mostrador junto a Bella—. ¿Qué tenemos aquí?

—Uh. —Edward parpadeó, recordando tardíamente que debajo de la peluca, Santa también era el padre de Bella, y que aún no habían sido presentados. El niño en Edward estaba desconcertado al encontrarse en el extremo receptor de una mirada despectiva de Santa.

Bella hizo una mueca y golpeó a su padre en el hombro. Ella le señalizó algo rápidamente, su rostro reflejaba sarcasmo. Santa le contestó con señas. Bella hizo un gesto hacia los niños que esperaban que volviera del descanso. Santa resopló. Le lanzó una mirada a Edward y le señaló en la cara.

—Solo recuerda. Santa lo ve todo.

Con las manos en las caderas, Bella vio a su padre retirarse. Se giró hacia Edward y sonrió.

—Dijo que no lo decía en serio cuando me dijo que te diera mi número. Solo estaba bromeando. Le dije que le salió el tiro por la culata, porque ahora me vas a llevar a casa para llenarme de licor y comida.

—Oh, cielos. —Edward puso una mano sobre sus ojos. Ella era tan directa—. Ni siquiera voy a tener una oportunidad con él, mujer.

La idea debería haberlo asustado por diferentes razones. Solo habían estado en dos citas, y él ya estaba hablando como si el evento de conocer-a-los-padres fuera inevitable. Era presuntuoso, por decir lo menos.

Pero la sonrisa de Bella era amplia y relajada.

—Soy la única a la que tienes que impresionar, semental. —Ella guiñó un ojo y luego miró por encima del hombro—. Me tengo que ir. ¿Te veo en unas horas?

—Estaré allí.

~0~

Se sentía muy doméstico entrar en una tienda de comestibles de la mano de una mujer. Estaba fuera de onda en el mundo de las citas. ¿Tenía novia ahora?

Vida. ¿Qué demonios?

Edward estaba tan distraído que ni siquiera se había dado cuenta de que había dejado que Bella lo guiara hasta que ella se detuvo. Miró a su alrededor, confundido al descubrir que estaban en la sección de congelados.

—¿Qué estamos haciendo aquí?

—Pensé que por cocinar querías decir que ibas a poner una comida sencilla en el horno. —Bella lo miró con su mejor sonrisa malcriada—. En caso de que no lo sepas, la lasaña toma tres horas y media. He cometido ese error antes. —Su sonrisa se volvió seductora, y ella puso una mano sobre su pecho—. Aunque probablemente podríamos encontrar una manera de pasar el tiempo.

Edward presionó su lengua contra el paladar, moviéndose porque sus pantalones estaban un poco más apretados. Su cerebro se detuvo por uno, dos, tres segundos antes de sacudir la cabeza con fuerza, recordando lo que había venido a hacer aquí.

—Puedo cocinar. Ya sabes, de verdad. —Por si acaso, él señalizó—: Puedo cocinar yo.

Bella sonrió y extendió su brazo ampliamente.

—¿Qué hay en el menú?

Esa era una pregunta. Siendo padre soltero a tiempo parcial, tenía muchas comidas rápidas y baratas en su repertorio. Esta noche, sin embargo, era un momento para simple y elegante.

Y barato.

Apretándole la mano, él los condujo fuera de la sección de comidas congeladas. Recorrieron la tienda recogiendo lo que necesitaba. Bella lo divirtió con historias sobre cómo había estado obsesionada con los programas de horneado últimamente y, entre eso y su tablero de Pinterest, había estado en una racha de hornear postres lindos y elegantes.

—Mis cupcakes del Monstruo de las Galletas eran muy perturbadores —dijo con un suspiro de tristeza.

—¿Pero sabían bien? Esa es la parte más importante. —Su labio se torció—. Hadley y yo estábamos decorando galletas navideñas. Su tío me estaba tomando el pelo porque las mías eran horribles. Hadley le dijo que no tendría postre. —Señalizó las dos últimas palabras, imitando la cara que Hadley le había hecho a Jasper cuando se dio cuenta de que se estaba burlando de su papá—. Supongo que en su opinión, si no puedes ser amable, no deberías comer las golosinas.

—Buen plan.

Unos minutos más tarde, salieron de la tienda de comestibles, el generoso bono de Edward gastado en los ingredientes de pasta de pollo a la carbonara, una ensalada, una hogaza crujiente de pan francés que se convertiría en pan de ajo, y dos cupcakes individuales. Afortunadamente, tenía la mayoría de los ingredientes y una botella de vino tinto —gracias después de todo, Alice— en casa.

Era un poco incómodo. Para entonces, Edward estaba acostumbrado a recordarse a sí mismo mirar a Bella cuando hablaban. Ella se sentó en el taburete de la cocina, contándole historias sobre los niños con los que había interactuado hoy, y cuando él respondía, la miraba. Eso era un pequeño problema cuando empuñaba un cuchillo afilado. Seguía mirando hacia arriba mientras intentaba cortar tocino y champiñones.

Cortó su dedo la tercera vez que lo hizo, y Bella se puso de pie de un salto, cruzando la pequeña encimera hacia él. Ella tomó su mano, examinándola. Edward se sorprendió al encontrarla tan cerca. Él aspiró el aroma de ella, y cuando ella inclinó la cabeza hacia arriba para mirarlo, una oleada de calor y deseo lo invadió. Lo único que le impidió besarla en ese momento fue su ceño fruncido. La preocupación en su rostro parecía incongruente con lo que él quería hacer en ese momento.

—Tu apartamento es silencioso —dijo.

Él parpadeó.

—¿Qué?

La expresión seria flaqueó ligeramente cuando la comisura de su boca se arqueó.

—Puedo escucharte bien si hablas fuerte y claro. —Ella levantó los dedos hacia su boca y besó la piel sensible—. Si te cortas el dedo, ¿quién me va a alimentar mientras tienes que ir a Emergencias?

Él sonrió y se inclinó para besar la punta de su nariz.

—Tendré más cuidado.

La cena estuvo lista y sobre la mesa sin más derramamiento de sangre. Comieron, y Edward le contó historias sobre su familia, crecer con Alice como hermana era una fuente inagotable de material. Trató de no quedar hipnotizado por el movimiento de Bella girando la pasta alrededor de su tenedor y llevándola a sus labios, y trató de no pensar en cómo Alice amaría a Bella.

Sirvieron sus últimas copas de vino y se sentaron uno al lado del otro en el sofá para comer sus postres: de terciopelo rojo y queso crema para ella, de fresa con azúcar de colores en la cobertura de crema para él. La única luz en la habitación provenía de las tenues luces blancas centelleantes en el pequeño y bajito árbol en la esquina. Bella sonrió, mirándolo lamer el arcoíris de azúcar de la parte superior.

—Intentaba ser madura y sofisticada cuando elegimos nuestros cupcakes en la tienda —dijo Bella—. Pero el tuyo parece más divertido.

Él le ofreció un bocado, estaban comiendo con tenedores para ser más elegantes.

—¿Quieres probarlo?

Sus ojos brillaron, y rodeó su cuello con una mano.

—Quiero probarlo de aquí.

Ella inclinó la cabeza hacia arriba, reclamando sus labios. Edward suspiró, dejando que su boca se abriera cuando ella presionó con su lengua.

—Mmm. Delicioso —dijo ella, la palabra vibrando en sus labios. El sonido profundo de esta, el sabor de la cobertura de queso crema mezclado con la probada de vino tinto, y la sensación de sus dedos en su cabello, todo era muy delicioso y erótico.

Bella se movió, primero arrodillándose en el sofá, elevándose sobre él cuando su beso se hizo más voraz, y luego sentándose a horcajadas sobre él. Edward gimió al sentirla en su regazo. Primero apoyó sus manos en su cintura, sosteniéndola contra él. Cuando ella contoneó sus caderas, apretando su polla, él gimió en su boca y dejó que sus manos bajaran para acunar su trasero. Amaba la sensación de ella. Él se retorció, la necesidad de devorarla, de sentirla lo más posible, apoderándose de él. Movió sus manos hacia su espalda, pasándole un dedo por la columna.

Lentamente, se movió hacia arriba hasta que sus dedos se deslizaron a lo largo de su cuero cabelludo, enredándose en cabello suave. Tenía la cabeza nublada, pesada y calentada por la lujuria.

Justo cuando él comenzó a retorcerse, con la intención de recostarla para poder presionar cada centímetro de su cuerpo a lo largo del suyo, un chillido fuerte y enojado sonó en la habitación, por lo demás silenciosa. Edward saltó. Bella también lo hizo. Se separaron tan rápido que Bella casi se cayó de su regazo. Sus brazos se apretaron alrededor de su cuello y él movió sus manos para agarrarla firmemente antes de que ella cayera hacia atrás.

Bella rio primero.

—Mis audífonos —explicó.

—Oh. —Debió haber presionado uno de ellos cuando tomó su rostro entre sus manos. Él también se rio, con el corazón martilleando—. Pensé que era una alarma de Santa. —Levantó la mano y le acarició el pelo con ternura—. Estábamos avanzando hacia la lista traviesa.

—Sí, pero fue muy agradable. —Ella se inclinó hacia adelante, sus manos cálidas en su rostro—. No hables de mi padre cuando estoy tratando de meterme mano contigo.

La polla de Edward saltó dentro de sus pantalones, muy feliz de escuchar que estaban en la misma página sobre a dónde iba esto.

—Oh, demonios. Vamos a recibir carbón para Navidad.

Ella sonrió y besó sus labios en un casto y dulce gesto. Se enderezó de nuevo, una mirada rara y tímida se apoderó de ella. Con sus ojos en los de él, viéndose como si estuviera luchando contra la incertidumbre, extendió la mano para quitarse los audífonos. Su bolso descansaba cerca, y ella los dejó.

Él le devolvió la sonrisa, pensando que a pesar de toda su bravuconería, todavía se necesitaba un poco de coraje para hacer algo así. No debería, pero el mundo era lo que era. Era diferente para él, pero no incómodo, y definitivamente no estaba mal. Se plantearon algunas preguntas. Él no sabía qué tan buena era su audición sin sus audífonos. Había tantas cosas que quería decirle; palabras dulces que susurrarle al oído.

¿Sabría ella que esta cosa entre ellos era hermosa y rara? ¿Sabría ella que esto se sentía serio para él?

Tendría que mostrárselo en su lugar.

Sosteniendo su mirada, él acunó su rostro en sus manos nuevamente. Él acarició con sus pulgares detrás de su oreja y se inclinó para besarla. Esta vez, su beso fue suave, lento y acalorado como un fuego lento. Ella le devolvió el beso, balanceándose sobre su regazo a un ritmo lento y constante que solo ella podía oír.

Él bajó las manos por su espalda y acunó su trasero nuevamente. Asegurándose de que tenía un buen agarre, se levantó. Ella envolvió sus piernas alrededor de él, sin romper su beso. Edward nunca había estado tan contento de que su departamento fuera tan pequeño. Su habitación estaba cerca, y la tenía donde la quería en segundos. La puso en su cama y se subió sobre ella. Él se sostuvo sobre ella, solo mirándola y sonriendo porque era tan hermosa. Él se agachó, dejando besos provocativos en su rostro. Sus mejillas se sonrojaron, y ella se rio, tímida y embelesada como él se sentía.

Él siseó cuando ella tocó su vientre debajo de su camisa. La piel estaba tan sensible, y todos sus nervios ya estaban cantando.

Bella estaba acostumbrada a hablar con su cuerpo. Era evidente en la forma en que ella se movía con él. Sus manos eran mágicas, fuertes y suaves a la vez. Y al igual que cuando le estaba enseñando a hablar su idioma, no dudó en guiarle las manos.

No necesitaban palabras para hablar entre ellos.

~0~

Ella lo despertó la primera vez.

Cuando se había quedado dormido, ella había estado colocada descuidadamente sobre su pecho, su piel caliente contra la de él y su cabello haciéndole cosquillas. Él se despertó con la sensación de su polla envuelta en un calor resbaladizo y la increíble visión de su cabeza moviéndose mientras su lengua trabajaba a lo largo de su longitud.

La segunda vez, la despertó él. Se había despertado en una habitación que brillaba en la penumbra del amanecer, y la visión de ella en su cama, con un brazo puesto sobre su cabeza y una teta respingona asomando por encima de la línea de la manta, lo había dejado sin aliento. Había besado sus labios, sus mejillas, su barbilla. Cuando él llegó al pecho de ella, sus manos estaban enredadas en su cabello.

Las horas pasaron. Él se levantó, separándose cuidadosamente de ella para no despertarla. Solo había estado en la ducha un minuto cuando ella entró, con los ojos medio nublados por el sueño y desnuda como el día en que nació. Se metió en la ducha con él sin decir una palabra y le masajeó el cabello con champú mientras lo besaba.

Era la tarde y aún no habían logrado llegar muy lejos de la cama. Habían llegado hasta la cocina un par de veces en busca de agua y la bolsa de rollos de pizza que Edward tenía en su congelador. Luego compartieron besos con sabor a pizza y una cosa llevó a la otra de nuevo.

Edward estaba dolorido y más insoportablemente feliz de lo que había estado en mucho tiempo. Él tarareó para sí mismo mientras le acariciaba la espalda con los dedos.

Bella se levantó sobre un brazo. Ella ladeó la cabeza mientras lo miraba.

—¿Puedo decirte algo?

Él asintió, levantando la mano para trazar con su dedo a lo largo de la forma de sus labios. Ella sonrió, agarrando su muñeca y besando la punta de su dedo.

—Fuiste mi deseo navideño.

—¿Qué? —preguntó él, frunciendo el ceño.

Su sonrisa era suave. Ella se sentó por completo, sin avergonzarse por su desnudez. Ella extendió su mano sobre su pecho.

—¿Cuando tomé el trabajo como elfa y vi a todos los niños pedirle a Santa lo que querían? ¿Cuando los padres guiñaron o asintieron y supe que los niños obtendrían lo que querían? Le pedí a Santa lo que quería. —Ella puso los ojos en blanco—. No a mi papá. Al verdadero Santa.

—Oh, al verdadero. —Edward sonrió y Bella movió las cejas hacia él.

—Sí. Dije, no te preocupes por el trabajo que quiero, el dinero, las cosas. Lo tengo todo cubierto. —Ella trazó patrones sin sentido en su pecho—. Pero sería bueno tener a alguien con quien compartirlo, ¿todos los éxitos que hay en mi futuro? —Ella suspiró, su voz baja—. Alguien que entienda.

Ella no lo estaba mirando, y sus mejillas estaban rosadas, otra grieta vulnerable en su armadura dura como una piedra. Él levantó una mano para acunar su barbilla, inclinando suavemente su cabeza hacia arriba hasta que ella lo miró a los ojos.

—Si hubiera sabido que Santa era real, también habrías sido mi deseo.

Su sonrisa era cegadora. Ella se inclinó para besarlo. Un beso con fuerza y serio, porque Edward había descubierto que un viejo cliché no era más que la verdad.

Cuando lo sabes, lo sabes. Él sabía. Ella sabía.

—Quiero ayudarte —dijo ella un poco más tarde cuando estaban discutiendo si Hadley la reconocería o no como la elfa de la Villa de Santa cuando fueran presentadas oficialmente—. Su madre... La mayoría de los padres acompañan hasta cierto punto. Con el tiempo. Incluso si ella nunca aprende señas, cederá cuando se trata de Hadley, creo. Descubrirá que Hadley puede tener ambas cosas: hablar y hacer señas. Tal vez incluso la deje ir a una escuela como yo fui, con niños que hablaban mi idioma.

»Pero hasta entonces, puedo ayudar. Puedo enseñarle. —Ella tomó la mano de Edward, doblando sus dedos con cuidado—. Y a ti.

Los ojos de Edward picaron ante la idea. Sacó un tremendo peso de sus hombros. Ni siquiera podía comenzar a encontrar las palabras. Qué hermosa imagen pintaba ella, un futuro que él no sabía que podía tener hasta que apareció como un regalo bien envuelto debajo de su árbol de Navidad. Él no tenía palabras, así que habló con su mano libre, acunando su mejilla.

Ella levantó su otra mano, y él vio que ella había doblado sus dedos para formar una señal que él había conocido por mucho tiempo: pulgar hacia afuera, índice y meñique arriba. Una señal que él solo había usado con su hija.

Te amo.

—Lo hago —articuló las palabras, dándose cuenta con un sobresalto de lo verdaderas que eran.

Bella se mordió el labio inferior, pero su sonrisa no podía ser contenida. Ella dejó que él la atrajera sobre él y volvieron a la tarea de crear su propio idioma juntos.

~Fin~


¡Hola!

Y así llegamos al final, ¿nos cuentan qué les pareció? Esperamos que hayan disfrutado de esta pequeña historia y nos sigan acompañando en nuestras próximas traducciones.

Muchas gracias por los comentarios en el capítulo anterior: sandy56, Kriss21, Adriu, Lady Grigori, patymdn, krisr0405, Yoliki, Liz Vidal, Pam Malfoy Black, maidely34, Tata XOXO, Lizdayanna, alejandra1987, somas, Leah De Call, EmmaBe, saraipineda44, angryc, Perla Maciel Rod, jupy, Adriana Molina, tulgarita, Esal, Lidia withlock, Mar91, Car Cullen Stewart Pattinson, aliceforever85, bbluelilas, rjnavajas, NarMaVeg y Tecupi.

¡Hasta la próxima traducción!